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Los años desintegrantes

Como indica Lao Tsé: El punto culminante señala la decadencia. Según Edouard Dolleans el descenso de la A. I. T. lo origina la guerra: La guerra, he aquí la causa de la caída de la Internacional, y otra causa, añade: el conflicto, provocador de las escisiones en el seno de la Internacional, entre las ideologías que se encarnizan para hacer triunfar sus concepciones egoístas y prefieren destrozar por sus propias manos a la Internacional antes que renunciar a la victoria de su personalidad. (58).

Bakunín les echa la culpa a los alemanes: Así fue como comenzó la escición en la Internacional cuya causa fueron y son los alemanes. Se atrevieron a proponer a una sociedad, preeminte internacional, quisieron imponerlo hasta por la fuerza, su programa estrechamente burgués, político -nacional- exclusivamente alemán pangermánico (font size=2pts color="red">59).

La guerra de 1870 entre Napoleón III y Bismarck fue catastrófica para los ideales internacionalistas. En Francia, previamente al conflicto, la represión napoleónica contra los internacionalistas no cesaba, desmembrando las secciones que tenían que vivir en plena clandestinidad. Los mejores internacionalistas, como Varlin, dieron su vida en la Comuna de París, unos en las barricadas, y otros víctimas de la furia desencadenada por Thiers.

Marx, en cambio, veía en la guerra un motivo de júbilo: Los franceses necesitan unas azotainas. Si los prusianos salen victoriosos la centralización del poder del Estado será útil a la concentraclón de la clase obrera alemana. La preponderancia alemana, además, transportará el centro de gravedad del movimiento obrero europeo de Francia a Alemania; y basta comparar solamente el movimiento en ambos países desde 1866 hasta ahora, para ver que la clase obrera alemana es superior a la francesa, tanto bajo el punto de vista teórico como en el de la organización. La preponderancia, sobre el teatro del mundo, del proletariado alemán sobre el proletariado francés, sería al mismo tiempo la preponderancia de nuestra teoría sobre la de Proudhon (60).

La Comuna parisina, bien que una gesta revolucionaria de trascendencia aún no agotada, no puede encuadrarse en este capítulo dedicado a la Internacional. Reclama uno por si sola. Es cierto que los anarquistas proudhonianos y no proudhonianos, como Luisa Michel y Eliseo Reclus, para no citar sino los más descollantes, dieron su voz de ¡Presente! en el París de las barricadas pero, como dice Maitron: Es difítil ver en sus actos la expresión de tal o cual ideología. En primer lugar su existencia fue breve y la mayor parte de Ías medidas que Ia Comuna tomó lo fueron menos en aplicación de una doctrina determinada que bajo la presión de los acontecimientos. Además sus miembros, lejos de refejar una corriente de pensamiento determinada, pertenecían a las tendencias más diversas (61).

Solamente los mIembros de la InternacIonal tenian una doctrina política y social bastante bien definida -señala G. Bourgin-, bien que ellos titubeaban entre el mutualismo proudhoniano y el colectivismo marxista. (62).

La internacional, en este período de belicismo franco-prusiano, buscó su eclosión en otras coordenadas. El 4 de abril de 1870 se celebró en Chaux des Fonds el Congreso regional de la Federación de la Suiza romanda, en donde hubo una división entre colectivistas y anti-colectivistas; el 17 de abril tiene lugar en Amberes un Congreso obrero, también, en el que asisten las asociaciones belgas y holandesas. En España, donde la obra asociacionista de Giuseppe Fanelli había encontrado la tierra más fértil para la germinación de los ideales de la Internacional, tiene lugar el Primer Congreso obrero español el 19 de junio de 1870 en el Teatro del Circo Barcelonés. En lo que respecta a Italia, la presencia de Bakunín en aquella península marcaba también un auge internacionalista que llegaba a tener a raya el sentimiento nacionalista explotado por Mazzini (63). En Francia y en Alemania, en cambio, la guerra absorbía todas las alternativas y el Quinto Congreso, que en Basilea se acordó que se celebrara en París, quedó suspendido.

Esta situación iba al unísono con los deseos de Marx quién, dicen Sergent y Harmel, orientó su esfuerzo en tres direcciones principales: primeramente en retrasar lo más posible la reunión del quipto congreso y acrecentar de esta manera la autoridad del Consejo General; ampliar, acto seguido, el área de su influencia y romper la de Bakunín allí donde éste ejercía su mayor fuerza, y desprestigiar en fin, por la maledicencia hábil y la insinuación calumniosa, la persona de Bakunín y sus ideas (64).

En lugar del Congreso se llevó a cabo una Conferencia en Londres durante los días 17 al 23 de septiembre de 1871 en la que asistió Anselmo Lorenzo y de la que regresó deprimido por el vuelo bajo de todo su desarrollo.

De la semana empleada en aquella conferencia -dice Lorenzo- guardo triste recuerdo. El efecto causado en mi ánimo fue desastroso: esperaba yo ver grandes pensadores, heroicos defensores del trabajador. entusiastas propagadores de las nuevas ideas, precursores de aquella sociedad transformada por la Revolución en que se practicará la justicia y se disfrutará de la felicidad, y en su lugar hallé graves rencillas y tremendas enemistades entre los que debían estar unidos en una voluntad para alcanzar un mismo fin.

Puede asegurarse que toda la substancia de aquella Conferencia se redujo a afirmar el predominio de un hombre allí presente, Carlos Marx, contra el que se supuso pretendía ejercer otro: Miguel Bakounine, ausente.

Lo único en carácter, lo genuinamente obrero, lo puramente emancipador tuve yo el alto honor de presentarlo a aquelIa Conferencia: la Memoria sobre organización formulada por la Conferencia de Valencia.

Ante delegados de naciones tan industriales como Inglaterra, Alemania y Bélgica, avezadas, especialmente la primera a las luchas económicas, causó gran efecto aquel engtanaje de sociedades y federaciones de todos los oficios, de oficios similares y de oficio único, con sus comisiones de propaganda y correspondencia, sus estadísticas, sus congresos, sus cajas de resistencia y toda aquella vida intelectual y de acción capaz, de ser bien practicada, de efectuar, no sólo la revolución social en breve plazo, sino de organizar por su propio funcionamiento la sociedad futura. Trabajo perdido: el Consejo General y la mayoría de los delegados no estaban para eso; lo que les preocupaba sobre todo era la cuestión de jefatura ...

Volví a España poseído de la idea de que el ideal estaba más lejos de lo que había creído, y de que muchos de sus propagandistas eran sus enemigos.

En carta particular dirigida a ios amigos de Barcelona explicándoles lo de la conferencia, escribí esta frase: Si lo que Marx ha dicho de Bakounine es cierto, éste es un infame, y si no, lo es aquél; no hay término medio; tan graves son las censuras y acusaciones que he oído (65).

Bakunín trató de defenderse escribiéndole a Anselmo Lorenzo pero cometió la torpeza de dejarse llevar por su odio antijudío que produjo un desastroso efecto en nuestro gran tipógrafo internacionalista quien lo consigna: a pesar del respeto y de la consideración que por muchos títulos merece la memoria de Bakounine.

La Conferencia de Londres tomó una serie de resoluciones que provocaron la rebelión de la Federación del Jura. Una de las resoluciones, la IX, interpretando el mensaje inaugural de la A. I. T. a su modo, conmina a los miembros de la Internacional a tener presente que en el estado militante de la clase obrera, su movimiento económico y su acción política están indisolublemente unidos ...

Otra de las resoluciones, la XVII, aconseja a las dos federaciones rivales de la Suiza romanda a fusionarse en el seno de la de Ginebra reconocida por el Consejo General o, en su defecto, decide que la Federación de las secciones bakuninistas pasará a llamarse Federación Jurasiana. Añade que de ahora en adelante ei Consejo General está obligado a denunciar y a desautorizar todos los periódicos, llamados órganos de la Internacional que, siguiendo el ejemplo del Progrés y la Solidarité discutan en sus columnas, delante del público burgués, las cuestiones que deben ser tratadas exclusivamente en el seno de los comités locales, federales y el Consejo General, o en el seno de las sesiones privadas y administrativas de los congresos, sean federales o generales.

Paralizadas las secciones francesas por la guerra, el estandarte de la corriente anti-autoritaria pasa en manos de los jurasianos. Estos se habían propuesto como Federación Jurasiana en el congreso de Saint Imier celebrado en octubre de 1870 pero descartaron la proposición por prematura. Cuando en septiembre de 1871 la Conferencia de Londres quiere hacer sentir el peso del Consejo General contra los anti-autoritarios suizos, James Guillaume, en nombre de la Federación de Chaux des Fonds redacta una memoria que posteriormente pasará a ser conocida como Memoria de la Federación Jurasiana. Al mismo tiempo y mediante una circular remitida a las secciones el 31 de octubre de 1871, se convoca a un congreso que tendrá lugar en Sonvillier el 12 de noviembre.

Se trata de una manifestación libertaria en donde se aprueban unos estatutos federales en los que se limitan las funciones de los comités superiores como lo indica el Artículo Tercero:

El comité Federal no está investido de ninguna autoridad. Llevará a cabo simplemente la función del buró de información, correspondencia y estadística ... , y exige en el curso de los debates, que el Consejo General asuma esta limitación de funciones.

Las relaciones, que iban a quedar definitivamente rotas en La Haya, están prácticamente resquebrajadísimas. Frente a las acusaciones del Consejo, los suizos dicen textualmente en su Boletín del 15 de junio de 1872: La espada de Damocles que tanto tiempo estuviera amenazándonos acaba, finalmente, de caer sobre nuestras cabezas. No se trata, propiamente, de una espada sino el arma habitual de Marx: un montón de basura.



Notas

(58) Dolleans. Op. Cit. Tomo I, pág. 315.

(59) M. Bakunin. Obras Completas, Tomo V. Estatismo y Anarquía, pág. 301, Buenos Aires, 1929. G. D. H. Cole tiene otra opinión: La caida de la Comuna destruyó la Primera Internacional, ya muy debilitada por la guerra franco-prusiana. Op. cit., pág. 156 Tomo II.

(6O) Carta a Engels del 20 de Julio de 1870. Engels, que en la correspondencia por lo menos, se manifiesta como un verdadero eco de Marx, escribirá a su admirado camarada en fecha 31 de Julio: Mi confianza en la fuerza militar crece cada día. Somos nosotros los que hemos ganado la primera batalla seria. Sería absurdo hacer del antibismarckismo nuestro único principio director. Bismarck, en este momento, como en 1866, trabaja para nosotros a su modo.

(61) Jean Maitron. Op. Cit., pág. 55.

(62) G. Bourgin. Histoire de la Commune, pág. 83. París. Citado por Maitron.

(63) Durante el intervalo entre el Congreso de Basilea y el de La Haya de 1872, creció mucho la Internacional de Italia. En 1870 y 1871 se produjeron disidencias en las organizaciones mazzinistas, y los grupos que se separaron, en la mayoria de los casos se adhirieron a la Asociación Internacional de Trabajadores. G. D. H. Cole, op. cit., Tomo II, pág. 176.

(64) Sergent & Harmel. Op. Cit., pág. 376.

(65) Anselmo Lorenzo, EI Proletariado Militante pág. 165 y 166. México s/d.


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