Indice de Entrevista a Nicolás T. Bernal por Píndaro Urióstegui Miranda Datos sobre su infancia Las aciagas elecciones para gobernador de Sinaloa, en 1909Biblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
A NICOLÁS T. BERNAL

Píndaro Urióstegui Miranda


CON RAFAEL BUELNA, RAMÓN F. ITURBE Y HERIBERTO FRÍAS

PREGUNTA
¿Cuáles fueron los primeros hombres de la Revolución con quienes empezó a tener contacto?

RESPUESTA
Primero, con el entonces estudiante general Rafael Buelna y después con don Heriberto Frías.

PREGUNTA
¿Cómo conoció al general Rafael Buelna?

RESPUESTA
Lo conocí a través de una prima hermana mía que fue novia de Ralael Buelna; éste era un joven simpático, que estudiaba en el Colegio Rosales (hoy Universidad del Estado de Sinaloa), quien un día me invitó a asistir a una manifestación en apoyo de José Ferrel, candidato a gobernador del Estado por la oposición y que se efectuó, a raíz de la muerte del gobernador Cañedo, en el puerto de Mazatlán el dieciocho de julio de 1909. Cuando llegué a Mazatlán, por tren, la manifestación había dado principio y metiéndome entre la gente pregunté por Buelna. Algunas personas me indicaron dónde lo podría encontrar. Momentos después lo encontré y participamos juntos en la manifestación a la que concurrió gran número de campesinos a caballo, lo que le daba gran colorido y causó entusiasmo entre los asistentes; estos campesinos fueron organizados por el hoy general Ramón F. Iturbe.

PREGUNTA
¿Y a don Ramón F. Iturbe lo conoció usted ese día o ya lo conocía?

RESPUESTA
No, ni lo conocía ni lo conocí ese día, porque aun cuando lo vi en la manifestación no sabía cómo se llamaba. Fue posteriormente cuando nos identificamos y empecé a tratar a don Ramón, con quien hasta la fecha cultivo buena amistad y supe ese dato.

PREGUNTA
¿Y a partir de cuándo entró en contacto con don Heriberto Frías?

RESPUESTA
El día dieciocho de julio de 1909 Rafael Buelna me presentó con don Heriberto Frías después de terminada la manifestación y se despidieron de mí. Al salir, Rafael me dijo: nos vemos mañana temprano a la entrada de la imprenta de El Correo de la Tarde.

Al día siguiente cuando me presenté a dicha imprenta ya se encontraha ahí Buelna, que me comentó: mira, te llamé porque pienso tener una conversación con don Heriberto, a efecto de que comentemos el éxito de la manifestación, nada más para que te des cuenta de la capacidad de este hombre, ¡mira, fíjate que ahora aún no tiene nada escrito!

Después de saludarnos, don Heriberto Frías se sentó ante una mesa y empezó a escribir comentarios sobre el desarrollo de la manifestación; al terminar dio a los cajistas lo escrito e inmediatamente se puso a escribir el editorial y así poder echar a andar la impresión del periódico de inmediato, aprovechando el tiempo.

Buelna entonces me dijo: mira, mejor vámonos y más tarde volvemos cuando don Heriberto esté desocupado.

No obstante la diferencia tan grande en edades, don Heriberto Frías y Rafael Buelna se trataban con respeto y cariño. Cuando se despidieron dijeron: ¡Mañana nos vemos!

Don Heriberto sentía un especial afecto por Buelna, porque presentía que era un hombre que iba a desempeñar un papel muy importante en los acontecimientos que se venían.

Mire usted, don Heriberto llegó a Mazatlán de la siguiente manera: don Pancho Valadés le escribió a su primo José Ferrel, que se hallaba en la ciudad de México al frenie de una revista, pidiéndole le recomendara a alguien para que dirigiera el periódico El Correo de la Tarde que se encontraba, como decimos ahora, volando bajo. Don José Ferrel recomendó entonces a don Heriberto Frías; los puso en contacto, se entendieron y así fue como se trasladó a Mazatlán a dirigir dicho periódico.

Al día siguiente volvimos a ver a don Heriberto y tuvimos una conversación que para mí fue definitiva. Empezamos por comentar el éxito de la manifestación, del entusiasmo que hubo y cómo el pueblo se había presentado voluntariamente. Los que más llamaron la atención a don Hériberto Frías fueron los rancheros montados en sus caballos y comentaba: esos van a ser el nervio de los acontecimientos que se desarrollarán exactamente dentro de un año, refiriéndose a las elecciones del mes de julio siguiente.

Esas palabras ponían alegre a Buelna para quien todo lo que fuera revolución tenía un gran atractivo.

Comentando los acontecimientos, don Heriberto decía: hasta este momento no está definido el candidato de la oposición en las elecciones presidenciales, pero creemos que será don Francisco I. Madero, aunque el señor Madero todavía no define su situación.

Don Heriberto se daba cuenta de que Madero era el que se estaba perfilando, pero decía: el señor Madero pretende figurar en la planilla de Porfirio Díaz, como vicepresidente, esperando que se muera entre 1910 y 1916 y así heredar la presidencia, que le sería entregada en una charola de plata, pero eso no es posible; para mí, lo que debe hacer el señor Madero es ponerse al frente de la oposición, organizar sus elementos y estar listo para dar la batalla en el campo que se presente. Yo creo que Madero tiene que estar preparado para una revolución, ya que él sería su líder, de otra forma lo único que podría conseguir Francisco I. Madero, dadas las relaciones que existen entre Limantour, jefe de los científicos, y la familia Madero, será un acomodo. Los científicos controlan todo, el gobierno, la economía, el ejército y además tienen una arma poderosísima que nos la van a aplicar aquí en Sinaloa dentro de un año; esa poderosa arma es el fraude electoral y por eso digo que don Francisco I. Madero debe organizar sus propios elementos y hacerle frente a cualquier eventualidad, teniendo en mente que la revolución se tendrá que venir, porque no hay otra manera de conseguir lo que el pueblo necesita.

Luego se extendió en otras consideraciones sobre la formación del gobierno de Porfirio Díaz, como por ejemplo, que no todos los elementos que rodeaban al dictador eran científicos. Algunos eran porfiristas sinceros que no estaban identificados con los científicos.

Comentó también el papel negativo y nefasto que desempeñaba don Rosendo Pineda, fundador de El Imparcial, vocero de los científicos.

Por último, habló de las relaciones de Pineda con Romero Rubio, suegro de don Porfirio.

Todas estas cosas y algunas más nos explicaba don Heriberto a Buelna y a mí. A Rafael le llenaba de gusto, porque lo que él quería era acción y porque estaba convencido de que no había otra salida.

PREGUNTA
¿Podemos considerar esta plática como el punto de partida de su incorporación al movimiento revolucionario?

RESPUESTA
Yo considero que sí, aunque no comprendía el alcance y significado enorme de las palabras de don Heriberto, porque nunca antes había escuchado algo semejante. Esto me sirvió mucho para entender los movimientos en que tuve contacto.

Mire, a principios del siglo había tres personajes que sobresalieron como observadores de las condiciones del pueblo: Martínez Carreón, con sus caricaturas satíricas, don Guadalupe Posada con sus magníficos grabados y Ricardo Flores Magón con su prosa. Estos fueron los tres elementos que más vivamente reflejaron, cada quien en su estilo, las pésimas condiciones sociales de aquella época.

Yo me enteré de la labor de estos tres personajes, porque en mi pueblo había un peluquero que adornaba su establecimiento con caricaturas de Martínez Carreón y grabados de Posada, que se publicaban en una revista llamada El Colmillo Público, en donde se satirizaba la dictadura de Porfirio Díaz; por cierto que existe un libro con las caricaturas de Martínez Carrión, que murió envenenado en la cárcel de Belén, publicado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos, sobre la Reelección.

PREGUNTA
Don Nicolás, ¿podría describirnos el modo de ser, el carácter, el temperamento, en fin, la imagen que usted guarda de don Heriberto Frías?

RESPUESTA
Don Heriberto Frías, originario de Querétaro, era un hombre al que le gustaba que la gente se entregara desinteresadamente al movimiento revolucionario, sin condiciones de ninguna naturaleza; le repugnaba la gente que por medio de sus acciones hiriera a otros con el único afán de ocupar su puesto; sentía la Revolución porque desde niño había vivido la miseria en su propia carne, ya que fue huérfano.

Para muchos era reservado, violento y corajudo, pero también amable con la gente que él estimaha, aunque no eran muchos con los cuales fuera comunicativo. Don Pancho Valadéz, su hermano Juan, el profesor Felipe Valle, Rafael Buelna, un doctor llamado Maximino y unos cuantos más, eran las únicas amistades con quienes hablaba con absoluta confianza, abiertamente y para quienes era un hombre atento.

Cuando denunció los hechos ocurridos en Tomochic, fue procesado y le formaron consejo de guerra. El fiscal pidió para don Heriberto la pena de muerte, pero había despertado tantas simpatías, que don Porfirio no se decidió a fusilarlo.

Yo lo conocí en 1909 y creo que tendría en aquel entonces unos cuarenta años de edad, porque mire, en el año de 1892 don Heriberto se inició en el periodismo, junto con Ricardo Flores Magón. en un periódico llamado El Demócrata, único de oposición aquí en la ciudad de México.

Don Heriherto fue un hombre muy inteligente y estimado por sus antecedentes. Había sido un huerfanito que al cursar la primaria para sostenerse vendía periódicos; posteriormente entró a estudiar a la secundaria, la cual tuvo que abandonar por no tener con qué mantenerse, entonces le sugirieron que ingresara al Colegio Militar a lo que don Heriberto les contestó: cómo voy a ir al Colegio Militar, si soy antimilitarista.

Amigos de él le dijeron: hazlo como un medio, prepárate, cumple con el compromiso que les imponen a los egresados del colegio y así saldrás adelante, de otra manera no podrás hacer nada.

Después de pensarlo aceptó y se trasladó de Querétaro a la ciudad de México, ingresando al Colegio Militar.

Estando ahí fue enviado a Tomochic en donde se dio cuenta de que esa campaña era una situación parecida a la guerra que se hacía al pueblo yaqui.

El origen de la guerra contra el yaqui fue el siguiente: no encontrando cómo apoderarse de las tierras de los yaquis, el gobernador del Estado de Sonora los mandó llamar a Hermosillo a efecto de que le presentaran sus documentos notariales, a lo que ellos contestaron: ¿cuáles documentos podemos presentar, qué mejor documento que la posesión que hemos tenido de nuestras tierras por siglos? Los españoles nunca llegaron a conquistarnos, pese a que muchas veces nos hicieron la guerra, así es que no tenemos antecedentes de la existencia de esos documentos.

No obstante la respuesta de los yaquis, a instigación de la dictadura porfirista, les hicieron la guerra. Se contaba, además, con el completo apoyo del gobernador del Estado que era don Ramón Corral, quien posteriormente fue Vicepresidente de la República, de 1904 a 1910, sonando mucho su nombre para sucesor de don Porfirio Díaz.

Bueno, pues como le iba diciendo, el día veinte de julio de 1909 fue la última vez que hablé con don Heriberto y con Buelna.

El miércoles veintiuno fui a buscar a Buelna pero no lo encontré, así es que me dediqué a arreglar mi equipaje ya que me tenía que embarcar para trasladarme a Oakland. Estando a bordo recibí dos libros: Los Parias de Vargas Vila que me mandó Buelna y Los Divinos y Humanos, del mismo autor, que me regaló don Heriberto; obras que fui leyendo durante la travesía que duró ocho días dado que íbamos bordeando. Los dos libros eran muy interesantes, pero sobre todo me interesó Los Parias, que fue el que despertó en mí inquietudes y rebeldías. Nunca había leído obras de esa naturaleza.

En ese tiempo no se necesitaba pasaporte ni nada de eso, lo único que nos revisaban eran los ojos, porque las compañías ferrocarrileras habían llevado chinos para que les trabajaran por cincuenta centavos de dólar diario, mientras que el obrero americano ganaba de dos a dos cincuenta dólares diarios.

Los chinos padecían una enfermedad de la vista llamada tracoma, que era muy contagiosa, así es que cuando fui por mi boleto, me dijo el empleado: debe ir con un oculista para que le examine la vista, si le encuentra algo en los ojos, le devolvemos el dinero.

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