Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XCICapítulo XCIIIBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO XCII

Que trata del combate de Iztapalapan, vista que dio Cortés a México y la guerra de Acapuchtlan

Había más de siete días que los mexicanos no entraban por las tierras y términos de Tetzcuco, no los nuestros habían hecho alguna salida por estar ocupados en fortalecerse y en otras cosas necesarias para su defensa y ofensa de los enemigos y al cabo de ellos salió Cortés de la ciudad con doscientos españoles y más de cuatro mil naturales de la ciudad de Tetzcuco, algunos de Tlaxcalan y otras partes que estaban con Cortés y con ellos Ixtlilxóchitl acaudillando los suyos y fueron costeando la laguna hasta llegar a Iztapalapan, que siendo reconocidos desde el peñol de Tepecpolco, dieron aviso a los de México y así dos leguas antes de llegar a Itzapalapan, por agua y por tierra comenzaron a pelear con los nuestros y en todas aquellas dos leguas fueron revueltos peleando con los enemigos, así con los de tierra, como con los que andaban en la laguna; mas cuando llegaron a la ciudad de Iztapalapan, todas las casas que estaban en tierra firme las habían despoblado y pasádose a las de la laguna y aunque se defendieron y pelearon reciamente, los hubieron de vencer los nuestros, metiéndolos por el agua y les saquearon la mayor parte de las casas que tenían en la laguna y murieron de ellos más de seis mil personas y como sobrevino la noche, recogió Cortes su gente y puso fuego a algunas de las casas de aquella ciudad, hasta que se acordó que había pasado una calzada que dividía las dos lagunas, donde podían tener alguna celada en daño suyo los enemigos y así comenzó a marchar a toda prisa y cuando llegó a la calzada fue fuerza pasarla a volapié (volapié es un término que debemos entender como que a veces era necesario marchar a pie y en otras ocasiones nadar. Nota de Chantal López y Omar Cortés), por lo que se ahogaron algunos de los amigos y se perdió todo el despojo, porque los enemigos habían roto la presa y echado el agua por aquel paso y cuando vino a amanecer vieron innumerables canoas cargadas de gente de guerra que habían venido a cogerles el paso y fueron prosiguiendo su camino hasta Tetzcuco, peleando a ratos con los que salían de la laguna y sólo un español murió en esta refriega. Llegados que fueron los tlaxcaltecas con la tablazón y ligazón de los bergantines (en donde venían de carga más de ocho mil, de guerra más de veinte mil y con ellos el alguacil mayor y capitán Gonzalo de Sandoval, doscientos españoles de a pie y dieciséis de a caballo), mientras duraba la obra quiso dar una vista Cortés a la ciudad de México por su comarca y así sin dar parte a nadie de su intento (por no tener aún entera satisfacción de la lealtad de los tetzcucanos, que se recelaba de ellos no diesen aviso a los de México de sus designios y no era de espantar que tuviese este recelo, porque sus enemigos y los de esta ciudad eran todos deudos y parientes muy cercanos; mas después el tiempo lo desengañó y vio la gran lealtad de Ixtlilxóchitl y de todos), salió con veinticico de a caballo, trescientos cincuenta de a pie, seis tiros pequeños de campo y treinta y dos mil amigos le los tlaxcaltecas y tetzcucanos; iban por caudillos principales, Chichimecatltecuhtli de los tlaxcaltecas y Ixtlilxóchitl de los aculhuas tetzcucanos y fueron a dormir por los llanos entre Chicuhnauhtlan y Xaltocan, en donde tuvieron una refriega con un escuadrón de los enemigos, que luego los desbarataron y otro día dieron sobre Xaltocan, lugar fuerte que estaba sentado en medio de la laguna y aunque era perteneciente a Tetzcuco, era de la parte de Coanacochtzin y mexicanos y por más que se defendieron los de dentro, los echaron fuera y quemaron mucha parte del pueblo. Aquella noche fueron a dormir una legua de allí y otro día tomando muy de mañana su viaje, por el camino les salieron con mucha grita los enemigos, con los cuales fueron escaramuzando hasta llegar a Quauhtitlan que estaba despoblado, donde hicieron noche; otro día siguiente pasaron adelante, llegaron a Tenayocan, donde no se les hizo resistencia ninguna; de aquí a Azcaputzalco y de allí a la ciudad de Tlacopan, que era el puesto que iba a ver Cortés para ojear y tantear desde allí la ciudad de México y aunque hubo muy gran resistencia de los enemigos, los hubieron de echar de la ciudad y apoderarse de ella y como era ya tarde, no hicieron más de aposentarse en los palacios del rey de Tlacopan, que eran unas casas muy grandes en donde cupieron todos los del ejército de Cortés muy a placer y el día siguiente los amigos comenzaron a saquear y a quemar toda la ciudad; estuvieron allí seis días y en todos ellos tuvieron muchos reencuentros y escaramuzas con los enemigos, hasta llegar cerca de la ciudad de México, en donde procuró Cortés ver si podía hablar con Quauhtémoc para tratar de algunos medios de paz y como no pudo tratar de cosa, vio y trató lo que convenía para sitiar la ciudad de México y acordó de volverse a Tetzcuco para dar prisa en ligar y acabar los bergantines, para por el agua y por la tierra ponerle cerco; vinieron a hacer noche en Quauhtitlan, otro día en Acolman y por todo el camino tuvieron revueltas y escaramuzas con los enemigos, que como los vieron volver, entendieron que de miedo se volvían, en donde mataron a muchos de ellos y alancearon los de a caballo infinitos. El día siguiente entraron a mediodía en la ciudad de Tetzcuco, en donde fueron muy bien recibidos y festejados y el siguiente se fueron los tlaxcaltecas a su tierra cargados de despojos. Los mexicanos a esta ocasión, afligían mucho a los de la provincia de Chalco, (porque) eran amigos de los nuestros y así, Cortés a su pedimiento, envió a Gonzalo de Sandoval con veinte de a caballo y trescientos peones y llegado que fue halló la gente toda apercibida y en su favor los de Huexotzinco y Quauhquecholan que lo estaba esperando y dado orden de lo que se debía hacer, se partieron para Huaxtépec donde estaba la gente de México en guarnición y de donde hacían daño a los de la provincia de Chalco; pelearon con ellos hasta ganar aquel pueblo y otros de la comarca, como fue Acapuchtlan, que ganaron con harta dificultad, por ser lugar fuerte; mataron y despeñaron a muchos de los enemigos, de tal manera, que en más de dos horas no pudieron beber agua del río que por allí pasaba, por ir teñido en sangre. Habiendo dado fin a esta jornada, dejando bien castigados a los enemigos y de paz aquellas poblaciones, se volvió Sandoval con toda la gente a la ciudad de Tetzcuco; mas los señores mexicanos quisieron castigar a los de Chalco y enviando tan esforzadamente, que vencieron y echaron de toda la tierra a los mexicanos, matando a muchos de ellos y cautivaron más de cuarenta personas principales del ejército mexicano y aunque pidieron socorro a Cortés, cuando llegó Sandoval, que iba al efecto, ya los chalcas se habían defendido como dicho es; allí estuvo algunos días en las fronteras de Chalco y viendo que ya los mexicanos no acometían, se volvió a Tetzcuco. A esta sazón llegaron nuevas de la Veracruz, cómo habían llegado al puerto tres navíos con mucha gente, caballos y armas, que luego despacharon y fue este socorro milagroso por la mucha necesidad que de todo tenía Cortés y fueles fácil porque ya todo el camino desde la ciudad de Tetzcuco hasta el puerto estaba seguro de enemigos. El miércoles santo (que fue veintisiete de marzo del año de 1521), despachó dos principales mexicanos (de los cuarenta que los de Chalco prendieron en la guerra pasada) a la ciudad de México (que éstos se animaron allá), enviando con ellos Cortés a requerir a los señores mexicanos se diesen de paz y dejasen la guerra, que él les perdonaría todo lo pasado; los mensajeros pidiéronle una carta suya para que fuesen creídos de los reyes Quauhtémoc, Coanacochtzin y Tetlepanquetzaltzin, que él los enviaba; el cual se las dio para el efecto que se la pidieron y nunca como los otros lo recelaban, (porque) era ley entre ellos que el señor noble que era cautivo no podía volverse a su patria, pena de ser muerto o sacrificado. Ixtlilxóchitl procuraba siempre traer a la devoción y amistad de los cristianos, no tan solamente a los del reino de Tetzcuco, sino aun a los de las provincias remotas, enviándoles a decir que todos se procurasen dar de paz al capitán Cortés y que aunque de las guerras pasadas algunos tuviesen culpa, era tan afable y deseaba tanto la paz, que luego al punto los recibiría en su amistad; de los que así se iban atrayendo, fueron a esta sazón los de las provincias de Tozapan, Maxcaltzinco, Nauhtlan y otros de su contorno, los cuales habiendo visto a Ixtlilxóchitl le dieron cantidad de mantas y otras cosas de las tres cabezas de aquellas provincias, quien hizo las diesen al capitán Cortés, y que se le dieran por sus amigos, dando la obediencia a su majestad y en señal de ella, cantidad de mantas de algodón; Cortés lo agradeció mucho y les dio su palabra que siempre los tendría por amigos, con lo que se volvieron muy contentos.

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