Presentación de Omar CortésCapítulo séptimo. Apartado 2 - Madero y la ciudad de MéxicoCapítulo séptimo. Apartado 4 - Proyectos contrarrevolucionarios Biblioteca Virtual Antorcha

José C. Valades

HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

TOMO PRIMERO



CAPÍTULO 7 - NUEVO GOBIERNO

COMIENZOS DEL GOBIERNO MADERISTA




Al quedar posesionado de la presidencia de la República, Francisco I. Madero representaba una autoridad moral trascendental. Su victoria guerrera y política, lo intachable de sus costumbres privadas, su clarísimo talento, la pureza de sus ideales y el concepto práctico que tenía de la vida, constituían los elementos primeros para poseer una preponderancia en la jurisdicción de la conciencia política nacional. Sin embargo, esto no bastaba para los cimientos de su autoridad civil, tan necesaria en el gobierno y mando de la República. Tampoco era dueño Madero del espíritu de partido o de camaradería política, que si no sustituye a la virtud que da la autoridad civil, sí es útil para dar forma a un cuerpo gobernante. Y Madero era desafecto a tal espíritu, no tanto por engreimiento personal o desdén a sus amigos y partidarios, cuanto por creer en una democracia absoluta, conforme a la cual los más aptos y representativos poseen más derechos que los colegas y confidentes.

Esto, que era un error, perjudicaría gravemente a la Revolución, porque sin negarse el valimiento del concepto de Madero, tal concepto podía ser en tiempo y modo, esto es, que hecho el cuerpo de una autoridad civil, aunque en tal cuerpo figurasen individuos sin personalidad gubernamental o administrativa, era factible la función noble y perfecta del sistema democrático.

Así, los males de tan falso juicio empezarían con la designación del gabinete presidencial, porque en vez de determinar Madero por sí propio, o de resolver con sus partidarios y consejeros, la composición de su gabinete, permitió que intervinieran en esta tarea, no sólo en opiniones, sino en las resoluciones, a quienes el mismo Madero consideró poseedores de una autoridad política. De esta suerte, los colaboradores del nuevo Presidente dieron al gobierno una falsa y titubeante situación; pues para un mundo que no esperaba grandes nombres políticos en el gabinete presidencial, sino certidumbre y afinidad política ministerial, el orden gubernamental perdió lozanía, cohesión e ideales.

Manuel Calero, el secretario de Relaciones, si ciertamente era ilustrado y tenía historia política, estaba tan saturado de vanidades y ambiciones, que no podía ser eficaz colaborador de un gobernante del vaporoso talento de Madero ni era un hombre apto para captar y acrecentar las simpatías públicas que es obligación primera que deben tener los gobernantes, cualquiera que sea su responsabilidad oficial. Manuel Vázquez Tagle, en el ministerio de Justicia, era un figurón calerista y nada más. Rafael Hernández, Manuel Bonilla y Ernesto Madero, continuando en el nuevo gabinete, significaban un compás maderista, de señalada consideración. Miguel Díaz Lombardo, en Instrucción Pública y Abraham González en Gobernación, fueron el comienzo de una nueva élite política, no obstante que a González, la hostilidad contrarrevolucionaria le clasificó como norteño rústico y negativo; y esto, porque muy grande y tenebrosa aparecía en el horizonte la borrasca de la libertad. El gabinete quedó complementado con el general José González Salas, quien más que un soldado, poseía aptitudes administrativas.

El cuerpo político que no lució en el gabinete presidencial, lo organizó Madero en los estados, tal vez comprendiendo cuánto más difícil a par de provechosa era la gobernación local que la ministerial. Y en efecto, los meses le darían la razón, porque si la capital estaba llamada a entregarse a la Contrarrevolución, en cambio, los gobernantes —unos más, otros menos- serían el apoyo y continuidad de la Revolución y la constitucionalidad.

Fue, en efecto, el cuadro de las primeras autoridades locales, la representación más exacta de la Revolución con Venustiano Carranza, José María Maytorena, Manuel Mestre Ghigliazza, Miguel Silva, Flavio Guillén, Francisco Lagos Cházaro, Rafael Cepeda, Alberto Fuentes y José I. Lugo.

Poseían tales gobernantes, más que la práctica administrativa, el entusiasmo, la responsabilidad y la vocación de una República progresista y democrática, de manera que con ellos era inaugurada una época nacional dentro de la cual, el populismo iba a sustituir los sistemas de la autocracia y con lo mismo proporcionaría al país los encantamientos que es muy común que sirvan para iluminar a los hombres, aun cuando éstos sean víctimas de los intensos dramas de la pobreza, como acontecía en México.

Había, además, dentro del mundo oficial, otra clase que sin ser la vasta, considerada y responsable manifiesta en los gobernadores ni la mediatizada en el gabinete presidencial, representaba un neutralismo sospechoso. Esta clase, la constituían los oficinistas secundarios, reclutados, casi en su mayoría, entre los familiares y allegados del caído régimen porfirista; y tenía esta casta, de hecho, en sus manos el encauzamiento y dirección de los negocios administrativos que correspondían a la rutina, pero que no por ello dejaban de ser capitales no sólo para la consolidación del gobierno, sino a la marcha normal de la vida nacional.

Esta clase, a la cual el general Díaz nunca permitió que penetrasen los individuos de los filamentos sociales inferiores ni aquellos hombres en quienes no fiaba, continuó en el servicio del presidenciado de Madero; porque si aparentemente era dócil —y sólo aparentemente—, se la creía indispensable para la continuidad de los asuntos administrativos, de manera que el maderismo no estuvo en aptitud de omitirla de sus necesidades y preocupaciones.

No se había exigido a tal oficinismo, casi profesional, que se uniera a la Revolución ni que se identificase con la lealtad al nuevo gobierno, con lo cual, si no en el puente de mando, sí en el trato entre el oficialismo y el mundo popular, ese oficinismo quedaba, de hecho, dueño de su fin moral, con lo cual, en la realidad, significaba una amenaza para el futuro político del orden maderista.
Presentación de Omar CortésCapítulo séptimo. Apartado 2 - Madero y la ciudad de MéxicoCapítulo séptimo. Apartado 4 - Proyectos contrarrevolucionarios Biblioteca Virtual Antorcha