Índice de Hidalgo, las primeras siete cartas del Cuadro histórico de la revolución mexicana de Carlos Ma. de BustamantePresentacion de Chantal López y Omar CortésCarta primeraBiblioteca Virtual Antorcha

EL AUTOR A SUS LECTORES

Cuando me propuse escribir el Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana acometí esta empresa sin todo el acopio necesario de materiales para realizarla. Moviéronme a ello varias razones. Primera, ver el grande abandono con que se conducían mis compatriotas en uno de los negocios de que mayor gloria resultaría algún día a nuestra patria. Notaba con sentimiento que las personas que fueron testigos presenciales, y que habían sobrevivido a tan grandes acontecimientos, iban desapareciendo rápidamente y que a vueltas de pocos años se encontrarían muy pocas capaces de instruirnos con verdad de lo mismo que vieron, o que trastornándoles el decurso del tiempo la memoria circunstanciada de los sucesos, los referirían diminutos e inexactos en la mayor parte. Allégase a lo dicho que muy poco o casi nada se había impreso de lo que pudiera dar honor a los americanos. En los días de aquella lucha terrible no se contaban en esta América más imprentas que en México, Puebla, Guadalajara, y por poco tiempo la de Veracruz, que estaban todas ocupadas por el Gobierno, que no permitía se escribiese ni publicase sino lo que cumplía a sus deseos y se dirigía a impugnar la revolución. Cierto es que poseímos por un poco tiempo una muy escasa en el campo del Gallo, por la que se imprimieron algunos periódicos favorables a nuestra causa; pero en breve desapareció por las mudanzas de los campamentos y trastornos de la revolución, no menos que por la persecución incesante de las tropas del Gobierno. Existió otra muy escasa en Oaxaca, de la que hice uso por tres meses o cuatro, y publiqué el Correo del Sur, empresa que abandoné por haber sido llamado al Congreso de Chilpancingo. Finalmente, nada se escribió que hiciese honor a los americanos, ni aun en la secretaría del virreinato quedó sino uno que otro documento olvidado, pues hecha la independencia, o los llevó a España el oficial mayor D. Antonio Morán, o les prendió fuego que estuvo ardiendo por espacio de tres días en su casa, incendio tal, que a su portero atizador de las llamas le costó la vida el mucho humo que tragó en esta operación. En estas circunstancias y por tales causas era casi imposible que se formara la historia sino recurriendo a personas fidedignas y de buena crítica que presenciaron los sucesos. Por tales motivos me di prisa a trabajar el Cuadro, con la misma festinación que los litigantes en el foro cuando para conservar la memoria de un hecho que les interesa promueven la información de testigos conocida con el nombre de información ad perpetuam. He aquí el punto de vista desde el que se deben contemplar el primero y parte del segundo tomos de mi Cuadro. Los restantes se han escrito con vista de algunos legajos de correspondencia de los comandantes realistas con la capitanía general de México, que por olvido o falta de tiempo en recogerlos los dejó olvidados D. Antonio Morán, siendo el más interesante el que publiqué, intitulándolo: Campañas del general Calleja, que di a luz como suplemento al Cuadro en 1828, y que refundiré en esta segunda edición. Fáltame que añadir la más poderosa causa que influyó en la escritura del Cuadro.

Convencidos los mexicanos de que la corte de Madrid se negaba a admitir el plan de Iguala y se resistía Fernando VII a reconocer la independencia, creyeron con sobrada razón que mandaría a México una expedición numerosa luego que se vió restablecido al mando absoluto por el duque de Angulema. El Gobierno, a lo que entiendo, se descuidó en pagar muy bien espías vigilantes que le informaran con exactitud del estado de debilidad e impotencia en que había quedado el Gobierno español, y que no le era dado mandarnos un ejército. Los temores de ello se aumentaban con frecuencia, y yo creía que nos veríamos en el estado de 1810. Para alentar a los mexicanos recordándoles los sucesos anteriores y los puntos de defensa que deberían ocupar para resistir a esta invasión, juzgué a propósito marcarles lo pasado, para que aleccionados por la experiencia pudieran hacer una defensa vigorosa y obtener un triunfo completo. Tal fue la causa principal que me obligó a escribir con premura dicha historia, la cual ha sido censurada y condenada al desprecio por D. Lorenzo de Zavala en venganza de que no quise franquearle mis manuscritos; ha sido, no obstante, celebrada hasta con encarecimiento por el Sr. D. Pablo Mendívil en el Resumen Histórico de la Revolución de los Estados Unidos Mexicanos, sacado del Cuadro Histórico que en forma de cartas escribió el Lic. D. Carlos María de Bustamante, y que imprimió en Londres R. Ackerman y en su establecimiento en México. En alabanza de esta obra, dice lo siguiente:

El Lic. Bustamante, escribiendo en forma de cartas, dotado de una imaginación vivaz, de un decir afluente y de un modo de sentir delicado y enérgico; habiendo sido además testigo de lo que refiere por haberlo presenciado, o por haberIo oído de los que así como él mismo tuvieron gran parte en la revolución, no podía menos de escribir con aquella fuerza y exaltación, que estoy muy lejos de reprobar, porque además de ser un efecto de generosos sentimientos, puede asegurarse (por más que esta proposición se presente con cierto aire de paradoja) que es más frecuente hallarse la verdad en los historiadores movidos por un ardiente amor a su patria que en los que se precian de ser enteramente desapasionados, y que lo son en efecto. Cierto es que deben leerse los primeros con precaución y criterio; pero también lo es que poseen una eminente prenda que no se encuentra en los segundos, cual es el calor de los afectos, más interesante y provechoso cuando está templado por la buena fe y la veracidad que la impasible indiferencia, aun cuando esté ilustrada por la crítica y guiada por la exactitud. El autor del Cuadro Histórico ha erigido a su patria un monumento muy estimable de memorias que podrán servir como el primer cimiento sobre que se levante el edificio histórico de la revolución mexicana; y yo por mi parte le estoy sobremanera agradecido por haberme proporcionado esta ocasión de trabajar sobre sus huellas, aunque estoy muy lejos de ser aquel historiador que él mismo desea para la gloria y utilidad de su patria, y para cuya pluma sabia, filosófica y elegante ha tenido el laudable esmero de reunir tantos y tan preciosos materiales.

Si mi objeto hubiera sido hacer un nuevo compendio de la obra del Sr. Bustamante, es bien seguro que una de mis principales miras se habría fijado en conservar cuanto fuera posible aquel calor ingenuo, ya grave y sublime, ya festivo y ligero, con que muy a menudo varía y ameniza sus cuadros, participando de todas las libertades a que se presta el estilo epistolar; pero no ha sido tal mi intención, ni el plan bajo el cual se ha concebido la composición de este libro, sino que mi designio se ha dirigido a ofrecer un verdadero resumen de los sucesos importantes de la revolución mexicana, tomando la obra del Sr. Bustamante como texto de referencia en cuanto a la integridad de lo que a ella pertenece, y en cuanto a la autoridad y fe de la narración. Debo empero confesar que aunque en lo general el estilo y el lenguaje, valgan lo que valieren, son míos, sin embargo, en algunos pasajes en que no era posible o conveniente la reducción del Cuadro original, he reconocido sinceramente que el no copiarlo sería cometer una falta sin rescatada con ninguna ventaja; así, por ejemplo, me he complacido en transcribir a la letra las hermosas pinceladas con que en el Cuadro Histórico se pintan los caracteres de varios caudillos mexicanos, ofreciendo algunas semblanzas dignas de emular a las de nuestro Pérez de Guzmán y Hernando del Pulgar.

Tales son las expresiones de elogio con que me ha honrado sobre mi mérito el Sr. Mendívil (y por las que le doy gracias), muy diversas de las que en mi contra ha vertido D. Lorenzo de Zavala, ensañado contra mí por no haberle querido franquear mis manuscritos para que escribiese su Ensayo Histórico de las revoluciones de México, donde después de haber elogiado el resumen del Sr. Mendívil, increpándome, dice: Las autoridades de México han cometido el error de permitir a Bustamante entrar en los archivos, franqueándole los documentos interesantes del antiguo virreinato y otras oficinas públicas, y este hombre sin crítica, sin luces, sin buena fe, ha escrito un tejido de cuentos, de consejas, de hechos notoriamente falsos, mutilando documentos, tergiversando siempre la verdad, y dando un testimonio, vergonzoso para el país, de la falta de candor y probidad en un escritor público de sus anales ... ¿ Qué se puede pensar de un hombre que dice seriamente en sus escritos que los diablos se aparecían a Moctezuma, que los indios tenían sus brujos y hechiceros que hacían pacto con el demonio, que San Juan Nepomuceno se le apareció para decirle una misa, y otros absurdos semejantes?... Y dígole yo a Zavala que me entristecería mucho si hubiera merecido sus elogios, porque éstos, en ciertas plumas y bocas, en vez de honrar deturpan y envilecen. Cuando en la continuación del Cuadro hable de los hechos peculiares de Zavala, le conocerán nuestros pósteros en su punto de vista: hoy la generación presente pronunciará su nombre con pavura, y ella, que nos conoce a los dos, sabrá dar el valor que se debe a tales imputaciones con que me honró y engalanó; éstas y las persecuciones son la contraseña del mérito y de la virtud, y ninguno tiene el que no ha pasado por este crisol de purificación.

Tiempo es ya de dar una idea del verdadero origen de la revolución y antecedentes que precedieron al grito de Dolores en Valladolid (hoy Morelia).

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