Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO V -Primera parteCAPÍTULO V - Tercera parteBiblioteca Virtual Antorcha

Ocho mil kilómetros en campaña

Álvaro Obregón

CAPÍTULO QUINTO

Segunda parte


SITUACIÓN MILITAR DEL EJÉRCITO CONSTITUCIONALISTA

De esa manera, se veían seriamente amagados los diversos Estados y Territorios que comprendía la jurisdicción del Cuerpo de Ejército del Noroeste y que eran: Sonora, Sinaloa, Colima y Jalisco, Tepic y Baja California. Algunas de estas entidades, como Sonora y Baja California, estaban ya casi dominadas completamente por el enemigo.

Por otra parte, las fuerzas leales en aquellos Estados y Territorios, estaban totalmente incomunicadas por tierra con mi Cuartel General, del que dependían, y con la Primera Jefatura; y la comunicación con ellas podía hacerse solamente por las irregulares vías marítimas de Salina Cruz a Manzanillo y Mazatlán -tres puertos del Pacífico, situados el segundo al norte del primero y el tercero al norte del segundo. no debiendo omitirse que era también bastante irregular la comunicación entre Veracruz y Salina Cruz.

Por lo que respecta a las zonas de otras jurisdicciones, no era mejor la situación, y a diario se recibían noticias de nuevas defecciones que seguían registrándose en distintos puntos de la Rep6blica, en favor del villismo.

Es digna de elogio la actitud viril que, en general, asumió el pueblo de Sinaloa, manteniéndose leal a los principios de la Revolución Constitucionalista, no obstante la defección de su gobernador, Felipe Riveros, y de haber quedado las fuerzas de aquel Estado, completamente incomunicadas, por tierra, con el Cuartel General del Cuerpo de Ejército del Noroeste y con la Primera Jefatura.

Aquí cabe, también, hacer un caluroso elogio de la actitud del general Luis Gutiérrez, que era Comandante Militar del Estado de Coahuila y quien, virilmente, rechazó siempre las insinuaciones que le eran hechas para que reconociera al llamado Gobierno de la Convención, no obstante que éste era presidido por su hermano, el general Eulalio Gutiérrez, a quien también desconoció como suprema autoridad de la República, lanzándose a la lucha como uno de los más leales defensores de la causa representada por el señor Carranza, no sin hacer a su hermano patrióticas exhortaciones, para que volviera por el camino del deber y rompiera las ligas que lo habían puesto en contacto con Villa y la reacción.

El día 17 continué mi avance hasta estación Apizaco, y regresé el mismo día, después de conferenciar con los jefes de aquella guarnición.

En San Marcos, conferencié con el general Alvarado y los principales jefes que habían llegado a dicho lugar, procedentes de Puebla, continuando mi viaje de regreso a Veracruz, adonde llegué el día 18, a las 3 p. m.

El día 19 conferencié con el Primer Jefe y le di cuenta de mis impresiones recogidas en el recorrido que hice hasta Apizaco. El Jefe, en esta ocasión, me manifestó sus deseos de hacer una visita a los campamentos, idea que yo apoyé, expresándole que, en mi concepto, esa visita sería muy conveniente, porque su presencia haría renacer la moral en algunos jefes que la tuvieran quebrantada por los últimos acontecimientos.

El día 20 se dieron las órdenes necesarias para preparar la salida del Primer Jefe al Norte, sobre la vía del Ferrocarril Mexicano, a visitar los campamentos constitucionalistas, al siguiente día.

Ese mismo día, comisioné al coronel Juan Cruz, con el mayor Fausto Topete y el capitán 2° Rafael T. Villagrán, para que marcharan a Yucatán, a recibir un batallón que había sido formado en aquel Estado con indígenas yaquis, de los que habían sido deportados de Sonora a Yucatán, en épocas de la administración del general Díaz, y el cual batallón debería ser incorporado al Cuerpo de Ejército del Noroeste.


VISITA DEL PRIMER JEFE A LOS CAMPAMENTOS MILITARES SOBRE LA VÍA DEL MEXICANO.

El día 21, el Primer Jefe, con una comitiva de altas personalidades de la administración revolucionaria, yendo yo en su compañía, emprendió la marcha de Veracruz, sobre la vía del Mexicano, en visita a los campamentos.

Entre las personas que nos acompañaban, se contaban los periodistas extranjeros de Courcy y M. Fernández Cabrera.

El tren iba escoltado por doscientos soldados mayos, del Cuerpo de Ejército del Noroeste. Antes de llegar a Estación Soledad, a muy corta distancia de Veracruz, y cuando nuestro tren corría sin ninguna interrupción, el maquinista Palma, que manejaba la locomotora, descubrió una máquina que, a gran velocidad, se aproximaba por nuestro frente; y como Palma advirtiera que aquella máquina no traía tripulación, ni daba las señales que son de reglamento, cuando se avistan, en sentido opuesto, dos trenes sobre la misma vía, tuvo tiempo de detener nuestro tren y hacerlo contramarchar, descendiendo él violentamente y aprestándose a esperar a la máquina misteriosa, la que seguía acercándose aunque perdiendo velocidad. Cuando ésta llegó hasta aquel lugar, nuestro maquinista, con una agilidad digna de admiración, la abordó e hizo desde luego esfuerzos por contenerla. El choque se produjo con nuestro tren, porque los esfuerzos de Palma no habían bastado a contener del todo la marcha de aquella máquina loca; pero sí logró quitarle gran velocidad y, con esto, que el choque no fuera de consecuencias.

Reparados los ligeros desperfectos que aquel choque ocasionó en la locomotora de nuestro tren, éste continuó la marcha.

El viaje se hizo ya sin contratiempo alguno, y se visitaron todos los campamentos, hasta el de la extrema vanguardia que estaba en Apizaco y de cuyas fuerzas era jefe el general Gabriel Gavira.

En todos los campamentos fue recibido el Jefe con numerosas muestras de verdadero entusiasmo, y todos los jefes, oficiales y soldados demostraron un estado de completa moral y sinceros deseos de combatir a la reacción.

El día 24 llegamos de regreso a Veracruz.

Como el general Salvador Alvarado rindiera parte telegráfico, comunicando que una columna, con efectivo mayor de cinco mil hombres, avanzaba sobre Tehuacán, ordené que todas las fuerzas del Cuerpo de Ejército del Noroeste que estaban distribuidas en las distintas estaciones sobre la vía del Ferrocarril Mexicano, en el Estado de Veracruz, se movilizaran a estación Esperanza, para transbordarlas allí y dirigidas a reforzar la plaza amagada, ordenando a Alvarado que reconcentrara en San Marcos cuatro mil hombres de caballería, para que con ellos avanzara sobre la retaguardia de la columna enemiga, cuando ésta iniciara su ataque sobre Tehuacán.

El día 29 salí yo de Veracruz, habiendo llegado ese mismo día a estación Esperanza, donde recibí parte de que la columna enemiga que se dirigía a atacar Tehuacán, había sido derrotada en Tecamachalco, por fuerzas de los generales Castro, Coss, González (Alejo), Sánchez, Maycotte y Rojas.

En vista de ese parte, juzgué innecesaria la movilización ordenada a Tehuacán y entonces dispuse que se hiciera a San Marcos, para, de allí, emprender las operaciones sobre la ciudad de Puebla.


SE INICIAN LAS OPERACIONES MILITARES SOBRE LA CIUDAD DE PUEBLA

El día 30 salimos de San Marcos por la vía del Mexicano, al Sur, hasta Acajete, a 30 kilómetros de la ciudad de Puebla, en donde se encontraban los generales Alvarado, Castro, Coss y otros, con la mayor parte de sus fuerzas.

Cuando llegué a Acajete, los jefes mencionados habían iniciado ya su avance sobre Amozoc, y como la vía del ferrocarril a aquel punto tenía algunos desperfectos que no permitían continuar la marcha en nuestro tren, la emprendimos pie a tierra, yendo conmigo algunos de los miembros de mi Estado Mayor y 30 soldados del 21° Batallón de Sonora, al mando del mayor J. Manuel Sobarzo, como escolta.

Llegamos así a Amozoc, y allí encontramos al general Cesáreo Castro, con una pequeña escolta de caballería, quien nos informó que el enemigo había sido desalojado de la plaza, sin mucho esfuerzo, por nuestras tropas, y que éstas continuaban la persecución de los reaccionarios rumbo a Puebla.

Conversando con el general Castro, nos dirigimos a la plaza del pueblo, y ya nos encontrábamos en aquel sitio tomando descanso, cuando escuchamos, hacia el rumbo de la estación, el pitazo de un tren que llegaba. Mandé a uno de mis oficiales a hacer un reconocimiento por aquel rumbo, y a poco éste regresó con la noticia de que era tren enemigo que conducía tropas, y que éstas estaban desembarcando.

Nosotros sumábamos, en total, cincuenta, incluyendo la pequeña escolta de caballería del general Castro; pero sin embargo de nuestra inferioridad numérica, iniciamos el ataque sobre el tren enemigo, logrando que emprendiera la fuga, antes de que terminara de desembarcar sus tropas, y sin que pudiera recoger a las que ya había desembarcado, las que, tras un combate de poca importancia, se rindieron a nosotros. De este hecho, di parte al C. Primer Jefe en el mensaje que se copia a continuación:

Acajete, Pue., 30 de diciembre de 1914.
Señor Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Veracruz.

Hónrome comunicar a usted que en estos momentos llego de Amozoc, plaza que fue ocupada por nuestras tropas a la una de la tarde, después de combate de poca importancia.

Persiguen enemigo que huye rumbo a Puebla, los generales Maycotte y González, quienes han recogido un cañón y algunos prisioneros.

Entre muertos encuéntrase un mayor de artillería y más de treinta soldados.

Recogiéronse armas, parque y caballos.

Tres p. m., y cuando me encontraba en la plaza de Amozoc, con general Castro, llegó tren enemigo, que había quedado copado al Sur, al tomarse dicha plaza.

Inmediatamente procedimos a atacarlo con nuestras escoltas que sumaban sólo cincuenta hombres, logrando rechazarlo, capturándole 105 prisioneros con armas y parque.

El tren no podrá escapar, por estar cortada la vía a su retaguardia, y mañana será capturado por la caballería que lo persigue.

Entre prisioneros, encuéntranse dos mayores y varios oficiales ex-federales, que están al servicio del villismo.

Respetuosamente, el General en Jefe. Álvaro Obregón.

Después de la toma de Amozoc, di las órdenes necesarias para que las tropas que se estaban reconcentrando en San Marcos, continuaran por la vía del Mexicano, hasta Apizaco.

El general Salvador Alvarado había quedado con el mando de la columna de caballería, para avanzar con ella sobre Puebla, por Amozoc.

Cuando hubieron reconcentrádose en Apizaco las fuerzas del Cuerpo de Ejército del Noroeste, que eran de infantería y artillería, marché yo a dicho lugar para tomar el mando directo de ellas, y preparar mi avance con esta columna, sobre la vía de Apizaco a Puebla, con objeto de batir cualquier refuerzo que de México pudiera venir con destino a Puebla por la vía del Ferrocarril Interoceánico.

El día 31, llegué a Apizaco, y desde luego ordené que el general Jesús S. Novoa, que estaba de guarnición en estación Huamantla, avanzara por las estribaciones del volcán apagado La Malinche, hasta cortar la vía del Ferrocarril entre Puebla y Santa Ana; ordenando, al mismo tiempo, a los coroneles Jesús González Morín y Felipe López que salieran de Apizaco con mil hombres y dos cañones, para que al amanecer del día siguiente atacaran la capital del Estado de Tlaxcala.

También ordené al general Alvarado que destacara dos mil hombres a cortar la vía entre Santa María y Atlixco, del Ferrocarril Interoceánico.

Después de dar esas órdenes, emprendí la marcha con tres trenes militares hasta estación Santa Ana, punto que había sido ocupado, sin combatir, por las fuerzas destacadas con ese objeto.

El mismo día recibí un telegrama del Primer Jefe, en que me comunicaba la traición de Santibáñez en el Istmo y la aprehensión del general Jesús Carranza por el mismo Santibáñez, ordenándome movilizara inmediatamente hacia el Istmo las fuerzas de los coroneles González Morín y López.

Así concluyó el último día del año de 1914.

El día 1° de enero de 1915 se re concentraron las fuerzas en Santa Ana, y el día 2 se continuó el avance hasta Zacatelco, donde permanecimos el día 3, habiendo tenido allí un combate con fuerzas enemigas, que trataban de contener nuestro avance; pero este encuentro no fue de importancia, debido a la poca resistencia que opusieron los contrarios.

Nuestra sitUación en Zacatelco era peligrosa, debido a que estábamos entre México y Puebla, y el enemigo podía recibir refuerzos de México, y éstos atacarnos por retaguardia, ya fuera durante la marcha, o bien, cuando intentáramos el ataque sobre Puebla.

Ese día se trasladó el general Alvarado a Apizaco, y de allí conferenció conmigo por telégrafo, recibiendo de mí las últimas instrucciones para el ataque que deberíamos llevar a cabo sobre la ciudad de Puebla.

El día 4, al continuar la marcha sobre estación Panzacola, donde parecía que el enemigo preparaba alguna resistencia, tUve que tomar toda clase de precauciones y hacer muy lento el avanCé. Por la tarde, ocupamos dicha estación, después de desalojar al enemigo, que resistió nuestro ataque por espacio de una hora, sufriendo algunas bajas y no siendo de consideración las nuestras.

En esta fecha recibí parte de que el general Gilberto Camacho, que estaba de guarnición en San Andrés Chalchicomula, había defeccionado, incorporándose al enemigo con parte de sus tropas, que lo secundaron en su traición. Las tropas que permanecieron leales, al mando del coronel Cirilo Elizalde, marcharon a incorporarse a las nuestras.

Después de ocupar estación Panzacola, ordené al coronel Eugenio MartÍnez que, con sus fuerzas, continuara la marcha hasta quedar frente a Puebla, como puesto avanzado de mi columna, y todo quedó listo para continuar el movimiento, al empezar a aclarar el día 5, por tener ya combinado con el general Alvarado el ataque sobre Puebla a esa hora.

El coronel Martínez fue rudamente atacado esa misma noche por una fuerte columna enemiga, que intentó desalojado de las posiciones que tenía; pero el enemigo fue rechazado en todos sus intentos y obligado a reconcentrarse en Puebla, con fuertes pérdidas.

Al día siguiente, se llevó a cabo el ataque sobre Puebla, y la histórica ciudad cayó en poder de nuestras fuerzas, después de un sangriento combate, librado principalmente por las divisiones de caballería de los generales Castro, Coss y Millán, que fueron las primeras en entrar al ataque, y las que habían logrado desalojar completamente al enemigo de la plaza, cuando nosotros iniciábamos el asalto por el Fuerte de San Juan.

No puedo entrar en detalles sobre esta acción, porque ninguno de los jefes de las caballerías, que fueron, como dejo dicho, las que tomaron principal participación en el ataque, me rindió parte detallado; por lo que me limito a copiar, en seguida, el parte telegráfico que rendí a la Primera JefatUra:


COMBATE EN LA CIUDAD DE PUEBLA Y PARTE OFICIAL

Palacio de Gobierno de Puebla, enero 5 de 1915.
Señor Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Veracruz.

Hónrome comunicar a usted que, después de seis días de combates, desde Tepeaca hasta Amozoc, por la línea del Mexicano del Sur, y desde Santa Ana a Panzacola, por la vía del Mexicano, se inició anoche el ataque sobre esta plaza, que estaba ocupada por un enemigo, aproximadamente de quince mil hombres, por el primer Batallón de Sonora, al mando ¿el coronel Eugenio Martínez, de la brigada Laveaga, y por el teniente coronel Juan Torres, que comanda el escuadrón de caballería Fieles de Sinaloa; habiéndoles recogido dos ametralladoras, pues fueron alcanzados dos trenes que llegaron ayer de México a reforzar a los reaccionarios.

Se generalizó el combate hoy, a las cinco de la mañana, por el cerro de Guadalupe, con las fuerzas de los generales Coss, Millán y Villaseñor, y por el cerro de Tepozúchil, con las de Alvarado, Castro, Maycotte, González y Cepeda.

A las 8 a.m., abrí el fuego de artillería por la vía del Mexicano y camino de Covadonga a esta ciudad, y a las diez de la mañana, alcanzó el fuerte de San Juan, que lo tomaron, a las 12 m., el 4° Batallón de Sonora, al mando del teniente coronel Cenobio Ochoa, de la brigada Manzo, y la escolta de este Cuartel General, al mando del mayor J. Manuel Sobarzo; habiendo encontrado nosotros poca resisten,cia, debido al vigoroso empuje que desde las cinco de la mañana habían hecho los que atacaron por Guadalupe.

La caballería del general Jesús S. Novoa prestó también muy importantes servicios en nuestra marcha de Panzacola a ésta.

La ciudad y sus contornos están regados de cadáveres, y el enemigo huye en dispersión.

Ya procedo a levantar el campo, y daré a usted parte detallado.

El comportamiento de los jefes, oficiales y tropa, como siempre, fue inmejorable.

Felicito a usted por esta importante acción de nuestras armas.

Respetuosamente, el General en Jefe. Alvaro Obregón.

Nuestra marcha de Apizaco a Puebla fue verdaderamentl penosa, debido a la inclemencia de la temperatura en aquella región, en la temporada de pleno invierno, en que hicimos por ella nuestra travesía; recrudeciéndose especialmente ese clima, en el camino que seguimos, por el hecho de que atraviesa por entre los picos nevados del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, al Norte, y La Malinche al Sur.

El día 7, después que hubo tomado posesión del Gobierno de Puebla el general Coss, marché a Veracruz, a conferenciar con el Primer Jefe, llegando a aquel puerto el mismo día.

En Veracruz, permanecí hasta el día 11, y regresé a Puebla el día 12.


OPERACIONES EN TEPIC Y SINALOA

A mi regreso a Puebla, recibí parte del general Iturbe, comunicándome que el general Juan Dozal, que fungía en Tepic como Jefe Político y Comandante Militar del Territorio, inopinadamente había huido, abandonando, en la mayor desorganización, las fuerzas que tenía a su mando, así como los pertrechos que se le habían confiado, y dejando con esto el Territorio a merced del enemigo, precisamente cuando Iturbe se preparaba para invadir por el Sur el Estado de Sonora, de acuerdo con las órdenes que yo le había dado, para llamar la atención de las fuerzas maytorenistas por este rumbo, y lograr que distrajeran algunos de sus elementos con que seguían atacando rudamente al general Hill en Naco, movimiento que ya no pudo hacer Iturbe, debido a que tuvo que atender a la situación de Tepic, de cuyo Territorio se apoderó fácilmente el reaccionario Buelna, y amagaba con ello invadir el Estado de Sinaloa.

En tales condiciones, el general Iturbe destacó sobre el sur de Sonora solamente una parte de sus fuerzas, al mando del general Angel Flores, dando a éstas la denominación de Columna Expedicionaria de Sinaloa, y debiendo tener como centro de operaciones la plaza de Navojoa, Son., para oponerse a la invasión del Estado de Sinaloa por el norte; otra parte de sus fuerzas, al mando del general José María R. Cabanillas, la situó en Cosalá¡ para repeler cualquier expedición que el enemigo pudiera destacar del Estado de Durango sobre Sinaloa, y con el resto de sus fuerzas, el general Iturbe marchó al sur a reforzar al general Juan Carrasco, que en condiciones poco favorables estaba combatiendo con Buelna. Al general Mateo Muñoz, de las mismas fuerzas de Iturbe, se le tenía encomendada la campaña contra los indios mayos rebeldes, que operaban por el extremo Sur de Sonora. y el extremo Norte de Sinaloa.

El mismo día 12 se presentó en mi Cuartel General, en Puebla, un individuo que había llegado a aquella ciudad, procedente de México, quien me hizo entrega de una carta firmada por el general Eulalio Gutiérrez, y dirigida conjuntamente a mí y al general Cándido Aguilar; el texto de la cual se reproduce a continuación:


COMUNICACIONES CRUZADAS ENTRE EL GENERAL EULALIO GUTIÉRREZ Y EL GENERAL EN JEFE

México, D. F., enero 7 de 1915.
Señores generales Alvaro Obregón y Cándido Aguilar.
Donde se encuentren.

Mis muy queridos compañeros y correligionarios:

Por acuerdo tomado entre los generales J. Isabel Robles, Ministro de la Guerra; Lucio Blanco, Ministro de Gobernación; Eugenio Aguirre Benavides, Subsecretario de Guerra, y yo, hemos creído patriótico y honrado dirigirnos a ustedes, para indicarles la conveniencia de suspender su avance hacia esta Capital, mientras nosotros seguimos dándole forma al plan de campaña que pretendemos dirigir contra el general Francisco Villa, a quien siempre hemos tenido la intención de separarlo en lo absoluto del Ejército Constitucionalista, y hasta de toda clase de asuntos políticos de nuestro país.

Para conocimiento de ustedes, debo hacerles presente que han venido comisionados de los Estados de Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León y San Luis Potosí, a manifestarnos de una manera franca y precisa, que las fuerzas que operan en dichas Entidades federativas, están enteramente de acuerdo en secundar la actitud que asumirá el Gobierno contra el referido Villa y los pocos secuaces que lo secundan en su conducta de bandidaje y desolación, porque la mayor parte de los jefes honrados de la División del Norte, están también con nosotros, dispuestos a colaborar en dicho sentido.

Quiero hacer constar que no es nuestro propósito apoderarnos de los principales puestos públicos de la Nación, sino el de poner, por nuestra parte, todas nuestras energías, toda nuestra voluntad, todo nuestro patriotismo y honradez, porque la paz, en nuestra dolorida Patria, sea en breve tiempo un hecho; y para esto, hemos querido hacer un esfuerzo más para lograr la unión entre todos los revolucionarios que no tengan miras bastardas, exclusivistas o personalistas, sino que, procurando siempre el bien común, nuestras tendencias se dirijan a no disgregarnos, para salvar al país de la anarquía y de la ruina.

Tan pronto como ésta llegue a sus manos, espero su contestación, la que, sin duda, será de acuerdo con nuestros propósitos.

Los saluda cariñosamente y les envía un estrecho abrazo, su compañero, correligionario y amigo muy afectísimo.

(Firmado). E. Gutiérrez.

Mi contestación a Gutiérrez, fue como sigue:

Puebla de Zaragoza, enero 12 de 1915.
Señor general Eulalio Gutiérrez.
México, D. F.

Mi querido compañero y amigo:

Acabo de recibir la carta de usted, fechada el 7 del actual, en que, en su nombre y en el de los generales Robles, Aguirre Benavides y Blanco, manifiesta sus deseos de que sea suspendido el avance sobre México, mientras ustedes abren su campaña contra Villa y los secuaces que lo secundan en su obra de bandidaje y de desolación.

Me satisface ver que ustedes han comprendido la justificación de la lucha que nosotros emprendimos desde al principio, contra el villismo, en el convencimiento de que el mayor crimen que pudiera registrar nuestra Historia sería el de pactar con hombres que sólo pueden servir como ejemplo de monstruosidad; y con amargura debe usted recordar que uno de los mayores motivos que los hombres honrados tuvimos para empeñarnos en esta nueva lucha fue que usted, pasando sobre las indicaciones de sus amigos, que hacíamos un último esfuerzo para evitar, nombró a Villa Jefe de Operaciones.

No puedo suspender ninguna de las operaciones militares que estoy llevando a cabo en estos momentos, porque equivaldría a traicionar a nuestros correligionarios, que en diversas partes de la República combaten contra la reacción villista, y entre cuyos luchadores se encuentra un hermano de usted, quien tiene el orgullo de haber subordinado los más caros afectos de familia, a los sagrados intereses de la Patria.

Cuando ustedes, con hechos, declaren la guerra a Villa y sus secuaces, poniéndose en el lugar que corresponde en estos momentos a todo mexicano honrado, pondré todo lo que esté de mi parte, sin omitir esfuerzo alguno, como ya en otras veces lo he hecho, para que se suspenda el derramamiento de sangre y se restablezca la paz en nuestra pobre República, digna de mejor suerte; pero si continúan ustedes en su política ambigua de vacilaciones y debilidades, permitiendo que el país sea arrastrado a la desolación y la ruina, no creo que deba contenerse la lucha, cuando se trata nada menos que de intereses de nuestra Patria, ante los cuales nuestras vidas significan bien poco, máxime cuando se lleva la conciencia del deber cumplido.

Espero que, convencidos ustedes del error cometido, como su carta lo deja ver, no vacilarán en tomar la determinación que la honradez les exige; permitiéndome advertirle que no contestaré ninguna nueva comunicación de ustedes, mientras continúen ligados con el villismo.

Le envío cariñoso abrazo y los afectuosos recuerdos de su amigo y seguro servidor.

(Firmado). General Álvaro Obregón.

El general Eulalio Gutiérrez, al escribirse la carta que dejo reproducida, continuaba en la ciudad de México, con el carácter de Presidente de la República, nombrado por la Convención.


PROYECTO DE DECRETO SOMETIDO A LA CONSIDERACIÓN DEL C. PRIMER JEFE

De la ciudad de Puebla, dirigí al Primer Jefe una comunicación, conteniendo un proyecto de decreto, que le suplicaba aprobar y hacerlo promulgar, siendo éste el que se inserta a continuación:

Hondamente preocupado por las desgracias que vienen afligiendo a nuestra Patria, desde épocas remotas, en que se iniciara como República, he llegado al convencimiento de que el principal origen de todas ellas, han sido las desenfrenadas ambiciones del odioso militarismo, que en estos últimos tiempos ha venido manifestándose con mayor brío en una serie de cuartelazos, asesinatos y traiciones, con que nuestra pobre Patria se exhibe a la faz del mundo como un país irredento, de brutales ambiciosos, que no miden las consecuencias para llegar a ocupar cualquier puesto público que esté más al alcance de su jerarquía militar; pudiéndose citar, como últimos y latentes ejemplos: la traición de Pascual Orozco, quien con los arteros halagos de nuestros enemigos, llegó a prostituir su prestigio militar, ganado en la lucha libertaria de 1910, queriendo tomarlo como pedestal para erigirse en amo militar de la República, rebelándose vilmente contra el legítimo Presidente, don Francisco I. Madero; la traición de Victoriano Huerta y los horrendos crímenes que la sucedieron, los que no hubiera cometido, si hubiera estado incapacitado para ocupar la Presidencia; la traición de Francisco Villa, quien, en caso idéntico al de Pascual Orozco, ha querido, corrompiendo su prestigio popular ganado en la lucha por la causa Constitucionalista, y a pesar de sus ridículas protestas, llegar al Poder Supremo de la Nacion; los cuartelazos que en los distintos Estados de la República han venido consumando distintos jefes militares, sin más justificación que el fin de saciar sus ambiciones; y, por último, la defección de jefes constitucionalisras en México, quienes descendieron hasta pactar con Villa, por el único halago de ocupar un Ministerio.

Se ha venido observando también, que todas las fricciones registradas entre jefes constitucionalistas en los distintos Estados de la RepÚblica, han sido derivadas de las dificultades que han encontrado para definir a quién le corresponde el Gobierno del respectivo Estado.

Con esta serie de casos vergonzosos, sobre los cuales no cabe discusión, y que nos demuestran evidentemente dónde está radicado el gran mal de que morimos, y que nos prueban hasta la saciedad, la necesidad de una medida salvadora, creo oportuno y aun indispensable que -para salvar al país de una vez por todas y para demostrar al mundo que el Ejército Constitucionalista persigue la realización de verdaderos principios, desprovistos de ambiciones bastardas-, de una sola plumada se corrija tanto error en que se ha venido incurriendo, con el solo hecho de que usted lance un Decreto, para que sea elevado a la categoría de precepto constitucional, por el cual se nos inhabilite a todos los militares que tomamos parte en el actual movimiento armado, y a los que en lo futuro formen el definitivo Ejército Nacional, para ocupar puestos pÚblicos, pudiendo un militar ocuparlos, solamente en el caso de que hubiere pedido su baja seis meses antes de aceptarlo.

Hecha la anterior exposición, me permito someteF al recto criterio de usted esta iniciativa. que ya había presentado verbalmente por voz de nuestros delegados, Adolfo de la Huerta y Roberto V. Pesqüeira, en la junta de Piedras Negras; iniciativa que, al haber entonces sido aprobada, quizás hubiera salvado al país, en gran parte, de las dificultades en que actualmente se encuentra envuelto.

Espero que usted, a quien siempre ha preocupado el futuro de nuestra Patria y el buen nombre del Ejército Constitucionalista que dignamente comanda, no vacilará en aprobar mi iniciativa, la que creo será del aplauso de todos los revolucionarios honrados, quienes verán con esto conjurado, por siempre, un peligro que de ninguna otra manera podría conjurarse.

Ese proyecto es el mismo que anteriormente había presentado a la consideración del C. Primer Jefe, por conducto de los señores Adolfo de la Huerta y Roberto V. Pesqueira, cuando éstos fueron en comisión del Gobierno de Sonora ante el señor Carranza, a raíz de la promulgación del Plan de Guadalupe.


COMISIONADOS DEL GENERAL GUTIÉRREZ Y ROMPIMIENTO DE ÉSTE CON VILLA Y SU HUIDA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

El día 13, en la noche, llegó a mi Cuartel General una comisión, integrada por el ingeniero Rodríguez Cabo, el teniente coronel Aguirre Escobar y tres personas más, que de México habían salido con instrucciones del general Eulalio Guriérrez, para conferenciar conmigo. De esto di parte al Primer Jefe, quien me ordenó remitir a los comisionados a Veracruz, como lo hice en seguida, marchando yo con ellos.

La comisión enviada ante mí por Gutiérrez tenía por objeto exponerme, de viva voz, los proyectos de éste y de algunos de los miembros de su Gabinete, de abrir una campaña contra Villa, lanzando previamente un Manifiesto a la Nación, en el que se denunciaría la conducta arbitraria de Villa para con el llamado Gobierno de la Convención, así como los innumerables e inauditos atentados que el mismo jefe había perpetrado en la ciudad de México, y en otros lugares que estaban bajo el dominio de sus fuerzas, a despecho del mismo Gobierno de Gutiérrez, y sin hacer caso de la pretendida autoridad de éste. Para esos planes, pretendían Gutiérrez y los suyos contar con mi adhesión y la de algunos otros jefes del Constitucionalismo, enviándome una copia de su proyectado Manifiesto a la Nación.

Los comisionados quedaron en Veracruz, a disposición de la Primera Jefatura, y yo regresé a Puebla, para seguir preparando nuestro avance sobre la ciudad de México.

En la ciudad de Puebla se estaban efectuando algunas veladas y manifestaciones en pro de la causa constitucionalista, las que resultaban de grande éxito, pues el espíritu de las mayorías, sobre todo en las clases trabajadoras, era simpatizador de nuestro movimiento. La Confederación Estudiantil Revolucionaria, formada bajo los auspicios de mi Cuartel General, dio un importante impulso a la propagación de los principios del Constitucionalismo en conferencias, manifestaciones y otros medios de propaganda, y esta labor llevó a nuestras filas a muchos liberales, que espontáneamente se aprestaron a luchar contra la reacción, con las armas en la mano, especialmente del gremio de estudiantes, con cuyo contingente se empezó a formar un batallón, que más tarde fue denominado Cuerpo Especial Reforma, que bravamente cooperó en la campaña contra el villismo.

El día 16 recibí un telegrama del Primer Jefe, en el que me comunicaba que se habían recibido noticias de México, dando a saber que el general Gutiérrez y los suyos habían salido de la capital con rumbo a San Luis Potosí, y que Roque González Garza había sido declarado Presidente Provisional de la República, por los restos de la llamada Convención. En el mismo mensaje me ordenaba el Primer Jefe que activara mi avance sobre México.

En igual fecha, recibí también noticias de que el general Francisco Murguía, después de una penosísima marcha desde Toluca, capital del Estado de México, del que era Gobernador Constitucionalista, había logrado llegar a la ciudad de Tuxpan, Jalisco, y que el general Enrique Estrada, que había abandonado a Blanco cuando se confirmó la defección de este Jefe, llegaba también con sus fuerzas al Estado de Jalisco, para incorporarse a la división del general Diéguez.

El día 18 dispuse que el mayor de artillería, Gustavo Salinas, saliera a Veracruz a recoger un regimiento de artillería del Cuerpo de Ejército del Noroeste, y que de allí marchara con él, por Salina Cruz y Manzanillo, para ponerlo a disposición del general Diéguez, en Jalisco.

Como el mayor Salinas era el jefe de la artillería expedicionaria de la columna de mi mando, para sustituirlo en ese cargo expedí nombramiento en favor del teniente coronel José Muñoz Infante, de la División de Oriente.

El día 19, nuestra vanguardia de infantería, al mando del general Francisco R. Manzo, llegaba a estación Apam, donde sostuvo combate de poca importancia con el enemigo.

Ese mismo día conferenció conmigo un enviado especial del general Ramón F. Iturbe, quien me informó de la difícil situación por que atravesaban nuestras fuerzas en el Estado de Sinaloa, dándome amplios detalles sobre el fracaso sufrido en Tepic, con motivo de la huida del general Juan Dozal. El mismo enviado me informó que se había incorporado a Culiacán el general Luis Berrera, con 700 hombres de la brigada Juárez, para cooperar en las operaciones militares de aquel Estado.


DERROTA DE LOS REACCIONARIOS EN GUADALAJARA, INFLIGIDA POR LOS GENERALES DIÉGUEZ Y MURGUIA

En Puebla recibí un parte del general Diéguez, comunicando que el día 18 había capturado la ciudad de Guadalajara, plaza que atacó en combinación con las fuerzas del general Francisco Murguía, infligiendo a las fuerzas reaccionarias que la guarnecían una completa derrota, y capturándoles doce cañones, varios trenes y gran cantidad de armamento, municiones y equipo. Las fuerzas villistas derrotadas en Guadalajara ascendían a más de diez mil hombres, teniendo como principales jefes a Calixto Contreras, Melitón Ortega y Julián Medina, el segundo de los cuales resultó muerto en el combate.

A continuación se insertan los partes detallados que, sobre ese importante hecho de armas, rindieron los generales Diéguez y Murguía:


PARTE RENDIDO POR EL GENERAL MANUEL M. DIÉGUEZ

Guadalajara, 20 de enero de 1915.
Señor General en Jefe Alvaro Obregón.

Hónrome en comunicar a usted que ayer tomé posesión de esta capital,después de librar batalla unido a la División del General don Francisco Murguía, que se me incorporó en la región del Sur del Estado, contra fuerzas ccmandadas por los generales Melitón F. Ortega, muerto en el campo de batalla; Calixto Contreras, quien sé que también murió; Julián Medina, Margarito Salinas, muerto en un combate preliminar, y Gustavo Bazán, infligiéndoles la más completa derrota, huyendo en dispersión y por rumbos opuestos; Medina, al Poniente y Noroeste, y los demás al Oriente, habiéndoles matado diversos jefes y haciéndoles de 400 a 500 bajas.

Se les recogieron doce caiíones de 75 y 80 mm., con todos sus pertrechos y parque, ametralladoras, armamento, caballos y todos sus trenes, con más de 300 carros y 10 máquinas.

Nuestras pérdidas no llegan a 200 hombres, entre muertos y heridos, sin lamentar más bajas entre nuestros jefes que un teniente coronel y un mayor de la Segunda División del Noroeste.

Tengo el honor de felicitar a usted, muy sinceramente, por este importante triunfo alcanzado por nuestras fuerzas.

Salúdolo afectuosamente.

El Jefe de la 2" División del Cuerpo del Ejército del Noroeste.
General M. M. Diéguez.

A continuación se copia íntegro el parte oficial que el general Murguía rindió a la Primera Jefatura, y que me fue transmitido 'por orden de la misma.


PARTE RENDIDO POR EL GENERAL FRANCISCO MURGUIA

Cuartel General de la 2a. División del Noroeste, en Guadalajara, Jal., a 23 de enero de 1915.
Señor Venustiano Carranza,
Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Veracruz.
(Vía Salina Cruz).

Tengo el honor de comunicar a usted, que después de conferenciar con el general M. M. Diéguez, el 18 del actual, en Tuxpan, de este Estado, como me permití participárselo en mensaje de esta fecha, quedamos de acuerdo en combinar nuestro movimiento para combatir al enemigo, con el mayor éxito posible.

Con tal motivo, empecé a movilizar las fuerzas sobre Tlajomulco, Cuartel General del Campamento Diéguez, quedando éstas reconcentradas entre los días del 15 al 17 de los corrientes, y allí dispusimos el plan de ataque, desarrollado en la siguiente forma:

A la derecha, coroneles Cirilo Abascal, Pablo González y Heliodoro T. Pérez, con dos mil hombres de caballería, con instrucciones de cortar la vía férrea y telegráfica, entre Guadalajara y México, y de ocupar La Capilla y El Castillo, y de mandar una fracción de caballería hasta Atequiza, destruyendo la vía hasta Guadalajara.

A la izquierda: licenciado Roque Estrada y coronel José D. Murguía, al mando de dos mil hombres de caballería, para que atacaran y dominaran al enemigo posesionado de los cerros Gachupín y los contiguos, hasta El Cuatro; y,

Al centro las infanterías, al mando de los coroneles Pablo Quiroga, Esteban B. Calderón, Melchor T. Vela y Daniel Díaz Couder, con un efectivo de cinco mil hombres, apoyados por las caballerías, al mando del general Rómulo Figueroa y coronel Miguel T. González, y Felipe García Cantú, extendiéndose de la hacienda de El Cuatro hasta la calle real.

El 17, en la mañana, hicimos el avance hasta Orozco, en donde quedó establecido el Cuartel General.

Esta tarde el enemigo, que estaba posesionado cerca de La Junta, sobre la vía de Guadalajara a Colima, movilizó sus avanzadas e hizo algunos movimientos con dos trenes militares; en su avance, los traidores hicieron algunas descargas sobre Orozco, sin resultado alguno, pues no alcanzaron a hacer blanco. Nuestras fuerzas no contestaron el fuego, sino que hicieron movimiento sobre la hacienda de El Cuatro, replegándose el enemigo a sus primitivas posiciones.

Esa misma tarde, el enemigo tiroteó, haciendo gasto inútil de gran cantidad de parque, a una avanzada nuestra, que exploraba por la hacienda de la Escalerilla y la del Gachupín, y por último, la misma tarde del 17, el enemigo en gran número atacó a los nuestros en la hacienda La Calera; pero fue rechazado con energía, y las fuerzas destruyeron la vía del ferrocarril y telegráfica, que va de Guadalajara a México, y tomaron La Capilla y El Castillo.

Guadalajara quedó incomunicada. En la noche no ocurrió ninguna novedad.

A las primeras horas del día 18, y conforme al plan general de ataque, el coronel José D. Murguía, atacó, y después de sostener rudo combate con el enemigo, ocupó el cerro del Gachupín y el de Santa María, capturando cuatro ametralladoras, parque y armas en abundancia; el enemigo se dispersó por completo, dejando en el campo doscientos muertos, numerosos heridos y prisioneros.

Al efectuarse estos movimientos, los traidores abrieron el fuego de la artillería, ametralladoras y fusilería sobre las fuerzas del coronel Murguía y sobre las del centro y la derecha.

A las siete y minutos de la mañana, el suscrito, acompañado del Estado Mayor, tomaba el mando personal de la izquierda, y ordenaba el avance de la caballería del teniente coronel Toribio García e infantería del coronel Díaz Couder, con dos secciones de ametralladoras, sobre las posiciones enemigas del Cerro Cuatro.

Hago notar que, en un momento en que nuestras fuerzas avanzaron con todo ímpetu, se confundieron con los traidores, y no obstante esa sorpresa, los nuestros se rehicieron, y con el apoyo más eficaz de la infantería, rechazaron al enemigo que, a toda prisa, se replegó sobre sus posiciones del cerro del Cuatro.

Este golpe, la toma de los cerros del Gachupín y Santa María, el decidido avance del centro, ordenado por el general Diéguez, y el de la derecha al mando de los coroneles Pérez, González y Abascal, determinó la retirada del enemigo en completa dispersión, tomando el rumbo de Tonila.

En esta importante acción de armas, en que se ha combatido con un enemigo compuesto de diez mil hombres, con poderosa artillería y ametralladoras, el Ejército Constitucionalista se ha cubierto de gloria una vez más, capturando a los traidores ocho ametralladoras, con su dotación correspondiente de parque, tres trenes con suficientes carros de carga y pasajeros, en los que conducían vestuario, municiones de guerra y de boca en abundancia.

Además, al hacer la persecución del enemigo, el general Figueroa recogió diez cañones de 75 mm., tipo poderoso y moderno, 31 cofres -todos con parque-, y dos carros transportes.

Los traidores han perdido en esta acción de armas a su ex-general Melitón F. Ortega, otro cuyo nombre se ignora, llevándose herido a Calixto Contreras.

Julián Medina, titulado gobernador de este Estado, huye de una manera vergonzosa, seguido de sus secuaces.

El campo de batalla quedó cubierto de cadáveres, entre los que se encontraron muchos jefes enemigos. La derrota ha sido completa.

Por nuestra parte, lamentamos la muerte del teniente coronel Toribio García, del mayor Pánfilo Herrera y del mayor Blas Morín, de caballería. Mis heridos serán 36, y los muertos suman 80. Esto, por lo que respecta a mi División.

Recomiendo a usted, por su denuedo y valentía en esta gran batalla, a los coroneles Pablo González, Heliodoro T. Pérez, Miguel T. González, José C. Murguía y Daniel Díaz Couder, y a los tenientes coroneles Ernesto Aguirre, jefe del Regimiento de Ametralladoras, Toribio García (extinto) Jesús Gloria, H. de R. George, G. Blum, coronel y teniente coronel José Cortina; mayores Epifanio Nava, Manuel González, Juan Quiroga y M. Hernández, así como a todos los demás jefes, oficiales y tropa de mi División, quienes han luchado con energía y abnegación, contra las hordas villistas, que han reconocido su impotencia ante el formidable empuje de las armas constitucionalistas.

Oportunamente rendiré a usted parte detallado, por lo que respecta a mi cooperación en el asalto y toma de esta plaza.

Felicito a usted, muy calurosamente, por este importante triunfo, augurio del definitivo, que no está muy lejano, y le protesto una vez más, mi distinguida consideración y subordinación.

El General en Jefe. Francisco Murguia.


AVANCE SOBRE LA CIUDAD DE MÉXICO; COMBATE EN IROLO Y OCUPACIÓN DE AQUÉLLA

El día 22 salí de Puebla con las últimas tropas del Ejército de Operaciones que tomarían parte en el ataque sobre la ciudad de México; quedando en Puebla, como Gobernador y Comandante Militar del Estado, el general Francisco Coss, con su División de Caballería.

Para entonces, el teniente coronel J. Lorenzo Gutiérrez, Jefe de trenes Militares, había dejado expedita la vía del Ferrocarril hasta Ápam y continuaba con toda actividad reparando los desperfectos que el enemigo había causado en dicha vía adelante de aquella estación.

El mismo día 22 llegamos a Ápam, donde pernoctamos esa noche.

El día 23 continuamos la marcha, habiendo llegado el mismo día a estación Irolo, donde acampamos.

Como a las cuatro de la tarde, fuimos atacados repentinamente por un grueso núcleo enemigo, que había logrado posesionarse de los cerros que estaban sobre nuestra izquierda; contando el enemigo con dos piezas de artillería emplazadas en plataformas, que arrimaron por la vía angosta del Interoceánico, a una distancia muy corta de nuestro campamento. El fuego empezó nutrido, obligándome a tomar un formal dispositivo de combate, porque el efectivo del enemigo me era desconocido y difícil de precisar, dado que su grueso quedaba detrás de las colinas en que tenía colocada su línea de fuego. Ordené al general Alejo González, que saliera inmediatamente con la brigada de su mando para atacar al enemigo por su extrema izquierda; y con los batallones 20° y 21° de Sonora, ordené también un movimiento ofensivo por el frente.

El combate duró menos de dos horas, al cabo de cuyo tiempo el enemigo fue obligado a huir en desorden, dejando en el campo setenta y cinco muertos, entre éstos un general, y cuarenta prisioneros, y abandonando sesenta armas y cuarenta y cinco caballos ensillados.

Por nuestra parte, tuvimos solamente dos soldados muertos y nueve heridos.

Los prisioneros hechos al enemigo informaron que los atacantes eran en número de tres mil quinientos a cuatro mil hombres, y que estaban mandados por Banderas, Cotero, Arenas, Delgado, Morales, Gallegos, Serratos y hermanos Bonilla.

El combate librado en Irolo no fue de la importancia que yo le suponía al iniciarse.

El día 24 las fuerzas del general Maycotte dieron alcance, en los cerros de Jaltepec y Las Flores, al enemigo que nos había atacado el día anterior, sobre el que emprendieron rudo ataque, obligándolo a huir, después de haberle hecho veinte muertos y algunos prisioneros. Nuestras fuerzas, en esta acción, sufrieron 19 bajas, siendo dos muertos y diecisiete 'heridos y contándose entre los últimos el capitán 2° Esiquio González.

El día 25 se incorporó a Irolo el contingente de indios yaquis que había ido a recibir a Yucatán el coronel Juan Cruz, con el mayor Fausto Topete y el capitán 2° Rafael Villagrán, y los que fueron armados y pertrechados a su llegada a Veracruz, por orden de la Primera Jefatura. Este importante contingente fue incorporado al 20° Batallón de Sonora, que era también de indígenas del Yaqui.

El día 26 emprendí el avance con el grueso del Ejército de Operaciones; ocupando la extrema vanguardia las fuerzas del general Maycotte.

La jornada de ese día se rindió en la población de Orumba, sin novedad, en cuyo lugar encontramos acampadas las fuerzas del general Maycotte. Este jefe me rindió parte de que se había incorporado a su brigada el general Pedro Morales, con sus fuerzas, quien decidió abandonar la causa llamada Convencionista, y reconocer a la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista.

La marcha de Irolo se emprendió por tierra porque la vía del ferrocarril tenía algunos desperfectos adelante de dicha estación, los que eran activamente reparados por el teniente coronel Guciérrez, mientras que la columna hacía su avance pie a tierra. En los trabajos de reparación de la vía se ocupaban el Batallón de Ferrocarrileros, que habíamos organizado en Puebla, bajo las órdenes inmediatas de su comandante, el mayor Carlos Caamaño, y éste a las del teniente coronel Gutiérrez. El mismo Batallón custodiaba nuestros trenes e impedimentas que quedaron en Irolo, al continuar la columna su avance.

El día 27 se prosiguió la marcha, llegando a estación Tepéxpam, donde fui informado de que la llamada Convención y el ejércitO que la sostenía en la ciudad de México, habían huido con rumbo a Cuernavaca, al sentir la aproximación del Ejército de Operaciones, y que en la ciudad de México no quedaban sino el Ayuntamiento y la policía.

A la madrugada del día 28 se continuó el avance, y en la Villa de Guadalupe, ya en las goteras de la Capital, fui encontrado por una representación del Ayuntamiento de México, la que me hizo notificación de que la ciudad había sido evacuada por la Convención y su ejército.

Como quedaba confirmada la evacuación de la ciudad de México, no hubo necesidad de tomar ningún dispositivo de ataque, y ordené que todas las tropas. entraran en formación, yendo por delante las brigadas de caballería de los generales Maycotte y González, para evitar toda posibilidad de sorpresa por parte del enemigo.

Cuando toda la columna marchaba ya por las calles de la ciudad, y precisamente cuando yo pasaba frente a Catedral con los miembros de mi Estado Mayor y la escolta del Cuartel General, un grupo de hombres empezó a hacernos fuego desde las torres del templo, resultando muerto uno de nuestros soldados y herido otro. Inmediatamente destaqué una escolta, con instrucciones de penetrar a la Iglesia y capturar a los que hacían fuego, lo que se logró sin grandes dificultades. Los individuos capturados confesaron que habían quedado apostados allí, dizque con la consigna de hacer fuego sobre mí, en los precisos momentos en que pasara frente a ellos.

Después de aquel incidente, ninguna otra novedad se registró, y esa misma tarde quedaron establecidos todos los servicios, instalando yo mi Cuartel General en el hotel St. Francis, situado en la avenida Juárez.

El Ayuntamiento de México continuó en funciones, contando con el apoyo de mi Cuartel General, para la gestión que le estaba encomendada.

El mismo día 28 quedó reparada la vía del Ferrocarril, y por la noche llegaron a México los trenes que habían quedado en Irolo, incorporándose con ellos el resto de las fuerzas del Ejército de Operaciones, que marchaban a retaguardia de la columna que avanzó de Irolo sobre la ex-capital.

Inmediatamente después de mi llegada me recluí en cama, obligado por la fiebre que venía sufriendo desde Puebla, a consecuencia de una laringitis aguda, que me ponía en condiciones de alguna gravedad.

Los corresponsales de la prensa extranjera y los periodistas de la Capital se apresuraron a interrogarme sobre las condiciones que guardaban mis relaciones con el Primer Jefe. La incertidumbre a este respecto era debida a que los reaccionarios, en su ingrata labor, constantemente hacían circular la versión de que yo había tenido un rompimiento con el señor Carranza, y que venía batiendo a Villa por mi propia cuenta.

Ya en la ciudad de México, pude confirmar las noticias que había recibido, respecto a que el general Eulalio Gutiérrez, en compañía de los generales Lucio Blanco, Aguirre Benavides, Robles, Almanza y otros jefes militares, con algunas fuerzas que le eran adictas, así como algunos miembros de su efímera administración y de la llamada Convénción, había salido de la capital, dirigiéndose hacia San Luis Potosí, en abierta pugna con Villa y Zapata. Tuve también confirmación de que, a raíz de la huida de Gutiérrez y sus adictos, los restos de la Convención, que eran elementos villistas y zapatistas, nombraron Presidente interino al general Roque González Garza, quien hasta entonces había sido delegado de Villa a la propia Convención.

Las fuerzas del Ejército Convencionista, inmediatamente después de nuestra entrada a la Capital, empezaron a hostilizar a nuestros puestos avanzados, y día a día reforzaban sus ataques, en tal proporción, que antes de terminar la primera decena de febrero, México se podía considerar en estado de sitio, logrando nosotros conservar solamente la comunicación con Veracruz, debido a los constantes esfuerzos que hacíamos para controlar esta vía, única con que contábamos para recibir pertrechos, que del puerto de Veracruz nos enviaba la Primera Jefatura.

El esfuerzo del Primer Jefe para la adquisición de pertrechos era continuado y sin omitir gastos, no obstante que el Tesoro Constitucionalista estaba en un período de crisis verdaderamente angustioso.

Al día siguiente de haber sido ocupada la ciudad de México por el Ejército de Operaciones, ordené la clausura de todas las cantinas y casas de juego, quedando terminantemente prohibido todo juego de azar.

Desde luego, hice conocer a la Cámara de Comercio y al Ayuntamiento de la ciudad de México, mi buena disposición para prestar toda clase de facilidades para la introducción de mercancías, de Puebla, Veracruz y otros Estados con que había comunicación ferrocarrilera, a fin de que no se hiciera sentir la carencia de artículos de primera necesidad; y de acuerdo con mi ofrecimiento, mi Cuartel General expedía diariamente un regular número de órdenes, para que fueran puestos a disposición de los comerciantes o de comisiones del Ayuntamiento, los furgones del Ferrocarril que eran solicitados para el transporte de mercancías destinadas a la Capital; llegando, en muchos casos, a desocupar trenes que teníamos en el servicio militar de nuestra columna para proporcionarlos a los solicitantes, con el fin indicado, cuando ya no había disponibles carros de los destinados al tráfico comercial.


SUSPENSIÓN DE HOSTILIDADES EN NACO

Para tales fechas, había cesado ya la sangrienta lucha en Naco: pues Maytorena, convencido de su impotencia para apoderarse de aquella plaza, y el general Hill, atento al peligro inminente de una complicación internacional si continuaba la lucha en la citada población vecina a la del mismo nombre del Estado de Arizona, Estados Unidos de América, concertaron un armisticio y éste fue ultimado entre el general Plutarco Elías Calles -que quedó como jefe de nuestras fuerzas en Sonora, al salir de allá el general Hill, llamado por la Primera jefatura-, y Maytorena, el 11 de enero de 1915, levantándose la siguiente acta:

Acuerdo celebrado entre el señor Gobernador Constitucional y Comandante Militar del Estado de Sonora y el señor general D. Plutarco Elías Calles, Comandante de las fuerzas Constitucionalistas en Naco y Agua Prieta.

Primero. Que el puerto de Naco, Sonora, será evacuado por las fuerzas Constitucionalistas, al mando del señor general Plutarco Elías Calles.

Segundo. El Gobernador Maytorena y el general Plutarco Elías Calles se comprometen solemnemente a no ocupar en ninguna forma el puerto de Naco, Sonora.

Tercero. Para los efectos de los artículos anteriores, el puerto de Naco, Sonora, quedará neutral y cerrado al tráfico y al comercio, así como su aduana, hasta que pueda tomar posesión de él un Gobierno constituido en México y reconocido, al menos, por los Estados Unidos, o que una de las facciones contendientes en el Estado, domine completamente o sustancialmente a la otra.

Cuarto. Se conviene, también, que durante las operaciones militares de las facciones contendientes, respetarán respectivamente los puertos de Nogales, en poder de las tropas convencionistas, al mando del señor Maytorena; y Agua Prieta, al mando del general Plutarco Elías Calles, jefe de las tropas Constitucionalistas en el Estado; esto es, que dichas plazas no serán atacados por ningÚn motivo, así como tamhién se evitará la lucha, en cualquier población fronteriza, que corresponda a una población norteamericana, con objeto de evitar daños en territorio norteamericano, y no exponer las relaciones amistosas con los Estados Unidos.

Quinto. Se conviene que, para cumplir y llevar a la práctica lo acordado en los artículos anteriores, todas las tropas al mando del señor Maytorena, operando actualmente en los alrededores de Naco, se retirarán a Cananea o Nogales, Sonora, a su elección, y no molestarán, en lo más mínimo, a las tropas del general Plutarco Elías Calles, durante la desocupación de Naco y marcha hacia Agua Prieta. Se acuerda también que durante las operaciones anteriormente mencionadas, las tropas del general Plutarco Elías Calles no molestarán a las del señor Maytorena.

Sexto. Las tropas al mando del señor Maytorena, actualmente en los alrededores de Agua Prieta, se retirarán a Fronteras, al Sur de dicha plaza, dejando libre la parte Oeste de la misma, hasta el momento en que las tropas al mando del señor general Plutarco Elías Calles, ocupen la citada plaza de Agua Prieta.

General Plutarco Elías Calles. Rúbrica.
José María Maytorena. Rúbrica.
Naco, Arizona, enero 11 de 1915.

A consecuencia de este convenio, las tropas Constitucionalistas, al mando del general Calles, evacuaron la plaza de Naco el día 17 de enero, reconcentrándose en Agua Prieta, y entOnces ésta era la única plaza que estaba en nuestro poder en todo el Norte de Sonora.

El general Benjamín G. Hill, después de haber hecho la brillante defensa de la plaza de Naco, había sido llamado a Veracruz y de allí, por orden de la Primera Jefatura, pasó a incorporarse al Ejército de Operaciones de mi mando, habiendo llegado a la ciudad de México, en compañía de los miembros de su Estado Mayor.

Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO V -Primera parteCAPÍTULO V - Tercera parteBiblioteca Virtual Antorcha