Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO IV - Capítulo XII - Constitucionalistas comprensivos y un zapatista michoacanoTOMO IV - Capítulo XIII - Segunda parte - El Plan de Ayala y el sistema SalaBiblioteca Virtual Antorcha

EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO

General Gildardo Magaña
Colaboración del Profesor Carlos Pérez Guerrero

TOMO IV

CAPÍTULO XIII
Primera parte

EL PLAN DE AYALA Y EL SISTEMA SALA


El anterior capítulo. abre un paréntesis al relato del conflicto entre las huestes surianas y el señor Carranza. Fue necesario porque presentamos a varios constitucionalistas comprensivos, y enlazando los acontecimientos llegamos a narrar algunos hechos de la campaña en Michoacán, llevada a cabo con un alto espíritu revolucionario que honra mucho a quienes tomaron parte en ella, pero que se concentra necesariamente en dos jefes: el constitucionalista general Gertrudis Sánchez y el defensor del Plan de Ayala general Eutimio Figueroa.

No cerraremos todavía este paréntesis, pues es necesario que el lector conozca íntegramente el pensamiento del general Zapata y el de dos agraristas teóricos que a él se dirigieron como representantes de la tendencia social de la Revolución.

De paso, diremos que los dos agraristas aludidos no fueron los únicos en exponer sus ideas. Muchas personas presentaron, sin meditación, desde la más ingenua hasta la más descabellada iniciativa, suponiendo, tal vez, que el general Zapata tenía un concepto nebuloso del problema agrario o que carecía de un programa definido y de una orientación precisa.


El Sistema Sala

El 20 de julio de 1914 -cinco días después de que el usurpador presentó su renuncia-, don Atenor Sala se dirigió al general Zapata en una carta con la que inició interesante correspondencia, que en su parte destacada reproduciremos a continuación. Antes de hacerla, conviene recordar que en el tomo tercero de esta obra aludimos a don Atenor, pues en uno de los artículos del licenciado Palacios Roji se aboga por la solución Sala del problema agrario.

Era don Atenor Sala, como dijimos, un ardiente, aunque teórico, defensor del agrarismo, y como tal, había ideado resolver el problema por un procedimiento al que dió el nombre de Sistema Sala. Pensamos que si la carta inicial de su correspondencia coincide con la caída del usurpador, no fue este hecho el que le determinó a escribirla, sino que, como lo expresa, hasta esos días no le fue posible ponerse en franca comunicación con el caudillo suriano. Pero suponiendo que el derrumbamiento del huertismo fuera la causa determinante, siempre habrá que tomar en consideración la circunstancia de que la lucha tenazmente sostenida por el general Zapata hacía que se le reconociese como el abanderado del ideal agrario, cuyo triunfo era deseado por quienes pensaban en una modificación profunda del sistema social.


Carta de don Atenor Sala

Dice la carta del Señor sala:

México, 20 de julio de 1914.
Señor general Emiliano Zapata.
Cuartel General en Morelos.

Glorioso caudillo:

Por fin creo realizar hoy lo que deseaba hace mucho tiempo: ponerme en comunicación directa con usted, para expresarle la admiración que le profeso y mis simpatías por la gran obra que se ha propuesto llevar a cabo, digna de un corazón heroico, pues sólo con valor supremo y grandes abnegaciones se conseguirá librar al pobre labrador de nuestra Patria de la esclavitud en que hace cuatro siglos está hundido por obra de la violencia y de la perfidia de quienes debieran ser sus hermanos.

La primera vez que intenté establecer correspondencia con usted estuve a punto de perder la vida en manos de nuestros comunes enemigos, de Huerta y de Urrutia, que desempeñaba la Secretaría de Gobernación en el gobierno usurpador. Supongo que los periódicos pondrían a usted al corriente de lo que entonces pasó, así como a las personas a quienes comisioné para poner en manos de usted algunos papeles y hacerle presente mi adhesión a la causa del humilde peón y de los pobres trabajadores en general.

Trabajamos por obtener el mismo resultado, aunque en campos diversos. En el de usted se expone la vida a cada paso, y en el mío, aun cuando aparentemente no existe peligro, se juega, sin embargo, la tranquilidad y se suele no estar muy lejos del mismo peligro, pues también hay inquina contra los hombres que se atreven a pensar por sí mismos y que, buscando el bien de sus semejantes, señalan los abusos, las torpezas y las infamias de los poderosos.

El machete y el tizón acabarán con los principales obstáculos que se han opuesto y se oponen aún a que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas goce, ya no de riquezas, sino de pan suficiente, del natural descanso y de respeto y justicia para su hogar, para lo que es suyo en el honrado trabajo y para su propia persona.

Pero una vez vencidos, por usted y por los que con usted comparten peligros y gloriosos triunfos, los principales autores de la inmensa desventura nacional, los defensores de los errores, de las mentiras y de las perversidades del pasado y del presente, será necesario poner en planta algunas medidas de gobierno para que los provechos de la victoria labren la ventura de las mayorías y para asegurarles el goce de ella contra las tentativas de arrebatársela, tentativas que son de esperarse y de temerse, pues la clase de los tiranos renacerá como las malas yerbas, de las propias cenizas acumuladas por el fuego de nuestra Revolución.

Las medidas a que me refiero pueden ser indicadas por los que estudiamos el problema de la división de la tierra entre los hombres que la cultivan con sus propias manos; pero sólo podrán ser implantadas con el apoyo de la voluntad enérgica y del fuerte brazo de quienes han luchado por ese generoso ideal en los campos de batalla. Debemos, en consecuencia, estar unidos; conocernos mutuamente, también; estar convencidos de nuestra sincera lealtad hacia la causa sagrada del engrandecimiento de nuestra Patria, por el engrandecimiento de todos y cada uno de sus hijos, no por la esclavitud de los más a los caprichos y codicias de las minorías, como hasta hoy ha sucedido.

Un excelente y común amigo nuestro pondrá en manos de usted la presente, y como perfecto conocedor de mi situación y tendencias pondrá a usted al corriente de mi ardiente deseo de servir a la causa de la reforma agraria que usted simboliza, así como de mis medios de acción, medios que usted puede utilizar como mejor le parezca, pues yo serviré con verdadero placer sus indicaciones, esforzándome por ser útil a la causa y a ustéd en lo personal, por ser usted la personificación de los justos anhelos del pueblo y el símbolo, lo repito, de su heroísmo y esfuerzos por realizar su propio bien y el de la Patria.

Creo que cada día serán más fáciles y seguras las comunicaciones, y por mi parte no perderé oportunidad de ponerlo al tanto de cuanto considere importante para el triunfo definitivo de la causa, a que usted ha destinado su vida y a la que yo he consagrado mi tiempo, mi trabajo y mi acción.

Con verdadero placer me pongo a sus órdenes y me complazco en asegurarle que tiene usted en mí un admirador y amigo.

Atenor Sala.

La carta reproducida se encomendó al señor licenciado José Ferrel, quien no salió de México en la fecha que tiene el documento, pues trató de recabar datos exactos acerca del lugar en que se encontraba el general Zapata y los caminos que podía seguir. Difícil debe de haber sido la obtención de esos datos, pues quienes podían proporcionárselos, por elemental prudencia se cuidaban de hacerlo a personas desconocidas. Además, ni en los campamentos se podía precisar dónde se encontraba el jefe suriano, pues las necesidades de la campaña lo obligaban a movilizarse constantemente y, en no pocas ocasiones, a variar de rumbo una vez emprendida la marcha. En cambio, no faltaban quienes se atribuyeran el desempeño de importantes comisiones.

En aquellos días el general Zapata tenía establecido su Cuartel General en Yautepec. Tenemos entendido que allá se dirigió el licenciado Ferrel y que recibió la indicación de esperar la llegada del general Zapata, que podía ser inmediata o tardía. Al fin, llegó, y he aquí la respuesta dada a la carta del señor Sala:

Carta del general Zapata al señor Sala

República Mexicana.
Ejército Libertador.
Cuartel General en Yautepec, agosto 14 de 1914.
Señor Atenor Sala.
México, D. F.

Muy estimado señor:

Recibí la muy atenta carta de usted de fecha 20 del próximo pasado julio y le manifiesto que he escuchado a su enviado, el señor licenciado Ferrel, y con franqueza diré a usted que de ninguna manera se pueden aceptar sus proposiciones para que usted represente a la Revolución en las negociaciones que se vayan a verificar, lo mismo que respecto a su problema agrario no pueden adaptarse sus pensamientos porque están en pugna con nuestro proyecto agrario, que se está llevando a la vía de la realidad y el cual está bien delineado en el Plan de Ayala.

Si usted tiene buena voluntad para ayudar a la Revolución, como me manifiesta el señor licenciado Ferrel, sería muy conveniente que usted pusiera los elementos pecuniarios y el señor licenciado Ferrel su inteligencia y prensa para la publicación de un diario que hable la verdad de las cosas, lo que es la verdadera Revolución Agraria que sostiene el Plan de Ayala.

Soy de usted afmo. atto. y seguro servidor.

El General Emiliano Zapata.

En el documento preinserto vemos que el señor licenciado Ferrel propuso, ampliando el contenido de la carta, que se diera la representación del movimiento , suriano al señor Sala. No confiaba el general Zapata comisiones de importancia a personas de cuyos principios y lealtad no estuviese plenamente seguro. Además, las cualidades de los hombres, por muy relevantes que pareciesen, tenían que subordinarse a los intereses de la causa.

El señor Sala, como veremos, niega haber tenido esa pretensión; pero siendo evidente que no la inventó el general Zapata, lo más probable es que el licenciado Ferrel, en el entusiasmo de su exposición, haya sugerido que se le diera, aunque también veremos que la deseaba el señor Sala.

En cuanto a que el general Zapata aceptara el Sistema Sala, es tanto como pedirle que arriase su bandera para izar otra que carecía de antecedentes revolucionarios. Cuando menos, la simple adopción del Sistema tendría, como quiera que se le examine, los caracteres de una enmienda al Plan de Ayala, enmienda innecesaria y tanto más peligrosa cuanto que se proponía hacerla en el preciso momento en que por el derrumbe de la usurpación todo hacía suponer el fin de la lucha y el triunfo de los principios.

Por la sinceridad del autor del Sistema no pensamos que sus deseos eran que el punto de gravedad del movimiento suriano se desplazara del general Zapata al señor Sala; pero era erróneo suponer que se aceptara dicho Sistema sobre el Plan de Ayala, que había tenido la fuerza suficiente para rebelar a la masa campesina. De aceptarse, los sostenedores del Plan de Ayala quedarjan en condiciones morales y políticas bien difíciles, pues el acta equivaldría a admitir que habían luchado a ciegas.

Muy otra hubiera sido la situación si el Sistema Sala hubiese flotado como bandera de un sector revolucionario, pues llegado el momento se habría impuesto la fusión, aceptándose como principios fundamentales los que con tal carácter hubiera en los dos pendones, siempre que no se excluyesen. Como no existía esa circunstancia, el general Zapata tuvo que rechazar con firmeza lo que rechazar debía, y sugirió que el señor Sala ayudase a la Revolución en otra formá.


Nueva carta del señor Sala

La tardanza del licenciado Ferrel en regresar hizo que don Atenor dirigiese nueva carta al general Zapata. Dice así:

México, 18 de agosto de 1914.
Señor general don Emiliano Zapata.
Cuartel General del Ejército del Sur.

Muy distinguido caudillo:

Por el apreciable conducto del señor Emilio Reyes me es muy grato enviarle mi saludo y reiterarle mi adhesión a la noble causa que usted sostiene con heroísmo, así como mi buena disposición para servirla, estando a la disposición de usted.

Nuestro común amigo el licenciado José Ferrel debe de haberle hablado con extensión de mis ideas respecto al gran problema agrario, cuya acertada resolución iniciará el verdadero progreso de nuestra Patria y la liberación definitiva de los campesinos que hoy, bajo las invictas banderas de usted, luchan con incontrastable valor por preparar el porvenir de grandeza y gloria que merece la República Mexicana, que cuenta con hijos dispuestos a los mayores sacrificios por realizar generosos ideales.

He tenido gran empeño en comunicarme con usted y no desmayo en mi propósito, a pesar de que mis gestiones con tal fin me han puesto unas veces en serio peligro y en otras he sido engañado por gentes que se dicen representantes o amigos de usted y resulta que no tienen carácter alguno ni en ese glorioso Cuerpo de Ejército y tampoco ante usted.

Por fin me resolví a confiar a mi excelente amigo Ferrel una misión ante usted, y ni él ni yo tenemos culpa alguna en haber sufrido un nuevo desengaño con quien dió cartas que lejos de facilitar la tarea de Ferrel, y mi gran deseo de quedar en contacto con usted, motivaron tal vez serias dificultades a mi amigo.

Yo confiaba, ante todo, en que usted había estrechado con mano amiga la de Ferrel y le había hecho algún obsequio de armas en nuestra consideración. Confiaba también en las dotes de prudencia, serenidad y talento que caracterizan a Ferrel, y he sabido que ya se encuentra bien, cerca de usted, contando con su apoyo.

He hablado extensamente con el señor Emilio Reyes, a quien he mostrado documentos que revelan mi buena disposición hacia la Revolución del sur y mi particular admiración hacia usted, que es su digno jefe. Le he confiado también algunos trabajos para que los muestre a usted y que son el fruto de mis estudios y meditaciones para resolver el problema agrario de un modo práctico, una vez que el triunfo de las armas haya barrido los obstáculos que las clases privilegiadas han opuesto a la felicidad de los campesinos durante siglos.

La manera con que entré en relaciones con el señor Reyes y mi trato con él me persuaden de que en esta vez el conducto es seguro y muy apreciable; así es que espero recibir pronto las indicaciones de usted para mejor servir a la causa.

El señor Reyes explicará a usted de palabra algunos asuntos que sería difícil explicar cumplidamente por escrito.

Me es grato repetirme su afmo. amigo y S. S.

Atenor Sala.


Contestación del general Zapata

La siguiente transcripción es la respuesta del general Zapata a la carta que dejamos copiada:

República Mexicana.
Ejército Libertador.
Cuartel General en Yautepec, Morelos, agosto 24 de 1914.
Señor Atenor Sala.
México, D. F.

Muy estimado señor:

Recibí la atenta carta de usted de fecha 18 del actual, y en respuesta manifiesto a usted que se presentó en este Cuartel General de la Revolución del Sur el señor licenciado José Ferrel, y fue despachado, recomendándole que ayudase usted con dinero y él con su inteligencia, para fundar un periódico que espontáneamente hiciera labor en favor de la Revolución del Sur, haciéndole justicia y que hablara sobre la cuestión agraria.

Siento manifestarle que para resolver el problema agrario no puedo aprovechar sus servicios, porque ese problema está planteado en el Plan de Ayala y sus decretos adicionales.

Sin otro particular por el momento, soy de usted afmo. atto. y S. S.

El General Emiliano Zapata.

Dos días después de la anterior, el señor Sala dirigió extensa carta al general Zapata. En ella alude a la conversación tenida con el licenciado Ferrel. Vamos a reproducir el documento, y advertimos que para comentarlo, a guisa de notas, hemos numerado los párrafos más sobresalientes.


Otra carta del señor Sala

México, 26 de agosto de 1914.
Señor general don Emiliano Zapata.
Primer Jefe de la Revolución Agraria en Morelos.
Cuartel General en Yautepec, Mor.

Muy estimado señor general:

Mi amigo el señor licenciado Ferrel me ha entregado su muy expresiva y atenta carta de fecha 14 de los corrientes, la que recibí con mucho agrado por estar plenamente seguro de que procedía de usted; lo que no ha sucedido con otras que desde hace tiempo tenía en mis manos, de las que he dudado ya por su contenido, ya por el conducto, pues la policía aquí se valía de sus agentes para que entregasen cartas falsas con objeto de investigar las ligas que una persona pudiera tener con la Revolución o con sus jefes. Como se jugaba la vida, era necesario ser prudente y hasta desconfiado.

Ahora he sabido, por el mismo amigo enviado, que dos de esas cartas cuando menos, sí eran de usted; pero una de ellas la recibí sin que el emisario me presentase la contraseña que él mismo entregó a usted y que, por lo tanto, había quedado convenida entre nosotros, y además la firma no me pareció auténtica comparada con una anterior de usted dirigida al mismo Ferrel, y la otra la recibí por conducto de la señora Juana B. G. de Mendoza, de quien dudaba yo mucho y con mayor razón por no haber traído la contraseña, pues hubo persona que me. diera muy malos informes, asegurándome que desde hacía veinte años, por lo menos, esa mujer prestaba servicios especiales a la policía. Mi prisión ocasionada por denuncia de la mismisima doña Juana B. G. de Mendoza a la policía de la capital aumentó mis desconfianzas; pero mi falta de comunicación con usted no disminuyó mis simpatías por la Revolución Agraria en ese Estado ni mi admiración por usted y sus soldados, que la han sostenido con verdadero heroísmo y grandes sufrimientos soportados con abnegación.

Lleva usted casi cuatro años de luchar, y la campaña no parece tener término, a pesar de los continuos triunfos del Ejército que está a su digno mando, lo que consiste, según creo, en que desde usted hasta sus más jóvenes soldados saben muy bien lo que quieren; esto es: la división de las tierras en lotes que basten para proporcionar una vida de hombres civilizados a cada uno de los trabajadores que los cultiven como propietarios, sin tener más patrón que su propia razón y el amor a su familia, y esto es bueno, es justo y por fuerza se realizará; pero no hay acuerdo entre todos los que se ocupan actualmente en el problema agrario sobre los medios que deberán usarse para llegar lo más pronto posible a obtener el noble y justo fin indicado (Véase más adelante la primera indicación del profesor carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

El Plan de Ayala, bueno como expresión clara y sencilla de ese deseo general de los soldados de usted, de ser propietarios de un lote de tierra que, trabajado con todo esfuerzo, les proporcione el bienestar, no es ni podrá ser completo en cuanto al modo de adquirir esa tierra y al procedimiento no sólo necesario para repartirla, sino también para que la conserve en el porvenir, por hoy, mañana y por siempre el primer soldado que la obtuvo, sus hijos Y los sucesores de éstos indefinidamente (Véase más adelante la segunda indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

El Plan de Ayala se refiere a tres maneras de adquisición de la tierra en sus cláusulas 6, 7 y 8, que son: la reivindicación, es decir, la devolución a los pueblos y ciudadanos de los terrenos que les fueron usurpados por hacendados científicos y caciques; la expropiación, que consiste en obligar a vender a los poderosos propietarios las tierras y aguas indispensables para que los agricultores puedan trabajar y vivir de ellas como propietarios, no como peones, y,por último, la confiscaciónN, es decir, el apoderamiento por la fuerza de aquellas tierras que pertenezcan a los enemigos de la Revolución, o sea, a los hacendados, científicos o caciques que se opongan directa o indirectamente a ella.

Ahora bien; las reivindicaciiones y las expropiaciones que se quieren obtener por los procedimientos judiciales conocidos, es decir por juicios o procesos, o por ambos a la vez, se tardan en el resultado definitivo años y años, como se lo dirá a usted cualquier abogado de buena fe a, quien consulte (Véase más adelante la tercera indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

Precisamente por las enormes dificultades que presenta en la práctica el realizar cualquiera expropiación, de conformidad con los procedimientos legales establecidos, comprendí que era necesario encontrar otro medio que, por rápido, se aproiximara a la necesidad imperiosa en el problema agrario de efectuar las expropiaciones de una manera automática e igual en toda la extensión del territorio nacional, y por eso fue que, dándome a pensar en el asunto, llegase a idear la expropiación a que se refiere el Plan de Ayala creando al caso el Sistema Sala, el cual tiene por base precisamente la expropiación de las tierras en general como una causa de utilidad pública (Véase más adelante la cuarta indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés)..

El Sistema Sala ha quedado completo con el procedimiento en virtud del cual se podrá crear el Banco Agrícola Nacional, es decir, da el consejo y el tostón, o, en otros términos, dice cómo debe adquirirse de modo rápido y sin pleitos la tierra y proporciona el dinero necesario para trabajarla.

En resumen: ha sucedido que habiéndoseme entregado el Plan de Ayala como una criatura en cueros, ahora la desconoce porque se la devuelvo aderezada para poderla presentar en público. El asunto tiene gracia, señor general (Véase más adelante la quinta indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

En cuanto a la confiscación, sí da resultados inmediatos, y por desgracia, es necesario recurrir a ella mientras que los grandes terratenientes combatan a la Revolución y no quieran tener con ella transacción alguna. Mis estudios justifican completamente este procedimiento que usted y todos los revolucionarios sinceros se han visto y se verán obligados a seguir, y no sólo lo justifican ante las personas de buen sentido en la Nación, sino ante el mundo entero, pues esos estudios han sido tomados en consideración por el Presidente de los Estados Unidos de América y por el profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Buenos Aires, República Argentina, como está demostrado en algunos de los documentos que ya le remití y en el cuaderno procedente de esa República de Suramérica que ahora le envío.

En uno de mis estudios llego hasta indicar a usted los procedimientos para formar colonias de agricultores-soldados en las tierras confiscadas a lós enemigos de la Revolución. He remitido a usted los planos de una de esas colonias, planos que con pequeñas variantes pueden seguirse en todo el Estado de Morelos o en cualquier parte de la República, acompañado de la explicación sintética y llegando hasta la minuciosidad de los detalles para la habitación de cada colono y su familia (Véase más adelante la sexta indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

Es cierto que su valiente Ejército está posesionado de todo el Estado de Morelos y de muy grandes regiones de otros Estados; pero como no se han formado las colonias, los campos permanecen incultos y nadie puede considerarse propietario ni del terreno que pisa. Otra cosa sucedería si usted hubiese formado ya varias colonias de dos mil familias, cuando menos, cada una, a fin de que se pudieran defender por sí mismas del enemigo, mientras que el resto de los guerreros de usted fueran a la conquista de otra región, levantando al paso nuevos soldados para ir más adelante y así seguir estableciendo más y más colonias de soldados-agricultores propietarios, listos para defender sus propias casas y campos; para auxiliar, en caso necesario, a los vecinos y también al Ejército que trata de adquirir nuevas tierras con el fin de dividirlas entre los soldados más antiguos; para que los nuevos siguieran invadiendo tierras, y esto podría continuar así hasta que los terratenientes, convencidos de que habrían de perderlo todo, se resolvieran a aceptar la expropiación de la tierra por el Sistema Sala, para dividirla en parcelas pequeñas suficientes para la vida cómoda de una familia; porque la simple razón hace comprender, señor general, que este sistema de confiscación deberá cesar algún día, por no ser conforme con las prácticas mundiales de adquir la propiedad de la tierra, y, ante todo, terminaría si haciendo un pequeño esfuerzo de imaginación llegamos a suponer que existe en toda la República la cantidad exagerada de dos millones de individuos aptos del proletariado campesino para recibir su pequeña parcela de diez hectáreas en perfecta propiedad privada, resultando entonces de esa magnífica división de la tierra un estado económico-social de tal manera tranquilo por constitución agrario-orgánica, que evitaría imperiosamente erigir EN sistema la confiscación, y tan cierto es lo anterior, que aun tratándose de parcelas otorgadas por la Revolución a cada uno de sus soldados en las colonias, usando para ello de la confiscación, habría la ineludible necesidad, en tiempo oportuno, de regularizar la propiedad privada de cada una de dichas parcelas.

No está en pugna mi Sistema Sala con el Plan de Ayala, sino que, por el contrario, lo complementa y amplifica, y lo único que no trato en mi sistema es de la adquisición de tierras por las reivindicaciones, por la razón ya indicada de que éstas dan resultado a los diez, quince o veinte años de haberse intentado, siendo así que el pueblo, los guerreros que hoy militan bajo la bandera de usted y los miles y miles que continuarán militando, desde que el establecimiento de la primera colonia de soldados-agricultores propietarios les probase que luchan por algo positivo y no por cosas muy lejanas y de realización dudosa.

El Plan de Ayala es un valiente grito de guerra; mi Sistema Sala hace posibles las justas aspiraciones que ese grito revela.

Yo he dicho que sus soldados han conquistado mucha tierra; pero ¿acaso pueden ya cultivarla sin sobresaltos ni temores de ser atacados hoy, mañana o cualquier día, por los ejércitos que levanten los terratenientes apoyados por los gobiernos establecidos? No; ningún soldado agrario cultiva su campo, y por lo mismo esto equivale a que la Revolución Agraria hubiese sido derrotada o que no comenzase todavía (Véase más adelante la séptima indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

Yo nunca he pretendido representar a usted o a su Ejército o a la Revolución Agraria de Morelos en las negociaciones que se vayan a verificar, pues ignoro que tal cosa se intente; yo he querido otra cosa bien distinta, y es que yo, rodeado de un grupo de hombres inteligentes, traduzca ante nuestra sociedad, las naciones y el mundo entero, las aspiraciones revolucionarias de los ejércitos de usted; probar que tales aspiraciones son justas y hacerlas aceptar por el resto de los mexicanos, so pena de continuar hasta el triunfo una guerra de exterminio, a la que no estarán dispuestos los mismos hacendados actuales, y siendo las condiciones propuestas y aceptadas por todos, acabará la guerra y comenzará el período de realización perfecta de las aspiraciones revolucionarias. Yo le remití a usted mi problema agrario Y sus numerosos anexos con la idea de que usted se proclamase sostenedor de mi Sistema Sala con las armas en la mano; yo, y el círculo de hombres que me rodeasen, sostendríamos ante la nación y ante el mundo la justicia que asiste a usted y a sus gueneros y propondría al país la aceptación lisa y llana de las leyes contenidas en el cuaderno número 5 en estos términos: el señor general Zapata es el sostenedor de esta ley; si la nación mexicana las acepta y pone en ejecución, inmediatamente habrá cesado la guerra; si no las acepta, el señor general Zapata confiscará las tierras que vaya necesitando para establecer colonias no menores de dos mil habitantes adultos capaces de defenderlas con las armas, y así marchará desde Morelos hasta el Río Bravo del Norte y hacia el Sur hasta el Suchiate, ayudado por los siete u ocho millones de campesinos y además del proletariado de las ciudades, a quienes hace cuatro siglos explotan y matan de hambre los terratenientes de nuestro país (Véase más adelante la octava indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

Tal sería mi idea, y creo que todos la encontrarían muy conveniente para transformar la confiscación en una expropiación racional, como yo la propongo en mi sistema, contenido en cuaderno número 3.

Si usted procede de otro modo, cualquiera que éste sea, alcanzará la victoria en una y otra batalla; pero al fin perderá la campaña; es decir: no llegarán nunca sus tropas a sembrar y cosechar en las tierras que hayan adquirido con el esfuerzo de sus armas y el precio de su sangre. Vencidos unos enemigos vendrán otros y otros a luchar contra los soldados de usted, que si siempre triunfan, supongamos, al fin y al cabo irán disminuyendo en su número en las montañas y llanuras de Morelos y demás tierras hasta hoy conquistadas por ellos, hasta ser vencidos cuando sean pocos.(Véase más adelante la tercera indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

Los soldados de usted destruyen al enemigo; pero nada construyen hasta hoy para consolidar sus conquistas; éstas estarán, si así continúan, sujetas a las alternativas de la guerra, sin ventaja alguna para los soldados de usted que mueren hoy heroicamente y de los que morirán mañana hasta extinguirse, hasta tener que aceptar cualquier condición, por tal de no perderlo todo, ante sus enemigos continuamente renovados (Véase más adelante la novena indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

Yo trato de construir, de hacer aceptar a nuestra Patria condiciones que ya le parecen justas en teoría, no sólo a ella, sino también al mundo civilizado. Un edificio no resulta de amontonar piedras ni una revolución se realiza con amontonar victorias militares. Es necesario, en ambos casos, el plan y su lenta realización. Usted tiene el Plan de Ayala; yo tengo y le propongo a usted, para que lo sostenga con las armas en la mano hasta que sea necesario, el procedimiento para la realización de ese Plan.

Yo lo necesito a usted y usted a mí, pues como la revolución política del Norte concluyó con la entrada del Ejército Constitucionalista a esta capital, necesariamente tendrá que convertirse en revolución social, por ser ésta la tendencia nacional ineludible, y, por consiguiente, yo estoy seguro de que apareceran paladines para sostener mi Sistema Sala; pero desearía que usted fuese el primero de ellos, porque abrigo la convicción de que no sería necesario otro para que la revolución agraria quedase realizada.

Yo no he querido representar a usted ante nadie, sino representar los principios de la revolución ante el mundo entero, ante la sociedad de nuestra Patria, principalmente, y poder decir: Hay algunos miles de hombres bajo las órdenes del heroico general Zapata dispuestos a derramar su sangre por realizar los ideales agrarios de una manera sensata y eficaz (Véase más adelante la décima indicación del profesor Carlos Pérez Guerrero. Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés).

En esta obra de construcción es en la que estoy dispuesto a gastar hasta el último centavo de mi capital, porque ella requiere no un periódico, como usted indica, sino veintisiete, cuando menos: uno en cada Estado de la República, y no necesita de algunos miles de pesos, sino de algunos millones, que yo sabría encontrar cuando nos pusiésemos en acuerdo absoluto y terminante.

Yo no he prescindido de ponerme en relaciones con usted, a pesar de los términos en que rechaza mi sistema en su última carta, pues atribuyo su actitud a que usted no penetra bien la esencia del Sistema Sala ni conoce suficientemente mi personalidad. Procuro hablarle por conducto de hombres que creo pueden inspirarle a usted confianza; pero me sería muy grato hablar y persuadir a cualquiera persona que usted comisionase para ello, teniendo usted la seguridad de que esa persona no habría de quererlo engañar por mí, aunque yo lo intentase.

Ruego a usted se sirva considerar atentamente cada uno de los diversos puntos que contiene esta correspondencia porque ellos encierran el problema capital de la Patria, cuya solución determinará su porvenir y, por tanto, los hombres que mejor concurso presten para esa solución, ya con sus actos, ya con sus ideas, ocuparán lugar preferente en nuestra historia como benefactores del pueblo si aciertan, como sus peores enemigos, si el error o la pasión los extravían. Además, este documento que hoy le envío tal vez ocupará una página de la historia, pues en él resumo conceptos que tarde o temprano, pero de modo necesario, tendrán que basar la resolución del problema agrario, ineludible origen de nuestro avance político.

Manifiesto a usted, para terminar, lo que constantemente y del modo más solemne he repetido a quienes he comunicado mis tendencias como ciudadano amante del progreso nacional, y es lo siguiente: No aspiro ni aceptaré ningún puesto público porque, en primer lugar, no me deslumbra la gloriola de una reputación política, y en segundo, porque siendo, como soy, hombre honrado y completamente satisfecho de mi posición pecuniaria, el desempeño de los puestos públicos, lejos de producirme ventajas materiales me perjudicaría hondamente en mis intereses. Además, tengo el firme propósito de encabezar una generación de hombres que sirvan a la Patria por la ambición pura y noble de la grandeza y poderío de ella y no por la tendencia mezquina y peligrosa de imponerse a sus conciudadanos desde las esferas del poder.

Con toda sinceridad, me es grato repetirme su admirador, amigo atto. y S. S.

Atenor Sala.


Anotaciones a la carta del señor Sala

Hasta aquí, el interesante y extenso documento. Vamos a comentar los párrafos que para ese objeto hemos numerado.

(Primera anotación). Fue natural que quienes se ocupaban del problema agrario no estuvieran de acuerdo en los procedimientos para resolverlo. El interés que despertó, en gran parte fue un efecto de la lucha sostenida por el general Zapata, pues cuando lanzó su grito de guerra, pocos pensaban en el problema, bastantes negaban su existencia y muchísimos no le daban importancia.

(Segunda anotación). El señor Sala no pudo ver con toda claridad, a pesar de haberle preocupado el problema agrario, que las demandas del sur no tendían a beneficiar al elemento militar, sino a satisfacer una necesidad vital de la clase campesina. Por lo numeroso de esa clase y lo profundo de la necesidad, la solución sólo podría lograrse modificando las bases económicas de la estructura social.

(Tercera anotación). El artículo 6° del Plan de Ayala, dice:

Como parte adicional del Plan que invocamos (el de San Luis) hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la tiranía y justicia venal, entrarán en posesión de esos bienes inmuebles desde luego, los pueblos y ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes a esas propiedades de las cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo trance, con las armas en la mano, la mencionada posesión, y los usurpadores que se consideren con derecho a ellas lo denunciarán ante los tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución.

El establecimiento de estos tribunales estaba proclamando la creación del derecho agrario, pues necesariamente habría que expedir normas para sus procedimientos y sus fallos. No había por qué pensar que los tribunales de tierras seguirían los mismos procedimientos que los tribunales comunes. Los pueblos en posesión de sus tierras y los hacendados reclamando sus derechos se hallarían en situación bien distinta a la indicada por el señor Sala.

(Cuarta anotación). Antes de que el señor Sala se diera a pensar en el asunto, ya estaba señalado por el Plan de Ayala, cuyo artículo 9° dice:

Para ajustar los procedimientos respecto a los bienes antes mencionados se aplicarán leyes de desamortización y acionalización, según convenga, pues de norma y ejemplo pueden servir las puestas en vigor por el inmortal Juárez a los bienes eclesiásticos, que escarmentaron a los déspotas y conservadores que en todo tiempo han pretendido imponernos el yugo de la opresión y del retroceso.

La desamortización hubiera sido un procedimiento radical, y la nacionalización un paso más avanzado, indiscutiblemente. La expropiación por causa de utilidad pública, como procedimiento general propuesto por el señor Sala, resultaba muy complaciente y muy conservadora frente al contenido del artículo inserto.

(Quinta anotación). Nadie había entregado el Plan de Ayala al señor Sala para que lo revisara. Con todos sus defectos de redacción, posee un fondo que le permite presentarse en público por sí solo. No es el ropaje el que debe buscarse en el documento, sino su contenido social.

(Sexta anotación). Las colonias estaban señaladas como uno de los destinos que se darían a las tierras, conforme al artículo 7° del Plan de Ayala; pero no como el principal, y menos el único, pues no tenían tradición alguna. Lo esencial era destruir el acaparamiento de la tierra para que los pueblos volvieran a tener ejidos, fundos legales y terrenos de labor o sembradura, porque, según reza el artículo citado,

La inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas.

A la circunstancia de que las necesidades de los pueblos fueran tomadas como objeto de la lucha se debió el apoyo que tuvo el movimiento suriano. Grave error hubiera sido la sola enunciación del sesgo pretendido por el señor Sala de enfocar la atención hacia el establecimiento de colonias de soldados agricultores, pues en la práctica equivalía a una movilización general, y no hay que olvidar la fuerza que arraiga al hombre al lugar en que ha nacido o en que vive. Si los pueblos apoyaron decididamente al Plan de Ayala, fue porque tendía a la reivindicación de sus tierras. La sola idea de que los elementos armados formaran colonias teniendo que abandonar sus pueblos natales, alejaba del objeto de la lucha.

(Séptima anotación). Si el señor Sala hubiera estado un poco de tiempo en la zona revolucionaria, no habría pensado como lo hizo en su gabinete de trabajo. Las colonias por él ideadas hubieran sido objeto de ataque más que lo fueron los pueblos que apoyaron el movimiento, a los que se consideró nidos de zapatistas. Fácil le pareció el establecimiento de colonias; pero olvidó que se vivían momentos de combate y que no se disponía del personal técnico para organizar las colonias; no era factible proporcionar los medios de traslado e instalación de familias, la refacción, herramientas y animales indispensables, ni dotar de armas y municiones a los colonos. No supo o no tuvo en consideración que el Ejército Libertador careció de dinero y que por ello no pagó sueldos a sus componentes, ni estaba en condiciones de cubrir los emolumentos de los técnicos organizadores de las colonias. Había que arrebatar las armas y municiones al enemigo. Muy lamentable fue que el señor Sala no hubiera estado en la zona revolucionaria, pues habría comprendido el alcance del artículo 6° del Plan de Ayala.

(Octaba anotación). La buena fe del señor Sala le impidió ver que era puerilidad pensar que el general Zapata hiciera suyo y sostuviese con las armas un programa ajeno, cuando tenía el que el mismo señor Sala reconoce como un valiente grito de guerra. Lo racional hubiera sido apoyado, porque es preferible hacer las cosas conforme al plan de otro que dejar de hacerlas conforme a nuestro plan.

(Novena anotación). La naturaleza de la guerra no permite construir mientras ésta dura. Sería ideal que tras un ejército que lucha por derribar un estado social hubiese otro ejército que febrilmente se dedicara a construir según los nuevos planes. Uno de los errores del señor Sala consiste en creer que los soldados, y no los pueblos, estaban en posesión de la tierra. Otro error estriba en pensar que sus colonias estarían fuera de los peligros de la guerra.

(Décima anotación). Efectivamente, el movimiento constitucionalista había terminado en desacuerdo con la Nación, que anhelaba grandes modificaciones en la estructura social; pero el señor Sala sufrió una equivocación al pensar que encontraría paladines que hicieran suyo su sistema. Finalmente, vemos que sí pensaba el señor Sala en algo más que en la representación del general Zapata: quería representar a los principios de la Revolución Agraria.


Nueva carta del general Zapata al señor Sala

Vamos a reproducir la contestación que dió el general Zapata a la extensa carta del señor Sala, razonañdo sus puntos de divergencia.

República Mexicana.
Ejército Libertador.
Cuartel General en Cuernavaca, Morelos, septiembre 4 de 1914.
Señor don Atenor Sala.
México, D. F.

Muy estimado señor:

Recibí la muy atenta carta de usted de fecha 26 del próximo pasado agosto, y en debida respuesta manifiesto a usted, que: con toda atención la he leído, y crea usted que la contestación que voy a darle es sincera, ya que en todos mis actos he sido franco.

Quedo enterado de los motivos que ocasionaron su prisión en esa ciudad, y lo cual siento.

Ya estudié con toda calma el problema agrario en la forma que usted lo ha ideado, según consta en varios folletos que se ha servido usted mandarme; pero a la verdad, que ese sistema de usted es completamente impracticable en nuestro país, no solamente por la cantidad inmensa de millones de pesos que demanda y que naturalmmte tendría que desembolsar el gobiemo a costa del sudor y trabajo de la millonada de desgraciados de México, porque usted debe comprender que en estos casos, y cuando se trata de hacer grandes desembolsos por parte del gobierno, la víctima es el pobre, porque el rico con su dinero compra la justicia y se salva de pagar los impuestos o contribuciones que el gobierno establece para sufragar los gastos de la obra que trate de llevar a cabo, y la Revolución agraria que sostiene el Plan de Ayala de ninguna manera permitiría que se implantase el sistema agrario como queda antes expresado, sino también porque el medio de practicar los principios agrarios sería injusto desde el momento en que el campesino debería pagar la tierra que es suya, ya que el gobierno, según el criterio de usted, tendría que pagar a los antiguos propietarios de tierras el valor de ellas.

No, señor Sala; la Revolución que sostienen los surianos ha definido de una manera clara y sin reticencias de ninguna especie los tres grandes principios del problema agrario, y éstos son: restitución de tierras a los pueblos o ciudadanos; expropiación por causa de utilidad pública, y confiscación de bienes a los enemigos del Plan de Ayala, y los cuales constan en el Plan antes mencionado, y para practicar esos tres grandes principios no se necesita dinero, sino honradez y fuerza de voluntad por parte de los encargados de practicar dichos principios.

El sistema de colonización que describe usted en sus folletos es sumamente inadecuado para nuestro país, porque antes de colonizar regiones de nuestro país por extranjeros, debemos comenzar por atender la parte interior de la República, mirando por el mejoramiento del campesino nacional sin necesidad de traer extranjeros para formar colonias en nuestro territorio, pues en todo caso conviene esperar que el problema agrario, en sus tres grandes principios, quede implantado, y si sobra terreno por falta de campesinos en nuestro país, entonces nos ocuparemos de los colonos extranjeros; pero, en definitiva, el sistema de colonización con campesinos mexicanos no demanda desembolsos de dinero conforme a los principios agrarios contenidos en el Plan de Ayala.

Actualmente se cultiva la tierra en las diferentes regiones dominadas por la Revolución Agraria, y esta operación se verifica. de tal manera que prácticamente queda resuelto el problema agrario, y unos se dedican a cultivar la tierra y otros a combatir al énemigo del Plan de Ayala, y crea usted que al fin hemos de vencer sobreponiéndonos a todos los enemigos que de diferentes modos se oponen a que los principios agrarios triunfen.

El mundo entero sabe perfectamente que luchamos por una causa justa, y aun nuestros mismos enemigos así lo comprenden; sin embargo, el tiempo será el que justifique todos nuestros actos, y, al fin, propios y extraños quedarán convencidos de que nos asiste la razón y el derecho.

Si usted pretende ayudar a la Revolución, como me lo ha indicado en distintas ocasiones, le recomiendo que lo haga fundando periódicos que se ocupen de hacer propaganda de los principios contenidos en el Plan de Ayala, las personas que tengan que dirigirlos, así como también proporcionando algunas cantidades de dinero para aliviar en algo las necesidades de las tropas insurgentes; por ese medio usted hará un gran bien a la causa que defendemos y seguirá identificado con nosotros, pues aseguro a usted que los revolucionarios surianos no tienen más ambición que ver a nuestro país encaminado por la senda del progreso, y para ello necesitamos garantizar la implantación de los principios agrarios, y esa garantía debe comenzar por la formación de un gobierno netamente revolucionario que esté identificado con la causa del Plan de Ayala; por esta circunstancia hemos indicado al señor Carranza que la primera base para entrar en tratados con él es la de que deje el poder que indebidamente ha ocupado y que el Presidente Interino sea electo de conformidad con el artículo 12 del Plan de Ayala, a reserva de otras bases que también le fueron señaladas, y de no ser así, crea usted que seguirá la lucha, porque los surianos estamos dispúestos a conseguir por medio de las armas lo que se nos niega por medio de la razón y el derecho.

Sin otro particular por el momento, soy de usted afmo. atto. y S. S.

Emiliano Zapata.

Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO IV - Capítulo XII - Constitucionalistas comprensivos y un zapatista michoacanoTOMO IV - Capítulo XIII - Segunda parte - El Plan de Ayala y el sistema SalaBiblioteca Virtual Antorcha