Índice de Historia diplomática de la Revolución Mexicana (1910 - 1914), de Isidro FabelaPrimera parte Cómo se supo en la legación de Cuba el asesinato de Madero y Pino Suárez Primera parte Sus compatriotas condenan a Lane Wilson. Tremenda requisitoria de Norman HapgoodBiblioteca Virtual Antorcha

HISTORIA DIPLOMÁTICA
DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
(1910 - 1914)

Isidro Fabela

PRIMERA PARTE

EL WORLD DE NUEVA YORK CONDENA A HENRY LANE WILSON



En comprobación de este nuestro aserto he aquí cómo juzgó a Henry Lane Wilson el World de Nueva York (marzo de 1913):

1. Hizo uso de toda la influencia del gobierno americano para hostilizar a Madero.
2. Alentó y dio ayuda indirecta a los traidores de manera tan abierta que por ese hecho sentó los más funestos precedentes de intromisión diplomática.
3. Se valió de los otros diplomáticos extranjeros en la capital como fácil instrumento de sus intrigas para obligar a Madero a que renunciara.
4. Los mensajes que envió a su gobierno prueban o que estaba perfectamente al tanto del complot anticipadamente, o que desplegó una maravillosa previsión e intuición al predecir la caída de Madero la víspera del día en que acaeció y cuando todo hacía presumir su victoria sobre los rebeldes de la Ciudadela.
5. Antes de que Huerta consumara su golpe de Estado, celebró varias conferencias y entrevistas con él.
6. Las noticias de que Huerta había depuesto a Madero fueron enviadas a la Ciudadela por él, e inmediatamente sugirió a Félix Díaz la conveniencia de entrar en arreglos con Huerta.
7. Estos arreglos se verificaron, bajo su dirección, en la Embajada americana, adonde Félix Díaz acudió protegido por una escolta de cuatro americanos y bajo la bandera de los Estados Unidos.
8. Sin estímulo y aprobación, Huerta jamás hubiera osado traicionar a Madero, y éste no hubiera caído sin la intromisión diplomática de afuera.
9. Apenas consumado el crimen, recomendó inmediatamente el pronto reconocimiento de Huerta, por un acto precipitado y poco diplomático.
10. Dio su aprobación inmediata y sin reservas al desvergonzado informe oficial que el gobierno rindió sobre la muerte de Madero.

EL DIPUTADO LUIS MANUEL ROJAS ACUSA AL EMBAJADOR NORTEAMERICANO

En México, un gran mexicano, el licenciado don Luis Manuel Rojas en plena tiranía huertiana publicó profusamente una acusación tremenda contra Henry Lane Wilson. El documento histórico lleva este título: Yo acuso al embajador de los Estados Unidos. Y estaba dirigido no sólo al pueblo de nuestro país, sino a la prensa de los Estados Unidos para que la nación americana se diera cuenta de la culpabilidad de su representante en nuestro país.

He aquí la acusación:

Yo acuso a míster Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos en México, ante el honorable criterio del gran pueblo americano, como responsable moral de la muerte de los señores Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, que fueron electos por el pueblo, Presidente y Vicepresidente de la República Mexicana, en 1911.

Yo acuso al embajador Wilson de haber echado en la balanza de los destinos de México todo el peso de su influencia como representante del gobierno de Washington, para inclinarla en el sentido de los gobiernos de la fuerza.

Yo acuso al embajador Wilson de haber esgrimido en contra de la legalidad, representada por el Presidente Madero y por el Vicepresidente Pino Suárez, la amenaza de una inminente intervención armada por el ejército de los Estados Unidos, durante los días del combate en las calles de la capital, y cuando, por el contrario, todos los liberales y demócratas mexicanos esperábamos contar con la simpatía y apoyo moral de los liberales y Repúblicas de aquel pueblo que es uno de los más libres y demócratas de la tierra.

Yo acuso al embajador Wilson de haber tenido conocimiento oportuno del golpe de Estado contra el orden constituido ... y de haber recibido en la Embajada a los enviados de los jefes de la revolución, que acaso deseaban contar con su apoyo, de consumar su ataque a la legalidad.

Yo acuso al embajador Wilson de haber mostrado parcialidad en favor de la reacción, desde la primera vez que don Félix Díaz se levantó en armas en Veracruz; pues entonces el señor Wilson concedió entrevistas a la prensa americana, alabando francamente al jefe rebelde; faltando así a la conducta nonnal de un embajador y dando pruebas de no ser digno de tan alta misión.

Yo acuso al embajador Wilson de que por un resentimiento personal hacia el Presidente Madero, de que dio pruebas claras en algunas ocasiones, no ha hecho uso de su gran poder moral ante los hombres del nuevo orden de cosas, en ayuda de los prisioneros. Es evidente que los hombres de la nueva situación no se habrían negado a una petición franca y verdadera del embajador Wilson, lo cual era el único medio de salvar las vidas de los señores Madero y Pino Suárez. y no hizo esto a pesar de las instrucciones cablegráficas de Washington; a pesar de las apasionadas y dolientes súplicas de las señoras de Madero y Pino Suárez; a pesar del magnífico deseo de varios otros representantes diplomáticos; a pesar de la formal petición que yo le hice en la Embajada, como gran maestre de la Logia del Valle de México, y a pesar de los clamores de clemencia del pueblo en general.

Yo acuso al embajador Wilson de haber presumido que los señores Madero y Pino Suárez podían ser sacrificados por el pretexto de una imperiosa necesidad política, dados los apasionamientos y contingencias del momento, sin embargo que los señores generales Huerta y Félix Díaz, en presencia del señor Wilson y de otros representantes diplomáticos, habían hecho la promesa de respetar las vidas de los prisioneros, siempre que consintieran en firmar su renuncia, permitiéndoles salir inmediatamente al extranjero.

Yo acuso al embajador Wilson de haberse lavado las manos como Pilatos, cuando ya firmadas y aceptadas por la Cámara las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez, no se les permitió a los prisioneros salir inmediatamente rumbo a Europa, haciendo esperar en vano a sus esposas y familiares, que los esperaban en la estación del ferrocarril de Veracruz, fiados en las seguridades que les había dado el mismo señor Wilson.

Yo acuso al embajador Wilson de que ni por un natural sentimiento de humanidad se le ocurrió, en el último extremo, amparar a los prisioneros bajo la bandera americana, a pretexto de que no quería cargar con la responsabilidad de lo que después hicieran los señores Madero y Pino Suárez.

Yo acuso al embajador Wilson de haber observado una doble conducta; pues una fue su actitud efectiva acerca de los nuevos poderes, y otra la que aparentó ante los señores Madero y Pino Suárez.

Yo acuso al embajador Wilson de no haber informado exactamente a su gobierno de lo que aconteció en México, y de haber justificado en todo y por todo la necesidad de un cambio de poderes.

Yo acuso al embajador Wilson de haberse inmiscuido personalmente en la política de México, habiendo contribuido de manera poderosa a la caída de los gobiernos del Presidente Díaz y del Presidente Madero. Al contestar una comunicación del general Huerta le aconsejó que se hiciera autorizar por el Congreso de la Unión para legalizar el nuevo orden de cosas.

Yo acuso al embajador Wilson de estar valiéndose de algunos miembros de la colonia americana de la capital de México, para que el gobierno de Washington lo conserve en su elevado puesto; por más que esto no sería grato para la mayoría de los mexicanos, después del papel asumido por el señor Wilson en la última tragedia política de nuestra patria.

Yo hago estos cargos concretos al embajador Wilson, bajo mi fe de hombre honrado y con peligro de mi vida, esperando justicia del pueblo americano.

EL ACUSADOR, ¿TRAIDOR A LA PATRIA?

La acusación pública que el diputado don Luis Manuel Rojas había hecho en contra del embajador norteamericano Lane Wilson causó profunda sensación en los Estados Unidos, lo mismo que en México.

Los periódicos de esta capital durante varios días se ocuparon del palpitante asunto, sosteniendo algunos el criterio -para dar gusto al tirano- de que el Procurador General de la República debería intervenir en el caso, pues los hechos imputados al embajador estadounidense podían implicar una traición a la patria por parte del acusador.

El Procurador General, que lo era entonces el licenciado Cayetano Castellanos, declaró:

Efectivamente se ha pensado que, en vista de las declaraciones que ha hecho este señor (el licenciado Rojas) a la prensa americana y a la del país, así como la acusación que envió a los Estados Unidos en contra del señor embajador, pudieran implicar el delito de traición a la patria, puesto que tienden a buscar un conflicto internacional, él -el señor Procurador- estaba estUdiando el asunto ...

No, el señor licenciado Rojas lejos de cometer una traición ejecutó un acto de audaz valor porque se expuso a terribles represalias.

Por supuesto que, como era natUral, Huerta y Félix Díaz defendieron al embajador Wilson, absolviéndolo de toda culpa. Díaz declaró que la conducta del acusado siempre había sido correcta y en cuanto a Huerta, su opinión fue la que sigue:

Señor Presidente -se atrevió a decir un periodista-, se dice que el señor embajador Wilson es responsable moralmente de la muerte de los señores Madero y Pino Suárez.

El general Huerta contestó:

- Ese dicho es una calumnia, la culpa de la desgraciada muerte de los citados señores la tienen solamente sus imprudentes partidarios, como lo demostrará el gobierno dentro de muy pocos días, con la publicación de las escrupulosas diligencias judiciales que se están llevando a cabo. (Escrupulosas diligencias que, como era de esperarse, nunca se publicaron porque no se hicieron.)

Para concluir, señor repórter, me permito manifestarle a usted como caballero y como Presidente de la República, que la gestión diplomática del honorable míster Wilson ha tenido por finalidad en las actuales circunstancias solamente el restablecimiento de la paz y la armonía entre nosotros, por cuyo motivo hago público mi agradecimiento hacia ese alto funcionario.

Aquel reconocimiento de Huerta para su cómplice en el complot parecía lógico, pues sin su venia y ayuda inmoral y manifiesta, el soldado infidente no se habría atrevido a perpetrar los delitos políticos y del orden común que cometió. Tales declaraciones, dadas a la publicidad en toda la República, precisamente después del holocausto de los mártires Madero y Pino Suárez, exacerbaron la vindicta popular, sirviendo de abono al deseo de punición y venganza que crecía como ola arrolladora en toda la nación contra los delincuentes.

REVELACIONES DE LA SEÑORA MADERO

Pero volvamos a las culpas del embajador Lane Wilson.

Un documento fehaciente que para la historia es de fundamental importancia, porque aclara la indudable responsabilidad que tuviera el embajador Henry Lane Wilson en las renuncias y muerte de los señores Presidente Madero y Vicepresidente Pino Suárez, es el que ahora reproducimos y que se refiere a la entrevista que el periodista norteamericano Robert Hammond Murray celebró con la señora doña Sara Pérez viuda de Madero, el día 15 de agosto de 1916.

Tal entrevista escrita y debidamente firmada se depositó en la Embajada de los Estados Unidos de donde fue copiada más tarde con fecha 21 de abril de 1927, habiendo sido autenticada por el honorable Arturo L. Meyer, vicecónsul de los Estados Unidos de Norteamérica, actuando en su carácter oficial. En tal documento se insertó la siguiente constancia:

Soy la viuda de Francisco I. Madero, antiguo Presidente de los Estados Unidos de México. Mi domicilio es Zacatecas N° 88. Ciudad de México, México. El día quince de agosto del año de 1916 escribí y entregué a Robert Hammond Murray, en la ciudad de México, un documento que contiene la verdadera relación de lo que pasó entre el señor Henry Lane Wilson, en esa época embajador de los Estados Unidos de América en México, y yo, en una entrevista que tuvimos ambos y que tuvo lugar en la tarde del veinte de febrero de 1913, en el local ocupado en aquella época por la Embajada americana en la ciudad de México.

Hoy he examinado e identificado ese documento y la reproducción fotográfica de él, documento escrito en cinco hojas de papel, con las dimensiones legales, escritas en máquina hasta el final de cada hoja, a las que hoy he puesto mi firma que va al calce de la última hoja, o sea la quinta hoja de esa declaración, habiendo puesto esta última firma originalmente en el documento a que se refiere esta declaración el día quince de agosto de 1916, cuando el mencionado documento fue firmado y entregado al expresado señor Murray. También juro ser verdad todo lo aseverado en el mencionado documento en cada una y en todas sus partes ...

Al calce esta certificación: Arturo L. Meyer, vicecónsul de los Estados Unidos de América.

Servicio Consular Americano.

Abril 29 de 1927.

He aquí los términos de tal entrevista con las preguntas del periodista Robert Hammond Murray y las respuestas de doña Sara Pérez viuda de Madero.

PREGUNTA. Antes de que entremos en los detalles personalmente acaecidos entre usted y el antiguo embajador de los Estados Unidos en México señor Henry Lane Wilson en los días transcurridos desde el arresto de su esposo, el 18 de febrero de 1913, hasta su asesinato el 22 del mismo mes y año, cuando usted y otros miembros de la familia del Presidente trataron en vano que el embajador americano utilizara el poder del gobierno de los Estados Unidos y su indiscutible influencia en el ánimo de Victoriano Huerta para que salvara la vida del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez, ¿es verdad que la actitud del embajador americano hacia el Presidente Madero y su gabinete fue siempre poco amistosa?

RESPUESTA. El Presidente Madero y virtualmente todos los miembros de aquel gobierno creían firmemente, y al parecer con razón, que la actitud del embajador americano no sólo para el gobierno de mi esposo, sino también para la República Mexicana, era no sólo poco amistosa sino descaradamente enemiga.

PREGUNTA. ¿Se hicieron indicaciones al Presidente Madero para que pidiera el retiro del embajador al gobierno americano?

RESPUESTA. Muchas veces sus amigos pidieron al Presidente Madero y le urgieron para que solicitara del gobierno de Washington que fuera retirado aquel embajador.

PREGUNTA. ¿Por qué rehusó hacerlo?

RESPUESTA. Siempre decía: Va a estar aquí poco tiempo y es mejor no hacer nada que contraríe a él o a su gobierno.

PREGUNTA. Durante el tiempo que duró la rebelión contra el gobierno del Presidente Madero, esto es, del 9 a 18 de febrero en que Huerta se apoderó del poder y puso presos al Presidente y a sus ministros, ¿la conducta del embajador fue amistosa, y se vio que ayudara al gobierno Federal?

RESPUESTA. Al contestar esta pregunta permítame usted que yo haga una: ¿durante ese intervalo hizo el embajador algo, o dijo una palabra amistosa en favor del gobierno legítimo que estaba asediado por rebeldes y traidores? ¿Hay persona honrada, sin prejuicios, que crea que si el embajador simplemente hubiera puesto mala cara a Huerta y a su traición, habría caído el gobierno de Madero? ¿Hay persona honrada y sin prejuicios que crea que si el embajador hubiera hecho en firme y con energía una representación ante Huerta las vidas del Presidente y del Vicepresidente habrían sido sacrificadas?

PREGUNTA. ¿Estuvo usted con el Presidente durante la rebelión?

RESPUESTA. No volví a ver a mi esposo desde que dejó el castillo de Chapultepec para ir al Palacio Nacional en la mañana del 9 de febrero. Él permaneció en el Palacio Nacional y yo en el castillo de Chapultepec.

PREGUNTA. ¿Cuándo supo usted la prisión del Presidente y que Huerta se había apoderado del gobierno?

RESPUESTA. Temprano en la tarde. Traté de hablar con mi esposo por el teléfono privado y no pude obtener contestación; entonces hablé al ministerio de Comunicaciones de donde me dijeron que todo marchaba perfectamente y que los combates de ese día habían sido favorables al gobierno y que el ejército y el pueblo en su totalidad permanecían fieles al Presidente Madero. Cuando estaba aún en el teléfono llegaron tres ayudantes del Presidente, los capitanes Garmendia, Montes y Casarín, que habían podido escapar de Palacio. Me refirieron lo que había pasado en el Palacio; que Huerta se había apoderado del poder, que se había atentado contra el Presidente en su misma oficina; que varios hombres habían muerto, y que el Presidente había escapado de las balas y había bajado al patio de Palacio para arengar a los soldados cuando Blanquet lo había hecho prisionero.

PREGUNTA. El embajador en sus mensajes dice que el Presidente había asesinado a algunos hombres durante la pelea en sus oficinas, ¿esto es verdad?

RESPUESTA. No es verdad. Jamás andaba armado.

PREGUNTA. ¿Cuándo se fue usted del castillo?

RESPUESTA. Inmediatamente que los ayudantes del Presidente me refirieron lo que había pasado; busqué refugio en la Legación japonesa.

PREGUNTA. ¿Cuáles fueron las condiciones que pusieron para su renuncia el Presidente y el Vicepresidente?

RESPUESTA. Por convenio con Huerta y bajo la oferta que él hizo de que podrían abandonar el país sin que nada se les hiciera y marchar a Europa, fue como se obtuvo la renuncia.

PREGUNTA. ¿Pretendió usted ver al Presidente?

RESPUESTA. Sí, varias veces, pero infructuosamente.

PREGUNTA. ¿Cuándo tuvo usted su entrevista con el embajador?

RESPUESTA. La misma tarde del 20 de febrero de 1913. Mercedes, mi cuñada, me acompañó. El embajador no estaba en la Embajada cuando llegamos; la señora Wilson nos recibió y ordenó que se le llamase por teléfono a Palacio diciéndole que estábamos allí.

PREGUNTA. ¿Cuál fue la actitud y continente del embajador?

RESPUESTA. Mostraba que estaba bajo la influencia del licor. Varias veces la señora Wilson tuvo que tirarle del saco para hacerlo que cambiara de lenguaje al dirigirse a nosotros. Fue una dolorosa entrevista. Dije al embajador que íbamos a buscar protección para las vidas del Presidente y Vicepresidente. Muy bien, señora -me dijo-. ¿Y qué es lo que usted quiere que yo haga?

- Quiero que usted emplee su influencia para salvar la vida de mi esposo y demás prisioneros.

- Ésa es una responsabilidad -contestó el embajador- que no puedo echarme encima ni en mi nombre ni en el de mi gobierno.

¿Responsabilidad por salvar la vida de un hombre? La responsabilidad la tuvo por no salvarlo.

- Sería usted tan bondadoso -le respondí entonces- de enviar este telegrama al Presidente Taft escrito y firmado por la madre del Presidente.

Únicamente por conducto de la Embajada podíamos esperar que ese mensaje llegara a poder del Presidente Taft. Suponíamos que el cable estaba en manos del gobierno y que era inútil esperar se dejara pasar un telegrama de esa naturaleza. Aquí tiene usted una copia de ese telegrama.

México, D. F. 20 de febrero de 1913.
Al Presidente de los Estados Unidos.
Señor William H. Taft.

Ruego a usted interceda a efecto de que el convenio hecho por mi hijo y sus amigos con el general Huerta de permitirle irse a Europa sea cumplido. Sus vidas están en peligro y sobre todo tienen derecho a su libertad porque son hombres honrados, y ésa fue la condición expresa que pusieron para renunciar, como es bien sabido por los diplomáticos que intervinieron en el convenio. Acudo a usted con el carácter de madre afligida, que apela a la única persona cuya influencia puede salvar la vida de su hijo y asegurar su libertad.

Mercedes G. de Madero.

PREGUNTA. ¿Cuál fue la respuesta del embajador una vez que leyó el mensaje que usted le entregaba?

RESPUESTA. Es innecesario enviar esto, dijo, pero insistí. Entonces el embajador dijo: Está bien. Lo enviaré. Y se echó el mensaje en la bolsa.

PREGUNTA. ¿Envió el mensaje el embajador?

RESPUESTA. Puede usted ver la contestación que recibí del Departamento de Estado.

Abril 10 1913.
Señora de Madero.
Ciudad.
Nueva York.

Señora:

Su carta de 2 de marzo dirigida al H. William Taft, en esa época Presidente de los Estados Unidos, en la que pide usted se le informe si el mensaje que envía usted en copia con su carta llegó a manos del Presidente Taft, fue enviada a este Departamento. Las constancias existentes en este Departamento demuestran que dicho mensaje fue tomado en consideración por el Presidente Taft y que inmediatamente se dieron instrucciones en la materia a la embajada, y los pasos que se dieron en favor del ex-Presidente Madero y el ex-Vicepresidente Pino Suárez fueron con conocimiento y bajo la dirección del Presidente. El embajador aseguró al dar cuenta de los pasos que se dieron en favor del ex-Presidente y el ex-Vicepresidente que no pudieron ser más enérgicos de lo que fueron.

Soy de usted, señora, su atento servidor.

John B. Moore, secretario de Estado en funciones.

PREGUNTA. ¿Hizo usted algún otro esfuerzo para asegurarse que el mensaje en cuestión lo había recibido el Presidente Taft?

RESPUESTA. Cuando estuve en La Habana en camino para Nueva York, envié al Presidente Taft la siguiente carta:

Habana, 2 de marzo de 1913.
A Su Excelencia el Presidente de los Estados Unidos, Honorable William H. Taft.
Washington, D. C.

Señor:

Dirijo a Su Excelencia esta carta para incluirle copia de un mensaje que mi madre política la señora Mercedes G. de Madero dirigió a Su Excelencia el 20 de febrero último por conducto del embajador de los Estados Unidos, Honorable Henry Lane Wilson, telegrama que personalmente entregué a dicho señor para que tuviera la bondad de trasmitirlo en clave. Como Su Excelencia puede ver en el texto de dicho mensaje, implorábamos su influencia para salvar la vida de mi esposo, el señor don Francisco I. Madero, tan querido para nosotros. Dados los hechos que ocurrieron y como no recibimos respuesta de Su Excelencia, deseamos saber si ese telegrama llegó o no a sus manos.

PREGUNTA. ¿Qué pasó después de que usted entregó al embajador el telegrama dirigido al Presidente Taft?

RESPUESTA. El embajador me dijo: Seré franco con usted, señora. La caída de su esposo se debe a que nunca quiso consultarme. Nada pude responder a eso, porque había ido a pedir un favor y a solicitar intercediera por la vida de mi esposo y no a discutir cuestiones de política, ni la conducta de nadie con el embajador.

PREGUNTA. ¿Qué más dijo el embajador?

RESPUESTA. El embajador continuó diciendo: Usted sabe, señora, que su esposo tenía ideas muy peculiares.

Yo le contesté:

Señor embajador, mi esposo no tiene ideas peculiares, sino altos ideales.

A esto el embajador nada replicó y en seguida le dije que también solicitaba la misma protección y seguridad que pedía para el Presidente Madero, para el Vicepresidente Pino Suárez.

El embajador se exaltó repentinamente y me dijo:

Pino Suárez es un mal hombre y no puedo dar ninguna seguridad respecto a él. Es el culpable de la mayor parte de las dificultades que ha tenido su esposo de usted. Esa clase de hombres debe desaparecer, es uno de los jefes de la porra.

El embajador usaba el nombre con que vulgarmente se designaba al Partido Progresista que el Presidente Madero fundó durante su campaña política.

PREGUNTA. ¿Qué quería decir el embajador al decir que el Vicepresidente Pino Suárez debía desaparecer?

RESPUESTA. Yo entendí que decía que debía ser sacrificada la vida del Vicepresidente y por eso le hice saber que el señor Pino Suárez tenía una mujer y seis hijos que quedarían en la miseria si llegaba a perder la vida.

PREGUNTA. ¿Y qué dijo a eso?

RESPUESTA. Se encogió de hombros. Me dijo que el general Huerta le había consultado qué debía hacerse con los prisioneros.

¿Y qué le contestó usted, le pregunté.

Le dije que hiciera lo que fuera mejor para los intereses del país, me dijo el embajador.

Mi cuñada no pudo menos que interrumpirlo diciendo:

¿Cómo le dijo usted eso? Usted sabe bien qué clase de hombre es Huerta y su gente, y van a matarlos a todos.

PREGUNTA. ¿Qué contestó el embajador a eso?

RESPUESTA. No contestó nada, pero dirigiéndose a mí me dijo:

Usted sabe que su marido es impopular; que el pueblo no estaba conforme con su gobierno como Presidente.

Bueno, le contesté, si eso es cierto ¿por qué no lo ponen en libertad y lo dejan irse a Europa, donde no podría hacer daño alguno?

El embajador me contestó:

No se preocupe usted ni se apure, no harán daño a la persona de su esposo.

Sé sobre el particular todo lo que va a suceder. Por eso sugerí que renunciara su esposo.

PREGUNTA. El embajador en una entrevista publicada en el New York Herald de 21 de marzo de 1916 dijo que usted le había pedido suplicara a Huerta pusiera a su esposo en la Penitenciaría para mayor seguridad.

¿Le hizo usted esa petición al embajador?

RESPUESTA. No; hablamos únicamente de su seguridad personal y de la urgencia de exigir a Huerta que permitiera al Presidente y a los otros prisioneros salir del país. Le hablé de la falta de comodidades que había donde estaba.

Según parece -contestó el embajador- la lleva muy bien donde está. Durmió cinco horas de un tirón.

PREGUNTA. ¿Cuál fue el final de esa conversación?

RESPUESTA. Cuando terminó la entrevista y dejamos la Embajada no habíamos ganado más que la promesa del embajador de que al Presidente no se le haría daño alguno en su persona, y la oferta de que enviaría al Presidente Taft el mensaje en que se le pedía salvara las vidas de los presos.

PREGUNTA. ¿La oferta del embajador se cumplió?

RESPUESTA. Dos días después los presos fueron asesinados.

PREGUNTA. ¿La conversación entre usted y el embajador fue en inglés o en español?

RESPUESTA. Fue en inglés.

PREGUNTA. ¿Sabe usted si la señora de Pino Suárez tuvo alguna conversación con el embajador en la que éste empleara la expresión: Debe de desaparecer en forma similar a la que usó en la conversación con usted?

RESPUESTA. La señora de Pino Suárez y otros miembros de la familia me han dicho, y tengo motivos para creer en su dicho, que el embajador les dijo: Madero debe desaparecer, naturalmente ellos interpretaron que esa frase indicaba la opinión del embajador que la vida del Presidente debía ser sacrificada.

PRENGUNTA. ¿Cree usted que el embajador pudo salvar las vidas del Presidente y Vicepresidente?

RESPUESTA. Tengo la firme convicción de que si el embajador hubiera hecho enérgicas representaciones, como era razonable esperar las hiciera, en interés de la humanidad, no sólo se habrían salvado las vidas del Presidente y Vicepresidente, sino que habría evitado la responsabilidad que recae con esos hechos en los Estados Unidos por los actos de su representante diplomático en México.

México, D. F., agosto de 1916.
Sara Pérez de Madero.

Al calce de la firma anterior se inserta el certificado siguiente:

República de México, D. F.
Ciudad de México.
Consulado General de los Estados Unidos de América.
S. S.

Yo, Arturo L. Meyer, vicecónsul de los Estados Unidos de América de la ciudad de México, debidamente comisionado y autorizado, certifico que la copia anexa de una declaración hecha por la señora Sara Pérez de Madero y ratificada bajo juramento ante mí el 29 de abril de 1927, referente a una entrevista habida entre dicha señora Madero y el señor Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos, en 20 de febrero de 1913, ha sido cuidadosamente cotejada por mí con el original, hoy día exhibido ante mí, la que encuentro exactamente igual palabra por palabra y número por número. Y en fe de lo cual firmo el presente certificado y lo autorizo con mi sello hoy, 9 de junio de 1927.

Artbur L. Meyer, vicecónsul de los Estados Unidos de América.
Servicio N° 3436.
Honorarios $2.00 equivalente a $5.00 moneda nacional.
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