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Capítulo XCV

CÓMO CORTÉS DESEMBARCÓ EN EL PUERTO DE TRUJILLO, Y CÓMO TODOS LOS VECINOS DE AQUELLA VILLA LO SALIERON A RECIBIR Y SE HOLGARON MUCHO DE QUE HUBIERA IDO. Y DE LO MÁS QUE ALLÍ HIZO CORTÉS

Como Cortés hubo embarcado en el Puerto de Caballos y llevó en su compañía muchos soldados de los que trajo de México y los que le envió Gonzalo de Sandoval, y con buen tiempo, en seis días llegó al puerto de Trujillo. Y desde que los vecinos que allí vivían, que dejó poblados Francisco de las Casas, supieron que era Cortés, todos fueron a la mar, que estaba cerca, a recibirle y besarle las manos, porque muchos de aquellos vecinos eran bandoleros de los que echaron de Pánuco y fueron en dar consejo a Cristóbal de Olid para que se alzase y los habían desterrado de Pánuco, según dicho tengo en el capítulo que de ello habla, y como se hallaban culpantes suplicaron a Cortés que les perdonase, y Cortés con muchas caricias y ofrecimientos les abrazó a todos y les perdonó, y luego se fue a la iglesia, y después de hecha oración le aposentaron lo mejor que pudieron y le dieron cuenta de todo lo acaecido de Francisco de las Casas y de Gil González de Avila, y por qué causa degollaron a Cristóbal de Olid y cómo se habían ido camino de México, y cómo habían pacificado algunos pueblos de aquella provincia.

Y después que Cortés bien lo hubo entendido a todos les honró de palabra y con dejarles los cargos según y de la manera que los tenían, excepto que hizo capitán general de aquellas provincias a su primo Sayavedra, que así se llamaba, de lo cual lo tuvieron por bien, y luego envió a llamar a todos los pueblos comarcanos. Y como tuvieron nueva que era el capitán Malinche, que así le llamaban, y sabían que había conquistado a México, luego vinieron a su llamado y le trajeron presentes de bastimento. Y después que se hubieron juntado los caciques de cuatro pueblos más principales, Cortés les habló, con doña Marina, y les dijo las cosas tocantes a nuestra santa fe, y que todos éramos vasallos del gran emperador que se dice don Carlos de Austria, y les mandó que fuesen en canoas a llamar tres o cuatro pueblos que están en unas isletas, que se llaman los Guanajes, que en aquella sazón estaban pobladas, y que trajesen pescado, pues tenían mucho. Y así lo hicieron, que dentro de cinco días vinieron los pueblos de las isletas, y todos traían presentes de pescado y gallinas. Y Cortés les mandó dar unas puercas y un verraco que halló en Trujillo y de los que traía de México, para que hiciesen casta, porque le dijo un español que era buena tierra para multiplicar, con soltarles en la isleta sin ponerles guarda. Y así fue como dijo, que dentro en dos años hubo muchos puercos, y los iban a montear. Dejemos esto, pues no hace a nuestra relación y no me lo tengan por prolijidad en contar cosas viejas, y diré que vinieron tantos indios a talar los montes de la villa que Cortés les mandó, que en dos días se vió claramente muy bien la mar, e hicieron quince casas, y una para Cortés, muy buena.

Y esto hecho, se informó Cortés qué pueblos y tierras estaban rebeldes y no querían venir de paz. Y luego Cortés envió al capitán Sayavedra con los soldados que les pareció que convenían ir con él.

Dejemos a Sayavedra, que estaba con su gente sobre los pueblos que no se querían dar, que me parece que se decían los acaltecas, y volvamos a Cortés, que estaba en Trujillo y ya le habían adolecido los frailes franciscos y un su primo que se decía Avalos, y el licenciado Pedro López, y Carranza el mayordomo, y Guinea el despensero, y un Juan Flamenco, y otros muchos soldados, así de los que Cortés traía como de los que halló en Trujillo, y aun el Antón de Carmona que trajo el navío con el bastimento, y acordó de enviarlos a la isla de Cuba, a la Habana o a Santo Domingo, si viesen que el tiempo sería bueno en la mar, y para ello les dió un navío bien aderezado y calafateado, con el mejor matalotaje que se pudo haber, y escribió a la Audiencia Real de Santo Domingo y a los frailes jerónimos y a la Habana dando cuenta cómo había salido de México en busca de Cristóbal de Olid, y cómo dejó sus poderes a los oficiales de Su Majestad, y del trabajoso camino que había traído; y cómo Cristóbal de Olid hubo preso a un capitán que se decía Francisco de las Casas, que Cortés había enviado para tomarle la armada al mismo Cristóbal de Olid, y que también había preso a un Gil González de Avila, siendo gobernador del Golfo Dulce; y que teniéndolos presos, los dos capitanes le dieron de cuchilladas, y por sentencia, después que tuvieron preso a Cristóbal de Olid, le degollaron, y que al presente estaba poblando la tierra y pueblos sujetos (a) aquella villa de Trujillo, y que era tierra rica de minas, y que enviasen soldados, que en aquella isla de Santo Domingo no tenían con qué sustentarse, y para dar crédito que había oro envió muchas joyas y piezas de las que traía en su recámara y vajilla, de lo que trajo de México. Y envió por capitán de aquel navío a un su primo que se decía Avalos, y le mandó que de camino tomase veinticinco soldados que había dejado un capitán que tuvo nueva que andaba a saltear indios, en las isletas, en lo de Cozumel, y partido del puerto de Honduras, que así se llama.

Y unas veces con buen tiempo, otras con contrario, pasaron adelante de la punta de San Antón, que está junto a las sierras que llaman de Guaniguanico, que será de la Habana sesenta o setenta leguas, y con temporal dieron con el navío en tierra, de manera que se ahogaron los frailes y el capitán Avalos y muchos soldados, y de ellos se salvaron en el batel y en tablas, y con mucho trabajo aportaron en la Habana, y desde allí fue la fama volando en toda la isla de Cuba cómo Cortés y todos nosotros éramos vivos; y en pocos días fue la nueva a Santo Domingo, porque el licenciado Pedro López, médico, que iba allí, que escapó en una tabla, y escribió a la Real Audiencia de Santo Domingo, en nombre de Cortés, y todo lo acaecido, y cómo estaba poblado en Trujillo, y que había menester bastimento y vino y caballos, y que para comprarlo traía mucho oro, y que se perdió en la mar de la manera que ya dicho tengo. Y desde que aquella nueva se supo todos se alegraron, porque ya había gran fama y lo tenían por cierto que Cortés y todos nosotros sus compañeros éramos muertos.

Entretanto, como Cortés estaba en Trujillo se le vienen a quejar ciertos indios de las islas de los Guanajes, que serían de allí ocho leguas, y dijeron que estaba anclado un navío junto a su pueblo, y con el batel del navío lleno de españoles con escopetas y ballestas, y que les querían tomar por fuerza sus maceguales, que se dice entre ellos vasallos, y que a lo que han entendido son robadores, y que así les tomaron los años pasados muchos indios y los llevaron presos en otro navío como aquel navío que estaba surto, y que enviase a poner cobro en ello.

Y desde que Cortés lo supo luego mandó armar un bergantín con la mejor artillería que había y con veinte soldados y con buen capitán; y les mandó que en todo caso tomasen el navío que los indios decían y se le trajesen preso con todos los españoles que dentro andaban, pues que eran robadores de los vasallos de Su Majestad; y mandó a los indios que armasen sus canoas y con varas y flechas fuesen junto al bergantín, y que ayudasen a prender (a) aquellos hombres, y para ello dió poder al capitán. Pues yendo con su bergantín armado y muchas canoas de los naturales de aquellas isletas, y desde que los del navío que estaba surto los vieron ir a la vela, no aguardaron mucho, que alzaron velas y se fueron huyendo, porque bien entendieron que iban contra ellos, y no los pudo alcanzar el bergantín. Y después se alcanzó a saber que era un bachiller Moreno, que había enviado la Audiencia Real de Santo Domingo a cierto negocio a Nombre de Dios, y parece ser descayeron del viaje o vino de hecho sobre cosa pensada a robar los indios de los Guanajes.

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