Chantal López y Omar Cortés

(Compiladores)


El conflicto

El enfrentamiento Cárdenas - Calles


Segunda edición cibernética, enero del 2003


Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés


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Indice

Presentación, de Chantal López y Omar Cortés.

Declaraciones del señor General Plutarco Elías Calles ante el Bloque Nacional Revolucionario.

Escrito del señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas del Río, relativo a la publicación de las declaraciones del señor General Calles.

Declaraciones del señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas del Río, respondiendo a lo dicho por el señor General Calles.

Apuntes del señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas del Río, referentes a sus diferencias con el señor General Calles.







Presentación

Uno de los varios momentos críticos que los gobiernos posteriores al triunfo del Plan de Agua Prieta, han debido de sortear, lo constituye el enfrentamiento habido en los años 1935-1936, entre los señores Generales, Plutarco Elías Calles, exPresidente en ese entonces y, Lázaro Cárdenas del Río, Presidente Constitucional de México.

Unas declaraciones realizadas por el señor Calles ante un grupo de parlamentarios afines a él y que se agrupaban en torno a un organismo denominado Bloque Nacional Revolucionario, encabezado por el Senador Lic. Ezequiel Padilla, se convirtieron en la chispa que estuvo a punto de abrazar al país entero y que por fortuna tan sólo trajo como desenlace la expulsión de México del señor Plutarco Elías Calles junto con la de tres de sus más cercanos colaboradores.

A continuación publicamos algunos documentos que ilustran el inicio, desarrollo y conclusión de aquél histórico enfrentamiento.

Chantal López y Omar Cortés

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Declaraciones del señor General Plutarco Elías Calles ante el Bloque Nacional Revolucionario

11 de junio de 1935.

Debo hablar a ustedes con la franqueza que acostumbro: lo que ocurre de más inquietante en las Cámaras, según los informes que he recibido, es que comienza a prosperar esa labor tendenciosa realizada por gentes que no calculan las consecuencias, para provocar divisiones personalistas. Está ocurriendo exactamente lo que ocurrió en el periodo del Presidente Ortíz Rubio. Un grupo se decía ortizrubista y otro callista. En aquellos tiempos, inmediatamente que supe estos incidentes, traté personalmente y por conducto de mis amigos de conjurarlos; pero pudieron más los elementos perversos, que no cejaron en su tarea hasta el desenlace de los acontecimientos que ustedes conocen.

Actualmente en la Cámara de Diputados se ha hecho esa labor personalista de una manera franca y abierta y conozco los nombres de quienes la mueven.

Todos los que tratan de dividirnos hacen una labor pérfida, que no está inspirada en ningún elevado propósito, ni en la persecución de un ideal político. Sólo buscan el medro personal, la conquista de influencia para sus intereses bastardos y es un crimen, que movidos por estos motivos, no vacilen en atraer para el país las más graves y desastrosas consecuencias.

La historia reciente de nuestra política nos ha enseñado con acopio de experiencia, que las divisiones personalistas sólo conducen al desastre final; debieran, pues, suprimir en las Cámaras esas categorías injustificadas de cardenistas y callistas; y de cardenistas de primera, de segunda y de última hora. Cuando comienza la división de los grupos a base de personas, toman parte en estas decisiones, primero, los diputados, senadores, gobernadores, ministros y, por último, el Ejército. Como consecuencia el choque armado y el desastre de la Nación.

Debieran saber los que prohíjan y realizan estas maniobras, que no hay nada ni nadie que pueda separarnos al General Cárdenas y a mí. Conozco al General Cárdenas. Tenemos 21 años de tratarnos continuamente y nuestra amistad tiene raíces demasiado fuertes para que haya quien pueda quebrantarla.

También ha llegado a mi conocimiento -dice el General Calles cambiando el rumbo de su pensamiento- la formación en las Cámaras de alas izquierdas, formación que creo un desacierto y un peligro: ¡Cómo! -exclama con energía-. Hemos actuado dentro de un Partido; hemos concurrido a convenciones, discutiendo su programa de acción y de principios, y protestando su cumplimiento, y ahora venimos a la formación de alas izquierdas; lo que quiere decir que habrá alas derechas. Seguramente que nadie aceptará quedar atrás, y de ahí comienza el maratón de radicalismos y con ello el comienzo de los excesos que a ningún acierto pueden conducir.

Este es el momento en que necesitamos cordura. El país tiene necesidad de tranquilidad espiritual. Necesitamos enfrentarnos a la ola de egoísmos que vienen agitando al país. Hace seis meses que la Nación está sacudida por huelgas constantes, muchas de ellas enteramente injustificadas. Las organizaciones obreras están ofreciendo en numerosos casos ejemplos de ingratitud. Las huelgas dañan mucho menos al Capital que al gobierno; porque le cierran las fuentes de la prosperidad. De esta manera, las buenas intenciones y la labor incansable del señor presidente están constantemente obstruidas, y lejos de aprovecharnos de los momentos actuales tan favorables para México; vamos para atrás, para atrás, retrocediendo siempre y es injusto que los obreros causen este daño a un gobierno que tiene al frente a un ciudadano honesto y amigo sincero de los trabajadores, como el General Cárdenas. No tienen derecho de crearle dificultades y de estorbar su marcha. Yo conozco la historia de todas las organizaciones, desde su nacimiento; conozco sus líderes, los líderes viejos y los líderes nuevos. Sé que no se entienden entre sí y que van arrastrados en líneas paralelas por Navarrete y Lombardo Toledano que dirigen el desbarajuste. Sé de lo que son capaces y puedo afirmar que en estas agitaciones hay apetitos despiertos, muy peligrosos en gentes y en organizaciones impreparadas. Están provocando y jugando con la vida económica del país, sin corresponder a la generosidad y a la franca definición obrerista del Presidente de la República. ¡La huelga libre! -proclaman-, y cuando comienzan sus dificultades entonces corren, acuden al gobierno, diciéndole: ¡ampárame! ¡protégeme! ¡sé el arbitro! ¿No es esto absurdo? Una huelga se declara contra un Estado que extorsiona a los obreros y les desconoce sus derechos; pero en un país donde el gobierno los protege, los ayuda y los rodea de garantías, perturban la marcha de la construcción económica, no es sólo una ingratitud, sino una traición. Porque estas organizaciones no representan ninguna fuerza por sí solas. Las conozco. A la hora de una crisis, de un peligro, ninguno de ellos acude y somos los soldados de la Revolución los que tenemos que defender la causa. Y no podemos ver con tranquilidad que por defender intereses bastardos, estén comprometiendo las oportunidades de México. No han sabido ni siquiera escoger los casos apropiados para sus huelgas. A la compañía de Tranvías que está en bancarrota, que pierde dinero, le declararon una huelga; a la Compañía Telefónica, que ha concedido lo que justificadamente podía pedírsele: altos salarios, jubilaciones, servicios médicos, indemnizaciones, vacaciones y lo que la ley exige, le han declarado una huelga porque no aumenta más los salarios, no obstante que la compañía manifiesta que no ha repartido dividendos hace muchos años y que no tiene con qué hacer frente a salarios más elevados. En Mata Redonda todos recordamos cómo en los últimos meses de la administración del General Rodríguez, él sirvió de árbitro en el conflicto obrero de esa compañía; el entonces Presidente dictó un laudo favorable, porque el General Rodríguez fue también amigo de los obreros. Pues bien, apenas iniciaba su gobierno el señor Presidente Cárdenas, cuando nuevos apetitos insaciables se burlaron del laudo presidencial y suscitaron nueva huelga. En la compañía papelera de San Rafael, han decidido la huelga las organizaciones obreras por el fútil motivo de una disputa de supremacía de bandos obreristas, lo que hubieran podido arreglar con un simple recuento. ¿Y qué obtienen de estas ominosas agitaciones? Meses de holganza pagados, el desaliento del Capital, el daño grave de la comunidad. ¿Saben ustedes que en una ciudad como León, con motivo de las huelgas por solidaridad, expusieron a sus 100 000 habitantes a la posibilidad de desastres tan grandes como las que derivan de la falta de servicios municipales de luz, de salubridad, de servicio de agua? Nada detiene el egoísmo de las organizaciones y sus líderes. No hay en ellos ética, ni el más elemental respeto a los derechos de la colectividad.

Seguramente ellos murmurarán: ¡el General Calles está claudicando! Pero yo arrostro en beneficio de mi país, estos calificativos que no me alcanzan.

Necesitamos, pues -termina- conciencia de nuestros actos. Yo me siento por encima de las pasiones y sólo deseo el triunfo de los hombres que se han formado conmigo; anhelo el triunfo del gobierno actual, que puede dejar con las grandes oportunidades actuales de México, una huella luminosa de su actuación.

Tomado de, Romero Flores, Jesús, La obra constructiva de la Revolución Mexicana, Anales históricos de la Revolución Mexicana, Tomo III, México, Libro-Mex Editores, 1960, págs. 51 a 54

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Escrito del señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas del Río, relativo a la publicación de las declaraciones del señor General Calles

11 de Junio de 1935.

A las 23 horas se presentó en Palacio Froylán Manjarrez, director de El Nacional, informándome que el General Matías Ramos, Presidente del Comité Ejecutivo del Partido Nacional Revolucionario, le envió para su publicación declaraciones que el General Calles dio ayer al senador licenciado Ezequiel Padilla, hablando de la situación política del país y atacando la actitud de las organizaciones obreras.

Llamé al General Ramos y le hice conocer la responsabilidad que contraía por no haberme dado a conocer dichas declaraciones, que sí publicaron Excélsior y El Universal. Le anuncié la situación a que orillaban, los ataques que provocarían para el propio General Calles y por último que las explotarían los políticos enemigos del Gobierno y aduladores del General Calles.

Le manifesté debía plantear desde luego su renuncia de Presidente del Partido Nacional Revolucionario. Así lo hizo.

Con sus declaraciones confirma el General Calles su propósito de intervenir en la política del país, rompiendo así el ofrecimiento que me hizo en Baja California.

Tan luego fueron conocidas las declaraciones del general Calles, vino la explotación de pasiones de los distintos sectores del país, unos felicitándolo y otros atacando duramente sus declaraciones.

Tomado de, Cárdenas, Lázaro, Obras I, Apuntes 1913/1940, México, Ed. Unam., 1972, pág. 320

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Declaraciones del señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas del Río, respondiendo a lo dicho por el señor General Calles.

13 de junio de 1935.

Ante la grave e injustificada agitación que se ha provocado en el país, en los últimos días, en que fuertes sectores de todas las clases sociales han expresado su opinión y asumido actitudes diversas que afectan profundamente a la buena marcha de la administración pública, creo de mi deber, en mi carácter de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, dirigirme a mis conciudadanos para darles a conocer con sinceridad el sentir del gobierno de la República en relación con los problemas planteados.

Pienso que es ineludible deber en el momento actual, que todos los que de alguna manera nos sentimos vinculados con el movimiento social de México, precisemos la responsabilidad histórica que hemos contraído y nos demos cuenta de que nuestra actuación, si queremos asumir esa responsabilidad, debe estar inspirada tan sólo en la más absoluta buena fe, desinterés y patriotismo.

Cumplo con un deber al hacer del dominio público, que, consciente de mi responsabilidad como jefe del Poder Ejecutivo de la Nación, jamás he aconsejado divisiones que no se me oculta serían de funestas consecuencias, y que, por el contrario, todos mis amigos y correligionarios siempre han escuchado de mis labios palabras de serenidad, a pesar de que determinados elementos políticos del mismo grupo revolucionario (dolidos seguramente porque no obtuvieron posiciones que deseaban en el nuevo gobierno) se han dedicado con toda saña y sin ocultar sus perversas intenciones, desde que se inició la actual administración, a oponerle toda clase de dificultades, no sólo usando la murmuración que siempre alarma, sino aún recurriendo a procedimientos reprobables de deslealtad y traición.

En este sentido, mi conciencia no me reprocha nada que pudiera significar de parte mía la menor provocación para agitar o dividir al grupo revolucionario.

Refiriéndome a los problemas de trabajo que se han planteado en los últimos meses y que se han traducido en movimientos huelguísticos, estimo que son la consecuencia del acomodamiento de los intereses representados por los dos factores de la producción, y, que si causan algún malestar y aún lesionan momentáneamente la economía del país, resueltos razonablemente y dentro de un espíritu de equidad y de justicia social, contribuyen con el tiempo a hacer más sólida la situación económica, ya que su correcta solución trae como consecuencia un mayor bienestar para los trabajadores, obtenido de acuerdo con las posibilidades económicas del sector capitalista.

Ante estos problemas, el Ejecutivo Federal está dispuesto a obrar con toda decisión para que se cumpla el programa de la Revolución y las leyes que regulan el equilibrio de la producción, y decidido asimismo a llevar adelante el cumplimiento del Plan Sexenal del Partido Nacional Revolucionario, sin que le importe la alarma de los representantes del sector capitalista. Pero al mismo tiempo considero de mi deber expresar a trabajadores y patrones que, dentro de la ley disfrutarán de toda clase de garantías y apoyo para el ejercicio de sus derechos y que, por ningún motivo, el Presidente de la República permitirá excesos de ninguna especie o actos que impliquen transgresiones a la ley o agitaciones inconvenientes.

Al efecto, declaro que tengo plena confianza en las organizaciones obreras y campesinas del país y espero que sabrán actuar con la cordura y el patriotismo que exigen los legítimos intereses que representan.

Deseo expresar, finalmente, que en el puesto para el que fui electo por mis conciudadanos, sabré estar a la altura de mi responsabilidad y que si he cometido errores, éstos pueden ser el resultado de distintas causas, pero nunca el producto de la perversidad o de la mala fe.

Creo tener derecho a que la Nación tenga confianza en mí y a que el grupo revolucionario se revista de la necesaria serenidad y continúe colaborando con el Ejecutivo en la difícil tarea que se ha impuesto, y, a tal fin, exhorto a todos los hombres de la Revolución para que mediten honda y sinceramente cuál es el camino del deber; pudiendo todos estar seguros de que jamás obraré en un sentido diverso del que ha inspirado siempre todos los actos de mi vida de ciudadano, de amigo leal y de soldado de la República.

Tomado de, Romero Flores, Op. Cit., págs 55 - 57.

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Apuntes del señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas del Río, referentes a sus diferencias con el señor General Calles.

14 de junio de 1935.

A las 19 horas reuní al Gabinete en el Palacio Nacional manifestándoles que considerando embarazosa su situación por la amistad que los liga con el General Calles, aceptaba presentaran su renuncia, lo que desde luego hicieron.




15 de agosto de 1935.

Después de varias instancias recibí hoy al licenciado Ezequiel Padilla, que empezó por manifestarme sentirse deprimido por mi negativa a recibirlo.

Fue el licenciado y senador Padilla quien el 11 de junio del presente año recibió las declaraciones formuladas por el General Plutarco Elías Calles; declaraciones que según me expresó, llevó personalmente a la prensa por habérselo así recomendado el propio General Calles.

Habló de la pena que lo embarga por tal acto y añadió que al haber dado a conocer las declaraciones del General Calles, lo hizo para facilitar al gobierno el camino para retirarle su confianza. Que le pidió al General Calles la autorización para publicarlas, contestándole lo hiciera luego. Que esto fue también, en parte, el motivo de no haberme hecho conocer dichas declaraciones antes de entregarlas a la prensa. Me causó pena la conducta moral y política del licenciado Padilla, que se ha manifestado siempre, públicamente, amigo del General Calles, y a quien le debe favores personales.

Este juego político ha estado inspirado por un alto funcionario de la administración actual; un maquiavélico, que se tolera para conocer sus intenciones y que será fácil descubrirlas dada su egolatría.




18 de diciembre de 1935.

El General Calles hizo declaraciones a los periódicos americanos expresando que en México el gobierno apoya la acción demagógica, que el país va al desastre, que las organizaciones obreras hacen labor disolvente y que es el gobierno el que azuza a las masas por su presencia en el país.

Falso todo esto. Revela esta actitud el General Calles que está tratando de impresionar al pueblo americano y que busca adeptos en el gobierno de aquel país.

Es una traición a México y a la Revolución al querer desprestigiar al sacrificio del pueblo mexicano que está esperando se le cumpla el ofrecimiento que le hicieron los hombres de la misma Revolución de mejorar su condición económica. Es mentira que haya acción disolvente. Seguimos el programa señalado por el Plan Sexenal en el que tomó parte el propio General Calles.




22 de diciembre de 1935.

A las 11 horas principió el desfile de los manifestantes obreros frente a Palacio Nacional. La actitud de las organizaciones obreras fue de franco respaldo al gobierno. Pidieron se expulsara del país al General Calles y a Morones.

Después de los oradores que hablaron hice una síntesis del programa que se viene desarrollando y que no es otro que el que puede dignificar a la Revolución, es decir, procedemos con sinceridad tratando de llevar a las clases trabajadoras el mejoramiento económico que se les anunció.

Les hice conocer las causas y finalidad de los ataques de los amigos del General Calles y que en resumen quieren que siga interviniendo para defender los intereses que se vienen afectando por mandato de la ley.

No debe expatriarse al General Calles y menos en el actual momento, ya que el propio General Calles y su grupo no son problema para el gobierno, ni para las organizaciones de trabajadores; deben permanecer dentro del territorio nacional para que aquí mismo sientan el peso de su responsabilidad histórica.

El distanciamiento definitivo con el General Calles me ha deprimido; pero su actitud inconsecuente frente a mi responsabilidad me obliga a cumplir con mis deberes de representante de la Nación.

Durante el tiempo que milité a sus órdenes me empeñé siempre por seguir sus orientaciones revolucionarias; cumplí con entusiasmo el servicio, ya en campaña o actuando en puestos civiles. De su parte recibí con frecuencia expresiones de estímulo.

Recuerdo que en 1918 durante la marcha que hacíamos con la columna mixta expedicionaria de Sonora, destinada a la campaña en Michoacán, en contra de Inés Chávez García, reunidos Paulino Navarro, Rodrigo M. Talamantes, Dizán R. Gaytán, Salvador Calderón, Manuel Ortega, José María Tapia y yo -reunidos decía-, alrededor del catre en el que descansaba el General Calles (que venía acompañándonos desde Sonora para seguir él a la ciudad de México), le decíamos al escuchar sus ideas sociales: mi General, usted está llamado a ser una de las figuras principales en los destinos de la Nación, y nos contestó: no muchachos, yo seré siempre un leal soldado de la Revolución y un amigo y compañero de ustedes. En la vida, el hombre persigue la vanidad, la riqueza o la satisfacción de haber cumplido honrada y lealmente con su deber; sigan ustedes este último camino. Y en esos términos nos hablaba cada vez que había ocasión.

¡Qué sarcasmo tiene la vida! ¡Cómo hace cambiar la adulación el pensamiento sano de los hombres! Veremos al terminar mi jornada político-social qué camino seguí, de los que nos señalaba en 1918 el General Calles.

Señalando con el ejemplo la ruta a seguir se llegará fácilmente hasta el fin.

Ha tenido la Revolución hombres que no resistieron ante la tentación de la riqueza; explotaron su posición en el poder; se volvieron mistificadores de la idea; perdieron la vergüenza y se hicieron cínicos. Sin embargo para sus adeptos siguen siendo redentores de las masas.




7 de abril de 1936.

El General Mújica, a quien el General Calles guardaba estimación, y elemento leal al gobierno, recibió el encargo de transmitirle personalmente al señor General Calles que la agitación que se viene haciendo en el país tomando su nombre, ha llegado ya a un límite que perjudica los intereses del país y que le hiciera conocer la necesidad de que tres Generales y un civil, amigos de él, salgan del país, debido a la conspiración que se les ha comprobado, elementos que considera el propio gobierno no son leales a la amistad que él les dispensa.

El General Calles recibió cortésmente al General Mújica y al exponerle la misión que lo llevaba ante él, contestó agriamente que se opondría a la salida de los cuatro elementos o saldría él con ellos. Que lo encontró francamente contrario a los actos del gobierno, en materia agraria y obrera, haciendo serios cargos a elementos que actúan en la administración. El General Mújica manifestó que trató de persuadirlo, sin resultado.

Le pedí al propio General Mújica volviera al día siguiente a ratificarle la resolución del gobierno, de disponer la salida de los cuatro elementos. El General Calles lo recibió a las 20 horas y al escuchar la decisión del gobierno le preguntó el nombre de los Generales y del civil, contestándole el General Mújica que no los sabía. El General Calles optó por salir él del país sin conocer los nombres de los Generales y sí de los civiles que saldrían con él, y que son Luis N. Morones, ingeniero Luis León y Melchor Ortega.

Conocida la actitud del General Calles fue entonces que se resolvió saliera él con los tres civiles. Los tres Generales quedarían en el país y no serían problema. Si salían los tres Generales y el civil, y permanecía el General Calles en el país, tampoco constituiría problema para el gobierno.




9 de abril de 1936.

Hoy se giraron instrucciones para que salgan del país los señores General Plutarco Elías Calles, Luis N. Morones, ingeniero Luis León y Melchor Ortega, como consecuencia de la agitación subversiva en varios sectores del país. La voladura del tren de Veracruz, en la noche del 5 del actual, sobre la vía del Ferrocarril Mexicano, cerca de la estación Oriental, ha impresionado por las víctimas sacrificadas en este acto criminal en que no hubo la intención del robo, ya que no sacaron nada del propio tren, ni despojaron a los pasajeros de objeto alguno, sino producir alarma con actos terroríficos para sumarlos a otros actos de agitación, que el grupo amigo del General Calles ha venido planeando para sembrar la desconfianza en todo el territorio nacional. El gobierno, ante tal situación que pretende intensificar este grupo, procede a sacarlos del país con el propósito de evitar con ello medidas más drásticas en contra del referido grupo, y no dar lugar, a la vez, a derramamientos de sangre que ocasionarían una guerra civil.

Mucho reflexioné para tomar esta decisión y hube de disciplinar mi condición sentimental, por lo que se refiere al señor General Calles, y obrar como responsable de los destinos de la Nación.

El General Calles, como hombre de experiencia, debía haberse evitado este trance a que él sabía podía conducirlo su presencia en el país, manteniendo una actitud de despecho y de constante crítica a la Administración, fomentando con ello la pasión y ambición de sus llamados amigos, que en realidad fueron quienes lo llevaron por este camino, contra una Administración que sólo ha tratado de poner en práctica lo establecido con el Plan Sexenal, en el que el mismo General Calles y otros elementos que han participado en la Revolución, que ahora se manifiestan enemigos del gobierno, tomaron parte en formular su contenido.

El General Rafael Navarro Cortina, jefe de la Guarnición de la plaza, comunicó a las 22 horas al General Calles, las instrucciones recibidas de que debía de salir del país al día siguiente, manifestando el propio General Calles que estaría preparado por la mañana.




10 de abril de 1936.

A las ocho horas de este día, salió el General Calles en avión hacia Los Ángeles, Cal., en compañía de las personas que se mencionan.

Tomado de, Cárdenas, Lázaro, Obras, op. cit..

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