Índice de Historia de los indios de la Nueva España de Fray Toribio de BenaventeTratado Primero - Capítulo IITratado Primero - Capítulo IVBiblioteca Virtual Antorcha

TRATADO PRIMERO



CAPITULO III


56 En el cual prosigue la materia comenzada, y cuenta la devoción que los indios tomaron con la señal de la cruz, y cómo se comenzó a usar.

57 En todo este tiempo los frailes no estaban descuidados de ayudar a la fe y a los que por ella peleaban, con oraciones y plegarias, mayormente el padre fray Martín de Valencia con sus compañeros, hasta que vino otro padre llamado fray Juan de Zumárraga, que fue primer obispo de México, el cual puso luego mucho cuidado y diligencia en adornar y ataviar su iglesia catedral, en lo cual gastó cuatro años toda la renta del obispado. Entonces no había proveídas dignidades en la Iglesia, sino todo se gastaba en ornamentos y edificios de la iglesia, por lo cual está tan ricamente ataviada y adornada como una de las buenas iglesias de España, aunque a el dicho fray Juan de Azumárraga no le faltaron trabajos, hasta hacerle volver a venir a España, dejando primero levantada la señal de la cruz, de la cual comenzaron a pintar muchas; y como en esta tierra hay muy altas montañas, también hicieron altas y grandes cruces, a las cuales adoraban, y mirando sanaban algunos que aún estaban heridos de la idolatría. Otros muchos con esta santa señal fueron librados de diversas acechanzas y visiones que se les aparecían, como adelante se dirá en su lugar.

58 Los ministros principales que en los templos de los ídolos sacrificaban y servían, y los señores viejos, que como todos estaban acostumbrados a ser servidos y gozar de toda la tierra, porque no sólo eran señores de sus mujeres e hijos y haciendas, mas de todo lo que ellos querían y pensaban, todo estaba a su voluntad y querer, y los vasallos no tienen otro querer si no es el del señor, y si alguna cosa les mandan, por grave que sea, no saben responder otra cosa sino mayny, que quiere decir así sea, pues estos señores y ministros principales no consentían la ley que contradice a la carne, lo cual remedió Dios, matando muchos de ellos con las plagas y enfermedades ya dichas y de otras muchas y otros se convirtieron; y como de los que murieron han venido los señoríos a sus hijos, que eran de pequeños bautizados y criados en la casa de Dios; de manera que el mismo Dios les entrega sus tierras en poder de los que en Él creen; y lo mismo ha hecho contra los opositores que contradicen la conversión de estos indios por muchas vías.

59 Procuraron también los frailes que se hiciesen iglesias en todas partes y así ahora casi en cada provincia donde hay monasterio hay advocaciones de los doce apóstoles, mayormente de San Pedro y San Pablo, los cuales demás de las iglesias intituladas de sus nombres, no hay retablo en ninguna parte donde no estén pintadas sus imágenes.

60 En todos los templos de los ídolos, si no era en algunos derribados y quemados de México, en los de la tierra, y aun en el mismo México, eran servidos y honrados los demonios. Ocupados los españoles en edificar México y en hacer casas y moradas para sí, contentábanse con que no hubiese delante de ellos sacrificio de homicidio público, que a escondida y a la redonda de México no faltaban; y de esta manera se estaba la idolatría en paz, y las casas de los demonios servidas y guardadas con sus ceremonias. En esta sazón era ido el gobernador don Hernando Cortés a las Higueras (1), y vista la ofensa que a Dios se hacía, no faltó quien se lo escribió, para que mandase cesar los sacrificios del demonio, porque mientras esto no se quitase, aprovecharía poco la predicación, y el trabajo de los frailes sería en balde; en lo cual luego proveyó bien cumplidamente. Mas como cada uno tenía su cuidado, como dicho es, aunque lo había mandado, estábase la idolatría tan entera como de antes, hasta que el primero día del año de 1525, que aquel año fue en domingo, en Tetzcoco, adonde había los más y mayores teocallis o templos del demonio, y más llenos de ídolos, y muy servidos de papas o ministros, la dicha noche tres frailes, desde las diez de la noche hasta que amanecía, espantaron y ahuyentaron todos los que estaban en las casas y salas de los demonios; y aquel día después de misa se les hizo una plática, encareciendo mucho los homicidios, y mandándoles de parte de Dios, y del rey no hiciesen más la tal obra, si no que los castigarían según que Dios mandaba que los tales fuesen castigados. Esta fue la primera batalla dada a el demonio, y luego en México y sus pueblos y derredores, y en Couathiclan (Cuautitlan). Y luego casi a la par en Tlaxcallan comenzaron a derribar y destruir ídolos, y a poner la imagen del Crucifijo, y hallaron la imagen de Jesucristo crucificado y de su bendita Madre puestas entre sus ídolos a hora que los cristianos se las habían dado, pensando que a ellas solas adorarían; o fue que, ellos como tenían cien dioses, querían tener ciento y uno; pero bien sabían los frailes que los indios adoraban lo que solían. Entonces vieron que tenían algunas imágenes con sus altares, junto con sus demonios e ídolos; y en otras partes la imagen patente y el ídolo escondido, o detrás de un paramento, o tras la pared, o dentro del altar, y por esto se las quitaron, cuantas pudieron haber, diciéndoles que si querían tener imágenes de Dios o de Santa María, que les hiciesen iglesia. Y al principio por cumplir con los frailes comenzaron a demandar que les diesen las imágenes, y a hacer algunas ermitas y adoratorios, y después iglesias, y ponían en ellas imágenes, y con todo esto siempre procuraron de guardar sus templos sanos y enteros; aunque después, yendo la cosa adelante, para hacer las iglesias comenzaron a echar mano de sus teocallis para sacar de ellos piedra y madera, y de esta manera quedaron desollados y derribados; y los ídolos de piedra, de los cuales había infinitos, no sólo escaparon quebrados y hechos pedazos, pero vinieron a servir de cimientos para las iglesias; y como había algunos muy grandes, venían lo mejor del mundo para cimiento de tan grande y santa obra.

61 Sólo Aquel que cuenta las gotas del agua de la lluvia y las arenas del mar, puede contar todos los muertos y tierras despobladas de Haití o Isla Española, Cuba, San Juan, Jamaica y las otras islas; y no hartando la sed de su avaricia, fueron a descubrir las innumerables islas de los Lucayos y las de Baraguana, que decían Herrerías de Oro, de muy hermosa y dispuesta gente y sus domésticos guatiaos, con toda la costa de la Tierra Firme, matando tantas ánimas y echándolas casi todas en el infierno, tratando a los hombres peor que a bestias, y tuviéronla en menos estima, como (si) en la verdad (no) fuesen criados a la imagen de Dios. Yo he visto y conocido hartos de estas tierras y confesado algunos de ellos, y son gente de muy buena razón y de buenas conciencias; ¿pues por qué no lo fueran los otros, si no les dieran tanta prisa a los matar y acabar?; ¡oh, cuánta razón sería en la Nueva España abrir los ojos y escarmentar en los que de estas islas han perecido! Llamo Nueva España desde México a la tierra del Perú, y todo lo descubierto de aquella parte de la Nueva Galicia hacia el norte. Toda esta tierra, lo que no está destruido, debería escarmentar y temer el juicio que Dios hará por la destrucción de las otras islas; baste que ya en esta Nueva España hay muchos pueblos asolados, a lo menos en la costa del Mar del Norte, y también en la de la Mar del Sur, y adonde hubo minas al principio que la tierra se repartió, y aún otros muchos pueblos lejos de México están con media vida.

62 Si alguno preguntase qué ha sido la causa de tantos males, yo diría que la codicia, que por poner en el cofre unas barras de oro para no sé quién, que tales bienes yo digo que no los gozará el tercero heredero, como cada día vemos que entre las manos se pierden y se deshacen como humo o como bienes de trasgo, y a más tardar duran hasta la muerte, y entonces por cubrir el desventurado cuerpo con desordenadas y vanas pompas y trajes de gran locura, queda la desventurada ánima, pobre, fea y desnuda. ¡Oh, cuántos por esta negra codicia desordenada del oro de esta tierra están quemándose en el infierno! Y plega a Dios que paren en esto; aunque yo sé y veo cada día que hay algunos españoles que quieren ser más pobres en esta tierra, que con minas y sudor de indios tener mucho oro; y por esto hay muchos que han dejado las minas. Otros conozco, que de no estar bien satisfechos de la manera como acá se hacen los esclavos, los han ahorrado. Otros van modificando y quitando mucha parte de los tributos, y tratando bien a sus indios. Otros se pasan sin ellos, porque les parece cargo de conciencia servirse de ellos. Otros no llevan otra cosa más de sus tributos modificados, y todo lo demás de comidas, o de mensajeros, o de indios cargados, lo pagan, por no tener que dar cuenta de los sudores de los pobres. De manera que éstos tendría yo por verdaderos prójimos; ya que digo, que el que se tuviere por verdadero prójimo y lo quisiere ser, que haga lo mismo que estos españoles hacen.


Notas

(1) Hibueras.

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