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II

SÁBADO 29 DE SETIEMBRE.

Navegó a su camino el Oueste, anduvieron 24 leguas, contó a la gente 21; por calmas que tuvieron anduvieron entre día y noche poco. Vieron un ave que se llama rabiforcado, que hace gomitar a los alcatraces lo que comen para comerlo ella, y no se mantiene de otra cosa: es ave de la mar, pero no posa en la mar ni se aparta de tierra 20 leguas, hay de estas muchas en las islas de Cabo Verde: después vieron dos alcatraces: los aires eran muy dulces y sabrosos, que dizque no faltaba sino oír al ruiseñor, y la mar llana como un río: parecieron después en tres veces tres alcatraces y un forcado; vieron mucha yerba.


DOMINGO 30 DE SETIEMBRE.

Navegó su camino al Oueste, anduvo entre día y noche por las calmas 14 leguas, contó 11; vinieron al navío cuatro rabos de junco, que es gran señal de tierra, porque tantas aves de una naturaleza juntas es señal que no andan desmandadas ni perdidas: viéronse cuatro alcatraces en dos veces; yerba mucha.


NOTA.

Que las estrellas que se llaman las guardías cuando anochece, están junto al brazo de la parte del Poniente, y cuando amanece están en la línea debajo del brazo al Nordeste, que parece que en toda la noche no andan salvo tres líneas, que son nueve horas, y esto cada noche: esto dice aquí el Almirante. También en anocheciendo las agujas noruestean una cuarta, y en amaneciendo están con la estrella justo; por lo cual parece que la estrella hace movimiento como las otras estrellas, y las agujas piden siempre la verdad.


LUNES 1° DE OCTUBRE.

Navegó su camino al Oueste, anduvieron 25 leguas, contó a la gente 20 leguas, tuvieron grande aguacero. El piloto del Almirante temía hoy en amaneciendo que habían andado desde la isla de Hierro hasta aquí 578 leguas al Oueste; la cuenta menor que el Almirante mostraba a la gente eran 584 leguas; pero la verdadera que el Almirante juzgaba y guardaba era 707.


MARTES 2 DE OCTUBRE.

Navegó su camino al Oueste noche y día 39 leguas, contó a la gente obra de 30 leguas: la mar llana y buena siempre: a Dios muchas gracias sean dadas, dijo aquí el Almirante; yerba venía del Este al Oueste por el contrario de lo que solía: parecieron muchos peces, matóse uno; vieron una ave blanca que parecía gaviota.


MIÉRCOLES 3 DE OCTUBRE.

Navegó su vía ordinaria, anduvieron 47 leguas, contó a la gente 40 leguas. Aparecieron pardelas, yerba mucha, alguna muy vieja, y otra muy fresca, y traía como fruta; y no vieron aves algunas; creía el Almirante que le quedaban atrás las islas que traía pintadas en su carta.

Dice aquí el Almirante que no se quiso detener barloventeando la semana pasada, y estos días que había tantas señales de tierra, aunque tenía noticia de ciertas islas en aquella comarca, por no se detener, pues su fin era pasar a las Indias; y si detuviera, dice él, que no fuera buen seso.


JUEVES 4 DE OCTUBRE.

Navegó a su camino al Oueste, anduvieron entre día y noche 63 leguas, contó a la gente 46 leguas; vinieron al navío más de 40 pardeles juntos y dos alcatraces, y al uno dio una pedrada un mozo de la carabela; vino a la nao un rabiforcado, y una blanca como gaviota.


VIERNES 5 DE OCTUBRE.

Navegó a su camino, andarían 11 millas por hora; por noche y día andarían 57 leguas porque aflojó la noche algo el viento; contó a su gente 45: la mar en bonanza y llana: a Dios, dice, muchas gracias sean dadas; el aire muy dulce y temprado, yerba nenguna, aves pardelas muchas, peces golondrinas volaron en la nao muchos.


SABADO 6 DE OCTUBRE.

Navegó su camino al Vueste o Oueste qués lo mismo, anduvieron 40 leguas entre día y noche; contó a la gente 33 leguas.

Ésta noche, dijo Martín Alonso, que sería bien navegar a la cuarta del Oueste, a la parte del Sudueste; y al Almirante pareció que no decía esto Martín Alonso por la isla de Cipango, y el Almirante vía que si la erraban que no pudieran tan presto tomar tierra, y que era mejor una vez ir a la tierra firme y después a las islas.


DOMINGO 7 DE OCTUBRE.

Navegó a su camino al Oueste, anduvieron 12 millas por hora dos horas, y después 8 millas por hora, y andaría hasta una hora de sol 23 leguas, contó a la gente 18. En este día al levantar del sol la carabela Niña, que iba delante por ser velera, y andaban quien más podía por ver primero tierra, por gozar de la merced que los Reyes a quien primero la viese habían prometido, levantó una bandera en el topo del mástel, y tiró una lombarda por señal que vían tierra, porque así lo había ordenado el Almirante. Tenía también ordenado que al salir del sol y al ponerse se juntasen todos los navíos con él, porque estos dos tiempos son más propios para que los humores den más lugar a ver más lejos. Como en la tarde no viesen tierra la que pensaban los de la carabela Niña que habían visto, y porque pasaban gran multitud de aves de la parte del Norte al Sudueste, por lo cual era de creer que se iban a dormir a tierra o huían quizá del invierno, que en las tierras de donde venían debía de querer venir, porque sabía el Almirante que las más de las islas que tienen los portugueses por las aves las descubrieron. Por esto el Almirante acordó dejar el camino del Oueste, y poner la proa hacia Ouesudueste con determinación de andar dos días por aquella vía. Esto comenzó antes una hora del sol puesto. Andarían en toda la noche obra de 5 leguas, y 23 del día; fueron por todas 28 leguas noche y día.


LUNES 8 DE OCTUBRE.

Navegó al Ouesudueste, y andarían entre día y noche 11 leguas y media o 12, y a ratos parece que anduvieron en la noche 15 millas por hora, si no está mentirosa la letra; tuvieron la mar como el río de Sevilla: gracias a Dios, dice el Almirante: los aires muy dulces como en abril en Sevilla, qués placer estar a ellos, tan olorosos son. Pareció la yerba muy fresca; muchos pajaritos del campo, y tomaron uno que iban huyendo al Sudueste, grajaos y ánades y un alcatraz.


MARTES 9 DE OCTUBRE.

Navegó al Sudueste, anduvo cinco leguas: mudóse el viento, y corrió al Oueste cuarta al Norueste, y anduvo 4 leguas: después con todas 11 leguas de día y a la noche 20 leguas y media: contó a la gente 17 leguas. Toda la noche oyeron pasar pájaros.


MIÉRCOLES 10 DE OCTUBRE.

Navegó al Ouesudueste, anduvieron a 10 millas por hora y a ratos 12 y algún rato a 7, y entre día y noche 59 leguas: contó a la gente 44 leguas no más. Aquí la gente ya no lo podía sufrir; quejábase del largo viaje; pero el Almirante los esforzó lo mejor que pudo dándoles buena esperanza de los provechos que podrían haber. Y añadía que por demás era quejarse, pues que él había venido a las Indias, y que así lo había de proseguir hasta hallarlas con el ayuda de nuestro Señor.


JUEVES 11 DE OCTUBRE.

Navegó al Ouesudueste, tuvieron mucha más que en todo el viaje habían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo, y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra yerba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado descaramojos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día hasta puesto el sol 27 leguas.

Después del sol puesto navegó a su primer camino al Oueste: andarían 12 millas cada hora, y hasta dos horas después de media noche andarían 90 millas, que son 22 leguas y media. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra y hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana; puesto que el Almirante a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vido lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra; pero llamó a Pero Gutiérrez, repostero destrados del Rey, e díjole, que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y vídola: díjolo también a Rodrigo Sánchez de Segovia quel Rey y la Reina enviaban en el armada por veedor, el cual no vido nada porque no estaba en lugar do la pudiese ver. Después quel Almirante lo dijo se vido una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual cuando dijeron la Salve, que la acostumbran decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que vía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran 10.000 maravedís de juro a quien primero la viese. A las dos horas después de media noche pareció la tierra, de la cual estarían 2 leguas. Amañaron todas las velas, y quedaron con el treo que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda temporizando hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní. Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la bandera Real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la (ilegible en el original) y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes yaguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo Descovedo, Escribano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requirían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escripta. Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias. Yo (dice él) porque nos tuviesen mucha amistad, porque conoscí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza; les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor con que hobieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estábamos, nadando y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas, y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una farto moza, y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de treinta años: muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos, y muy buenas caras: los cabellos gruesos cuasi como sedas de cola de caballos, e cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos de tras que traen largos, que jamás cortan: dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y dellos se pintan de blanco, y dellos de colorado, y dellos de lo que fallan, y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y dellos sólo los ojos, y dellos sólo el nariz. Ellos no traen armas ni las cognocen, porque les amostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún fierro: sus azagayas son unas varas sin fierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza, y buenos gestos, bien hechos; yo vide algunos que tenían señales de feridas en sus cuerpos, y les hice señas que era aquello, y ellos me amostraron como allí venían gente de otras islas que estaban acerca y les querían tomar, y se defendían; y yo creí, e creo, que aquí vienen de tierra firme a tomados por captivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a nuestro Señor, levaré de aquí al tiempo de mi partida seis a V. A. para que deprendan fablar. Ninguna bestia de ninguna manera vide, salvo papagayos en esta isla. Todas son palabras del Almirante.


SÁBADO 13 DE OCTUBRE.

Luego que amaneció vinieron a la playa muchos destos hombres, todos mancebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy fermosa: los cabellos no crespos, salvo corredíos y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha más que otra generación que fasta aquí haya visto, y los ojos muy fermosos y no pequeños, y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues está Lesteoueste con la isla del Hierro en Canaria so una línea. Las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla según la tierra, y grandes en que en algunas venían 40 ó 45 hombres, y otras más pequeñas, fasta haber dellas en que venía un solo hombre. Remaban con una pala como de fornero, y anda a maravilla; y si se le trastorna luego se echan todos a nadar, y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos. Traían ovillas de algodón filado y papagayos, y azagayas, y otras casitas que sería tedio de escribir, y todo daban por cualquiera cosa que se los diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vide que algunos dellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo la isla por el Sur, que estaba allí un Rey que tenía grandes vasos dello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vide que no entendían en la ida. Determiné de aguardar fasta mañana en la tarde, y después partir para el Sudueste, que según muchos dellos me enseñaron decían que había tierra al Sur y al Sudueste y al Norueste, y questas del Norueste les venían a combatir muchas veces, y así ir al Sudueste a buscar el oro y piedras preciosas. Esta isla es bien grande y muy llana y de árboles muy verdes, y muchas aguas, y una laguna en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, ques placer de mirarla; y esta gente farto mansa, y por la gana de haber de nuestras cosas, y teniendo que no se les ha de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar; mas todo lo que tienen lo dan por cualquiera cosa que les den; que fasta los pedazos de las escudillas, y de las tazas de vidrio rotas rescataban, fasta que vi dar 16 ovillos de algodón por tres ceotís de Portugal, que es una blanca de Castilla, y en ellos habría más de una arroba de algodón filado. Esto defendiera y no dejara tomar a nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para V. A. si hubiera en cantidad. Aquí nace en esta isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fe, y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz; mas por no perder tiempo quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango. Agora como fue noche todos se fueron a tierra con sus almadías.


DOMINGO 14 DE OCTUBRE.

En amaneciendo mandé aderezar el batel de la nao y las barcas de las carabelas, y fue alluengo de la isla, en el camino del Nornordeste, para ver la otra parte, que era de la otra parte del Leste que había, y también para ver las poblaciones, y vide luego dos o tres y la gente, que venían todos a la playa llamándonos y dando gracias a Dios; los unos nos traían agua, otros otras cosas de comer; otros, cuando veían que yo no curaba de ir a tierra, se echaban a la mar nadando y venían, y entendíamos que nos preguntaban si éramos venidos del cielo; y vino uno viejo en el batel dentro, y otros a voces grandes llamaban todos hombres y mujeres: venid a ver los hombres que vinieron del cielo: traedles de comer y de beber. Vinieron muchos y muchas mujeres, cada uno con algo, dando gracias a Dios, echándose al suelo, y levantaban las manos al cielo, y después a voces nos llamaban que fuésemos a tierra: mas yo temía de ver una grande restinga de piedras que cerca toda aquella isla alrededor, y entre medias queda hondo y puerto para cuantas naos hay en toda la cristiandad, y la entrada dello muy angosta. Es verdad que dentro desta cinta hay algunas bajas, mas la mar no se mueve más que dentro en un pozo. Y para ver todo esto me moví esta mañana, porque supiese dar de todo relación a Vuestras Altezas, y también a donde pudiera hacer fortaleza, y vide un pedazo de tierra que se hace como isla, aunque po lo es, en que había seis casas, el cual se pudiera atajar en dos días por isla; aunque yo no veo ser necesario, porque esta gente es muy símplice en armas, como verán Vuestras Altezas de siete que yo hice tomar para le llevar y deprender nuestra fabla y volvellos, salvo que Vuestras Altezas cuando mandar en puédenlos todos llevar a Castilla, o tenellos en la misma isla captivos, porque con 50 hombres los terná todos sojuzgados, y les hará hacer todo lo que quisiere; y después junto con la dicha isleta están huertas de árboles las más hermosas que yo vi, e tan verdes y con sus hojas como las de Castilla en el mes de abril y de mayo, y mucha agua. Yo miré todo aquel puerto, y después me volví a la nao y di la vela, y vide tantas islas que yo no sabía determinarme a cual iría primero, y aquellos hombres que yo tenía tomado me decían por señas que eran tantas y tantas que no había número, y anombraron por su nombre más de 100. Por ende yo miré por la más grande, y aquella determiné andar, y así hago y será lejos desta de San Salvador, 5 leguas y las otras dellas más, dellas menos: todas son muy llanas, sin montañas y muy fértiles, y todas pobladas, y se hacen guerra la una a la otra, aunque éstos son muy símplices y muy lindos cuerpos de hombres.

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