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La conjuración de Martín Cortés

Juan Suárez de Peralta

SEGUNDO APÉNDICE

Segunda confesión del Marqués del Valle


En la ciudad de México, siete días del mes de marzo de mil y quinientos y sesenta y siete años, el muy magnífico señor licenciado Alonso de Oseguera, oidor de la Audiencia real de la Nueva España, por virtud de lo que fue cometido por la dicha real Audiencia para que tomase la confesión a don Martín Cortés, marqués del Valle, recibió del dicho marqués juramento en forma de derecho, y él lo hizo por Dios y por Santa María y por una señal de cruz que hizo con sus manos, en cargo del cual prometió decir verdad, y le fueron hechas las preguntas siguientes:

Fuéles preguntado si después que vino a esta ciudad de México, de los reinos de Castilla, todas las veces que salía de su casa llegaba un paje a caballo con una lanza alta enarbolada y metido el cuento della en una funda de cuero que iba colgando del arzón delantero, y en lo alto una bolsa de terciopelo que se hacía ir cogida y cerrada, y de ella pendía unas borlas por la dicha lanza, que propiamente se hacía un guión real; y el dicho paje llevaba una celada de acero en la cabeza, y desta manera este confesante andaba por esta ciudad e iba a las casas reales, y entraba en ellas y caminaba; y ansí salió a recibir al licenciado Valderrama, visitador que fue desta Nueva España, al tiempo que en esta ciudad entró; y porque el virrey don Luis de Velasco envió a decirle que hiciese quitar el dicho guión, pues él llevaba el de Su Majestad, este confesante se alteró y se puso en términos de desacatarse con el dicho visorrey si el dicho visitador no lo apaciguara, -dijo queste confesante ha traído después que vino a esta Nueva España un paje de lanza, con una celada en la cabeza y una funda en el hierro de la lanza, del tamaño y grandor del mismo hierro, como una bolsa y unas borlas de seda pequeñas como cerradero para cerrar la dicha funda de la lanza qUe el dicho paje traía y que la dicha lanza trujo este confesante de la mesma manera que en los reinos de Castilla la solía traer, en las ciudades de Soria y Logroño, todo el tiempo que en ellas residió, cuando iba fuera de camino; y que si iba enarbolada y no muerta, este confesante miró en ello más de quel paje la traería como más fuese su descanso; y que si parecía guión o no, se remite a lo que tiene dicho, por donde se entenderá cuán diferente es una bolsa que una bandera o guión; y que no entiende que a ningún hombre, por ignorante que fuese, tal pudiese pensar, si no a lo que la pasión cegaha con la enemistad que tenían a este confesante; y que no se acuerda haber traído dicho paje y lanza si no fuese yendo y viniendo de camino; y que es verdad que este confesante salió a recibir al licenciado Valderrama, visitador general que fue desta Nueva España, y le alcanzó en Ixtapalapa, legua y media desta dudad, y pensaha llegar hasta Cuitlavaca (Tláhuac) questá cuatro leguas, y ansí este confesante y todos los que con él fueron salieron de camino, y como quien iba de camino llevó el dicho paje con la dicha lanza, como declarado tiene; y ansí mesmo la llevó otras muchas veces en presencia del virrey don Luis de Velasco, yendo con él de camino, antes de la venida del dicho visitador; el cual dicho visorreY, despues queste confesante vino a esta tierra, aliende del guión que llevaba como ministro de Su Majestad, llevaba tambien otro paje de la manera queste confesante le llevaba, con la dicha lanza y funda y horla, y no solamente le llevaba él; pero hizo que don Luis de Velasco, su hijo segundo, la llevase, por parecerle que era bien que compitiese con este confesante, y persuadió el mesmo visorrey y don Luis su hijo a que otros vecinos del lugar lo trajesen de la mesma manera queste confesante lo traía, y que como hasta el dicho día quel dicho visitador entró nunca el dicho visorrey dijo palabra a este confesante sobre la dicha lanza, antes la traían él Y su hijo como dicho tiene, le pareció que el enviarle a mandar el dicho día señaladamente el dicho visor rey que la quitase, era de pasión y por enojo que tuvo de queste confesante se hubiese adelantado a recibir al dicho visitador, lo cual este confesante entendió que podía muy bien hacer por la obligación que tenía a ser el dicho visitador, aliende de la comisión y oficio quc traía del Consejo real de las Indias, y no haberle el dicho visorrey enviado a decir a este confesante otra cosa; y que es verdad que sintió mucho el recado que dicho visorrey envió con Antonio de Turcios, secretario desta real Audiencia, y a voces dijo este confesante al dicho visitador que holgaba mucho de quel primero día que entrase en esta ciudad se le diese a entender tan claramente la pasión quel dicho visorrey tenía con este confesante y sus cosas, y que otra alteración nunca la tuvo, que se apareciese inobediencia, ni dejar de cumplir lo quel dicho visorrey le quisiese mandar, ni nunca la ha tenido en esta Nueva España a ningún ministro suyo, antes les ha obedecido cuanto a toda la tierra es notorio, aunque algunos dellos han sido sus enemigos públicos como dello tiene dada noticia a Su Majestad; y quel dicho visitador aquel mesmo día que entró, entendida la dicha pasión y que lo que le enviaba a mandar era por hacerle tiro, envió a decir al dicho visorrey y a don Luis de Velasco, su hijo, que no eran aquellos días para tratarse de semejantes cosas no habiéndose tratado hasta entonces.

Preguntado si este confesante dijo y publicó que todos los vecinos desta ciudad, de cualquier calidad que fuesen, le había de volver a acompañar topándole por las calles e irse con él, y a los que no lo hiciesen les había de hacer dar de palos y afrentarlos o matarlos, y para este efecto este confesante hizo tomar a seis pajes espadas y trajo tras sí criados suyos con palos debajo de las capas para lo hacer poner en ejecución si no lo hiciesen, que diga y declare lo que sobre ello pasó y cuándo, -dijo que nunca este confesante le pasó por imaginación ni por pensamiento pretender que nadie de los vecinos y moradores desta ciudad le acompañasen, y esto es muy público y notorio, pues muchas veces le han visto por ella con sus criados solo y un caballerizo detrás de él, y no otra persona; pero que es verdad que después que sucedió en esta ciudad una pendencia entre Bernaldino de Bocanegra y Juan Suárez y otros deudos y hermanos de los unos y de los otros, este confesante fue avisado de quel dicho Juan Suárez y Agustín de Villanueva y Alonso de Cervantes, Baltasar de Aguilar, don Luis de Velasco, Juan de Sámano y otros deudos y amigos suyos estaban sentidos de queste confesante había favorecido las cosas de los Bocanegras y no las suyas, que le querían mal, y le pretendían hacer tiro y alguna desvergüenza en topándolo solo como lo acostumbraba andar como dicho tiene, y que desde entonces por espacio de quince o veinte días hizo que anduviesen con él sus hermanos y algunos criados y amigos suyos; y que es verdad que tuvo intento de que si los suso dichos o alguno dellos se desvergonzaban contra la autoridad deste confesante o de su persona, de hacerlos castigar y que les diesen de palos u otro género de afrenta; pero que desde entonces los suso dichos se apartaron y desviaron de topar con este confesante y así no hubo ocasión para lo que dicho tiene; y que en este mesmo tiempo de los quince o veinte días queste confesante anduvo con esta intención, el licenciado Valderrama, visitador que fue desta Nueva España, le habló un día y le dijo que creyese que los que tiene dicho tendrían atrevimiento para ofender en ninguna cosa la persona deste confesante, y que le parecía que debía de dejar el acompañamiento que traía en los dichos días, y andar como antes andaba, que le aseguraba que nunca corriese riesgo su persona por ello; y así este confesante, desde que esto pasó hasta ahora, nunca trajo acompañamiento ninguno consigo, antes muchas veces estorbó de que no volviesen con él ni le acompañasen algunos caballeros desta ciudad y amigos suyos, y holgaba más de irse solo; y esto pasó, y no otra cosa.

Preguntado si este confesante hizo hacer un sello de plata de él, del tamaño de (el de) Su Majestad, y en él sus armas, y esculpido un coronel en que se intitulaba de duque en un letrero que al rededor del escudo hizo poner, para sellar y despachar con él sus negocios,-dijo que se remite al sello que fue tomado por los oficiales de Su Majestad a un platero que le hacía, con el cual este confesante nunca selló, y a los autos que sobre esto pasaron, que se llevaron al Consejo real de las Indias de Su Majestad.

Preguntado si este confesante hizo y juntó gente de infantería en esta ciudad de México y con banderas tendidas, y la gente puesta en orden de guerra salió desta ciudad a recibir a la marquesa su mujer, que pasaba de un pueblo a otro, a una legua desta dicha ciudad, -dijo que cuando la dicha marquesa vino de la villa de Toluca para la de Coyoacán, pueblos deste confesante, pasando por una legua desta ciudad y por término de otro lugar suyo que se llama Tacubaya, en el campo le quiso hacer una fiesta y rogó a algunos vecinos desta ciudad que saliesen a una escaramuza en el dicho campo, delante de la dicha marquesa; y que para que la dicha escaramuza pareciese mejor, encomendó a un hombre que se dice León, que le hiciese hasta sesenta o setenta soldados arcabuceros para que escaramuceasen con los de a caballo, y ansí se hizo la dicha fiesta a las dos de la tarde y delante de todo el pueblo, y este confesante se remite a todo lo quel pueblo dijere; y esto es lo que pasa, y no otra cosa.

Fuéle preguntado si este confesante y la marquesa su mujer, en esta ciudad, cuando iban a misa, ansí a la iglesia mayor como a los monasterios, se hacían llevar sitial y almohadas de terciopelo, según lo acostumbran llevar las personas reales y sus visorreyes, -dijo queste confesante ha usado en esta tierra, después que vino a ella, lo que usó en los reinos de Castilla, en todas las ciudades, villas y lugares donde ha residido fuera de la corte, llevando a las iglesias un sitial de terciopelo con dos almohadas y una silla en que sentarse, y que la marquesa, su mujer, llevaba otro sitial de la mesma manera; pero que nunca este confesante llevó el dicho sitial en presencia del visorrey ni aun después de él muerto, en presencia del visitador ni de los oidores desta real Audiencia, ni ningún género de asentamiento, sino que se iba a sentar al que el dicho visorrey y Audiencia le señalaban; y que después de ido el dicho visitador, quedando los dichos oidores solos, siempre en presencia dellos se sentó en una de las sillas de los dichos oidores, poniendo delante de sí al más antiguo que se hallaba presente como es público y notorio ansí a los dichos oidores y a toda la tierra; y que dosel nunca le llevó este confesante ni la dicha marquesa, su mujer; y esto es lo que pasa, y no otra cosa.

Preguntado si una noche salió con gente armada en las casas de Julián de Salazar, siendo alcalde ordinario desta ciudad, por haber sabido que había quitado a ciertos criados suyos las armas, y habiéndole topado le hizo quitar las dichas armas que ansí había armado a sus criados, y le trató mal de palabra, diga lo que sobre esto pasó,-dijo que estando una noche cenando se le vino a quejar un mozo de cámara suyo, diciendo que estando a la puerta de su mesma casa sentado en un tablero que allí estaba, le había quitado el dicho Julián de Salazar una espada que tenía, y que aunque le había dicho que la dicha espada era deste confesante y él criado suyo, no se la había querido volver, y queste confesante, delante de todos los que allí estaban a su mesa, le dijo al dicho su criado que había hecho muy bien el dicho alcalde, porque aunque él haiga de decir que era criado deste confesante, había ciertos vagabundos y bellacos por la ciudad, y que conociéndole se la volvería; y llamó este confesante dos criados suyos, el uno hombre y el otro paje, con librea, para que fuesen mejor conocidos, y envió a decir con ellos al dicho Julián de Salazar que aquel era criado suyo y estaba a la puerta de la casa deste confesante, que le hiciese el placer de le volver el espada, pues no se la había tomado en parte sospechosa; a los cuales ansimesmo el dicho Julián de Salazar, sin darles respuesta, les quitó las armas que llevaban y se vinieron sin otra respuesta; y diciéndole a este confesante que pasaba el dicho alcalde por la plaza que está delante de su casa, con la mesma ropa que tenía puesta se levantó de la mesa y fue a la plaza; y a la boca de la calle que sale de la dicha plaza topó al dicho alcalde, al cual dijo que no había tenido razón de desarmar los criados queste confesante le enviaba con recado suyo, y que le rogaba les volviese las armas, porque semejantes términos y comedimientos se solía tener en caso con los hombres de la calidad deste confesante, y quel dicho alcalde dijo que los había conocido y había pensado que era recado falso, y les mandó luego volver las armas, y el mesmo alcalde vino con este confesante hasta dejarlo en su mesma casa y cámara, desnudándose para acostar, y que esto es lo que pasa.

Preguntado si para bautizar un hijo suyo este confesante hizo hacer desde la puerta de su casa hasta la iglesia mayor un tablado más alto que un hombre, de manera que para subir en él era por escalones, y por otros se descendían en la iglesia, y por el dicho tablado llevaron a un hijo deste confesante a bautizar, el cual estaba todo cercado de banderas y estandartes de sus armas y de sus pueblos, desde su casa hasta la iglesia mayor,-dijo que por junio del año pasado, la marquesa, su mujer deste confesante, parió un hijo y una hija de un vientre, los cuales se bautizaron el día de S. Pedro o un día o dos después en la iglesia mayor por ser enfrente de la casa deste confesante; y por ser el tiempo de las aguas y cuando más llueve en esta tierra, porque las damas y señores que habían de ir en acompañamiento del dicho bautismo no se enlodasen, hizo hacer un tablado de ancho de diez o doce pies, el cual llegaba desde la dicha su casa a la dicha iglesia mayor, y que algunos indios que vinieron de su marquesado a darle la horabuena de los hijos hicieron unos tabladillos aparte del dicho tablado para poder ver el acompañamiento y bautismo; y que vio este confesante que en cada tablado donde estaba cada pueblo, por sí que eran seis o siete, tenían puesta en cada uno una bandera de tafetán; y que no vio en ninguna dellas armas deste confesante ni aun del pueblo de donde era, excepto de la villa de Coyoacán, que tenía una bandera vieja con las armas del pueblo y no las deste confesante; y esto es lo que sabe cerca desto.

Preguntado si cuando la marquesa, su mujer, entró en esta ciudad, este confesante dio orden y procuró questa real Audiencia, y el Arzobispo e iglesia mayor, y esta ciudad la saliesen a recibir como en efecto salieron media legua desta ciudad, y la acompañaron, y entraron con ella, -dijo que es verdad queste confesante lo suplicó a la dicha real Audiencia y Arzobispo; y a algunos caballeros lo rogó, y que ansí salieron como la pregunta dice, y esto es lo que sabe.

Fuéle preguntado declare si al tiempo questa real Audiencia envió a llamar a este confesante para le prender, aquel propio día estaba con él, y a la hora que le enviaron a llamar, el licenciado Espinosa de Ayala, clérigo, testigo de la sumaria información, y a la dicha hora estaba este confesante tratando con el dicho licenciado Espinosa de cosas del alzamiento, y dando orden de cómo se habían de hacer los estandartes y banderas para el dicho alzamiento, -dijo que un martes, cuando este confesante fue detenido en las casas reales por mandado de la dicha real Audiencia, que cree que fue a diez y seis de julio del año pasado de sesenta y seis, levantándose este confesante de dormir la siesta en un aposento que cae sobre la plaza que está delante de sus casas, llegó el dicho licenciado Espinosa, estando presentes dos o tres criados deste confesante, y le dijo cómo había venido correo y un navío de España a la Veracruz, y que traía muchas nuevas; que en todo caso enviase a la real Audiencia, que estaban juntos, a saber las nuevas que había; y envió este confesante a un criado suyo que se llama Pedro Briseño a suplicar a los dicbos señores oidores si era verdad la venida del dicho navio y correo, y qué nuevas había; y después de ser ido el dicho Briseño, le dijo a este confesante el dicho licenciado Espinosa: -Mejor es que vaya V. S. a saberlas de raíz. y decimoslas ha; y queste confesante mandó ensillar un caballo y se fue a las casas reales donde fue detenido el mesmo día; y queste confesante nunca trató con el dicho licenciado de alzamiento, porque nunca lo hubo ni este confesante entendió que había imaginación de él; y al dicho licenciado Espinosa este confesante tenia y tuvo siempre en muy ruin opinión, especialmente después que una noche le habló en casa de Alonso de Ávila como dicho y declarado tiene en la confesión que le está tomada sobre lo que está acusado; y ansí no tenía él que tratar con él de semejantes negocios ni de otros, sino quel dicho licenciado vino atenido lo queste confesante entiende, a fin de parecerle que con la nueva que había de navío venido de España, sería parte para que fuese a las casas reales para que con más brevedad se pusiese en ejecución la traza que él y los demás enemigos deste confesante y otras personas, con tan gran maldad tenían trazada de su prisión; y que todo lo demás niega, porque en su vida hizo hacer estandartes; y se remite a lo que sobre esto tiene dicho, alegado y probado.

Preguntado si este confesante publicó por esta ciudad que tenía una carta de corte en que le avisaban que Su Majestad no quería perpetuar esta tierra en los conquistadores y sus hijos y descendientes; y este confesante la mostró a muchas personas y la envió al Cabildo desta ciudad para efecto de indignar a los suso dichos y que el dicho alzamiento se efectuase, -dijo que dice lo que dicho tiene acerca dello en la confesión que le fue tomada al mes de su detenimiento, y a ello se refiere, y esto es lo que pasa, y que lo que dicho tiene es la verdad para el juramento que hizo; en la cual, siéndole leído, se ratificó y lo firmó de su nombre.

(Una rúbrica)
El marqués pasó ante mí,
Gordián Casasano.
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