Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO VIII -Primera parteCAPÍTULO VIII - Tercera parteBiblioteca Virtual Antorcha

Ocho mil kilómetros en campaña

Álvaro Obregón

CAPÍTULO OCTAVO

Segunda parte


PREPARATIVOS DE ASALTO

Tomando eso en consideración, resolví que el movimiento se hiciera por asalto sobre la citada hacienda El Maguey, que formaba casi el centro de la línea enemiga, con las brigadas primera y octava de infantería, al mando directo del general Hill y del Cuartel General, a las seis de la mañana, para que, a esa misma hora, el general Murguía emprendiera su asalto sobre el enemigo, que estaba atrincherado frente a sus posiciones, en San Gregorio; acordando que, cuando nosotros hubiéramos empeñado combate, continuara su avance la línea del frente, cubierta por la segunda brigada y. parte de la novena, y que, cuando ya el enemigo hubiera sido desalojado del centro, el general Carpio hiciera un rápido movimiento de conversión, atravesando la barranca, en los momentos en que el enemigo intentara contrarrestar nuestro avance por el centro. Entretanto, como había gruesos núcleos de tropa enemiga a nuestra retaguardia, el general Castro tendería sus caballerías en línea diagonal, de N. O. a S. O., para rechazar cualquier intento del enemigo sobre nuestra retaguardia, cuando estuviéramos atacando sus trincheras del frente.

Todos los jefes estuvieron de acuerdo en la necesidad de efectuar ese movimiento, sin poner objeción alguna al plan general, regresándose cada quien a su campamento a dictar las órdenes necesarias, para la ejecución de la parte que les correspondía.

Nuestra artillería no tomaría parte en la ofensiva que se había concertado, porque el movimiento era de asalto, y el hecho de emplazar nuestros cañones nos obligaría a proceder con lentitud, lo que no permitía nuestra escasez de parque. En consecuencia, se ordenó que la artillería amaneciera atalajada, para que emprendiera la marcha sin entorpecer nuestros movimientos.

A nuestra retaguardia marcharían todas las impedimentas.

Como de Encarnación habían sido devueltos a Lagos todos los trenes, y parte de las impedimentas, regresándose también el general Diéguez, en estado de suma gravedad, dejé, como guarnición en aquella plaza, para proteger los trenes y dar escolta al general Diéguez, así como para cubrir nuestra extrema retaguardia, 1,500 hombres, comandados por el general Federico Montes, y de esta manera la seguridad de aquella plaza estaba garantizada, mientras no terminara el combate de nuestro Ejército con el villista; pero en caso de un posible fracaso para nuestras fuerzas, aquella guarnición estaría perdida, si trataba en vano de defender nuestros trenes, los que no podrían moverse al sur, en el caso de un ataque del enemigo, porque la vía estaba destruida. Así que, juzgando que ya no era remoto un descalabro, dada nuestra escasez de parque, aquella misma noche dirigí al general Diéguez una comunicación cifrada, enviándola con propio, en la que le describía nuestra situación, y le encargaba tomar medidas convenientes, en caso de que al siguiente dta no tomáramos la plaza de Aguascalientes. El texto descifrado de dicha nota es el siguiente:


Al salir de Encarnación, considerando el estado delicado de su salud, no quise comunicar a usted las causas que me obligaron a seguir este plan; pero ahora juzgo necesario manifestarle que nuestra situación era así: las vías férrea y telegráfica estaban destruidas en Cazadero, Ahorcado y cerca de Tula; León, en poder del enemigo y nuestras comunicaciones interrumpidas de ésa a León; el combustible agotado completamente, y nueve trenes en Encarnación, con aceite sólo para unas cuantas horas de movimiento, apenas suficiente para regresarlos a ésa. Para consolidar nuestra retaguardia, sólo contábamos con los elementos que allí teníamos, pues había dirigido repetidos telegramas al Jefe, pintándole la gravedad de nuestra situación y encareciéndole ordenar a los jefes a nuestra retaguardia restablecer la comunicación y mandar combustible, sin que esto pudiera tener resultado, dado que los sucesos inmediatos posteriores, la repentina aparición de la columna de Reyes y Fierros, a retaguardia, y su avance al sur, destruyendo las comunicaciones, imposibilitaban toda acción combinada.

Regresarnos era del todo imposible, pues teníamos provisiones apenas para seis días, y la cuestión del parque era para usted bien conocida, sólo teníamos el suficiente para librar un combate, y no había esperanzas de recibir nuevas remesas de éste, ni provisiones ni combustible.

En estas circunstancias, resolví devolver a usted, por el estado de su herida, así como los trenes, y emprender este movimiento por tierra, para atacar Aguascalientes por la retaguardia del enemigo.

Éste comenzó a resistir desde nuestra salida de Encarnación, y llevamos tres días de combates.

Tenemos provisiones solamente para mañana, y el parque está muy escaso, sólo el indispensable para atacar una plaza por asalto.

A cuatro leguas de Aguascalientes; imposibilitado para retirarme, por falta de parque y provisiones, y porque hacerlo sería muy inconveniente; conociendo perfectamente el peligro que corro en esta situación, mañana, al amanecer, emprenderemos el avance sobre Aguascalientes, con todos mis elementos, teniendo esperanzas, aunque poca seguridad -dada nuestra escasez de parque- de ocupar dicha plaza mañana mismo, lo que comunicaré a usted inmediatamente; pero si este aviso no le llegare en el tiempo que usted juzgue indispensable, deberá tomar en cuenta todo esto, para que adopte las debidas precauciones, y en su oportunidad, se servirá comunicar al Primer Jefe lo que sea del caso.

Lo saludo muy afectuosamente.

Constitución y Reformas.
Campamento en San Sebastián, a 9 de julio de 1915.

Al C. General de División M. M. Diéguez. Lagos, Jal.


La noche transcurría registrándose ligeros tiroteos; pero poco después de las doce el enemigo dio un asalto con verdadero brío sobre las posiciones que ocupaban las fuerzas del general Carpio y parte de las del general Maycotte. Por ambas partes se hacía un nutridísimo fuego de fusilería y ametralladoras; durando el combate más de 20 minutos, al cabo de los cuales el enemigo se vio obligado a replegarse a sus posiciones.

El resto de la noche pasó sin otra novedad, y el general Murguía, cuya División había sido reforzada el día anterior, con infanterías y dos cañones de montaña, hacía todos sus preparativos para desarrollar la parte que le correspondía en el plan de ofensiva.


SE INICIA EL ASALTO

El día 10, a la hora que se había fijado, se inició el avance sobre las líneas enemigas, frente a la hacienda El Maguey, con los batallones 10° y 15°, de la primera brigada, y 21° de la 9a. brigada, al mando del general Miguel V. Laveaga, los que, desplegados en tiradores, abrieron el fuego, lanzándose a paso veloz sobre las trincheras de los villistas. Éstos notaron el movimiento, desde que se inició, y trataron de rechazarlo, abriendo fuego con toda su artillería, y haciendo funcionar, al mismo tiempo, su fusilería y ametralladoras. El fuego de los villistas era tan nutrido, que las líneas que nuestros soldados iban ocupando se marcaban y podían observarse a distancia por el polvo que levantaban los proyectiles; en tanto que los nuestros contestaban débilmente aquel fuego, porque su rápido avance apenas les permitía hacer uno que otro disparo.

A medida que el fuego arreciaba y la línea de combate se extendía, nuestros soldados aceleraban el paso, con la seguridad de que el peligro de sus vidas se prolongaría sólo por el tiempo que se tomaran para llegar a las trincheras enemigas. Así sucedió: en menos de quince minutos, algunos de nuestros más intrépidos soldados llegaron a las cercas de piedra que servían de fortificación a los reaccionarios, y éstos, abatidos ante el avance resuelto de los nuestros, se consideraban impotentes para empeñar una lucha cuerpo a cuerpo, y emprendían la huida por el camino de Soyatal, que conduce a Aguascalientes.

Rota la línea enemiga por el centro, empezamos a atacar sus flancos, y cuando los villistas, con todos sus elementos, trataban de contrarrestar este movimiento, el general Carpio emprendió el suyo de conversión, desalojando al enemigo que estaba posesionado frente a sus líneas, y lanzándose con intrepidez a la barranca, la que salvó en tiempo relativamente corto, desalojó al enemigo de sus trincheras. Las fuerzas de este general, que eran las más escasas de parque, captUraron en ese movimiento cuatro ametralladoras y una regular cantidad de cartuchos, que fue suficiente para municionar sus fuerzas, haciendo la distribución del parque sin suspender el ataque.

El enemigo que se encontraba a nuestra retaguardia se había posesionado desde San Bartolo hasta Duraznillo, e intentó hacer un avance; pero encontró la resistencia de las caballerías del general Castro, las que lo obligaron a hacer un rodeo por cerca de la hacienda de Tequesquite, y entonces el general Castro extendió sus líneas hasta cerca del cerro del Gallo.

El general Murguía, que había iniciado su movimiento con un pequeño retardo, forzó sus marchas, desplegando sus caballerías en una extensa línea al norte, desde la extrema derecha de las infanterías.

El avance continuó sin interrupción, y al salir de la hacienda El Maguey, cayó herido el mayor Rodrigo Talamante, hijo del general del mismo apellido. Llamé, entonces, a este general, diciéndole que podía atender a su hijo, puesto que, yendo el general Hill y yo con las fuerzas que avanzaban, no era absolutamente indispensable su presencia al frente de su batallón. El general Talamante manifestó que, por ningún motivo, se separaría de sus fuerzas en aquellos momentos, y ordenó que uno de sus oficiales fuera a atender a su hijo.

Todas nuestras infanterías habían logrado atravesar la barranca, y el avance se continuaba en un frente de 25 kilómetros, aproximadamente.

La artillería seguía avanzando por el camino real, sin haber disparado un solo cañonazo, de conformidad con las órdenes que fueron dadas; pero cuando íbamos a la altura de Soyatal, escuché un disparo de cañón hacia la izquierda de nuestra retaguardia, observando que la granada, formando parábola y salvando nuestras líneas, había ido a explotar entre las tropas enemigas. Como nuestra artillería había recibido orden de continuar el avance sin hacer fuego, de pronto temí que el enemigo hubiera logrado rechazar nuestra ala izquierda; pero a poco se presentó un oficial, dándome parte de que había sido capturada una batería enemiga, con su personal de artilleros, por el 4° Batallón, al mando del coronel Cenobio Ochoa, de la 2a. brigada de infantería, y que nuestros soldados habían hecho fuego sobre el enemigo, con los mismos cañones.

El general Carpio había tenido momentos difíciles en su ataque, porque los reaccionarios cargaron sobre él muchos elementos; pero con un heroico esfuerzo de sus tropas, y auxiliado eficazmente por la caballería del coronel Abascal, logró rechazar de nuevo al enemigo, no sin sufrir serias pérdidas, pues solamente el batallón de los valientes juchitecos, comandado por el teniente coronel López, compuesto de 200 plazas, tuvo en esa acción más de 60 bajas.

A consecuencia de que el terreno era muy quebrado y boscoso, nuestra línea se había hecho muy irregular, por lo que ordené hacer un alto, cuando habíamos caminado la mitad de la distancia que nos separaba de Aguascalientes, para dar lugar a que las caballerías del general Murguía se acercaran más a la vía del ferrocarril, al norte de aquella plaza.

Durante ese alto, se incorporaron lás brigadas de los generales Gavira y Lino Morales, y se prosiguió luego el avance.

Nuestros soldados, fatigados y sedientos, avanzaban con resolución, llevando impresa en sus rostros la satisfacción más intensa, lanzando gritos, como signos de su máximo entusiasmo, que son característicos en nuestras clases de tropa, cuando conservan su entereza de ánimo en el combate.

Durante un nuevo alto, que ordené para reorganizar nuestras líneas, ascendí, en compañía de algunos jefes y de los miembros de mi Estado Mayor, a una pequeña altura, que nos permitía observar las posiciones que aún conservaba el enemigo, por el rumbo de, Aguascalientes. Estábamos en esa observación, cuando vimos levantarse, al sur de la ciudad, una inmensa columna de tierra y humo, a distancia aproximada de 12 kilómetros del lugar en que nos encontrábamos. A aquel imponente espectaculo, siguio una estruendosa detonación rugIente, que éncontro eco en las montañas que corren de norte a sur, al poniente de Aguascalientes. Luego, se oyeron muchas voces que, simultáneamente, exclamaban: ¡La mina! ... ¡La mina! Había sido, en efecto, la explosión de una de las minas que el enemigo había puesto en las cercanías de Aguascalientes; pero ningÚn daño podía causar aquella explosión a nuestras tropas, porque todos los jefes tenían orden de no entrar por el sur de la ciudad, precisamente para evitar aquel peligro, de que ya teníamos conocimiento, por los informes de nuestros espías. Luego descubrí que nuestra ala izquierda empezaba a atacar al enemigo en las posiciones que tenía en el cerro de Las Liebres, Último reducto que había que tomar para llegar a Aguascalientes, y también empezamos a observar densas columnas de humo, que salían sobre las lomas interpuestas entre nosotros y el valle, las que indicaban la marcha, en retirada, de los trenes del enemigo. Con tal motivo, ordené la prosecución de la marcha, haciéndola más acelerada.

Cuando dominamos la última loma, y así quedó a nuestra vista la ciudad y todo el valle, pudimos darnos cuenta de la desastrosa dispersión en que huía el enemigo. Como la estación de lluvias no había iniciádose aÚn, ningÚn movimiento podía hacerse ocultamente, y todos eran denunciados por las polvaredas que levantaban; así se observaba, en aquel extenso valle, cómo huían en grupos pequeños y sin formación alguna, todas las tropas reaccionarias. Ordené entonces a los generales Martínez, Gavira y Lino Morales, cuyas brigadas llevábamos de reserva, forzaran la marcha de sus tropas, hasta cubrir todo el norte de la ciudad.

Toda la línea de infantería continuaba su avance, cuando notamos que dos locomotoras salían de la Casa Redonda, intentando escapar. Dispuse entonces, que el teniente coronel Muñoz, con la escolta del Cuartel General, marchara a capturar aquellas máquinas, lo que se logró a poco rato, continuando la misma escolta la persecución de los últimos grupos villistas que salían de la ciudad.

A las 12 m., del día 10 de julio, hizo nuestro Ejército su entrada triunfal en la ciudad de Aguascalientes.

Ya instalado allí mi Cuartel General, recibí un parte del general Murguía, procedente de estación Chicalote, en que me comunicaba que fuerzas de los generales Pedro Morales y Heliodoro T. Pérez hablan logrado cortar la vía del ferrocarril, y capturado los trenes enemigos, con gran cantidad de parque; ordené al general Murguía que continuara la persecución del enemigo, durante toda la tarde, y que, al terminar el día, se acampara con sus fuerzas.

La persecución terminó con el día, reconcentrándose, por la noche, todas las fuerzas en Aguascalientes, a excepción de la División del general Murguía, la que acampó sobre el camino a Zacatecas.

La persecución de los grupos villistas que salieron rumbo al poniente, fue hecha durante el día por las fuerzas del general Castro, logrando hacer gran número de prisioneros.

Es difícil consignar el número de bajas que sufrió el enemigo durante los cuatro días de combates, porque el campo no se levantó en una gran extensión; pero puedo asegurar que no fueron menos de 1,500, entre muertos y heridos, pasando de 2,000 los prisioneros, y de.5,OOO el de los dispersos.

Se capturaron a los villistas: ocho trenes, cuatro millones de cartuchos de diferentes calibres, nueve cañones, veintidós ametralladoras, cuatro mil fusiles, y diversidad de elementos que contenían los trenes.

Por nuestra parte, tuvimos que lamentar alrededor de seiscientas bajas, entre muertos y heridos, contándose entre los últimos el general Contreras, con motivo del accidente a que he hecho referencia en el relato del primer día de nuestra marcha, y el mayor Rodrigo Talamante.

El general Cipriano Jaimes, jefe de la 6a. brigada de la 1a. División de Infantería, fue hecho prisionero por el enemigo, durante uno de los combates; pero logró escaparse el mismo día, incorporándose de nuevo a su brigada.

Me es muy satisfactorio consignar que, a pesar de que en los cuatro días de combate tuvimos situaciones verdaderamente críticas, el ánimo de nuestros soldados no se quebrantó nunca, y a esto se debió el éxito tan completo alcanzado en esta importante acción de armas.

El botín de guerra capturado a los villistas, principalmente por lo que respecta a los cuatro millones de cartuchos, fue de verdadera oportunidad, pues estando entonces destruidas nuestras vías de comunicación a retaguardia, en una extensión aproximada de doscientos kilómetros, y agotadas nuestras propias reservas de cartuchos con que salimos de Encarnación, a no haber sido por el parque capturado al enemigo, habríamos necesariamente tenido que permanecer inactivos en Aguascalientes, mientras fueran restablecidas nuestras vías de comunicación con nuestra base de aprovisionamiento (Veracruz), dando todo ese tiempo al enemigo para reorganizarse y presentarnos resistencia más seria en otras plazas del Norte, o quizás atacamos en Aguascalientes, con muchas probabilidades de éxito, si se daba cuenta de nuestra absoluta carencia de municiones.

En nombre del abnegado y valiente Ejército que me cabe la honra de comandar, y en el mío propio, felicito a usted por este significativo triunfo alcanzado sobre las armas de la reacción, y le renuevo las seguridades de mi respetuosa subordinación y aprecio.

Constitución y Reformas.
San Luis Potosí, S.L.P., agosto 22 de 1915.
El General en Jefe. Alvaro Obregón.

Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.


La situación militar felizmente resuelta con la bravura y abnegación de nuestras tropas en el avance general sobre Aguascalientes, era ya en extremo crítica para nosotros, como la manifiesta mi comunicación para el general Diéguez, que se inserta en el Parte Oficial relativo, y él enemigo se sentía ya halagado con la esperanza de una completa victoria para sus armas.

He aquí cómo, con detalles en su mayor parte verídicos, se expresaba el optimismo de los reaccionarios el 9 de julio de 1915, en telegrama dirigido por el coronel Enrique Pérez Rul, del Estado Mayor y secretario particular de Villa, al hermano de éste:

PARTE RENDIDO POR EL JEFE DEL ESTADO MAYOR DE VILLA UN DIA ANTES DE LA TOMA DE AGUASCALIENTES

Telegrama. GN. RN. A. N° 10407.
Aguascalientes, julio 9-1915.
Coronel Hipólito Villa.
C. Juárez, Chih.

Como manifesté a usted en mi boletín anterior, el combate de ayer fue el más rudo y terrible, porque el enemigo atacó con resolución y entereza. Hoy continuó el combate, con intermitencias, por casi todo el día; pero a pesar de haberse luchado con ardimiento, fue de menor intensidad que el de ayer.

El enemigo atacó con todas sus fuerzas, formadas de infantería, artillería y caballerías, y de nuestra parte, solamente entraron en acción unos diez mil hombres de caballería; varias brigadas de caballería permanecieron inactivas y toda la infantería ha estado' cruzada de brazos, en sus magníficos atrincheramientos, por no haber sido necesaria su cooperación.

La artillería tampoco tomó parte ayer; pero sí el día de hoy, entraron en juego cuatro baterías, reservándose todas las otras para un ataque decisivo.

Toda esa artillería funcionó con muy buen éxito, así como dos secciones de ametralladoras.

El resultado no pudo haber sido más brillante para nuestras fuerzas: en estos momentos, el enemigo se encuentra muy destrozado y sitiado, así como en plena desmoralización; mientras tanto, crece el ánimo de nuestros soldados, que en este combate han venido a desquitarse dignamente de los reveses sufridos.

La columna de Obregón venía con la plena seguridad de que para el día de ayer podría comer en esta plaza de Aguascalientes; así lo manifiestan todos los prisioneros que hemos capturado. El campo de batalla ha tenido 20 kilómetros de extensión. Varias veces, el enemigo ha pretendido escaparse por Palo Alto, rumbo a San Luis, y allí ha sido vigorosamente batido por las brigadas Agustín Estrada y Bañuelos, y muy principalmente por la soberbia escolta de Dorados.

Lagos y Encarnación han quedado completamente solos. El enemigo se encuentra reducido a una zona sumamente estrecha, en lugares donde carece de agua y de toda clase de elementos.

Para que se forme usted una idea del hambre que reina en el campo carrancista, debo manifestarle que, a muchos muertos del enemigo, se les ha encontrado en los bolsillos de los pantalones semillas de calabaza y pedazos de nopal.

En su campamentO también es muy escasa el agua, en tanto que, por nuestra parte, hacemos toda clase de esfuerzos por llevar abundantes provisiones a la línea de fuego.

Pasan de tres mil los carrancistas que se han dispersado en todas direcciones, siendo principalmente de caballería.

Ayer, en la tarde, el general Isaac Arroyo se apoderó de la hacienda de San Bartolo, quitando al enemigo ocho carros de harina, dos de frijol, algunas otras provisiones, una vaciada y una gran cantidad de reses, siendo tan vigorosamente batido el enemigo, que nuestras fuerzas le quitaron hasta la ordeña, y el personal de ordeñadores que traía Obregón.

Al sentirse el enemigo atacado por retaguardia, ha hecho esfuerzos desesperados por romper el cerco, y no ha podido conseguirlo. Es imposible darse cuenta del número de muertos y heridos del enemigo, porque la lucha no ha dado tiempo para levantar el campo; pero puedo asegurar que es inmenso el número de bajas que han tenido los carrancistas. Han perdido muchos caballos, coches, vaciadas, provisiones y otros muchos elementos, encontrándose en estos momentos en una situación muy crítica, por el hambre, y por haber muerto el general carrancista Martín Triana, y otro que no fue identificado.

Han sido rechazados vigorosamente en todos sus asaltos. Creo que en uno o dos días más habrá terminado esta batalla, de tan inmensas proporciones, con el exterminio completo o la dispersión de la principal columna carrancista.

Por ahora, las infanterías del enemigo quedan en muy difíciles circunstancias, por falta de elementos y agua, así como de parque. A cada momento, tienen mayor número de fuerzas convencionisras que los asedian y los ponen en situación muy apurada.

Muy pronto espero tener el gustO de comunicarle que ha terminado, del modo más brillante, esta batalla, que marca una de las páginas más gloriosas en la historia de la División del Norte.

Para completar esta información, me doy el gusto de manifestarle que la columna expedicionaria de cinco mil hombres, que desprendió el señor general Villa hacia el sur, al mando de los generales Canuto Reyes, Rodolfo L. Fierro, José Ruiz y Cesáreo Moya, ha hecho una brillante campaña.

En estos momentos, acaba de llegar un correo, que mandó el general Reyes de Irapuato, con fecha 6 del actual.

Los informes verbales del correo y los pliegos que trae, nos hacen saber que, sucesivamente, nuestras fuerzas han ido recorriendo las poblaciones de Lagos, Loma, Pedrito, San Francisco del Rincón, Silao, Villalobos e Irapuato; en todo ese tramo tan extenso, han levantado la vía férrea y destruido completamente la línea telegráfica, ayudados en esta labor por los vecinos pacíficos de todo el trayecto, que los han recibido con aplausos y gritos de entusiasmo.

Comunica el general Reyes que en esos puntos del Sur solamente se acepta el papel villista y rechazan el expedido por Carranza y Obregón; que, por todas partes, los reciben con demostraciones de entusiasmo; que han destruido las comunicaciones a tal grado, que aun en el caso de que el enemigo pudiera repararlas tranquilamente y sin ser hostilizado, no podría lograr su objetivo ni en dos meses de constantes trabajos.

El general Reyes desprendió una fracción a destruir la vía de Irapuato a Guadalajara, y los pocos trenes que tenía el enemigo tuvieron que salir rumbo a Celaya.

Con esta destrucción de la vía férrea, se han quedado copados catorce trenes que, próximamente, van a quedar en poder del general Villa, y se obtiene el aislamiénto completo de Obregón de su base de aprovisionamiento.

Por mucho tiempo, la columna carrancista no podrá recibir refuerzos de ninguna parte, por tener destruidas hasta las bombas, tinacos y cambios.

El general Fierro, valiéndose de astucias, se apoderó del telégrafo en Pedrito, y tomando el nombre de Alvaro Obregón, dio órdenes a todas laS fuerzas que se encontraban hacia e! sur causándoles el mayor daño posible.

Esta labor de! general Fierro ha sido muy inteligente y audaz, produciendo resultados trascendentales para el enemigo.

Esta columna expedicionaria se propone llegar hasta la ciudad de México.

Atentamente, el coronel de E. M. Gral., Enrique Pérez Rul.
1 a. m.


MEDIDAS DEL CUARTEL GENERAL PARA EL APROVISIONAMIENTO DE LA CIUDAD DE AGUASCALIENTES

La toma de la plaza de Aguascalientes por nuestras fuerzas constituyó un importante triunfo militar, especialmente por el botín de guerra capturado al enemigo, y lo que tales elementos significaron en aquellas circunstancias, según se manifiesta en el Parte Oficial relativo; pero ya resuelto el problema militar, éste dejó su lugar'a otro, quizá más difícil, con todos los caracteres de económico-social, que era de suma urgencia resolver: la ciudad de Aguascalientes se encontraba exhausta de víveres, porque los villistas, ya menos confiados que antes en el triunfo de sus armas, habían ido haciendo de antemano una concentración de toda clase de elementos de vida, hacia el norte, en previsión de que, al atacar nosotros aquella plaza, se vieran obligados una vez más a huir, habiendo tenido esa labor las proporciones de un saqueo general, que creó una situación en extremo crítica para todos los habitantes de la comarca y para nuestras tropas, que también llegaron a aquella plaza exhaustas de provisiones y ávidas de obtenerlas allí. Además, la moneda de circulación legal escaseaba grandemente en la ciudad, y nosotros llevábamos en nuestras pagadurías muy reducidas existencias de ella.

Como nuestras vías de comunicación a retaguardia estaban interrumpidas desde Lagos al sur, y era probable que destruidas en una extensión tal que su restablecimiento requiriera mucho tiempo, no había que esperar de Veracruz remesas de fondos y provisiones para las necesidades de nuestro Ejército y de los pobladores de la comarca que acabábamos de conqUIstar.

Procurando el alivio de aquella difícil situación, dispuse que, por todos los medios posibles, se comunicara una orden de mi Cuartel General al general Serrano, jefe de mi Estado Mayor, quien se encontraba en Guadalajara, atendiendo a su salud, para que, con toda actividad, se procediera a hacernos remesa de la mayor cantidad posible de dinero, en billetes del Cuerpo de Ejército del Noroeste, que con autorización de la Primera Jefatura estaban siendo emitidos en aquella ciudad; ordenando, a la vez, que se aumentara la emisión, a fin de no carecer de fondos, si nuestra incomunicación con Veracruz se prolongaba por el tiempo que yo había calculado.

El general Serrano hizo con toda diligencia la remesa de fondos solicitada, al cuidado del teniente coronel Fausto Topete, y con ella pude hacer frente a todas nuestras necesidades, ordenando fuertes compras de artículos de primera necesidad en la región de occidente, para remediar la situación de los habitantes de aquella plaza, artículos que fueron expendidos al pueblo sobre precios de costo riguroso, instalándose Juntas de auxilios, que se encargaron de esta labor.

Los grandes talleres mecánicos del ferrocarril en Aguascalientes fueron puestos en actividad inmediatamente, aprovechando la maquinaria y demás elementos de los mismos, que los villistas no tuvieron tiempo de llevarse al Norte, y con esto hubo de conjurarse, en lo posible, la situación de las clases trabajadoras, porque en aquellos talleres encontraron empleo muchos operarios que se dedicaron a la reparación de locomotoras y demás equipo de ferrocarril.

También se proporcionó trabajo a un regular número de jornaleros, en la reconstrucción de las vías del ferrocarril al norte y al sur de Aguascalientes, trabajos todos que se emprendieron por orden de mi Cuartel General.

Para la reorganización de todas las oficinas y servicios públicos competentes a la administración civil, en Aguascalientes, designé al señor licenciado Roque Estrada, quien desde luego dio principio a sus arduas labores, procediendo con acierto y diligencia.

(El señor licenciado Roque Estrada desempeñaba en Veracruz un puesto de carácter puramente civil, como secretario particular del C. Primer Jefe; pero cuando se iniciaba la campaña contra el villismo, renunció aquel puesto, y obtuvo permiso de la Primera Jefatura para marchar a Jalisco a ponerse a las órdenes del general Diéguez, con el propósito de cooperar con él en la campaña activa. El licenciado Estrada, improvisado militar, recibió el mando de una brigada en Jalisco, y con ella tomó parte en toda la campaña en aquel Estado, militando a las órdenes del general Diéguez, hasta la fecha en que fue designado por mí para reorganizar las oficinas públicas en Aguascalientes).

Situaciones semejantes fueron presentándose en las demás plazas que en nuestro avance al Norte ocupaban nuestras tropas y en todos esos lugares la labor de mi Cuartel General tUvo que ser intensa, en el sentido de remediar la condición de miseria en que se encontraban, procediendo en igual forma: instalando Juntas de auxilios, que eran integradas por personas honorables de las localidades, y prestando a éstas todas las facilidades necesarias para la introducción de víveres destinados a los expendios populares, y muchas veces haciendo, por cuenta de mi Cuartel General, reparto gratuito de mercancías de primera necesidad entre las clases pobres, a la vez que atendía a la apertura de trabajos, en que los jornaleros pudieran ganar un salario suficiente para su sustento.


TOMA DE SAN LUIS POTOSI Y ZACATECAS, Y RECUPERACIÓN DE QUERÉTARO, CON EL ANIQUILAMIENTO DE LA COLUMNA REACCIONARIA DE FIERROS Y REYES EN QUERÉTARO Y VALLE DE SANTIAGO

Tengo el honor de rendir a esa Primera Jefatura, de su muy digno cargo, el presente Parte Oficial de las operaciones militares llevadas a cabo por las fuerzas de mi mando, para la ocupación de San Luis Potosí y Zacatecas, y recuperación de Querétaro, con el aniquilamiento de la columna reaccionaria que ocupaba esta última plaza.

Con la toma de la plaza de Aguascalientes, por el Ejército de Operaciones a mi mando, realizada el 10 de julio de 1915, en la que se capturó al enemigo un importante botín de guerra, inclusive una cantidad de cartuchos que fue suficiente para reponer la dotación reglamentaria a todas nuestras tropas, y dejar una considerable reserva, quedamos en condiciones de emprender, sin pérdida de tiempo, nuevas operaciones, para el completo aniquilamiento de los reaccionarios.

Así, pues, e informado de los grandes destrozos causados en nuestras vías de comunicación al Sur, por la columna de Canuto Reyes y Rodolfo Fierros, cuya reparación habría de ser muy tardada, y con esto, prolongarse por mucho tiempo nuestra incomunicación con Veracruz, determiné encaminar, desde luego, y preferentemente, nuestra acción a controlar las comunicaciones de Aguascalientes a San Luis Potosí, y de allí a Tampico, para establecer, por aquel puerto, nuestra base, que sería por allí más corta y segura, a la vez que para ponerme en contacto con el Cuartel General de Ejército del Noreste, que a cargo del C. general Jacinto B. Treviño, se encontraba en Monterrey, a fin de combinar las operaciones que habrían de darnos la posesión del territorio que aún conservaban los villistas en el Norte.

La pronta ocupación de San Luis Potosí por nuestras fuerzas era considerada con doble importancia en el plan que decidí desarrollar, porque de allí podríamos hacer más violenta nuestra movilización al Sur, para batir a la columna de Fierros y Reyes, si pretendía volver a incorporarse en el Norte al principal núcleo reaccionario, desalojado de Aguascalientes, en cuyo movimiento aprovecharíamos la vía del Nacional, que suponía yo, como era en efecto, reparada por los mismos villistas.

En consecuencia, desde luego acordé que una columna mixta, formada por las infanterías de la 5a. brigada de la 1a. División del Noroeste y 25° batallón de la 2a. División, y las caballerías de la brigada Guillermo Prieto, al mando del C. general Pedro Morales, yendo todas estas fuerzas al mando del C. general Gabriel Gavira, jefe de la referida 5a. Brigada de Infantería, marchara sobre San Luis Potosí, reparandd los desperfectos de las vías férrea y telegráfica, para tomar posesión de aquella plaza, desalojando al enemigo que en ella se encontrase.

De acuerdo con las disposiciones relativas, el día 12 de julio, como vanguardia de la columna sobre San Luis Potosí, emprendió la marcha la brigada de caballería del general Pedro Morales, y, mientras tanto, se preparaban las infanterías y los trenes de reparación que habrían de salir con el general Gavira el día 14.

El mismo 12, el Cuartel General de mi cargo, usando de las facultades de que estaba investido por esa Primera Jefatura, nombró al propio general Gabriel Gavira Gobernador y Comandante Militar del Estado de San Luis Potosí, puesto del que tomaría posesión al ocupar con sus fuerzas la capital del Estado.

En esta fecha, el general Gonzalo Novoa, que con sus fuerzas se había replegado de León a la hacienda de Otates, en virtud del ardid de que se valieron los reaccionarios Fierros y Reyes, ordenándole, en mi nombre, que no hiciera resistencia a la columna villista que había entrado por el sur de Lagos cuando el grueso de nuestro Ejército estaba en Encarnación, volvió a ocupar la plaza de León, comunicándose luego, por teléfono, con el general Diéguez, que se encontraba en Lagos, a quien dio algunos informes sobre la situación a retaguardia, con motivo de la entrada de la citada columna de Reyes y Fierros, informes que el general Diéguez me transmitió luego por telégrafo.

Como desde nuestra entrada a Aguascalientes el Cuartel General de mi cargo había ordenado que, con los materiales y demás elementos de vía capturados allí al enemigo se procediera a hacer reparaciones a la vía del ferrocarril al sur de Aguascalientes y al sur de Lagos, a cuyo efecto salió de la primera de dichas plazas el C. Francisco Aguilar, maestro de camino, con un tren de reparación, y de Lagos fue movido, por el general Diéguez, nuestro reconstructor de vías, C. Luis G. Alcalá, hacia León; en esta fecha, la comunicación ferroviaria estaba ya restablecida hasta estación Pedrito, al sur de Lagos, prosiguiéndose los trabajos con toda actividad hacia León.

El día 13 comuniqué instrucciones al general Federico Montes, para que, haciendo entrega de la Comandancia Militar de Lagos al general Diéguez, quien estaba ya bastante aliviado de su herida, saliera con una pequeña escolta y por tierra rumbo al Sur, llevando en su compañía un telegrafisra y un competente ferrocarrilero a fin de que me comunicara constantemente informes acerca de la situación en aquella zona, y encargándole hacer todo esfuerzo por llegar hasta donde se hubiera replegado el general Amaro, a comunicar a éste órdenes en mi nombre para, movilizar a Celaya el mayor número de tropas de su División y esperar allí nUeYas órdenes, para las operaciones que debería emprender.

El día 14 cmprendieron su marcha de Aguascalientes las infanterias, al mando del general Gavira, llevando trenes con personal y materiales para la reparación de las vías férrea y telegráfica a San Luis Potosí. La vanguardia de esta columna, que era la brigada de caballería del general Pedro Morales y que se encontraba acampada en estación Loreto, prosiguió su avance.

Este día comuniqué órdenes al general Murguía, para que de Rincón de Romos continuara su avance sobre Zacatecas, con la división de caballería a sus órdenes, como vanguardia de las infanterías de la 1a. División del Noroeste, al mando del C. general Benjamín G. Hill, que dispuse se movilizaran al siguiente día, de Aguascalientes sobre Zacatecas, llevando trenes de reparación para el restablecimiento de las comunicaciones. La División de Caballería al mando del general Cesáreo Castro permanecía acampada en Chicalote, y el resto de las infanterías, en Aguascalientes, quedando estas fuerzas como reservas, para movilizarlas a cualquiera de los puntos donde fueran necesarias, como refuerzo de una u otra columna de las que simultáneamente avanzaban sobre San Luis y sobre Zacatecas.

En la misma fecha, el general Amaro, que con sus fuerzas se había replegado de Celaya a Morelia y otros puntos de Michoacán, al sentir el avance de los reaccionarios de Fierros y Reyes, habiendo tenido informes de nuestro triunfo en Aguascalientes, llegó por tierra a León, y conferenció por teléfono con el general Diéguez, que aún estaba en Lagos, informándole tener ya distribuidas sus fuerzas en Guanajuato, Silao, Irapuato, Celaya, Salvatierra, Acámbaro, Pénjamo, La Piedad y algunos otros puntos de Guanajuato y Michoacán. El general Diéguez me dio inmediato parte de esa conferencia, y, por su conducto, ordené al general Amaro que pasara a conferenciar personalmente conmigo, en Aguascalientes.

El día 15, el general Gonzalo Novoa, que estaba en León, me comunicó haber tenido noticias fidedignas de que la plaza de San Luis Potosí había sido evacuada por los villistas. Ordene entonces al general Gavira, quien había llegado a Salinas, forzara sus marchas sobre San Luis Potosí, dejando la reparación de la vía del ferrocarril, de la que se encargaría el general Eugenio Martínez, que para el efecto, fue movilizado de Aguascalientes ese día, con la 9a. brigada a su mando.

En esta fecha, las reparaciones de las vías del ferrocarril y telegráfica, emprendidas de Lagos por el C. Luis G. Alcalá, quedaron terminadas hasta León, y desde luego conferencié con el general Amaro, a quien di instrucciones de que se transladara a Irapuato e hiciera la reconcentración de sus fuerzas en Celaya, dejando solamente guarniciones en Lagos, León, Silao, Irapuato, Pénjamo, La Piedad, Morelia y Acámbaro.

Este mismo día, el general Diéguez se incorporó a Aguascalientes, con las fuerzas de su División que se encontraban en Lagos.

El día 16, nombré jefe de las fuerzas que estaban tendidas desde Aguascalientes hasta las cercanías de Querétaro, inclusive las del general Amaro, al general Diéguez, y comisioné al C. licenciado Roque Estrada para que se encargara de la organización del gobierno civil del Estado de Aguascalientes, así como de la organización de los demás ramos y servicios públicos, no comprendidos en el de Guerra.

Habiéndome comunicado este día el general Murguía que se encontraba acampado con su División en Soledad, haber tenido noticias de que los villistas estaban evacuando Zacatecas, le comuniqué instrucciones para que forzara sus marchas a tomar posesión de aquella plaza; disponiendo, a la vez, que la División del general Castro avanzara hasta Soledad, para cubrir las posiciones que dejaría el general Murguía, en tanto que las infanterías del general Hill quedaban acampadas en Animas, protegiendo las reparaciones de la vía.

En esta fecha, el general Herminio Alvarez, que operaba independientemente por Matehuala, ocupó la plaza de San Luis Potosí, que había sido evacuada por el enemigo al sentir el avance de nuestra columna al mando del general Gavira, dándome parte el citado general Alvarez de que los villistas, en su huida con dirección a Saltillo, abandonaron en San Luis y otros puntos de la vía al Norte, 33 locomotoras y gran número de carros del ferrocarril, que no pudieron sacar a Saltillo, por los desperfectos que, con anterioridad, habían causado en la vía del ferrocarril las fuerzas del mismo general Alvarez. Los generales Gavira y Morales habían llegado a Espíritu Santo, y les comuniqué órdenes de continuar hasta estación Ipiña, para de allí efectuar un movimiento sobre Bocas, adonde se había reconcentrado el enemigo que evacuó San Luis Potosí.

El día 17, la División de caballería al mando del general Murguía ocupó la plaza de Zacatecas, que fue evacuada por los villistas, quienes huyeron, unos, en dirección a jerez, y otros por el rumbo de Torreón. La vía a Zacatecas había sido reparada hasta La Printa, por el maestro de camino, C. Francisco Aguilar.

En esta fecha llegaron a estación Ipiña los generales Gavira y Morales, y ordené que continuaran su marcha hasta San Luis Potosí, no teniendo ya que hacer el movimiento sODre Bocas, porque el enemigo hahía logrado escapar de allí, al Norte.

El día 18, a las 6 p. m., los generales Gavira y Morales se incorporaron a San Luis Potosí, dejando reparada la vía del ferrocarril, y desde luego ordené que en aquella plaza se alistara un tren de reparaciones, para salir al siguiente día sobre la vía a Saltillo.

En esta fecha, dispuse que el general Hill, con sus infanterías, continuara el avance sobre Zacatecas, debiendo regresar de su campamento, en Animas, a Aguascalientes, la 8a. brigada al mando del general Contreras, y la artillería expedicionaria, al mando del teniente coronel Salinas.

El día 19 transmití órdenes al general Cesáreo Castro, para que de su campamento en Soledad destacara, con destino a San Luis Potosí, la brigada de caballería al mando del general Maycotte, y que con el resto de su división se reconcentrara en Aguascalientes.

En esta fecha, a las 5 a. m., el Cuartel General de mi cargo se trasladó a San Luis Potosí, llegando a dicha plaza a las seis de la tarde, y habiendo conferenciado luego con los generales Gavira y Alvarez sobre la situación en aquella zona, dispuse que el general Alvarez, con las fuerzas de su mando, saliera sobre la vía del Nacional, al Sur, para protegerla y darme parte del estado en que se encontrara.

El día 20 llegó a Irapuato el C. Luis G. Alcalá, dejando terminada la reparación de la vía del ferrocarril, hasta aquel lugar, al mismo tiempo que quedaba restablecida hasta el mismo punto la comunicación telegráfica, por el telegrafista constructor Pedro R. Torres, de la sección telegráfica de mi Cuartel General.

Estando en esta fecha haciendo preparativos para movilizar fuerzas por la vía del Nacional, al sur de San Luis, las que deberían ir dotadas de artillería, por conducto del general Diéguez ordené al teniente coronel Salinas que de Aguascalientes hiciera salir, con destino a San Luis, dos cañones de montaña, con su personal y dotación correspondientes. Al mismo tiempo dispuse que el general Cesáreo Castro, con las fuerzas de su división, que se encontraban reconcentradas en Aguascalientes, emprendiera la marcha, por tierra, rumbo a San Luis Potosí.

El mismo día comuniqué órdenes al general Diéguez para que se movilizara con sus fuerzas a Irapuato, estableciendo allí su Cuartel General, y dejando como Comandante Militar del Estado de Aguascalientes al C. general Martín Triana, con las fuerzas de este jefe y las brigadas 6a. y 8a. de infantería de la 1a. División del Noroeste, al mando, respectivamente, de los generales Cipriano Jaimes y Francisco T. Contreras.

El día 21 llegó a Celaya el general Amaro, con el grueso de sus fuerzas, y el general Diéguez se movilizó de Aguascalientes a Irapuato, de acuerdo con mis órdenes del día anterior.

El día 22 se incorporó al Cuartel General, procedente de Guadalajara, donde había estado atendiendo a su salud, el C. general Francisco R. Serrano, asumiendo de nuevo la jefatura de mi Estado Mayor que, accidentalmente, había estado desempeñada, en ausencia del general Serrano, por el C. teniente coronel Aarón Sáenz.

En esta fecha se incorporó a San Luis la brigada de caballería al mando del C. general Fortunato Maycotte.

Este mismo día, por conducto de los generales Amaro y Montes, que se encontraban en Celaya, obtuve algunos informes sobre los sucesos registrados en la marcha que hizo al sur de Lagos la columna de Fierros y Reyes, siendo dichos informes los siguientes:

Que la citada columna, al llegar a Celaya, encontró tenaz resistencia, que le opusieron 47 hombres que allí había, al mando del C. coronel Enrique Espejel, de la Brigada Guillermo Prieto, de los cuales 23 pertenecían a dicha brigada, y 24 al 21° Batallón de Sonora, y la mayoría de ellos pereció en el combate, y otros fueron hechos prisioneros, logrando escapar el coronel Espejel, debido a que vestía de paisano y estaba amputado qe un muslo, teniendo, además, un brazo baldado, por cuyo aspecto los villistas lo consideraron no combatiente.

Que después la columna reaccionaria siguió su marcha, tomando la plaza de Querétaro, que estaba defendida sólo por un reducido número de gente del general Montes, a las órdenes del C. teniente coronel Jorge Cabrera, y cuya guarnición intentó también resistir al enemigo, habiendo sido diezmada.

Que la misma columna desalojó después a nuestras fuerzas de guarnición en San Juan del Río, y más tarde atacó y derrotó a las que, en número inferior, guarnecían Tula, al mando del C. general Agustín Millán, poniéndose de allí en contacto con las fuerzas de Zapata.

Los mismos informes decían que la ciudad de México había sido evacuada por las fuerzas del general Pablo González, al aproximarse la columna de Fierros y Reyes, y que la ex-capital había sido ocupada luego por los zapatistas; agregando que, en Tula, la columna de Fierros había sido reforzada por las distintas fracciones de la llamada División del Norte, que habían estado operando al lado del zapatismo, y entre las que figuraban dos brigadas de Roque González Garza; así como también por las fuerzas zapatistas de Juan Banderas, Joaquín Peña, Benjamín Argumedo, Juan Almazán, y las de Abel Serratos y de otros jefes reaccionarios, formando un contingente aproximado de 8,000 hombres, que empezaban a reconcentrarse ya en Querétaro, con una gran parte del personal de la llamada Convención.

En vista de tales informes, decidí hacer una movilización de fuerzas a Celaya, para de allí emprender operaciones contra los reaccionarios que se reconcentraban en Querétaro; y desde luego dispuse que saliera de San Luis un tren de reparaciones sobre la vía del Nacional, al Sur, con objeto de expeditar la comunicación hasta Celaya, disponiendo, al mismo tiempo, que el general Diéguez movilizara de Irapuato a Celaya sus fuerzas de infantería, al mando del general Pablo Quiroga, y que el teniente coronel Salinas embarcara de Aguascalientes, con destino a Celaya, a disposición del general Amaro, una batería de cañones de tipo ligero, dando instrucciones al general Amaro para que, inmediatamente, estableciera las fuerzas en dispositivo de defensa, para presentar enérgica resistencia a los reaccionarios, en caso de que pretendieran avanzar de Querétaro al Norte y volver a ocupar Celaya antes de que pudiéramos tomar la ofensiva que preparaba el Cuartel General de mi cargo.

El día 23 dispuse la movilización de la brigada de infantería al mando del general Eugenio Martínez, y la de caballería del general Maycotte, sobre la vía del Nacional, al sur de San Luis, protegiendo las reparaciones de la vía que, desde el día anterior, se habían emprendido.

Este día se movilizaron de Irapuato a Celaya las infanterías del general Diéguez, al mando del general Pablo Quiroga, y el general Amaro, con las fuerzas allí reconcentradas, tomó su dispositivo de defensa, estableciendo puestos avanzados en Apaseo, con 300 hombres de caballería, al mando del general Miguel M. Acosta.

En la misma fecha, comuniqué instrucciones al general Diéguez para que se trasladara de Irapuato a Guadalajara, a fin de hacerse cargo de las operaciones militares en aquella región, donde habían tomado incremento las partidas rebeldes.

El general Amaro me informó que por sus servicios de información, tenía conocimiento de que la ciudad de México había sido ocupada nuevamente por las fuerzas del general Pablo González; pero que los reaccionarios, al mando de Fierros, Reyes y otros jefes, dominaban aún el territorio desde Querétaro hasta Tula, estando ya reconcentrados en Querétaro más de 5,000 hombres, y que el enemigo corría trenes entre Querétaro y Tula. Igualmente informó el general Amaro que una exploración del enemigo había salido de Querétaro al Norte, cambiando algunos tiros con nuestras avanzadas, al mando del general Acosta, en Apaseo, replegándose en seguida dicha exploración.

Para esta fecha, las reparaciones de la vía del Nacional llegaban a Chamacuero, y de Celaya se emprendían con actividad a Empalme González, por el maestro de camino J. P. Kaftanish.

El día 24 las infanterías del general Martínez y las caballerías del general Maycotte llegaban a Estación Obregón, en marcha a Dolores Hidalgo, en donde les había ordenado acampar y esperar nuevas instrucciones.

En esta fecha, dispuse que la 8a. Brigada de Infantería, al mando del general Contreras, se movilizara de Aguascalientes a Celaya por la vía del Central, que ya estaba reparada; dando, al mismo tiempo, órdenes al general Herminio Alvarez, que había llegado con sus fuerzas a Dolores Hidalgo, para que, dejando destacamentos en San Felipe y otros puntos de la vía, marchara con el grueso de su brigada sobre San Luis de la Paz, procurando desalojar al enemigo que allí hubiera, y una vez posesionado de dicha plaza estableciera vigilancia sobre Querétaro, por el camino de San José Iturbide.

Las reparaciones de la vía a Saltillo continuaban, entretanto, con toda actividad, a cargo del supervisor Alberto Galindo, llegando en esta fecha al puente de Laborcillas, como a 100 kilómetros de San Luis Potosí, protegidas por la brigada de caballería Guillermo Prieto, al mando del general Pedro Morales. Igualmente progresaban las reparaciones sobre la vía a Tampico.

Habiendo en este día quedado todo listo para emprender las operaciones en contra de los reaccionarios que ocupaban Querétaro y otros puntos al Sur, decidí trasladarme a Celaya al siguiente día, para ponerme al frente de las fuerzas que allí se habían reconcentrado, y emprender, desde luego, la batida contra Fierros, Reyes, Banderas y demás reaccionarios; y como era de suma importancia el restablecimiento de las comunicaciones entre San Luis y Tampico, este día dicté las siguientes disposiciones:

El coronel J. L. Gutiérrez se haría cargo de las reparaciones sobre dicha vía, protegiéndolas con el Batallón de Ferrocarrileros, al mando del mismo coronel Gutiérrez, 200 hombres de la brigada al mando del general Gavira; en tanto que el general Cesáreo Castro, ya incorporado con su división a San Luis, destacaría una columna de 1,000 hombres de caballería, para batir al enemigo que se encontraba por la región de Guadalcázar, posesionado de la vía del ferrocarril, entre las estaciones Cerritos y Canoas. Al mismo tiempo, ordené la incorporación a San Luis de la brigada de caballería al mando del general Pedro Morales, que protegía las reparaciones de la vía sobre Saltillo, las cuales seguirían siendo protegidas por una fracción de la misma brigada, al mando del coronel Enrique Espejel.

Este mismo día, el general Amaro me rindió parte de haberse incorporado a Celaya el general Alfredo Elizondo, con las fuerzas de su mando, de la división del general Amaro, y en seguida le comuniqué instrucciones para que dichas fuerzas se movilizaran a Acámbaro, en prevención de que el enemigo que se encontraba en Querétaro tratara de esquivar combate con nosotros, emprendiendo su huida al Norte por aquel punto.

El día 25, a primeras horas de la mañana, el Cuartel General de mi cargo emprendía la marcha de San Luis Rumbo a Celaya, pernoctando en Empalme González, por no haberse terminado ese día las reparaciones de la vía en el kilómetro 80, donde aún se reparaba el puente de Soria; habiendo acampado en Empalme González la brigada del general Eugenio Marunez, para continuar la marcha hasta Celaya, al día siguiente, con mi Cuartel General y las reservas de parque.

Habiéndose en esta fecha incorporado a Zacatecas las infanterías de la 1a. División al mando del general Hill, ordené que las caballerías de la división del general Murguía salieran de aquella ciudad a emprender una enérgica batida contra las partidas de rebeldes que quedaban aún en el Estado, quedando las infanterías de guarnición en la plaza.

El día 26, a las primeras horas de la mañana, continué mi marcha de Empalme González a Celaya, con las infanterías del general Martínez, llegando a dicha plaza a las 8 a. m., de donde ordené que la brigada de caballería del general Maycotte, que marchaba por tren sobre la misma vía del Nacional, pernoctara esa noche en Empalme González, y al día siguiente continuara su marcha por tierra, con destino a Apaseo.

La brigada de infantería al mando del general Contreras se incorporó por la tarde a Celaya, procedente de Aguascalientes.

Desde mi incorporación a Celaya, asumí el mando de las operaciones que se desarrollarían sobre el enemigo reconcentrado en Querétaro, y desde luego nombré jefe de las caballerías al general Joaquín Amaro, y comandante accidental de artillería al general Federico Montes, quien dependería, lo mismo que todas las fuerzas de infantería, directamente del Cuartel General de mi cargo.

Este día quedaron reconcentradas en Celaya todas las fuerzas que habrían de tomar parte en las operaciones sobre Querétaro, haciendo un efectivo, aproximado, de 7,000 hombres, entre caballerías e infanterías, por partes iguales y con las denominaciones que en seguida se expresan:

CABALLERÍAS:

Las de la 5a. División del Noroeste, al mando del general Amaro.
Brigada al mando del general Fortunato Maycotte, de la 1a. División del Noroeste.
Brigada al mando del general Gonzalo Novoa, dei Cuerpo de Ejército del Noroeste.
Regimiento al mando del general Miguel M. Acosta, accidentalmente incorporado a la misma brigada del general Gonzalo Novoa.

INFANTERÍAS:

Fracción de la 2a. División del Noroeste, al mando del general Pablo Quiroga.
Octava Brigada, de la 1a. División del Noroeste, al mando del general Francisco T. Contreras.
Novena Brigada de la 1a. División del Noroeste, al mando del general Eugenio Martínez.
25° Batallón de Infantería, de la 2a. División del Noroeste, accidentalmente incorporado a la 9a. Brigada.

ARTILLERÍA:

1 Batería de batalla de 75 mm., tipo ligero.
1 Sección de montaña.

Ordené que todas las fuerzas se alistaran para emprender la marcha al día siguiente, en este orden:

CUERPO DE LA COLUMNA:

9a. Brigada de Infantería de la 1a. División del Noroeste, al mando del general Eugenio Martínez.
Fracción de la 2a. División del Noroeste, al mando del general Pablo Quiroga.
Artillería expedicionaria, al mando del general Federico Montes, con sostén de fuerzas de la citada fracción de la 2a. División del Noroeste.
Infantería de la 5a. División del Noroeste.
8a. Brigada de Infantería de la 1a. División del Noroeste, al mando dei general Francisco T. Contreras.

RETAGUARDIA:

Todas las caballerías de la columna, a las órdenes del general Joaquín Amaro.


La columna no llevaría extrema vanguardia al iniciar su marcha, porque la formaría la fracción que, en número de 300 jinetes, estaba a las órdenes del general Miguel M. Acosta, en Apaseo, al llegar nuestras fuerzas a aquel puesto avanzado.

El día 27, como estaba ordenado, se emprendió la marcha, llegando la columna a Apaseo, a las 11 a. m. En aquel lugar se incorporó el general Maycotte con su brigada, que había marchado por tierra de Empalme González. De Apaseo, despues de dar breve descanso a las tropas, llevando ya a la vanguardia la caballería del general Acosta, la columna continuó su marcha seguida de un tren de reparación para reconstruir la vía en los tramos en que estuviera destruida.

Como a las cuatro de la tarde, nuestra vanguardia y la del enemigo tomaron contacto, y después de un ligero tiroteo, la nuestra se replegó hasta las primeras líneas de infantería que el general Martínez había desplegado en tiradores, al darse cuenta de que el enemigo avanzaba por el frente. Estas líneas abrieron fuego sobre el enemigo, logrando rechazarlo, tras un ligero tiroteo. Como el día estaba terminando, creí conveniente acampar en un rancho, a 4 kilómetros al sur de Apaseo, donde contábamos con forrajes y agua en abundancia, para iniciar al siguiente día, a primeras horas, el ataque formal sobre los reaccionarios que estaban posesionados de los cerros de Mariscala y a uno y otro lado de la vía, atrincherados en las cercas de piedra de las haciendas que están en el valle de aquel puerto. Los tiroteos de esta tarde fueron de poca importancia, y en ellos tuvimos 2 muertos y 11 heridos, entre éstos, de gravedad, el capitán Pérez Peña, quien murió esa misma noche, con mucha entereza.


OPERACIONES SOBRE QUERÉTARO

A las primeras horas de la mañana del día 28, ordené el avance, desplegando una línea de tiradores, que partía de la vía del Central hacia la izquierda, al mando del general Eugenio Manínez, apoyando su extrema izquierda la brigada de caballería al mando del general Maycotte; mientras que por el frente y flanco derecho, avanzarían en dispositivo de ataque, simultáneamente con las del general Quiroga, las fuerzas de la 2a. División del Noroeste y la brigada del general Contreras, apoyando su extrema derecha la caballería del general Amaro; y por el centro, siguiendo el camino real, la artillería con las reservas de infantería.

El enemigo se había posesionado de una pequeña hacienda que estaba situada como a 2 1/2 kilómetros, sobre nuestra extrema izquierda, y ordené que el 21° Batallón de Sonora, al mando de su jefe, coronel Manuel Sobarzo, marchara a atacar a aquel núcleo, lo que se efectuó, habiendo sido desalojado el enemigo. Desde luego se continuó el avance, iniciándose poco después el combate por nuestra ala izquierda, el que se generalizó muy pronto en una línea de más de 3 kilómetros.

El enemigo, al notar nuestro avance, empezó a extender sus dos alas, prolongándolas hasta cubrir un frente de 7 kilómetros aproximadamente, a uno y otro lados de la vía.

Los generales Martínez y Maycotte y el coronel Sobarzo, con sus respectivas fuerzas, iban ganando terreno y correspondiendo al nutrido fuego del enemigo; y para hacer completo el éxito de este movimiento, ordené que nuestra ala derecha iniciara también su ataque, con lo que en pocos momentos se generalizaba el fuego en toda la línea.

Los nuestros en su avance general hicieron tal empuje, que en menos de una hora el enemigo empezó a replegarse, no obstante las ventajas que sus posiciones le daban sobre nuestras tropas, que tenían que avanzar sobre un terreno enteramente descubierto.

Cuando los reaccionarios comenzaban a replegarse, notamos, por el acercamiento de dos locomotoras, que el enemigo trataba de reforzar el centro de su línea, y entonces hice que el general Montes emplazara la artillería y abriera fuego para proteger el no interrumpido avance de nuestros soldados.

Ante el empuje de nuestros soldados, ayudado por el fuego de la artillería, el enemigo, ya desmoralizado, empezó a huir de nuestro frente y nuestra derecha, continuando el combate todavía muy reñido en nuestra ala izquierda, donde se prolongó por una hora más, habiendo, al cabo, sido los reaccionarios completamente destrozados y obligados a huir rumbo a Querétaro, abandonando uno de los trenes en que habían conducido refuerzos a su línea. Entonces ordené que el general Amaro, con sus caballerías y las del general Gonzalo Novoa, emprendiera la persecución de los fugitivos, y que las infanterías continuaran avanzando sobre Querétaro, con la brigada del general Maycotte por el flanco izquierdo, para evitar que los grupos dispersos pudieran huir con dirección a Empalme González.

Como a las cuatro de la tarde llegamos a las goteras de la ciudad de Querétaro, y pudimos descubrir que la columna de caballería enemiga escapaba por el cerro del Cimatario, perseguida de cerca por nuestras caballerías. Las infanterías enemigas habían escapado al Sur, en los trenes que tenían en Querétaro.

A las cinco de la tarde hacían su entrada triunfal a Querétaro nuestras infanterías y artillería, habiendo establecido allí mi Cuartel General.

Recibí un parte del general Amaro comunicándome que la persecución hecha al enemigo había sido muy eficaz, causándole bajas, en muertos, heridos y prisioneros; pero que se había visto obligado a suspenderla, debido a la oscuridad de la noche, y a causa, también, de una fuerte lluvia que se había desencadenado por aquel rumbo. Contesté al general Amaro aprobando su determinación y dándole instrucciones en sentido de que a la madrugada del siguiente día, con todas nuestras caballerías, inclusive la brigada del general Maycotte, continuara la persecución de la columna enemiga, siguiendo la ruta de los reaccionarios y dándome parte oportuno si intentaban tomar rumbo al Norte. Al mismo tiempo ordené que todas las infanterías se alistaran para marchar, al día siguiente, por tierra, rumbo a San Juan del Río, a fin de batir al enemigo, si Reyes y Fierros intentaban avanzar de nuevo sobre México.

Nuestra artillería quedaba en Querétaro, custodiada por la fuerza al mando del general Miguel M. Acosta, llevando nuestras infanterías solamente dos cañones de montaña.

Durante los combates que determinaron la toma de Querétaro por nuestras fuerzas, se hicieron al enemigo alrededor de 200 bajas, entre muertos y heridos, siendo difícil calcular el número de los dispersos, porque éstos, en grupos más o menos numerosos, huyeron en distintas direcciones, abandonando, en su mayor parte, las armas.

Por nuestra parte, sufrimos cerca de 70 bajas, entre muertos y heridos, contándose entre los primeros al capitán Pérez Peña y dos oficiales más.

El enemigo, en esta vez, presentó menor resistencia que la que se esperaba, y a esto se debió el que sufriera reducido número de bajas.


PERSECUCIÓN DEL ENEMIGO DERROTADO EN MARISCALA

El día 29, a las 12 m., emprendí la marcha con las infanterías, de Querétaro al Sur, acampando, por la tarde, en la hacienda El Colorado, en cuyo lugar, a las ocho de la noche, recibí un parte del general Amaro, comunicándome que el enemigo, habiendo trazado un semicírculo en su marcha., se encaminaba a Jerécuaro, lo que denunciaba su intento de salir al Norte. En vista de ello, inmediatamente ordené que las tropas emprendieran la marcha rumbo a Estación La Griega, para ser allí embarcadas en trenes que violentamente pedí a Querétaro, a fin de contramarchar hasta Celaya y poder cortar la retirada al enemigo, obligándolo de nuevo a presentar combate. El campamento se puso, desde luego, en actividad, emprendiendo las tropas su marcha rumbo a La Griega antes de la medianoche. El Cuartel General de mi cargo se trasladó en seguida a Querétaro, a fin de tener mayores datos para cuando las tropas se incorporaran a aquella plaza.

A la madrugada del día 30, los trenes militares empezaron a llegar a Querétaro, y cuando amaneció, estábamos ya en condiciones de emprender nuestra marcha al Norte, con la seguridad de que el enemigo seguiría aquel rumbo.

Sin pérdida de tiempo, se prosiguió la marcha de Querétaro, llegando a Celaya, donde se hizo un alto, a fin de que los soldados prepararan y tomaran su alimento.

De Celaya salimos ya muy tarde, llegando de noche a Salvatierra, donde recibí un nuevo parte del general Amaro, en que comunicaba haber dado alcance al enemigo en Jerécuaro, y sostenido con él un combate muy reñido, por espacio de cuatro horas, al cabo de las cuales nuestras caballerías, al mando del citado general Amaro y de los generales Maycotte y Novoa (Gonzalo), desalojaron de aquel lugar a los villistas, causándoles un verdadero estrago. El mismo parte cgmunicaba que el enemigo derrotado venía en dirección a Salvatierra, adonde llegaría probablemente esa misma noche, y que nuestras caballerías continuaban su persecución, aunque ya menos eficaz. debido a las pésimas condiciones en que estaba la caballada.

Desde luego hice que nuestras fuerzas tomaran un dispositivo conveniente para el caso de que el enemigo, perseguido por los generales Amaro, Maycotte y Novoa, apareciera por Salvatierra, pero la noche pasó sin novedad.

Al amanecer del día 31, hice salir una máquina exploradora rumbo a Celaya, y al mismo tiempo se procedió al embarco de todas las tropas, a fin de que estuvieran listos nuestros trenes para cualquier movimiento.

Dos horas más tarde regresó la máquina, y el oficial de mi Estado Mayor que había ido en ella informó que el enemigo acababa de pasar sobre la vía, quemando tres puentes del ferrocarril, los que apenas empezaban a arder. Inmediatamente hice salir los trenes rumbo a Celaya, para continuar de allí la marcha a Salamanca, y de Salamanca a Valle 'de Santiago, a fin de cortar al enemigo el único paso que tenía para salir al Norte, por el camino que seguía.

Nuestros trenes lograron llegar a los puentes que estaban ardiendo, cuando todavía éstos se encontraban en condiciones de permitir su paso; el que se hizo sin novedad, encargándose el personal del último tren de extinguir el fuego que destruía dichos puentes.

La marcha se continuó sin interrupción hasta Salamanca, y al proseguirla de allí a Jaral del Valle, ya entrada la noche, encontramos ligeros desperfectos en la vía del ferrocarril, causados por una gavilla que merodeaba por Salamanca; y como no podíamos disponer de tiempo para hacer las reparaciones necesarias, ordené que las tropas abandonaran los trenes, haciendo esto cuando faltaban unos 8 kilómetros para llegar a Valle de Santiago.

Del lugar donde se efectuó el desembarco emprendimos el avance pie a tierra, inclusive yo y mi Estado Mayor, haciéndolo muy sigilosamente.

La oscuridad de la noche y la forma en que avanzábamos protegía mucho nuestro propósito de no ser sentidos en nuestro movimiento.

Habíamos caminado unos 45 minutos, cuando la guerrilla enemiga que había causado los desperfectos en la vía, y la cual se componía de menos de 50 hombres, hizo un intempestivo ataque sobre nuestras fuerzas, suponiendo, seguramente, que se trataba de sólo unos cuantos soldados, pues cuando uno de nuestros batallones que marchaba a la vanguardia contestó con una descarga el fuego de los guerrilleros, éstos huyeron precipitadamente y en desbandada. Con motivo de este incidente, tuvimos un soldado muerto, sin haber causado ninguna baja al enemigo.

La marcha se continuó en esa forma hasta llegar, por la vía, al sur de la ciudad, y el resto de la noche lo pasamos colocando a las tropas en forma conveniente, para que el enemigo no pudiera descubrirlas; ordenando que el mayor Urbano Chávez se posesionara del teléfono, para que censurara las comunicaciones que por esa línea se dieran.

En la madrugada del día 19, el oficial a quien había confiado aquella comisión me informó haber tenido una conversación telefónica con Rodolfo Fierros, gue se encontraba en Jaral del Valle y a quien él, haciéndose pasar por villista, dijo que el pueblo de Valle de Santiago engalanaba sus principales calles para recibirlos dignamente al día siguiente, que sería domingo.

Aclaró d día sin que se descubriera ninguna fuerza enemiga, y esto me contrarió, pues tuve la idea de que Fierros y Reyes hubieran descubierto nuestro movimiento y evadido de nuevo el combate; y como la misma situación prevalecía aún a las seis de la mañana, creí que había quedado burlada nuestra emboscada, y me trasladé al lugar donde estaban los trenes, para activar la reparación de la vía, haciéndome acompañar del C. Jose de la Luz Herrera, padre del extinto general Maclovio Herrera y quien, a pesar de su avanzada edad, voluntariamente y con agrado de todos, nos acompañó en esta campaña, incorporado al Cuartel General de mi cargo.

Habíamos apenas llegado adonde se encontraba el primer convoy, cuando empezamos a escuchar fuego de fusilería, que rápidamente se iba haciendo nutrido. La distancia que nos separaba del lugar de los acontecimientos era no menor de 7 kilómetros; y para trasladarme violentamente allá requerí dos caballos, con los que en aquellos momentos pasaba por allí un ordenanza del Cuartel General; y montando, uno el señor Herrera, y el otro yo, emprendimos veloz carrera hacia el lugar donde el combate se desarrollaba.

Aproximadamente media hora tardamos en llegar a nuestra línea de frente, y al incorporarme pude notar que el enemigo empezaba a retroceder por nuestra ala derecha; pero hacía con más brío su ataque por el frente. Ordené entonces que el coronel Sobarzo, con el 21° Batallón a sus órdenes, avanzara sobre un pequeño cerro que estaba situado a la derecha, para apoyar al general Martínez, que con el 1er. batallón había avanzado bastante y se batía con energía. Al mismo tiempo ordené a algunos de los oficiales de mi Estado Mayor que recorrieran la línea, para que me informaran qué tropas quedaban al frente y cuáles las que habían avanzado al mando del general Contreras, quien, en esos momentos, se batía rudamente por el centro.

Había transcurrido menos de una hora, cuando nuestras tropas del frente que habían avanzado, empezaban a retroceder, habiendo sido desalojado el 25° Batallón de una pequeña hacienda que está sobre la derecha del camino real. Empecé a organizar algunas de las fuerzas que teníamos en nuestra primera línea, para proteger nuestro frente y resistir el ataque del enemigo, que cada vez lo hacía con más bríos.

En ese momento llegó ante mí el teniente coronel jefe del 25° Batallón, dándome parte de que había tenido que replegarse, porque el enemigo era muy numeroso, y que había dejado muy comprometido al general Contreras.

Ya listas las fuerzas de auxilio, ordené que avanzaran a paso veloz a proteger al general Contreras, y en pocos momentos habían tomado contacto con el enemigo, trabándose un combate muy reñido, que se prolongó cerca de media hora, obligando a los reaccionarios a ponerse en fuga; pero ya entonces el general Contreras y algunos de sus compañeros, que se resistieron a huir cuando nuestras fuerzas fueron rechazadas, habían quedado muertos en el campo.

El avance de nuestras fuerzas continuó entonces, y el enemigo empezó a huir rumbo a Yuriria, en una desorganización completa.

El fuego cesó cerca de mediodía, después de que nuestras fuerzas habían causado al enemigo un verdadero estrago, pues se le hicieron más de 300 bajas entre muertos y heridos, contándose muchos jefes y oficiales.

Las pérdidas por nuestra parte, fueron aproximadamente de 100, entre muertos y heridos, contándose entre los primeros el general Francisco T. Contreras, cuya muerte es altamente lamentable, pues con ella nuestro ejército perdió uno de sus más pundonorosos y valientes jefes.

Después de mediodía, nuestras caballerías que venían sobre la huella del enemigo desde Jerécuaro, empezaron a incorporarse, continuando la persecución de los fugitivos, que ya habían suspendido nuestras infanterías.

A la 1 p. m. quedaron terminadas las reparaciones de la vía, y nuestros trenes siguieron su marcha, llegando a la estación de Valle de Santiago. Desde luego, procedimos a colocar cuidadosamente en ellos a nuestros heridos, para que fueran atendidos por nuestra Sección Sanitaria. En seguida se hizo embarco de las tropas y, terminado éste, emprendimos la marcha esa misma tarde a Salamanca, para destacar de allí a los generales Eugenio Martínez, con las brigadas 8a. y 9a. (de la octava había tomado el mando también el general Martínez, al ocurrir la muerte de su jefe, general Contreras), y Pablo Quiroga, con las fuerzas de la 2a. División del Noroeste, con destino a Pénjamo y La Piedad, por la vía de Irapuato, a fin de que esperaran allí los restos de la columna reaccionaria derrotada, y los batieran cuando intentaran forzar su paso por aquellos lugares.

Verificada la movilización de esas fuerzas, de Salamanca seguí mi marcha a Celaya, y de allí a San Luis Potosí.

Posteriormente, el general Amaro, que con sus caballerías había continuado la persecución de los reaccionarios derrotados en Valle de Santiago, me rindió, de Pénjamo, el siguiente parte:


Hónrome comunicar a usted haber llegado a ésta a las 3 p. m. de hoy (agosto 3 de 1915), después de haber logrado alcanzar al enemigo, que huyó de Valle de Santiago, haciéndole muchos prisioneros y recogiéndoles armas y caballos. Ayer volví a alcanzarlo, pero ellos, al terminar de pasar el río Lerma me impidieron seguirlos, porque volaron el puente de dicho río. Hoy pasé por otro puente y pude darles alcance. Al llegar a ésta, me comunicó el coronel Villarreal haber sostenido tiroteo con el mismo enemigo, ayer en la noche, y que los dispersos se pasaron con dirección al pueblo de San Pedro Piedra Gorda, cortándose algunos para internarse en Michoacán.


Así terminó la batida contra los reaccionarios mandados por Fierros y Reyes, que tantos destrozos causaron en nuestras vías, y que tantos asesinatos consumaron en las pequeñas fracciones de nuestras tropas que encontraron en su marcha de León a Tula; no siendo aventurado asegurar que, en los distintos combates de esta campaña, los reaccionarios Fierros y Reyes perdieron más de las tres cuartas partes de su gente, principalmente por dispersión, pues grupos numerosos huyeron en distintas direcciones, abandonando en su mayoría las armas; y, en consecuencia, es de estimarse que Fierros y Reyes, en su huida al Norte, llevaban menos de 800 hombres al llegar a San Pedro Piedra Gorda, siendo, en su mayor parte, jefes de alta graduación, como Banderas, Peña, González Garza y otros muchos que fueron a unirse en el Norte con el ya agonizante villismo.

Felicito a usted por esta nueva victoria alcanzada sobre los reaccionarios; que una vez más pone de manifiesto la fuerza incontrastable del ejército del pueblo, que bajo la bandera del constitucionalismo lucha por sus libertades.

Protesto a usted las seguridades de mi respetuosa subordinación y aprecio.

Constitución y Reformas.
San Luis Potosí, S. L. P., agosto 27 de 1915.
El General en Jefe. Álvaro Obregón.

Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.

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