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Capítulo LXXXVIII

CÓMO SABIENDO CORTÉS QUE CRISTOBAL DE OLID SE HABÍA ALZADO CON LA ARMADA Y HABÍA HECHO COMPAÑIA CON DIEGO VELÁZQUEZ, GOBERNADOR DE CUBA, ENVIO CONTRA ÉL A UN CAPITÁN QUE SE DECIA FRANCISCO DE LAS CASAS. Y LO QUE SUCEDIÓ DIRÉ LUEGO

Es menester volver muy atrás de nuestra relación para que bien se entienda. Ya he dicho en el capítulo que de ello habla, cómo Cortés envió a Cristóbal de Olid con una armada a lo de Honduras y se alzó. Como Cortés supo que Cristóbal de Olid se había alzado con la armada con favor de Velázquez, gobernador de Cuba, estaba muy pensativo; y como era animoso, y no se dejaba mucho burlar en tales casos, y como ya había hecho relación de ella a Su Majestad, como dicho tengo, en la carta que le escribió, y que entendía de ir o enviar contra Cristóbal de Olid a otros capitanes, y en aquella sazón había venido de Castilla a México un caballero que se decía Francisco de las Casas, persona de quien se podía fiar, y su deudo, acordó de enviarle contra Cristóbal de Olid con cinco navíos bien artillados y bastecidos y cien soldados, y entre ellos iban conquistadores de México, de los que Cortés había traído de la isla de Cuba en su compañía, que eran un Pedro Moreno Medrano, y un Juan Núñez de Mercado, y un Juan Bello, y otros que aquí no nombro; que se murieron en el camino, por excusar prolijidad.

Pues ya despachado Francisco de las Casas con poderes muy bastantes y mandamientos para prender a Cristóbal de Olid, salió del puerto de la Veracruz con sus navíos bien bastecidos, muy veleros y con sus pendones en las armas reales, y con buen tiempo llegó a una bahía que llamaron el Triunfo de la Cruz, donde Cristóbal de Olid tenía su armada, y allí junto poblada una villa que se llamó Triunfo de la Cruz. Y de que Cristóbal de Olid vió aquellos navíos surtos en su puerto, puesto que Francisco de las Casas así como llegó mandó poner banderas de paz, no lo tuvo por cierto Cristóbal de Olid, antes mandó apercibir dos carabelas muy artilladas con muchos soldados y le defendió el puerto para no dejarles saltar en tierra. Y desde que aquello vió el de las Casas, que era hombre animoso, mandó sacar y echar a la mar sus bateles con muchos hombres bien apercibidos, y con unos tiros, alconetes y escopetas y ballestas. Y él con ellos con pensamiento de que de una manera o de otra tomar tierra, y Cristóbal de Olid por defenderla, tuvieron en la mar buena pelea; y de las Casas echó una de las dos carabelas del contrario a fondo y mató cuatro soldados e hirieron otros. Y después que Cristóbal de Olid vió que no tenía allí todos sus soldados, porque los había enviado pocos días había en dos capitanías a entrar en un puerto que llaman de Pechín a prender otro capitán que estaba conquistando en aquella provincia, que se decía Gil González de Avila, porque el río de Pechín caía en la gobernación del Golfo Dulce, y los estaba aguardando por horas a sus gentes, acordó Cristóbal de Olid de demandar partido de paz a Francisco de las Casas, porque bien creído tenía Cristóbal de Olid que si tomaba tierra que había de venir a las manos; y por (no) tener sus soldados juntos, demandó las paces; y el de las Casas acordó de estarse aquella noche con sus navíos en la mar, apartado de tierra, al reparo o pairando, con intención de irse a otra bahía a desembarcar, y también porque cuando andaban las diferencias y pelea de la mar le dieron al de las Casas una carta secretamente que serían en su ayuda ciertos soldados de la parte de Cortés que estaban con Cristóbal de Olid; y que no dejase de venir por tierra para prender a Cristóbal de Olid.

Pues estando con este acuerdo, fue la ventura tal de Cristóbal de Olid, y desdicha del de las Casas, que hubo aquella noche un viento norte muy recio, y como es travesía en aquella costa, dió con los navíos de Francisco de las Casas al través en tierra, de manera que se perdió cuanto traía y se ahogaron treinta soldados, y todos los demás fueron presos; y estuvieron sin comer dos días, y muy mojados del agua salada, porque en aquel tiempo llovía mucho, y tuvieron trabajo y frío. Y Cristóbal de Olid, muy gozoso y triunfante por tener preso a Francisco de las Casas y los demás soldados que prendió, les hizo luego jurar que siempre serían en su ayuda y serían contra Cortés si viniese (a) aquella tierra en persona. Y después que hubieron jurado, los soltó de las prisiones; solamente tuvo preso a Francisco de las Casas. Y de allí a pocos días vinieron sus capitanes, que había enviado a prender a Gil González de Avila, que, según pareció, Gil González había venido por gobernador y capitán del Golfo Dulce y había poblado una villa que le nombraron San Gil de Buena Vista, que estaba obra de una legua del puerto que ahora llaman Golfo Dulce, porque el río de Pechín en aquel tiempo era poblado de buenos pueblos, y Gil González no tenía consigo sino muy pocos soldados, porque habían adolecido todos los demás, y dejaba poblado con otros soldados la misma villa de Buena Vista. Y como Cristóbal de Olid tuvo noticia de ello, les envió a prender; y sobre no dejarse prender le mataron ocho españoles de los de Gil González de Avila, y a un sobrino, que se decía Gil de Avila.

Y como Cristóbal de Olid se vió con dos prisioneros que eran capitanes, estaba muy alegre y contento, y como tenía fama de esforzado, y ciertamente lo era por su persona, para que se supiese en todas las islas, lo escribió a la isla de Cuba a su amigo Diego Velázquez, y luego se fue desde el Triunfo de la Cruz, la tierra adentro, a un buen pueblo que en aquel tiempo estaba muy poblado, y había otros muchos pueblos en aquella comarca; el cual pueblo se dice Naco, que ahora está destruído él y todos los demás, y esto digo porque yo lo vi y me hallé en ello, y en San Gil de Buena Vista, y en el río de Pechín, y en el río de Bahama, y lo he andado en el tiempo que fuí con Cortés, según más largamente lo diré cuando venga a su tiempo y lugar.

Volvamos a nuestra relación. Que ya que Cristóbal de Olid estaba de asiento en Naco con sus prisioneros y gran copia de soldados; desde allí enviaba (a) hacer entradas a otras partes, y envió por capitán a un Briones, otras veces por mí memorado, el cual Briones fue uno de los primeros consejeros para que se alzase Cristóbal de Olido y de suyo era bullicioso, y aun tenía cortadas las asillas bajas de las orejas. Y decía el mismo Briones que estando en una fortaleza, siendo soldado, se las habían cortado porque no se quería dar él ni otros capitanes; el cual Briones ahorcaron después en Guatemala por revolvedor y amotinador de ejércitos. Volvamos a nuestra relación. Pues yendo por capitán aquel Briones, con gran copia de soldados, túvose fama en el real de Cristóbal de Olid que se había alzado Briones con todos los soldados que llevaba en su compañía y se iba a la Nueva España, y salió verdad. Y viendo esto Francisco de las Casas y Gil González de Avila, que estaban presos, y hallaron tiempo oportuno para matar a Cristóbal de Olid, y como andaban sueltos, sin prisiones, por no tenerles en nada, porque se tenía por muy valiente Cristóbal de Olid, muy secretamente se concertaron con los soldados y amigos de Cortés que en diciendo: ¡Aquí del rey, Cortés en su real nombre, contra este tirano!, le diesen de cuchilladas. Pues hecho este concierto, Francisco de las Casas, burlando y riendo, le decía a Cristóbal de Olid: Señor capitán: soltadme; iré a la Nueva España a hablar con Cortés y darle razón de mi desbarate, y yo seré tercero para que vuestra merced quede con esta gobernación, por su capitán; y mire que es su hechura, y pues mi prisión no hace a su caso, antes le estorbo en las conquistas. Y Cristóbal de Olid respondió que él estaba bien así, y que se holgaba tener a un tan varón en su compañía. Y de que aquello vió Francisco de las Casas, le dijo: Pues mire bien por su persona, que un día u otro tengo de procurar de matarle; y esto se lo decía medio burlando y riendo. Y Cristóbal de Olid no se le dió nada por lo que decía, y teníanlo como cosa de burla.

Y como el concierto que he dicho estaba hecho con los amigos de Cortés, estando cenando a una mesa, y habiendo alzado los manteles, y se habían ido a cenar los maestresalas y pajes y estaban delante Juan Núñez de Mercado y otros soldados de la parte de Cortés, que sabían el concierto, y Francisco de las Casas y Gil González de Avila cada uno tenía escondido un cuchillo de escribanía, muy agudo, como navajas, porque ningunas armas se las dejaban traer; y estando platicando con Cristóbal de Olid de las conquistas de México y ventura de Cortés, y muy descuidado Cristóbal de Olid de lo que le avino, Francisco de las Casas le echó mano de las barbas y le dió por la garganta con el cuchillo, que le traía hecho como una navaja para el efecto. Y juntamente con Gil González de Avila y los soldados de Cortés, de presto le dieron tantas heridas, que no se pudo valer. Y como era muy recio y membrudo y de muchas fuerzas, se escabulló, dando voces: ¡Aquí los míos!; mas como todos estaban cenando, o su ventura fue tal que no acudieron tan presto, se fue huyendo a esconder entre unos matorrales, creyendo que los suyos le ayudarían. Y puesto que vinieron de presto muchos a ayudarle, Francisco de las Casas daba voces, y apellidando: ¡Aquí del Rey y de Cortés, contra este tirano, que ya no es tiempo de más sufrir sus tiranías! Pues como oyeron el nombre de Su Majestad y de Cortés, todos los que venían a favorecer la parte de Cristóbal de Olid no osaron defenderle, antes luego los mandó prender el de las Casas; y después de hecho esto se pregonó que cualquiera persona que supiese de Cristóbal de Olid y no descubriese, muriese por ello. Y luego se supo dónde estaba, y le prendieron, y se hizo proceso contra él, y por sentencia que entrambos dos capitanes dieron le degollaron en la plaza de Naco. Y así murió por haberse alzado por malos consejeros, y con ser hombre muy esforzado y sin mirar que Cortés le había hecho su maestre de campo y dado muy buenos indios. Y desde que Francisco de las Casas y Gil González de Avila se vieron libres y su enemigo muerto, juntaron sus soldados y entrambos dos fueron capitanes muy conformes; y el de las Casas pobló a Trujillo, y púsole aquel nombre porque era natural de Trujillo, de Extremadura; y Gil González envió mensajeros a San Gil de Buena Vista, que dejaba poblada, a hacer saber lo que había pasado y a mandar a un su teniente, que se decía Armenta, que se estuviesen poblados como los había dejado y no hiciese alguna novedad, porque iba a la Nueva España a demandar socorro y ayuda de soldados a Cortés, y que presto volvería. Pues ya todo esto que he dicho concertado, acordaron entrambos capitanes de venirse a México a hacer saber a Cortés todo lo acaecido.

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