Índice de 1914: La intervención americana en México de Ricardo Flores MagónEscrito anteriorSiguiente escritoBiblioteca Virtual Antorcha

LOS BLUFFS

El aire está cargado de rumores de guerra. Por las noticias que salen a mañana y tarde en la prensa, tal parece que una guerra es inminente entre los Estados Unidos y México.

Unos marinos americanos desembarcaron el 9 de abril en Tampico con el pretexto de aprovisionarse de gasolina. Los soldados de la guarnición federal arrestaron a los marinos, libertándolos poco después por disposición del Ministro de Guerra y Marina del gabinete de Huerta. Los Estados Unidos pidieron una satisfacción por parte del gobierno de Huerta; éste la dió arrestando al jefe militar que dió la orden de arresto de los marinos americanos. Los Estados Unidos no quedaron conformes con esa satisfacción, y pidieron entonces que la guarnición federal de Tampico enviase un saludo de veintiún cañonazos a la bandera de las barras y las estrellas. Huerta no se opuso a hacer el saludo; pero con la condición de que los americanos respondieran con un saludo semejante a la bandera mexicana. Los Estados Unidos aceptaron la proposición de Huerta. Entonces éste preguntó a los Estados Unidos si no sería mejor que el saludo por ambas partes fuera simultáneo. Wilson se negó a aceptar la proposición a lo que corresponde Huerta negándose a saludar la bandera americana. Wilson, ya casi enfurecido, le dió a Huerta por plazo hasta las seis de la tarde del día 19 de abril para que saludase la tan llevada y traida bandera. El plazo se cumplió; pero Huerta no hizo el saludo, y Wilson, completamente furioso, ofrece someter el incidente a la deliberación del Congreso para que éste determine lo que deba hacerse en el caso.

¡Qué resolverá el Congreso? Es la pregunta que se hacen todos. Los periódicos jingoistas, que es la palabra que se aplica a los patrioteros en este país (Téngase en cuenta que en 1914, Ricardo Flores Magón se encontraba radicado en la ciudad de Los Ángeles, California. Nota aclaratoria de Chantal López y Omar Cortés), piden que se declare la guerra a México sin pérdida de tiempo, y los periódicos de Europa en general, creen que los Estados Unidos tendrán que declarar la guerra en unos cuantos días. Si hay cretinismo en la prensa, la prensa europea es la que parece estar más atacada de ese mal.

Wilson dice que no se declarará la guerra a México; porque sería eso un reconocimiento del gobierno de Huerta (Téngase en cuenta que el gobierno norteamericano jamás reconoció como gobierno legal al presidido por Victoriano Huerta. Nota aclaratoria de Chantal López y Omar Cortés), lo que me parece una salida poco afortunada para ocultar el temor a una guerra que encierra todas las posibilidades de un fracaso.

Sin embargo, Wilson está con la espina adentro; Wilson ve que Huerta es un obstáculo serio puesto en el camino del carrancismo, y quiere librar a sus amigos carrancistas de ese estorbo. Todo el lío del saludo a la bandera, todos esos ultimatums, todo el aparato de fuerza arrojado a las puertas de Tampico para impresionar a Huerta, son actos calculados para buscar la ruina del regimen de Huerta y aclarar el encumbramiento de Venustiano Carranza. El juego, sin embargo, puede terminar en tragedia, cosa no prevista por el pobre profesor, pero es que suele acontecer cuando con fuego se juega. Los mismos periódicos diarios se encargan de decir que las masas populares se encuentran en un grado terrible de excitación en todo el territorio mexicano con motivo de los alardes bélicos de los Estados Unidos; esa misma prensa informa que las mismas borregadas carrancistas desobedecerían a sus jefes para lanzarse a cometer actos antiamericanos, si la tensión del momento se prolongase.

Sea como fuere, lo que sí parece ser un hecho es que Wilson, para ayudar a Carranza, va a establecer un bloqueo de los puertos mexicanos para impedir que a Huerta le lleguen de Europa y de cualquier otra parte, elementos de guerra. Naturalmente que esta ayuda tendría que pagarla el pueblo mexicano con creces, si permitiera que Carranza o cualquier otro individuo llegase a formar un gobierno. ¿Puede calcularse siquiera lo que ha gastado el gobierno americano en su empeño de librar de obstáculos el camino de Carranza a la presidencia de la República? Pues todo ese dinero tendría que salir de los lomos de la clase trabajadora si se llegara a consolidar algún gobierno. Las contribuciones serían aumentadas; en todos los pueblos se impondrían multas por cualquier pretexto, pues el gobierno tendría gran necesidad de dinero para pagarle al gobierno americano; la miseria llegaría al límite resistible por el hombre, y un nuevo movimiento revolucionario tendría que surgir contra un estado de cosas insufrible.

Cualquier gobierno que llegara a consolidarse en México, tendría que extorsionar al pueblo mexicano para pagar los compromisos nacionales, y haría ilusorias por lo mismo, todas las promesas de bienestar y de libertad que hubiera hecho al pueblo.

Volviendo al asunto de la guerra, cosa es esa que no se atreverán a declararla los Estados Unidos, sino después de mucho tiempo de prepararse para ella. Los Estados Unidos, a pesar de todo lo que se diga en contrario, no tienen los soldados suficientes para una empresa de conquista llevada a cabo contra una nación de extenso territorio y poblada de quince millones de habitantes, centenares de miles de cuales saben lo que es batirse y sufrir las fatigas de campaña, y centenares de miles de los cuales estarían listos en todo momento a recoger el arma del que cae para continuar la guerra. Los Estados Unidos no irían a pelear solamente contra ejércitos, sino contra la nación levantada para repeler al agresor.

Todas esas palabras de guerra, todos esos aparatos de lucha, no son otra cosa que bluffs con que el profesor quiere asustar a Huerta.

De Regeneración, N° 186 del 25 de abril de 1914

Ricardo Flores Magón

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