Índice de La tercera campaña de Morelos y la Constitución de Apatzingan de Lucas AlamánCapítulo terceroCapítulo quintoBiblioteca Virtual Antorcha

La tercera campaña de Morelos
y
El Congreso de Chilpancingo

Lucas Alamán

CAPÍTULO CUARTO

Estado del reino cuando tomó posesión del Virreinato Calleja.- Extensión del pais dominado por Morelos.- Provincias que permanecian en revolución.- Distribución en ellas de las fuerzas del gobierno.- Estado de la hacienda.- Trastornos en el orden político.- Misiones político-morales en México y Querétaro.- Administración de justicia en lo criminal.- Primeras disposiciones de Calleja.- Su proclama.- Recursos que pide.- Préstamo voluntario.- Establecimiento de la junta de arbitrios.- Plan de operaciones militares.- Diversas providencias en varios ramos.


Antes de ocuparnos de las providencias del nuevo Virrey Calleja, conviene que nos detengamos a examinar el estado en que el reino se hallaba cuando se hizo cargo de su gobierno, y que demos razon de algunas de las últimas disposiciones de su antecesor; este exámen hará más fácil la inteligencia del plan de operaciones que el primero se propuso, y más expedita la relación de los grandes acontecimientos que se efetuaron en el tiempo que estuvo en sus manos el mando supremo de la Nueva España.

Por lo que hemos dicho en los dos capítulos anteriores, refiriendo la tercera campaña de Morelos que terminó con la ocupación de Oaxaca, y las operaciones de los individuos de la junta que tomó el título de soberana, se vé que Morelos ocupaba todo el pais que se extiende desde Tehuantepec a Zacatula, a lo largo de la costa del Pacífico; toda la provincia de Oaxaca desde la frontera de Guatemala; la parte del Sur de la de Puebla y en la de México, todo lo que se halla situado entre la costa y el Mescala, sin más excepción que la plaza de Acapulco, que a la sazón sitiaba D. Nicolás Bravo, en la de Veracruz, dominaba toda la parte meridional de ella, desde las pendientes que forman el declive oriental de la cordillera hasta la costa y hasta los confines de Oaxaca y Tabasco, permaneciendo sólo en poder de los realistas la ciudad misma de Veracruz con algunos puntos de la costa, tales como Alvarado y Tlacotalpam, y las villas de Jalapa, Orizaba y Córdoba; pero la comunicación entre estas y Veracruz estaba de tal manera cortada, que sólo se podia pasar con fuertes divisiones de tropa, transcurriendo muchos meses sin tener noticia alguna de uno a otro punto. Conservaba el gobierno en la intendencia de Puebla además de la capital, todas las poblaciones principales, y se sostenian por sus propios esfuerzos Zacapuaxtla y otros pueblos inmediatos a la sierra de Perote, habiendo sido fidelísimos aquellos indios a la causa de España; pero en Zacatlán se hallaba Osorno que habia fortificado aquel punto, en el cual tenia fábrica de artillería, armas y pertrechos de guerra, siendo por la seguridad que ofrecia y proximidad a México, el asilo a donde emigraban los que eran perseguidos en aquella capital, y desde el que él mismo extendia su autoridad hasta la costa, en toda la parte septentrional de la provincia de Veracruz y amenazaba a Tulancingo, Zacapuaxtla, los llanos de Apam y camino de Veracruz.

Osorno obraba independientemente de la junta y aun de Morelos, más no dejaba de reconocer a aquella, y las fuerzas que le obedecian auxiliaban a este, como lo hicieron Arroyo y Montaño para la expedición de Oaxaca. Al norte de la provincia de México, los Villagranes, padre e hijo, ocupaban a Huichapan y Zimapan; desde la primera de estas poblaciones, residencia ordinaria de Villagrán el hijo, conocido con el nombre de Chito, se extendian sus partidas al camino de tierra adentro desde San Juan del Río a las cuestas de Calpulalpan, e impidiendo el paso de los comestibles, ponian a contribución a la capital; Villagrán, el padre, que se hacia llamar Julian I, emperador de la Huasteca (1), extendia por esta sus correrías desde la serranía de Zimapan, aunque se, hallaba contenido en ella por la guarnición de Ixmiquilpan y por las tropas levantadas en Tlahuelilpan y otras haciendas.

En la misma Huasteca habia otros muchos jefes de partidas, con las que estaban, en continua acción los comandantes de las tropas del gobierno Güitian y Llorente. Los individuos de la junta desavenidos y discordes entre sí, tenian repartidas entre ellos las provincias de Michoacán y Guanajuato; Rayón desde Tlalpujahua mandaba en la sierra inmediata de Zitácuaro, valles de Temascaltepec y Sultepec, el de Toluca y hasta el camino de Querétaro, en el que frecuentemente atacaba los convoyes su hermano D. Ramon; miéntras que otras partidas que de él dependian y que estaban a las órdenes de Cañas, Epitacio Sanchez y otros muchos en las montañas de Chapa de Mota y villa del Carbón, tenian en alarma todo aquel territorio hasta las mismas puertas de México.

Verdusco, enteramente desacreditado después de la derrota que sufrió en Valladolid, vagaba al Sur de Michoacán en los pueblos de la tierra caliente, de los cuales los más y toda la costa hasta las cercanías de Colima, reconocían a Rayón como presidente de la junta. Liceaga permanecia en la provincia de Guanajuato en las inmediaciones de Salvatierra y del Valle, y su teniente Cos mandaba en el lado opuesto de la sierra de Guanajuato, en Dolores y pueblos circunvecinos.

En Michoacán el gobierno no poseia mas que la capital y Zamora, pero en la provincia de Guanajuato, casi todas las poblaciones grandes se habian puesto en estado de defensa, y no siendo las fuerzas que los insurgentes tenian suficientes para tomarlas, se limitaban a hostilizar las haciendas y pueblos indefensos. De aquí vino el atroz sistema adoptado por la junta y seguido por sus individuos de destruir las haciendas y las semillas acopiadas en ellas, para reducir a los pueblos fortificados por falta de subsistencias, ya que no lo podian esperar a viva fuerza; sistema que se llevó al cabo desde entonces en las inmediaciones de Valladolid, bajío de Guanajuato y valle de Toluca, y que después tuvo tan funesta extensión.

La revolución habia pues cambiado enteramente de teatro, y en vez de sostenerse en las provincias que en el primer movimiento fueron ocupadas por Hidalgo, se habia trasladado a las del Sur y Oriente, pudiendo considerarse reducida por este tiempo a la extensión de territorio que acaba de decirse, esto es: al que se comprende desde los lindes de la Nueva Galicia, Zacatecas y S. Luis Potosí, hasta la costa del golfo de México hácia el Oriente; y desde el rio de Tampico al Norte hasta las costas del Pacífico al Mediodia, pues aunque quedasen algunas partidas en las referidas provincias, no pasaban de sus orillas, y en la de S. Luis de las riberas del citado rio, en comunicación con las de la Huasteca (2), debiendo entenderse solo de este espacio de terreno lo que Calleja dice en su manifiesto de 22 de Junio de 1814, que a su ingreso al mando, apénas se podia contar con otra cosa que con las capitales de las provincias, y aun una de ellas, acaso la más pingüe, era ya presa de los bandidos (3).

La distribución de las fuerzas del gobierno habia sido más bien obra de las exigencias del momento, que de un plan combinado de operaciones. El cuerpo más numeroso que a la sazón existia reunido, era el que mandaba el brigadier Olazabal, destinado a conducir el convoy de dinero y víveres a Veracruz; desde su regreso de aquella plaza, se componia de los regimientos expedicionarios de Fernando VII y Zamora, los de marina y Guanajuato, alguna caballería expedicionaria también y de dragones de España y S. Luis. Con parte de estos cuerpos y trescientos hombres del de Castilla, volvió a salir de Jalapa el 1° de Marzo, habiendo recogido los caudales que habian quedado depositados en Perote, para cuya conducción y la de las pasturas necesarias para el viaje, que era menester llevar porque en el tránsito todo habia sido talado y consumido, se habian reunido cerca de cuatro mil mulas; el 5 del mismo mes llegó a Veracruz y el 9 salió de aquella plaza conduciendo un rico cargamento de efectos del comercio. A su tránsito por el puente del Rey, destacó al mayor de Castilla Santa Marina, para que fuese a destruir las fortificaciones formadas en la Antigua, cuyo pueblo quemó, y habiendo allanado también otros puntos fortificados, volvió a Jalapa el 14 sin ser molestado por Bravo en su marcha (4). A estas fuerzas, y a las guarniciones considerables de la misma plaza de Veracruz y de las villas de Jalapa, Orizaba y Córdoba, debe agregarse la división que escoltaba al Virrey Venegas, compuesta del batallon 1° Americano y cien dragones, la que salió de Puebla el 20 del mismo Marzo a las órdenes del coronel Monduy, con el triple objeto de llevar a Orizaba dinero para habilitación de los cosecheros del tabaco y mulas en que conducirlo; surtir de víveres a Veracruz, expeditando aquel camino, y conducir al puerto a Venegas (5).

En la provincia de Puebla, el teniente coronel Aguila, sabiendo la toma de Oaxaca por Morelos, habia vuelto a Tehuacán y permaneció en observación por algún tiempo en aquel punto, con su división compuesta de los granaderos, el batallón de Asturias y la correspondiente caballería y artillería; más no habiendo nada que temer por aquel rumbo, con motivo de la marcha de Morelos a Acapulco, regresó a Puebla para ser empleado en otros destinos.

Teníanse guarniciones en Perote, Tlaxcala y S. Martin, además de la que habia en la capital, y todo esto con la línea de puntos fortificados que corria desde Tepeaca, por Atlixco e Izúcar, resguardanao la frontera de la Mixteca ocupada por Morelos, formaba lo que se denominaba ejército del Sur; desde Perote salian expediciones a hacer correrías por los pueblos de la sierra, que como veremos, vinieron a ser de mayor importancia, empleándose en ellas los indios de Zacapuaxtla. Todas las tropas venidas de España, que consistian hasta este tiempo en los batallones de Lobera, Asturias, 1° Americano, Zamora, Castilla, y Fernando VII, cien dragones y una compañía de artillería ligera, estaban entonces, con excepción del primero de estos cuerpos, empleadas en las provincias de Veracruz y Puebla. Algún tiempo después llegaron otros dos batallones, los de Saboya y Extremadura.

La división de Castillo Bustamante distribuida en muchas secciones, se hallaba en la provincia de México en el valle de Toluca e inmediatos, en donde eran frecuentes las acciones con las partidas que capitaneaban varios jefes que reconocian a Rayón; entre los realistas se distinguian Diaz Calvillo, Enriquez, y los subalternos Barachina, Filisola y D. Juan José Codallos. El batallón de Lobera, con parte de los regimientos de línea de México y Nueva España, componian lo principal de esta división.

Por el Sur de la misma provincia se hallaba Armijo, quien con la caballería de su mando, las guarniciones de Taxco e Iguala, y las fuerzas levantadas en las haciendas de azucar, cubria el pais hasta la ribera derecha del Mescala, siendo la izquierda el límite del territorio ocupado por Morelos, sin que por esto dejase de haber partidas de insurgentes al otro lado del rio, con las que habia frecuentes reencuentros. Las avenidas de la Huasteca estaban defendidas por la guarnición de Tulancingo, que expedicionaba por los llanos de Apan, así como las de Pachuca y de Ixmiquilpan cubrian aquella parte de la sierra contra los avances de Villagran. Para asegurar el camino de tierra adentro y facilitar la entrada de víveres en la capital, se hallaba situado en Tanepantla D. Anastasio Bustamante, entonces capitán del regimiento de dragones de S. Luis, y otras secciones que operaban por Tula y S. Juan del Río, se ponian en contacto con las tropas de Castillo Bustamante en el valle de Toluca y con las de la guarnición de Querétaro. Esta, además de la defensa de aquella ciudad, se empleaba en escoltar convoyes en todas direcciones, y en perseguir a los insurgentes del lado de la Sierra Gorda.

La imposibilidad de atender desde México a las provincias de Guanajuato y de Michoacán, con las que casi no habia comunicación por la interceptación de los caminos, hizo que el Virrey Venegas pusiese una y otra bajo el mando del general Cruz, presidente de Nueva Galicia (6). Tenia este mucha amistad con Venegas y seguian correspondencia amistosa de grande intimidad, y por el contrario uno y otro estaban mal dispuestos con Calleja, habiéndose acumulado varios motivos de disgusto entre ellos.

Cual fuese el estado de estas provincias y la distribución de fuerzas en ellas en Abril de 1813, lo manifestó el mismo Cruz en informe que dirigió con aquella fecha al Virrey.

Según este documento, por el Oeste, por donde confina la Nueva Galicia con Sinaloa por el rumbo de Acaponeta y el Rosario, quedaban todavia algunas partidas aunque de poca importancia; por el Nayarit andaba otra que alguna vez hacia sus incursiones hasta las orillas del rio Grande, cometiendo robos y asesinatos, y para contenerla estaba destinado un pequeño cuerpo de tropas. Las más numerosas de aquellas estaban por los confines de Guanajuato y Michoacán, en comunicación con las de estas provincias, en la primera de las cuales se hallaba García Conde con su segundo Iturbide, y estaba organizada la defensa de varias de las principales poblaciones, y en la segunda tenia provisionalmente el mando Linares, sin ocupar más que la capital y Zamora, no habiendo podido sostenerse otros pueblos como Jiquilpan, Cotija y los Reyes, en que se trató de organizar cuerpos de realistas para su defensa (7).

En S. Luis Potosí no habia otra atención que resguardar la parte confinante con Guanajuato, pues aunque la revolución se sostenia en las riberas del Pánuco, confin antes con la Huasteca, se ocupaban de perseguir a los insurgentes en este rumbo las tropas de las provincias internas de Oriente del mando de Arredondo, a las cuales se preparaban mayores y más importantes atenciones.

En materia de hacienda las dificultades habian crecido con la prolongación de la guerra, y el estado del erario, al encargarse Calleja del mando era, el que él mismo puso de manifiesto en su decreto de 17 de Abril de 1813 (8); el erario público, dice, se halla en agonía, y muy próximo a disminuir o acaso a no pagar los sueldos de empleados, con una deuda de más de treinta millones de pesos (9), y con un deficiente mensual de más de doscientos sesenta mil, consumidos todos los fondos públicos, agotados los arbitrios comunes y algunos de los extraordinarios, recargado de deudas las más privilegiadas, como alcances de las tropas que nos defienden, pago de libranzas foráneas de cantidades prestadas para el socorro de las mismas, sueldos de inválidos, dispersos y viudas que cada dia se aumentan, el de tropas que cada dia llegan de Europa con crecidos alcances, construcción de armas, artillería, municiones, vestuarios, monturas, etc., de cuyo repuesto se carece y cada vez se hace más preciso, y el gasto enorme de lista civil, aumentado por los muchos empleados sin destino.

Túvose por imprudente esta publicación, considerando peligroso dar a conocer a los insurgentes la debilidad del gobierno, pero este no era un secreto que no estuviese al alcance de todos, cuando para hacerse de recursos habia sido ya necesario ocurrir a medios tan violentos como los préstamos forzosos. En cuanto a las economías que el estado apurado de las rentas exigia que se introdujesen en los gastos, se habia encontrado muy poca disposición para ello por parte de los empleados. Las cortes decretaron que se hiciese una rebaja en todos los sueldos, proporcionada a la cuantía de estos; no se ejecutó esta orden y la audiencia representó contra su cumplimiento, no obstante lo cual se insistió por el gobierno de España en que se llevase a efecto, y aun se publicó en México por bando en los últimos dias de Noviembre del año anterior; pero habiéndose formado expediente, al que se unieron las representaciones que hicieron todos los jefes de oficinas, se trató el negocio en acuerdo pleno, y en el de 18 de Enero se resolvió suspender el cumplimiento, revocando el bando ya publicado, y representar nuevamente a las cortes, pagándose íntegramente los sueldos miéntras se recibia la contestación.

La necesidad de proveer a México de comestibles que escaseaban por la interceptación de los caminos y que se vendian a altos precios, hizo que Venegas relajase todas las restricciones establecidas en diversos giros, ya por privilegios concedidos a lbs abastecedores contratados, ya por regulaciones gremiales. Habianse publicado las franquicias concedidas por las cortes suprimiendo el estanco de los cordobanes, plomo, estaño y colores (10); estaba concedida la libertad, del comercio y abasto de carnes, y por nuevos bandos se concedió la libre fabricación y venta del pan (11); la del ramo de tocinería (12), y finalmente del de velería (13). Las ventajas de estas disposiciones se hicieron luego palpables con la abundancia y baratura de los efectos de consumo más necesarios (14).

En el orden político el trastorno en que las cosas se hallaban era prodigioso; destruido el antiguo sistema de administración por la constitución y suspendido el cumplimiento de esta, apenas acababa de publicarse, ni ella se observaba ni tampoco las leyes que antes regian. El ayuntamiento de México no se habia renovado, ni suprimiendo en su totalidad el antiguo y eligiendo popularmente el nuevo, como establecia la constitución; ni tampoco con la elección anual de los dos alcaldes, regidores honorarios y síndicos como antes se hacia, y continuaba provisionalmente el existente; habíanse nombrado los electores para diputados a cortes en muchos partidos, pero no en la capital; la audiencia seguia funcionando como cuerpo consultivo del Virrey, y nada se habia establecido del nuevo arreglo de tribunales y juzgados mandado plantear por las Cortes, continuando el Virrey con poder absoluto, estableciendo impuestos, levantando tropas y creando tribunales especiales, como los consejos de guerra permanentes formados para reemplazar a la junta de seguridad. Venegas habia tomado sobre sí toda esta inmensa responsabilidad, y en verdad que su resolución en esta parte fue la más arriesgada, cuando estaba mirando el empeño con que en las cortes se perseguia a los infractores de la nueva constitución, aún en sus menores ápices.

Para influir en la opinión, que habia sido tan fuertemente prevenida contra el gobierno por la libertad de imprenta en los pocos dias que duró, protegió Venegas las misiones que se hicieron y tuvieron principio con el sermón que predicó en la plazuela de Santo Domingo de México el 17 de Enero de 1813 el P. Fr. Diego Bringas, capellán que habia sido del ejército del centro y guardian del colegio de la Santa Cruz de Querétaro. Este sermón, que duró tres horas y se tituló Político moral tuvo tanta celebridad, que Venegas quiso que se repitiese asistiendo a oirlo él mismo con la audiencia y demás autoridades, en una función solemne que se celebró el 24 del mismo mes a la Vírgen de Guadalupe en la iglesia de la Merced (15) escogida al efecto, quizá por la opinión que se tenia de ser los religiosos de aquella orden inclinados á la revolución. Sin embargo, varios de ellos unidos al P. Bringas y al Dr. Mendizabal, cura de la parroquia de la Palma, siguieron las misiones en la iglesia del Oratorio de S. Felipe Neri, llamada la Profesa y en otras de la capital, siendo mayor la maledicencia á que con ellas se dió lugar, que el fruto que se recogió (16).

No fue sólo en México donde se hizo uso de este medio; en Querétaro se empleó también y con mucha mayor extensión (17). Hallábase en aquella ciudad el P. D. Manuel Toral, por no poder residir en su curato de Aculco, en donde no habia seguridad alguna a causa de la revolución, y viendo el fermento que en aquella ciudad habia a favor de la insurrección, propuso hacer contra esta unas misiones al comandante Garda Revollo, quien no sólo aprobó el intento, sino que lo recomendó a los curas, los cuales se opusieron a su ejecución. Llegó a la sazón de México uno de los misioneros de aquella capital, el P. mercedario Fr. Manuel Estrada (18), tan ardiente realista como otros religiosos eran adictos a la insurrección, y puesto de acuerdo con el P. Toral, dieron ámbos principio a la predicación; pero habiendo seguido su viaje hácia tierra adentro el P. Estrada con dos compañeros a continuar las misiones, quedó sólo el P. Toral con pocos colaboradores, pues los prelados de todos los conventos a quienes invitó, se rehusaron a auxiliarle. Continuó sin embargo en su empresa, llevándola tan adelante que intentó formar una especie de inquisición; él mismo y sus compañeros, así como los religiosos de la Cruz que todos eran europeos, negaban la absolución a los penitentes, si no iban a delatar a los que sabian o suponian que eran afectos a la revolución. El P. Toral como presidente de la misión, recibia las denuncias y aún quiso proceder a careos y otras formalidades judiciales, a que se resistieron los denunciantes por no comprometer el secreto, y de todo dió cuenta al Virrey, remitiendo copia de las declaraciones (19). Todo esto no produjo más que burla y rechifla, habiéndose fijado contra los predicadores los más injuriosos pasquines; pero las denuncias secretas del P. Toral al gobierno, tuvieron las consecuencias que en su lugar veremos.

Será interesante ver cual era el estado de la administración de justicia criminal al concluir el antiguo orden de este ramo, para establecer el prevenido por la constitución. De los estados del trienio precedente, formados por la sala del crímen para dar cuenta al Rey según lo prevenido por el consejo de Indias en 5 de Mayo de 1812, cuyo resúmen se comunicó al Virrey por la misma sala (20) en 8 de Febrero de este año, resulta que en este periodo se despacharon por aquel tribunal 9.080 causas con 14.835 reos, de los cuales fueroh condenados a la pena capital 12; a presidio 530; a obras públicas 1.592; a cárcel 349; a casa de recogidas 1.116; a destierros 30; a hospicios 14; al servicio de las armas 2.786; al de la marina 600; puestos en libertad 6.743; indultados 1.063, y sólo quedaron pendientes a fin de Diciembre de 1812, 18 causas, de las cuales eran 10 de corte, esto es, de la ciudad de México, y 8 de fuera. En este número no están comprendidas las causas de infidencia, despachadas en los dos últimos años por la junta de seguridad, compuesta de individuos de la misma sala del crimen, cuyo número se dice en nota al citado resúmen, haber sido por lo menos quintuplicado.

Este número de causas y de reos parecerá enorme, pero si se hace abstracción de las causas de infidencia que eran efecto de una circunstancia temporal y particular, y se atiende a que el resorte de la sala del crímen se extendia a la mayor parte del reino, sin más excepción que la de las provincias que dependian de la audiencia de Guadalajara, no parecerá tan exorbitante, y muy probablemente si se sumase ahora el número de causas y reos despachados en igual periodo por todos los tribunales de los estados, comprendidos en el territorio que entonces dependia de la audiencia de México, resultaria mucho mayor (21).

Según la reseña que acabamos de hacer, Calleja al entrar á gobernar la Nueva España, tenia que luchar con la revolución en toda su fuerza, pues aunque esta habia sido quebrantada con tantas derrotas sufridas por los insurgentes, habia tomado nuevo aliento con las ventajas obtenidas por Morelos al fin del año anterior, encontrándose además con un erario exhausto, la más completa anarquía en la administración y una opinión generalmente hostil al gobierno. Tenia en su favor el gran conocimiento que poseia del pais y de todos los jefes que tenia que emplear, y contaba con un ejército numeroso y aguerrido y de cuya fidelidad no podia dudar; ventajas todas de que careció su antecesor, quien a su ingreso en el mando se halló en un pais nuevo, enteramente desconocido para él, con una revolución que acababa de estallar y por lo mismo con toda la fuerza de la novedad, cuya importancia no podia calcular, con pocas tropas para hacerle frente, y cuya fidelidad era muy dudosa hasta ponerlas a la prueba.

Tenia Calleja que sostener, en el alto puesto a que acababa de subir, la reputación que habia ganado mandando el ejército del centro, aunque algo menoscabada en el sitio de Cuautla, y le era necesario corresponder a las esperanzas que de su gobierno habia hecho concebir, cuando censuraba tan acerbamente el de su predecesor.

Con el fin de llenar todos estos objetos, publicó una proclama, como anuncio de lo que se proponia hacer en su administración (22); en ella deploraba los males que la guerra habia causado, pintando el grado de ruina y desolacion a que e! reino habia llegado, que contrapuso a la paz y prosperidad de que antes disfrutaba; manifestaba que todo motivo de queja habia cesado con la constitución que acababa de darse, la que calificó de fruto precioso de los afanes y de la sabiduría del congreso; yo voy, decia, á poneros en entera posesión de los bienes que en sí encierra, y seré el primero en observar celosamente sus preceptos. Si, ciudadanos, la aurora de la libertad ha brillado por último, y vuestros representantes, echando un velo sobre el desconcierto y fatuidad de los tiempos pasados, cimentaron ya la felicidad de ambas Españas, y estas provincias son un miembro igual a cualquier otro de la monarquía. Cuanto pudierais apetecer y discurrir, y aún aquello que no podríais nunca alcanzar por medio del desórden y la sangre, lo teneis concedido. Establecido un justo medio entre la confusión de la democrácia y la arbitrariedad del despotismo, sois ya ciudadanos dependientes de un poder moderado y justo, que subdividido en sus tres calidades esenciales, imposibilita a los que las poseen como en depósito, de abusar de su facultad, y reunir un excesivo mando, en perjuicio de vuestros derechos y de vuestra libertad. Vuestras manos industriosas, no están ya ligadas ni sujetas a restricciones absurdas; podeis cultivar en vuestros campos cuanto ellos sean capaces de producir; nombrareis de entre vosotros mismos los que hayan de dirigir y cuidar de vuestra economía civil y los que hubiesen de representar la parte de vuestra soberanía en el congreso nacional; publicareis libremente vuestras ideas y pensamientos políticos, en cuanto no propendan a originar la división o trastorno del Estado, y sereis a la vez súbditos y gobernantes, pues que los empleos y destinos públicos son del español sabio y benemérito, ora haya nacido en la península, ora en América.

Mas para llegar a este colmo de felicidad, que entonces anunciaba como el fruto de la constitución, era menester comenzar por destruir aquellos que Calleja conocia que no habian de prestar atención a sus raciocinios, y que abanderizando gentes ilusas, amenazaban con el fuego y el hierro la seguridad del Estado, y para esto se necesitaba dinero y soldados. En cuanto a estos, Calleja decia a los mexicanos: Experiencia teneis de que sé formar ejércitos y conducirlos a la victoria; ellos han triunfado siempre a mi voz, y triunfarán en adclante, sostenidos por el Dios de las batallas, y en cuanto a dinero, exhortaba a los particulares a franquearlo, persuadiéndoles que su suerte dependia de la del gobierno, y que sosteniendo a este, trabajaban en beneficio de sí mismos, pues a costa de algún sacrificio, por costoso que les pareciese, aseguraban para siempre su fortuna, y por el contrario rehusándolo, perecerian y todo lo perderian. Excitaba en seguida a todas las clases del Estado, para que cada una por su parte contribuyese al intento de restablecer la tranquilidad y el orden, y especialmente al clero, cuya influencia era entonces tan grande.

Yo sé, decia a los eclesiásticos, que si vosotros correspondiendo a la santidad de vuestro destino, empleais vuestra doctrina y ejemplo en procurar extinguir el fuego de la discordia, ella desaparecerá como el humo delante del viento; esto era cierto, pero en vez de hacerlo así, el clero era el que sostenia la revolución, no sólo por su influjo, sino por los muchos de sus individuos que estaban al frente de ella.

Terminada esta proclama, comenzada con la protesta de que se hallaba inesperadamente revestido de una autoridad que ni habia pretendido ni deseaba, asegurando que así como habia dado bastantes pruebas de su anhelo por la cordialidad y unión, las daria también de tener la firmeza necesaria para castigar irremisiblemente a los obstinados y malévolos.

Para realizar el intento de reanimar el comercio y la minería con frecuentes convoyes, mientras se podia proporcionar el libre tránsito de los caminos, eran necesarios prontos y suficientes recursos, y para proporcionárselos Calleja, el dia mismo en que tomó posesion del Virreinato, citó al prior y cónsules del tribunal del consulado y les pidió un préstamo de millón y medio de pesos. Aunque el curso de la revolución habia menoscabado mucho las fortunas de los particulares y destruídolas del todo en muchas de las provincias invadidas, de manera que no se ven ya en las Gacetas, en la época de que vamos ocupándonos, las largas listas de donativos que las llenaban en los años anteriores, se reunió prontamente una cantidad de un millón y setenta y ocho mil novecientos pesos en calidad de préstamo con el interés de cinco por ciento, y en la lista que se publicó, aparecen todavía los nombres de aquellos grandes capitalistas españoles que hemos visto, franqueaban en ocasiones semejantes gruesas sumas.

En esta se vé al conde de Basoco subscribir por cincuenta mil pesos; a los condes de la Cortina y Heras, a Acha, Eguia, conde de Agreda; Yermo y otros, por veinticinco, veinte, o quince mil pesos; a otros muchos por sumas gradualmente menores, y el cabildo eclesiástico franqueó sin interes sesenta mil pesos (23), habiendo ofrecido también la junta administrativa del colegio de S. Gregario, veinte mil (24) y algunos dias antes el canónigo Alfaro habia cedido su casa de campo en el camino a Chapultepec, que se apreció en veinticinco mil pesos (25). Hipotecóse por seguro de capital y réditos, la mitad de los productos de la aduana de México, desde 1° de Enero de 1814 (26) que nunca llegaron a tener esta aplicación.

Como este no era más que un recurso pasajero, para llenar el objeto importante de igualar, o por lo menos aproximar el ingreso de las rentas a los gastos que cada dia iban en aumento, estableció el Virrey una junta permanente de arbitrios, presidida por el intendente D. Ramon Gutiérrez del Mazo y compuesta de individuos de todos los Estados; en representación del eclesiástico fue nombrado el canónigo D. Andrés Fernández Madrid; por los hacendados D. José María Fagoaga; por la minería, el director del ramo D. Fausto de Elhuyar; por el comercio, el conde de Basoco y D. Tomas Murphy; y tres oficinistas, que fueron D. Antonio Medina, contador de las cajas de Guadalajara, D. José María Martinez del Campo, y D. Francisco Javier de Arambarri, contador del departamento provisional del ejército del centro y el mismo que redactó la célebre representación del consulado, de que hemos tenido tanta ocasión de hablar en su lugar. Esta junta tenia también el encargo de clasificar las deudas contraidas por el, gobierno designando el órden de su pago, y el de examinar los proyectos de arbitrios que se le pasasen por el mismo gobierno, el cual presentó desde luego a su deliberación los de una lotería, creación de moneda de cobre y otro sobre venta o hipoteca de las fincas nacionales (27).

Para disminuir los pagos que la tesorería de México tenia que hacer, dispuso Calleja que ningún militar ni empleado en cualquiera ramo que percibiese sueldo de la hacienda nacional, cobrase, desde el 16 de Abril en adelante, más cantidad que la respectiva al empleo efectivo que sirviese, suspendiéndose todos los sobresueldos, ayudas de costa, gratificaciones, abonos que bajo cualquier título se hiciesen, exceptuando sólo las gratificaciones de campaña a los militares que estuviesen en ella; más como esta medida habia de causar necesariamente mucho disgusto entre los individuos a quienes alcanzaba, declaró, que la providencia seria solamente por el tiempo que durasen las circunstancias, estrechando a tomarla las escaseces del erario, que no permitian atender aún a sus más precisas cargas. Dispuso también, que con el convoy que debia salir para el interior el 30 de Abril, marchasen a sus destinos todos los oficiales e individuos de tropa que perteneciesen a divisiones o guarniciones de aquel rumbo, así como también todos los empleados de aquellas provincias que se hallasen en la capital, imponiendo la pena de suspensión de empleo y consiguientemente de sueldo, a todo el que después de aquella fecha, permaneciese en la capital sin licencia expresa del mismo Virrey, quien no la daría sino por muy justificado motivo (28).

Los extensos conocimientos que Calleja tenia del pais y del estado de la guerra, y los errores mismos de su antecesor, le hicieron concebir un plan de operaciones militares, que formado con acierto y ejecutado con constancia y energía, le dió definitivamente el triunfo. El mismo Calleja lo ha dado a conocer en su manifiesto de 22 de Junio de 1814, de donde voy á tomarlo, copiando en mucha parte sus mismas expresiones.

Según hemos visto examinando el estado de la revolución al tomar el mando Calleja, los puntos de apoyo principales de los insurgentes en el interior eran Zacatlán, cuartel general de Osorno en la provincia de Puebla; Huichapan y Zimapan en la de México, en cuyos lugares dominaban los Villagranes; y Tlalpujahua asiento de Rayón, en la de Michoacán. Era menester apoderarse de estos puntos, para destruir el influjo que desde ellos ejercian aquellos jefes y expeditar el tránsito de los convoyes, por lo que este fue el primer objeto que el Virrey se propuso. Logrado este intento, nada quedaba que llamase preferentemente la atención, sino Morelos.

Ocupado este a la sazón en el sitio de Acapulco, cuando hubiese logrado la ocupación de aquella plaza como era muy probable, podia emprender desembocar por la Mixteca o por Tehuacán sobre Puebla; o avanzar sobre México o el valle de Toluca pasando el Mescala, para dirigirse sobre Cuernavaca y Taxco; o por último, invadir a Valladolid y por la provincia de Michoacán otras del interior.

Las tropas del gobierno nada podian intentar por entonces contra Morelos, pues era la estación del calor y se aproximaba la de las lluvias, durante la cual y aprovechando la inacción de Morelos, Calleja creyó que debia conservar las tropas a la defensiva, para que disciplinadas y en orden pudiesen operar con buen éxito en la estación oportuna, según el plan de operaciones premeditado.

Para cubrir a Puebla y las avenidas de las villas, dispuso el Virrey formar un cuerpo respetable al Sur de la capital, y bien pronto su fuerza subió a cinco o seis mil hombres. Mis órdenes, dice Calleja, fueron expedidas al ejército del Sur y a las divisiones de Toluca, Tula y Guanajuato, con instrucciones exactas para sus movimientos en cualquier sentido que los hiciese Morelos, sin perjuicio de las ligeras expediciones, convoyes y otros servicios prontos y necesarios que conviniese ejecutara cada comandante; y a efecto de cerrar una línea de observación sobre el mismo rebelde, que le quitase toda esperanza de flanquear algún cuerpo, o aprovecharse de un momento imprevisto para hacer una marcha rápida sin ser sentido, hice organizar la sección de Taxco y reforzar las de las villas, quedando así exactamente cubiertos los paises de Puebla y México por los rumbos del Sur, Oeste y Noroeste, con la sucesión de divisiones de Jalapa, Orizaba, Perote, Izúcar, Taxco, Toluca y el bajío, apoyadas en el grueso del ejército del Sur situado en Puebla y con las tropas de la capital y la división de Tula.

Las tropas destinadas a formar la extremidad de esta línea hácia el Norte, en el bajío de Guanajuato, no sólo tenian el objeto de defender el país que fuese invadido por Morelos, sino también el de formar un cuerpo respetable, que así como el ejército del Sur por el extremo opuesto, cubriese la capital por aquel rumbo, protegiese las tropas del bajío, estuviese en contacto con las de la Nueva Galicia y flanquease la tierra caliente. Tomadas estas medidas, Calleja esperó tranquilo el resultado del movimiento que Morelos hiciese, y confiado en el triunfo de las armas del gobierno, todo lo tenia dispuesto para que llegado aquel momento, su línea de observación dividida en diversos cuerpos de ataque, invadiese el pais que Morelos poseía y fuesen recobrados Oaxaca, Acapulco y las costas laterales de este puerto. Todo lo que va a ocuparnos en la serie de los sucesos de este año, no es más que el desarrollo de este vasto plan y de los varios incidentes que con él se mezclaron.

A fin de que las providencias del gobierno pudiesen abrazar todos los ramos de la administración, mandó Calleja por una circular (29) a todos los jefes, que remitiesen una noticia exacta del estado del territorio de su mando, la cual abrazase todos los puntos que tuviesen relacion con la felicidad pública, de tal manera que por ella se viese la decadencia o fomento de la agricultura, el atraso o adelanto de la industria, y la prosperidad o ruina del comercio. Con esta noticia debian acompañar la del estado de los productos actuales de las rentas públicas del territorio respectivo, arbitrios extraordinarios que se hubiesen adoptado y gastos que se erogasen, tanto en la manutención de la fuerza militar como de los empleados, especificando el número de tropas existente, con distinción de cada arma y el estado de su armamento.

Para que las tropas del ejército quedasen expeditas para el servicio activo de campaña y no se inutilizase ún gran número de ellas en las guarniciones, llevó adelante con el mayor tesón la ejecución del plan que desde Aguascalientes habia propuesto a Venegas, de hacer que los vecinos se armasen para la defensa de las poblaciones (30), y que se levantasen compañíás en todas las haciendas, que auxiliasen también las operaciones de las tropas. Aunque en México habia tres batallones y dos escuadrones de realistas o patriotas de Fernando VII, el número de soldados estaba muy disminuido y el servicio generalmente se hacia no por los individuos acomodados a quienes tocaba, sino por otros pobres de los mismos cuerpos a quienes aquellos pagaban las guardias, o a quienes habian puesto en su lugar. Calleja mandó que se alistasen todos los vecinos, bajo la pena de ser aplicados al servicio de las armas en un cuerpo de línea, los que no lo hiciesen dentro de cierto número de dias, y para hacer ver que esta no era una mera amenaza, hizo que se efectuase con dos jóvenes de una de las familias mas opulentas y consideradas de México, los hijos del conde de Perez Galvez, a quienes mandó alistar en uno de los cuerpos expedicionarios que se hallaban en aquella capital. No se llevó sin embargo adelante la providencia, y siempre fue grande el número de los que con uno u otro pretexto se excusaron de servir. Para remplazar las bajas del ejército, se hicieron levas en las poblaciones grandes, y en México especialmente se ejecutaron con mucho rigor.

Desconfiando Calleja de la fidelidad de los empleados mexicanos de la secretaría del Virreinato, no sólo hizo en ella muchas variaciones, y entre ellas admitió la renuncia a pretexto de falta de salud, del secretario D. Manuel Velazquez de León, que era sospechoso a los españoles desde las juntas de Iturrigaray, en cuyo lugar fue nombrado D. Patricio Humana, oficial mayor de la misma oficina; sino que también estableció una secretaría particular para el despacho de los asuntos de la guerra, cuya dirección encargó al teniente coronel D. Joaquin Pelaez, el mismo que vimos salvar la vida en Guanajuato, cuando fue cogido en la alhóndiga de Granaditas, persuadiendo a los indios que lo conducian preso, que el cura Hidalgo habia ofrecido una gratificación considerable al que se lo presentase vivo; y seguir obteniendo después al ejército del centro desde entonces la confianza de Calleja; todos los empleados en esta nueva oficina eran europeos, oficiales del ejército, de cuya fidelidad y secreto se tenia plena seguridad.

Como sucede en toda variación del jefe superior, caen del favor los que lo obtenian del antecesor y lo obtienen los que antes eran vistos con desprecio o indiferencia. El conde de Castro Terreño habia sido removido del mando de Puebla, con motivo de la mala inteligencia que habia entre él y el obispo Campillo, pero en realidad por lo poco satisfecho que Venegas habia quedado de sus servicios. Apénas Calleja entró a mandar, lo restableció en la comandancia de aquella provincia y además se le nombró general del ejército del Sur, siendo este y la retención de Trujillo, de los desagrados que tuvo que experimentar Venegas en los dias que permaneció en México, después de su separación del Virreinato. Más tarde conoció Calleja que Venegas habia juzgado con acierto de lo poco de que era capaz Castro Terreño, y tuvo que quitarle el mando.

Gustaba Calleja de la pompa militar, y desde que mandaba el ejército del centro, habia formado una compañía de caballería para su escolta. Elevado al Virreinato, creó un escuadron con el título de Dragones del Virrey, que fue vestido lujosamente. El gobierno de España desaprobó esta denominación, y se llamaron Dragones del rey. Tales fueron las primeras disposiciones tomadas por el Virrey Calleja para dar principio a su gobierno, de cuyos pormenores vamos a ocuparnos.

Notas

(1) Así lo dice Calleja en su manifiesto de 22 de Junio de 1814, y se me ha asegurado que Villagrán hizo acuñar moneda con ese título, que no he logrado ver.

(2) Véase el mapa que se acompaña, en el que va demarcado con colores el espacio ocupado por la revolución, y los itinerarios de Morelos en su tercera campaña, en su marcha a Valladolid, y en sus sucesivos movimientos hasta su prisión. Nos ha sido imposible reproducir, con la calidad debida, el citado mapa, por lo que hemos optado por prescindir del mismo en la presente edición virtual. Precisión de Chantal López y Omar Cortés.

(3) Este manifiesto es una pieza muy importante, y que va a ser el texto que tomaré para dar razón del sistema adoptado por Calleja para la guerra, explicado con mucha precisión y claridad en aquel documento.

(4) Gaceta de 23 de Marzo, tomo 4°, núm. 376, fol. 306.

(5) La misma Gaceta, fol. 308.

(6) Por esta razón los partes de la toma de la isla Liceaga por Iturbide, están dirigidos por García Conde a Cruz.

(7) Véase este informe extractado por Bustamante, Cuadro histórico, tomo 2°, fol. 402.

(8) Gaceta de 24 de Abril de 1813, núm. 392, tomo 4°, fol. 421.

(9) Arechederrera, Diario o Apuntes históricos manuscritos.

(10) Publicóse por bando en 27 de Octubre de 1812.

(11) Idem en 8 de Enero de 1813.

(12) Idem de 6 de Febrero idem.

(13) Bando publicado en 9 de Febrero de 1813.

(14) Véase el órden en que bajó el precio del carnero.- En 8 de Enero se comenzó á vender a un real la libra. En 13 del mismo 18 onzas. En 25, 28 onzas.- Diario de Riofrio manuscrito.

(15) Este sermón se imprimió y circuló por todas partes con gran número de ejemplares.

(16) Arechederreta, Apuntes históricos, y Diario de Riofrio ámbos manuscritos.

(17) Todas las noticias relativas a las misiones dé Querétaro, están tomadas de los informes originales del P. Toral, que se hallan en uno de los cuadernos de la causa de la señora Dominguez.

(18) Llamábanle el P. Beveleche.

(19) Todo lo he visto en los informes originales del P. Toral, que no me han entretenido poco, conociendo a algunas de las denunciantas, pues casi todas eran mujeres, y de los de los denunciados, entre los cuales se cuenta al Dr. Osores, actual dean de México.

(20) Gaceta de 11 de Marzo de 1813, tomo 4°, núm. 371, fol. 267.

(21) D. Carlos Bustamante, siempre exagerado e inexacto en todo cuanto escribe, acusa a Calleja de impudencia, por haber manifestado la tiranía opresora de su gobierno con la publicación de estos estados o su resúmen formados por la sala del crímen. Nuestras ciudades y poblados, dice, eran en aquellos dias tristes, otras tantas cárceles, y puede decirse de ellas lo que otro dijo del mundo, que es una gran jaula de locos, y aquí de cautivos. En cuanto al número de presos, siempre por desgracia es grande en las cárceles de este pais, y hoy que la administración de justicia es menos expedita, lo es mayor, siendo excesivo el que hay siempre sólo en las prisiones de México, sin contar los de las demás poblaciones, y es de notar también que siendo estas causas por delitos comunes, que todo gobierno castiga, no hay que atribuir el gran número de reos a la opresión del gobierno, sino a otras causas que por desgracia en vez de corregirse han tenido mayor aumento.

(22) Se insertó en la Gaceta de 6 de Abril, tomo 4°, núm. 382, fol. 155 y en la siguiente. La fecha es de 26 de Marzo.

(23) Gaceta de 15 de Junio, tomo 4°, núm. 414, fol. 603, en la cual y en la siguiente de 17 de Junio, están las listas de los prestamistas.

(24) Gacetas de aquellos dias.

(25) Llámase la casa colorada, id.

(26) Gaceta de 17 de Junio de 1813, núm. 415, fol. 612.

(27) Gaceta de 24 de Abril, tomo 4°, núm. 392, Col. 421.

(28)) Gaceta de 20 de Abril, tomo 4°, núm, 389, Col. 404.

(29) Está inserta en la Gaceta de 20 de Abril, tomo 4°, núm. 389, fol. 401.

(30) Gaceta de 4 de Mayo de 1813, tomo 4°, núm. 396. fol. 458.

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