Índice de Historia diplomática de la Revolución Mexicana (1910 - 1914), de Isidro FabelaSegunda parte Caso Bauch Segunda parte Wilson no se decidía a provocar la guerraBiblioteca Virtual Antorcha

HISTORIA DIPLOMÁTICA
DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
(1910 - 1914)

Isidro Fabela

SEGUNDA PARTE

LA OCUPACIÓN DE VERACRUZ



La ocupación militar de Veracruz por la infantería de marina de los Estados Unidos, el año de 1914, fue un delito internacional que constituyó, por parte de su autor principal, el Presidente Woodrow Wilson, no sólo un desconocimiento evidente de los principios del derecho de gentes, sino un gravísimo error político que puso en claro su incomprensión absoluta de la Revolución mexicana y de la psicología de nuestro pueblo; lo que vamos a demostrar con documentos de primera mano y apreciaciones críticas que consideramos irrefutables.

Para que se comprenda la injusticia de la invasión de nuestro territorio por las fuerzas norteamericanas, principiaremos por dar a conocer los antecedentes que determinaron las equivocadas órdenes del que fuera profesor de la Universidad de Princeton.

El 9 de abril de 1914, un oficial y siete marinos del barco norteamericano Dolphin desembarcaron en el puerto de Tampico para comprar gasolina, la cual transportaron, en parte, a la lancha en que viajaban. Como en su primer viaje dichos infantes no pudieron transportar toda la gasolina que habían comprado, regresaron al muelle para cargar el resto, que era de ocho latas. En esos momentos

diez soldados federales, bien armados, al mando del coronel Hinojosa, detuvieron a los americanos y les ordenaron que los acompañaran en calidad de prisioneros (1).

En seguida, el expresado coronel intimó, a los marinos que habían permanecido en la lancha, que salieran de ella, pero como se negaron, algunos soldados mexicanos se acercaron con ademanes amenazadores, insistiendo en que saliesen.

Viendo esto el oficial americano, Copp, les ordenó salir de la lancha, en la que flotaba la bandera noneamericana. Los soldados mexicanos hicieron marchar a los norteamericanos como cinco minutos por el muelle y la calle hasta cruzar una línea de ferrocarril. Allí un jefe militar de grado más alto se les acercó, hizo preguntas al coronel Hinojosa, y un poco enojado mandó que todos los americanos regresaran a la lancha, que terminaran de cargar; pero no pudieron salir. (Entonces), esperaron la llegada de otro oficial que dio la rmmo al oficial Copp, se disculpó profusamente y les permitió que partieran (2).

Al ser detenidos los americanos, el alemán que les vendió la gasolina fue al Dolphin a informar al almirante Mayo, quien envió inmediatamente al oficial Earle a pedir al general Zaragoza la libertad de los prisioneros y una explicación.

Cuando el general Zaragoza se enteró de los hechos, ordenó que se pusiera en libertad a los norteamericanos, y dijo que lo sentía mucho y que le apenaba que el oficial no supiera los principios ni las leyes de guerra (3), y que solamente había querido cumplir con la orden que se le había dado de no permitir que desembarcasen barcos, ni lanchas en aquel lugar. Earle le dijo que a los americanos no se les había comunicado esta orden. Todavía antes de que saliesen los americanos, el general se disculpó de nuevo. Cuando Earle llegó al muelle, encontró que los norteamericanos ya estaban en libertad.

Al oír el informe de Earle, el almirante Mayo mandó una comunicación al general Zaragoza por medio del capitán Moffett, diciendo que había recibido su mensaje de disculpa pero que exigía de los oficiales a su mando una contestación antes de las 18:00 horas del 10 de abril dando:

1) una disculpa oficial;
2) seguridades de que el oficial responsable sería castigado, y;
3) que la bandera de los Estados Unidos fuera izada y saludada (4).

Enterada la secretaría de Relaciones Exteriores de Huerta de las exigencias del gobierno de Washington, se dirigió a Nelson O'Shaughnessy en los siguientes términos:

México, 10 de abril de 1914.
Señor encargado de negocios.

La secretaría de Guerra y Marina acaba de comunicarme un incidente ocurrido entre unos marinos del barco americano Dolphin en el puerto de Tampico, y el coronel Ramón H. Hinojosa, que tenía bajo sus órdenes las fuerzas del Estado de Tamaulipas en el puente Iturbide.

De esta comunicación resulta que el día de ayer, a las diez de la mañana, unos marinos norteamericanos, portando sus uniformes, llegaron en una lancha hasta un almacén situado cerca del puente Iturbide, para adquirir gasolina, según se supo después; y que el expresado coronel Ramón H. Hinojosa, encargado de la defensa de ese puente contra los revolucionarios, mandó llevar entre filas a los marinos, a su presencia.

Inmediatamente que el general jefe de las armas en Tampico tuvo conocimiento del hecho, por el cónsul de los Estados Unidos de América en el puerto, y por el comandante del Dolphin, dio satisfacciones, explicó que el coronel Hinojosa mandaba fuerzas del Estado, y ordenó el arresto del mismo coronel, enviándolo al cuartel de artillería.

Hasta aquí, como se servirá ver Vuestra Señoría, el jefe de las armas de Tampico fue cortés, hasta el extremo de arrestar al comandante de la fuerza que detuvo a los marinos del Dolphin, no obstante que, como sabe muy bien Vuestra Señoría, y de ello hay precedentes durante la guerra civil de los Estados Unidos de América, cuando un puerto se encuentra sujeto a las autoridades militares, amenazado por un ataque de rebeldes, no puede ser de libre acceso para nadie; y además, es perfectamente explicable que un jefe militar, que ve llegar individuos uniformados, al puerto que dicho militar resguarda, proceda a detenerlos mientras se esclarece si la presencia de esos individuos está o no justificada.

Así pues, el general jefe de las armas de Tampico ha hecho mas de lo que la cortesía internacional reclamaba; y en consecuencia, por deplorable que haya sido el incidente, debió considerarse terminado en la forma expresada. Por desgracia no fue así, sino que el cónsul de los Estados Unidos de América, y un ayudante del almirante Mayo, en la tarde del mismo día de ayer, presentaron al general jefe de las armas en Tampico una nota con cinco capítulos, en los que piden: satisfacción por una comisión de miembros del Estado Mayor del mismo jefe de las armas; que la bandera de los Estados Unidos de América se ise en un lugar público y elevado; que se disparen veintiún cañonazos de saludo; y que se castigue severamente al coronel Hinojosa, para todo lo cual se fijaba un término de veinticuatro horas, que expira esta tarde.

Creo que bastará a Vuestra Señoría conocer estos hechos para que se sirva telegrafiar desde luego al cónsul de los Estados Unidos de América en Tampico, y al almirante Mayo, a fin de que retiren sus peticiones, supuesto que, sin discutir si caben dentro de las atribuciones que dichos funcionarios desempeñan o si aquella nota ultimátum se ajusta o no al derecho internacional, carecen de justificación los capítulos de la misma, después de las satisfacciones dadas por el general jefe de las armas en Tampico, y del castigo impuesto al coronel Hinojosa. Reitero a Vuestra Señoría ... (5)

Con tales antecedentes podemos afirmar que fue en esos momentos cuando surgió el conflicto internacional, siendo pues los responsables de él: en primer lugar el almirante Mayo que exigió condiciones exageradas después de las cumplidas excusas del señor general Morelos Zaragoza, las cuales excusas eran suficientemente satisfactorias para un incidente que no tenía mayor importancia si Mayo lo hubiera juzgado con ecuanimidad y justicia. Pero como no fue así, porque dicho almirante, al parecer, lo que deseaba era buscar un pretexto para provocar una dificultad, ésta tomó cuerpo cuando el almirante Fletcher, el secretario de Estado Bryan y el propio Presidente Wilson consideraron justificadas las demandas de Mayo. En consecuencia, dichos señores deben tenerse por coautores del absurdo conflicto internacional que provocó en último análisis la delictuosa ocupación de nuestro primer puerto por las tropas norteamericanas.

En los Estados Unidos, en un principio no se dio importancia al incidente de Tampico. El New York Times publicó la siguiente noticia:

Una situación desagradable se ha presentado en Tampico, por lo que el almirante Mayo considera como un insulto a la bandera norteamericana; pero la cuestión no se tiene aquí por seria, ya que el Presidente Huerta dio desde luego disculpas y se mostró a hacer todo lo posible para evitar que el asunto twviera complicaciones (6).

Sigue el artículo diciendo que era un incidente, a menos que los Estados Unidos anden buscando un pretexto para crear dificultades. Esta información del Times es realmente certera, pues si a las disculpas anteriores del alto jefe Morelos Zaragoza y de los oficiales ya mencionados se agregan las del general Huerta, que también las presentó con oportunidad al representante de Washington, O'Shaughnessy, se comprenderá lógicamente que el New York Times estaba en lo justo al afirmar que aquel era un incidente, a menos que los Estados Unidos anden buscando un pretexto para crear dificultades.

Como así era en efecto, según veremos en seguida.

El mismo 10 de abril, O'Shaughnessy manifestó a Huerta que una disculpa no era suficiente, y que su gobierno insistía en los saludos a la bandera.

A esta nota la cancillería huertista contestó lo siguiente:

México, 12 de abril de 1914.
Señor encargado de negocios.

Me refiero nuevamente al caso de los marinos americanos arrestados en el puente Iturbide, en el puerto de Tampico, y a la conferencia que hemos celebrado Vuestra Señoría y yo a las dos de la mañana del día de hoy, con motivo de que el señor secretario de Estado de los Estados Unidos de América manifestó al encargado de negocios de México en Washington, que la declaración hecha por el señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, que me honré en comunicar anteayer a Vuestra Señoría, no es bastante para dar por concluido el incidente.

De los informes recibidos en esta secretaría resultan claramente los siguientes hechos:

1. Que los marinos americanos desembarcaron en un lugar sujeto a la autoridad militar, en donde se estaban efectuando operaciones de guerra, y el cual acababa de sufrir el ataque enemigo;
2. Que los marinos desembarcaron sin previo aviso y sin recabar permiso de la autoridad militar mexicana.

En presencia de estos antecedentes, es perfectamente explicable que el coronel Hinojosa, que tenía bajo sus órdenes a las fuerzas del Estado de Tamaulipas encargadas de defender el expresado puente Iturbide, se haya creído autorizado para arrestar a los marinos norteamericanos. La soberanía mexicana de acuerdo con las prácticas internacionales no encontraba límite alguno, a este respecto, porque la plaza estaba sujeta a operaciones de guerra. Por tal motivo, dije a Vuestra Señoría, desde primera nota sobre el asunto, que el señor general Morelos Zaragoza, jefe de las armas en Tampico, al dar amplias satisfacciones, y, al arrestar inmediatamente al coronel Hinojosa, llevó hasta el extremo la cortesía, supuesto que, repito, los marinos americanos al desembarcar violaron las leyes militares a que la plaza estaba sujeta.

El señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, de conformidad con la política que nuestro país ha seguido siempre en asuntos internacionales, quiso ser todavía más riguroso, y acordó, como tuve la honra de comunicar a Vuestra Señoría, que se manifestara al gobierno de los Estados Unidos de América que el mismo señor Presidente deploraba lo ocurrido y que ha mandado ya que la autoridad competente depure la responsabilidad en que pueda haber incurrido el coronel Hinojosa.

Pero es el caso que el gobierno de los Estados Unidos de América ha querido interpretar esta cortesía extrema como el reconocimiento de que el coronel Hinojosa procedió arbitrariamente y además insiste en las pretensiones formuladas por el almirante Mayo, para que se tributen honores por los militares mexicanos, a la bandera de los Estados Unidos.

Por acuerdo expreso del señor Presidente, tengo la honra de manifestar a Vuestra Señoría que el gobierno de México, con arreglo al derecho internacional, no se considera obligado a acceder a las pretensionesode que se trata; y que llevar hasta ese punto la cortesía, equivaldría a aceptar la soberanía de un Estado extranjero, con menoscabo de la dignidad y del decoro nacionales, que el señor Presidente está dispuesto a hacer respetar.

Contra la opinión de la secretaría de Relaciones de Huerta, su encargado de negocios en Washington, Ángel Algara y Romero de Terreros, expresó a su cancillería lo siguiente:

... Altas opiniones son que de acceder gobierno mexicano petición saludo, cuanto antes mejor, no dándole mayor importancia asunto, evitaríase una muy seria complicación y quedaría verdaderamente comprobado deseo expresado señor Presidente Huerta de evitar dificultades. Debo advertir a usted que hasta esos momentos dase al público poca importancia incidente y probablemente en vista asuntos política interna absorben Presidente y días feriados prensa no dedlcarían mayor atención incidente y este pasana mas o menos inadvertido.

Algara (7).

De la misma opinión fue el primer secretario, licenciado Castellot, quien telegrafió directamente a Huerta lo que sigue:

Washington, 20 de abril de 1914.

Tengo razón plena para creer que se evitaría la inmediata catástrofe, si haciendo usted un extremo sacrificio, simplificase (?) inmediatamente Presidente Wilson que para evitar inmensos males a ambos países, bandera saludada, confiando nuestro gobierno en que gobierno americano llenará después sus deberes internacionales. Como los momentos son angustiosos para detener las resoluciones del Congreso americano, ruégole encarecidamente violentísima respuesta. Conteste conducto Embajada. Respetuosamente.

José Castellot (8).

Con lo que no estuvo de acuerdo el gobierno de Huerta, según la nota anteriormente transcrita.

Al saber que México echaba la culpa a los Estados Unidos, el almirante Mayo contestó inmediatamente que nunca había recibido ningún aviso del gobierno militar ni que no debía desembarcar para conseguir provisiones. Agregó que sus lanchas iban al muelle diariamente sin protesta ninguna y que nunca se les dijo que debían de obtener un permiso, ni de dar aviso antes de desembarcar. Los demás barcos extranjeros surtos en Tampico confirmaron esas mismas condiciones (9).

Desde luego llamamos la atención sobre este hecho: que a Josephus Daniels, secretario de Marina, le molestó que Mayo hubiera enviado un ultimátum cuando hubiera podido fácilmente ponerse en contacto con Washington, antes de tomar una decisión que podía ser, como fue, de grave trascendencia. Tan fue así que dicho señor Daniels, años más tarde, estimando impropio que los altos jefes de la marina se arrogaran tales facultades,

modificó el artículo 1684 del reglamento naval, en el sentido de que nadie pudiera enviar un ultimátum a una nación extranjera sin consultar primero con el departamento de Marina (10) .

Pero el almirante Mayo como otros altos jefes de la armada y del ejército estadounidense, como veremos a continuación, estaban predispuestos contra México y decididos a aprovechar cualquier ocasión propicia que se presentara para provocar la guerra con fines ulteriores de conquista o por lo menos de dominio económico y político de su país en México.

Los abogados militares -dice Stanley Yohe- informaron a Daniels que el hecho de llevar a los americanos marchando como prisioneros por la ciudad había sido ofensivo, pero no una violación tan clara del derecho internacional como el haber sacado a los dos marinos de la lancha bajo la protección de la bandera norteamericana.

Si estaban en un lugar donde no debían estar, el oficial mexicano debía habérselo avisado y haber protestado ante el almirante norteamericano, pero nunca haber prendido a los hombres (11).

Esta apreciación de los abogados militares no tiene fundamento porque si los soldados, de cualquier país que sean, ven tropas extranjeras uniformadas desembarcar en el puerto de que son guardias vigilantes, sin los permisos respectivos ni documentos de ninguna especie, sobre todo en el estado de sitio en que Tampico se encontraba, no sólo tienen derecho, sino deber de detenerlos mientras no prueban que sus actos están justificados. Para comprender la arbitrariedad que entraña el criterio de los aludidos abogados que emitieron el juicio que hizo el secretario de Estado, basta imaginarse por un momento que unos soldados mexicanos uniformados se hubieran atrevido a bajar en cualquier puerto de los Estados Unidos, sin el permiso debidamente requisado de las autoridades estadounidenses respectivas. Seguramente que en casos tales los encargados de la vigilancia de los puertos, por elemental precaución, lo primero que harían sería detener a los militares extranjeros para que explicaran su conducta, y después, en vista de las aclaraciones correspondientes, dejarlos libres o detenerlos, según el caso. Y esto fue lo que hizo el coronel Hinojosa en Tampico al ver que unos marinos bajaban de una lancha con la bandera de las barras y las estrellas: detenerlos, no apresarlos.

Porque en este punto conviene precisar los conceptos. Hinojosa no apresó a los infantes de marina yanquis, los detuvo, lo que es distinto jurídicamente hablando. La prueba es que, después de su detención, los marinos, que nunca estuvieron presos, quedaron libres por órdenes del general Morelos Zaragoza.

Desgraciadamente no sólo la intemperancia del almirante Mayo sirvió de pretexto para la ocupación de Veracruz. Otros dos incidentes de poca monta tuvieron lugar; incidentes que la secretaría de Estado consideró atendibles para justificar lo injustificable. Esos hechos fueron los siguientes:

El almirante Fletcher informó al secretario de Marina, Daniels, que el 11 de abril un marinero norteamericano encargado del correo del barco Minnesota y un soldado mexicano del décimoctavo batallón tuvieron una disputa en el correo de Veracruz. Como no podían ponerse de acuerdo, un policía sugirió que los dos fuesen a la jefatura, en donde, al oír los hechos, el juez resolvió que el norteamericano no tenía la culpa y no lo detuvieron, mientras que al mexicano sí. Concluye Fletcher:

La actitud de las autoridades mexicanas era correcta; no hay motivo de queja contra ellas y el incidente no tiene importancia (12).

El otro incidente fue éste: el 11 de abril las autoridades huertistas, que habían establecido la censura a los cablegramas que se cruzaban entre el gobierno de Washington y su embajador en México, interceptaron un mensaje dirigido al encargado de negocios norteamericano, O'Shaughnessy, quien, al enterarse de tal hecho, fue a investigar lo sucedido y cuando le dijeron en la oficina de telégrafos que tenían un telegrama para él, protestó por el retardo en su entrega.

El mensaje fue entonces enviado a O'Shaughnessy, a quien se explicó:

No entregado realmente debido a ignorancia del censor (13).

De manera que ni en el anterior caso, ni en este último, se consideraron ofendidas las autoridades militares y diplomáticas de los Estados Unidos, motivo por el cual no debieron haberse tomado en cuenta, como se tomaron después, citándolos como causas que justificaban la ocupación de Veracruz.

Pero veamos lo que continúa diciendo el citado Stanley Yohe, concienzudo investigador estadounidense que merece los más cálidos elogios, no sólo por sus empeñosos estudios de investigación hechos en México y en los archivos de Washingron, sobre las intervenciones de su país en México (1913-1917), sino por su imparcialidad y las justas apreciaciones históricas y jurídicas en que funda su importante ensayo histórico-político-jurídico (14).

La comedia trágica de las negociaciones acerca de los saludos continuó por una semana y hubiera sido graciosa si no fuera por las consecuencias ...

Bryan comunicó a O'Shaughnessy que Huerta no se había dado cuenta de la seriedad del asunto y que debía dar el saludo. Los Estados Unidos no consideraban que había sido un siemple error puesto que casi al mismo tiempo habían ocurrido dos incidentes más. Huerta contestó que daría los saludos si los Estados Unidos los contestaban, porque si no los contestaban sería un insulto para México. Huerta insistió en su oferta de un saludo mutuo y dijo que si los Estados Unidos no querían aceptarlo, él estaba dispuesto a llevar el asunto a la corte de la Haya, lo cual rechazó Washington.

Mientras se cambiaban notas entre México y Washington W. Wilson tomó una acción más enérgica en el asunto. El 14 de abril John Lind llegó a Washington y habló con W. Wilson y Bryan (15). Más tarde, el mismo día, en la reunión del gabinete, W. Wilson dijo que iba a mostrar mayor energía y ordenó que la flota fuese a Tampico (16). Daniels envió todos los barcos disponibles de la flota del Atlántico al Golfo y por primera vez el New York Times dio gran publicidad al asunto. El 15 de abril W. Wilson declaró ante un comité del Congreso que tal vez sería necesario usar de la fuerza, y que se proponía ocupar los puertos de Tampico y Veracruz y algunos en la costa occidental para establecer un bloqueo pacífico en México (17). Al mismo tiempo que la armada zarpaba hacia el Sur, el War College Division del departamento de Guerra incluía la ocupación de Tampico y Veracruz, y el avance sobre la ciudad de México. Este plan, presentado al jefe del Estado Mayor, llevaba el nombre de Plan especial para la intervención armada en México (18).

Era claro para todos -dice Mario Gil- que Washington quería aprovechar el incidente del Dolphin para intervenir militarmente en México. Era un pretexto magnífico que no se debería desaprovechar. Había por supuesto opositores a la política de agresión. El senador republicano Frank E. Mendell, de Wyoming, decía, a propósito de lo de Tampico: No sé qué otra cosa hubiera podido hacer un oficial con pleno mando de una fuerza armada en una zona de fuego, que arrestar a hombres que penetran a ella no sabiendo cuáles son sus intenciones. En el acto el caso se telegrafió al gobierno de México, el cual dispuso que se diera una satisfacción habiendo sido castigado en seguida el oficial que ordenó el arresto. A los marinos se les puso luego en libertad ... y sin embargo, éste es el atroz insulto a la bandera americana, por lo cual se envía toda nuestra flota a gran velocidad hacia las costas de aquel país en actitud hostil, para que se coloque en línea de combate frente a dos pequeñísimos cañones que tiene México en el puerto de Tampico ... En verdad que si esto no tuviera el carácter de tragedia, tendría mucho de ópera bufa ... (19).


Notas

(1) La intervención norteamericana en México desde la caída de Francisco I. Madero hasta abril de 1917, por Stanley Yohe. México, 1957, p. 78. Este autor norteamericano cita como base de su anterior relato las fuentes siguientes: Foreign Relations 1914. Government Printing Office, Washington, D. c., pp. 451-452, citando el informe del almirante Fletcher al secretario de Marina Daniels, fechado el 11 de abril de 1914.

(2) Subraya el autor de este estudio para hacer hincapié en la conducta cortés de los soldados federales.

(3) Subrayamos lo anterior para llamar la atención sobre la actitud irreprochable del expresado general Morelos Zaragoza.

(4) Stanley Yohe, op. cit., pp. 79 ss.

(5) Aunque esta nota no aparece firmada en los archivos de la secretaría de Relaciones Exteriores, se supone que o fue dirigida por el entonces canciller señor licenciado José López Portillo y Rojas o por el subsecretario señor licenciado Roberto Esteva Ruiz.

(6) New York Times, New York, 10 de abril de 1914. (Cita de Stanley Yohe, op. cit. p. 79).

(7) Archivo de la secretaría de Relaciones.

(8) Archivo de la secretaría de Relaciones.

(9) Foreign Relations, 1914, o.p. cit., pp. 454-455, citando una nota de Relaciones Exteriores a O'Shaughnessy fechada el 12 de abril. (Cita de Stanley Yohe, o.p. cit., p. 80).

(10) Josephus Daniels, o.p. cit., pp. 188-191. (Cita de Stanley Yohe, o.p. cit., p. 79).

(11) Foreign Relations, 1914, op. cit., pp. 457-458, citando una nota de Relaciones Exteriores a O'Shaughnessy fechada el 12 de abril. (Cita de Stanley Yohe, op. cit., p. 81).

(12) Foreign Relations, 1914, op. cit., p. 465, citando el mensaje de Fletcher a Daniels fechado el 16 de abril de 1914. (Cita de Stanley Yohe, op. cit., p. 79).

(13) Foreign Relations, 1914, op. cit., p. 453, Non-delivery really due to ignorance of censor. (Cita tomada de Stanley Yohe, op. cit., p. 80).

(14) Con toda intención nos eXtendemos en las citas de Stanley Yohe porque se trata de un escritor norteamericano cuyos juicios no pueden ser parciales en contra de su propia patria, sino el reflejo de un espíritu que hace historia fundada en hechos ciertos y documentos auténticos de primera mano. Por estimarlo oportuno, debemos decir que hombres así, de la talla ética y cultural de Stanley Yohe, son los destinados a dar a conocer la verdad de las relaciones internacionales entre México y los Estados Unidos, creando con ello una mayor comprensión y mejor inteligencia entre nuestros pueblos y gobiernos, comprensión que tanto necesitamos para que llegue a existir una real armonía entre ambos pueblos y gobiernos.

(15) George Stephenson, John Lind of Minnesota. University of Minnesota, Press. Minn., 1935. p. 263. (Cita de Stanley Yohe, op. cit., p. 81).

(16) Howard Cline, The United States and Mexico, Harvard University Press, Cambridge, 1953. p. 157. (Cita de Stanley Yohe, op. cit., p. 81).

(17) Harley Notter, The origins of the Foreign Policy of Woodrow Wilson, Johns Hopkins Press, Balt., 1937. p. 289. (Cita de S. Yohe, op. cit.. p. 81).

(18) Guy Renfro Donnell, United Stiltes lntervention in Mexico, 1914. Manuscrito de tesis. University of Texas, Austin, 1951. pp. 168-170, citando War Division, Army Division, National Archives, Document 64740309. (Cita de Stanley Yohe, op. cit., p. 81).

(19) Nuestros buenos vecinos, por Mario Gil. Ediciones Paralelo 20. México, 1957. p.153
Índice de Historia diplomática de la Revolución Mexicana (1910 - 1914), de Isidro FabelaSegunda parte Caso Bauch Segunda parte Wilson no se decidía a provocar la guerraBiblioteca Virtual Antorcha