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INFORME SOBRE LAS CAUSAS DE RENDICIÓN DE LA PLAZA DE CIUDAD JUÁREZ

Señor Secretario de Relaciones Exteriores. México

El Paso, Texas, mayo 26 de 1911.

Tengo el honor de informar a usted con relación a su mensaje del día 17 del corriente mes.

Con el mayor cuidado posIble y la necesaria discreción, he procurado investigar los hechos referidos en el citado mensaje sobre los cuales procuraré dar a conocer los detalles más precisos para la mejor aclaración de los acontecImientos, manifestando de antemano que la misma circunstancia de la reserva será indudablemente causa de la falta de documentos de comprobación y sólo me permito remitir aquellos que me ha sIdo posible adquirir dentro de la limitación investigadora que las circunstancias me han proporcionado.

Analizando el Informe contenido en el mensaje citado antes, encuentro siete puntos que voy a proponerme tratar separadamente y en el orden mismo en que fueron transmitidos.

Dice el primer punto lo siguiente: Que los americanos permItIeron que en pleno combate pasaran por el puente internacIonal trescientos hombres perfectamente armados.

SabIdo por todo el mundo, tanto en la cIudad mexicana de Ciudad Juárez como en la americana de El Paso, es que desde algunos días antes del ataque se limitó el número de transeúntes entre ambas ciudades, sólo permitiendo el paso de las personas a quienes se les concedía un pasaporte firmado por las autoridades militares o civiles de Ciudad Juárez o por las de esta ciudad de El Paso, con mi visto bueno. Si el informe a que me voy refiriendo se contrajera al paso de ios trescientos hombres durante esos días, pudiera presentar algunos visos de verdad, por la consideración de que en partidas aunque muy pequeñas hubieran estado concentrándose en Ciudad Juárez, pero no es admisible que tal hecho hubiera tenido lugar, como lo indica el informe citado, en un solo grupo porque de ello habrían sido testigos una multitud de personas y cómplices, todos los empleados, que hasta bien entrado el combate estuvieron cuidando las garitas de los puentes internacionales.

Menos cierto aun es que se hubieran introducido armados, pues el hecho habría causado gran asombro y media hora después todo el mundo lo habría conocido. Circunstancia que absolutamente no tuvo lugar.

El informante dice que la entrada de estos hombres tuvo lugar en pleno combate, y esto da nuevos motivos para asegurar la imposibilidad del hecho por las consideraciones siguientes.

En el momento mismo en que se escucharon los primeros tiros cambiados por los insurrectos con el puesto más avanzado hacia el occidente, de soldados federales, todas las fuerzas americanas de la ciudad que por orden del Coronel Steever estaban preparadas de antemano para cualquier evento, fueron a reforzar la guarnición que desde muchos días antes había situada a lo largo del río, muy especialmente a la entrada de los puentes. Al efecto, se formó una doble valla de soldados americanos, situada la primera a la orilla misma del río, y la segunda hacia el interior de la ciudad de El Paso, a una distancia considerable, dejando entre ambas filas un espacio enteramente vacío por donde se prohibió de manera absoluta y eficazmente obedecida, el paso de cualquier persona. La multitud de curiosos era detenida por la segunda fila de soldados, entre los cuales había numerosos policías que guardaban el orden y servían igualmente para impedir que el pueblo se acercara a los soldados.

Inútil me parece decir que cada espectador hubiera sido fiel testigo del paso de la gente por la zona vacía, y como en el caso anterior, el mundo entero habría sabido en el acto la violación de las órdenes citadas. Cosa que tampoco sucedió, pues a estas horas, después de varios días de pasados los hechos, habría entre el público mil comentarios que hubieran comprobado la aseveración del informante.

Entre los curiosos habrían existido muchas personas que tuvieran interés en ocultar los hechos; pero también había numerosos que no lo habrían hecho, y entre estos figuraban las personas que por encargo especial mío estaban observando e informándome con la mayor eficacia y oportunidad de los acontecimientos que fueran teniendo lugar. El anexo número I es el informe de mi principal comisionado, que rindió el mismo día del combate; en ese anexo puede leerse la circunstancia de no haberse pasado a la ciudad mexicana gentes ni municiones de guerra.

El segundo punto manifiesta que había entre los que se pasaban cien soldados americanos, pues portaban sus uniformes militares.

Las explicaciones que dejo anotadas anteriormente, contestan esta nueva objeción; y si la he citado de manera especial, ha sido sólo con el objeto de tratar de explicar la causa que obligara al informante a dar noticia de tan grande alarma.

Sabido es que desde hace algunos días antes del combate y durante los armisticios llevados a efecto, se proveyeron muchos de los insurrectos en esta ciudad americana de trajes de kaki, que son del mismo color y forma de los que usa el ejército americano que se encuentra de guarnición en esta frontera. Es probable que el hecho de haber visto o haber sido notificado el informante de que entre los insurrectos había muchos que portaban ese traje, le hiciera suponer que se trataba de soldados americanos del ejército regular, cuando en realidad sólo se trataba de los insurrectos mexicanos.

Todos saben igualmente, que la llamada Legión Americana que formaba parte del cuerpo de insurrectos mandados por José Garibaldi, no pasaba de veinte a veinticinco, y estos hombres llamados Soldados de fortuna acompañaban a los insurrectos desde mucho tiempo atrás.

El tercer punto dice que el nueve en la noche pasaron los rebeldes un cañón moderno que las fuerzas americanas prestaron.

Esta nueva aseveración queda igualmente comprendida en las refutaciones que dejo anotadas con anterioridad e igualmente increíbles; pero he creído conveniente decir algunas palabras de manera especialmente relacionadas por la naturaleza del arma a que se hace referencia.

Entre las numerosas personas a quienes he pedido informaciones a este respecto, no hay una sola que haya visto semejante cañón ni siquiera haber oído hablar de él. Ignoro si el informante quiso referirse a dos ametralladoras que desde el primer momento del combate fueron situadas en el lado americano, en la boca de los puentes, para impedir que los vencidos se precipitaran hacia este lado. Es absolutamente notorio por la multitud de curiosos, que tales ametralladoras permanecieron inmóviles en los sitios donde desde el primer momento fueron colocadas.

Un arma de esta naturaleza habría sido imposible ocultarla y más aún sus efectos que habrían quedado patentes hasta la fecha, cosa que no existe, pues los efectos causados por los dos cañones que los insurrectos tenían y que fueron confeccionados por ellos mísmos con mucha anterioridad bajo la dirección de Garibaldi, se hicieron demasiado notables, porque desde este lado americano podían observarse, y se pudo dar cuenta igualmente el momento en que uno de ellos quedó inútil como resultado, según se me informó, de la explosión producida al caer una granada que un mortero federal disparó, incendiando un depósito de pólvora que estaba colocado muy cerca del cañón insurrecto, y desde aquel momento sólo continuaron haciendo fuego con el otro, que falto de las condiciones de la artillería moderna, eran muy escasos los daños que con él recibía la ciudad atacada.

En las primeras horas del combate fui avisado por una persona de esta ciudad, que le parecía observar que desde el lado americano se disparaba un cañón sobre la ciudad sitiada, y con ese motivo envié inmediatamente un empleado de este Consulado, quien en compañía del Sub-Marshall de la ciudad se presentó inmediatamente en el lugar más próximo donde podían observarse los disparos de esta arma, y pudo convencerse que se trataba exclusivamente de un cañón insurrecto, pero que visto desde el lugar de observación del informante y debido a las sinuosidades del río hacía aparecer los disparos como si tuvieran lugar desde un punto situado en territorio americano.

Para terminar esta serie de refutaciones sobre los tres puntos mencionados con anterioridad y relacionados todos con el paso de gentes con municiones a través de la línea divisoria, citaré por último el hecho de que habiendo sido absolutamente Inesperado el momento del ataque y por circunstancias especiales sabido su principio desde los primeros momentos en este Consulado, hallábanse en esta ciudad diversas personas tratando asuntos aquí, cuando al recibir la noticia se precipitaron violentamente hacia Ciudad Juárez adonde las fuerzas americanas ya situadas en la orilla del río opusieron toda resistencia para el paso de estas personas y sólo alguna que otra logró atravesar la línea mediante los mayores esfuerzos. Entre estas personas puede citarse al señor don Gustavo Alemán que se encontraba en la oficina de mi cargo en los momentos que se recibió la primera noticia de la aproximación de una avanzada de insurrectos hacia el primer puesto de federales. Inmediatamente corrió para trasladarse a Ciudad Juárez y le fue puesta la mayor resistencia por los soidados americanos, quienes llegaron a amenazarlo si pretendía pasar, visto lo cual regresó a esta oficina, en donde se encontraba por casualidad en aquellos momentos una autoridad americana, quien bondadosamente se prestó a acompañarlo y mediante su influencia pudo conseguir su paso a la ciudad mexicana.

El cuarto punto dice que las fuerzas americanas cortaron la vía telefónica para Incomunicar al General Navarro.

En este respecto, los hechos parecen comprobar que tampoco aquí tiene razón el informante, pues las comunicaciones aparecen cortadas en la ciudad mexicana donde también se cortaron los alambres que conducen la electricidad para el alumbrado y la fuerza. No puede asegurarse quién haría esta incomunicación, aunque algunos de los que a este respecto me han informado suponen que muchas de las comunicaciones fueron interrumpidas por la destrucción de algunas casas y aún por los diferentes disparos de metrallas. En todo caso, es perfectamente posible que fueran los insurrectos quienes hicieron la incomunicación porque ésta tuvo lugar en Juárez mismo y no por las fuerzas americanas que se encontraban en El Paso.

Dice el informante en el quinto punto, que el ataque a Juárez fue intempestivo. Ninguna duda hay en este respecto pues a todo el mundo consta que los primeros disparos fueron hechos por los insurrectos, sin órdenes previas de sus jefes. Ignoro que importancia pueda dar el informante a este detalle, aunque me hace presumir que se relaciona con lo que dice después para certificar que no se tomaron por las autoridades de Juárez todas las medidas de seguridad que eran necesarias, y que esto fuera causa de que el descuido por parte de éstas hubiera en alguna forma contribuido al fracaso en la defensa de la ciudad.

Por cuanto a esto, sólo puedo decir que frecuentemente escuchaba opiniones respecto al extremado rigor que el General Navarro tenía para sus fuerzas, obligándolas a permanecer siempre listas en sus puestos aun durante los días del armisticio.

Dice el sexto punto, que Navarro no proporcionó armas a los empleados por lo que estos huyeron al lado americano.

Esta aseveración la considero absolutamente sin fundamento alguno, tanto en lo que se refiere a la negativa de armas como a la huida de los empleados por esta causa. Desde que empezó el temor de que fuera atacada la ciudad, el General Navarro dirigiéndose a los empleados federales, y el jefe político a los del Estado y Municipio, expidieron una circular conforme lo expresa el anexo número dos, invitando a los empleados para la defensa de la población.

Según me han informado algunos jefes de oficina, fueron los empleados mismos quienes se negaron a recibir las armas; tales, por ejemplo, los empleados del telégrafo, alegando que entre ellos había algunas mujeres y niños; los empleados de correos según informe del Jefe Político, concurrieron la primera noche a prestar sus servicios de vigilancia en el lugar de la parroquia que se las había designado de antemano, y allí fueron todos ellos provistos de las armas necesarias. La segunda noche, el número de los empleados que concurrieron se redujo a la mitad, y desde la tercera hasta el fin del ataque sólo un empleado de apellido Meléndez acudió a la cita.

Los empleados de la aduana fueron provistos de armas, que según tengo entendido se compraron especialmente por el administrador, con conocimiento y probablemente a moción del General Navarro.

Según las informaciones que he recibido, fue el General mismo y el Jefe Político los que se empeñaron en dar armas a los empleados pues estaba en su interés contar el mayor número de combatientes, ya que la guarnición de fuerzas regulares era tan pequeña, pero no creo y estoy seguro de que no hay otras personas de la misma opinión del informante que puedan asegurar que el General Navarro se negó a proporcionarles armas para la defensa, sino por el contrario todos indicaron que era notoria la exigencia de este señor para que las tomaran, y fue notable el caso de que en vísperas del ataque y por orden de las autoridades que dejo citadas, se bajara del tranvía a dos empleados que trataban de venirse por la noche a descansar al lado americano.

Dice el último punto que los empleados que por el anterior concepto indicado huyeron a esta ciudad americana se encuentran careciendo de recursos.

También en este caso hay alguna inexactitud del informante, y ésta se relaciona íntimamente con lo aseverado por él en el punto anterior.

Efectivamente, las personas venidas de aquella ciudad antes de que el ataque tuviese verificativo, tuvieron oportunidad de trasladarse con los pequeños recursos que poseían o los objetos de valor de su propiedad, y en este caso no había razón alguna para que careciesen de recursos en los primeros momentos y de una manera absoluta. Es verdad que los empleados estuvieron careciendo de recursos; pero fue precisamente después del ataque, y de manera muy especial, como natural consecuencia de los actos de pillaje que durante el combate tuvieron lugar; pero no como el informante dice por haber huido de él.

Desde el momento que se presentó en esta oficina el primer empleado venido de Juárez, tuvo esa superioridad noticia por mi mensaje de las dos de la tarde, del día diez, en seguida por el de las cinco de la tarde del mismo día, y sucesivamente de todos los demás. En mi mensaje de las siete de la tarde de esa fecha, terminaba con las siguientes palabras refiriéndome a los empleados que se presentaban en este Consulado: Todos manifiestan estar sin fondos principalmente debido a lo precipitado de su salida.

Como era natural no fue posible obtener el mismo día fondos con qué pagar los sueldos de esos empleados o ministrar auxilios a las demás personas que estuvieron en el mismo caso de necesidad, pues era necesario que se libraran las órdenes que en tales casos son indispensables, aunque se hagan con carácter violento.

El Consulado, como es bien sabido de esa superioridad, ha carecido durante el mes de fondos propios precisamente por la falta de tráfico comercial con Ciudad Juárez, y siento mucho tener que citar un hecho que a no ser las circunstancias especiales del presente informe, no lo refiriría, pero creo darle alguna importancia a mi información citándolo por cuestión de oportunidad; y es éste: de mis escasos recursos personales, que son tan pequeños de ordinario, en esta ocasión lo han sido más, tuve la satisfacción de ponerlos a disposición de las personas necesitadas, y el primero que me presentó esta agradable oportunidad de servir a mis compatriotas en la presente ocasión fue el autor del informe que esa superioridad se sirvió transcribirme.

Todos los anteriores puntos tratados por el informante, son, según dice, las causas que motivaron la caída de Ciudad Juárez. Entiendo que el informe que se me pide no abarca esta consideración, sino solamente la investigación respecto de los siete puntos que dejo mencionados, mas como forma parte capital de lo aseverado por el informante, voy a permitirme, aunque en todo caso será una repetición de mis anteriores informes, condensar las siguientes ideas que según mi humilde parecer formaron en el orden de importancia que las cito las causas de la rendición de la plaza.

Primeramente, debo citar el hecho de que habiendo existido en la ciudad un lado perfectamente vulnerable, de todos conocido, especialmente por las causas que lo hacían de fácil e impune acceso, fue aprovechado por los insurrectos, y en él se mantuvieron hasta la terminación, siendo su avance hacia el interior de la ciudad por la perforación de las casas desde donde hacían el ataque a los federales.

En segundo lugar, debe tenerse presente que la guarnición se componía de seiscientos hombres aproximadamente y los que atacaban eran más de tres mil; en tercer lugar, las escasas fuerzas federales se vieron en la necesidad, por su pequeño número, de permanecer en sus puestos sin relevo alguno, circunstancia que puso a los federales a las cincuenta horas de combate continuado, en el caso de la mayor debilidad por agotamiento físico. Mientras tanto, los insurrectos tenían sobrada gente con que mandar diversos grupos para mantener el ataque mientras otra gran cantidad de ellos gozaban de un descanso reparador. Puede agregarse a esta circunstancia también, la del valioso refuerzo que con tanta oportunidad les llegó.

La naturaleza reservada de la presente investigación, me ha puesto en el caso de no poder obtener documentos testimoniales que comprueben mi información y sólo envío los anexos que considero del mayor interés por su oportunidad y que he podido obtener fácilmente sin divulgar el presente.

Protesto a usted las seguridades de mi muy distinguida consideración.

Antonio V. Lomelí


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