Indice de El Partido Liberal Mexicano - 1906-1908 de Chantal López y Omar Cortés Capítulo octavo Planteamientos políticos del Partido Liberal Mexicano Lista de los sobrenombres de algunos miembros del Partido Liberal MexicanoBiblioteca Virtual Antorcha

EL PARTIDO LIBERAL MEXICANO
(1906-1908)

Chantal López y Omar Cortés



NUESTRAS CONSIDERACIONES

¿QUÉ FUE O QUÉ PRETENDIÓ SER EL PARTIDO LIBERAL MEXICANO DE 1906 A 1908?

La idea de constituir un partido, o mejor dicho, de reorganizar un partido, es una constante en la lucha de los editores de Regeneración desde 1901, cuando acuden a la invitación hecha por Camilo Arriaga en San Luis Potosí para la celebración del Primer Congreso Liberal (*).

Lo que se buscaba era conformar una organización lo suficientemente fuerte como para derrocar a Porfirio Díaz y hacer prevalecer los principios liberales. En sí no se pretendía formar un nuevo partido, sino reorganizar uno que ya se consideraba existente.

En este punto es necesario tener en cuenta que bajo el prisma liberal, el concepto de partido adquiere una connotación peculiar; el miembro del partido no será aquel individuo que nominalmente se inscriba, sino más bien el que ideológicamente se considere partidario de los principios liberales; en pocas palabras, el que se considere a st mismo liberal.

Partiendo de esto, en el México de principios del siglo XX, había muchos individuos liberales, pero desorganizados, y el fin que perseguía Camilo Arriaga con su Invitación al Partido Liberal en 1900, era precisamente lograr la organización de éstos, pero comp todos los intentos para conformar una organización política en territorio mexicano encuentran en la represión porfirista un escollo insalvable, los liberales deciden emigrar, para llevar a cabo sus proyectos políticos, a los Estados Unidos, en donde, en 1904, se escindieron.

Por un lado estaban Camilo Arriaga y Santiago de la Hoz y, por el otro, Ricardo Flores Magón y quienes posteriormente serían miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.

Esta escisión se produjo por el interés de estos ú1timos en desarrollar métodos conspirativos militares.

El enfoque que del Partido Liberal tenía Camilo Arriaga era muy distinto al de Ricardo Flores Magón. Quería un partido que se ocupase únicamente del aspecto político, apartado de cualquier idea conspirativa, o sea: deseaba presionar al porfirismo para que hiciera concesiones políticas y organizar al Partido Liberal para que luchara en las contiendas electorales por la vicepresidencia.

Sin embargo, esta ruptura lejos de debilitar los trabajos de reorganización, definió posturas y permitió a las dos partes continuar, cada una por su lado, su respectiva lucha anti-porflrista.

Así las cosas, en el N° 16 de Regeneración del 18 de febrero de 1905 se emite la idea de reorganizar al Partido Liberal, exponiendo en líneas generales el quid de la propuesta de la siguiente manera:

La única organización posible por ahora, ya que la tiranía no permite ninguna labor política franca, creemos que sería el establecimiento de un centro director, reconocido por todos los liberales, que fuera el punto de unión entre ellos, que, con la autorización debida, hiciera trabajos en pro de la causa liberal, y que mantuviera siempre sólida la cohesión del partido, para cuando fuera posible que este surgiera abiertamente a la luz pública.

En esta proposición se encuentra en germen la idea de partido que posteriormente se desarrollaría con la instalación de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano mediante un Manifiesto -claro producto de la corriente más radical de los liberales mexicanos-, fechado el 18 de septiembre de 1905, en donde se dice textualmente:

Siendo evidente que nuestra situación reclama corregirse, sólo queda por resolver de qué medio debemos valernos para combatir al actual despotismo y levantar sobre sus ruinas la democracia augusta que anhelamos. Hasta hoy se ha luchado pacífica y francamente, por medios cívicos que si fueron en un principio deficientes, alcanzaron la mayor perfección en la reciente campaña política de Coahuila. ¿Debemos continuar con esos medios, o abandonarlos por ineficaces y buscar otros que mejor garanticen el triunfo de nuestrps ideales? Esto es lo que sometemos a la consideración de todos los ciudadanos.

La primera cláusula del documento de constitución de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano es sumamente clara, no admite dudas ni confusiones al especificar que la Junta trabajará por la reorganización del Partido Liberal y con los elementos que los correligionarios le proporcionen, luchará por todos los medios, contra la dictadura de Porfirio Díaz. O sea, que la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano no desechaba la posibilidad de recurrir a la lucha armada.

En este mismo documento los miembros de la Junta proseguían asegurando que:

Por estos medios nos organizaremos sin peligro, y cuando tenga fuerza nuestro partido podrá desplegar sus banderas y entablar la lucha decisiva frente a frente de la odiósa tiranta.

Esto sugería al lector que lo priméró era organizar al partido y después, ya contando con un partido fuerte, discutir las tácticas a seguir. Pero así no ocurrió.

La táctica de organizarse militarmente para desencadenar una lucha armada predominó en el que hacer revolucionario de la mayoría de los militantes del Partido Liberal Mexicano.

En una carta a Crescencio Villarreal Márquez, del 5 de diciembre de 1905 -a escasos dos meses y una semana de haberse constituido la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano-, Ricardo Flores Magón escribe:

Como ustedes, sentimos gran impaciencia porque haya en la patria un cambio radical en su modo de ser político, y en su modo de ser social. Queremos una República dentro de la cual seamos libres y felices todos los mexicanos. Bien lo sabemos: para alcanzar eso no hay más medio que la revolución y para que se efectúe esa gran conmoción popular tienden nuestros esfuerzos. Nunca hemos soñado con una evolución pacífica. Los intereses actualmente existentes, se opondrán desesperadamente a toda libertad y a toda justicia, y esa oposición de los elementos conservadores al chocar con los principios liberales que sostenemos, producirá indefectiblemente la revolución.

Conviene destacar que el término revolución es usado aquí como sinónimo de lucha armada, aunque de hecho el concepto de lucha armada no siempre comprenda implícito el de revoluctón.

Y en esta misma carta Ricardo Flores Magón solicitará:

Trabajemos por la reorganización del Partido Liberal en público como lo estamos haciendo, y en lo privado pongamonos de acuerdo con los hombres de corazón bien puesto que haya, para hacer la revolución. Creemos que ésa debe ser la marcha que debemos seguir.

Esta doble táctica de actuar abiertamente conformando una organización política y de preparar, de manera encubierta, levantamientos militares para luego desencadenar la lucha armada generalizada, traería graves consecuencias para el movimiento revolucionario preparado por la Junta, como por ejemplo:

Primero, confusión entre los Imiembros del partido que seria y honestamente pensaban que lo que se quería lograr era la cimentación de una organización netamente política, y,

Segundo, cierta incongruencia en el trabajo de los miembros del partido que fundaban Clubs, persuadidos de que éstos servirían como basamento de la organización política deseada.

En otro documento que puede ser considerado como el siguiente paso organizativo de la Junta, fechado el 29 de enero de 1906 bajo el título, de Bases para la constitución de agrupaciones liberales que se establezcan en conexión con la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y deberes de esta Junta, se ratifica en el primer punto de los principios generales:

1.- Se reconoce que la dictadura de Porfirio Díaz, emanada de la usurpación y sostenida por la fuerza, ha llegado a tal extremo de corrupción y tiranía, que es un deber ineludible del pueblo mexicano combatir por todos los medios posibles esa dictadura, hasta lograr su completo derrumbamiento y la instauración de la democracia en México.

Como se ve, de nuevo se especifica por todos los medios posibles. ¿Qué podían entender los miembros del partido y los simpatizantes por esto?

En el tercer punto referente a los principios generales se precisaba:

III.- Siendo los principios liberales los que inspiran a los que luchan contra el despótico régimen actual, esos principios serán la bandera de unión. Los primeros trabajos serán para reorganizar al Partido Liberal.

Aquí, todo indica que el primer paso es la organización política del partido. El texto no deja lugar a dudas. Nótese que este documento, por cierto firmado por Ricardo Flores Magón entre otros, es posterior a la carta anteriormente citada.

En los puntos 5° y 6°, referentes a las Agrupaciones en México, se especifican los deberes de los miembros y de ninguna manera se menciona la lucha armada. Todo se concreta a una acción cívico-política y nada más.

Ahora bien, en el apartado correspondiente a la Junta se dice en el 3er punto:

III.- El fondo que se forme con el producto de las cuotas lo empleara la Junta especialmente en fomentar publicaciones oposicionistas y en proteger a los miembros del Partido Liberal que lo necesiten.

Lo estipulado en este punto es muy claro, pero volvamos a la carta ya citada de Ricardo Flores Magón a los señores Villarreal Márquez, en donde les dice:

La reorganización del Partido Liberal, mis queridos amigos, está dando magnificos resultados. Todos los dias recibimos adhesiones a la Junta, y de ese modo vamos conociendo nuevos elementos de combate, y vamos comprometiéndoles para que se apresten a la lucha. A la vez que aumentando el número de miembros, la Junta tendrá más dinero para emplear en armar al pueblo.

Recalcamos que esta carta es del 5 de diciembre de 1905, esto es, anterior al documento del 29 de enero de 1906. ¿Qué pasa entonces? ¿Publicaciones o lucha armada?

No obstante esta contradicción, la Junta sigue haciendo su trabajo de organización política dando a conocer una Convocatoria a sus miembros para la elaboración de su programa; después vendría el Proyecto de programa; seguiría el documento Adiciones y reformas al proyecto del programa del Partido Liberal Mexicano, concluyendo con la expedlciín del Programa del Partido Liberal Mexicano y Manifiesto a la Nación, fechado el 1° de julio pe 1906.

Pero, por desgracia, antes de todo esto, ya se había producido un rompimiento desafortunado entre el proyecto político a realizar y la táctica a seguir: la organización política se iba a convertir en una especie de caparazón para la organización militar; el bellísimo y limpio proceso de la elaboración del Programa del Partido Liberal, que en sí mismo, y ya lo hemos afirmado en otra ocasión, era el espíritu de la revolución, fue usado como un mero recurso para estructurar una organización militar que acelerase la lucha armada generalizada.

El plan militar que se ideó era el de llevar a cabo un conjunto de levantamientos simultáneos en diferentes lugares de la República, efectuándose los primeros en los últimos días del mes de septiembre y primeros del mes de octubre de 1906 en Jimenez, Coahuila y Acayucan, Veracruz.

Sin embargo, destacaremos el intento más interesante desde el punto de vista militar que fue el de la toma de Ciudad Juárez, Chihuahua, aunque fracasaría estrepitosamente el 19 de octubre de 1906 con la aprehensión de los implicados entre quienes se encontraba Juan Sarabia.

Ponemos énfasis en este intento fallido, en el cual ni siquiera se disparó un tiro y que por lo tanto, al no haber causado el alboroto de heroicidad, ha pasado desapercibido en nuestra historia.

Si consideramos la importancia que guardaba en aquellos años Ciudad Juárez, como punto neurálgico de la frontera mexicana-norteamericana, nos percataremos que la toma de esta ciudad constituía el plan más ambicioso que el Partido Liberal Mexicano desarrolló en esa época y que su éxito hubiera abierto las puertas del triunfo a la revolución pregonada por las fuerzas liberales.

No olvidemos que en 1911 fue precisamente la toma de Ciudad Juárez por Pascual Orozco y Francisco Villa lo que hizo posible el triunfo de las fuerzas maderistas.

El fracaso del Partido Liberal Mexicano en este intento se debió principalmente a dos factores: la ingenuidad de los liberales y la traición de la que fueron objeto.

Veamos como nos relata este suceso Eugenio Martinez Nuñez (**):

Al mismo tiempo que Ricardo Flores Magón permanecía conspirando ocultamente en El Paso junto con Aguirre, Rembao, Cano, Miguel Moreno y otros correligionarios, Juan Sarabia, Villarreal, Canales y Vicente de la Torre cruzaban repetidas veces la frontera pasando armas, municiones y demás elementos de combate, que almacenaban con las debidas precauciones en los suburbios de Ciudad Juárez. El general José María de la Vega, poco después de haber llegado con sus tropas a esta plaza, fue informado por unos individuos de la policía secreta que comandaba un esbirro a quien llamaban el Chino Octaviano, que los cuatro luchadores, acompañados por algunos de sus adeptos, se reunían diariamente por la noche en el jardín principal de la población, por lo que desde luego concibió un plan para capturarlos. Comisionó al capitán Adolfo Jiménez Castro y al subteniente Zeferino Reyes, oficiales del 18° Batallón que guarnecía Ciudad Juárez, para que, fingiéndose sus partidarios, trabaran amistad con ellos y les hicieran concebir la esperanza de que el batallón se pronunciaría en su favor y de esta manera aprehenderlos sin dar lugar a que opusieran resistencia y al mismo tiempo descubrir todos sus proyectos de conspiración. No les costó trabajo a estos oficiales conquistarse la confianza de los rebeldes, pues resultó que el subteniente Reyes era paisano y antiguo conocido de Juan Sarabia por haber cursado juntos las primeras letras en San Luis Potosí y por haber pertenecido al Club Ponciano Arriaga cuando esta agrupación luchaba contra la dictadura en 1902. De esta manera pudieron saber Castro y Reyes que los revolucionarios, ya creyendo contar cuando menos con la mayor parte del batallón, habían determinado atacar Ciudad Juárez el 20 de octubre, y que en caso de salir victoriosos como era lo más probable tomando en cuenta los numerosos elementos de guerra de que disponían, marcharían sobre la capital del Estado para también atacarla contando ya con los nuevos contingentes que esperaban se les unieran después de la toma de Ciudad Juárez.

Informado de todo esto, el general De la Vega giró instrucciones al Cónsul de El Paso para que de acuerdo con las autoridades de inmigración y con la ayuda del servicio secreto, procediera desde luego al arresto de los conspiradores que se encontraban en esa población, y al mismo tiempo procedió por su cuenta a la captura de los revolucionarios de Ciudad Juárez. El 19 de octubre fueron detenidos en El Paso Antonio I. Villarreal, Lauro Aguirre y José Cano, quienes quedaron incomunicados en las oficinas de Inmigración con el fin de ser pasados a México como reos del orden común, y en la noche de ese mismo día, víctimas de la emboscada que se les había preparado, fueron aprehendidos en Ciudad Juárez, Juan Sarabia, César Canales y Vicente de la Torre.

Sarabia, Canales y De la Torre se hallaban en el jardín ya mencionado madurando con algunos de sus correligionarios los planes para el ataque del día siguiente, cuando llegaron Castro y Reyes a informarles que ya habían logrado convencer a los demás jefes y oficiales del batallón para que se pronunciaran en su favor, y que esa misma noche irían al jardín para ser presentados con ellos. En efecto, poco después llegaron varios jefes y oficiales uniformados Qcompañados por un grupo de soldados y sargentos, así como por el mismo general De la Vega, a quien los revolucionarios no pudieron reconocer tanto por la oscuridad reinante, como por haber ido cubierto con un gran sombrero de charro; y mientras los judas Castro y Reyes hacían la pantomima de la presentación elogiando a los organizadores del movimiento, el general y los jefes y oficiales, sacando intempestivamente sus armas, les exigieron su inmediata rendición. SorprentUdos con esta actitud inesperada, Juan Sarabia y sus compañeros trataron, sin embargo, de oponer resistencia, pero la fuerza militar se impuso y fueron aprisionados por los soldados, que en medio de las mayores violencias los amarraron con las manos en la espalda. La traición quedaba consumada, y los infortunados luchadores, que momentos antes habían concebido las más hermosas esperanzas de comenzar en el campo de combate el derrumbe de las injusticias del régimen dictatorial, se vieron reducidos a la impotencia y conducidos a los calabozos de la cárcel de Ciudad Juárez, donde quedaron incomunicados y bajo la estrecha vigilancia de numerosos centinelas de vista.

Con este fracaso el Partido Liberal Mexicano perdió, aparte de varios de sus militantes, su gran oportunidad desde un punto de vista de logística militar. Después de esto todo aconsejaba un replanteamiento de tácticas y objetivos, todo apuntaba a un reflujp del actuar partidario. Volver a agrupar fuerzas, analizar posibilidades. Sin embargo, nada de eso se hizo, el fracaso de Ciudad Juárez fue tomado por la Junta como uno más que se uniría a los de Jimenez y Acayucán, con la salvedad, quizá, de haber perdido a un miembro de la Junta tan importante como lo era Juan Sarabia.

El planteamiento original de la Junta era que tomando Ciudad Juárez se trasladaría a ésta formando ahí un gobierno provisional, y a partir del fracaso, la única declsión que tomó fue la de ya no trasladarse a territorio nacional hasta que hubiese una amplia zona dominada plenamente por las fuerzas liberales que garantizara la següridad de la Junta.

Así las cosas, la táctica político-militar del Partido Liberal Mexicano se mantuvo en pie como si no hubiese pasado nada. Se hablaba, sí, de que había habido errores, precipitaciones, delaciones, traiciones, pero no se tocaba -o quizá no quería tocarse-, el quid del asunto: que el plan militar original había fracasado, y esto se comprobaría con las posteriores acciones armadas -Viezca, Coahuila; Palomas, Chihuahua y Las Vacas, Coahuila-, a todas luces heróicas, pero que de antemano estaban condenadas al fracaso por estar basadas en un plan militar que ya había fracasado en 1906.

Ahora bien, conviene señalar que de 1906 a 1908 el Partido Liberal Mexicano en su conjunto enfrentaría una represión ardua y constante; consecuencia directa de la táctica de lucha adoptada, pues la administración porfirista respondió con una violencia inusitada hasta entonces. Sería ingenuo pensar que ésta esperaría inactiva a que se le derrocase. ESto viene a colación porque es erróneo suponer que en este periodo la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano enfocaba la mayoría de sus trabajps al campo político. Ya hemos explicado que no fUe así, sino que se utilizaba el trabajo político para ocultar el militar. Tal forma de actuar originó -como también lo hemos ya señalado-, contradicciones al interior del partido, siendo la huelga de Cananea y los sucesos de Río Blanco los ejemplos más claros.

Tal vez sorprenda al lector que en esta recopilación no hayamos incluido nada sobre estos movimientos, lo que se debe básicamente al hecho de que ya existen muchos estudios al respecto; sin embargo, quisieramos hacer hincapié en el hecho siguiente: si bien es cierto que varios de los protagonistas de la Unión Liberal Humanidad de Cananea estaban adheridos al Partido Liberal Mexicano y mantenían correspondencia con la Junta, su actuar no correspondía en lo absoluto a la táctica de lucha armada pregonada por ella. Expliquémonos: para la Junta el camino de la lucha ya no consistía en el fomento de huelgas reivindicativas de los derechos de la clase obrera puesto que esta labor, situada indiscutiblemente en el terreno del trabajo político, era considerada inútil e inexorablemente condenada al fracaso. Todos los miembros de la Junta estaban plenamente conscientes que para derrocar al régimen porfirista y por ende a la injusticia y explotación emanadas del mismo, la huelga económica y política no servía absolutamente para nada. Pero los mismos actores de los sucesos de Cananea no pensaban en tal sentido, esto es, para muchos de ellos, una huelga no sólo encerraba posibilidades de triunfo en el aspecto de reivindicaciones económicas, sino también era vista como una acción coherente en el amplio panorama de la lucha política. Y no fue extraño que así sucediera debido a que suponlan que la labor de la Junta era de índole política.

Veamos como Esteban B. Calderón relata las causas de este conflicto ante el tribunal que le juzgaba por su participación:

... a este respecto paréceme indispensable recordar aquí que la causa de la huelga, intempestiva e inopinada, no fue otra que la pretsnsión de algunos capataces extranjeros que, con el conocimiento de la compañía, iban a sujetar a contrato la extracción de metal en la mina Oversight, a costa de los rezagadores y carreros, exclusivamente mexicanos. Y viene a colación hacer notar que sólo quien no haya estado en Cananea en aquel entonces podrá negar que la condición bonancible de las minas permitía a la compañía dar una preferencia incondicional a los operarios extranjeros, que siempre eran barreteros, ademadores, capataces, en tanto que a los mexicanos, casi en su totalidad, se les empleaba en las labores secundarias y más corrientes. A éstos se les pagaban $3.00 y a los primeros $7~00 u $8~00 al día. Ciertamente que ascendían algunos mexicanos, pero con una lentitud que hacía más visible y odiosa la injustificada diferencia de labores y salarios entre los nacionales y los extranjeros. Aquellos aún con el ascenso quedaban sujetos a un salario inferior, mientras que los ségundos, sin excepción alguna, desde luego ocupaban los puestos de importancia y todos percibían sus slarios en oro, aunque muchos de ellos fuesen verdaderas nulidades, apoyados en el espíritu de raza por los capataces de su misma nacionalidad. Estos hechos demuestran con claridad meridiana que el fin que se perseguía era el de impedir él desarrollo de las aptitudes industriales en la generalidad de los mexicanos. Donde se necesitaba inteligencia y autoridad quedaron excluídbs nuestros nacionales. Así pues, estaba impuesta la hegemonía extranjera en las minas, en los talleres, en las oficinas, en los hóspitales y en los comercios. Y para unos, los extranjeros, fue el talón oro, tipo de salario alto, que proporciona suficientes comodidades y les permitía realizar economías que se llevaban al país vecino. Para los otros, los mexicanos, quedó el talón plata, tipo de salario bajo; mermado además por el sistema de pagos con los boletos para la tienda de raya. Cinco mil hombres se hallaban en tal condición por dos mil quinientos extranjeros que disfrutaban de toda prerrogativa. Añádase a esto el desprecio innegable que los favorecidos no disimulaban, en la generalidad de los casos, respecto de los nacionales. He aquí el conjunto de circunstancias que originó la huelga con toda la claridad y eficiencia ... (***)

Ahora bien, una contundente prueba de que Esteban B. Calderón enfocaba la lucha bajo un prisma totalmente político nos lo demuestra el siguiente párrafo de la carta que envió a Antonio I. Villarreal desde Cananea, Sonora el 6 de abril de 1906:

... no me satisface completamente lo que hemos podido hacer aquí hasta hoy. Quisiera que todos los mineros de aquí se dieran cuenta de una manera más práctica de que la dictadura es su peor enemigo y que sientan a toda hora el justo deseo de derrocarla. A este respecto me ocurre una idea: próximo ya el 5 de mayo, día en que el pueblo puede reunirse, invitado por los liberales que represento, para honrar la memoria de don Ignacio Zaragoza; en esta ocasión creo que será conveniente decir que han sido vanos los sacrificios de los héroes que nos legaron el Código Supremo, precisamente porque vivimos desunidos; y que los comisionados para hacer uso de la palabra conduzcan al auditorio a la deducclón de que urge ya fundar una Unión Minera, sin carácter hostil ni político manifieSto, al menos por ahora. Después, invitaríamos a todos los mineros de la República que funden sus respectivas Uniones para que todos constituyamos la Liga minera de los Estados Unidos Mexicanos. Todas estas Uniones tendrán la obligación de reunir fondos para auxiliar a la de igual clase que la Junta Directiva indique, cuando el caso lo requiera. Estas Uniones, al fin, optarán por adherirse en masa y de un modo resuelto al Partido Liberal. Por otra parte, las Uniones liberales ya constituídas tendrán ocasión para estar en más contacto con el pueblo para sacar de él, desde luego, todo el partido posible y las demás seguirán el ejemplo de las más entusiastas.

Es cierto que durante esta huelga hubieron enfrentamientos armados, pero éstos no fuerón premeditados sino que ocurrieron por el burdo actuar de los patrones.

En lo que respecta a los conflictos obrero-patronales en el ramo textil que se verificaron en los Estados de Puebla, Veracruz y Tlaxcala, culminando en los trágicos acontecimientos de Río Blanco a principios de enero de 1907, la participación de varios miembros del Partido Liberal Mexicano, es innegable en los inicios de la organización del Gran Círculo de Obreros Libres de Río Blanco, presidido por José Neyra. Sin embargo, si tomamos en cuenta los posteriores acontecimientos, nos percataremos de que este movimiento se desarrolló independientemente de cualquier dirección externa y paralelamente a los intentos insurreccionales del Partido Liberal Mexicano de septiembre y octubre de 1906. La respuesta obrera a la patronal consistió sólo en un movimiento para reivindicar derechos laborales, y no para desarrollar una lucha armada contra el régimen. Y si bien, al igual que en Cananea hubo enfrentamientos sangrientos, esto se debió tanto a la intransigencia patronal como al desatino del gobierno en su laudo resolutorio al haber intervenido como mediador en el conflicto, y esto último ejemplifica esplendorosamente que los fines de este movimiento no eran los mantenidos por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano -que consistían en derrocar al gobierno establecido mediante una lucha armada generalizada-, puesto que si los hubiesen sido no se hubiera aceptado la mediación gubernamental.

De hecho, la Junta más que un centro de organización política era uno de alto mando militar. Quizá sea éste el motivo de que cuando Juan Sarabia, vicepresidente de la Junta, cae preso a raíz del fracaso de Ciudad Juárez, jamás se nombre un sustituto provisional que ocupe su cargo, creando esta omisión un vacío tal que al correr de los años se constituiría en factor determinante para el posterior desequilibrio ideológico que se produjo en la Junta. Lo más extrano del caso es que nadie en el Partido Liberal sopesó las consecuencias que iba a traer consigo la aprehensión de su vicepresidente, ¡ni tan siquiera el mismo Juan Sarabia!

De aquí en adelante la Junta ya no se regirá por normas democráticas, ya que la función de alto mando militar que se impuso como producto de la táctica empleada lo impedía.

Cabe mencionar aquí que el Partido Liberal Mexicano era una organización amplia y que la Junta tan sólo representaba, si se quiere, la cabeza del movimiento. Se debe tener esto presente con el objeto de distinguir a la organización de su cabeza, pues de manera harto errónea se ha confundido al Partido Liberal Mexicano con su presidente Ricardo Flores Magón, de aquí el equivocado aunque usual empleo de la palabra magonismo para referirse a esta organización.

Evidentemente no se puede poner en duda la importancia que tenía Ricardo Flores Magón -no por nada era el presidente del partido-, sin embargo, esto de ninguna manera justifica el uso de su apellido materno para calificar a una organización como lo fue el Partido Liberal Mexicano de 1906 a 1908, organización que respondió a una dinámica por completo distante del caudillismo presente en toda la historia del México independiente.

Ciertamente, Ricardo Flores Magón era reconocido por la militancia liberal como su máximo dirigente, pero existía una estructura política y militar que funcionaba por sí misma. La organización trabajaba en torno a un objetivo muy preciso: el derrocamiento de la administración porfirista y la implantación de un gobierno que pusiese en práctica su programa del 1° de julio de 1906.

Ahora bien, a raíz del fracaso del plan táctico militar original, la Junta y el Partido se desdibujan, pierden la orientación y la organización entra en un impasse del que no saldrá bien librada, hasta tal punto que no se plantea nuevas tácticas y objetivos. Es probable que tanto la Junta como la militancia de enlace no hayan querido dar marcha atrás en sus ya fracasados planes por temor a perder respetabilidad y sobre todo poder de convocatoria. Quizá pensaron que si lo hacían, las bases se desilusionarían y la organización partidaria se desmembraría de manera irremediable. Ciertamente no era tarea fácil para la Junta el reconocer su fracaso. Pero fuese cual fuese el motivo por el que no quizo reconocerlo, lo claro es que en este periodo el Partido Liberal Mexicano decidió jugarse su estructura interna, sus ramificaciones en diferentes lugares del territorio mexicano y norteamericano; en sí, todo su poder, a la vía de la lucha armada.

De todos los intentos realizados ninguno saldría victorioso y por el contrario la organización se desangraría poco a poco a consecuencia de los arrestos de sus principales miembros. Nada bien le iría al Partido Liberal Mexicano en la puesta en práctica de la táctica que había escogido porque para finales de 1908, de su organización no quedaría ni la sombra. Su ramificación quedó deshecha, completamente desarticulada, con la mayoría de sus militantes y simpatizantes en prisión. En lo que se refiere a su en otra hora coherente coordinación no quedaría sino el recuerdo, encontrándose su estructura interna sumamente dañada.

Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal, Librado Rivera y Manuel Sarabia -miembros de la Junta en 1908-, estaban encarcelados. Antonio de P. Araujo, uno de los más importantes miembros de enlace, también estaba en prisión; en cuanto a Enrique Flores Magón y Práxedis G. Guerrero -los otros miembros de la Junta-, se encontraban a salto de mata perseguidos fieramente. Entre los militantes de base y de enlace había desconcierto y desaliento. El Partido Liberal Mexicano había sido derrotado, aplastado por el contubernio Díaz-Roosevelt.

Tengamos bien presente que cuando se escoge el camino de la lucha armada hay un vencedor y un vencido, importando poco las razones de uno y otro que sólo quedarán como anécdota de la historia. El Partido Liberal Mexicano tuvo todo, menos el triunfo militar, para imponerse a la dictadura porfirista, y por ironía del destino fue a éste, precisamente a este último, al que jugó todas sus cartas ... y perdió.

Chantal Lopez y Omar Cortés

Notas

(*) Véase, López, Chantal y Cortés, Omar, El programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 y sus antecedentes, México, Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, julio del 2005.

(**) Véase, Martínez Nuñez, Eugenio, Juan Sarabia, apóstol y mártir de la Revolución Mexicana, México. Biblioteca Virtual Antorcha, captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés, primera edición cibernética, agosto del 2009.

(***) Véase la edición impresa de González Ramírez, Manuel, La huelga de Cananea, México, F.C.E., 1974, págs. 132 a 133.
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