Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO V - Capítulo IV - Primera parte - La ConvenciónTOMO V - Capítulo V - Primera parte - La Convención se declara soberanaBiblioteca Virtual Antorcha

EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO

General Gildardo Magaña
Colaboración del Profesor Carlos Pérez Guerrero

TOMO V

CAPÍTULO IV
Segunda parte

LA CONVENCIÓN


Falso representante del general Zapata

Mientras los convencionales se ocupaban en Aguascalientes de los asuntos que dejamos dichos, en México, un señor de nombre Guillermo Santaella y Santibáñez, quien acababa de unirse a las fuerzas surianas con unos cuantos hombres, no resistió a la tentación de exhibirse y dirigió al señor Carranza el siguiente documento:

República mexicana.
Ejército Libertador.
Brigada Santaella y Santibañez.

Hónrome comunicar a usted que habiendo sido designado por el C. General Emiliano Zapata, General en jefe del Ejército Libertador de la República Mexicana, delegado para asistir a las conferencias en la ciudad de Aguascalientes, en compañía de los miembros de mi Estado Mayor, suplico a usted atentamente se sirva librar sus respetables órdenes, a fin de que se nos proporcionen salvoconductos y los pases necesarios a fin de dar cumplimiento a la comisión que se nos confió, en lo que recibiremos especial gracia.

Protesto a usted las seguridades de mi distinguida consideración y respeto.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Campamento en Tizapán, octubre 10 de 1914.
El General en Jefe de la Brigada, G. S. Santibañez.

Al General en Jefe del Ejército Constitucionalista.
Presente,

La redacción, sin duda intencionada, del documento que copiamos hizo suponer al señor Carranza que el general Zapata había conferido su representación personal al firmante, por lo que se dirigió a la Convención en forma prudente preguntando si se había invitado al general Zapata, o en caso de no haberse hecho la invitación, que se le dijera si el señor Santaella y Santibáñez podía ser admitido; pero en cambio de esa prudente pregunta, hay esta indicación tendenciosa: Permítome advertir que al mismo tiempo que se efectúan estas agencias convencionistas, las fuerzas del general Zapara guardan una actitud hostil. La respuesta del presidente de la Convención dice así:

Aguascalientes, octubre 11 de 1914.
Señor Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
México.

Contesto su atento mensaje. Dominando en la Convención un poderoso espíritu de concordia y atracción para todos los elementos activos del movimiento revolucionario, he de agradecer a usted expida al señor general G. S. Santibáñez, representante del señor general Emiliano Zapata, lo mismo que a las personas que a aquél acompañen, los salvoconductos y pasaportes que sean necesarios para trasladarse a esta ciudad, proporcionándole a la vez cuantas facilidades sea posible. Le anticipo las gracias y lo saludo con todo afecto.

El presidente de la Convención, Antonio I. Villarreal.

El señor Carranza dió facilidades; pero Santaella y Santibáñez no tenía la representación que se le supuso por la mañosa redacción de su escrito. Bien pronto se enteró el general Zapata de lo sucedido, y habiéndosele presentado Luis Iñiguez, uno de los acompañantes del señor Santaella, mandó que lo arrestaran, no sin advertirle que el castigo era mínimo, en vista de que él no había ideado la torpe mentira.


Juntas extraordinarias

Animados los convencionalistas por el deseo de realizar una labor efectiva, y con la firme convicción de que el cuerpo colegiado era el representante genuino de la Revolución, ocuparon el domingo 11 en celebrar tres juntas: dos en la mañana y una en la tarde. Simultáneamente se reunieron en la mañana los elementos de la División del Norte en un local, y en otro distinto, los que no pertenecían a dicha División. En la tarde se congregaron todos y llegaron a conclusiones generales sobre algunos asuntos importantes que iremos viendo a panir de la sesión del día 13.


La segunda sesión

A las diez y media de la mañana del día 12 dió principio la segunda sesión. Después de la lista y de la lectura del acta, el presidente ordenó que se leyeran varios telegramas del señor Carranza. En uno de ellos preguntó cuándo sería la formal apertura de los trabajos, pues deseaba consultar a la Convención algunos asuntos de imponancia.

La comisión de credenciales presentó sus primeros dictámenes. Al aprobarse, con algunas excepciones paniculares, los señores generales que en seguida se mencionan quedaron así representados:

Eugenio Aviña, por el mayor Francisco Mancilla;
Abelardo Menchaca, por el coronel Daniel Ríos Zertuche;
Ildefonso Vázquez, por e! teniente coronel Arturo Lazo de la Vega;
Miguel M. Acosta, por el coronel Samuel G. Vázquez;
Máximo Rojas, por el coronel Pedro Morales;
Francisco Cosío Robelo, por el coronel y doctor Renato Miranda;
Ignacio L. Pesqueira, por el coronel Joaquín Cazarín;
Manuel M. Diéguez, por el coronel Fermín Carpio;
Ernesto Santoscoy, por el mayor Dionisio Marines;
Francisco Villa, por el coronel Roque González Garza;
Francisco Coss, por el coronel Rafael de la Torre;
Eduardo Carrera, por el coronel Vito Alessio Robles;
Francisco S. Carrera, por el coronel Sidronio Méndez;
Alberto Carrera Torres, por el coronel Nabor Carreón;
Luis Caballero, por el coronel Bibiano Saldívar Cervantes;
Jesús Dávila Sánchez, por el coronel Lázaro J. Hernández;
Andrés Saucedo, por el mayor Antonio de la Barrera;
José Rentería Luviano, por el coronel Ponciano Pulido.

Se sometieron a discusión y fueron aceptadas las siguientes credenciales recibidas por la vía telegráfica. Los generales otorgantes quedaron así representados:

Herminio Alvarez, por el teniente coronel J. Isabel Balderas;
Gabriel Gavira, por el coronel Gabino Bandera y Mata;
Juan Carrasco, por el coronel Félix Ortega;
José María Cabanillas, por el coronel Manuel Ortega;
Pilar R. Sánchez, por el mayor Alfredo Jaime;
Telésforo Gómez, por el coronel Ignacio S. Vallejo;
Alfredo Elizondo, por el coronel e ingeniero Salvador A1caraz;
Gustavo Elizondo, por el teniente coronel Eduardo T. González;
Abraham Cepeda, por el coronel Vicente P. Escobedo;
Alejo González, por Guillermo Gaona Salazar;
Juan Dosal, por el capitán primero Jesús M. Garza;
Jesús Carranza, por el coronel Gregorio Osuna;
Epifanio Rodríguez, por el coronel Herculano Valle;
Pablo González, por el coronel AIfredo Rodríguez;
Agustín M. Galindo, por el coronel Enrique W. Paniagua;
Jacinto B. Treviño, por el coronel Samuel M. Santos;
MartÍn Castrejón, por el coronel Salvador Herrejón;
Luis Colín, por el mayor Saúl Gallegos;
Luis Gutiérrez,. por el coronel Vicente Dávila;
Ramón V. Sosa, por el coronel Enrique Estrada;
Cándido Aguilar, por el coronel Josué Benignos;
Rómulo Figueroa, por el coronel Francisco Figueroa;
Teodoro Elizondo, por el coronel Marciano González.

Prolongada discusión produjo la credencial del capitán primero José Mancilla, expedida por el general Ricardo R. Cordero. El general VillarreaI dejó la presidencia para atacar al otorgante, a quien se hicieron fuertes cargos, entre ellos, el de felixista.

Se rechazó la credencial por informes que dieron varios convencionales.

La representación del general Benjamín G. Hill a favor del general Alvaro Obregón no fue aceptada porque el último figuraba en la Convención por derecho propio. Igual suerte corrió la representación del general Magdaleno Cedillo, otorgada al de igual grado Saturnino Cedillo. Se comunicó a los otorgantes que estaban en libertad de nombrar a otros delegados.


Sesión de la tarde

A las cuatro y diez minutos dió principio la sesión, que se inició con algunas observaciones del general Obregón sobre personas que no debían figurar en la lista de los delegados, pues no eran gobernadores, generales con mando de fuerza ni representantes acreditados.

Lo que más interesaba a la asamblea era su pronta integración, por lo que se concretó a discutir los dictámenes de credenciales que por vía telegráfica enviaron algunos gobernadores y jefes políticos de los Territorios federales. Quedaron así representados:

El gobernador de Guanajuato, por el mayor Ramón Gómez;
El gobernador de Coahuila., por el capitán primero Francisco A. Betanzos;
El de Yucatán, por el teniente coronel Ricardo o González;
El de Puebla, por el teniente coronel Federico Silva;
El de Sinaloa, por el mayor Mauricio Contreras;
El jefe político de Quintana Roo, por el coronel José Rodríguez Cabo;
El jefe político de Tepic, por el coronel Felipe Gutiérrez de Lara;
El gobernador de Aguascalientes, por el coronel David G. Berlanga.

Entre las credenciales objetadas figuraba la expedida por el jefe político del Territorio Sur de la Baja California, teniente coronel Miguel L. Cornejo, a favor del coronel Francisco Serrano. La personalidad del señor Cornejo fue duramente atacada, en un largo y acalorado debate. El general Obregón defendió el caso; pero sólo consiguió que se suspendiera la discusión.

Varias credenciales fueron desechadas porque así lo propuso la comisión revisora o porque la asamblea encontró motivos suficientes durante las discusiones. Creemos innecesario dar la lista de esas credenciales; pero hacemos notar que ya estaban apareciendo los acomodaticios que sin haber tomado parte en la lucha se autonombraban generales y tuvieron la audacia de enviar delegados.

A propuesta de la comisión revisora, la asamblea declaró que eran miembros de ella los siguientes generales:

Alvaro Obregón.
Daniel Cerecedo Estrada.
Pánfilo Natera.
Eulalio Gutiérrez.
Ramón F. Iturbe.
Eugenio Aguirre Benavides.
Felipe Angeles.
José E. Rodríguez.
Tomás Urbina.
Orestes Pereyra.
Calixto Contreras.
Tomás Ornelas.
Fidel Avila.
Fortunato Zuazua.
José Trinidad Cervantes.
Santos Bañuelos.
Tomás Rodríguez.
Manuel Chao.
Ernesto Aguirre.
Pedro A. Carbajal.
Raúl Madero.
Severino Ceniceros.
Martiniano Servín.
Salvador González.
José Inocente Lugo.
Eduardo Hay.
Macario Gaxiola.
Francisco Pérez.
Andrés Galeana.
Ramón B. Sosa.
Julián Medina.
Leobardo Galván.
José Trujillo.
Martín Pazuengo.
Rafael Buelna.
Juan G. Cabral.
Martín Espinosa.
Alfonso Santibáñez.
Mateo Almanza.
Antonio I. Villarreal.
Esteban Márquez.
Guillermó García Aragón.
Coronel Carlos de la Vega., gobernador de Zacatecas.
Coronel Eduardo Ruiz, gobernador de Colima.

Como se ve, los convencionales no se limitaron a conocer nuevos casos de representaciones, sino que revisaron los de quienes ya habian tomado parte en las sesiones celebradas en México.


Se propone invitar al señor Maytorena y al general Zapata

Cuando ya no hubo dictámenes que discutir, el general Felipe Angeles dijo que había entregado a la presidencia una proposición para que se invitara a las fuerzas sonorenses al mando del gobernador, don José María Maytorena, y a las del Ejército Libertador, a las órdenes del general Emiliano Zapata, para que enviaran representantes a la Convención. En apoyo de lo propuesto dió algunas explicaciones que nadie objetó.

El general Obregón, a su vez, dijo que tenía informes de que acababa de llegar a la ciudad una representación de las fuerzas surianas, El general Mariel propuso que se nombrara una comisión que fuese a invitar a los recién llegados a que se presentaran en la asamblea. El presidente designó para hacer la invitación a los señores generales Obregón, Angeles y Gutiérrez, al coronel Prieto y al teniente coronel Berlanga, quienes salieron inmediatamente a cumplir su cometido.

Poco después regresaron los comisionados e informaron que no se trataba de representantes del general Zapata, sino que había arribado el general Santaella y Santibáñez, quien traía la representación de su brigada. Con este incidente dieron fin los trabajos del día 12.


Sesión del día 13

No hubo sesión por la mañana, pues la asamblea dispuso, desde la víspera, dar tiempo a la comisión revisora para dictaminar sobre las credenciales que por correo y por telégrafo se estaban recibiendo de díversas partes del país.

A las tres y cuarenta y cinco minutos de la tarde comenzaron los trabajos con la indispensable lectura de las actas redactadas con motivo de las sesiones del día anterior.

El primer dictamen propuso la aceptación de las credenciales expedidas por los generales Luis Gutiérrez, Jesús Agustín Castro, Heriberto Jara, Nicolás Flores, J. de la Luz Romero, Lucio Blanco y Fortunato Maycotte, a favor de los señores teniente coronel Juan Aguirre Escobar, teniente coronel Filiberto Sánchez, coronel Marcelino M. Murrieta, mayor Leopoldo Ruiz, teniente coronel Miguel A. Peralta, coronel Raymundo Oyerbides y teniente coronel Juan Hernández García, respectivamente. El dictamen fue aprobado sin objeciones.

En cambio, provocaron largas discusiones los dictámenes en que se propuso que no se aceptaran unas credenciales, pues siguió descubriéndose que generales autonombrados habían sorprendido a los jefes superiores con falsos informes de imaginarias tropas, con los que lograron ingresar al Ejército Constitucionalista. Pero no sólo se presentaron casos de individuos sin antecedentes revolucionarios, sino también de personas que habían militado en las filas enemigas y que fueron espías y hasta delatores de los revolucionarios.

Pasadas esas discusiones, se aprobaron las credenciales expedidas: una, por el general Benjamín G. Hill a favor del coronel Julio Madero, y otra, por ei gobernador de Campeche, a favor del teniente coronel Benjamín G. Silva.


Reiteradas gestiones en favor de los presos políticos

No resultaba tarea fácil la de lograr que los presos políticos fueran puestos en libertad. Por ello, el coronel Vito Alessio Robles pidió a la asamblea que girase telegramas reiterando al gobernador de Sonora la indicación de que dejara libres a los detenidos. Al discutirse la proposición se modificó en el sentido de que se pedía la libertad de civiles y militares adictos al señor Carranza que estaban presos en el Estado. Por lo que se refiere a los detenidos en la ciudad de México, veremos lo que el señor Carranza dijo a la Convención al contestar su excitativa:

Palacio Nacional.
México, octubre 12 de 1914.
Sr. Presidente de la Asamblea Constitucionalista.
Aguascalientes.

Impuesto telegrama ayer relativo a poner libertad a los reos políticos desafectos a este Gobierno, permítome manifestar a ustedes que la Convención se dirigió también al señor José María Maytorena en el mismo sentido y éste se sirvió contestar que los reos cuya libertad se solicita estaban recluídos por otros diversos delitos. Si a pesar de lo anterior, esa Convención resuelve que se ponga en libertad a los reos políticos referidos primeramente, sírvase esa Asamblea dirigirse a esta Primera Jefatura para obsequiar su resolución

Venustiano Carranza.

La asamblea discutió extensamente si debía ordenarse al señor Carranza que pusiera en libertad a los presos, pues algunos delegados opinaban que la Convención no podía ordenar al Primer Jefe hasta que se declarara soberana, como eran los deseos de la mayoría de los convencionales.

El coronel Santos propuso que se suplicara al señor Carranza poner en libertad a los presos políticos pertenecientes a la División del Norte y al Ejército Libertador. Se discutió el asunto, y sin llegar a un acuerdo, la presidencia ordenó que se leyera un telegrama que acababa de llegar, y que dice:

Zacatecas, octubre 13 de 1914.
Sr. Coronel M. Santos, Primer Secretario de la Gran Convención de Aguascalientes.

Refiérome a su telegrama de hoy. Ratifico en todas sus partes mi mensaje de ayer dirigido a usted en que manifiéstole que como en el territorio dominado por esta División del Norte, no se encuentran detenidas ningunas personas por ser desafectas a mi persona y adictas al señor Carranza, no hay a quién poner en libertad.

Si ustedes tienen conocimiento de alguna persona que tengamos presa por causas arriba indicadas, suplícoles se sirvan decírmelo para obrar como lo ordena esa Convención.

El General en Jefe, Francisco Villa.

La lectura del documento cerró el debate y acordó la Convención ratificar su excitativa a los señores Carranza y Maytorena.

Se discute la proposición del general Angeles

El secretario Santos dió lectura a la iniciatÍva presentada la víspera, que fue apoyada por su autor sin haberse leído y motivó que se nombrara la comisión que visitó al señor Santaella y Santibáñez. Dice así la iniciativa:

Con objeto de hacer la paz en toda la República, someto a la decisión de la Convención que sean invitadas para enviar a ella sus delegados las tropas del Estado de Sonora a las órdenes del gobernador José María Maytorena y las tropas del Ejército Libertador, a las órdepes del general Emiliano Zapata.

Aguascalientes, octubre 12 de 1914,
Felipe Ángeles.

Al delegado Hernández García pareció debida la proposición, aunque dijo que los señores Maytorena y Zapata se habían apartado de la línea patriótica de conducta; pero apoyó lo propuesto por altas razones de humanidad y conveniencia.

Se desvía la discusión

El mismo proponente desvió la discusión, pues dijo que estando en el recinto el miembro del Ejército Libertador visitado en la noche precedente por la comisión nombrada, bien podía informar a la asamblea acerca del motivo que lo llevaba. El presidente concedió la palabra al señor Santaella y Santibáñez, quien explicó que no era representante del general Zapata; que había entregado algunos documentos para que se viese cuál era su situación dentro del Ejército Libertador; que se había valido de un ardid para tener acceso a la Convención y proponer que se invitara al general Zapata, a fin de que él y los generales que le estaban subordinados designaran a sus representantes para que tomasen parte en las discusiones de la asamblea. En uno de los períodos de su exposición, dijo:

He atravesado largo tiempo los campos del Estado de Morelos y he podido apreciar la situación angustiosa en que se encuentran nuestros soldados y el pueblo. Me atrevería a asegurar que, aun en el caso lamentable de que no se llegase a un acuerdo entre los ejércitos libertador y Constitucionalista, y en el que resultare debilitado el primero de éstos, restándole, por lo tanto, toda clase de elementos, me atrevería a asegurar, repito, que no sería bastante para extinguir el movimiento ármado que domina aquella región, pues sería indispensable, para mantener la tranquilidad y el progreso, hacer la justicia que ardientemente se proclama en el Plan de Ayala, resultando, por consiguiente, que aquellos elementos que subsistiesen estarían en constante agitación, y tal vez a medida que el tiempo avanzara crecería paulatinamente el descontento que hace palpables las necesidades por las que se lucha desde hace cuatro años.

Es posible que el señor Santaella y Santibáñez hubiera atravesado los campos de Morelos desde hacía tiempo, como lo aseguró; mas no como luchador en las filas agraristas. Se había acercado al general Zapata ofreciéndole sus servicios y obtuvo la comisión de formar una fuerza. Su acercamiento no difería del de otros individuos a diversos generales constitucionalistas, salvo en que no sorprendió al general Zapata diciéndole que contaba con una fuerza sólo existente en su imaginación, ni se atribuía una actuación anterior a su condicional y reciente aceptación en las filas del sur.

La sinceridad con que habló, la exposición clara de su objetó en la Convención y la falta de pretensiones para ser admitido como uno de sus miembros, causaron buen efecto aun entre los más adictos al señor Carranza. No pudiendo éstos rechazar lo que pedía, porque ya estaba propuesto por un miembro de la asamblea y tácitamente aprobado, iniciaron una discusión alrededor de la personalidad revolucionaria del señor Santaella y Santibáñez.

Cortaron el debate, que parecía interminable, los generales Angeles y Obregón. El primero pidió que se resolviera lo que había propuesto, y el segundo, que se considerase suficientemente discutido y que se votara. La votación fue favorable, y quedó así acordado que se invitara al general Zapata y al gobernador Maytorena a que sus respectivas fuerzas enviaran representantes.


Estéril discusión

Pero volvieron a la carga algunos delegados y reanudaron la discusión sobre la personalidad del señor Santaella y Santibañez. En abierta oposición estuvieron los señores Obregón, Hay, Alessio Robles y Castillo Tapia, secundados, según se vió en diversas manifestaciones, por elementos de la División del Norte.

Era clarísima la intención de anular al discutido y asentar un precedente para las futuras discusiones de los miembros del Ejército Libertador. No bastaron, por lo tanto, los razonamientos sensatos y contundentes del señor delegado Alessio Robles, quien dijo:

El señor general Santaella y Santibáñez no ha venido a esta asamblea con el carácrer de general, para tener voz y voto; no ha presentado credencial alguna y no tenemos el derecho de discutir su personalidad. Ha venido como heraldo del general Zapata y debemos recibirlo con toda cortesía y atención.

El general Obregón dijo, a su vez:

Creo que no debemos continuar esta discusión, señor presidente, porque el señor Santaella no se ha presentado a la comisión revisora de credenciales ni a la asamblea como delegado.

A pesar de todo, el general Mariel interrogó al señor Santaella y Santibáñez si estaba presente como un comisionado del general Zapata o como delegado a la Convención. La respuesta fue negativa para los dos términos de la pregunta.

El secretario Santos, viendo que no era posible proseguir la discusión, invocó una disposición de la asamblea de que las butacas fueran ocupadas únicamente por los delegados; e invitó al señor Santaella y Santibáñez a que abandonara su asiento. Otro secretario, Marciano González, dirigiéndose al señor Santaella y Santibáñez, lo exhortó a que se pusiera en pie y con ironía lo llamó representante de los videntes del Sur. Terció el general Angeles diciendo que si Santael1a y Santibáñez había tomado asiento en una butaca era porque él lo había invitado, acaso por error. El presidente señaló un palco para que desde allí presenciara los trabajos de la asamblea. El discutido Santaella y Santibáñez se levantó del asiento y, seguido del general Angeles, ocupó el palco.


Que se declare instalada y soberana la Convención

Inmediatamente después de este incidente, la secretaría dió lectura a una proposición del señor delegado Eduardo Hay para que se eligiese nueva mesa directiva de la Convención, en vista de que las sesiones celebradas hasta entonces habían sido preparatorias. La discusión de este asunto fue propuesta porque algunas personas deseaban que se resolviera lo relativo a sus credenciales.

Después de haberse aceptado como convencionales por sí a los generales Miguel V. Laveaga y Máximo García, se discutió el caso del capitán Piña, quien llevaba la triple representación del gobernador Maytorena y de los generales Acosta y Urbalejo. Se aceptó la representación del gobernador y se dejó que los generales designaran otros representantes.

Nuevamente la secretaría leyó la proposición del delegado Hay, que provocó largo y acalorado debate. Durante él se aclaró que encerraba dos puntos: primero, declarar que la asamblea se constituía en Convención Revolucionaria; segundo, que la Convención se declaraba soberana.

El paso que los convencionales pretendían dar haciendo que la asamblea se declarase soberana, tendía a crear una autoridad revolucionaria que estuviera por encima de cualquier otra, inclusive la del señor Carranza.

Dos bandos se formaron: el que apoyaba la proposición, encabezado por el autor de ella, y el opositor, en el que figuró el coronel Roque González Garza, representante del general Villa. El coronel González Garza comenzó diciendo:

Me asusta la idea de que a esta honorable asamblea no concurra, por medio de sus representantes, una de las facciones más poderosas que han militado en la República, desde la gloriosa iniciación de la Revolución, que parece toca a su fin. Me asusta, porque yo entiendo por Convención la reunión de todos los elementos que militan bajo una misma bandera, bajo una misma idea, y precisanlente por eso es Convención, para que se reúnan esos elementos y convengan en lo que tienen que hacer, para que discutan los problemas sociales y políticos que los han impulsado a la lucha. Me asusta, repito, la idea de que sea aceptada la moción del señor Hay, porque entonces seríamos cegados por las pasiones, entonces seríamos movidos por intereses, y como humanos que somos, podíamos cometer el gravísimo error de no traer a la representación nacional genuina y pura, como es la que ambicionamos los del norre, al intrépido Zapata, a todos los luchadores que, como Madero, supieron derrocar a un tirano de luengos años que vilipendió al pueblo mexicano; me refiero a la dictadura de Porfirio Díaz.

Siguió diciendo que, según las prácticas parlamentarias, para instalar una de las cámaras del Congreso de la Unión, se necesitaba la mitad más uno de sus componentes. Preguntó a la secretaría cuántos había, y obtenida la respuesta de que eran ciento dos, siguió diciendo que seguramente no estaban allí todos los generales, ni la mitad más uno de quienes debían participar en la asamblea. Volvió al tema inicial y dijo:

¿Creen los señores delegados que la representación nacional puede llegar a un acuerdo, puede resolver determinados proyectos que se sometan a su consideración, estudiar los difíciles problemas del país, sin estar aquí los representantes del Ejército Libertador, vulgarmente conocidos con el nombre de zapatistas? ¿No incurriríamos en un error, en una gran responsabilidad ante la historia, al abordar determinadas medidas políticas y sociales sin el concurso de esos luchadores? ¿Somos tan vanos en creer que nosotros somos la representación total de los revolucionarios de la República? ¿Acaso la razón y la justicia, la inteligencia, el saber, las buenas acciones y los corazones buenos están nada más que entre nosotros? ¿No presuponemos en aquéllos el mismo deseo de redención del pueblo mexicano? Y si es esto es verdad, ¿cómo es posible que nos erijamos en Convención Soberana sin tener aquí a los representantes de Zapata? Eso sería incurrir en una grave responsabilidad, a la cual yo, como representante del general Villa, no estoy dispuesto a acceder. Antes sometería a la consideración de la asamblea mi retirada de su seno, porque tengo la firme convicción de que si esos elementos no vienen aquí, la paz no se hará en la República. Aquéllos son los rebeldes que quieren para el pueblo la verdadera redención, quieren justicia, quieren tierras; no quieren privilegios, no quieren que el poder esté en un solo hombre; quieren el poder de muchos, el gobierno de libres, porque saben que la democracia sembrada en México por el apóstol Madero es lo único que nos puede llevar al definitivo progreso; lo único que puede construir el molde para vaciar el verdadero tipo mexicano.

¿Qué pierde la representación con esperar unos cuatro o cinco días, que considero suficientes, para que lleguen los representantes del Ejército Libertador, del ejército de Zapata? Tiempo nos sobrará para discutir todos los problemas que se susciten, y mientras tanto, podremos resolver muchas mociones que los señores representantes han presentado, y yo creo que en ese intervalo los señores delegados acabarán de cambiar impresiones poniéndose de acuerdo en las finalidades que persiguen, para venir un poco más orientados al seno de la Convención; no venir a encontrarse perplejos ante mociones como las que hemos tenido y la asamblea no ha sabido qué hacer, porque no hemos orientado nuestra conducta dentro de la Convención, ni somos consecuentes con nuestros acuerdos.

El incidente provocado hace unos minutos no es más que el producto de la desorientación. Todos venimos aquí movidos, creo yo, por un verdadero patriotismo; anhelamos la confraternidad de todos los revolucionarios, y, sin embargo, han sido inexorables y han permitido que un ciudadano que trae las águilas en los hombros, dadas por no importa quién, pero que las trae lo mismo que muchos de los que están aquí, han permitido, repito, que se vaya y no han sabido decirle: continúe usted aquí, pues una de las bases acordadas es que todos los generales pueden estar por sí o por medio de sus representantes. ¡No hay espíritu de justicia! ¡Obramos a la ligera!

Lo correcto en el caso del señor general o del ciudadano que se dice representante de Zapata, debía haber sido, por parte de la mesa directiva, no permitir la discusión de su personalidad, porque no estaba a discusión; lo estaba la proposición del ciudadano Angeles, que se refería, precisamente, a los anhelos que él trae, el deseo que él tiene de que esta Convención invite al general Zapata y a sus oficiales a que concurran a esta Convención, lo mismo que nosotros, a deliberar sobre los grandes problemas del país y especialmente a tratar de obtener la pacificación ...


El delegado Hay apoya su proposición

Comenzó agradeciendo algunas alusiones favorables hechas por su preopinante, y para demostrarle que no estaba equivocado, dijo:

Debo retroceder a las juntas que se celebraron en México. Ante los miembros que estuvimos presentes en esas juntas, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista depuso el mando y lo entregó a los miembos de la junta. La asamblea, dado lo trémulo de la voz del Primer Jefe, no pudo oír sus últimas palabras, y por lo tanto no pudo percatarse de que en esos momentos no había jefe de la nación, y que los delegados que estaban presentes, en conjunto, eran los jefes de la nación.

El licenciado Cabrera aclaró el punto, e inmediatamente que yo oí cuál había sido, subí a la tribuna para hablar en un sentido semejante al que ha hablado el compañero González Garza. Haciendo abstracción acerca de la personalidad del Primer Jefe, dije lo siguiente: desde el momento en que no estamos aqui representando a todos los elementos revolucionarios de la nación, o, por lo menos, a la gran mayoría de ellos, no tenemos el derecho de aceptar el mando del Primer Jefe, y por lo tanto, debemos devolvérselo hasta que, reunidos en gran mayoría de ellos, podamos saber lo que debemos hacer. Y la mayoría, conociendo la justicia de mis palabras, devolvió el mando al Primer Jefe; ni siquiera se puso a discusión si debíamos devolverlo o no, y se rechazó, repito, única y exclusivamente porque no estábamos representando allí a la mayoría de los elementos revolucionarios de la nación.

El orador analiza lo expuesto por el coronel González Garza de que el Congreso de la Unión se constituye con la mitad más uno de sus componentes y dice luego:

Aquí estamos ciento dos delegados debidamente caracterizados y autorizados, y yo pregunto al señor González Garza: ¿los ciento dos delegados son la mitad más uno, o menos de la mitad más uno? Nosotros ignoramos el número de hombres que, a su juicio, mande el general Zapata; pero sí podemos asegurar que no será mayor que el de todo el Ejército Constitucionalista reunido; de manera que podemos estar seguros de que aquí estamos la mitad más uno de los representantes de la Revolución en México.

Refiriéndose al desaire hecho al señor Santaella y Santibáñez, calificado así por el coronel González Garza, dijo el señor Hay:

Pero yo creo que él debió, para su mayor satisfacción, haber dicho: Yo estoy luchando por el Ejército Libertador desde tal fecha, tomé parte en tales acciones, pongo por testigos a Fulano y Zutano, he ascendido a general en tal fecha y por estos méritos me presento aquí como general; pero no teniendo autorización para tomar parte en estas conferencias, después de haber dicho esto, regreso a ver al señor general Zapata para decirle que he sido recibido con los brazos abiertos.

Siguió diciendo que por haberse anunciado el establecimiento de la Convención al país y al mundo, estaban ambos pendientes de sus actos y creía conveniente, pues, que terminaran las discusiones para integrarla y que se procediera a constituirla en Convención Nacional, correspondiéndole no tomar determinaciones que pudieran contravenir los deseos del general Zapata, sino diferir las discusiones de los asuntos de alta trascendencia nacional, hasta que los delegados del Ejército Libertador estuvieran presentes. Se refirió después a las palabras del coronel González Garza anunciando que se retiraría de la Convención, y dijo:

Es indudable que puede hacerlo, porque no se coartará la libertad de ninguno; pero moralmente yo estoy seguro de que él, haciendo uso de la honradez que lo caracteriza, vendrá a confesar que estuvo en un error y que no tiene derecho a comenzar a desgranar una Convención a la que todos, sin excepción, hemos venido de buena fe.


Castillo Tapia, en contra

Correspondió el turno al delegado Castillo Tapia, quien hizo algunas aclaraciones sobre la actitud optimista de todos los delegados a su salida de México. Se refirió luego a la personalidad intelectual y moral del general Angeles; después repitió palabras vertidas por el coronel González Garza en una de las sesiones anteriores; hizo un llamamiento a los delegados para que sólo fijasen su atención en el porvenir de la patria, y entró al objeto de su discurso, en uno de cuyos párrafos dijo:

Cuando el Ejército del Norte venía de su campaña desde Matamoros hasta México, todas las corporaciones y todos los individuos que son sus componentes tenían una idea nada más: dar un abrazo en México al general Zapata y que estuviésemos envueltos en su atmósfera reivindicadora. Y fue entonces la única vez en que me llamé personalista; y fue entonces cuando pensé en las pailabras del general Villarreal en el teatro de Monterrey. Hablando de Zapata indicó: Señores, y si no se reparten las tierras y si el problema agrario no se soluciona y todos los ideales que traía la Revolución de 1910 encabezada por Madero no se llevan a efecto, sino que vienen peronalismos en esta Revolución, permitidme, señores -dijo-, que desde el fondo de mi alma grite: ¡Maldita sea la Revolución!

Todos, señor González Garza, todos hemos vivido con el general Zapata, con esa irradiación que emana de los espíritus cuyo objeto es el bien nacional; todos vivimos con él en sus ideas y todos hemos luchado por ellas.

Alude luego a la División del Norte, a los cuerpos del Noroeste y Noreste, a las fuerzas del gobernador Maytorena, y refiriéndose a las divergencias que existían, exclama:

Su único objeto va a converger a aquellas espiritualidades, al problema agrario, a la idealidad de Zapata, a la reivindicación nacional al porvenir y al progreso de todo el proletariado.


Habla el general Obregón

El general Obregón, a quien correspondió usar la palabra, se expreso así:

La absoluta falta de práctica es el origen de las diferencias que tenemos en algunos asuntos. Había presentado una proposición más o menos como la del ingeniero Hay y estaba empeñado en que se deliberara sobre ella; en una junta que hemos tenido, he dicho que no deberíamps tratar ningún problema de trascendencia mientras no estén los representantes del señor general Zapata. Eso lo conocen los señores que estuvieron en la junta, de suerte que la iniciativa no se encamina a eliminar al general Zapata; la iniciativa se encamina a esto: a adquirir la soberanía de esta Convención, porque si mañana cualquier revolucionario, por mala o por buena, fe, por poca experiencia, por pocos conocimientos militares, avanza sobre una plaza, o por insubordinación de un soldado nos trae un conflicto, creando la soberanía de esta asamblea, de aquí se le ordenaría a Carranza: No mueva usted sus soldados; se le ordenaría a Zapata: No haga usted más marchas, y, en fin, se declararía la suspensión de hostilidades en la República. Y más habría yo pedido en mi iniciativa: que se fijara un plazo para que vinieran los delegados que faltan; un plazo amplio, a fin de que al caducar, solamente los que no quisieran venir no viniesen. Porque si hay cinco delegados que dicen: Yo no voy en dos meses, no es justo que los peligros nacionales continúen en las condiciones en que están. Yo creo que debemos obrar en esta forma y declarar la soberanía de la asamblea, aclarando que no se tratará ningún asunto de trascendencia, ningún asunto de interés para los elementos revolucionarios de la República ...

ExposiciÓn del general Angeles

Como correspondía tomar la palabra a un delegado que estuviera en contra de la iniciativa a debate, habló el general Angeles:

Por lo que acaba de decir el señor general Obregón, creo que es necesario para que se consolide, para que se establezca la perfecta soberanía de esta Convención, que estén representados aquí todos los elementos, y principalmente los rebeldes.

Si se ha detenido la guerra con la División del Norte ha sido porque se han acercado a la División del Norte y se le ha invitado cordial y cortésmente para que venga a discutir las diferencias que existen. De esta manera se ha conseguido que el señor general Villa y todos los hombres a su mando respeten las decisiones de esta Convención. ¿Cómo podríamos declarar a esta Convención soberana si no estuvieran aquí sus delegados? La soberanía nacional en esta Convención sería una mentira. Por esa razón es necesario que antes de declarar la soberanía de la Convención estén aquí los delegados de las tropas del gobernador Maytorena y los delegados de las tropas del general Zapata.


Desorientador discurso de Berlanga

Tras la breve exposición del general Angeles, habló en pro de la iniciativa el delegado David G. Berlanga, quien, desgraciadamente, inició la desorientación con los períodos de su discurso, fanfarrones unos, sectarios otros, e incomprensibles los demás. Vamos a reproducir algunos de esos períodos:

En los momentos actuales -comenzó diciendo-, es un crimen ser hipócrita, y en estos momentos que nosotros hemos convocado, ha sido precisamente con objeto de que nos despojemos de toda clase de hipocresíaS para venir con toda sinceridad, para venir con todo valor, para venir con todo entusiasmo, a discutir los problemas nacionales y no a discutir personalidades.

Aquí hemos venido convocados por el Primer Jefe para que le señalemos un programa de gobierno. Después surgió el incidente de la División del Norte y entonces se acordó que viniésemos para discutir con los delegados de la División del Norte sobre el programa de gobierno que debemos trazar al Primer Jefe ...

No venimos a discutir la conveniencia o inconveniencia de que Carranza sea Presidente o no; venimos a discutir asuntos relativos, no a la paz nacional, no tememos absolutamente a ninguna de las Divisiones, no tenemos ninguna clase de ambiciones, más que la paz; queremos también la guerra, porque sobre la paz Y sobre todos los intereses patrios, queremos una cosa: la redención del pueblo; queremos justicia ...

Nos hemos acercado a nuestros hermanos de la División del Norte -hermanos desde el punto de vista de que son revolucionarios, no desde el punto de vista de que son personalistas-; si allá hay villistas, aquí no hay carrancistas; así lo digo terminantemente.

... De aquí saldrán los nuevos guerreros que irán a combatir a Carranza si no se somete, a Zapata si no se somete o a Villa si tampoco nos obedece. De aquí saldrán los nuevos generales, de aquí saldrán las nuevas divisiones conforme a ese juramento que hemos hecho ante el pabellón nacional, escuchando los acordes del himno de la patria ... En esta guerra no es Villa ni Carranza los que van a triunfar; los que van a triunfar después de la lucha son los enemigos que están de uno y otro lado; el que va a triunfar es Porfirio Diaz. Hay, en efecto, momentos de decepción en nuestra historia. Nuestras revoluciones han acabado siempre con una bandera personalista. No es Zapata un demócrata; yo, en lo íntimo de mi conciencia, he estado de acuerdo con él en cuanto se refiere a beneficiar al pueblo; pero no en cuanto se refiere a declararse Presidente de la República ...

El general Angeles dijo en alta voz:

- No lo quiere.

- Es lo que quiere su Plan de Ayala -contestó el orador.

- El Plan de Ayala no lo dice -replicó vivamente el general Angeles.

- Estaré con él -continuó el delegado Berlanga- mientras él no se declare ante sí el Primer Jefe de la República, como no estaré tampoco con ninguno que lo haga, porque nadie tiene derecho a hacerlo, porque nadie tiene derecho a imponerse sobre nosotros y sobre nuestra voluntad ... En esta vez se ha convocado a una Convención nacional; estamos aquí los que queremos resolver los problemas nacionales; los que no están aquí es porque no han querido venir; nada más por eso ...

El delegado González Garza interrumpe al orador y dice:

- ¡Porque no se les ha invitado!

- Han manifestado de sobra que no se les ha invitado - añadió, también en voz alta, el delegado Aguirre Benavides.

- Aquí tenemos un ejemplo -continuó Berlanga- de los que tienen voluntad; no uno, varios ejemplos hay; está un general zapatista; ahí está también el general Galván, y otro ...

- El general no venía a eso - dijo el general Angeles desde el palco en que estaba acompañando al señor Santaella y Santibáñez.

El ingeniero Hay suplicó al general Angeles que para tomar parte en la discusión ocupara su asiento entre los delegados. El coronel González Garza pidió la palabra para una moción de orden, y dijo así:

A nadie escapa la intención santa y noble del señor general Angeles para estar sentado cerca del general zapatista; en lugar de tenerlo a mal, debía alabarse su hidalguía y su valor civil; porque fue el único que tuvo a bien acompañar al que salía del salón. Bien haya usted, señor general Angeles, que sabe llegar al fondo de los hombres, callado, sin que sus labios se abran para proferir reproche alguno. La acción de acompañar al general me ha llenado de satisfacción y me afirma en la convicción de que es usted todo un hombre, todo un caballero, todo un hidalgo. Todos nosotros lo queremos, lo estimamos, porque sabemos lo que vale usted.

Continuó hablando el delegado Berlanga, interrumpido por las mociones de los convencionales y por los siseos de las galerías. Uno de aquéllos pidió que se le retirara el uso de la palabra por haberse excedido en el tiempo que le correspondía. Hecha la aclaración de que no había traspasado los límites fijados a los oradores, prosiguió su discurso, en uno de cuyos períodos dijo:

... Decía que todos los que no estuviesen aquí en un plazo determinado por la Convención deben declararse traidores. Esos no tienen interés en venir a discutir los asuntos relacionados con la patria ... Yo soy el primero en decir que si la División del Norte nos trata como enemigos, tratemos también a la División del Norte como enemiga; y si Zapata nos trata como enemigos, tratemos a Zapata como enemigo; pero si entre ellos hay patriotas, hay revolucionarios, y si quieren venir a discutir con nosotros, debemos aceptarlos como compañeros ante los grandes ideales de la Revolución.

Siguió hablando sobre la figura simbólica de la libertad, sobre las esperanzas del pueblo, que nada había alcanzado hasta ese momento, y terminó:

Venimos aquí hermanados para discutir los asuntos nacionales. y el que no quiera venir para el plazo señalado, será un traidor.

Sintiéndose ofendido el señor Santaella y Santibáñez por las alusiones del orador, desde el palco en que estaba acompañado por el general Angeles pidió a la directiva le devolviera los documentos que había entregado. Al preguntársele el motivo de su determinación, dijo que no quería oír ataques al Ejército Libertador. Varios oradores hablaron, entre ellos el general Hay, quien se expresó así:

Señor general Santaella: suplico a usted permanecer un instante, pues siendo usted el único elemento del Ejército del general Zapata (Voces: No, no; hay varios) o, por lo menos es usted uno de los que van a llevar las impresiones recibidas, queremos ser galantes, porque deseamos que usted no lleve una injustificada impresión de lo que se dice aquí; no queremos que usted juzgue por la impresión que le ha causado un solo hombre; le suplico que lleve la impresión de la mayoría.

Dirigiéndose a la asamblea, pidió que quien pensara que había habido la intención de lastimar a los revolucionarios del sur se pusiera en pie, y como nadie lo hizo, terminó:

Usted lo ha visto, señor general Santibáñez; nadie se ha puesto en pie; todos abrigan sentimientos de fraternidad para los elementos zapatistas, o aquellos que lealmente están luchando por el pueblo.

Estas palabras hicieron que de la asamblea brotaran vivas para el general Zapata. El general José Isabel Robles pidió la palabra para hacer la siguiente aclaración:

Hace un momento que el señor delegado decía que si nosotros éramos villistas aquí no había carrancistas. En lo que respecta a mí, como miembro de esa División, debo decirle que la División del Norte no quiere imponerse; ha venido a esta honorable asamblea para decir: esto es lo que quiero y esto es lo que hago, y creo que si se ha dado una mala interpretación a las palabras del compañero coronel Roque González Garza en lo que respecta a su proposición de que se aplazaran un poco más los trabajos de esta Convención para dar tiempo a que el señor general Zapata enviase sus representantes, creo yo que ese no es motivo para que se juzgue a la División del Norte para venir aquí a la Convención a imponerse.

La División del Norte tiene muy claramente manifestada su actitud, y si ha consentido en enviar su representación es porque ha querido, de mutuo acuerdo con todos los elementos revolucionarios de la República, instituir un gobierno que no deje motivos a nadie para seguir luchando. (Aplausos).

El ingeniero Hay retira su proposición

Siguieron aclaraciones y rectificaciones a diversos puntos de la discusión y se concedió la palabra al ingeniero Hay, quien dijo que retiraba su proposición en vista de la divergencia de opiniones. La secretaría informó que por quedar retirada la proposición del ingeniero Hay correspondía discutir otra, que leyó:

Los suscritos se permiten proponer a esta H. Asamblea se declare desde luego en Convención.

Constitución y Reformas.
Aguascalientes, octubre 13 de 1914.
A. Rodriguez
Euardo hay
D. G. Berlanga.

Varios delegados solicitaron que cuando menos se diera lectura a otras proposiciones similares que habían presentado; pero el primer secretario informo que a la leída correspondía el turno por haberse recibido inmediatamente después de la que se había discutido. El general Ramón F. Iturbe pidió que la proposición se adicionara con la invitación al general Zapata y a todos los generales de sus fuerzas. La discusión volvió sobre puntos ya resueltos, y viéndose que estaba aprobado lo propuesto por el general Angeles, sugirió el coronel González Garza que se fijara hasta el 20 de ese mes para que las fuerzas surianas enviaran a sus delegados.

Para fundir en una sola proposición los dos puntos, y toda vez que en la mente de los señores delegados estaba que debían aprobarse, pidió diez minutos, que le fueron concedidos; mas como la sesión debía suspenderse durante ese lapso, u ocuparse la asamblea de otros asuntos, según el orden de su presentación, informó el primer secretario que tenía en cartera documentos importantes que debían darse a conocer en sesión secreta. En vista del informe, se dieron por terminados los trabajos públicos del día.

Eran ya las primeras horas del 14 de octubre cuando los señores delegados salieron del recinto de la Convención.

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