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LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator

LIBRO PRIMERO
Se desata el huracán
Capítulo sexto

Multitudes peregrinas



EN BUSCA DE JESUS

Así, en medio de tantas y tan grandes dificultades, pasaron los meses de abril y mayo. Vino junio, el mes del Sagrado Corazón de Jesús, y su Novenario y Fiesta. En Colima no había un Sagrario en público, no obstante que, en privado, donde los fieles no lo sabían, completamente en oculto, sí se guardaba el Smo. Sacramento para llevarlo por viático, afrontando mil peligros, a los enfermos graves. En la atención de los enfermos se distinguió por su celo y atrevida caridad pastoral, el Padre don Tiburcio Hernández, Vicario del Templo de Ntra. Señora de la Salud. Los fieles de todo Colima recibían servicios suyos. Pero el Corazón vivo de Jesús no latía en ninguno de los tabernáculos de los templos y, sin embargo la fe de aquel pueblo huérfano, el amor al dulcísimo Jesús ausente se había agigantado y era preciso ir en busca de El. El piadosísimo pueblo de Colima, no podía vivir sin El.

A Tonila, pues, en donde había todavía culto público, fueron los fieles a desahogar los sentimientos de su alma, a celebrar las fiestas del Corazón Divino de Jesús Rey. Los días del novenario se distribuyeron entre los principales pueblos del Estado mártir. Todos los días iban, en compacta peregrinación, los habitantes de la parroquia, pueblo o ciudad a que tocaba el turno; en los caminos, el río de gente no se interrumpía, ya en caballos o asnos y aun a pie, según las posibilidades de cada uno.

El simpático pueblo de Tonila rebosaba de gente de fuera que iba a adorar, a bendecir, a desagraviar a Jesús, a recibirle en su pecho, a estrecharle en el Corazón, quizá por última vez.

Gran número de los sacerdotes de Colima estaba allí en Tonila para atender a los centenares y aun a millares de cotidianos peregrinos. Hubo ocasión en que todo el día se estuvo confesando, en seis o siete confesionarios a la vez, y la multitud, deseosa de acercarse al sacramento de la Penitencia, no se agotaba. Hubo noches en que los sacerdotes estuvieron confesando sin interrupción, desde la Hora Santa del día anterior, hasta la Misa del siguiente, y aún así, muchísimos hombres quedaban sin poder recibir los Sacramentos.

Cada peregrinación celebraba, al mismo tiempo, en el día en que le tocaba su turno, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y la Procesión del Corpus, que no había sido posible celebrar en su propio Octavario. Era en esos momentos cuando el fervor y el dolor rebosaban de los corazones; todas las gargantas se anudaban, los ojos se llenaban de lágrimas y se oían los entrecortados y reprimidos sollozos.

El día de la Fiesta del Sagrado Corazón, la solemnidad tocó a los sacerdotes del Estado. Allí, a los pies de Jesús, se dieron cita todos ellos, jóvenes y ancianos; iban a dar gracias por el favor de la fortaleza que hasta entonces les había dado el Señor; iban a pedir nueva luz y fortaleza para seguir, en medio del tremendo huracán que azotaba a la Patria, fieles a Cristo, leales a su Iglesia, aunque tuviese que llegarse al martirio.

LOS ALUMNOS DEL SEMINARIO

El día 27, aunque ya fuera del novenario y fiesta del Sagrado Corazón, tocó a los jóvenes seminaristas, pues ese día era segundo aniversario de su consagración solemne al Sagrado Corazón de Jesús y de la entronización de El, el Rey Divino en aquel Seminario, que habría de ser jardín de mártires. Ya el Rey Sacramentado no sería llevado en procesión triunfal por los engalanados corredores del Plantel, pues éste estaba en poder de los tiranos y, además, esto no hubiera sido posible, dada la suspensión del culto dentro del Estado de Colima; pero los fervientes colegiales irían a buscarle, traspasarían los límites del Estado, para ir a jurarle fidelidad y amor, en el pueblecito vecino de Tonila, Estado de Jalisco.

En peregrinación de desagravio y penitencia salieron a pie en la mañana del 26. Poco antes del mediodía, los jóvenes habían recorrido aquel empinado camino de. más de 30 kilómetros y estaban en Tonila; llevaban encendido el rostro por la fatiga y el sol, cubiertos de polvo y jadeantes, pero contentos, satisfechos. La tarde la pasaron en retiro espiritual. El siguiente día fue de regocijo y fiesta. Jesús en el Altar, expuesto públicamente, bendijo a aquellos muchachos que iban a rendirle, ante su trono, nueva y ferviente protesta de amor. Y el himno del Seminario resonó, caldeando más los corazones:

Reina, Jesús, que sea tu Seminario
horno radiante del Divino Amor.
Si el mundo enfurecido es tu adversario,
te juramos amar con santo ardor.

Reina, Jesús, tu Corazón herido
inspire nuestras almas con su luz,
y entonces nuestro pecho, enardecido,
sólo tuyo será, Señor Jesús.

El fuego de tu Santa Eucaristía
nuestras almas encienda y queme ya;
acuérdate, Señor, dijiste un día:
mi Corazón Sagrado reinará.

Asienta tu reinado, no receles,
aquí en tu Seminario, oh Rey de Amor.
Te juramos, Señor, el serte fieles;
no habrá de entre nosotros un traidor.

Reina, Jesús, juramos defenderte,
tan sólo tuya nuestra vida es.
Destronado, Señor, no hemos de verte:
primero moriremos a tus pies.

SERVA EOS IN NOMINE TUO

Una bellísima escultura del Corazón de Jesús -que aún existe en aquel templo parroquial- estaba en un pequeño altar cubierto de flores y luces, cerca de la barandilla del comulgatorio, al lado del Evangelio. La escultura representa a Jesús orando y bendiciendo: su rostro un poco levantado, sus manos de igual manera y sus hermosos ojos fijos en el cielo. Cómo traía ese cuadro la representación de aquel otro hermosísimo de la vida de Jesús, cuando, en la Ultima Cena, rodeado de sus discípulos, los hijitos amados de su Corazón, les anuncia horrible borrasca, tiempos angustiosísimos muy distintos de aquellos que habían pasado en aquel divino Colegio, a la sombra de El, el Maestro sin igual, y luego los bendice con inefable ternura: Padre Santo, conserva en tu nombre a estos que me has dado ... Cuando estaba con ellos, yo los conservaba en tu Nombre ... No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal (San Juan 17, 11-15). Así también ahora, aquellos jóvenes estaban por última vez agrupados alrededor del Maestro; la tempestad arreciaba por momentos, la fuerza del huracán tenía que azotar muy rudamente a aquel escogido grupo del Señor; muchos de aquéllos, más del diez por ciento, tendrían que dar su vida en testimonio de la Realeza de Cristo. Y el Cristo divino está en medio de ellos, sus manos extendidas los bendicen, su rostro está levantado al cielo, Jesús está orando, sus hermosísimos ojos revelan amargura y amor: Padre mío -parece decir-, el mundo odia a éstos, porque son míos. Padre mío, el huracán arrecia, la persecución se recrudece por instantes, te pido por éstos, no que los libres del rigor de la borrasca, no que los saques del mundo, sino que los guardes del mal. Serva eos in Nomine tuo-. Guárdalos en tu Nombre.

Aquel día se celebró el solemne ofertorio en el que el pequeño Seminario de Colima, hizo el holocausto de sí mismo, al Corazón Divino de Cristo Rey. ¿Este Rey divino aceptó la oblación ... ? Porque aquel seminario fue un seminario mártir: ninguno en la República Mexicana, dio tantas víctimas al Señor.
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