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LA MUERTE VIOLENTA DE UN SENADOR

Vito Alessio Robles

CAPÍTULO TERCERO



LA ACTITUD DE LOS SENADORES ANTE EL ASESINATO Y PLAGIO DE MIEMBROS DE LA CÁMARA ALTA

Con una fuerte impresión de disgusto y sumamente indignado por el espectáculo que acababa de contemplar -el cadáver de Field Jurado proditoriamente asesinado-, tomé rápidamente mis alimentos y para las tres y media de la tarde estaba en las oficinas de la Cámara de Senadores. Ya habían ocurrido allí varios representantes que comentaban acaloradamente y en diversos tonos el reciente asesinato y además allí llegaron noticias del plagio del senador Ildefonso Vázquez, ignorándose si la suerte final de éste había sido idéntica a la de Field Jurado.

Una extraña sesión de Cámara de Senadores

Para esa tarde se había citado a sesión. Probablemente se pretendía llamar a los suplentes. Se pasó lista enmedio de un silencio sepulcral. Estaban presentes los senadores José M. Muñoz, Antonio Acuña Navarro, Abelardo Flores, Aureliano Colorado, Teófilo H. Orantes, José Antonio Septién, Antonio Ancona Albertos, Alejandro Martínez Ugarte, Rafael Santos Alonso, Miguel F. Ortega, Héctor F. López, Epafrodito Hernández Carrillo, Severino Ceniceros, José G. Heredia, Juan Espinosa Bávara, Francisco Labastida Izquierdo, Alfonso Cravioto, Eleazar del Valle, José Ortiz Rodríguez, Anastasio Meneses, José D. Aguayo, Anastasio Carrillo, Pedro de Alba, Joaquín Argüelles, Manuel Hernández Galván, Tomás A. Róbinson, Vito Alessio Robles, Claudio N. Tirado, Luis G. Monzón, Antonio Guerrero, Jesús Zafra y José Macías Ruvalcaba. Total: 32 senadores. Faltaban seis para completar el quórum.

¿Se atrevería Róbinson, que presidía la sesión, a llamar a los suplentes para completar el número de senadores requerido para poder tomar acuerdos? No tuvo tal osadía. Faltaban, además del senador secuestrado y del asesinado, algunos otros miembros prominentes del >Partido Cooperatista, tales como el licenciado Federico González Garza y don Gerzayn Ugarte.

Habló Ancona Albertos para informar que el senador Vázquez había sido secuestrado en las inmediaciones de su casa y pidió que se nombrase una comisión de la Cámara que fuera a pedir garantías al Secretario de Gobernación para el senador Vázquez.

Luego peroró Cravioto y, protocolario, pidió que se designaran otras dos comisiones una para dar el pésame a la familia de Field Jurado y otra para que se encargase de los funerales, debiendo ser trasladado el cadáver a la capilla ardiente, que se formaría en el salón de sesiones de la Cámara de Senadores.

El senador Aguayo habló sobre los gastos de la inhumación. Se nombraron las comisiones sugeridas y luego se discutió prolijamente y por mucho tiempo la manera de agenciarse la cantidad de cinco mil pesos, de los cuales, dos mil para gastos de funerales y tres mil para ser entregados a la viuda y a las pequeñas huérfanas de Field Jurado. Se nombró otra comisión para que hiciera dichas gestiones.

Don Eleazar del Valle pide que se nombre otra comisión que se acerque al Procurador de Justicia para que gestione la inmediata autopsia del cadáver y la pronta entrega de él, para que sea velado en la capilla ardiente.

En estas minucias protocolarias transcurrió más de hora y media, como si se tratase del acontecimiento más natural del mundo. Yo esperaba una protesta viril y enérgica por parte de todos los senadores ante el grave atentado cometido contra la inmunidad parlamentaria. Pero esa protesta y esa indignación no asomaban por ninguna parte. Yo estaba en ascuas, pero me contuve por mucho tiempo.

Mucho protocolo

Al fin ya no pude contenerme y pedí la palabra. Guardo una versión taquigráfica de lo que dije. Esta sesión, aunque en ella se tomaron acuerdos formales, fue a la postre, indebidamente considerada como informal y ni se levantó acta, ni se publicó nunca el número correspondiente del Diario de los Debates. Todos los diarios de la capital, en las ediciones correspondientes al 24 de enero de 1924, publicaron crónicas de la mencionada sesión, pero por el estado de guerra que prevalecía en aquellos momentos, ellas hubieron de ser muy sintéticas. Mi discurso fue el siguiente:

Señores senadores:

Hace tres horas escasas fue asesinado el senador Francisco Field Jurado, representante del Estado de Campeche en la Cámara Federal. Cuando me dirigía a mi domicilio un poco después de las dos de la tarde, tropecé con una multitud que se arremolinaba en la calle de Córdoba; abríme paso entre la muchedumbre de curiosos y pude ver que sobre el prado de una de las banquetas se encontraba el cadáver del segundo senador por Campeche, acribillado de heridas. Siete bravucones, seguramente a sueldo, lo acecharon para asesinado y, cuando él se encaminaba tranquilamente a su casa, cobarde y alevosamente, le dispararon una lluvia de proyectiles, alejándose los rufianes después de consumado el crimen, sin que nadie los persiguiese.

Hace una hora se abrió la sesión del Senado. Han tomado la palabra muchos señores senadores: Antonio Ancona Albertos para pedir, protocolariamente, que se nombre una comisión que vaya a impetrar garantías y a solicitar de las autoridades se esclarezca este hecho delictuoso; el senador Miguel F. Ortega para que la misma comisión diga al Secretario de Gobernación que los senadores aquí reunidos le pidan influya con las autoridades para que se investigue la forma en la cual ocurrió el crimen; el senador Alfonso Cravioto, actuando como maestro de ceremonias, ha pedido que se instale la capilla ardiente en el Senado, que se enlute la tribuna parlamentaria por tres días y que se nombren comisiones para que concurran a los funerales y den el pésame a los familiares; el senador Tomás A. Róbinson para encarecer a todos los senadores su asistencia al entierro.

Después se engolfaron en una prolija discusión los senadores Claudio N. Tirado, Manuel Gutiérrez de Velasco y Eleazar del Valle sobre auxilios a los familiares del senador Field Jurado, sobre agencias de inhumaciones, sobre procuración de dineros, sobre autopsias, sobre cosas fútiles y triviales ante la gravedad del asunto y que ni siquiera deberían merecer una palabra en estos momentos solemnes.

Un atentado contra la dignidad de la Cámara de Senadores

Aquí no se ha levantado una airada voz de protesta por este cobarde asesinato, que no es un atentado contra la persona de un senador, que es un atentado contra el Congreso de la Unión, contra el Poder Legislativo, sin más precedentes en la historia parlamentaria de México que los cometidos en la sombría época de Victoriano Huerta en las personas de Belisario Domínguez, de Serapio Rendón y de otros diputados. Este, señores senadores, es un atentado contra la dignidad de esta Cámara, es un atentado contra la inmunidad parlamentaria.

Ahora bien, todos sabemos que el Senado ha sido convocado a un período de sesiones extraordinarias con el objeto de ratificar las convenciones celebradas por el Ejecutivo con los Estados Unidos de Norteamérica. Sabemos que la aprobación no ha podido llevarse a efecto por la obstrucción de los senadores que pertenecen al bloque cooperatista, del cual eran miembros Field Jurado, el senador proditoriamente muerto, y el senador Ildefonso Vázquez, plagiado a la misma hora.

La acción directa preconizada por Morones

Sabemos también que en el salón de pasos perdidos y en las mismas puertas de este salón de sesiones acechan desde hace varios días los senadores suplentes del senador asesinado y del senador plagiado. Sabemos que hace apenas diez días el prepotente líder Luis N. Morones, en una sesión de la Cámara de Diputados, amenazó a los senadores y diputados cooperatistas con la aplicación de la acción directa, diciendo textualmente, aquí está el Diario de los Debates respectivo: y por cada uno de los elementos nuestros que caiga en la forma en que cayó Felipe Carrillo, lo menos caerán cinco de los señores que están sirviendo de instrumento a la reacción .. Es necesario que los que tengan amistad, que los que se sientan vinculados con los cómplices del asesinato de Felipe Carrillo, tomen las de villadiego cuanto antes; que no echen en saco roto mis declaraciones porque sería muy lamentable hacer víctimas -siempre es simpático el papel de víctima- a gentes que lo que merecen en este instante es el ridículo, es la execración, es algo que los torture ... ¿Quién de vosotros compañeros, estará de acuerdo en que se lleve a cabo esta acción? Yo pido, yo quiero que mis compañeros, los que comulgan con las ideas del movimiento obrero a este respecto se pongan de pie, unánimemente -dice el Diario de los Debates, para ignominia de todos los diputados que lo hicieron- se ponen de pie los presentes. (Aplausos) ... De manera -siguió diciendo Morones- que al hacer estas declaraciones y al recoger la manifestación de confianza y solidaridad que habéis dado al movimiento obrero, podéis tener la seguridad de que no pasarán muchos días sin que comience a hacerse sentir nuestra obra punitiva ...

Allí tenéis la acción directa, la obra punitiva, la amenaza de asesinato preconizada cínicamente por el omnipotente Luis N. Morones y sancionada por la cobardía, la conveniencia y el servilismo de todos los señores diputados. Por supuesto, en estas amenazas no tienen nada que ver los obreros, los trabajadores cuyo nombre ha tomado impúdicamente el líder que los explota.

Las interrupciones de Macías Ruvalcaba y de Monzón

El senador Macías Ruvalcaba pidió la palabra para decir que el senador Alessio Robles había tocado el verdadero punto interesante en esta tragedia que costó la vida al senador Field Jurado. Dijo que se adhería a la protesta y aclaró que en El Diario de ayer había aparecido una carta apócrifa del senador Field Jurado, apócrifa porque así se lo había declarado el extinto, asegurando que iba a hacer una inmediata rectificación. Parece -agregó Macías Ruvalcaba- que con esta carta se quiso justificar el atentado y tan es así, que se sabe bien que otros diarios no quisieron publicar dicha carta.

Monzón también pidió la palabra diciendo que el término acción directa no era aplicable al caso de la muerte del senador Field Jurado, porque esa acción se ejerce contra las injusticias de los de arriba, como medida sindical y aquí se trata de la comisión de un crimen ¡Y nada más!

La consignación de Morones ante el Gran Jurado

Continué en el uso de la palabra:

Y como si aquellas torpes amenazas no fueran bastantes, el mismo Morones las refrendó en un mitin obrero celebrado en el Cine Venecia, el domingo veinte de este mes, hace apenas tres días, diciendo: No solamente los cooperatistas que afilan sus puñales a través del espionaje indigno, sufrirán la venganza del trabajador; no solamente el grupo ese, constituido por individuos que, no sintiéndose machos para afrontar la responsabilidad de sus hechos, optan por pedir la limosna del fuero, sino también los viejos caducos y empolvados que ostentan su desconsoladora ridiculez en el Senado sufrirán la acción directa ... porque la guerra es sin cuartel, diente por diente, vida por vida ... Toca ahora a los senadores el castigo. Field Jurado y Trejo están colectando fondos para enviarlos a los rebeldes. Tal vez no esté lejos su castigo.

Lo anterior fue dicho públicamente por Morones y está estampado en el Diario de los Debates y en las columnas de la prensa de la capital. Ya se cumplieron las amenazas del prepotente líder. Ya cayó el senador Field Jurado ante las balas asesinas. Quizá para estos momentos ya hayan caído también los senadores Vázquez, Trejo y Del Castillo, que fueron plagiados hoy en la tarde por bandas de rufianes.

Y ante estos graves acontecimientos, los señores senadores discuten tranquilamente nimias cuestiones protocolarias y económicas de funerales, de pésames, de agencias de inhumaciones y de pesos y centavos. No se ha levantado una sola voz de protesta por estos graves atentados que constituyen una afrenta y una injuria para la respetabilidad del Senado. Yo no he pertenecido nunca al grupo Cooperatista. Todos saben que entre el senador asesinado y el que habla existieron siempre hondos distanciamientos de carácter político y personal; pero es necesario, es indispensable, que todos los senadores, sin distinción de banderas políticas, como un solo hombre, con un solo pensamiento y con el corazón en alto, protestemos viril y vibrantemente por estos atentados incalificables y exijamos el castigo de los responsables, sean quienes fueren.

Yo acuso a Morones de ser el autor intelectual del asesinato del senador Field Jurado y del secuestro de otros tres senadores. El, sin recato, amenazó a los senadores cooperatistas. La amenaza acaba de ser cumplida con alarde de cinismo y de impunidad. Pido, pues, que todos los senadores voten la consignación del diputado Luis N. Morones a la Sección Instructora del Gran Jurado y que el Senado envíe dicha consignación a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, acompañándola con un ejemplar del Diario de los Debates de la Cámara de Diputados, correspondiente al 14 de enero del presente año y con ejemplares de todos los diarios de la capital publicados el 21 del presente enero. En todos ellos figuran las amenazas de Morones.

Publicado en El Día, de México, D. F., en la edición del 22 de noviembre de 1935.
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