Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO V - Capítulo X - Primera parte - El señor Carranza desconoce a la ConvenciónBiblioteca Virtual Antorcha

EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO

General Gildardo Magaña
Colaboración del Profesor Carlos Pérez Guerrero

TOMO V

CAPÍTULO X
Segunda parte

EL SEÑOR CARRANZA DESCONOCE A LA CONVENCIÓN


Consejos paternales

Dice el telegrama:

Ni a usted mismo le convendría aceptar el gobierno para que la Convención le estuviera dictando órdenes.

Sin duda que no interesaba lo que pudiera suceder al general Gutiérrez, sino sembrar en él la desconfianza. Más adelante, la insinuación es concreta:

Hace poco dije a usted que no le conviene hacerse cargo del poder por muchas razones, y yo creo realmente que si usted puede eximirse de tomar posesión de esa Presidencia que la Convención le ofrece debería hacerlo.

Pero no sólo se insiste en que el general Gutiérrez no tome posesión, sino que se pretende quebrantar la resistencia que ofrecerá por el compromiso adquirido:

Dice usted que juró por su honor cumplir el acuerdo y no puede volver atrás; pero yo creo que si la Convención está conforme, usted no falta a su juramento.

La conclusión es elemental; pero la intención es que se falte al juramento, pues la aCtitud del general Gutiérrez anonadaría a la Convención.

Hasta se sugiere el procedimiento:

Usted podría allanarle el camino (a la Convención) diciéndole que por lo que hace a usted no tiene inconveniente en renunciar; si ella acepta, es como si lo relevara de sus juramentos.

Es claro que no se buscaba allanar el camino a la Convención, sino eliminar a quien con ciertos títulos pedía la entrega del poder. Vemos, pues, que los consejos paternales no resultan desinteresados.


Determinación de seguir en el poder

Los abogados extreman sus habilidades sofísticas para que el señor Carranza aparezca apegadísimo a las normas legales; pero los argumentos que emplean refluyen en contra de dicho señor, por adolecer de los mismos defectos que señalan. Dice el telegrama:

Considero ilegal el nombramiento de usted porque fue hecho arbitrriamente por la junta, sin que yo hubiera presentado mi renuncia.

La renuncia a un cargo que no se había obtenido dentro de la ley no habría dado un ápice de legalidad al nombramiento hecho por la Convención. Como ésta y el señor Carranza estaban en una situación de hecho, la renuncia sólo hubiera llenado una formalidad, de la que prescindió la Convención porque se apoyaba en razones de conveniencia revolucionaria.

Sigue diciendo el telegrama:

También es ilegal porque se le nombra por una Junta que no puede nombrar presidentes.

Los rebuscados argumentos de ilegalidad van haciendo a ésta un terreno muy resbaladizo, pues si se acepta lo dicho, hay que concluir que la junta que nombró Primer Jefe al señor Carranza tampoco estuvo capacitada para predesignarlo Presidente, con tanta más razón cuanto que ni siquiera la integró una mayoría de jefes constitucionalistas, ya no digamos de revolucionarios, del país.

Leemos en otro párrafo:

No hay ley que autorice a la junta a designar un Presidente de la República ni plan o documento de tratado en qué fundarse, pues ustedes fueron convocados como cuerpo consultivo, y al declararse soberanos juzgaron que con esto habían adquirido el derecho de hacer lo que quisieran, y aún de nombrar Presidente.

En efecto, ninguna ley autorizaba a la Convención, porque no era un órgano de la ley, sino una asamblea revolucionaria. Las asambleas de esta índole, en todos los pueblos y en todos los tiempos, no se han apoyado en las leyes; las han golpeado con la marejada de las nuevas ideas. ¿En qué ley se apoyó el Congreso de Chilpancingo? He aquí lo que olvidaron los abogados queriendo colocar al señor Carranza en una situación legal; pero no hubieran podido decir qué ley autorizaba a este señor para asumir la Presidencia.

¿En el Plan de Guadalupe? Cierto; pero no era Una ley. Sus sostenedores lo habían enarbolado como un pendón revolucionario; pero no era una ley. Su objeto era restablecer el imperio de la ley; pero no era una ley. Además, no era el único pendón enarbolado, y los convencionales podían replicar, con sobrada razón, que procedían conforme al Plan de Ayala, cuyos principios habían adoptado en vista del vacío doctrinario del Plan de Guadalupe.

Innegable es_que la Convención fue convocada como cuerpo consultivo; pero tomó en serio las palabras del señor Carranza., cuando dijo:

Es la única que está facultada para ordenarme y a la sola ante la cual se inclinará mi obediencia.

Al enfocar su atención a los hondos problemas nacionales, evolucionó dentro de la realidad de aquellos días. Ya no estaba integrada por elementos de actitud y pensamiento unilaterales; ahora tenía en su seno a los carrancistas, a los constitucionalistas de tendencias avanzadas, a los inconformes con la actuación del Primer Jefe y a los revolucionarios de otro sector, que inyectaron la savia de sus principios y el contenido social de su doctrina. Ya no era la anodina asamblea de México, sino la resultante del concurso de los revolucionarios del país y, por ende, tendía a convertirse en órgano de la Revolución. En esto fundaba su autoridad revolucionaria.

Veamos esta objeción:

Si el general Villa realmente quisiera retirarse ... debería haber puesto sus fuerzas en manos de la Convención y lavarse las manos para que el conflicto fuera entre la Junta y yo.

Espléndida es la confesión, pues al admitir la persistencia del conflicto, aunque fuera eliminado el general Villa, no queda sombra de duda sobre las intenciones que se tenían.

Sigue diciendo como ratificación:

Yo nunca he dicho que entregaré o he entregado el cargo del Poder Ejecutivo, por eso sigo tomando mis medidas y dictando órdenes y procurando convencer a los jefes y, en general, atendiendo a los asuntos militares y de gobierno.

Esta argucia de tinterillo no puede ser flaqueza de memoria, porque sí había dicho que entregaría el cargo; mas como seguía procurando convencer a los jefes, por esto continuaba al frente de sus fuerzas el general Villa.

Otro párrafo:

Yo nunca he reconocido la soberanía de la Convención ... pero como junta de jefes con cuya mediación podemos contarR, no tendré inconveniente en darle la participación que le corresponde, supuesto que precisamente fue a Aguascalientes para resolver el conflicto que existía entre Villa y yo.

No cabe duda de que el único papel que se deseaba que desempeñara la Convención era el de eliminadora del general Villa. Que sirviera como había servido en la ciudad de México.

En resumen: ¡qué trascendente equivocación la del señor Carranza en cuanto al fondo del documento! ¡Qué dolorosa obstinación en su actitud! ¡Qué pésimo alegato de abogados miopes, perdidos en los vericuetos de la ley, que era impotente en el vórtice de la Revolución.

Ni una tesis revolucionaria. Ni un llamamiento a la concordia. Ninguna fórmula aceptable para evitar la efusión de sangre. Ninguna invitación a los opositores para oírlos, para aceptar sugestiones, para entenderse, para transar y compartir responsabilidades. Ni el reconocimiento de propios errores, el deseo de enmendarlos y la invitación para que los demás corrigieran los suyos.

Ni una actitud desinteresada y, por desinteresada, atrayente. Ni la disposición de aceptar capacidad en otros valores revolucionarios. Por el contrario, todas las actitudes ajenas son erróneas; a nadie asiste la razón; les falta el derecho de pensar, de opinar, de actuar conforme a sus propias convicciones. Los grandes intereses del país y de la Revolución deben supeditarse a los dictados de un individuo, y los grandes esfuerzos de la masa y de sus capitanes sólo deben ser concurrentes para que ese individuo ocupe la cumbre.

Nada noble, elevado y generoso contiene el alegato. Para nada se toman en cuenta los dolores del pueblo. Integramente se reduce a que su firmante continúe en el poder; a que la Convención elimine al general Villa; a que el general Gutiérrez se elimine por sí mismo. Ya se vería la manera de eliminar al general Zapata.


Respuesta del general Gutiérrez

El general Gutiérrez contestó al telegrama y se refirió a los puntos más sobresalientes. He aquí lo que dijo:

Contestando primeros párrafos de su mensaje, manifiéstole que Asamblea Soberana de Aguscalientes resolvió la separación de usted como Primer Jefe y Encargado del Poder Ejecutivo porque así lo creyó indispensable para lograr la paz de la República y el cumplimiento del programa de la Revolución. No obró ni obra ahora por amor propio, sino porque sabe que es necesario resolver de una vez los asuntos nacionales, pues el país hace tiempo espera de todos nosotros algo más que personalismo y ambiciones.

No comprendo por qué afirma usted que la Convención no puede nombrar Presidente y, sin embargo, reiteradamente asegura que renunciará ante la Convención si le acepta ciertas condiciones; es decir: que en caso de que le hubieran podido aceptar sus condiciones, desde luego usted reconocería en la Convención derecho para aceptar su renuncia y nombrar Presidente provisional.

Mi gobierno ejercerá funciones preconstitucionales semejantes, desde cieno punto de vista, a las que usted ha venido desempeñando, pero además se sujetará al programa que está elaborando la Convención, programa que siempre faltó al gobierno de usted. La Convención no será un obstáculo para mi gobierno, pues además de que su patriotismo está demostrado, sus funciones se limitarán a formular el programa de la revolución y a señalar las fechas de las elécciones, y no tendrá facilidades administrativas de ningún género. Repito que no entregaré el poder mientras no sea electo mi sucesor; esa elección se verificará en fecha señalada por la Convención, que es la responsable del gobierno del país y representante de la legalidad; la misma Convención no podría terminar sus sesiones sin elegir Presidente por todo el período preconstitucional y señalar la fecha de las elecciones generales.

Me hace usted un cargo que es notoriamente injusto. Usted me conoce y sabe que no soy ni he sido nunca instrumento de otro, que no me he sometido de una manera indebida ni a usted mismo, no obstante el respeto que me ha merecido. El general Villa está a mis órdenes, como es su deber, y no yo a las de él. La única autoridad que yo actualmente reconozco, dentro de sus atribuciones, es la Convención.

Lamento que usted insista tanto en la cuestión de Villa con un calor que revela preocupación o apasionamiento personal. Muy atentamente apelo a su patriotismo para que abandone esa actitud y le aseguro que el general Villa se irá, y que dejó ya el mando de la División del Norte, que es punto esencial que usted ha señalado.

Atentamente le recuerdo que usted no sólo ha dicho que entregará, sino que entregó el poder a la junta de México, sin condiciones, y a esta Convención con las condiciones que son precisamente las que han dado lugar a la presente controversia, no obstante que la Convención, sin estar obligada a ello, sólo por espíritu de concordia, ha hecho que se cumplan las condiciones de usted respecto a personas que, como el general Villa, están a sus órdenes.

Me permito hacerle observar que desde el día en que protesté como Presidente provisional quedé facultado para formar mi gabinete, y en uso de esas facultades nombré al general Robles ministro de Guerra, quien fue aclamado por la Convención a causa de su reconocido patriotismo. Me desagradan en extremo las suposiciones de usted respecto a mis relaciones con el general Villa, protesto contra ellas y me abstengo de discutirlas, pues estoy seguro de que la opinión nacional, informada de los hechos, me hará justicia. Insisto en que el general Villa no manda ya a sus antiguas fuerzas, las que dependen de la Secretaría de Guerra, y no se moverán sin orden mía. A la vez, estoy en libertad para utilizar los servicios del general Villa en caso de que fueren necesarios, por conducto de la Secretaría de Guerra, así como a los generales Obregón y González. De paso observaré que el general González no ha reconocido los acuerdos de la Convención. sino que sigue preparándose para una lucha inhumana cuyo objeto ignoramos.

Antes de recibir su indicación, esta mañana manifesté a la Convención que mi persona no sería un obstáculo para que se llegara a un acuerdo y le indiqué mi resolución de renunciar, si la asamblea opinaba que era necesaria mi renuncia para asegurar la paz pública. No se me ha comunicado oficialmente la resolución y usted puede, si lo juzga oportuno, mandar también su renuncia a la Convención, que está en estos momentos en sesión permanente y puede, desde luego, resolver.

Lo saludo atentamente y me despido.

General Eulalio Gutiérrez.

Efectivamente, el general Gutiérrez había dicho a los integrantes de la directiva que si su alejamiento era un factor para que la situación se resolviera, estaba pronto a separarse; pero se le contestó que no debía discutirse este asunto.

Por su parte, el tan traído y llevado genera¡ Villa se presentó al Presidente provisional preguntándole a quién debía entregar el mando; pero recibió la indicación de que esperase a que se definiera la cada vez más tirante situación.

Veamos cuáles fueron los inmediatos resultados de la conferencia.


Actitud del señor Carranza

El señor Carranza envió declaraciones a la prensa nacional y las transmitió por cable a su representante en los Estados Unidos. Aparecieron, pues, en la República y en la Unión Americana el 12 de noviembre, como se verá por el siguiente cablegrama tomado del periódico El Liberal, en su edición del siguiente día:

Washington. noviembre 12.

El representante del gobierno de México, licenciado Zubaran, ha publicado un telegrama del señor Carranza en el que explica la actitud de la Convención y ratifica el Plan de Guadalupe, proclamando, en consecuencia, rebeldes a Villa y Gutiérrez, que han faltado a todo lo que se estipula en aquel Plan. A pesar de esto y de las noticias alarmantes que llegan de México sobre la dificultad surgida, el Secretario de Estado, Mr. Bryan, dice que todavía se conserva la esperanza de que se llegue a un arreglo pacífico.


Actitud de la Convención

En cuanto a la actitud de la Convención, veamos lo que dicen los siguientes documentos:

En estos momentos, las seis de la tarde, se ha declarado por la H. Convención militar de esta ciudad, rebelde al C. Venustiano Carranza, por no haber acatado las decisiones que con todo patriotismo se tomaron por la asamblea, y como él está dispuesto a hacer resistencia, hemos decidido combatirlo, para lo cual se ha convenido que la División del Norte avance sobre la capital de la República y batir al general Pablo González y sus fuerzas, que se encuentran entre León y Querétaro. Se han dado órdenes a las fuerzas del general Lucio Blanco para que de la capital salga a batir por la retaguardia al enemigo.

Para mayor seguridad en las operaciones que se tengan que verificar, hemos convenido que usted, con todas sus fuerzas, inicie una campaña activa sobre la ciudad y Estado de Puebla, con objeto de que, de esa manera, intercepte los auxilios que pudieran venir a las fuerzas de Pablo González de Veracruz y algunas partes del sur de México.

Espero de su acendrado patriotismo que en todas estas operaciones hará lo posible para llevarlas a feliz éxito, protestando a usted mi atenta y distinguida consideración.

Constitución y Reformas.
Aguascalientes, 10 de noviembre de 1914.
El Secretario de Estado y del Despacho de Guerra y Marina, General J. Isabel Robles.

Al C. General Emiliano Zapata.
Cuernavaca.


Carta del general Villa

De mayor extensión es una carta del general Villa. No dice en dónde fue escrita; mas la fecha que tiene hace suponer que fue el resultado de urgentes informes sobre la conferencia Gutiérrez-Carranza.

Dice así la carta:

Noviembre 10 de 1914.
Señor General Emiliano Zapata.
Estado de Morelos.

Muy estimado compañero y amigo:

En vista de que el señor don Venustiano Carranza y algunos otros jefes militares y gobernadores de la República han desconocido las decisiones de la gran Convención Militar Revolucionaria que tuvo lugar en Aguascalientes, y de manera expresa y terminante se han declarado rebeldes desconociendo el nombramiento hecho por la asamblea en favor del general Eulalio Gutiérrez como Presidente provisional de la República, de acuerdo también con los delegados que usted mandó, y negándose a entregar e! poder el día de hoy, en que expiró el plazo que le puso la Convención, ha llegado el momento de que se rompan las hostilidades de manera decisiva y vigorosa en contra de aquel mal ciudadano, y mañana mismo empezará mi avance rumbo a la capital de la República, cuya plaza espero tomar dentro de poco tiempo, pues cuento con suficientes elementos para ello.

Como, según parece, el núcleo más poderoso de fuerzas enemigas se encontrará en el Estado de Puebla, le recomiendo que al recibo de la presente se sirva usted disponer que el mayor número posible de fuerzas a su mando se sitúe entre México y Puebla, a fin de interceptar el paso de fuerzas que Carranza tratará de enviar a la capital de la República. Confío en que pondrá usted toda su actividad y empeño en realizar este movimiento de tropas a la mayor brevedad posible, pues es muy importante su ayuda y cooperación para el mejor resultado de las operaciones militares que yo emprenderé sobre la capital.

Saludándolo con el afecto de siempre, y esperando tener el gusto de abrazarlo muy pronto, quedo de usted afmo. amigo, compañero y seguro servidor.

Francisco Villa.


Manifiesto del general Medina

El general Julián C. Medina, de quien hemos dicho que operaba en el Estado de Jalisco y que con él colaboró e! general michoacano Eutimio Figueroa, lanzó a su pueblo un manifiesto, que dice así:


AL PUEBLO DE JALISCO

¡Vuestros eternos enemigos, los enemigos de vuestras libertades y derechos, han aparecido de nuevo!

La Revolución que llegó de triunfo a la capital de vuestro Estado creyó poner sus destinos en manos de un hombre que sabría conducirlo por la senda de la libertad y progreso, implantando los principios proclamados por la misma Revolución. Pero, por desgracia, se ha visto lo contrario; se allegó de nuestros antiguos enemigos, y hoy, no contento con la labor de desunión que ha sembrado, lanza en su nombre propio, como gobernador de esa entidad y como jefe de las fuerzas que comanda del Ejército de la Revolución, un reto de rebeldía contra la mayoría revolucionaria representada por la Convención reunida en esta ciudad, y que la forman todos los elementos sanos de la Revolución.

El general Diéguez, abiertamente se ha declarado carrancista; es decir: abandona la bandera de principios y abraza el más rastrero de los personalismos.

Y allí quiere llevarte a ti, noble pueblo de Jalisco; a ti, valiente Ejército que estás a sus órdenes. Quiere que no vayas con la Convención; es decir, con la mayoría revolucionaria que ha adoptado como principio dar tierras, libertad y justicia a los hijos de México, y en cambio quiere que te sacrifiques y sostengas el poder de un hombre, Carranza, que hoy los mismos que le dieron la jeatura de nuestro Ejército y el alto cargo como representante del Poder Ejecutivo, le quitan ambos.

Diéguez ha optado entre seguir con la causa en que antes combatiera y sostener en el poder a un hombre, por esto último. Ha pasado por sobre su palabra y por sobre su honor de revolucionario, juramentos prestados por él, por medio de quien trajo ante la Convención su representación, de cumplir y hacer cumplir las decisiones de la H. y Soberana Asamblea.

Así cumple un hombre su palabra y su juramento que sellado está con su firma, que es la de su representante, sobre nuestra enseña patria. Pero claro también está que el deseo de sostenerse él en un poder, el gobierno de nuestro Estado, lo hace pasar por todo, aunque derrame sangre de hermanos en la lucha a que os lance, porque así se sostendrá unos días más y ayudará al sostenimiento de quien le dió el poder: Carranza.

Como jalisciense y miembro de la H. Convención, no puedo quedar callado y os exhorto a que no os dejéis arrastrar tras una bandera personalista que, por desgracia, ha levantado el gobernador Diéguez. Aborreced los cismas y agrupaos y defended siempre la bandera que lleva ideales, que ostenta principios de redención para nuestro pueblo.


TIERRAS, LIBERTAD Y JUSTICIA

Esto es lo que os ofrece la Revolución, cuya bandera defienden la Convención y el Ejército que con ella está. Desde Sonora, con las tribus yaquis, hasta las montañas del sur, en Morelos, con las fuerzas del Ejército Libertador, del que es digno jefe el general Emiliano Zapata, se levanta ufana esta bandera que constituye la unidad de la Revolución.

No vayáis, pues, a combate; arrojad el rifle que se os da para matar a vuestros hermanos, los que con vosotros derrocaron una tiranía; abridles vuestros brazos a quienes los llevarán abiertos para vosotros, y en estrecha unión laboremos juntos por el engrandecimiento de nuestra patria y mejoramiento de nuestra raza. ¡Viva México! ¡Viva la Revolución!

Aguascalientes, noviembre 10 de 1914.
El General Brigadier, Julián C. Medina.


Combates en el Estado de Puebla

Por esos días, las fuerzas surianas habían tenido combates de alguna importancia en Izúcar de Matamoros y Atlixco. Precisamente el día en que el señor Carranza hizo sus declaraciones se estaba combatiendo en Los Frailes contra fuerzas del general Fortunato Maycotte, cuya misión era la de contener a los surianos, que tenían como objetivo la plaza de Puebla.


Informa el general Gutiérrez

La sesión del 13 de noviembre revistió interés por el informe del general Gutiérrez. En Lagos había celebrado una conferencia con don Pablo González y la Coñvención quiso conocer lo tratado. Designó a tres de sus miembros para invitar al primero a presentarse en la asamblea, y ya en ella, dijo que había recibido telegramas, conocidos de la Convención, y que en uno de ellos lo invitaba el general González para cambiar impresiones sobre la manera de evitar lamentables acontecimientos. Accediendo, salió en la noche del 11 hacia Lagos. Los general Saucedo, Menchaca y Elizondo lo condujeron a presencia del general González.

Hablando sobre la situación, opinó el general Gutiérrez que sólo había un medio para evitar el derramamiento de sangre: que el señor Carranza se retirara; sugirió al general González que lo convenciera e hiciese ver que de no retirarse tampoco lo haría el general Villa. Prometió don Pablo González entrevistarse con el señor Carranza; pero pidió que las fuerzas de la Convención no avanzaran al sur de Lagos, mientras se conocía la definitiva actitud del Primer Jefe.

El general Gutiérrez terminó su informe dando a conocer las palabras cruzadas con su colega González, a quien interrogó:

- En caso. de que el señor Carranza no quiera retirarse, como es lo más seguro, ¿qué hará usted? Aquí tiene diez mil hombres que pertenecen a la Convención; ¿qué piensa hacer con ellos?

- Pues voy a ver qué hago -respondió el interpelado-. Tan pronto como regrese de Córdoba nos reuniremos y decidiremos. Yo estaré informando a usted debidamente.

No satisfizo a los convencionales la actitud del general González ni confiaron en la eficacia de su gestión cerca del señor Carranza. A este respecto informó el general Martín Espinosa que el general Pablo González le había ofrecido solemnemente que si para la tarde de ese día no lograba convencer al señór Carranza, pondría las tropas a su mando a disposición de la asamblea. Tampoco creyeron los convencionales en este ofrecimiento.


Se elige Comisión Permanente

Los representantes del sur, que tomaron muy en cuenta las órdenes del señor Carranza para desintegrar a la Convención, presentaron una iniciativa tendente a capacitarla para que celebrara sesiones cualquiera que fuese el número de delegados que permanecieran fieles. A su vez, el coronel González Garza pidió nueva discusión sobre un asunto que con ligereza se había desechado la noche anterior. Se refería al nombramiento de una Comisión Permanente, con atribuciones definidas. Después de amplio debate se fusionaron las proposiciones de esta manera:

1° Nómbrese, por elección, la Comisión Permanente compuesta de veintiún miembros, que entrará en funciones cuando en tres sesiones consecutivas ordinarias quede sin quorum esta Soberana Asamblea.

2° Son atribuciones de la Comisión Permanente:

II. Estudiar lo relativo al programa revolucionario.
III. Convocar a sesiones a la inmediata ocupación de la ciudad de México por las fuerzas sostenedoras de la Convención.

3° Será quorum legal para tratar y resolver cualquier asunto la mitad más uno de los delegados que permanezcan fieles a la Convención.

La elección se hizo. inmediatamente después de aprobadas las proposiciones, y he aquí los nombres de los integrantes de la Comisión Permanente:

Martín Espinosa.
Guillermo García Aragón.
Felipe Gutiérrez de Lara.
M. Contreras.
Roque González Garza.
Vito Alessio Robles.
Alberto. B. Piña.
Luis González.
Manuel Cebada.
Pánfilo Natera.
Carlos de la Vega.
Daniel Ríos Zertuche.
A. García Balderrama.
Dionisio Martínez.
David G. Berlanga.
José Inocente Lugo.
Saúl Gallegos.
Alejandro R. Aceves.
Miguel Peralta.
Esteban Márquez.
Enrique W. Paniagua.


Facultades al general Gutiérrez

Los convencionales vieron también la necesidad de que el Presidente provisional no quedara sin base en el intenso drama que se estaba viviendo. Estudiaron el asunto, y por mayoría de Votos aprobaron la siguiente resolución:

Primera. Si al fenecer el período para el cual ha sido designado como Presidente provisional de la República el C. Eulalio Gutiérrez, la Convención no pudiere, por causa de fuerza mayor, proceder a nueva elección, se faculta al mismo ciudadano para que continúe en el ejercicio de su encargo hasta que la Convención pueda hacer la elección de que se trata, conforme al artículo 12 del Plan de Ayala.

Segunda. Si durante el plazo o la prórroga del período presidencial ocurriese la falta absoluta o temporal del C. Presidente provisional, éste será substituído por la persona que integre su gabinete en calidad de Secretario de Estado, según el orden de Protocolo.

Con la declaración de rebelde, la Convención respondía al señor Carranza. Con la estimación del quorum por el número de delegados fieles, la Convención aseguraba su vida, pues autorizaba las sesiones y acuerdos que en ellas se tomaran. Con la Comisión Permanente estaba a salvo de contingencias y apresuraba el estudio del programa de gobierno. Con la prórroga condicional del mandato al general Gutiérrez, lo colocaba en situación de actuar por el tiempo que estrictamente fuere necesario.


El periódico La Convención

Estaba en su apogeo la campaña de prensa en contra de la Convención. En los órganos periodísticos auspiciados por el señor Carranza y en hojas volantes distribuídas por millares, se descargaban andanadas de acusaciones, acerbas críticas y virulentos denuestos en contra de la asamblea y de sus integrantes, que no habían acatado las reiteradas órdenes del Primer Jefe. La División del Norte y el general Villa. así como el Ejército Libertador y el general Zapata, fueron objeto de los más enconados ataques.

Para informar al público, exponer las razones de lo que se hacía y contestar algunos cargos, los convencionales establecieron un órgano que se llamó La Convención, cuyo primer número apareció el sábado 14 de noviembre.

Vanas esperanzas

En la tarde del domingo 15 se recibió en Aguascalientes un telegrama que llenó de esperanzas a los convencionales y al general Gutiérrez, a quien iba dirigido. Se comunicaba el resultado de la mediación ofrecida en Lagos por el general Pablo González. Dice así:

Córdoba, 15 de noviembre.
MUY URGENTE.
General Eulalio Gutiérrez.
Aguascalientes, Ags.

Como le manifesté en mi anterior, las disposiciones del señor Carranza para arreglar las dificultades son excelentes. Ahora, en respuesta a su nuevo mensaje, le participo que el señor Carranza propone en definitiva que salgan inmediatamente del país Villa y él; encargándose usted de la Presidencia provisional. Le reitero las necesidades de que ponga todos los medios para evitar fricciones en las avanzadas.

Lo saludo

El General en Jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, Pablo González.

Según el mensaje, se había llegado, al fin, a la tan deseada solución, y así lo confirmó un nuevo telegrama firmado por el coronel Marciano González, que, como se recordará, era uno de los secretarios de la Convención.

Veamos este nuevo documento:

Córdoba, Ver., 15 de noviembre de 1914.
General Eulalio Gutiérrez.
Aguascalientes, Ags.

Gestiones general González dieron resultados apetecidos, pues el Primer Jefe está dispuesto a entregar inmediatamente a usted mediante salida de él y Villa al extranjero. Lo saludo con afecto y ruégole que al aceptar mis felicitaciones por el bien que esto reporta a nuestro afligido país, se sirva transmitirlas a los compañeros de la Convención.

Atentamente.

El Coronel Marciano González.

Inmediatamente que recibió el general Gutiérrez el primero de los mensajes convocó. a sesión extraordinaria a los convencionales, entre quienes produjo gran satisfacción la lectura del documento, pues se resolvían las dificultades sin llegar a la lucha armada. No faltaron los escépticos; pero mientras se hacían comentarios llegó el telegrama del coronel González, cuyo contenido aumentó la satisfacción de quienes creían ya resuelto satisfactoriamente el conflicto.

Dispuso la asamblea que el general Gutiérrez siguiera tratando el asunto con el interés y la prudencia que había tenido. Llevóse a cabo, pues, una nueva conferencia telegráfica con el señor Carranza; pero no se efectuó hasta el día siguiente debido a ocupaciones inaplazables que dijo tener. Durante la conferencia estuvo presente el general Robles.


Se desvanecen las esperanzas

El señor Carranza no estaba tan bien dispuesto como lo hacían aparecer los telegramas de la víspera, pues al principio de la conferencia hizo objeciones equivalentes a una rectificación a lo dicho por el general Pablo González. Veamos lo que dice la información del general José Isabel Robles a los periodistas, que lo asediaron para obtener datos:

En virtud de ser inaceptables las condiciones exigidas por don Venustiano Carranza y habiendo desautorizado el propio don Venustiano al general Pablo González, se le ha manifestado por telégrafo que es imposible suspender el avance de las tropas de la Convención a la capital de la República.

Posteriormente se supo el resultado desalentador de la conferencia, sobre la cual el periódico La Convención dijo lo siguiente en su edición del 17 de noviembre:

Durante gran parte del día de ayer estuvieron conferenciando el Presidente provisional de la República y su ministro de la Guerra con el ciudadano Carranza, con el fin de buscar la forma de resolver las dificultades actuales sin llegar al conflicto armado.

Oficialmente no conocemos detalles de la conferencia telegráfica a que hacemos referencia; pero hemos podido averiguar cuál fue la proposición última de don Venustino Carranza, que merece el calificativo de peregrina.

Héla aquí: Propuso el señor Carranza al Presidente Gutiérrez que ordenara la inmediata salida del general Francisco Villa fuera de las fronteras del país y con destino a la Habana. El, don Venustiano, por su parte, también se dirigía a la Perla de las Antillas, adonde arribarían ambos el 25 de los corrientes.

En la ciudad de la Habana permanecerían Carranza y Villa esperando la marcha de los acontecimientos, y si para el 30 del que cursa éstos no tenían pacífica solución, entonces Carranza emprendería el viaje nuevamente hacia nuestras playas, como si nada hubiera pasado.

No podía haber más desacuerdo entre la actitud del señor Carranza y el contenido de los telegramas que conocemos. Hay que tener en cuenta que el coronel Marciano González no debe de haber estado presente en la entrevista del divisionario Pablo González con el Primer Jefe. Por lo tanto, es lógico deducir que el coronel sólo reprodujo lo que el superior quiso informarle, y esto explica los términos del telegrama.

Pero en el mensaje del divisionario hay rotundas afirmaciones. ¿Las sugirió el señor Carranza para darse el gusto de rectificarlas? Seguramente no, porque otra era su idea. ¿Acaso el general González no captó el pensamiento y la disposición anímica del señor Carranza? Creemos lo contrario, porque deben de haber hablado extensa y claramente. ¿ Pensó entusiasmar momentáneamente al general Gutiérrez y a la Convención para contener el movimiento de tropas? Es posible, puesto que algo se dice al final del telegrama. De todos modos, dió motivos más que suficientes para que se pensara que su tendenciosa insinceridad mal encubría una inconfesable maniobra.

Además, en poder del divisionario existÍa una carta cuyo contenido es totalmente distinto del telegrama que envió a la Convención. Vamos a reproducirla íntegramente, conforme a la copia al carbón que poseemos en el papel timbrado que usaba el firmante:

Correspondencia Particular del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Córdoba, Ver., noviembre 15 de 1914.
Señor general don Pablo González.
Presente.

Muy estimado general:

He hecho todas las concesiones que mi decoro y el bien del país podrían permitirme hacer.

Creo que mi actitud y la del general Villa están bastante bien precisadas para que la nación vea que mientras de mi parte hay deseos de solucionar el conflicto, el otro ni un momento ha pensado en cumplir con la condición que yo puse y que la Convención aceptó, sino que, en vez de retirarse, se encuentra ahora nuevamente al frente de sus fuerzas con expresa aprobación y autorización del general Gutiérrez, el cual ha sido el primero en faltar a los acuerdos de la Convención que dice respetar.

Deseoso yo, sin embargo, de hacer un último esfuerzo para evitar la guerra, propongo a los jefes militares del Ejército Constitucionalista y al general Gutiérrez la siguiente solución, que para mayor claridad expreso en tercera persona:

Carranza depositará el mando en manos de una persona de su entera confianza, como, por ejemplo, el general Pablo González.

Villa cmtregará el mando, efectivamente, de sus fuerzas y la administración pública del territorio dominado por él, al general Eulalio Gutiérrez.

Carranza y Villa saldrán fuera del país, debiendo encontrarse ambos en la Habana, para el día 25 de noviembre.

Se reunirá en México la Convención de Generales y procederá a elegir un Presidente para todo el período preconstitucional.

González y Gutiérrez entregarán sus respectivas fuerzas en manos del nuevo Presidente designado.

Si para el 30 de noviembre no estuvieren llenadas las condiciones mencionadas, Carranza reasumirá su carácter de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

Estoy seguro de que Villa y sus elementos ni con éstas ni con ningunas otras condiciones se retirarán contentos, pues siendo un grupo reaccionario enemigo no retrocederán ante nada hasta satisfacer sus ambiciones de mando y hasta no vencer a la Revolución y al Ejército Constitucionalista; mas espero que Guciérrez y los jefes militares de buena de verán en ellas un medio de poner a prueba los verdaderos propósitos míos de dejar el poder y las verdaderas intenciones de Villa de dominar al Ejército Constitucionalista.

He hecho todo lo posible por salvar a la Revolución de la inminente dictadura militar que le aguarda; la solución que propongo pondrá al país en un grave riesgo de hacer fracasar la Revolución, puesto que deja sin resolver los problemas que más interesaría solucionar, tales como las atribuciones del nuevo gobierno y las condiciones en que éste debería realizar las reformas revolucionarias; pero en estos momentos solemnes deseo que se entienda que la responsabilidad de lo que venga debe recaer sobre los traidores a la causa y sobre los autores de la política de condescendencias y debilidades que han entregado a la Revolución en manos de la reacción.

De usted, afectuoso amigo y atento seguro servidor,

Venustiano Carranza.

Aunque la transcrita carta no fue conocida por el general Eulalio Gutiérrez, vemos que el señor Carranza no se apartó de su contenido en las conferencias telegráficas por ambos celebradas, según las declaraciones del general José Isabel Robles y lo publicado por el periódico La Convención. No causan sorpresa los juicios que hay en el documento, porque son de sobra conocidos. En cuanto a la proposición, creemos que fue hecha con la plena seguridad de que no sería aceptada, puesto que no solucionaba el conflicto.

La salida del señor Carranza al extranjero resultaba un viaje de recreo, un breve y hasta necesario paréntesis a las cotidianas labores, pues la estancia en La Habana se limitaría a cinco días. En este corto lapso, en que estaría a la expectativa, debería quedar modificada la situación conforme a las condiciones por él impuestas, pues cualquiera falla haría que regresara para reanudar sus temporalmente interrumpidas labores.

Ninguna dificultad vemos en que la virtual entrega de la Primera Jefatura y del Poder Ejecutivo, por una parte, y por la otra, la efectiva entrega de la administración pública y de la División del Norte se hicieran apresurada, simultáneamente y por mera fórmula mucho antes del 25 de noviembre; pero ni por una conjura en la que entrase la persona de absoluta confianza que el Primer Jefe designara para substituirlo, podrían realizarse las demás condiciones, ya que aun suponiendo que esa persona suspendiese o revocara las órdenes expedidas para disolver a la Convención, podía reunirse ésta en condiciones inatacables, pues muchos de los jefes militares y gobernadores que la habían desconocido se abstendrían de enviar a sus delegados sabiendo que la ausencia del señor Carranza sería corta y rígidamente condicional.

Es curioso observar cómo defendía este señor su situación y cómo variaba su crjterio en dos momentos distintos. El 10 de noviembre dijo al general Gutiérrez:

Otra de las razones que tuve para no aceptar el gobierno que quiso establecer la junta es que designó Presidente sólo para veinte días, que concluyen el veinte de noviembre. En este lapso no podría usted hacer nada serio ni para gobernar ni para establecer la paz; ni siquiera para enterarse de los asuntos más urgentes.

Ahora pretende el mismo señor que una situación aguda y compleja la resuelva el general Gutiérrez en cinco días, con el agregado de que debe ser pacíficamente, según el periódico La Convención.


Inmediata consecuencia

Siendo ya ociosas todas las tentativas que para una solución pacífica se hicieran, y en vista de que resultaba inútil y torpe sacrificar al general Villa, el Presidente provisional lo nombró jefe de las operaciones contta los rebeldes a la Convención. Esta, al aceptar la inevitable lucha, dijo del señor Carranza

... que permanecía aferrado al poder público sin importarle el derramamiento de sangre porque creía que la Revolución era su pedestal y no el movimiento reivindicador de los derechos del pueblo mexicano.


Consideraciones finales

Así se llegó a lo inevitable y único a que llegarse podía: a la más dolorosa, arrebatada y cruel etapa de la Revolución.

Al solo anuncio de que iba a prolongarse la guerra civil se agruparon apresuradamente los que serían actores, pues las convicciones y la fidelidad en unos y las conveniencias en otros tuvieron que manifestarse y que jugar importante papel.

Pero nunca como en ese momento se vieron con mayor claridad las ideas que alentaban a la masa para la producción del acontecimiento, así como las causas que, por entrañar problemas irresolutos, seguían siendo fuerza determinante de la Revolución.

La masa, que interpretaba los hechos a través de sus necesidades, que seguía el impulso inicial y reivindicador, ya no estaba dispuesta a dejar sin solución el hondo problema de su liberación económica, pues había aprendido bastante en los años de lucha. Pero su acción no podía ser arrolladora porque la realidad revolucionaria había creado caudillos y estaban alejados entre sí, ya circunstancialmente, ya por sus opiniones, actitudes y tendencias.

El caudillo del constitucionalismo, por sentirse único representante, no sólo del vigoroso movimiento por él jefaturado, sino de toda la Revolución, aspiraba a realizar sin tropiezos ni dificultades su propia política, aun cuando no hubiese definido los rumbos.

Frente a él se erguía el incomprendido y calumniado caudillo del agrarismo, que sólo aspiraba a que se hiciese realidad su programa, para que los secularmente explotados, despojados y olvidados campesinos pudieran vivir en paz y al amparo de la justicia dentro de la colectividad mexicana.

Con vigorosos perfiles de caudillos hemos de considerar también al jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste y al de la División del Norte, aun cuando por la disciplina del movimiento constitucionalista sólo aparecieran como esforzados colaboradores del Primer Jefe.

Cercana al exponente del agrarismo era la posición del jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste; franca y decidida, la del jefe de la División del Norte, pues ambos sentían el llamamiento de los intereses colectivos y porque el vacío doctrinario de su caudillo y la inconformidad con su actuación los hacía pensar en que era necesario retirarlo, aun cuando fuese temporalmente -como lo ideaba el general Obregón- pues, de todos modos, durante su ausencia se establecería una situación imposible de rectificar.

La Convención, que, como síntesis de los sectores revolucionarios, creyó contar con la suma de la fuerza de todos ellos, quiso imponer la autoridad resultante para establecer la paz y luego hacer efectivos los anhelos populares; pero tropezó con el escollo de las aspiraciones del Primer Jefe de realizar sin estorbos su política, y recibió el impacto de la disciplina militar.

Y así como las convicciones, la fidelidad, las conveniencias y la disciplina militar estaban jugando importante papel, así también la incomprensión y las pasiones serían factores muy poderosos para los hechos futuros, y ya lo habían sido para la producción del acontecimiento.

Recordemos a este respecto que la desconfianza del Primer Jefe al general Villa lo condujo bien pronto al menosprecio de una brillante labor revolucionaria, y culminó, más pronto aun, en odio reconcentrado que cegó al político e hizo que con ardor le correspondiera el hombre de volcánicas pasiones.

Recordemos también que la repugnancia que sentía el señor Carranza por el general Zapata y la incomprensión del problema agrario cegaron igualmente al político, pues muy a tiempo se le presentó la oportunidad de hacer del caudillo suriano un sincero colaborador o un irreconciliable enemigo; pero prefirió lo último. Repugnancia e incomprensión abrieron un abismo entre quien tenía por lema el muy flexible de Constitución y Reformas Y quien proclamaba el muy concreto de Tierra y Libertad.

De aquel complejo de factores, sin excluir las causas de la Revolución, fue resultante la nueva y cruel etapa que se inicia con la inaceptable proposición del señor Carranza y el recíproco acto de nombrar al general Villa jefe de las operaciones.

El nombramiento, aunque presentido, produjo desconcierto entre algunos jefes constitucionalistas, que veían en el general Villa a un enemigo personal. El general Obregón estaba en ese caso, y él mismo dijo más tarde que había sido determinante para colocarse en contra de la Convención, a pesar de su palabra empeñada. Posteriormente escribió:

Yo recuerdo que en una ocasión, declaré al Primer Jefe lo siguiente: Señor: yo fuí uno de los que votaron en la Convención por el cese de usted y de Villa y por el nombramiento del general Gutiérrez para Presidente provisional de la República, y ahora tengo la obligación de cumplir y sellar con mi sangre mis compromisos. Si Gutiérrez separa a Villa y éste sale del país, yo no podré hacer otra cosa que reconocer a Gutiérrez; pero si éste insiste en dejar a Villa, yo seré el primero en batirlo.

El Jefe me contestó: Gutiérrez no será sino un instrumento de Villa. Si este último se retira, las dificultades quedarán solucionadas, porque yo he declarado ya que estoy enteramente dispuesto a retirarme tan pronto como esté seguro de que Villa lo ha hecho, pues lo único que quiero es asegurar los principios de la Revolución, que tanta sangre ha costado, y no dejar al país en manos de la reacción (Tomado de, Obregón, Álvaro, Ocho mil kilómetros de campaña. El interesado puede consultar esta obra del general Obregón aquí, en nuestra Biblioteca Virtual Antorcha. Sugerencia de Chantal López y Omar Cortés).

Tenemos que desentendernos de lo que el señor Carranza pretendía asegurar en su respuesta, porque hemos visto que lo por él expresado en la Convención para que sirviera de base al programa de gobierno es tan inconsistente que no merece nombre de principios de la Revolución.

También tenemos que desentendemos del supuesto de que el país quedaría en manos de la reacción, porque honradamente no puede calificarse de reaccionaria la asamblea de Aguascalientes; tampoco cabe decir que fueran reaccionarios el general Villa y la División del Norte; muchísimo menos es aplicable el calificativo al general Zapata y al Ejército Libertador.

Descartemos lo que resta de la contestación del señor Carranza, porque no es posible tomarla como expresión generosa, libre de pasiones y alejada de prejuicios, ya que hemos visto hasta la saciedad que no estaba dispuesto a retirarse. Queda, pues, solamente lo dicho por el general Obregón, sobre quien nadie había operado para que cumpliera con los compromisos adquiridos por su voto y por su firma. En él también había resentimiento y odio, que nadie trató de atenuar.

Se hizo todo lo posible para contener los efectos del desconocimiento del señor Carranza por parte del general Villa y hasta se trasladó la Convención a Aguascalientes porque se vió muy claro el desgarramiento del Ejército Constitucionalista; pero nada se hizo para reconciliar a los dos generales distanciados.

Hubo caminos, hubo medios; pero no se siguieron, no se intentaron, porque toda la atención la absorbía el señor Carranza. Ese hecho y algunos intereses de grupo impidieron que se viera con toda claridad el grave desgarramiento de la Revolución. Al desencadenarse la lucha, era ya demasiado tarde para aproximar a los dos valores revolucionarios.

En cambio, sé hicieron esfuerzos para atraer al general Obregón al lado del señor Carranza; esfuerzos tanto más persistentes cuanto más se ahondaban las dificultades de este señor con el general Villa. Se le presentó la perspectiva de un porvenir brillante para halagar su muy humana vanidad de soldado valiente y de revolucionario victorioso, y por si esta perspectiva no daba resultado, se fomentaron las aspiraciones del general Manuel M. Diéguez para enfrentarlo al general Obregón, llegado el caso; pero no sabemos que se haya hecho un esfuerzo valedero para neutralizar la pasión que hervía en los pechos de los generales Obregón y Villa; por el contrario, parece que todo conspiraba para hacer imposible un entendimiento.

Deplorables omisiones y falta de visión, porque excluídos otros luchadores, sólo tras estos dos invictos generales estaban miles de mexicanos que se despedazaron, se destrozaron y tiñeron sus armas con sangre revolucionaria.

Así como se sentía que por equidad elemental no era debido separar al general Villa de las fuerzas que con él fueron a los más sonados triunfos del constitucionalismo, así también, tratándose del general Obregón, cuya espada había brillado con los soles de sus sonadas victorias, no debió omitirse esfuerzo alguno para impedir que se colocase en contra de la Convención, en cuyo seno -sin faltar a la lealtad para el señor Carranza, pero con amplio criterio- actuó pensando que la asamblea representaba la fuerza material e ideológica de la Revolución.

El señor licenciado Antonio Díaz Soto y Gama nos ha referido que años más tarde, conversando con el general Obregón, cuando ya era Presidente de la República, y al comentar algunos hechos de la Convención, le dijo estas palabras:

Desde entonces pude estar con ustedes.

Así hubiera sido, porque no existía una barrera infranqueable que lo separase del general Zapata; pero no hubo oportunidad de que se conocieran y tratasen.

Aunque a los hechos históricos no cabe sino admitirlos como fueron, nada impide lamentar que así como fue un desacierto convertir al general Zapata en enemigo, precisamente en los momentos en que con otra actitud hubiera sido factor para un giro favorable de los acontecimientos, así también fue deplorable que no conociera al general Obregón, pues no es aventurado decir que habría acortado la distancia que lo separaba del general Villa.

Estos tres valores representativos de la fuerza militar, de la fuerza política y de la fuerza del ideal hubieran formado el equilátero eje de la Revolución mexicana que, con el incruento y tal vez temporal alejamiento de un solo hombre, habría ahorrado los raudales de sangre que empaparon nuestro suelo.

Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO V - Capítulo X - Primera parte - El señor Carranza desconoce a la ConvenciónBiblioteca Virtual Antorcha