Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO I - Capítulo XV (Primera parte) - Zapata sostiene con firmeza las demandas revolucionariasTOMO I - Capítulo XVI - La mala fe de De La Barra provoca la nueva luchaBiblioteca Virtual Antorcha

EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO

General Gildardo Magaña

TOMO I

CAPÍTULO XV

Segunda parte

ZAPATA SOSTIENE CON FIRMEZA LAS DEMANDAS REVOLUCIONARIAS


Figueroa designado gobernador y comandante militar

Ya que hemos visto la actitud del señor Madero y la del general Zapata durante la conferencia celebrada por ambos, conviene decir que antes de que el primero saliese para Cuernavaca, dirigió una carta al general Ambrosio Figueroa, misma que vamos a reproducir:

México, D. F., 9 de agosto de 1911.
Señor general Ambrosio Figueroa.
Iguala, Guerrero.

Muy estimado amigo:

En vista de las circunstancias tan difíciles por que atraviesa el Estado de Morelos, se ha decidido nombrar a usted Gobernador y Comandante Militar del Estado de Morelos. A la vez seguirá usted con el mando de las tropas del Estado de Guerrero, a fin de que pueda movilizar libremente las tropas de un Estado a otro y llevar, a Morelos todas las que necesite para pacificar completamente el Estado ...

Obre usted de acuerdo con las tropas federales que se van a mandar a Cuernavaca y que obrarán de acuerdo con usted.

La presente será puesta en manos por un enviado del señor Alberto García Granados, actual Ministro de Gobernación, persona apreciabilísima, a quien me permito recomendar a usted en todos sentidos, para que atienda sus indicaciones como si fueran mías.

Espero de su patriotismo aceptará esa invitación y nos pondrá en su lugar a Zapata, que ya no lo aguantamos, y me repitO su amigo que mucho lo aprecia y su atto. S. S.

Francisco I. Madero.

Antes que juzgar al señor Madero como veleidoso e inconsecuente con sus propios actos, queremos pensar que la designación del general Figueroa no surgió del Caudillo, pues sus intenciones eran excelentes para solucionar el conflicto de Morelos y conocía, además, las dificultades entre el general Zapata y Figueroa. La frase nos pondrá en su lugar a Zapata, que ya no lo aguantamos, no parece que refleje sus sentimientos, sino más bien la influencia ejercida en su carácter bondadoso y débil por el señor De la Barra, quien sí estaba interesado en conducir las cosas por camino diverso del que convenía a la Revolución. A mayor abundamiento, veremos después otras expresiones y nuevos actos del señor Madero, con relación al general Zapata, que por completo están en desacuerdo con la designación de Figueroa y la frase que comentamos.


Objeciones del general Figueroa

Por su parte don Ambrosio Figueroa, no obstante ser enemigo del general Zapata, tuvo la prudencia de no aceptar el puesto, sin hacer objeciones y sugerir al señor Madero un poco de más tino que las circunstancias estaban exigiendo. En la carta que vamos a reproducir, se verá que no tenía confianza en las fuerzas federales, ni en Huerta. He aquí el documento:

Chilpancingo, agosto 18 de 1911.
Sr. Dn. Francisco I. Madero.
México.

Distinguido amigo:

Con detenimiento me he impuesto de su interesante carta del 9 del actual a la que voy a referirme.

No tendría inconveniente en aceptar el puesto de Gobernador y Comandante Militar de Morelos si se me convenciera de que ello era una necesidad de orden y de la salvación de nuestros principios, pero como puede haber sus inconvenientes, me apresuro a darle mi opinión para que usted resuelva lo conveniente.

En primer lugar, deseo saber si el Gobernador ha de ser interino, para convocar a elecciones o para terminar el período constitucional, en cuyo caso tendría sus inconvenientes por faltar al cumplimiento de la Ley. Después de esto, deseo saber qué razones ha habido para mandar a Morelos fuerza federal. ¿Se tiene plena confianza en el general Huerta?

Este hombre ha sido sectario de Reyes y puede convertirse en un peligro maayor que el de Zapata. ¿Qué piensa hacer con Andrew Almazán y sus compañeros que se han declarado mis gratuitos enemigos? ¿Por qué le retiró su confianza a Zapata en el momento más delicado para nosotros? ¿No será mejor halagarlo y retenerlo al lado de usted lo mismo que al señor Andrew Almazán, y nombrar a un federal Jefe de esas fuerzas?

El momento exige de nosotros unión y precaución: no nos desunamos y traigamos elementos dudosos como son los militares reyistas, porque nos suicidaremos.

Yo no puedo aceptar ese puesto sin desatender un tanto este Estado, que es tan interesante. Acaso sus amigos ven más peligro del que realmente existe y no debemos ser ligeros. Piénselo bien y por telégrafo comuníqueme sus resoluciones. Su atento y seguro S.

A. Figueroa.


Interesante carta del Gobernador de Guerrero

El señor don Francisco Figueroa, Gobernador de Guerrero; terció en el asunto y dirigió al Jefe de la Revolución una comedida, desinteresada y bien pensada carta, reforzando la de su hermano don Ambrosio, y haciendo muy atinadas observaciones. Yo no sé qué pecado habrá cometido Zapata, dice en su carta; esta frase es toda una revelación, pues el gobernador de un Estado limítrofe al de Morelos, que tan informado estaba de la situación general, no podía ignorar lo que existiera en el caso tan señalado y ruidoso, para cuya solución se llamaba a su hermano, a quien políticamente convenía el puesto en el que se pensaba colocarlo. La siguiente es la carta del señor Figueroa:

Chilpancingo, 13 de agosto de 1911.
Sr. Francisco I. Madero.
México.

Distinguido amigo:

En vista dél curso que se le pretende dar a la política en Morelos, me permito darle, como amigo, mi desautorizada opinión.

Creo que Ambrosio le será a usted útil en el alto puesto en que se pretende colocarlo, pero en este delicado momento, debemos prever los inconvenientes y las consecuencias que tal acto traerá consigo. Tiene el inconveniente de que despertará envidias y rencores entre sus compañeros, que mal han podido encubrir; esto puede traer cierto malestar y desunión entre esa gente, que agregado al que ya existe con motivo de la separación de don Emilio (Vázquez Gómez), puede ser pretexto para mayores escándalos entre nosotros mismos.

La impericia política del candidato puede ser también motivo de desaciertos en la administración, que hará decir a nuestros enemigos que sólo se ha fijado usted en que los gobernantes sean de toda su confianza, y no en que satisfagan las necesidades de los pueblos que gobiernan.

Una de las consecuencias desfavorables que esto puede traer, es que se desatienda la administración de este Estado y que venga, con la falta del jefe, la desunión y la discordia. Por otra parte, esa fuerza federal que con él va a colaborar, ¿es de toda su confianza? ¿No irá a sublevarse en un momento dado, para obligarlo a desconocer cierto credo político o para hacerlo desaparecer, y entonces las consecuencias serían fatales?

Todo esto se lo digo para que lo tenga en cuenta, pues usted tiene más experiencia que yo en estos asuntos y puede resolverlos más fácilmente.

Ambrosio, de todos modos, no saldrá inmediatamente, como se pretende, pues tiene que arreglar aquí sus destacamentos y demás asuntos concernientes al servicio militar.

Piensa salir pronto para Iguala, donde esperará sus respetables órdenes. Yo no sé qué pecado habrá cometido Zapata, pero de todos modos estoy interesadísimo en este asunto, del cual espero me tenga al corriente.

Yo telegrafié hoy a Zapata para sondearlo, ofreciéndole mi ayuda en caso necesario. ¡A ver qué contesta!

¿Y qué ha pensado usted hacer con el señor Andrew, Asúnsulo, Arootián y compañía? Estos hombres unidos al reyismo son un verdadero amago y no debe usted perderlos de vista.

También he notado que sus amigos, por el excesivo celo que ejercen cerca de usted, suelen ver peligros hasta donde no los hay. Por fortuna usted tiene serenidad y calma para juzgar las cosas. y no se dejará sorprender.

Estoy en buena inteligencia con Orozco y pienso que él y Ambrosio publiquen sus ideas respecto a las elecciones, adhiriéndose a usted y dando sus razones, sin ofender a nadie y diciendo que lo hacen su candidato, porque lo mismo en la guerra que en la paz ha sabido usted encarnar los principios de la Revolución; que desean que el pueblo se fije en que necesita para sus altos mandatarios hombres de ideas levantadas, de honradez política y de reconocido patriotismo. Probarán que usted reúne todas estas cualidades, y dirán que si hay otro candidato que mejores garantías dé al pueblo, aplaudirán su presentación, y esperarán en su puesto lo que el pueblo haga. ¿Qué dice usted de esto? ¿No será de buen efecto para desorientar a los agitadores? Ya me extendí mucho sin considerar que usted es hombre de tantas atenciones.

Perdóneme esta falta y ordene lo que guste a su amigo y servidor.

Francisco Figueroa.

P. D. Aquí va bien el asunto de las elecciones, hay cuatro candidatos y la lucha promete ser reñida.
Vale.

No estaba, pues, en los intereses de la Revolución, que el general Figueroa ocupara el puesto de Gobernador y Comandante Militar de Morelos. Desde sus diversos puntos de vista, coincidían el general Zapata y los hermanos Figueroa; pero sí convenía a las maquinaciones de los antirrevolucionarios, pues veían claramente que al enfrentar entre sí a los elementos insurgentes, vendría como consecuencia inevitable su debilitamiento.


La petición escrita de Zapata

Veamos ahora la petición escrita que el general Zapata envió al señor Madero, como resultado de su conferencia telefónica. Dice así el documento:

1° Que se respete la soberanía del Estado de Morelos;
2° Que sea separado de la Primera Magistratura del Estado el actual Gobernador, por ser incapaz para gobernar y pertenecer al partido científico;
3° Que no queremos ni deseamos que sea Gobernador provisional don Ramón Oliveros, por ser elemento designado por científicos;
4° Que el nuevo Gobernador provisional sea designado para el caso de que se trata, de acuerdo con las aspiraciones del pueblo y principales jefes de mi Ejército, para que sea una garantía de los principios que ha defendido la Revolución triunfante;
5° Que el pueblo de Morelos y no yo es el que desea que las tropas federales no sean las que se encarguen de la seguridad pública del Estado, porque éstas serán una amenaza para la soberanía en este momento y ejercerán represalias sangrientas, como ha acontecido en otros Estados;
6° Yo, por mi parte, estoy dispuesto a licenciar las tropas que quedan a mi mando; pero también pido que entre ellas se seleccionen los elementos que deban custodiar la seguridad pública del Estado, inter se elige la Legislatura, la que, de acuerdo con el Ejecutivo, conforme a la Ley, determinará o solucionará el asunto que nos ocupa (el agrario), y yo acataré cualquiera que sea la determinación o medida de los legítimos representantes de este pueblo, de quien soy y seré fiel servidor;
7° Pido también que las autoridades provisionales y empleados con quienes no estén conformes los pueblos, sean designados conforme a la voluntad de los mismos pueblos, porque muchos de ellos protestan contra la imposición forzosa de autoridades provisionales que pertenecen a la administración porfirista y a los científicos y naturalmente que estas autoridades, compuestas en su mayor parte de caciques, hombres déspotas y crueles, ejercen represalias que los exasperan y provocan su malestar;
8° Yo, por mi parte, estoy dispuesto a retirarme a la vida privada, pero antes de retirarme anhelo la paz del pueblo que he defendido, pues no tengo más ambición que la tranquilidad y bienestar de este Estado, por el que no vacilaré en sacrificarme en aras de la justicia.
Estas son las demandas justas que hago a usted y al Supremo Gobierno, en bien de la paz, de la prosperidad y de la justicia.

El general Emiliano Zapata.

A su regreso de Cuernavaca, celebró el señor Madero amplísima conferencia con el Presidente De la Barra, ante quien apoyó las justas demandas del guerrillero suriano. El alto mandatario dijo al Jefe de la Revolución que, estando en principio de acuerdo con lo que Zapata solicitaba, prestaría su apoyo y giraría las órdenes conducentes, lo que fue comunicado al revolucionario morelense por el señor Madero.

No cabe duda que el envío de tropas federales a Morelos fue una medida impolítica, pues todos los insurgentes comandados por Zapata vieron en ella el deseo de aniquilarlos.

Aquellos hombres se habían levantado en armas buscando la realización de reformas prácticas en los sistemas de vida colectiva y de gobierno, y no podían sino sentirse lastimados cuando a sus aspiraciones se contestaba con el envío de tropas federales a las que acababan de combatir y derrotar.

Hemos visto que el general Zapata no se oponía al licenciamiento del resto de sus huestes, pero exigía que se le garantizara el cumplimiento de sus demandas; al hacerlo, estaba en su papel de revolucionario y jefe de aquel grupo, al que tenía la obligación de defender. Así lo comprendió don Francisco I. Madero y, dándole la razón, apoyó todas sus peticioaes ante el Presidente Interino.


Elocuente mensaje del señor Madero

Se preparaba el señor Madero para ir a Cuautla, cuando recibió el interesante mensaje del general Zapata que copiamos íntegro:

Cuautla, Mor., 17 de agosto de 1911.
Señor Francisco I. Madero.
México, D. F.

Causa mucha indignación en pueblo y Ejército el amago de las fuerzas federales que están con intención de ataque contra nosotros. Si se derrama sangre, no seré yo el responsable, pues usted comprenderá que se trata de asesinar los mismos principios que usted proclamó. La nación entera nos contempla con sus ojos: nosotros moriremos, pero los principios que usted inscribió en sus banderas, en Chihuahua, no morirán; nuestra patria, la nación entera, los hará revivir si desgraciadamente sucumbieran con nosotros. Yo he querido a todo trance la paz de nuestro suelo; pero los hacendados científicos quieren que el pueblo sea su esclavo, que no ejerza sus derechos de sufragio, que haya presión como en los tiempos de la Dictadura, y por esta causa intrigan con el Supremo Gobierno, para que nos asesinen por una petición justa. Si la Revolución no hubiera sido a medias y hubiera seguido su corriente, hasta realizar el establecimiento de sus principios, no nos veríamos envueltos en este conflicto; sin embargo, tengo fe en que usted solucionará este asunto que conmueve al Estado y conmoverá al país entero cuando sepa los derechos que defendemos.

Yo sé que he sido fiel partidario de usted y del Gobierno. ¿Por qué, pues, por una petición justa mía, del pueblo y del Ejército, se nos trata de reos de grave delito, cuando no hemos tenido otro que el de haber sido defensores de nuestras libertades?

Comprendo perfectamente que tanto a usted como al Supremo Gobierno los han sorprendido los científícos, calumniándonos. El pueblo está dispuesto a probar lo contrario de lo que afirman nuestros enemigos.

Yo, ni por un momento he dudado de que usted sostendrá los principios por los cuales el pueblo mexicano derramó su sangre y en la cuestión a que en este momento me refiero tengo fe y la he tenido siempre, en que usted evitará el derramamiento de sangre que se prepara contra nosotros.

El pueblo y el Ejército Libertador, esperan con ansia que usted les resuelva definitivamente los puntos de su petición y los arreglos que haya tenido con el Supremo Gobierno. Le suplico atentamente me mande su pronta contestación.

Protesto a usted mi atención y respeto y me reitero su fiel subordinado.

El general Emiliano Zapata.

Los caídos en el campo de batalla hablaban en este mensaje dictado por la videncia de Zapata, y su voz, dice un escritor, es el mandato de los muertos que exigen el precio de su sangre en obras de patriotismo.


Telegrama a De la Barra

Al mismo tiempo el general Zapata se dirigió al Presidente Interino en estos términos:

Cuautla, Mor., a 17 de agosto de 1911.
Señor Presidente Interino de la República, licenciado don Francisco León de la Barra.
México, D. F.

Señor:

La presencia de las fuerzas federales ha venido a trastornar el orden público. El pueblo se indigna cada vez más con su presencia y amago; ruego a usted, en bien de la patria, ordene el retiro de las fuerzas federales y yo haré la paz en veinticuatro horas. El pueblo tiene entendido que un grupo de hacendados científicos, ha provocado este conflicto; es justo que se atienda a las demandas equitativas del pueblo. Nosotros representamos la causa de él y no es posible que se trate de asesinar los principios de la Revolución llevada a cabo por don Francisco I. Madero. El pueblo quiere que se respeten sus derechos; el pueblo quiere que se le atienda y se le oiga y no es posible que porque hace una petición, se trate de acallarlo con las bayonetas. Si desgraciadamente se derrama sangre, la nación entera nos juzgará, lo mismo que la historia dictará su fallo para juzgar a los culpables. Aún es tiempo de que se evite un derramamiento de sangre inútil y espero de su patriotismo que usted lo evitará.

Protesto a usted mi atención y profundo respeto y espero su contestación.

Emiliano Zapata.


Contestación del señor Madero

En la tarde del día 17 de agosto Madero se dirigió a Cuautla, no sin enviar a Zapata esta contestación a su telegrama preinserto:

De México, D. F., 17 de agosto de 1911.
Señor general Emiliano Zapata.
Cuautla, Mor.

Acabo de recibir su largo e interesante mensaje. Comprendo muy bien los sentimientos que inspiran a ustedes y por eso vine a México a exponer al Supremo Gobiemo -la situación, en vista de lo cual se ha acordado solucionar el conflicto en ésta, en forma que estoy seguro será aceptada por ustedes y que les haré saber a mi llegada a ésa. Para lograr mis vehementes deseos, la condición esencial es que ustedes sigan teniendo fe en mí como yo la tengo en ustedes. En prueba de lo cual voy a ésa a pesar de que han venido noticias de que mi vida peligrará yendo allá. Pero no creo nada de ello, porque tengo confianza en ustedes.

Repítole que saldré esta tarde a las 4 p. m. en tren especial. Calculo llegar entre 7 y 8, si no está la vía interrumpida.

Francisco I. Madero.

A pesar de sus intenciones, el señor Madero y su comitiva permanecieron en Ozumba durante la noche del 17; el pueblo, evidenciando su desagrado por las torpezas del Presidente, de quien se creía obraba de acuerdo con el Jefe de la Revolución, prorrumpió en los primeros mueras a Madero.

Allí se recibió otro telegrama de Zapata, concebido así:

Cuautla, Mor., a 17 de agosto de 1911.
Señor Francisco I. Madero. (Recibido en Ozumba).

En estos momentos recibo su telegrama. Agradezco mucho su deferencia.

Nosotros tenemos los mejores deseos para llegar a un arreglo. Esté usted seguro de encontrar entre nosotros a los leales partidarios de siempre.

Emiliano Zapata.

En Yecapixtla subió al convoy, para dar la bienvenida a don Francisco I. Madero, el entonces coronel Eufemio Zapata, y por fin, poco antes de mediodía del 18, el tren llegó a Cuautla.

En el andén de la estación, rodeado de su Estado Mayor y de numeroso público, el general Zapata esperaba al Caudillo, quien lo saludó efusiva y cordialmente, abrazándolo y llamándole mi integérrimo general. Acompañado de los más connotados jefes surianos y entre una doble fila de insurgentes, recorrió la calle principal, hasta llegar al jardín central, en donde habló al pueblo en los siguientes términos:


Discurso del señor Madero

Conciudadanos:

Muy fresca está en nuestra memoria la lucha terrible que tUvimos que sostener para derrocar la dictadura y conquistar nuestras libertades.

Yo fuí el Jefe de la Revolución triunfante, encarnando en mí los sentimientos del pueblo mexicano, que siempre ha sido invencible en la guerra y magnánimo en la victoria; quise, después de que habíamos vencido al enemigo y que habíamos demostrado que las virtudes heroicas no estaban muertas en el corazón mexicano, quise, repito, demostrar que estábamos también a la altura de los héroes más magnánimos que ha tenido nuestra historia: de los Morelos, de los Bravos, de los Juárez, y quise, en representación del pueblo mexicano, ser noble y magnánimo con los vencidos.

Nunca me imaginé que ellos fueran a agradecer los nobles sentimientos nuestros; yo sabía muy bien que a la sombra de esa libertad que habíamos conquistado y que les habíamos arrancado a ellos mismos, pretenderían luchar contra nosotros, pretenderían levantar de nuevo la cabeza y ya que en el campo de batalla habían sido derrotados, cobijándose con esa misma libertad conquistada por nosotros, encubriéndose bajo esos mismos principios demoráticos, que han sido el anhelo supremo del pueblo mexicano, pretenderían engañar de nuevo al pueblo, pretenderían intrigar, pretenderían luchar contra nosotros, por medio de la mentira, de la calumnia, de la intriga, y ya veis, señores, cómo lo han intentado; pero en cambio, demostremos nosotros que tenemos bastante juicio, que tenemos bastante cordura y bastante inteligencia para confundir a nuestros enemigos y hacer fracasar sus intrigas.

Ya veis lo que ha pasado aquí en el Estado de Morelos; todo ha sido cuestión de una intriga de nuestros enemigos, que no se resignan a la derrota que han sufrido y que se imaginan que pueden engañar al pueblo, o bien que pueden, por medio de la fuerza, volver a poner las cadenas al pueblo mexicano. Pero, señores, por la fuerza estamos seguros de que no lo podrán hacer, porque ya hemos demostrado de lo que es capaz el pueblo luchando por sus libertades; demostremos también que, por medio de la intriga, serán impotentes y se estrellarán ante nuestro buen juicio y patriotismo.

Las calumnias de nuestros enemigos habían hecho aparecer que en el Estado de Morelos había efervescencia, había inquietud, que el Ejército Libertador no guardaba el orden debidamente; se contaban miles de calumnias y miles de mentiras; yo siempre protesté contra ellos; pero, sin embargo, ya que era el único reproche que le querían hacer a la Revolución, al partido nuestro, dije: voy, pues, a arreglar esa cuestión satisfactoriamente y esas tropas del Estado de Morelos serán licenciadas. Porque sabía muy bien que aunque estuviesen licenciados, cada uno de vosotros al llegar a vuestros hogares con la satisfacción del triunfo y del deber cumplido estaría siempre dispuesto al primer llamado de nosotros y empuñaría las armas para defender nuestras libertades. Pero, como dije, nuestros enemigos no descansaban, querían hacer aparecer que yo no tenía prestigio sobre los mismos jefes que ayudaron en la Revolución y si ustedes han leído los periódicos de México y enterádose de las caricaturas burlescas que representan, habrán visto a su valiente general Zapata pintado como un gran asesino.

Y por eso había crecido la idea y decían que yo era un gran patriota y un hombre sincero, pero que me faltaba energía, que me faltaban dotes para gobernar, porque no había mandado fusilar al general Zapata, y ustedes comprenderán, señores, que para eso no se necesitaba valor ni energía: se necesitaba ser un asesino y criminal, para fusilar a uno de los soldados más valientes del Ejército Libertador.

Ayer nada menos, grandes cartelones aparecieron en la capital de la República, en que se dice que una nación que tiene veinticinco mil hombres sobre las armas y setenta millones de pesos de reserva no debe tratar con Zapata. Eso dicen nuestros enemigos, eso dice Reyes. ¿Por qué? Porque Reyes nunca ha acostumbrado a tratar con enemigos, cuando son menos fuertes que él, que siempre se ha humillado ante los poderosos, como se ha humillado ante Porfirio Díaz, ante Limantour, ante el señor De la Barra y ante mí mismo.

El general Reyes, señores, anda haciendo ahora alarde de valor y dice que con veinticinco mil hombres y setenta millones de reserva no trata con un pueblo, porque éste necesita todavía un tirano, una mano de hierro que lo gobierne, que sepa imponer su voluntad y es lo que él trata, lo que él proconiza como un príncipe salvador de la República. Por eso, señores, cuando me di cuenta que debido a las intrigas de nuestros enemigos y a la ignorancia de vosotros, que no os dabais cuenta de lo que pasaba y que hasta llegásteis a dudar de mí, porque sé muy bien que ayer algunos gritaron muera Madero, sabía que estabais engañados; por eso no temí venir, porque, como dije ayer a algunos pueblos que me rogaban no viniese a esta ciudad, el pueblo mexicano no es asesino, el pueblo siempre ha respetado a sus gobernantes y si a mí me han respetado las balas de la Dictadura, tengo la convicción que no sólo las balas del pueblo me respetarán, sino que serán siempre mi mejor coraza y mi mejor defensa.

Y cuando supe, señores, que debido a esa circunstancia se iba a derramar sangre hermana, inmediatamente, como era mi deber, me vine aquí en medio de vosotros a evitar que se cometiera una falta tan tremenda, que no sólo hubiese empapado de sangre este Estado, que no sólo hubiese hecho perecer a miles de valientes soldados y también del Ejército Federal, que está formado por hermanos nuestros, que también me han vitoreado cuando he entrado a sus cuarteles. He venido a evitarlo y tengan la seguridad de que lo conseguiré.

Puedo decir que he conjurado el peligro y que todo se solucionará satisfactoriamente, a fin de seguir sin traba alguna hacia el gran ideal que perseguimos, que es el establecimiento de la paz de la República, para ver de un modo definitivo el triunfo de nuestros principios e instalado un gobierno emanado de la voluntad nacional, manifestada en las urnas electorales.

He venido aquí a traer la calma y la tranquilidad y no saldré de vuestro Estado hasta que no estén todas las conciencias tranquilas, hasta que no tengáis la seguridad de que vuestros derechos serán respetados en todos sentidos. Tened fe en mí, como yo la tengo en vosotros, y seguiremos marchando sin tropiezo alguno por la nueva senda de la Democracia y de la Libertad.


AVIESO PROCEDER DEL GOBIERNO INTERINO

Arreglo satisfactorio de las dificultades

Después, en el hotel Mora, Madero y Zapata sostuvieron larga conferencia, a la que también asistieron los representantes civiles de los pueblos comarcanos, en apoyo de las peticiones formuladas por el jefe morelense, manifestando en nombre de sus conciudadanos el desagrado que les producía la continuación en los puestos públicos de la administración local, de antiguos, y por lo mismo, pervertidos servidores del régimen porfirista. Patentizaron una vez más sus aspiraciones de mejoramiento económico y narraron con cálidos detalles las extorsiones que habían sufrido por parte de los hacendados, que succionaban sus energías.

- He querido, señor Madero -dijo Zapata-, que los representantes de los pueblos estén aquí, para que oigan del Jefe de la Revolución lo que deben esperar de él, pues por mi parte ya saben que no descansaré, hasta que su cumplan las promesas que hizo la Revolución.

Madero contestó que todo se cumpliría como estaba ofrecido y que influiría como lo estaba haciendo, cerca del Presidente, para que retirase de Morelos las fuerzas federales.

Terminada la anterior entrevista, don Francisco envió al señor De la Barra el telegrama siguiente:

Cuautla, Mor., a 18 de agosto de 1911.
Señor licenciado don Francisco León de la Barra.
Presidente Interino de la República.
México, D. F.

Acabo de conferenciar con Zapata y delegados de todos los pueblos y han aceptado las condiciones de ese Supremo Gobierno.

Están conformes en aceptar al ingeniero Hay; pero preferirían, si es posible, al señor profesor Miguel Salinas, Director de Instrucción Pública en este Estado, únicamente por ser hijo de aquél, pues por Hay sienten grandes simpatías. Le suplico contestarme este punto. Igualmente aceptarían, como Jefe de las Armas, al teniente coronel Raúl Madero. Mañana principiaremos licenciamiento. Suplícole disponga salgan inmediatamente, por ferrocarril, doscientos cincuenta hombres de fuerzas ex revolucionarias del Estado de Hidalgo, y disponga igualmente que fuerzas federales se reconcentren en Cuernavaca, y se regresen a esta capital lo más pronto posible. Esto me ha parecido necesario para restablecer por completo la tranquilidad en el Estado; pero permaneceré aquí hasta que las fuerzas federales se encuentren en la capital, pues es muy difícil de otra manera vencer la desconfianza que les tienen y que no deja de estar justificada con la actitud asumida por el general Huerta, que sin órdenes expresas avanzó hasta Yautepec, y si se evitó un choque, fue por la pronta providencia que tomó usted en ordenar se suspendiera todo movimiento. Igualmente puede ordenar a las Líneas Nacionales que reanuden el tráfico desde luego, seguro de que no serán molestados.

Por tan plausible acontecimiento que de un modo firme y definitivo cimenta la paz y la tranquilidad de la República, y demuestra evidentemente el prestigio de su Gobierno, felicito muy cordialmente a usted y a sus colaboradores.

Francisco I. Madero.

La confianza del señor Madero en la situación que prevalecía en Cuautla, y el arreglo del conflicto, puede verse con toda claridad, tanto en el telegrama preinserto, cuanto en el siguiente:

Cuautla, 18 de agosto de 1911.
Señor licenciado Alberto García Granados.
Ministro de Gobernación.-
México.

Supliqué al señor Sub-Secretario de Guerra ordenara a la tropa de Almazán, que fuese a Iguala. EstO fue por razones que ya no existen, por cuyo motivo suplico a esa Secretaría se sirva cancelar esa orden.

Fracisco I. Madero.

El señor De la Barra envió al señor Madero la siguiente contestación:

Enterado de su telegrama de ayer, en que se sirve comunicarme que Zapata y sus hombres han comprendido la necesidad que hay de que se verifique su desarme. Celébrolo sinceramente y felicito a usted por su eficaz y espontánea intervención en este asunto. Respecto fuerzas, desarmadas las de Zapata, irán ex revolucionarias organizadas por la Secretaría de Gobernación a guardar el orden en ese Estado, y una vez restablecido el orden, que espero será muy pronto, se retirarán las fuerzas federales, que cada día dan mayores muestras de lealtad al Gobierno, para que éste utilice sus importantes servicios en otro punto.

Francisco León de la Barra.


Necesidad de resolver el problema agrario

Al día siguiente, y más enterado el señor Madero de la situación, dirigió un nuevo telegrama a don Francisco León de la Barra, apuntando una solución para el problema agrario, del que no sólo reconoció su existencia, sino la necesidad de abordarlo y resolverlo cuanto antes. Además, había desistido de la intencion de que el general Figueroa fuese Gobernador de Morelos; su inclinación estaba francamente en favor del coronel Hay, como veremos en seguida.

Cuautla, Mor., 19 de agosto de 1911.
Señor licenciado Francisco León de la Barra.
Presidente de la República.
México, D. F.

Acabo de recibir su mensaje sobre arreglos en este Estado. En estos momentos principia licenciamiento fuerzas; pero para activarlo y facilitarlo, creo sería muy conveniente que tropas de Huerta regresasen a Cuernavaca y las de Casso López (General Arnaldo Casso López) se retiraran también, por lo menos a una jornada de marcha, pues de esa manera se les quitará a todas esas gentes el temor que tienen a las fuerzas federales, pues especialmente Huerta y Blanquet (Coronel Aureliano Blanquet) son muy odiados en esa región, y como a mí me engañó el primero, estas gentes, en su desconfianza, llegan a temer que con cualquier pretexto desobedezcan al gobierno para provocar un conflicto, pues parece que es lo que él desea.

Aquí me llegan noticias de algunos perjuicios que causan las partidas zapatistas que andan en otra región del Estado; pero desde aquí dictamos las medidas necesarias para que se restablezcan lo más pronto posible el orden y la tranquilidad públicas. He tenido oportunidad de hablar con numerosos jefes, y ya mando publicar los párrafos de una proclama que pensaban lanzar en la cual reconocen al Gobierno de usted, y a mí también como su jefe; pero alegaban como principal pretexto para levantarse, la cuestión agraria. En caso de ser Hay Gobernador, ya le he dicho que desde luego debe organizar una comisión agraria local, a semejanza de la que usted organizó en México para estudiar aquí el problema y solucionarlo lo más pronto posible. Hoy llegó tren con numerosos pasajeros que regresan a sus hogares.

Francisco I. Madero.


Injustificado e imprudente avance de federales

No existía ya conflicto alguno, y con hacer al pueblo morelense las concesiones muy razonables que pedía, se hubieran evitado males y perjuicios posteriores.

Pero no era esto lo que buscaban los reaccionarios, sino el aniquilamiento de quienes constituían una amenaza para sus intereses.

Con la solución que se daba a los acontecimientos, Madero evidenciaría su prestigio de Caudillo, y Zapata continuaría siendo un obstáculo para el reinado de los próceres azucareros.

¿Fue este resultado el que no convino al Presidente De la Barra? Parece que sí, pues mientras que el señor Madero, en el terreno mismo de los hechos, había encontrado la solución, otros se encargaron de deshacer su obra. Victoriano Huerta, en la mañana del 19, movilizó sus contingentes resueltamente sobre la plaza de Yautepec, cercana a Cuautla, en actitud hostil, contra los maderistas que allí se concentraban y que tomaron la natural defensiva. Desde el día anterior el general Zapata había ordenado los preparativos para el licenciamiento de sus tropas, y en los momentos en que se principiaba el acto se recibió un telefonema de Yautepec noticiando la desagradable nueva.

Profunda impresión y no poca extrañeza causó la noticia entre las fuerzas revolucionarias, y aun entre don Francisco I. Madero y sus allegados.

¿Quién había ordenado ese avance de las fuerzas federales?, ¿por qué motivos se movilizaba aquella gente?, ¿qué razones había?

Huerta se comunicaba directamente con el Presidente De la Barra y era lógico suponer que sólo obedecía las órdenes que éste le transmitía. Después de conocer el Presidente el éxito de las gestiones de Madero, ¿qué objeto tenía esa movilización?

El deseado licenciamiento de los revolucionarios se iniciaba ya pacífica, ordenadamente; así lo quería Madero y lo aceptó el general Zapata, confiado en las promesas del Caudillo.

¿Se buscaba exasperar a Zapata, para que sacrificase a Madero? No tiene otra explicación el procedimiento muy digno del jesuitismo del llamado Presidente Blanco, pues mientras por un lado ofreció admitir las condiciones de Zapata, por otro ordenó a Huerta el más imprudente movimiento.


La actitud del señor Madero

Don Francisco I. Madero se apresuró a telegrafiar a De la Barra, dándole cuenta de lo que estaba sucediendo:

Cuautla, Mor., a 19 de agosto de 1911.
Señor Presidente Interino de la República, licenciado Francisco León de la Barra.
México, D. F.

Acabo de recibir noticias por teléfono, que han sido confirmadas, por conductos diversos y fidedignos, de que las fuerzas federales marchan sobre Yautepec, y principia tiroteo en las afueras de dicha población, juzgándose inminente que penetren a ella, lo que ha llenado de pánico a sus habitantes, en quienes únicamente el nombre de Blanquet inspira temor. Me permito repetir a usted que mientras no den órdenes terminantes a Huerta, de que se retire con sus tropas, la situación no haría sino agravarse.

Estábamos principiando a llevar a cabo el licenciamiento con muy buen éxito, cuando fue interrumpido por la desagradable noticia que acabo de dar a usted.

Tengo datos y fundamentos suficientes, para asegurar a usted que el general Huerta está obrando de acuerdo con el general Reyes, y no dudo que su proyecto sea alterar el orden con cualquier pretexto y con fines nada patrióticos.

Considero que jefes como Huerta y Blanquet, son los menos apropiados para la misión de paz, sobre todo en estos Estados.

Me permito reiterarle mi súplica, de que fuerzas federales se reconcentren en Cuernavaca. Las del general Casso López ya se detuvieron en Jonacatepec, adonde mandé un emisario para conferenciar con él, habiendo recibido informes de que se han portado con corrección.

Saludos afectuosos.

Francisco I. Madero.

Al mismo tiempo, el señor Madero se dirigió a las fuerzas federales en el siguiente, expresivo documento:

Cuautla, Mor., 19 de agosto de 1911.
Señores Gral. Huerta o Coronel Blanquet o al Jefe de la Columna de fuerzas federales que marchan sobre Yautepec.

Acabo de mandar un. mensaje telefónico, en que les decía que las órdenes del señor Presidente de la República eran que no se movieran del campamento que tenían, y que por tal motivo no debían atacar Yautepec, pues van a causar un derramamiento de sangre inútil, puesto que está completamente arreglada la cuestión de este Estado y lo único que hacen es retardar y dificultar el licenciamiento de las tropas, pues es natUral que mientras las fuerzas federales están tan cerca, las fuerzas de Zapata no quieren licenciarse, pues mientras yo les aseguré y el Presidente da orden de que no se muevan de su campamento, ustedes siguen avanzando.

Ruego a ustedes tomar en cuenta las razones expuestas, y retirarse al campamento que tenían anteriormente, sin intentar tomar la plaza de Yautepec, porque cón ello se derramaría sangre, sin ningún provecho.

Espero del patriotismo de ustedes se servirán atender mis indicaciones, que están enteramente de acuerdo con las instrucciones que han recibido ustedes del señor Presidente de la República y Subsecretario de Guerra.

Soy su affo. y atto. S. S.

Francisco I. Madero.


Agresiva actitud de Victoriano Huerta

Ante la situación que estaban creando las fuerzas federales, Madero se vió en la necesidad de salir a Yautepec. Antes de hacerlo, dirigió al Presidente Interino el mensaje siguiente, por el que pueden verse sus esfuerzos, así como la tendencia de Huerta de frustrar todo arreglo:

Cuautla, Mor., a 20 de agosto de 1911.
Señor Presidente Interino de la República, licenciado Francisco León de la Barra.
México, D. F.

Como me he permitido manifestar a usted, no está justificado el derramamiento de sangre en este Estado, pues Zapata y los suyos siempren han manifestado que están dispuestos a acatar las órdenes del Supremo Gobierno, lo cual demostraron al aceptar sus condiciones, y pidiendo únicamente que no avanzaran las tropas federales, y principiaran sus movimientos retrógrados, simultáneamente, con el licenciamiento de las fuerzas de Zapata, cuyo licenciamiento terminará antes de que las fuerzas federales evacuaran Cuernavaca. Me dió usted su aprobación en estos arreglos y el hecho de que se haya verificado uno que otro desorden en el resto del Estado, no motiva un ataque a las plazas de Yautepec y Cuautla, donde todo ha estado tranquilo. Además, con que las fuerzas de Figueroa ocupen las plazas en donde haya algunos desórdenes, con lo cual estoy de acuerdo con Zapata y sus amigos, se habrá restablecido el orden en el Estado, el decoro del Gobierno no sufrirá ninguna mengua y, en cambio, su prestigio aumentará grandemente; se habrá evitado un derramamiento de sangre inútil y peligroso. Dentro de pocos momentos salgo para Yautepec, para evitar haya algún encuentro entre las fuerzas de Zapata (que están muy excitadas porque creen que Huerta ha desobedecido las órdenes de usted) y las del mismo Huerta, cuya conducta para mí es algo sospechosa, pues según noticias que tengo de usted y del Ministro de Guerra, se le ha ordenado que permanezca en sus acantonamientos, y en vez de ello ha marchado sobre Yautepec sin admitir parlamentarios, pues el Presidente Municipal de Yautepec se adelantó con bandera blanca para tratar con ellos y fue recibido a balazos, por cuyo motivo no pudo hacerlo. Una columna así no se puede decir que marche en son de paz, sino en son de guerra, y en vez de desear un arreglo pacífico hace todo lo posible por provocar un conflicto. El general Casso López puede permanecer en Jonacatepec, que ocupa actualmente, pues ha demostrado sus sentimientos pacíficos y su anhelo de restablecer la tranquilidad en vez de alterarla. No se tiene desconfianza de él. En Yautepec espero sus apreciables noticias. En estos momentos salgo para aquella población; de allí mandaré una pequeña guarnición a Jojutla, donde me informan que el pueblo está cometiendo algunos desórdenes porque no hay fuerza ninguna.

Francisco I. Madero.


Reveladora contestación de De la Barra

La contestación de De la Barra no se hizo esperar, defendiendo, naturalmente, la actitud de Huerta:

México, D. F., agosto 20 de 1911.
Señor don Francisco I. Madero.
Cuautla, Mor.

En vista de las afirmaciones de los últimos telegramas de usted, relativas a las relaciones entre el señor general Huerta y el señor general Reyes, le agradeceré que se sirva enviarme los datos que tenga, para hacer una averiguación cuidadosa y poner en claro las responsabilidades que haya, pues celoso del buen nombre del Ejército y considerando al señor general Huerta como un militar pundonoroso y leal, querría yo tener todos los elementos de juicio para procurar confirmación correspondiente.

Francisco León De La Barra.

El hecho de que hubiera fijado su atención el señor Presidente De la Barra, más en un cargo formulado a Victoriano Huerta, que en los efectos de su proceder, que no desautorizó, es sencillamente revelador de que el mílite de referencia actuaba por órdenes del primero.


LA ACTITUD DE ZAPATA JUZGADA POR EL MADERISMO

Veamos ahora cómo juzgaban la actitud del general Zapata los revolucionarios del maderismo, y para ello reproduciremos algunos documentos, siendo el primero un artículo publicado el 17 de agosto en el periódico Nueva Era, fundado y dirigido por el señor Juan Sánchez Azcona, con el objeto de sostener los principios de la Revolución:


Zapata y la gente vieja

El más socorrido tópico de la gente del viejo régimen, para hacer reproches a la Revolución, se ha venido a refugiar en torno de la figura del general insurgente don Emiliano Zapata y la gente servil y pusilánime, sin conocer a Zapata, ni las circunstancias que lo rodean, habla por hablar y casi siempre habla por boca de ganso, como estaba acostumbrada a hablar de tiempo atrás, cuando la obra efectiva de la Revolución aún no le permitía parecer independiente.

Cuando se ha visto que la paz -la verdadera paz democrática- viene consolidándose más pronto de lo que nuestros enemigos tradicionales hubieran deseado, los colegas sin brújula y los colegas acostumbrados a la paga, que ya no tienen, se refugian en Zapata para hacer cargos a la Revolución.

Un periódico que en un tiempo fue honrado y convencido y útil a la causa de la regeneración; pero que después se ha convertido en el prototipo del periódico convenenciero, acusa ayer al señor Madero de entrometido en la cosa pública; porque se atrevió a ir a Morelos, cumpliendo con su deber de contribuir a la pronta pacificación de la República, en su carácter innegable de Jefe de la triunfante Revolución.

Dice ese periódico, que la conducta del señor Madero ha sido desfavorablemente comentada.

¿Por quiénes? ... El señor Madero fue a cumplir con su deber, y si en Morelos no se vierte más sangre hermana -como no se vertirá-, debemos quedar agradecidos al señor Madero. Y como testimonio de lo que decimos, nos atrevemos a citar el respetable testimonio del señor Presidente Interino, licenciado don Francisco León de la Barra.


Lo que quiere Zapata

Zapata no pide imposibles, ni se extralimita en sus anhelos de revolucionario sincero. Zapata entró a la Revolución por ideales, y si Zapata no cree que debe deponer las armas todavía, es porque Zapata palpa -en lo que está al alcance de su vista y de su comprensión- que aún no han cesado las causas que motivaron la Revolución y que lo impulsaron a él, a Zapata, a empuñar el rifle y a abandonar sus modestos aduares para hacer un bien a la patria.

En efecto, el Estado de Morelos presenta caracteres excepcionales. Parece que por allí no ha pasado el soplo de los cien años que llevámos de ser políticamente independientes. ¿En cuántos propietarios se divide el extenso territorio de Morelos? ... Pero eso no significaría nada, porque la escasa y raquítica división territorial es casi general en toda la República. En Morelos, los grandes terratenientes son en su mayor parte mexicanos: mexicanos ricos, aristócratas, conservadores. Estos caballeros van a sus ingenios solamente por dos cosas: o a tomar cuentas o a pasear. Quienes administran las grandes fincas son, generalmente, españoles, mejor dicho, gachupines (esperamos que la honorable colonia española sepa comprender en qué sentido usamos este término, castizamente despectivo; pero nosotros sabemos distinguir muy bien entre el señor Ministro actual de España, vaya por ejemplo, y los gachupines que andan por ahí).

Pues bien, aquellos administradores gachupines tratan a los indios que en los ingenios sirven en calidad de peones, peor que a esclavos. Ahí está el mal. Y como Zapata ha creído que la Revolución viene a modificar ese estado sociál y no solamente a cambiar hombres en los puestos dirigentes, Zapata pone condiciones, como cualquiera de los ciudadanos que oportunamente se levantaron en armas. Zapata pide que se realicen los ideales de la Revolución. Zapata, desde este punto de vista, tiene completa razón y los revolucionarios de verdad, han de apoyarlo en todos sus empeños, supuesto que los revolucionarios de verdad no hicieron la Revolución a guisa de juego infantil; sino que en ella jugaron su vida y sus intereses, y están dispuestos a seguirlas jugando.


Las bravatas de la prensa oficiosa

La prensa oficiosa del antiguo régimen, que aunque desorientada perdura todavía, ataca sin cesar a Zapata, censura sin cesar la actitud del señar Madero en Morelos y cualquiera creería, dados los antecedentes de esa prensa, a que ha entrado en tratos con los ricos azucareros de Morelos o que ha recibido el beso plutocrático. de don Fernando de Pimentel, el rezagado fideicomisario de los intereses científicos que no hubo tiempo de cargar en el Ipiranga. Y como la mejor prueba de su desorientación, de su mala fe o de su remunerado servilismo, esa prensa se ha encargado de deturpar a Zapata quien, a nuestra juicio y a pesar de todas los defectos que pueda tener, tiene más títulos a la estimación nacional que el señor Díaz Dufoo, pongamos por casa. Y se ha pretendido a últimas fechas que el interés zucarero aparezca salidario del interés católico ... con gravísimo detrimento de los católicos honrados y no interesados en negocios de este mundo, que no es el reino del Señor. Y tales azucareros la emprenden contra Zapata y anuncian que el señor Presidente Interino de la República va a ordenar una hecatombe. Esta bravata de la prensa neo-independiente nos causa risa. Ni el señor De la Barra, ni ningún otro hombre honrado gusta de verter sangre sin necesidad.

En tal virtud, no habrá tal hecatombe que con tanta fruición esperan en Morelos los desesperados adherentes a un cadáver que ha tres meses hiede y que no puede encontrar taumaturgo que lo resucite.


El tacto de los azucareros

Zapata se opone a que resulte Gobernador del Estado determinado caballero, no porque Zapata se crea con derecho a imponer un Gabernador, sino parque aquel caballero lo proponen los poderosos azucareros. Zapata no tiene gran fe en los azucareros y los llama científicos. Tiene razón, desde cierto punto de vista, porque hay científicos de azúcar, científicos de bancos, científicos de petróleo, científicos de henequén, científicos de obras y bienes raíces y hasta científicos de pulque; pero sean lo que fueren, hay algo que los caracteriza: su falta de tino para sus candidatos a los puestos de elección popular. Los azucareros de Morelos propusieron a don Pablo Escandón y esta circunstancia basta para justificar las desconfianzas del llamado Atila del Sur, mucho más patriota que aquél ausente clubman.


La nueva prueba de Madero

No teniendo ya más que decir, parece que los del viejo régimen reconcentraron su atención en la actitud que Madero guarda en el aparente conflicto de Morelos. Pues bien, Madero sabrá dominar ese conflicto, como ha dominado tantos otros. Y lo hará sin verter sangre. Y demostrará que tiene tacto para gobernante, aun cuando no lo sea todavía. Y él y el señor De la Barra quedarán en sus puestos de honor, a pesar de los malos deseos de sus detractores. El plazo de la comprobación no es largo: se vence dentro de pocas horas ...

Y si, a pesar de todo, se vertiera sangre, ¡ya veremos de quién es la culpa!


Nuevo artículo en Nueva Era

Tocando puntos más concretos, en directa relación con la política del señor De la Barra y los resultados que estaba dando en Morelos, el día 22 apareció un segundo artículo en Nueva Era, que, como el anterior, estaba firmado por el señor Sánchez Azcona, quien no esperó a que Madero se enterase de lo que decía hasta cuando el periódico llegara a sus manos, sino que lo transcribió por la vía telegráfica. Ese procedimiento leal para el Caudillo y eficaz para los intereses de la Revolución, nos hace reproducir, no el artículo tomándolo del periódico, sino el texto del telegrama que el señor Sánchez Azcona envió a su jefe y amigo. Hélo aquí:

De México, el 22 de agosto de 1911.
Recibido en Cuautla.
Sría. Madero.
Sr. Francisco I. Madero.
El siguiente artículo publicado en Nueva Era hoy:

Madero, Huerta, el gobierno y el pueblo.
Aclaración apremiante y necesaria por las diversos telegramas que ha publicado toda la prensa

El ánimo del pueblo se encuentra en una tremenda disyuntiva: o el gobierno del señor De la Barra ha engañado al señor Madero, o el general Huerta ha desobedecido o se ha burlado del Gobierno del señor De la Barra.

Es absolutamente indispensable y urgente que se aclare esta situación, para que el exaltado ánimo del pueblo sepa distinguir a ciencia cierra, dónde está la deslealtad, o la sorpresa.

En efecto, cuando el señor Madero ha hablado repetidas veces con el Presidente Interino De la Barra, acerca del modo cómo se proponía intervenir para restablecer el orden y la paz en el Estado de Morelos, el señor De la Barra prometió siempre al señor Madero, que daría órdenes al señor general Huerta para que entretanto el señor Madero llevaba a efecto su obra pacificadora, las fuerzas federales no avanzarían de sus posiciones.

Esta promesa no la ha negado nunca el señor De la Barra y está ratificada en la prensa por el señor Subsecretario de Guerra, general González Salas, por cuyo conducto expide las órdenes respectivas el señor Presidente.

Momentos antes de salir para Cuautla el señor Madero, yo mismo estuve a su lado mientras celebraba una conferencia telefónica con el señor Presidente de la República, y me consta que el señor Madero salió de México con la certidumbre de que las fuerzas federales, al mando del general Huerta, no avanzarían, entretanto el mismo señor Madero hacía sus nobles gestiones de pacificación, y a pesar de esto, el señor general Huerta ha avanzado, y su avance produjo un choque, que no porque haya costado pocas vidas es menos deplorable.

Ahora bien, el general Huerta asienta en un mensaje, que él en todo ha obrado de acuerdo con la superioridad. Y la superioridad del señor general Huerta está personificada, actualmente, en los señores Presidente Interino de la República y Subsecretario de Guerra, y en vista de estos hechos, ante el ánimo del pueblo que afortUnadamente ya observa los acontecimientos públicos y se ocupa de su curso, surge una tremenda duda: ¿quién dice la verdad?

Como quiera que en los actUales momentos ha pasado el tiempo en que se oculta al pueblo lo que al pueblo directamente le interesa, es absolutamente indispensable que el Gobierno hable y que el Gobierno explique, a fin de que el pueblo no vaya a precipitarse a juzgar ligeramente de éste o de aquél modo de los hombres que han intervenido en el conflicto de Morelos.

En tal virtud, con el carácter tanto de periodista, como de Presidente del Comité Central del Partido ConstitUcional Progresista, pido que hable el Presidente De la Barra, con motivo de los sucesos de Morelos, a efecto de que el pueblo se tranquilice y juzgue de parte de quién está la torpeza o la mala fe.

Esto es absolutamente necesario para bien de la pacificación que todos anhelamos, y esto deben deseado, y si de ellos depende, deben concederlo todos los que justamente están interesados en conservar su buen nombre y su legítima reputación de patriotas.

La aclaración de este punto apremiable e indispensable, intetesa por igual al señor Madero, al señor general Huerta, al Gobierno y al Pueblo.

Juan Sánchez Azcona.


Efecto que causó en el señor De la Barra

Tan claros y justificados conceptos, en aquella situación turbia y difícil, no pudieron sino producir el dolor en la llaga, que de tal hemos de calificar el disgusto del señor De la Barra, quien se apresuró a comunicarse con Madero por medio del siguiente mensaje:

Núm. 2.
De Palacio Nal., el 22 de agosto de 1911.
Recibido en Cuauda, 50 of.

Sr. Francisco I. Madero.

Con sorpresa veo en la Nueva Era de hoy un artículo en que el señor Sánchez Azcona, bajo su firma y como Presidente del Comité Central del Partido Constitucional Progresista, se permite poner en duda la rectitud de mi proceder y la veracidad de mis afirmaciones en el incidente relativo a actitud general Huerta.

Dada la cordialidad de relaciones que hay entre usted y yo y el conocimiento que tengo de sus cualidades personales, me basta comunicarle lo anterior.

F. L. De La Barra.

Desgraciadamente la debilidad del señor Madero fue muy grande, por lo que no encontró apoyo debido la resuelta actitud del señor Sánchez Azcona. No obstante que estaba palpando los efectos de la tortuosa política de De la Barra, no obstante que estaba siendo víctima y que hasta su vida peligraba, Madero salió a la defensa del creador de aquella situación, en un rasgo que no sabríamos decir si fue de extrema genérosidad o porque sus sentimientos lo ofuscaron al grado de creer que los enemigos de la Revolución eran capaces de obrar con lealtad y buena fe. He aquí el telegrama que envió al director de Nueva Era.

Sr. Juan Sánchez Azcona.
México, D. F.

Acabo de leer tu artículo de Nueva Era, que me trasmitiste por telégrafo. Creo mi deber hacer las siguientes declaraciones:

El señor De la Barra desde un principio se mostró partidario de una política firme, digna y conciliadora, procurando evitar derramamiento de sangre. Yo, como intermediario y conocedor de los deseos del Gobierno, así como de los partidarios de Zapatá, intervine para facilitar los propósitos del señor Presidente, y tengo la satisfacción de haberlo logrado de un modo satisfactorio.

El que se ha mostrado partidario de una política intransigente, es el Ministro de Gobernación; pero ha predominado la opinión del señor Presidente.

Lo que tú ves como órdenes contradictorias no es sino el resultado natural de una situación difícil y de la multitud de noticias contradictorias, falsas y exageradas que reciben en esa capital.

Huerta ha avanzado, no por orden expresa del señor Presidente, sino porque ha interpretado mal algunas de las que él dió; por consiguiente, el señor Presidente de la República se ha portado en este caso con la caballerosidad y rectitud que le caracteriza, y todos hemos cumplido con nuestro deber en el límite de nuestras atribuciones, para lograr encontrar una solución satisfactoria a este asunto. La conducta del general Huerta es la única que ha quedado en tela de juicio, pues, por lo menos, no ha comprendido, o no ha querido comprender los deseos íntimos del Gobierno, por cuyo motivo no siempre ha interpretado las órdenes recibidas del modo más conveniente para la realización de lo que todos anhelábamos.

Por lo anteriormente expuesto, si quedase alguna duda en tu mente, respecto al comportamiento que tuvo el señor De la Barra en este asunto, te aseguro que es completamente infundada y puedes tener la seguridad de que su actitud, en este caso, ha sido digna y leal como siempre, y que es acreedor, ahora más que nunca, a nuestras simpatías y adhesión, y que ratifico mis anteriores juicios sobre él, sobre la necesidad de que todos los mexicanos nos agrupemos a su derredor para que su gobierno, encarnación de la Ley, sea cada vez más fuerte, respetable y respetado, a fin de que pueda hacer respetar en los próximos comicios la voluntad sobérana del pueblo.

Francisco I. Madero.


Interesantes comunicados de Aguirre Benavides y Figueroa

El señor Madero no se atrevió a variar su línea de conducta, ni por las explicaciones y advertencias que le hicieron personas para él insospechables, como el señor licenciado Adrián Aguirre Benavides, su primo, quien le dirigió la carta que vamos a insertar:

México, 22 de agosto de 1911.
Sr. D. Francisco I. Madero.
Cuautla, Mor.

Muy querido Panchito:

Como te anuncié en mi telegrama de ayer, vi anoche a Sánchez Azcona, para hablar sobre los ataques que le está haciendo al Presidente De la Barra. Sánchez Azcona me explicó muy extensamente, que juzga necesario asumir una actitud enérgica, discreta y a la vez mesurada, para volver a encarrilar al señor De la Barra dentro el régimen de la Revolución, porque, a su juicio, De la Barra empieza a sentirse desligado de nosotros, y a asumir una actitud independiente que él (Sánchez Azcona) juzga peligrosa para los intereses de la Revolución.

Dadas las explicaciones que me dió Sánchez Azcona, yo creo también que es conveniente no doblegarnos a las exigencias de este señor sobre la conducta de la Nueva Era, porque prácticamente, se ha visto un efecto saludable después de esos articulos y de la manifestación del domingo, pues se ha convencido de que si él tiene el poder del Gobierno, no está con él la voluntad del pueblo, sino porque así lo quieres tú y así lo quiere la Revolución.

Sánchez Azcona tiene el propósito de llamarlo al orden por una serie de artículos de dos o tres días: ayer fue el primero, hoy viene el segundo, y mañana será el tercero, para entrar en un período de descanso y ver los resultados de esa actitud.

Sánchez Azcona también me explicó que, a su juicio, el pueblo se estaba enfriando con la Revolución, porque no veía una actitud enérgica de ésta contra el Gobierno.

Esto en cuanto se refiere al señor De la Barra en lo personal.

Por cuanto a la actitud del Ministro de Gobernación, García Granados, yo juzgo que este señor ha tenido para ti y para la Revolución una deslealtad inexplicable. Las declaraciones que está haciendo no sólo son inconvenientes, sino son bajo todos puntos de vista peligrosas.

Entre otras cosas ha dicho que Zapata debe rendirse incondicionalmente, y que debe sometérsele a juicio. Tú comprenderás que si Zapata supiera que después de desarmado va a ser encausado y va a dar a la cárcel, seguramente sería difícil que se te sometiera de buena voluntad, y podría, en su ignorancia, llegar a calificarte a ti de deslealtad para él (Zapata).

García Granados, desde que recibió el Ministerio, dijo que antes de un mes acababa con la Revolución. Está perfectamente probado que fue él quien ordenó a la Legislatura de Aguascalientes que declarara inhábil a Alberto Fuentes D. para asumir el Gobierno del Estado, como consecuencia de la elección en su favor.

A. Aguirre Benavides.

Nos vemos en la necesidad de no reproducir íntegro el documento, porque sobre ser extenso, lo que sigue no interesa al objeto de esta narración, pues se refiere a la situación general del país.

En cambio, vamos a insertar un telegrama del Gobernador de Guerrero, que es tanto más importante, cuanto más se tenga en cuenta que entre los hermanos Figueroa y el general Zapata había un distanciamiento que no impidió al primero hacer una apreciación serena y justa de la actitud del general Zapata y de sus peticiones aceptadas por el señor Madero en la solución que había dado al conflicto.

Dice así el documento:

Núm. 6. Bravos, el 22 de agosto de 1911.
Recibido en Cuautla. 114.
456 of.

Sr. Francisco I. Madero.

Me tiene con gran cuidado su silencio. ¿Qué ha sucedido por fin? Aplaudo la idea de retirar a los federales y felicito a usted y al general Zapata por su actitud digna y enérgica. Respecto a usted, haga respetar la voluntad del pueblo y no haga caso a los gachupines, que nada tienen que ver en nuestros asuntos. No pierda de vista mis indicaciones respecto a nuestros enemigos y esté usted en constante comunicación con Ambrosio. No permita por ningún motivo que pase línea divisoria, a fin de respetar soberanía aquel Estado.

Aquí sin novedad. Salúdolo afectuosamente.

El G. P. Fco. Figueroa.

Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO I - Capítulo XV (Primera parte) - Zapata sostiene con firmeza las demandas revolucionariasTOMO I - Capítulo XVI - La mala fe de De La Barra provoca la nueva luchaBiblioteca Virtual Antorcha