Índice de Prolegómenos de la Independencia mexicana de Lucas AlamánPrólogo de Lucas AlamánCapítulo II - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO UNO




Virreinato de la Nueva España.- Primitivos habitantes de ella.- Nueva población originada en la conquista.- Españoles europeos, y americanos.- Rivalidad entre ambos.- Mujeres criollas.- Nobleza.- Ilustración.- Población total.- Proporción de las diversas clases.- Indios.- Castas.- Calidades e ignorancia de estas dos clases.- Distribución de la población sobre la superficie del reino.


EL virreinato de Nueva España comprendía, en la época en que esta historia comienza, no sólo el territorio a que dió este nombre D. Fernando Cortés cuando hizo el descubrimiento y conquista de él, sino también el antiguo reino de Michoacán: la nueva Galícia, conquistada por Nuño de Guzmán, que formaba la intendencia de Guadalajara; otras provincias centrales que sucesivamente se agregaron; las internas de Oriente y Occidente; las Californias, y la península de Yucatán. Al Norte confinaba con los Estados-Unidos de América, desde el golfo de México hasta el Oceano Pacífico, siendo inciertos los límites, hasta que se fijaron claramente en el tratado celebrado por el rey de España con el gobierno de aquella República, en 22 de Febrero de 1819. Se extendia por el Sur hasta tocar con la provincia de Chiapas y su anexa de Soconusco, dependientes de la capitanía general de Guatemala; y las costas de Yucatán, desde el golfo de Honduras, con el vasto contorno del Seno mexicano, señalaban sus términos por el Oriente; así como por el Poniente los formaba el mar del Sur, u Oceano Pacífico, desde el istmo de Tehuantepec, hasta el Norte de la alta California.

La cordillera de los Andes, que en toda la América meridional corre aproximada al mar del Sur, se reduce a tan corta altura y espacio en el istmo de Tehuantepec, que hace practicable en aquel punto la comunicación entre ambos oceanos, y vuelve a alzarse luego desde la provincia de Oaxaca, extendiéndose en anchura a medida que camina hacia el Norte. Entre las ásperas sierras que van siguiendo la dirección de la cordillera principal, coronadas en algunas partes por la nieve perpetua que cubre los antiguos volcanes elevados a inmensas alturas, se forman llanos espaciosos, levantados algunos más de dos mil varas sobre el nivel del mar, que se suelen conocer con el nombre de valles y que se denominan por las principales poblaciones que en ellos se encuentran. Al conjunto de estas llanadas, colocadas a tanta elevación, se ha dado impropiamente el nombre de la mesa central de México. Su descenso es muy rápido hácia las costas del Seno mexicano, pero por el lado del mar del Sur, va graduándose como por escalones, que forman los diversos ramos de la cordillera, la cual continúa hasta los Estados Unidos por el medio del continente, formando un plano suavemente inclinado hácia las riberas del rio grande del Norte y las llanuras de Texas (1).

Esta estructura particular del terreno combinada con la latitud, produce, no solo la gran variedad de climas y de frutos que se conocen en México, sino que tambien influye en la diversidad de castas que forman su población, y en sus usos, costumbres, buenas y malas calidades, tanto físicas como morales. De la misma causa procede la mayor o menor facilidad de las comunicaciones de unos puntos a otros, según que los separan entre sí llanuras secas y áridas en una parte del año, pantanosas o anegadas en la otra; cordilleras inaccesibles por su aspereza, o valles y profundidades ardientes y enfermizas, para todos los que no están habituados a aquellos climas mortíferos. Los efectos de esta conformación del pais, han sido tambien de la mayor trascendencia en los acontecimientos de que voy a ocuparme, y por esto el conocimiento de esta constitución física es indispensable, para comprender su historia política y militar.

Antes de la conquista que los españoles hicieron a principios del siglo XVI, y a que fueron dando mayor extension en los dos siguientes, el pais se hallaba poblado por diversas naciones, que según sus historias, habian emigrado en distintas épocas de las regiones septentrionales, estando trazado con mucha precisión en sus pinturas geroglíficas, el camino que algunas de ellas siguieron desde el Norte de las Californias hasta las lagunas mexicanas, y todo inclina a creer que estas emigraciones procedieron de la gran llanura central del Asia, que por un lado lanzó sobre la Europa los enjambres de bárbaros que contribuyeron a destruir el imperio romano, y por el otro las tribus que poblaron el continente americano; sin negar por esto que hubiese otra emigración por el Atlántico, más antigua y de pueblos más adelantados en cultura, de los que ya no quedaba ni memoria en el siglo de la conquista, y sólo son conocidos por las gigantescas ruinas del Palenque y las que se ven todavía en varios puntos de Yucatán. De estas varias naciones, la mexicana, gobernada bajo la forma de una monarquía electiva, era la mas poderosa, y con sucesivas conquistas, se habia ido extendiendo desde la laguna que fue su primer asiento, hasta el Seno mexicano por el Oriente, comprendiendo las provincias de México, Puebla y Veracruz: sus límites por el Poniente eran mas estrechos, pues solo llegaban a pocas leguas de la capital, lindando con la serranía de Tula y rio de Moctezuma o de Tampico; mas por el Sur se prolongaba hasta el mar Pacífico, en todo el resto de la provincia de México y parte de la de Michoacan. Dentro de aquel imperio se hallaba enclavada la República aristocrática de Tlaxcala, con su pequeño territorio, excepto por el Norte que tenia por vecinos a los bárbaros chichimecas; siempre en guerra con los mexicanos para defender su independencia, el odio nacional que se habia creado entre ambos pueblos por estas hostilidades continuas, fue el gran resorte, que con admirable sagacidad, supo emplear Cortés para subyugar a unos y otros. Estas naciones ocupaban en su parte principal las llanuras mas elevadas de la mesa central, en el clima templado y frio: las monarquías de Oaxaca y Michoacán, se hallaban situadas en el descenso de la cordillera hácia el mar del Sur, y tenian la misma extensión que las intendencias que llevaron despues estos nombres; varios caciques independientes dominaban las costas de Jalisco o Nueva Galicia, y quedaban también algunos otros que no habian sido sometidos al yugo mexicano en las del Norte, hácia la embocadura del Pánuco. Estos eran los pueblos que por sus leyes, instituciones políticas y conocimientos en la astronomía y en las artes, habian llegado a un grado mas o menos elevado de civilización, especialmente los mexicanos, y todavía más el reino de Tezcuco, que así como el de Tacuba se hallaban unidos a aquellos por una especie de triple alianza, de que seria difícil encontrar otro ejemplo en la historia. Todo el resto del pais hácia el Norte estaba ocupado por tribus vagantes, en estado de completa barbárie, que costó mucho tiempo y trabajo a los españoles reducir y civilizar, mas por medio de los misioneros que por las armas, y aun este género de población iba disminuyendo a medida que se apartaba del centro de la civilización que era el valle mexicano, hasta terminar en regiones casi del todo despobladas y yermas (2).

La conquista introdujo en la población de la Nueva España, y en general, de todo el continente de América, otros elementos que es indispensable conocer, tanto en su número como en su importancia y distribución sobre la superficie del pais, pues todas estas circunstancias, y aun todavía mas, la distinción que las leyes hicieron entre las diversas clases de habitantes, fueron de grande influjo en la revolución y en todos los acontecimientos sucesivos. Estos nuevos elementos fueron los españoles y los negros que ellos trajeron de Africa. Distinguiéronse poco tiempo después los españoles en nacidos en Europa, y en naturales de América, a quienes por esta razon se dió el nombre de criollos, el que con el trascurso del tiempo vino a considerarse como una voz insultante, pero que en su orígen no significaba mas que nacido y criado en la tierra. De la mezcla de los españoles con la clase india procedieron los mestizos, así como de la de todos con los negros, los mulatos, zambos, pardos y toda la variada nomenclatura, que se comprendia en el nombre genérico de castas (3). A los españoles nacidos en Europa, y que en adelante llamaré solamente europeos, se les llamaba gachupines (4), que en lengua mexicana significa hombres que tienen calzados con puntas o que pican, con alusión a las espuelas, y este nombre, lo mismo que el de criollo, con el progreso de la rivalidad entre unos y otros, vino también a tenerse por ofensivo.

Regulábase en setenta mil el número de los españoles nacidos en Europa que residian en la Nueva España en el año de 1808. Ellos ocupaban casi todos los principales empleos en la administración, la iglesia, la magistratura y el ejército: ejercian casi exclusivamente el comercio, y eran dueños de grandes caudales consistentes en numerario, empleado en diversos giros, y en toda clase de fincas y propiedades. Los que no venian con empleos, dejaban su patria generalmente muy jóvenes, y pertenecian a familias pobres, pero honestas, en especial los que procedian de las provincias vascongadas y de las montañas de Santander, y por lo común eran de buenas costumbres. Siendo su fin hacer fortuna, estaban dispuestos a buscarla, destinándose a cualquier género de trabajo productivo: ni las distancias, ni los peligros, ni los malos climas los arredraban. Los unos llegaban destinados a servir en casa de algun pariente o amigo de su familia; otros eran acomodados por sus paisanos: todos entraban en clase de dependientes, sujetos a una severa disciplina, y desde sus primeros pasos aprendian a considerar el trabajo y la economía, como el único camino para la riqueza. Alguna relajación habia en esto en México y Veracruz, pero en todas las ciudades del interior, por ricas y populosas que fuesen, los dependientes en cada casa eran tenidos bajo un sistema muy estrecho de órden y regularidad casi monástica, y este género de educación espartana, hacia de los españoles residentes en América, una especie de hombres que no habia en la misma España, y que no volverá a haber en América. Segun adelantaban en su fortuna, o según los méritos que contraian, solian casar con alguna hija de la casa, mucho mas si eran parientes, o se establecian por sí, y todos se enlazaban con mujeres criollas, pues eran muy pocas las que venian de España, y estas generalmente casadas con los empleados. Con la fortuna y el parentesco con las familias respetables de cada lugar venia la consideración, los empleos municipales y la influencia, que algunas veces degeneraba en preponderancia absoluta. Una vez establecidos así los españoles, nunca pensaban en volver a su patria, y consideraban como el único objeto de que debian ocuparse, el momento de sus intereses, los adelantos del lugar de su residencia, y la comodidad y decoro de su familia; de donde resaltaba, que cada español que se enriquecia, era un caudal que se formaba en beneficio del pais, una familia acomodada que en él se arraigaba, o a falta de ésta, era orígen de fundaciones piadosas y benéficas, destinadas al amparo de los huérfanos y al socorro de los menesterosos y desvalidos, de que especialmente la ciudad de México presenta tan grandiosas muestras. Estas fortunas se formaban por las tareas laboriosas del campo, por un largo ejercicio del comercio, o por el más aventurado trabajo de las minas; y aunque estas ocupaciones no abriesen por lo común, un camino de llegar rápidamente a la riqueza, ayudaba a formarla la economía que habia en las familias, en las que se vivia con frugalidad, sin lujo en muebles ni vestidos, y así se habian ido creando porción de capitales medianos, que estaban repartidos en todas las poblaciones, aun en las de menos importancia, sin que esta parsimonia impidiese los actos de liberalidad que se manifestaban en ocasiones de públicas calamidades, o cuando el servicio dd estado lo exigía, de lo que veremos muchos y muy señalados ejemplos.

Rara vez los criollos cOnservaban el orden de economía de sus padres y seguian la profesión que habia enriquecido e éstos, los cuales, en medio de las comodidades que les proporcionaba el caudal que habian adquirido, tampoco sujetaban a sus hijos a la severa disciplina en que ellos mismos se habian formado. Deseosos de darles una educación mas distinguida y correspondiente al lugar que ellos ocupaban en la sociedad, los destinaban a los estudios que los conducian a la iglesia o a la abogacía, o los dejaban en la ociosidad y en una soltura perjudicial a sus costumbres. Algunos los mandaban al seminario de Vergara, en la provincia de Guipúzcoa en España, cuando este se estableció bajo un pie brillante de instrucción general, y si esto se hubiera generalizado, habria contribuido mucho no solo a propagar los conocimientos útiles en la América española, sino también para unir esta con la metrópoli con lazos mas duraderos. De este género de educacion viciosa provenia, que mientras los dependientes eUropeos casados con las hijas del amo, sostenian el giro de la casa y venian a ser el apoyo de la familia, aumentando la porción de herencia que habia tocado a sus mujeres; los hijos criollos la desperdiciaban en pocos años y quedaban arruinados y perdidos, echándose a pretender empleos, para ganar en el trabajo flojo de una oficina los medios escasos de subsistir, mas bien que asegurarse una existencia independiente, con una vida activa y laboriosa (5). La educación literaria que se les daba a veces, y el aire de caballeros que tomaban en la ociosidad y en la abundancia, les hacia ver con desprecio a los europeos, que les parecian ruines y codiciosos porque eran económicos y activos, y los tenian por inferiores a ellos, porque se empleaban en tráficos y profesiones, que consideraban como indignas de la clase a que con ellas los habian elevado sus padres. Sea por efecto de esta viciosa educación, sea por influjo del clima que inclina al abandono y a la molicie, eran los criollos generalmente desidiosos y descuidados: de ingenio agudo, pero al que pocas veces acompañaba el juicio y la reflexión; prontos para emprender y poco prevenidos en los medios de ejecutar; entregándose con ardor a lo presente y atendiendo poco a lo venidero; pródigos en la buena fortuna y pacientes y sufridos en la adversa. El efecto de estas funestas propensiones era la corta duracion de las fortunas, y el empeño de los europeos en trabajar para formarlas y dejarlas a sus hijos, pudiera compararse al tonel sin fondo de las Danaides, que por más que se le echara, nunca llegaba a colmarse. De aquí resultaba que la raza española en América, necesitaba para permanecer en prosperidad y opulencia, una refacción continua de españoles europeos que venian a formar nuevas familias, a medida que las formadas por sus predecesores, caian en el olvido y la indigencia.

Aunque las leyes no establecian diferencia alguna entre estas dos clases de españoles, ni tampoco respecto a los mestizos nacidos de unos y otros de madres indias, vino a haberla de hecho, y con ella se fue creando una rivalidad declarada entre ellas, que aunque por largo tiempo solapada, era de temer rompiese de una manera funesta, cuando se presentase la ocasión. Los europeos ejercian como antes se dijo, casi todos los altos empleos (6), tanto porque así lo exijia la política, cuanto por la mayor oportunidad que tenian de solicitarlos y obtenerlos, hallándose cerca de la fuente de que dimanaban todas las gracias: los criollos los obtenian rara vez, por alguna felíz combinacion de circunstancias, o cuando iban a la corte a pretenderlos, y aunque tenian todas las plazas subalternas que eran en mucho mayor número, esto antes excitaba su ambición de ocupar también las superiores, que la satisfacia. Aunque en los dos primeros siglos después de la conquista, la carrera eclesiástica hubiese presentado a los americanos mayores adelantos, siendo muchos los que entónces obtuvieron (7) obispados, canongías, cátedras y pingües beneficios; se habian cercenado para ellos estas gracias, y a pesar de haberse mandado por el rey que ocupasen por mitad los coros de las catedrales, a consecuencia de la representacion que el ayuntamiento de México hizo en 2 de Mayo de 1792, habia prevalecido la insinuacion del arzobispo D. Alonso Núñez de Haro, que dió motivo a aquella eXposición, para que sólo se les confiriesen empleos inferiores, a fin que permaneciesen sumisos y rendidos, pues que en 1808 todos los obispados de la Nueva España, excepto uno, las mas de las conongías y muchos de los curatos mas pingües, se hallaban en manos de los europeos. En los claustros prevalecieron también estos, y para evitar los disturbios frecuentes que la rivalidad del nacimiento causaba, en algunas órdenes religiosas se estableció por las leyes la alternativa, nombrándose en una eleccion prelados europeos y en otra criollos; pero habiéndose introducido la distinción entre los europeos que habian venido de España con el hábito y los que lo habian tomado en América, en cuyo favor se estableció otro turno, resultaban dos elecciones de europeos por una de criollos. Si a esta preferencia en los empleos políticos y beneficios eclesiásticos, que ha sido el motivo principal de la rivalidad entre ambas clases, se agrega el que como hemos visto, los europeos poseian grandes riquezas, que aunque fuesen el justo premio del trabajo y la industria, excitaban la envidia de los americanos y eran consideradas por estos como otras tantas usurpaciones que se les habian hecho; que aquellos con el poder y la riqueza eran a veces más favorecidos por el bello sexo, proporcionándose mas ventajosos enlaces; que por todos estos motivos juntos, habian obtenido una prepotencia decidida sobre los nacidos en el pais; no será difícil explicar los celos y rivalidad que entre unos y otros fueron creciendo, y que terminaron por un ódio y enemistad mortales.

En todo lo que he dicho en general sobre el carácter de los españoles europeos y americanos, deben hacerse las excepciones que naturalmente exijen las pinturas o definiciones genéricas. Entre los últimos hubo muchos que por su aplicación y economía, se eximieron de los defectos que se atribuyen en general a esta clase, y en el desempeño de los empleos que obtuvieron, se distinguieron en la iglesia muchos prelados ejemplares por su zelo y virtudes, en la toga muchos magistrados de integridad y saber, y en las oficinas muchos empleados recomendables: así como entre los europeos, especialmente en los de las provincias meridionales de España, no eran pocos los que desmentian con una conducta poco regular la laboriosidad y economía de sus paisanos, y por la expresión un gachupín perdido, se entendia un resumen de todos los vicios, que a veces los precipitaban en los crímenes mas atroces.

En los años inmediatos a la conquista, vinieron muchas mujeres españolas casadas con los conquistadores, a procurarse con ellos enlaces más ventajosos que los que por su escasa fortuna pudieran esperar en España. De ellas eran muchas de familias muy distinguidas, entre las que pueden contarse las hijas del comendador de Santiago Leonel de Cervantes, de las que proceden varias de las principales familias de México, y las que llevó consigo a Guatemala Doña Beatriz de la Cueva, de la casa de los duques de Alburquerque, cuando vino casada con D. Pedro de Alvarado: pero en el transcurso del tiempo, no tenian otras que las casadas con los empleados, y estas eran muy pocas, de manera que todas las mujeres blancas que habia en Nueva España eran de la clase criolla. No solian participar estas de los defectos de sus hermanos, por lo que se consideraba como principio establecido, que en América las mujeres valian mas que los hombres; y dejando aparte las excepciones que todas las reglas generales suponen, y muy especialmente las que deben hacerse respecto a la capital y a algunas otras ciudades grandes, en las que la corrupción de costumbres era bastante común; es menester confesar que nada habia más respetable que las familias de mediana fortuna de las provincias, siendo las mujeres criollas, amantes esposas, buenas madres, recojidas, hacendosas, bondadosas y el único defecto que solia imputárseles era, que por la benignidad de su carácter, contribuian no poco a los funestos extravíos de sus hijos.

Los pocos descendientes que quedaban de los conquistadores, y otros que derivaban un origen distinguido de familias que en España lo eran, con los empleados superiores y los acaudalados que habian obtenido algún título o cruz, o adquirido algún empleo municipal perpetuo, formaban una nobleza que no se distinguia del resto de la casta española sino por la riqueza, y que cuando esta se acababa volvia a caer en la clase comun. Conservaba sin embargo aun en su decadencia ciertas prerrogativas, pues se necesitaba pertenecer a ella para ser admitido en el clero, la carrera del foro y la milicia. Como esta clase, a la que se agregaban todos los que adquirian fortuna, pues todos pretendian pasar por españoles y nobles, se distinguia del resto de la población por su traje, estando más o menos bien vestidos los individuos que la formaban, cuando el pueblo generalmente no lo estaba, se conocia con el nombre de gente decente y esto, más bien que el nacimiento, era el carácter distintivo con que se le designaba. Un título de conde o marques (8), con una cruz de Santiago o Calatrava, y despues de Carlos III cuando este órden se erijió, era todo el objeto de la ambición del que se enriquecia por el comercio o hallaba una bonanza en las minas. Estos títulos llevaban consigo la fundación de un vínculo, aunque no siempre se cumplia con esta condición, y además habia otros muchos mayorazgos sin títulos, por cuyo medio se habia pretendido dar duración a las fortunas; peró este intento se frustraba con los gravámenes que se imponian, con permiso de la audiencia, sobre los bienes vinculados, con lo que así estos, como todas las propiedades raices del pais, tanto rústicas como urbanas, estaban afectos en gran parte a reconocimientos a censo redimible en favor del clero y fundaciones piadosas. En todas las raices en que han existido las vinculaciones han sido notados los mayorazgos de pródigos, descuidados y desidiosos, y en Nueva España, donde por desgracia la clase española americana tanto propendía a estos defectos, los mayorazgos podían ser considerados como el tipo del carácter que de ella he delineado.

No puede decirse que la clase española, comprendiendo en esta expresión tanto a los nacidos en España como en América, fuese la clase ilustrada; pero si que la ilustración que habia en el pais, estaba exclusivamente en ella. De los europeos, los que venian con empleos en la magistratUra y en el clero, tenían la instrucción propia de sus profesiones, sin exceder sino rara vez, de los limites que prescribia el ejercicio de estas y lo mismo sucedia entre los oficinistas: los que venian a buscar fortuna, no tenian instrucción alguna y adquirian a fuerza de práctica la necesaria para el comercio, las minas y la labranza. Entre los americanos habia mas y mas profundos conocimientos, y esta superioridad era una de las causas, que como he dicho, les hacia ver con desprecio a los europeos, y que no poco fomentaha la rivalidad suscitada contra ellos. Sin embargo, esta instrucción casi estaba reducida a las materias del foro y eclesiásticas, y se limitaba a México y a las capitales de los obispados en que habia colegios. Durante muchos años no hubo otro establecimiento de enseñanza pública que la universidad de México, que fue distinguida por los reyes de España con todos los privilegios que tenia la de Salamanca y muy favorecida por los virreyes (9). Los jesuitas, que llegaron a México en 1572, fundaron según su instituto, colegios en varias ciudades principales en que se establecieron, y más tarde se abrieron en las capitales de los obispados los seminarios, en virtud de lo mandado en el concilio de Trento. Pero en los colegios de la compañía fue donde se dió mayor extensión a la enseñanza, pues además de la filosofía y la teología, se cultivaban en ellos las bellas letras, y muchas composiciones latinas en prosa y en verso que nos quedan de los discípulos que en ellos se formaron, prueban el buen gusto que se les inspiraba en las lecciones que recibían. La expulsión de los religiosos de esta orden en 1767 causó un atraso muy considerable en la ilustración, pues con ellos cesaron los colegios que tenian a su cargo, aunque algunos siguieron administrados por el gobierno, estuvieron lejos de conservar el lustre que tenian. Los jesuitas por sus principios religiosos y políticos, hubieran hecho más duradera la dependencia de la metrópoli, pero también la independencia hecha con mayor instrucción en la clase alta y media de la sociedad, hubiera sido mas fructuosa (10). Habia tambien colegios a cargo de los franciscanos, pero eran únicamente para las ciencias eclesiásticas y nunca tuvieron gran nombradía. Reducidos pues los estudios a la filosofía, como estudio preparatorio; a la teología, leyes y medicina, esta última poco apreciada; se dedicaban a ellos los que los consideraban como una carrera lucrativa, mas la gente acomodada no veia necesidad de instruirse, y dejando el cultivo de las letras á los eclesiásticos y a los abogados, que se llamaban exclusivamente letrados, en vez de buscar en el adorno del espíritu la mas noble ocupación, o por lo ménos una honesta distracción y entretenimiento, se abandonaba al juego y a la disipación, o pasaba su tiempo en la ociosidad y la ignorancia: solo algunos pocos individuos aplicados, adquirian instrucción en la historia y otros ramos, en virtud de lecturas y estudios privados, que se dificultaban por la escasez y alto precio de los libros, y aunque en las facultades que se enseñaban hubiese habido hombres muy distinguidos, especialmente entre los eclesiásticos, para quienes las canongías de oposición eran un fuerte incentivo al estudio, en general era grande la ignorancia en materias políticas y aun en la geografía y otras ciencias elementales. Sin embargo, lo que se estudiaba era bien y sólidamente y en esta parte, cuanto en tiempos posteriores ha podido aventajarse en superficie, se ha perdido en profundidad: especialmente el clero, y en esto todavía más el regular que el secular, ha tenido desde aquel tiempo un atraso notable. Las ciencias exactas útiles para la minería, se cultivaban en el seminario de este nombre de muy reciente fundación; pero aunque este establecimiento fue fomentado con especial empeño y produjo algunos pocos hombres distinguidos, nunca su utilidad ha correspondido al gasto que en el se ha erogado, y lo mismo sucedió con la academia de las bellas artes, fundada en el reinado de Carlos III, pudiendo decirse que hubo buenos pintores antes que hubiese escuela en que se formasen, y que dejó de haberlos desde que ésta se estableció.

La clase española era pues la predominante en Nueva España, y esto no por su número, sino por su influjo y poder, y como el número menor no puede prevalecer sobre el mayor en las instituciones políticas, sino por efecto de los privilagios de que goza, las leyes habian tenido por principal objeto asegurar en ella esta prepotencia. Ella poseia casi toda la riqueza del pais; en ella se hallaba la ilustración que se conocia; ella sola obtenia todos los empleos y podia tener armas, y ella sola disfrutaba de los derechos políticos y civiles. Su división entre europeos y criollos fue la causa de las revoluciones de que voy a ocuparme: los criollos destruyeron a los europeos, pero los medios que para este fin pusieron en acción, minaron también la parte de poder que ellos tenian. En cuanto a su número y proporción en la totalidad de la población de la Nueva España, no es posible determinarlo, y es menester limitarse a meras aproximaciones, en cuyo punto difieren notablemente los autores que han tratado esta materia. El baron de Humboldt (11) regula que habia en el año de 1804 dieciseis blancos en cada cien habitantes. El Dr. Mora (12) hace subir esta proporción hasta la mitad, en lo que parece manifiesta equivocacion, bastando para convencerse el echar una simple ojeada sobre la masa de la población, en especial fuera de las ciudades populosas y en los campos; además, que siendo fundado el cálculo de Humboldt en buenos datos, todas las circunstancias que desde entónces han intervenido, han debido producir una diminución notable y no un aumento en la proporción de la población blanca, tales como la emigración o destrucción de porción de familias de esta clase por la expulsión de los españoles; la ruina de las fortunas que estaban en sus manos y pasaban a sus hijos, y la venida de extranjeros a ocupar el lugar de aquellos, que no se radican en el pais, sino que, a diferencia de los españoles, lo abandonan luego que han hecho fortuna en él. Creo, pues, que atendidas todas estas razones, la población blanca ni era ni es en la actualidad más de la quinta parte de la total del pais (13. Los otros cuatro quintos pueden considerarse distribuidos por mitad entre los indios y las castas, y en esta razón, de los seis millones a que podia ascender la población total de la Nueva España en 1808, un millón y doscientos mil eran de la raza española, inclusos setenta mil españoles europeos; dos millones y cuatrocientos mil indios, y otros tantos de castas.

Las leyes habian hecho de los indios una clase muy privilegiada y separada absolutamente de las demás de la población. La protección especial que se les dispensó provino, de la opinión que de ellos se formaron, en el tiempo en que fueron descubiertas y ocupadas por los españoles las islas Antillas y las playas de Costa firme, tanto sus enemigos como sus amigos y defensores. Los primeros pretendian que eran incapaces de rozón e inferiores a la especie humana, por lo que querian condenarlos a perpetua esclavitud: los que sostenian lo contrario, estaban de acuerdo con aquellos en cuanto a la inferioridad, respecto a las razas del antiguo continente, por su escasa capacidad mOral y debilidad de sus fuerzas físicas; pero de esto deducian que necesitaban ser protejidos contra las violencias y artificios de aquellas. Esta inferioridad en que estaban todos conformes, dió motivo a que se calificasen los españoles y castas con el nombre de gente de razón, como si los indios careciesen de ella, y fue también el orígen de la translación en gran número de los negros de África a los nuevos establecimientos, que promovió con empeño el P. Casas, tan zeloso abogado de los indios, para eximir a éstos de los duros trabajos en que los empleaban los conquistadores, substituyendo en su lugar los africanos, que son de una constitución mucho más fuerte y vigorosa. Esto tambien fue lo que movió a los reyes de España, cuyas intenciones siempre fUeron las de conservar y proteger a los indios, a hacer en su favor esta legislación, que puede decirse toda de excepciones y privilegios. Autorizóseles desde luego a conservar las leyes y costumbres que antes de la conquista tenian, para su buen gobierno y policía, con tal que no fuesen contrarias a la religión católica, reservándose los reyes la facultad de añadir lo que tuviesen por conveniente (14). Mandóse y reiteróse continuamente, que fuesen tratados como hombres libres y vasallos dependientes de la corona de Castilla. Por libertar su sencillez de los fraudes de los españoles, se declararon en su favor, como en el de las iglesias, los privilegios de menores: no estaban sujetos al servicio militar, ni al pago de diezmos y contribuciones, fuera de un moderado tributo personal que pagaban una vez al año (15), una parte del cual se invertia en la manutención de hospitales destinados a su socorro, y del que estaban exentos los tlaxcaltecas, los caciques, las mujeres, los niños, enfermos y ancianos (16); no se les cobraban derechos en sus juicios, que debian ser a verdad sabida, para evitar dilaciones y costos (17); tenian abogados, obligados por la ley a defenderlos de balde: los fiscales del rey eran sus protectores natos; la inquisición no les comprendia y en lo eclesiástico tenian también muchos y considerables privilegios. Vivian en poblaciones separadas de los españoles, gobernados por sí mismos, formando municipalidades que se llamaban Repúblicas, y conservaban sus idiomas y trajes peculiares. Ocupábanse especialmente de la labranza, ya como jornaleros en las fincas de los españoles, ya cultivando las tierras propias de sus pueblos, que se les repartian en pequeñas porciones, por una moderada renta que se invertia en los gastos de la iglesia y otros de utilidad general, cuyo sobrante se depositaba en las cajas de comunidad. Todo esto hacia de los indios una nación enteramente separada: ellos consideraban como extranjeros a todo lo que no era ellos mismos, y como no obstante sus privilegios eran vejados por todas las demás clases, a todas las miraban con igual odio y desconfianza (18).

Los mestizos, como descendientes de españoles, debian tener los mismos derechos que ellos, pero se confundian en la clase general de castas. De estas, las derivadas de sangre africana eran reputadas infames de derecho, y todavía más, por la preocupación general que contra ellas prevalecia. Sus individuos no podian obtener empleos; aunque las leyes no lo impedian, no eran admitidos a las órdenes sagradas: les estaba prohibido tener armas (19), y a las mujeres de esta clase el uso del oro, sedas, mantos y perlas (20); los de la raza española que con ellas se mezclaban por matrimonios, cosa que era muy rara, sino en artículo de muerte, se juzgaba que participaban de la misma infamia: y lo que seria de admirar si los hombres y sus leyes no presentasen a cada paso las mas notables contradicciones, estas castas, infamadas por las leyes, condenadas por las preocupaciones, eran sin embargo la parte mas útil de la población. Los hombres que a ellas pertenecian endurecidos por el trabajo de las minas, ejercitados en el manejo del caballo, eran los que proveian de soldados al ejército, no sólo en los cuerpos que se componian exclusivamente de ellos, como los de pardos y morenos de las costas, sino también a los de línea y milicias disciplinadas del interior, aunque estos según las leyes, debiesen componerse de la raza española (21); de ellos tambien salian los criados de confianza en el campo y aun en las ciudades; ellos, teniendo mucha facilidad de comprensión, ejercian todos los oficios y las artes mecánicas, y en suma puede decirse, que de ellos era de donde se sacaban los brazos que se empleaban en todo. Careciendo de toda instrucción, estaban sujetos a grandes defectos y vicios, pues con ánimos despierlos y cuerpos vigorosos, eran susceptibles de todo lo malo y todo lo bueno.

En los tiempos que siguieron inmediatamente a la conquista, se tuvieron ideas muy liberales para la instrucción y fomento de los indios. Antes de pensar en formar ningún establecimiento público de instrucción para los españoles, se fundó el colegio de Santa Cruz para los indios nobles, en el convento de Santiago Tlatelolco de religiosos franciscanos, cuya apertura solemne hizo el primer virrey de Méjico D. Antonio de Mendoza (22). Hubo de pensarse despues que no convenia dar demasiada instrucción a aquella clase, de que podia resultar algún peligro para la seguridad de estos dominios, y no sólo se dejó en decadencia aquel colegio, sino que se embarazó la formación de otros, y por esto el cacique D. Juan de Castilla se afanó en vano durante muchos años en Madrid, a fines del siglo pasado (siglo XVIII), para conseguir la fundación de un colegio para sus compatriotas en su patria Puebla. El virrey marqués de Branciforte decia por el mismo tiempo, que en América no se debia dar más instrucción que el catecismo; no es pues extraño que conforme a estos principios, las clases bajas de la sociedad no tuviesen otra, y aun esa bastante imperfecta y escasa. La expulsión de los jesuitas fue para ellas tan perjudicial como para las más elevadas, pues si para estas habian fundado estudios en las ciudades, daban a todas instrucción religiosa y formaban la moral del pueblo con frecuentes ejercicios de piedad (23). Los indios sin embargo, como que eran admitidos al sacerdocio, entraban en los colegios para aprender las ciencias eclesiásticas, pero en lo general se limitaban a solo los conocimientos precisos para ordenarse e ir a administrar algún pequeño curato o vicaría, en algun pueblo remoto y en mal temperamento.

Tenian pues estas clases todos los vicios propios de la ignorancia y el abatimiento. Los indios propendian excesivamente al robo y a la embriaguez: culpábaseles de ser falsos, crueles y vengativos, y por el contrario se recomendaba su frugalidad, su sufrimiento y todas las demás calidades que pudieran calificarse de resignación (24). En los mulatos, estos mismos vicios tomaban otro carácter, por la mayor energía de su alma y vigor de su cuerpo; lo que en el indio era falsedad, en el mulato venia a ser audacia y atrevimiento; el robo, que el primero ejercia oculto y solapadamente, lo practicaha el segundo en cuadrillas y atacando a mano armada al comerciante en el camino; la venganza, que en aquel solia ser un asesinato atroz y alevoso, era en éste un combate, en que más de una vez perecian los dos contendientes.

Como las castas eran las que formaban la plebe de las grandes ciudades, en las que en tiempos anteriores la gente de servicio doméstico era en la mayor parte esclava, los vicios que les eran propios se echaban de ver en ella en toda su extensión. Uno de los virreyes mas ilustrados, el duque de Linares, en la instrucción que dió a su sucesor el marques de Valero, al entregarle el mando en el año de 1716, describe esta parte de la población en los términos siguientes: Despiertan o amanecen sin saber lo que han de comer aquel dia, porque lo que han adquirido en el antecedente, ya a la noche quedó en la casa del juego o de la amiga, y no queriendo trabajar, usan de la voz de que Dios no falta a nadie, y esto es porque recíprocamente, los que actualmente se hallan acomodados con amos, en su temporada, por obra de caridad, alimentan a los que pueden; con una jícara de chocolate y unas tortillas les es bastante, y así cuando éstos se desacomodan y se acomodan los otros, va corriendo la providencia, de donde se origina que como en México se halla la abundancia de la riqueza, se atrae a sí la multiplicidad, y deja los reales de minas y lo interno del pais sin gente, y cuando hacen algún delito, no arriesgan en mudarse de un lugar a otro, más que el cansancio del camino, porque todos sus bienes los llevan consigo en sus habilidades, pues aun las camas encuentran hechas en cualquiera parte que se paran, en medio de que en México, basta el mudarse de un barrio a otro, para estar bien escondido. Hasta aquí el informe del citado virrey (25).

La dístribución de estas diversas clases de habitantes en la vasta extensión del territorio de la Nueva España, dependía de la población que existia antes de la conquista, del progreso sucesivo de los establecimientos españoles, del clima y del género de industria propio de cada localidad. La poblacíón indígena predominaba en las intendencias de México, Puebla, Oaxaca, Veracruz y Michoacán, situadas en lo alto de la cordillera y en sus declives hácia ambos mares, que habian formado las antiguas monarquías mexicana, mixteca y michoacana. En las costas de uno y otro mar, y en todos aquellos climas calientes en que se produce la caña de azúcar y demás frutos de los trópicos, abundaban los negros, y mucho más que estos, porque su introducción habia cesado años hacia, los mulatos y otras mezclas de orígen africano, procedentes de los esclavos introducidos para el cultivo de aquellas plantas, de los cuales unos permanecian en el estado de esclavitud, y los otros aunque libres, se quedaban casi siempre en las fincas a que habian pertenecido. El mismo orígen reconocian los mulatos, que habia en gran número en México y otras ciudades populosas. En las provincias que ocuparon las tribus vagantes de los chichimecas y otros salvajes, en las que la dominación española se fue extendiendo lentamente, más bien que sujetando, destruyendo o arrojando hacia el Norte a los antiguos habitantes, como en las intendencias de S. Luis Potosí, Durango y otras en aquella dirección, la población era de la raza española, ocupada todavía en rechazar los ataques de las tribus salvajes que subsistian independientes.

Los españoles europeos residian principalmente en la capital, en Veracruz, en las poblaciones principales de las provincias, en especial en las de minas, sin dejar de hallarse también en las poblaciones menores y en los campos, y de estos sobre todo en los climas calientes, en las haciendas de caña, cuya industria estaba casi exclusivamente en sus manos. Los criollos seguian la misma distribución que los europeos, aunque proporcionalmente abundaban más en las poblaciones pequeñas y en los campos, lo que procedia de estar en sus manos las magistraturas y curatos de menos importancia, y ser más bien propietarios de fincas rústicas que ocuparse en el comercio y otros giros propios de las ciudades grandes.

Esta diversidad de clases de habitantes, su número relativo y su distribución, ha tenido el mayor influjo en los acontecimientos políticos del pais; y el no haber parado suficientemente la atención en estos puntos, ha sido ocasión de graves errores en los escritores que han tratado estas materias, sobre todo en Europa, y por desgracia mucho más en los legisladores, que han procedido sin consideración ninguna a estos diversos elementos, cuya prudente combinación debia haber sido el objeto de todos sus esfuerzos.




Notas

(1) Véanse las vistas de las cordilleras del barón de Humboldt. El nombre que en su central da la falsa idea de que hay una llanura que forma el dorso de la cordillera; lo que no es así, pues son muchas las llanuras que, a diversas elevaciones, se forman entre las cadenas de montañas que siguen la dirección de la cordillera, y que son como las crestas de ella, pero tampoco se podría encontrar otro más adecuado.

(2) El mayor o menor grado de civilización a que habían llegado las naciones que poblaban el continente americano antes de la conquista, ha sido materia de graves discusiones, en que los intereses de los conquistadores, y después el espíritu de partido, han tenido una pequeña parte. No puede sin embargo ponerse en duda que México, Tezcuco y otros pueblos, habían llegado a un alto grado de perfección en sus instituciones políticas, en el arreglo de su calendario y en diversas artes y manufacturas, como se ve por las cartas de Cortés, las obras de los misioneros y otros escritos imparciales, cuyas noticias han sido recopiladas y presentadas de una manera amena y aun poética por el Sr. Prescott, en su Historia de la conquista de México, publicada en tres tomos en Nueva York en el año de 1843. Véase también nuestro historiador nacional Clavijero, de cuya excelente obra se aprovechó mucho Prescott. Las instituciones indias en las naciones que los conquistadores encontraron en el país, tenían en lo general el carácter de haber sido tomadas o trasladadas de otra parte, sin haber hecho después progreso alguno, y esto se advertía principalmente en sus conocimientos astronómicos. Tampoco puede dudarse que en tiempos muy antiguos, estuvieron en comunicación con otras naciones de antiguo continente, no en los primitivos tiempos, sino cuando se había introducido ya el culto de las imágenes, sobre lo que puede verse la ingeniosa disertación del Dr. Mier en el apéndice de Documentos al final del tomo segundo de su Historia de la revolución de Nueva España, que publicó en Londres en dos tomos en 1813, con el nombre del Dr. D. José Guerra, fol. VIII hasta el fin. De la referida obra del Dr. Mier haré un uso muy frecuente en esta historia.

(3) Llamábanse mestizos, los hijos de español e india; mulatos, los de español y negra; zambos los de indio y negra, y como se suponía que la sangre negra era la que contaminaba de infamia a todas las demás, había denominaciones muy extrañas que demarcaban la permanencia, por enlaces sucesivos, a la misma distancia del tronco africano, y se llamaban tente en el aire a los que se hallaban en este caso, y salta atrás, cuando se retrocedía hacia aquel origen. Estas diversas generaciones se representaban en cuadros y figuras de cera, con los trajes y ocupaciones a que cada casta se inclinaba. En las Antillas y en los Estados Unidos, las mezclas siendo solo entre negros y blancos, sus descendientes se llaman tercerones, cuarterones, etc., según que por la tercera o cuarta generación se han mezclado con blancos.

(4) El nombre mexicano de calzado o zapato y el verbo tzopinia significa, punzar, picar o dar herronada como lo define el P. Molina en su diccionario. De la combinación de ambos resultaria cacili-izopinia, más como los nombres mexicanos pierden en la composición las últimas sílabas, queda cac-tzopinia, punzar con el zapato o punta de él, y siendo el participio de presente de este verbo tzopini, que usado como substantivo pierde la i final, resulta el nombre cactzopin, el que punza o pica con el zapato, que por las modificaciones que los españoles hacían en los nombres mexicanos que no se acomodaban a la pronuciación de la lengua castellana, y de que hay millares de ejemplos, quedó en gachupín. Esta interpretación me ha sido comunicada por el Sr. Lic. D. Faustino Chimalpopocatl Galicia, profesor de lengua mexicana en el Colegio de S. Gregorio de esta capital.

(5) De aquí provino el proverbio tan conocido: El padre mercader, el hijo caballero, el nieto pordiosero, que caracterizaba en pocas palabras, este tránsito de la riqueza ganada con el trabajo, a la ociosidad y prodigalidad, y de ésta a la miseria. Esta prodigalidad venía de tiempos muy anteriores. Valbuena, en su Grandeza mexicana, poema que escribió en 1603 cuenta, entre las circunstancias que hacían deliciosa la vida en México, más que en ninguna otra parte del mundo, Aquél prodigamente darlo todo, sin reparar en gustos excesivos, las perlas, oro, plata y seda a rodo. Cap. 3° Arg. Caballos, calles, trato, cumplimiento.

(6) De los ciento setenta virreyes que había habido en América hasta el año de 1813, sólo cuatro había nacido en ella, y esto por casualidad, por ser hijos de empleados. Tres de éstos fueron virreyes de México, y son D. Luis de Velasco, hijo del primero de este nombre que obtuvo aquella dignidad y murió en México en 1564; D. Juan de Acuña, marques de Casa Fuerte, nacido en Lima, que sirvió el virreinato desde 1722 a 1734, en que murió, y está enterrado en la iglesia de S. Cosme de México; el tercero fue el Conde de Revilla Gigedo, que nació en la Habana, siendo su padre capitán general de la isla de Cuba, de donde pasó al virreinato de México. Los tres fueron un modelo de probidad, capacidad y zelo. De seiscientos dos capitanes generales y presidentes, catorce habían sido criollos. En el año de 1812 según la recapitulación que publicó en Cadiz el Dr. Alcocer, diputado en las cortes por Tlaxcala en el núm. 37 del Censor de 1° de mayo de aquel año, todos los empleos de primera clase los tenían en Nueva España los europeos, excepto el obispado de Puebla y la dirección de la Loteria, que se dio al que la obtuvo, por haberse casado con una anciana alemana, favorecida de la reina Maria Luisa. Véase la historia del Dr. Mier, tomo 2°, Libro XIV fol. 625. Aunque la secretaría del virreinato la había tenido un mexicano, estaba ya separado entonces. A la noticia de Alcocer es menester agregar que había varios oidores y canónigos americanos.

(7) De setecientos seis obispos que había habido en toda la América hasta 1812, ciento cinco fueron criollos, aunque pocos en las mitras de primer orden. Toda esta materia de postergación en los empleos, ha sido copiosamente tratada por el Dr. Mier en su citada obra, y por el Dr. Alcocer en los censores publicados en Cadiz, que puede ver el que desee más extensión, habiendo sido este punto de muy empeñadas discusiones en las cortes, como veremos en su lugar.

(8) Muchos de estos títulos eran comprados, de los que los reyes concedían para que los vendieran a algún establecimiento que querían favorecer, en su advenimiento al trono, nacimiento de algún infante, u otro motivo plausible; sin embargo, siempre para obtenerlos era menester hacer información de nobleza. cede un indiano el fruto de sus minas porque le den de conde el tratamiento. Decía Iriarte en una de sus poesías, hablando de las extravagancias de los hombres. Llámese bonanza en las minas encontrar un espacio rico en la veta; a imitación de la voz de la marina que indica navegar en mar tranquilo y con viento favorable.

(9) La Universidad mandada fundar por cédula del emperador Carlos V, de 1° de septiembre de 1551, se abrió en 1553. El Dr. D. Francisco de Cervantes Salazar nos ha dejado en sus diálogos una descripción muy curiosa de su primitivo estado que publicaré en el Tomo 3° de mis Disertaciones sobre la historia de México, y en el 2° disert, 8 fol. 216 y 253, puede verse lo que he dicho sobre la fundación y sitio que se le destinó. Aunque también había el colegio de Sta. Cruz en Santiago Tlatelolco, fundado pocos años después de la conquista, era sólo para indios, y no duró mucho tiempo en vigor. El colegio de Santos, cuya fundación se hizo en 1573, era colegio mayor en que no se daban estudios, sino que ya los tenían los que eran admitidos en él. El de Letran que tuvo principio en los tiempos de la conquista, no era más que una escuela de primeras letras en que se enseñaba también gramática latina. para mujeres no había más que el de las niñas contemporaneo del de Letrán, y los conventos de monjas en que se les enseñaban las labores propias de su sexo.

(10) Esta es la opinión que manifiesta un escritor protestante David Barry, editor del Informe secreto sobre el Perú, de D. Jorge Juan y de D. Antonio Ullóa, al gobierno español, publicado en Londres en folio, en 1826 en la nota de fol. 536 y siguientes.

(11) Humboldt, Essai politique sur le royaume de la Nouvelle Espagna, París 1811, Tomo 2°, Chap. VII, Liv. II, Fol. 8.

(12) Mora, México y sus revoluciones, París, 1836, fol. 166.

(13) Para más amplio conocimiento de lo dicho sobre la raza española y las demás que poblaban la Nueva España, en la época en que comienza esta historia, puede verse, primero, lo que dice el obispo Abad de Queipo en la muy juiciosa representación que redactó en nombre de su antecesor D. Fr. Antonio de San Miguel en 11 de diciembre de 1799. Hállase en la colección de sus obras impresa en México en 1813. Véase el folio 50, y la ha reimpreso el Dr. Mora en sus obras sueltas. París 1837 folio 54, con todas las obras de dicho obispo Abad de Queipo, excepto su testamento político hecho antes de embarcarse para España en 1815, de que parece no tuvo conocimiento Mora. Segundo, el barón de Humboldt, Essai politique, ya citado, Tomo 1°, Libro 2°, Cap. 6°; y en el Tomo 2°, el Capítulo VII continuación del mismo libro. Esta obra fue traducida en París y publicada en el año de 1822 por D. Vicente González Arao. Tercero, el Dr. Mier en su historia de la revolución de Nueva España, en diversos lugares y más particularmente en el Tomo 2°, Libro XIV. Cuarto, el Dr. Mora, México y sus revoluciones, Tomo 1°, folios 59 a 169. Quinto, Zavala en su Ensayo histórico de las revoluciones de México, París 1831, toca ligeramente esta materia, Tomo 1°, Capítulo 1° fol. 33 y 34. Sexto, Si se quiere ver pintado con el colorido fuerte de las pasiones exaltadas en el momento de su mayor efervecencia el carácter de los habitantes de Nueva España, véase la representación que hizo a las cortes reunidas en Cádiz, el consulado de México en 27 de mayo de 1811, publicada por D. Carlos Bustamante en el Suplemento a la historia del P. Cavo, Tomo 3° fol. 345, que se reimprimió en el apéndice al Tomo 2° de esta historia. No podía ser mi objeto entrar en todos los pormenores que algunos de estos autores han presentado. El Dr. Mora en su regulación de la población blanca, se refiere a una época posterior de treinta años a la obra de Humboldt, pero no por eso es menor errado su cálculo.

(14) Recopilación de Indias. Ley 4a. tit. 1°, lib. 2°.

(15) Véase en la Ordenanza de Intendentes publicada en 1786, todo lo relativo a los tributos desde el artículo 130 hasta el 141. La cuota se fija en el 129 a dieciseis reales (dos pesos) desde la edad de dieciocho años a la de cincuenta, además de un real de ministros y hospital, sin diferencia de solteros o casados. Los negros y mulatos libres estaban sujetos a pagar veinticuatro reales (tres pesos) en los mismos términos. En años de escasez u otras calamidades públicas, se establece por el artículo 141 que se den esperas para el pago de esta contribución, informando al rey cuando hubiese justas causas para dispensar absolutamente de él. El conde de Revilla Gigedo, en la instrucción que dejó a su sucesor, expone desde el párrafo 931 al 942, el estado de este ramo, y haciéndose cargo muy juiciosamente de los inconvenientes que ofrecía el sistema establecido en su cobranza, propone se substituya una contribución que no estuviese sujeta a ellos.

(16) Ley 47, Tit. 1°, Lib. 6°.

(17) Leyes 11, 13 y 14 Tit. 10, Lib. 5°. Véase sobre todo la obra del Dr. Mier, Lib. XIV, Tomo 2°, fol. 589 y siguientes.

(18) El consulado de México en la representación ya citada, calcula el número de los indios en tres millones, porque estaban matriculados para el tributo, en la última matrícula que se hizo 784 516 varones de dieciocho a cincuenta años, lo que regula ser la cuarta parte de la familia toda, y esto mismo asienta D. Fernando Navarro en el censo que publicó, fundado en los datos que sacó de los libros de tributos; pero este cálculo es poco seguro, tanto por las excepciones que se ha dicho había, cuanto porque no sólo los indios, sino también los mulatos estaban sujetos al pago de esta contribución, aunque con diversa cuota, según la nota 15. Véase sobre esta materia de castas al Dr. Mier. especialmente en el lib XIV tom. 2° fol. 662 y siguientes, asi como para los privilegios de los indios. ven en el índice de las Leyes de Indias, la multitud de las que se dictaron en su favor, sobre todo en los libros 4° y 6°.

(19) Ley 14, tit. 5°, lib. 7°.

(20) Ley 28 del mismo título y libro.

(21) D. Matías Martín de Aguirre, español europeo, coronel que fue del bizarro regimiento de Fieles del Potosí, siendo diputado en las cortes de Madrid de 1821,la única vez que en ellas tomó la palabra, fue para hacer el más completo elogio de los mulatos que servían en el ejército de Nueva España.

(22) Véase mi disertación 1er Tomo 2° folio 157.

(23) Vuelvo a citar con este motivo a Berry, en el mismo lugar. Es cosa singular, que los escritores protestantes modernos hagan a los jesuitas la justicia que les niegan los católicos.

(24) El V. Sr. Palafox, obispo de Puebla, escribió un tratado de las virtudes del indio, que se halla entre sus obras y es digno de consultarse.

(25) Este informe que es sumamente interesante, se publicará en la continuación de mis disertaciones sobre la historia de México hasta la independencia. El duque de Linares murió en México a principios de 1717; hizo varias fundaciones piadosas, de las que existe todavía en vigor, la solemne novena de ánimas que se hace todos los años antes del día de finados, en la iglesia que fue casa profesa de los jesuitas y ahora oratorio de S. Felipe neri; el marqués de valero, duque de Arión, su sucesor, a quien fue dirigida esta instrucción, fundó en la misma ciudad el convento de capuchinas indias de Corpus Christi, en cuya iglesia está depositado su corazón.

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