Índice de 1914: La intervención americana en México de Ricardo Flores MagónEscrito anteriorSiguiente escritoBiblioteca Virtual Antorcha

CANTOS DE SIRENA DE WOODROW WILSON

Lo que parecía ser un movimiento espontáneo de Argentina, Brasil y Chile como mediadores de las diferencias entre Wilson y Huerta, ha resultado ser la obra de Wilson y Bryan, su secretario de Estado. Uno de los mediadores, el embajador de Brasil, declaró en un banquete dado a los delegados y mediadores en la Cliffton House por el Ministro de Agricultura del dominio del Canadá, que Wilson y Bryan habían invitado a los representantes de las tres naciones sudamericanas a mediar entre México y los Estados Unidos.


REFLEXIONES

La declaración del Embajador de Brasil es por demás importante, pues ella viene a confirmar lo que dijimos a raíz de la toma del puerto de Veracruz por los marinos americanos, que la ocupación del puerto era simplemente un tanteo para pulsar la opinión del pueblo mexicano. La opinión se manifestó vigorosa contra la invasión y los americanos hicieron alto, no avanzaron hacia el interior del país, sino que se concretaron a guarnecer la ciudad tomada y a fortificar sus suburbios; pero si los americanos no avanzaban hacia el interior del país, los mexicanos sí se disponían a efectuar un asalto a la plaza invadida, y entonces, Wilson y Bryan, paa evitar un choque que podía ser de fatales consecuencias para los invasores, inventaron la cuestión de la mediación de las tres grandes Repúblicas sudamericanas.


¡QUÍTENMELO QUE LO MATO!

Esta expresión popular llena de punzante ironía puede ser aplicada en el caso de la guerra contra México. Wilson, al echársele a la greña a Huerta, gritó a Argentina, Brasil y Chile: ¡Quítenmelo, que lo mató! Y así fue cómo, según la franca aunque poco diplomática declaración del embajador de Brasil, los representantes de las tres naciones mediaron en el conflicto, se pactó un armisticio o suspensión de hostilidades que Wilson y Bryan tan ardientemente deseaban, y se inauguraron las Conferencias de Paz en la bella población de Niágara, Canadá.


LA DESLEALTAD

Y mientras el armisticio está en vigor, el Departamento de Guerra de los Estados Unidos prepara el reclutamiento de doscientos cincuenta mil soldados para lanzarlos sobre México; transportes de guerra están listos para el embarque de hombres, caballos y municiones de todo género con destino a Veracruz, y la Isla de Lobos es tomada por fuerzas navales americanas, todo lo cual demuestra que Wilson está solamente ganando tiempo para prepararse debidamente para la guerra.


LA FUERZA MATERIAL

Pero esa fuerza material nada significa, es pequeñísima si se la compara con la que puede desarrollar todo un pueblo armado para repeler una agresión como la americana que significa la esclavitud económica, política y social del proletariado, porque el pueblo mexicano comprende que la invasión no tiene otro objeto que sentar sobre firmes bases el derecho de propiedad individual, el derecho que da oportunidad a los astutos, a los hombres sin escrúpulos y a los malvados de acaparar para su exclusivo provecho la riqueza social y de robustecer el ya muy deteriorado principio de autoridad, sin el cual no podría nadie gozar toda clase de placeres a costa del sufrimiento de los demás. Necesita, pues, Wilson, para emprender la guerra contra México, fuerza moral, simpatía por parte de los proletarios mexicanos para que, en vez de oponerse a la intervención la favorezcan, y Wilson, astuto como es, trata de hacerse simpático a las masas populares de México fingiendo tomar interés en sus demandas de libertad económica, política y social, y se declara partidario de la idea de dar tierras a los trabajadores.


¡MUCHO OJO, COMPAÑEROS!

Ya hemos dicho que hay que ver con desconfianza la inusitada benevolencia por parte de los poderosos para con los desheredados, pues los poderosos solamente se dan cuenta de que hay seres que sufren, cuando tienen interés en atraerse las simpatías del proletariado en provecho propio, y en el caso actual, el interés de Wilson es que el pueblo mexicano no se oponga a la intervención americana para ocupar el país sin gran resistencia y una vez robustecido el principio de autoridad con el establecimiento de un gobierno fuerte, apuntalar el derecho de propiedad individual maltrecho ahora por los cuatro costados a los golpes de revolucionarios sin miedo, que lo mismo ponen la mano robusta sobre los títulos de la propiedad para hacerlos pedazos, como abren el cráneo del burgués y del representante de la autoridad con la culata del fusil.


CANTOS DE SIRENA

El The Saturday Evening Post de Philadelphia trae una entrevista tenida con Wilson sobre la cuestión mexicana. Dice Wilson: Mi ideal es que haya en México un gobierno honrado, pero mi mayor cariño es para el 85 por ciento de la oprimida población de aquella República que esta ahora luchando por su libertad.

Cantos de sirena esos de Wilson, y nada más. Sí, cantos falaces para orillar al pueblo mexicano a su perdición, porque abogar por un gobierno honrado cuando la experiencia de miles de años, en todos los países, ha demostrado que todos los gobiernos no han tenido otra misión que proteger los intereses de los ricos contra los derechos de los pobres, y al mismo tiempo demostrar cariño por los desheredados que luchan por adquirir la tierra y con ella, la libertad, es un contrasentido. Si Wilson sintiera verdadera simpatía por los pobres, no desearía ningún gobierno para México, pues sabido es que el gobierno tanto en México como en cualquier otro país es el amparo de los ricos y el verdugo de los pobres.


LA VERDAD: ESPADA DE DOS FILOS

Wilson continuó diciendo: ¡Yo lo desafío a usted -al reportero- a que me cite un solo caso en toda la historia del mundo, en que la libertad haya venido de arriba! La libertad se obtiene siempre por las fuerzas que trabajan abajo, en el bajo fondo social por el formidable movimiento del pueblo soliviantado por la conciencia del mal, de la opresión y de la injusticia y por el fermento de los derechos humanos por cuya conquista se lucha, eso es lo que sirve para adquirir la libertad.

Wilson dijo la verdad: la libertad se toma, no se pide; pero al declarar tal cosa, Wilson destruye el pobre andamiaje de su obra de dar libertad al pueblo mexicano, pues como él bien dice, la libertad no viene de arriba, sino que nace del esfuerzo de los de abajo por adquirir sus derechos humanos. ¡Y pensar que Wilson tiene fama de talentoso y de sabio! ¡Él, que está arriba, quiere dar la libertad al pueblo esclavizado, cuando la libertad no puede ser dádiva de nadie, sino don conquistado por la sangre y el esfuerzo del que quiere ser libre!


SE DISFRAZA DE REVOLUCIONARIO

Para impresionar mejor al pueblo, y así poder invadir a México con más facilidad, pues el pobre iluso cree que el trabajador mexicano comulga con ruedas de molino, Wilson se quita la levita del burgués, se enmaraña los pocos pelos que le quedan en la cabeza, y en mangas de camisa grita como un revolucionario de verdad: Es una cosa curiosa que toda demanda por el establecimiento del orden en México, no considera el orden para el beneficio del pueblo mexicano, la gran masa de la población, sino el orden para el beneficio del antiguo régimen, para los aristócratas, para los intereses consagrados por la ley, para los hombres que son precisamente los responsables de las presentes condiciones del desorden. Ninguno pide el orden por los que pudieran beneficiarse las masas populares al adquirir una porción de sus derechos y su tierra, sino que todos lo piden para que los grandes propietarios, los grandes señores de la tierra, los aristócratas, los hombres que han explotado aquel rico país para su beneficio exclusivo puedan continuar sus rapiñas sin ser molestados por las protestas del pueblo del que han sacado su riqueza y su poderío.


JUGANDO CON FUEGO

Wilson se ha metido en verdad en un juego muy peligroso para él, y no sería extraño que los vampiros de Wall Street le dieran un jalón de orejas uno de estos días pues lo que él dice se aplica tanto a México como a los Estados Unidos, a Inglaterra como a España, Francia, Italia, Alemania o cualquier otro país. El llamado orden en México y donde quiera, es un verdadero desorden porque está basado en la sumisión, por medio de la fuerza, de la clase trabajadora. El orden que prevalece en todo el llamado mundo civilizado, es la injusticia, es la arbitrariedad, es el atropello. Orden, para el burgués y el gobernante es la tranquilidad con que ellos disfrutan de los productos del sudor y del sacrificio del pueblo mexicano. Criticar ese orden en México, es criticarlo en el mundo entero, y Wilson, en los Estados Unidos, es tan responsable de ese orden maldito, como lo son Huerta, Carranza y Villa en México. Si Wilson fuera sincero en sus declaraciones revolucionarias, comenzaría por acogotar aquí a los Rockefeler, a los Otis, a los Guggenheims. a los Hearts, a todos los piratas de la industria, a todos los acaparadores de la tierra, a todos los bandidos del comercio y de la banca, y dejarnos solos a los mexicanos en nuestra obra de ahorcar a nuestros verdugos.


EL INFORTUNIO DEL MEXICANO Y DEL AMERICANO

El proletariado americano sufre al igual que el proletariado mexicano las consecuencias del acaparamiento de la tierra por unos cuantos bandidos. Si en México tenemos a Terrazas, Carranza y otros señores feudales dueños de vastas propiedades territoriales, en los Estados Unidos, encontramos lo mismo. Según una estadística presentada a la Cámara de Diputados en Washington, por el diputado por Pennsylvania My. Hulings, se ve que hay en los Estados Unidos 167, 451, 000 acres de tierra desmontada, no aprovechada; 261, 202, 000 acres de tierra no desmontada, pero buena para la agricultura, tampoco aprovechada y 361, 000, 000 de acres de tierra buena para huertas y pastos, no aprovechada igualmente. Toda esta cantidad fabulosa de tierra buena es propiedad de un reducido número de burgueses que no la trabajan ni dejan a otros que la trabajen, siendo ese acaparamiento de las tierras en este país la causa principal de que millones de personas rueden de un lugar a otro sin un pedazo de pan que llevarse a la boca, y que los grandes centros industriales se encuentren congestionados de una población enorme que se amontona en covachas, sin lumbres, sin pan, sin derechos, ganado humano que se pudre silenciosamente en su propia mugre y en su proio infortunio, pero de donde brotará la chispa rebelde que destruya el infame sistema que permite a unos pocos gozar a costa del dolor humano.


¿WILSON IGNORANTE?

¿No habrá herido los sentimientos de Wilson, tan tremenda injusticia? ¿Por qué ese empeño en arreglar la cuestión agraria mexicana, cuando milones de americanos no quisieran otra cosa que un pedazo de tierra para mantenerse y mantener a los suyos? Decididamente Wilson no es sincero en el interés que toma por el bienestar del proletariado mexicano. Se destornillaría uno de risa ante los desvelos de un filántropo atareado en aliviar los infortunios de los habitantes de Marte, Jupiter u otro planeta, mientras en torno suyo se arrastrara una multitud hambrienta pidiendo pan.


SIGUE LA CANCIÓN

Enardecido por sus propias palabras, Wilson ataca con más furor aún la cuerda revolucionaria, y dice al reportero: Los trastornos que estos hombres -los burgueses- producen son el peligro que amenaza a la República -México- y no la acción de un pueblo oprimido que se levanta para obtener por medio de la fuerza lo que siempre le ha pertenecido por el derecho.

En su afán de atraerse la simpatía de los mexicanos, Wilson justifica el levantamiento armado de los pueblos por la conquista de sus derechos; pero no hay que creer a Wilson, al hombre que mandó soldados a Nuevo México para suprimir la rebelión de los indios Navajos; que ahogó en sangre la santa rebeldía de los mineros de West Virginia; que vio con simpatía los atropellos que sus cosacos cometieron con los proletarios de Patterson; que autoriza con su inacción el martirio de Rangel y compañeros; que echa sus tropas contra los nobles trabajadores de Colorado, que ayuda a Carranza y a Villa para el establecimiento en México de un gobierno fuerte que garantice a todos los aventureros, a todos los explotadores y a todos los malvados, la esclavitud de los trabajadores mexicanos.


UN MAL QUIJOTE

Sigue diciendo Wilson que los burgueses quieren el orden, el antiguo orden para México, y exclama entornando los ojos como borrego que agoniza: Pero en verdad digo a usted -al reportero- que el antiguo orden está bien muerto, y es mi deber componer la situación lo mejor que pueda para que el nuevo orden que tendrá sus cimientos en la humana libertad y los humanos derechos, dure para siempre.

Los trabajadores americanos serán brutos rematados si no le toman la palabra a su amo y le dicen: Aquí queremos ese nuevo orden de cosas; no te desveles por los mexicanos; déjalos que ellos sabrán conquistar sus derechos sin necesidad de que te mezcles en sus asuntos y lo harán mejor por sí mismos, que si tú te metes en camisa de once varas. ¡No seas candil de la calle y oscuridad de tu casa!


LOYOLA NO HA MUERTO

Loyola es tan viejo como la humanidad y con ella vive, y con ella morirá, si sigue subsistiendo este sistema podrido en que florecen la mala fe, el engaño, la hipocresía y el disimulo. Loyola habita en la Casa Blanca, y desde el fondo de salones finamente tapizados ordena por una parte a sus soldados que maten mexicanos, mientras haciendo pucheros elevando los ojos al cielo dice dolerse del infortunio de aquellos pobre trabajadores que luchan por Tierra y Libertad, en estas sus propias palabras: ... tiene que llegar el día en que el pueblo mexicano estará en completa posesión de la tierra, la libertad y la dulce tranquilidad que le corresponden.


LAS CONFERENCIAS DE PAZ

El 21 de mayo, después de buenas comilonas y diversiones, los conferencistas de paz declararon que han sido dados con éxito los primeros pasos para un arreglo de las dificultades entre Wilson y Huerta, y que ahora se trata de llegar a un arreglo de los dos puntos siguientes: un convenio definitivo sobre la clase de gobierno provisional que se ha de establecer en México en lugar del de Huerta, y una garantía de que la cuestión agraria y otras reformas internas sean puestas en práctica. Añade el corresponsal: El nuevo gobierno será de tal naturaleza, que intentará una solución sistemática de la cuestión agraria y de otras causas de distensión interna que han incubado la revolución y hecho una tarea relativamente fácil al poner en pie de guerra grandes ejércitos.

Como se ve, sigue tratando de hacer creer al pueblo que un gobierno puede darle Pan, Tierra y Libertad; pero el pueblo, enseñado por la experiencia de cuatrocientos años de miseria y de tiranía, sabe bien ahora que ningún gobierno puede estar del lado del pobre, y que es él, el pueblo, el que tiene que conquistar su bienestar y su libertad, obrando por cuenta propia, durante el movimiento revolucionario, sin esperar a que se consolide un gobierno, porque gobierno es tiranía y antes bien impidiendo el establecimiento de cualquier gobierno fusilando a todos los que deseen ser gobernantes, y tomando posesión de la tierra, de la maquinaria, de los medios de transporte y de los efectos almacenados para el uso y beneficio de todos, hombres y mujeres.


IRRESPETUOSIDAD Y REBELDÍA

Para llegar a este fin, que es el que aconsejamos a los desheredados en nuestro Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, tomando ejemplo de los dignos habitantes de las regiones que han tomado resueltamente posesión de la riqueza acaparada por los burgueses, no se necesita otra cosa que echar abajo la carga de preocupaciones, de respetos, de cobardías y, con una mano levantada para hundir el cráneo del que se oponga, alargar la otra resueltamente para tomar posesión de la tierra, de la maquinaria, de los medios de transporte y de los efectos almacenados, haciendo de toda esa riqueza propiedad de todos. Riamos de lo que se nos enseñó que era respetable, como el derecho de propiedad, el principio de autoridad y obremos como seres conscientes, no como rebaño.


A TRES MILLAS DE VERACRUZ

El día 23 de mayo reinó gran alarma en la guarnición americana en Veracruz por haber visto un General mexicano, que con mil hombres exploraba a tres millas de Veracruz. Se cree que era el General Peña, quien tomó el mando de la fuerza que estaba bajo las órdenes del General Maas, con Cuartel General en Paso del Macho.


ARMAS Y MUNICIONES

Se ha sabido en Washington que Huerta acaba de recibir de Alemania un millón de cartuchos y gran cantidad de rifles. Estos efectos fueron desembarcados en Puerto México por el vapor alemán Bavaria. También se sabe que por un puerto del Pacífico le llegaron a Huerta rifles y municiones del japón.


TREINTA BALAZOS

Un aviador del ejército americano en Veracruz, se puso a volar a lo largo de las líneas mexicanas para estudiar las posiciones del General Peña. Los mexicanos le dispararon treinta tiros y el aviador dirigió su máquina hacia Veracruz. La acción de Funston de enviar al aviador para estudiar las posiciones mexicanas es considerada como un acto hostil violatorio del armisticio consentido por Huerta y Wilson.


CALMA

Como el armisticio está en vigor no hay hechos de armas que consignar. Sobre lo que se trata en las Conferencias de Paz, muy poco es lo que se sabe, pues los conferencistas procuran que un aire de misterio envuelva sus acciones para impresionar mejor a las multitudes. De ellos sólo se sabe que banqueteaban a más y mejor, que reciben agasajos, que gozan con el espectáculo de las cataratas, que tienen muchas esperanzas de que todo el embrollo se resuelva de una manera pacífica. La cuestión de la tierra sigue siendo, sin embargo, el tema principal de las Conferencias, como que esa cuestión es la que explotan todos los que quieren ganarse la simpatía popular para encumbrarse. Los trabajadores deben tener presente lo siguiente para no ser engañados por ambiciosos vulgares: si el que promete la tierra dice que será dada a los pobres cuando todo esté en paz y ocupando el gobierno se encuentre un hombre honrado, ese es un embaucador a quien hay que despreciar. Sólo hay que atender las palabras del que diga: No hay que esperar a que nadie de la tierra, ni a que se haga la paz para conseguirla; la tierra debe ser tomada durante el movimiento revolucionario por los pobres, sin esperar a que un jefe o presidente haga esa dádiva.

(De Regeneración, N°191 del 30 de mayo de 1914)

Ricardo Flores Magón

Índice de 1914: La intervención americana en México de Ricardo Flores MagónEscrito anteriorSiguiente escritoBiblioteca Virtual Antorcha