Índice de Las grandes mentiras de nuestra historia de Francisco BulnesTercera parte - Capítulo VIIBiblioteca Virtual Antorcha

LAS GRANDES MENTIRAS DE NUESTRA HISTORIA

Francisco Bulnes

TERCERA PARTE

Capítulo octavo

CONCLUSIONES


La verdadera causa del bloqueo llevado a cabo por Francia fue nuestra poca civilización en 1838 y nuestra vanidad herida en Texas, que creyó encontrar fácil revancha en una guerra con Francia.

La verdadera causa del paso a la guerra sanguinaria fue la necesidad del partido santanista de volver a esculpir y a fundir a su héroe en el fuego de la guerra patria.

La verdadera causa de las cobardías e ineptitudes militares durante la guerra, fue el régimen de cuartelazos, conforme al cual estaba organizado nuestro ejército, que es el mejor instituto de cobardía para cualquier ejército.

Lo sensible es, que aun cuando un sabio ya había dicho, que la vara de las tribulaciones hace a los pueblos juiciosos; el nuestro consideró los golpes de 1838 como favores especiales de la fortuna para llenarnos de gloria y renombre. No habiendo aprendido en la segunda lección, teníamos que recibir la tercera: la guerra con los Estados Unidos.

El distinguido literato Don Ignacio M. Altamirano decía de nuestra guerra con Francia:

A consecuencia de este desastre (la capitulación de Ulúa) y de la falta de energía del gobierno de Bustamante, que no la desplegaba sino contra sus compatriotas, se abrieron nuevas negociaciones que concluyeron con un tratado vergonzoso, padrón de ignominia para aquel gobierno, que no tiene excusa alguna para tamaña debilidad. Se pagó a Francia cuanto exigía, etc.

Admitiendo que el tratado de paz fuese vergonzoso, más vergonzosa era la guerra tal como se estaba sosteniendo; sin patriotismo, sin valor, sin ciencia, sin los más elementales conocimientos en la materia. Más ignominiosa era para la nación una victoria de Santa Anna, como la que le costó la pierna, que la paz más humillante. Interesaba a nuestro poder y al verdadero honor de México, que el general Santa Anna no continuase obteniendo sobre el enemigo espléndidas victorias; con que hubiese destruído una vez a los invasores bastaba; los franceses sólo una vida tenían en 1838 aunque parezca raro.

El tratado de paz es vergonzoso, no por las concesiones que en él se hacían, sino por haberlas hecho después de haber ofrecido que jamás se harían, y de haber declarado que eran ignominiosas e incompatibles con la independencia de la nación. La vergüenza resulta de no haber entendido antes de la guerra lo que es honor, y de haber sacrificado al país en el yunque de las humillaciones diplomáticas y militares por falta de percepción moral y política. No hay en 1903 un mexicano digno, que hubiese tenido dificultad en acceder a las pretensiones de Francia, tal como las presentó, proponiendo que las reclamaciones pecuniarias fuesen falladas por una comisión mixta de arbitraje.

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