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Capítulo quinto

Cómo se crea una Bolsa de Trabajo

Hemos dicho que el cuarenta y ocho por ciento de los sindicatos obreros se reagruparon bajo la égida de las Bolsas del Trabajo. A pesar de su auténtico valor esta cifra sólo tendría un significado incompleto si no añadiéramos que, estando por necesidad subordinada la apertura de una Bolsa del Trabajo a la existencia en la localidad de sindicatos afines, con por la menos una cuarta parte de ellos inscritos en la carta sindical, no se reunían por aquel tiempo los requisitos exigidos. Debemos añadir también que allí donde existían sindicatos de este tipo, la constitución de las Bolsas del Trabajo dependía, además, de la unión preliminar entre los sindicatos. Estas indicaciones quieren subrayar que después de 1895, el desarrollo numérico de las Bolsas del Trabajo ha continuado expandiéndose hacia su punto culminante y que la creación de nuevas Bolsas del Trabajo debía verse precedida por la creación de nuevos sindicatos o por la extensión, tal vez exagerada, de la jurisdicción de algunas de las Bolsas existentes. Se podía concebir el brillante porvenir reservado a estos centros de reagrupación de los efectivos sindicales cuando digamos que al lado de los 250.000 obreros industriales ya federados, otros 100.000 {casi el remanente de los sindicatos franceses industriales) sólo esperaban la ocasión de tener su propia Bolsa del Trabajo o bien de afiliarse a las Bolsas del Trabajo vecinas.

El método empleado para crear una Bolsa del Trabajo difería según que los sindicatos de la localidad estuvieran aislados, o que por el contrario constituyeran una unión federativa.

En el primer caso, el secretario de uno de los sindicatos o cualquier otro adherido al sindicato, convocaba una asamblea plenaria de los sindicatos, o por lo menos de su consejo de administración, al objeto de exponer la utilidad de la Bolsa del Trabajo. En la sociedad actual la Bolsa del Trabajo debía ser en primer lugar una asociación de resistencia. Asociaciones de resistencia contra las reducciones de trabajo, contra la prolongación excesiva de la duración del trabajo y también contra el aumento, o mejor dicho (dado que el mecanismo hace inevitable estos aumentos) contra un aumento exagerado del precio de los objetos de consumo. La función inmediata de las Bolsas del Trabajo consiste en mantener lo más posible el equilibrio entre los precios pagados al trabajo y el precio de adquisición de los productos. Si la asamblea, después de informada acepta esta proposición, procede luego a nombrar una comisión compuesta por un representante por lo menos de cada una de las entidades reunidas y encargadas de realizar el proyecto.

Lo primero que estas comisiones deben estudiar es, por una parte, los gastos que se originarán y, por otra parte, los recursos con los cuales la futura Bolsa podrá contar.

Los servicios esenciales de una Bolsa del Trabajo son: la secretaría, la tesorería, los archivos y la biblioteca, la constitución y mantenimiento del registro general de desocupados y, eventualmente, la habilitación de una caja de socorro para los operarios de paso y para la enseñanza profesional. Pero es evidente que el número de estos servicios y su respectiva importancia están subordinados a los recursos de la institución. Algunas Bolsas los poseen todos, mientras otras sólo algunos. Aludimos aquí al caso de unas posibilidades financieras mínimas y suponiendo que la futura Bolsa del Trabajo no reciba alguna subvención comunal o departamental y funcione solamente gracias a las suscripciones de los adherentes de los sindicatos que están federados.

Entre los gastos indispensables nos encontramos sobre todo el arrendamiento del inmueble. Este inmueble comprende por lo menos: una sala para la secretaría, las reuniones del comité general y de la comisión ejecutiva, una sala para la biblioteca y los archivos y dos o tres para las reuniones sucesivas de los sindicatos. Los gastos del local pueden calcularse, en general, en 800 francos anuales.

Los gastos de iluminación y calefacción se aproximarán a los 300 francos. Viene luego el pago de los funcionarios de la Bolsa del Trabajo: secretario y tesorero. Algunas Bolsas del Trabajo no pagan salarios, y entonces aquéllos acuden dos o tres horas cada tarde para llevar las cuestiones corrientes, escribir la correspondencia, recibir las cuotas de los sindicados y cuidarse del servicio de biblioteca. Otras Bolsas del Trabajo que utilizan funcionarios por ese mismo lapso de tiempo, les conceden una gratificación, proporcionada a la magnitud del trabajo, unas veces fijas y otras según las horas. En este segundo caso el total de la gratificación se eleva a cerca de 300 francos anuales para el secretario y a 200 francos para el tesorero. En fin, las Bolsas del Trabajo más ricas tienen un secretario permanente y emplean al tesorero tres horas diarias. El modo de pago más usual es entonces de un franco por hora de trabajo. El número de horas exigidas al secretario varía según la importancia del servicio; pero de cualquier modo, las percepciones salariales mensuales nunca son inferiores a 250 francos en las ciudades que tienen de 20.000 a 30.000 habitantes (salvo en algunas ciudades lejanas del sur), a 200 francos en 1as ciudades que llegan hasta 100.000 habitantes, o a ocho francos diarios en las ciudades superiores a 100.000 habitantes. El promedio salarial varía pues de 1800 a 2700 francos para el secretario y de 900 a 950 para el tesorero. Las funciones del secretario permanente son: expedir la cotrespondencia, redactar las actas del comité general (a cuyas sesiones ellos acuden como funcionarios, pero no como miembro deliberante), el cuidado del registro de los desocupados, la inscripción de la oferta y la demanda de empleo, y, en fin, el servicio de la biblioteca.

Otros gastos son los correspondientes a la oficina, que suelen ascender de 200 a 500 francos, y las adquisiciones de libros, que generalmente se cubren con un crédito mensual fijo. Las Bolsas del Trabajo suelen dividirse en cuatro categorías, en base a la importancia de la localidad y en general los gastos esenciales de las Bolsas del Trabajo alcanzan respectivamente (excluyendo los cursos profesionales) 1620, 2300, 5350 y 8700 francos.

Al comienzo, las Bolsas del Trabajo sólo podían contar al objeto de sufragar sus gastos, con sus propios recursos, es decir, los aportados por los sindicatos. Una Bolsa del Trabajo cuyos gastos alcanzan los 1600 francos, y que cuentan entre 700 y 900 adherentes repartidos en una quincena de sindicatos, puede fijar una cuota mensual a cada uno de sus adherentes de 20 a 30 céntimos, es decir, una media de 10 francos por sindicato, y conservar de este modo en sus relaciones con los poderes públicos y con los patronos la más completa independencia. No obstante, al agotar el número creciente de conflictos entre el trabajo y el capital las reservas de los sindicatos, las Bolsas del Trabajo se ven constreñidas a reclamar casi a diario de las comunas y de los departamentos subvenciones de las cuales hablaremos ahora.

Algunas Bolsas obtienen una subvención totalmente otorgada en dinero contante por medio del comité general o de la comisión municipal de finanzas. Otras reciben las subvenciones una parte al contado y otra en elementos diversos. En cuanto al alquiler del inmueble se adoptan tres procedimientos: a veces el arrendamiento viene a cargo de la administración de la Bolsa del Trabajo y la totalidad del alquiler lo paga la oficina de impuestos municipales, o bien la propia administración municipal. Con frecuencia la Bolsa del Trabajo se halla instalada en una propiedad comunal. Algunas municipalidades pagan sus gastos de calefacción, iluminación y oficinas, sobre la base de una factura presentada mensualmente por el consejo de administración de la Bolsa de Trabajo. Y, en fin, con la subvención aportada para el funcionamiento administrativo, la mayor parte de los municipios acuerdan créditos extraordinarios para los servicios de colocación, adquisiciones de libros, de material para los cursos, etc.

La suma media a que ascienden las subvenciones en dinero o en materiales aportadas a las Bolsas del Trabajo de las cuatro categorías precedentes, varía de 900 a 20.000 francos, dependiendo la cantidad obtenida bastante menos de la densidad de la población que de la importancia del movimiento sindical y, sobre todo, de los sentimientos de la municipalidad en relación con las Bolsas del Trabajo. En general, las Bolsas consiguieron que las subvenciones se establecieran cada año y fueran abonadas, ya no mensualmente, sino trimestralmente.

Establecidas así las cosas y arrendado el local, la comisión redacta un borrador preliminar de los estatutos. Hecho esto, se convoca nuevamente la asamblea plenaria de los sindicatos adheridos y se le someten los resultados de su trabajo. Si los planes preliminares y los estatutos son aprobados, la asamblea nombra un comité general o consejo de administración, compuesto por cierto número de delegados de cada sindicato.

En este momento las funciones de la comisión han terminado. El comité general nombra a su vez y de su propio seno, una comisión ejecutiva encargada de llevar a cabo sus acuerdos y de elegir a los funcionarios. Tras esto y después de reclamar la subvención necesaria a su desarrollo ya no le queda a la nueva asociación más que atenerse a las formalidades prescritas por la ley del 12 de marzo de 1884.

Como ya hemos dicho, el modo de constituir la Bolsa difiere si ya existe entre los sindicatos de la localidad una unión federativa. En este caso el trabajo preparatorio se simplifica o, mejor, se suprime. Estas uniones poseen efectivamente, además de los estatutos, una dinámica, un local, un consejo, y funcionarios. ¿A qué se reduce entonces su trabajo? A tomar el nombre de Bolsa del Trabajo, por lo que obtendrá del municipio una ayuda financiera que anteriormente no podía esperar y que demuestra una vez más la complacencia con la cual consideran los sindicatos a la institución de las Bolsas del Trabajo. No obstante, es necesario poner de relieve que, a partir del día en que una federación local de sindicatos, subvencionada, se convierte de verdad en Cámara del Trabajo, sus estatutos y sus funcionarios cesan de ser al mismo tiempo los funcionarios y los estatutos de la Bolsa del Trabajo. Al tener los dos organismos ciertos intereses distintos, puede darse el caso de sindicatos dispuestos a adherirse a la Bolsa del Trabajo sin querer por ello entrar en la Federación, o de sindicatos que prefieran retirarse de la Federación sin abandonar la Bolsa del Trabajo. Esto sólo lo pueden hacer si la administración de la Bolsa del Trabajo es diferente de la perteneciente a la Federación.


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