Indice de Entrevista al señor Ingeniero y Senador Luis L. León por Píndaro Urióstegui Miranda El gobierno del General Porfirio Díaz y el Primer Congreso Nacional de Estudiantes Cómo inició su actuación en el proceso revolucionario de México, SonoraBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL SEÑOR INGENIERO Y SENADOR LUIS L. LEÓN

Píndaro Urióstegui Miranda


RECUERDOS DE AQUELLOS TIEMPOS

PREGUNTA
Señor ingeniero, quisiera preguntarle ahora, ¿cómo conoció a don Francisco I. Madero y qué imagen conserva usted de él?

RESPUESTA
Con mucho gusto señor licenciado. En la Escuela de Agricultura en la que estábamos internos había jóvenes de Coahuila, unos amigos y otros parientes del señor Madero. Los Aguilar eran sus primos, estaban también los hermanos de los después generales Aguirre Benavides y el mismo Segundo Iturríos, que también conocían al señor Madero. Todos eran de La Laguna. El señor Madero, cuando era candidato y aun antes, cuando empezó a organizar el Partido Antirreeleccionista, acostumbraba dar un paseo a caballo y, generalmente, tomaba la calzada de Tacuba y llegaba hasta la escuela; allí me presentaron a Madero estos compañeros y platiqué con él.

El señor Madero era un hombre de mucha simpatía y un gran idealista, que después demostró toda la valentía de que era capaz; era un hombre que no retrocedía, guiado por sus ideales, ante ningún peligro, pero no con bravuconería, sino sereno, sencillo, decidido. Yo entiendo que el señor Madero presentía su muerte, pero pensaba que su sacrificio sería un gran beneficio para su patria y para sus ideas revolucionarias.

PREGUNTA
¿Señor ingeniero, nos quiere platicar cómo recuerda usted a la hacienda como institución base de la economía agrícola del país, durante el régimen porfirista, y las condiciones del campo en general?

RESPUESTA
Yo tuve oportunidad de conocer esa situación, tanto por mis estudios como porque nuestros profesores siempre se referían a los trabajos de la hacienda y porque visitábamos algunas, invitados por compañeros que eran hijos de hacendados o llevados por los profesores a prácticas.

La hacienda, principalmente en el centro de la República y entiendo que hacia el sur era un poco más exagerado, existía bajo un sistema feudal. El amo era dueño de vidas y haciendas. Recuerdo que yendo a caballo con hacendados, varios alumnos de agricultura, nos enseñaban los campos de cultivo y los grupos de peones que estaban trabajando, cuando llegaba el amo, se quitaban el sombrero y le besaban la mano. Esto yo lo vi aquí, cerca de México, en una hacienda de Texcoco. Al amanecer, los peones cantaban el alabado y desfilaban frente al capataz y el mayordomo, o mayordomos, que ponía el administrador de la hacienda para que distribuyeran el trabajo; vivían acasillados, en condiciones de una miseria enorme. El peón era un esclavo; no podía salir de la hacienda, sin permiso del dueño, por las deudas que tenía y porque lo hacían responsable de las que habían dejado sus padres; ningún vendedor o comerciante independiente podía entrar a ofrecer nada a los peones, porque el hacendado tenía su tienda de raya. Allí les vendía al precio que él fijaba, con vales que les daban como pago; se endeudaban para el bautizo de los hijos, para el casamiento, para los entierros y todo ello con carácter hereditario.

He sabido que en varias haciendas hubo hasta instrumentos de tormento y celdas en donde encerraban a los peones levantiscos, a los peones que protestaban. En Puebla y Oaxaca, supe yo que tenían cepo para los peones (el cepo era un asiento donde los amarraban con los brazos por la espalda y los pies en posiciones muy dolorosas); todavía ahora, cuando fui a visitar el casco de una hacienda, siendo vocal ejecutivo de la Comisión de Colonización, me enseñaron como curiosidad un cuarto donde el hacendado azotaba a los peones cuando se emborrachaban o lo desobedecían.

En el norte no era tan fuerte el feudalismo, pero no dejaba de ser feudalismo. En mi Estado, hacendados como don Luis Terrazas (fue el mayor latifundista) poseían dos millones cuatrocientas cincuenta mil hectáreas en distintas haciendas. Además hay que decir que eran verdaderos señores feudales, porque disponían de las mujeres de los peones y de las jóvenes para sus placeres y pobre del peón que se rebelaba porque generalmente terminaba consignado al ejército o iba a dar al Valle Nacional.

El hacendado, para consolidar el latifundismo, disponía de todas estas ayudas: en primer lugar del gobernador, pues los gobernadores se apoyaban en los hacendados ya que eran los que movían la peonada, pero al mismo tiempo dependían de ellos, porque en muchas partes algunos latifundistas con sus influencias en la capital, cerca del dictador y de los amigos del dictador, principalmente cuando se formó el grupo de los científicos, cobraron un poder superior al de los propios gobernadores. Existía además el jefe político, quien era el instrumento ejecutor de las disposiciones del gobernador y que, generalmente, estaba a las órdenes de los hacendados, para castigar a todos los que se les opusieran. Contaban con el apoyo del gobierno federal al que pagaban reducidísimas contribuciones.

Un pequeño propietario pagaba, probablemente, en relación con su extensión en hectáreas, como cuatro veces lo que un hacendado que cubría un 25% de las contribuciones que le correspondían y tenían otro aliado en las capillas, donde los curas predicaban la sumisión al amo y la aceptación de los sufrimientos de esta vida que les serían premiados en la otra, con la gloria eterna. En fin, el peón estaba desamparado y el latifundista estaba fortalecido por todos lados.

PREGUNTA
¿Cómo actuaban los rurales?

RESPUESTA
La fuerza rural actuó generalmente en contra de los campesinos.

Eran los terratenientes los que la llamaban en su auxilio, precisamente para someter a los campesinos insubordinados a quienes golpeaban o traían presos destinándolos al servicio de las armas, como lo hicieron con un campesino de Morelos, que se llamó Emiliano Zapata, por defender las tierras de Anenecuilco.
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