Índice de Primer Congreso Anarquista de la Región Argentina por Federico Antonio Ritsche y T. AntilliReseña del Primer Congreso Anarquista de la Región Argentina, por Federico Antonio RitscheBiblioteca Virtual Antorcha

Resumen crítico del
Congreso Anarquista Regional
Octubre de 1922

Por: T. Antilli

El movimiento anarquista en la Argentina se había desarrollado hasta ahora sin que las riendas hubieran estado confiadas a ninguna organización, -unión, federación o agrupamiento de los anarquistas organizados- y sin que se hubiera realizado jamás ningún congreso anarquista. Todo lo más, los anarquistas que trabajaban en la organización obrera se habían encontrado en algún congreso de la Federación Obrera Regional Argentina, pero un congreso anarquista no se había realizado jamás. El que acaba de clausurarse es el primero que se realiza, y de él vamos a tratar de hacer un resumen crítico, haciendo resaltar las cosas que, en nuestro concepto y en el de todos han sido más características.

Mucho que aprender tendrán de este congreso los anarquistas de los otros países -por lo menos mucho que detenerse a reflexionar-; mucho que aprender hemos tenido también nosotros.

Para los camaradas organizadores y para muchos, este era un congreso constitutivo, pues si bien no ignoraban que el anarquismo existía y tenía largos años de lucha y de desenvolvimiento, consideraban que todo esto era aún inorgánico o suelto, no estaba unido ni aún por un hilván, como une las diferentes partes de una prenda un sastre antes de coserla; que el anarquismo no estaba constituído, no tenía sus tesis aprobadas ni sus instituciones o representaciones creadas, y que era preciso llamar a los camaradas para hacerlo.

El congreso, sin embargo, rompió desde el primer instante rotundamente contra esto. Primer cosa que debimos aprender, para nosotros con gran placer, pues no nos costaba, y, al contrario, nos llenaba de satisfacción la lección: el congreso se adelantaba a nosotros y a todo lo conocido hasta ahora de los anarquistas de otros países. Se transformó solamente en una gran conferencia abierta de los delegados y todos los presentes, sin fines constitutivos ni deliberativos de ninguna especie, sin fines de convertir en resolución ninguna norma, tesis, ni declaración.

Se negó a sancionar cualquier cosa que fuera, dejando toda la libertad para entender los principios anarquistas, de la misma manera que para ponerlos en práctica, limitándose solamente a permitir con la mayor amplitud lo que tenía que decir cada compañero. De esta manera la masa de una opinión era formada, pero ella no recibía sanción del congreso por medio de una resolución que pusiera definitivamente en el índice a la opinión contraria, sino que quedaba en el aire solamente, flotando sobre los camaradas, después de agotado un tópico o un tema, después de revelado todo el conocimiento que había en los anarquistas de la cuestión.

Y así, el congreso solamente ilustraba, con toda la experiencia y el conocimiento de los anarquistas, recordando, estudiando, comparando, pensando, razonando y, sobre todo, dirigiendo primeramente la vista para adelante.

El instinto de las asambleas, de imponer su tiranía, fue roto en este congreso. Los que exclusivamente habían ido a buscar la autoridad del congreso para imponer sus cuestiones, no la encontraron, pues por la primera vez en los anales de la anarquía misma, éste se negaba a esa autoridad. No imponiendo ninguna resolución, jamás se ha visto nada tan sencillo ni tan grandiosamente libertario, nada tan armonioso ni que pudiera conservar mejor la unión, pues realmente las distintas ideas y las distintas vidas pueden subsistir, y solamente la autoridad rompe la unión, destruye la cordialidad.

¿Y el resultado? ¡Ah! El resultado no fue malo, sino para aquellos a quienes ya debía desagradar todo esto, pues pensaban recurrir a la autoridad del congreso como quien recurre a la fuerza; no fue malo, sino para las cosas mediocremente concebidas que pensaban recurrir a la autoridad del congreso, como al hacha que corta, para poder después como tigres o como leones, con sus dientes y con sus garras, contra los que osaron levantarse o rebelarse contra ellas.

El congreso estuvo desde el primer instante alto, interesante, con una seria atención a las cosas de pensamiento que fue su característica distintiva, rechazando toda aquella clase de cuestiones que llevan los litigantes a los estrados de los jueces o a la autoridad que decide; y fue libre, no temiendo nadie ser cortado por una resolución que proclamara herejes o salvajes sus ideas, aunque lo fueran. ¡El rompecabezas de la resolución no se usó!

Estaba para la libertad. Es claro que los que no estaban para ésta, disonaban en aquel ambiente, realmente como herejes o salvajes; bastaba aquel ambiente de libertad para que no pudieran prosperar. También resaltaba con toda claridad, mejor que consignado en una resolución, lo que era aceptado o rechazado; pero lo aceptado no era oficializado y lo rechazado podía seguir viviendo con la vida que tuviera. El congreso, en cuanto a congreso, no proclamaba ni su vida ni su muerte.

Pero esto, que era la libertad, no era lo que podía contentar a los que querían una resolución, una oficialización, y creían encontrarse siempre en un congreso deliberativo, que, con la autoridad delegada de los anarquistas, debía decidir, afirmar, dictar la conducta o el principio para todos; indicar, marcar, resolver, con toda precisión y sin dejar lugar para falsas interpretaciones, lo que debían aceptar o entender los anarquistas. No querían la libertad para entender el ideal que se les libraba ... Fue notoria, como todo camarada ha podido constatarlo, su inferioridad en el congreso. Pero hay en esto, que es preciso reconocer ha sido hasta ahora el concepto de los anarquistas de otros países, un concepto también del comunismo anárquico.

¿Cómo entienden ellos el establecimiento del comunismo anárquico? De la misma manera que para los anarquistas, han entendido lo que ellos llamaron la obra práctica del congreso. Entiéndenlo como una asamblea popular constituyente, en la cual reside la única autoridad, que dicta una sola norma, una sola ley, una sola medida para todos, si bien podrán al final que se dejara la libertad, que no será impuesta con obligatoriedad. ¡Imposible! La obligatoriedad debe ser el fin buscado de este sistema, y como en la propia organización que se había propuesto, no se dejará la libertad sino mientras no haya la fuerza. En cuanto haya ésta, no habrá la libertad sino la autoridad ...

Ahora bien, el congreso nos ha dado otra manera de entender el comunismo-anárquico. En esto abre un rumbo, una página. Como él mismo, podrá reunirse la gran asamblea, pero ésta no tendrá un carácter constitutivo ni deliberativo (1). No permitirá autoridad alguna de ella. Expondrá cada uno sus ideas con la debida amplitud y libertad, incluso los anarquistas; hablará cada uno de su vida y la vida de los demás relacionándolo con la libertad que a todos será precioso mantener; hablarán de sus proyectos, de sus propósitos, de lo que cada uno ha hecho y de lo que piensa hacer. Las iniciativas serán libres, o, mejor dicho, libradas a todo el mundo, y todo podrá ser ensayado y nada quedará rechazado. Ninguna cosa lo será, sin embargo, oficialmente, como imperativo del orden de tal sociedad, que entonces, es natural, tendría que ser guardado. Donde exista una organización, todas las demás podrán crearse y todas vivirán únicamente con la vida que puedan tener. En la gran asamblea, -como se ha observado en el mismo congreso- atraerían los hombres de más grandes y bellas ideas, que obligarían a posar la atención sobre éstas, y ésta sería toda la fuerza de los anarquistas, que no necesitarían tampoco más. La sociedad sería así libre y podríamos vivir un comunismo anárquico no impuesto, y los demás podrían vivir con nosotros también. El éxito que ha tenido el congreso es completamente alentador para el éxito que podría tener esta concepción.

Pero si habría los que no se contentarían con esto -como ha habido algunos camaradas en el congreso también, poquísimos ya en las últimas sesiones- y son los que acarician la idea de imponer sus puntos de vista, recurriendo a la autoridad de la asamblea. Pero si los anarquistas lograran romper en la asamblea misma los deseos de esta autoridad -lo que reconocemos es arduo y dificil- y establecer en cambio un fuerte ambiente de libertad, todos éstos se encontrarían en la misma situación de inferioridad en que se encontraron aquellos camaradas en el congreso, y desaparecería la posibilidad de intentar nada por la asamblea, ni contra grupo ninguno ni contra toda la sociedad.

¡Que los anarquistas han estado soñando hasta ahora: no hay autoridad anárquica o lo más anárquica posible; no hay mas que no autoridad!

No hay peor gobierno que la rutina, ni que sea más respetado -decía Reclus. Este fue roto también por el congreso. Sólo unos pocos camaradas hicieron fuerza hasta el final, para que nos gobernáramos por él.

Rotos todos los deseos de autoridad en el congreso, no eran ya interesantes los delegados o mandatos legítimos que habían de votar las resoluciones. La barra entraba de lleno a formar parte del congreso, o mejor dicho, no había más barra ni delegados. ¿Y a qué todo esto? La división podía existir solamente mientras se mandataba para suscribir los acuerdos o las resoluciones. Fusión plena y completa, pues: Anarquía. Habla el hombre que sabe, que ha visto o que ha sufrido, que tiene algo que decir, sea quien sea. Las ideas se valen solas, las palabras se elevan por lo que hacen pensar o por lo que despiertan, y sonríe de su propia ridiculez, al fin despertado, aquel que se había venido provisto de un largo mandato, de peso y de fuerza, para ser un elemento decisivo en las votaciones del congreso. ¡Anarquía! ¡Anarquía!

El compañero anarquista más interesante que se reveló en el congreso fue el linghera, aquel que en estos tiempos de ferrocarril, de transportes rápidos y cómodos, pero reservados a la burguesía y a un cierto número de proletarios privilegiados, con relación a él, debiendo poner la mirada al otro extremo del país, para ir en busca de su trabajo campesino en la época propicia, está obligado a hacer por su travesía, o trepando al hurto en la cola de un tren de carga, como puede, en una obscura estación, para ser bajado más adelante, durmiendo en el suelo y a la intemperie, conociendo toda clase de lugares y de gentes, reuniéndose a todos los otros que no pararan en ninguna parte, simplemente porque están tocados del instinto ambulatorio. Este camarada ama los caminos, los bordes de los arroyos o los puentes, en los cuales se detiene a descansar; conoce perfectamente los sitios de reunión y que son etapas en la marcha; practica la solidaridad y generalmente el comunismo en aquella sociedad errante que se forma por la mañana y a la noche se disuelve; es un propagador incansable, que en todas partes va dejando su semilla en los lugares por los cuales pasa. ¿Qué lleva en su linghera, en su mono, como él dice, qué carga a la espalda? Poca, muy poca ropa; lleva folletos, periódicos, conocimientos e ideas para los que no lo tienen; es el propagador más cercano, más entrado en las mismas masas que tenemos los anarquistas. Pues bien: de estos camaradas anarquistas se presentaron muchos al congreso, venidos en tren de carga o a pie, y en única representación de la vida del pueblo que conocen y de la semilla que extienden. ¿Podría dudarse un sólo momento que estos camaradas no estuvieran por la libertad? Ya, sintiendo la oposición de los lingheras, los señores de la U.S.A. han escrito en su diario:

Las ideas no son patrimonio de esos lingheras piojosos, sino de hombres sensatos como nosotros. El linghera, pues, se reveló el compañero anarquista más interesante del congreso.

El congreso no ha hecho más que poner a todos los anarquistas en el camino de la libertad. Los rechazos de todos los informes, de todos los proyectos y mociones, sin tener en cuenta para nada la autoridad de los individuos o los grupos que los fundaban, fueron todos anárquicos. Sufrieron todos los que, por una cosa o por otra, creían tener alguna autoridad. Así manifestaba el congreso su voluntad de no dejarse llevar por nadie de las narices, y menos a las cosas que no quería hacer.- ¡Anarquía!

Respecto al punto de organización, confesamos que la confusión de ideas era grande antes del congreso, y que ella dominaba puede ser más en las mejores cabezas. Contra organizaciones que se formaban con la intención de abarcar la representación del anarquismo -y no hay que decirlo, de ejercer autoridad sobre los anarquistas- nosotros mismos presentamos el ejemplo de la Federación del Norte de Francia, que no había salido constituída sino de un congreso anarquista; pero estuvimos mal. En nuestra última reunión, al tratar muy someramente el tópico de organización, nos manifestamos poder ir solamente hasta la concesión de un comité de relaciones, ¡como si pudieran hacerse concesiones contra la libertad! ¿Dónde estaban, pues, las mejores cabezas, y dónde las hubieran encontrado los compañeros para dirigir la Federación? Solamente fracasos, ya que deben ser realmente ilustrativos para que cada camarada piense con un pensamiento propio y deje de buscar a nadie sobre él. Arriba, más allá del sombrero, sólo hay el aire, los pájaros o las ramas ... Todos los proyectos de organización cayeron como trapos viejos apenas se manifestaron al congreso. ¡Imposible! Aunque se dijera al final que se dejaría libertad, que no se impondría con obligatoriedad ni trataría de coartar la vida de nadie, todo agrupamiento de los anarquistas organizados no puede proponerse otra cosa que ejercer el control o la autoridad sobre los anarquistas a nombre de su propia organización. ¡Y se proponía cada cosa! Comisones para esto, comisiones para lo otro; en fin, el ministerio entero constituído. Nada puede existir en verdad sin organización; pero los periódicos tienen ya su organización, las bibliotecas, escuelas o agrupaciones tienen ya su organización como también sus relaciones y todo lo que necesitan dentro de lo que se han preocupado de procurarse; los propios lingheras organizan su ruta, sus materiales de propaganda, etc. Mas ésta es la de ellos, y esto no satisfacía a aquellos camaradas que querían nombrar unas comisiones organizadoras que lo intervinieran y reorganizaran todo, como ministros de prensa, de bibliotecas, de escuelas racionalistas, de propaganda, etc. No podía ser. Que formaran esta organización los que quisieran, pero no en el congreso, porque entonces iban a querer hablar en nombre del anarquismo y no iban a querer permitir ninguna otra organización, como ya fue realmente el caso entre la U.C.A.A. y las agrupaciones intersindicales (2). Libertad para ellos, libertad para los que quieran ensayar cualquier otra o ninguna organización. Ningun agrupamiento de los anarquistas organizados ha de ejercer contralor, autoridad ni dirección sobre ningún anarquista. Pretendiendo la oficialización, puede darse el caso de que un mudo hable en nombre de la colectividad anarquista o muchos mudos se reúnan para obligar, coartar o poner un dique a la libertad anarquista. Los anarquistas no necesitan ningún comité de relación, si como pueden, como saben, ya están relacionados y han hecho su propaganda una cantidad de años, llevando el anarquismo a un pie superior aún al de muchos países. Quien ha querido datos, informaciones, se los ha procurado; quien sueña con una oficina que le lleve esto a su casa es un poltrón, de quien poco puede esperar ya la propaganda anarquista, que requiere sobre todo actividad y un interés vivo, siempre despierto. El que quiera pescado que se moje el culo. No puede ser dada una lección de virilidad mejor a los anarquistas.

Respecto al sindicalismo, ha sido señalada la esencia de dictadura de clase que lo informa, y que puede alejar indefinidamente la revolución libertaria. Aún fueron desarrollados por algunos camaradas los planes completos para la dictadura de clase del sindicalismo después de la revolución, con todos los hombres organizados por rama o por industria, siguiendo las líneas de la producción, y fuera de la cual no habrá vida ninguna, ni podría quedar tampoco hombre ninguno. La frase: todo el poder a los sindicatos no es una vana palabra, sino que en realidad encierra la escuela de dictadura de clase del sindicalismo. La propaganda de la dictadura de clase es hecha en el sindicalismo, y a un ha habido camaradas que la han seguido hasta sus últimas consecuencias, trasportándola a la sociedad de productores en el mundo nuevo, con un sólo poder: el económico, pero este absoluto y terrible, por cuanto, aún más que hoy, podría quitar, negar o retirar el derecho a la vida. La dictadura de algunos jefes o burócratas sindicales, más poderosos cuanto más concentrada una rama o una industria entera estuviera en un solo sindicato, y que ni aún serían anarquistas, sino los que menos conciencia tuvieran y mejor se prestaran a servir estas ideas de dictadura de clase, propagadas entre los obreros, y a no retroceder ante acto alguno para hacer temible y poderosa su autoridad.

Para los anarquistas el problema económico será resuelto también por la libertad.

La dictadura de clase es ya hoy ejercida por el sindicalismo, un poco, lo mínimo sobre la clase burguesa, pero mucho más sobre los obreros mismos, que no pueden ni aun moverse bajo la tiranía de sus jefes sindicales, y los carnets, pasaportes y cuanto les exige el orden sindicalista, que es otro tanto o igual que lo que les exige el orden burgués para entrar, salir, etc. El movimiento sindical formado para la dictadura de clase, encuentra una gran oposición al anarquismo, y todas las ideas que teme que rompan o cambien lo que en su concepto debe ser una concentración para la dictadura de clase y nada más.

Los compañeros anarquistas hace largos años que trabajan en la organización obrera, procurando combatir estas ideas de dictadura de clase y ganar los trabajadores para la revolución libertaria. Es con este propósito que han puesto al frente de la Federación Obrera Regional Argentina, la finalidad del comunismo anárquico. Pero el espíritu de dictadura de clase es difícil de romper en las organizaciones sindicales. Aún y aún, las ideas han sido vertidas más de una vez de que para ser válidas las cosas de los anarquistas debían pasar primero por el consejo de la Federación Obrera Regional Argentina, y llevar el visto bueno acreditador de ésta.

El principio de la sindicalización voluntaria fue mencionado especialmente en el congreso. Los camaradas que trabajan en los sindicatos están obligados por la fuerza de las cosas a ser militantes, a ocupar los puestos directivos, las redacciones de los periódicos, etc., porque de lo contrario serían ocupados ellos por los políticos, y éstos tratarían de quebrar los últimos restos de acción directa, por lo cual son todavía revolucionarios los sindicalistas, o de llevarlos a la afirmación del orden existente, o de hacer sus ideas para la dictadura de un partido político en la revolución, etc. Pero si todo esto es poco y lo único real es lo que se logre abrir o ilustrar el espíritu de los obreros, emanciparlos, hacerlos revolucionarios y anarquistas. Hay un gran trabajo que hacer en los obreros mismos. No podía ser del agrado de los anarquistas aquello que fue expuesto en el congreso de que dos sindicatos habían resuelto que de sus comisiones, tanto como de las redacciones de sus periódicos sólo podrían hacer parte anarquistas bien conocidos y calificados. Tanto valdría que nos fuéramos a conformar con que del gobierno sólo pudieran hacer parte anarquistas. Esto no sería anarquista. Si los compañeros no quieren dejar de ser militantes, y hoy sería dejar el campo libre a las fuerzas más contrarias a nuestras ideas, no tienen más remedio que ocupar los puestos, las redacciones de los periódicos, etc., y abrir todas las puertas a la propaganda revolucionaria, sobre todo a la propaganda anarquista. Pero no hay sólo eso. También puede haber la agrupación anarquista, y acaso fuera más conveniente esta acción de abajo, que despertara con rudeza a los obreros, sumidos en el acatamiento a las comisiones y en la sola lectura del periódico de su sociedad. En fin, cada camarada sabe lo que debe hacer; la cuestión es que no puede dejarse a los obreros, en quienes tan fácilmente prende toda idea de dictadura de clase, para ser ellos los primeros dirigidos y conocer los males de la dictadura, sin esforzarse por hacerles penetrar nuestros ideales de revolución libertaria y conducirlos hacia ellos todo lo posible.

La cuestión de la prensa anarquista fue encarada en un sentido de libertad y de no oficialización. Poco de característico han tenido los otros tópicos más.

Se dice que el congreso no ha hecho nada práctico, porque no ha dictado ninguna resolución. ¡Error! Todos los camaradas se han ilustrado enormemente, han tocado hasta el fondo los conocimientos que había en los anarquistas de todas las cuestiones. Sólo que, es natural, hubiera hecho falta presentar a los demás anarquistas aquello mismo que se habló en el congreso y ha faltado una versión fiel taquigráfica. El congreso termino, en fin, en medio de la alegria de todos, de haber sido verdaderamente anarquistas, de no haber usado rompecabezas contra nada ni contra nadie. Sólo sufrieron los que esperaban ver usar este instrumento. El congreso bajó todos los ídolos sin crear otros nuevos. Púsonos en un camino, el cual habrá de caracterizar al anarquismo regional, y es el de la libertad. ¡Bravo y bravo, pues! Ahora no habrá ningún compañero que no esté más dispuesto a trabajar, más enteramente afirmado y con una mirada que escrute más profundamente que antes del congreso. ¡Paz a los despojos de nuestro autoritarismo roto, a nuestras autoridades que no pudieron nacer! ¡Anarquía!




Notas

(1) No será de esta asamblea que irá a originarse.. Antes será preciso que haya bastante vida anárquica ya existiendo; que en la revolución los anarquistas hubieran luchado con el pueblo para llevarlo a sus verdaderos objetos, y éste los hubiera alcanzado. No vamos a inducirnos a error. Esto sería como un jubileo, como un repaso de los principios de libertad, después de algunos años o de algún tiempo ya de vida anárquica como entre nosotros lo ha sido.

(2) La U.C.A.A. fue tan mala como mala hubiera sido la Federación de Agrupaciones Intersindicales por cuanto toda organización sistemática es mala para los anarquistas: es autoritaria.

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