Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo XXXVICapítulo XXXVIIIBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO XXXVII

Que prosigue en la descripción de las casas de Nezahualcoyotzin y templos que dentro de ellas tenía

Estas casas que hemos ido describiendo no tenían más de tan solamente tres puertas y entradas principales, que la una caía por la parte de hacia el oriente y la otra hacia el mediodía; y eran a manera de calles que tenían dieciocho varas de ancho: otras entradas y portadas tenía la casa, que calan donde estaban los templos, los cuales tenían unas gradas, por donde en las entradas de ellas recibían y bajaban dentro de estos palacios. Por las parte del poniente de los templos estaban otros cuartos con su patio, sala y aposentos, que se llamaba Tlacateo, en donde criaban y doctrinaban los hijos del rey, allí asistían con ellos sus ayos y maestros, que les enseñaban toda la policía de su buen modo de vivir, todas las ciencias y artes que sabían y alcanzaban, hasta las mecánicas de labrar oro, pedrería y plumería y las demás, asimismo el ejercicio militar, con tanto cuidado que no los dejaban un punto estar ociosos. En otros, que estaban divididos de éstos, se doctrinaban y criaban las hijas del rey; y cada ochenta días era ley, que el rey con todos sus hijos y deudos, con sus ayos, maestros y los grandes del reino estaban en una sala grande que había en estos cuartos de Tlacateo, asimismo todas las hijas con sus ayas y maestras, aunque fuesen las muy pequeñas sentándose por su orden los varones a una parte y las hembras por la otra, los hijos aunque fuesen del rey iban vestidos de unas mantas groseras de nequen; en donde se subía en un teatro a manera de púlpito un orador y allí comenzaba desde el rey hasta el más pequeño a reprender todos los vicios y cosas mal hechas, trayendo a la memoria los daños que de ellos se seguían y encareciendo la virtud, sus utilidades y provechos; relataba las cosas que habían sido mal hechas en aquellos ochenta días: si el rey había hecho algunos agravios, se las relataba, de manera que no quedaba cosa que allí no pareciese y fuese reprendida con toda la libertad del mundo; y traía a la memoria las ochenta leyes, que tenía constituidas el rey, cómo se debían guardar y ejecutar. Hacía esta plática muy elocuente este orador, que abominaba todos los vicios y engrandecía la virtud y lo que de ella se seguía, hasta mover el afecto a lágrimas y otras muchas cosas que decía y persuadía, de muy buena moralidad. Los templos eran más de cuarenta; pero el principal y mayor que era Huitzilopochtli y Tláoc cuadrado y macizo, hechas de cal y canto las paredes de la parte de afuera, lo de dentro terraplenado de barro y piedra: tenía en cada cuadro ochenta brazas largas y de alto este terraplén lo que veintisiete estados y se subía por la parte de poniente por unas gradas que eran ciento y sesenta: comenzaba su edificio por el cimiento ancho y como iba levantándose, iba disminuyendo y estrechando de todas partes en forma piramidal con sus grandes relieves, que como iba subiendo, asimismo le iban disminuyendo y de trecho en trecho las gradas hacían un descanso, encima estaba edificado un templo con dos capillas, la una mayor que la otra: la mayor caía a la parte del sur en donde estaba el ídolo Huitzilopochtli y la menor que estaba a la parte norte, era el ídolo Tláoc, estas capillas y sus ídolos miraban hacia la parte del poniente; y por delante de este templo había un patio prolongado de norte a sur en donde cabían muy bien quinientos hombres y en medio de las puertas de las dos capillas estaba una piedra tumbada que llamaban téchcatl, en donde sacrificaban los cautivos en guerra; y tenía cada una de estas capillas tres sobrados que se mandaban por la parte de adentro por unas escaletas de madera movediza y los sobrados estaban llenos de todo género de armas, como eran macanas, rodelas, arcos, flechas, lanzas y guijarros, y todo género de vestimentos, arreos y adornos de guerra. Los demás templos casi todos eran a este talle; unos tenían dos, tres y más capillas, y algunos que no tenían más de sólo una: había más de cuatrocientas salas y aposentos en donde estaban estos templos y en donde se criaban y doctrinaban los muchachos de la ciudad; en estos templos había uno en donde había muchas mujeres reclusas y encerradas, asimismo se criaban algunas de las hijas de los señores y ciudadanos. Había un templo redondo que era de Quetzalcoatl, dios del aire, asimismo un estanque que se decía Tetzapan, en donde se lavaban todos los vasos de los sacrificios y los que se sacaban sangre se iban a lavar allí. Asimismo había en un cercado cantidad de árboles y matas de todo género de espinas llamado Teotlapan, que significa tierra de dios. Tenía esta maquina de edificios más de cuarenta patios entre grandes y chicos, sin los jardines y laberintos. Y porque de la compostura y ornato de los templos, ídolos y diversidad de sacerdotes tratan muchos autores, así no se trata ni especifica aquí.

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