Índice de Autobiografía de la Revolución Mexicana de Emilio Portes GilCAPÍTULO VII - Periodo presidencial del General Plutarco Elías Calles - Cómo surgió la postulación del autor a la presidencia de la República en la Cámara de DiputadosCAPÍTULO VIII - Portes Gil, presidente de la República. Su doctrina y su obra - Portes Gil, presidente de la RepúblicaBiblioteca Virtual Antorcha

AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO SÉPTIMO

PERIODO PRESIDENCIAL DEL GENERAL PLUTARCO ELÍAS CALLES

LOS DEBATES EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS
Discursos de Manrique, Soto y Gama, Marte R. Gómez y Camarena.


Para comprobar plenamente la afirmación, que he hecho anteriormente, de que mi candidatura para la presidencia provisional la iniciaron precisamente los enemigos del general Calles, voy a transcribir algunos párrafos de los discursos que pronunciaron en la Cámara de Diputados los señores Soto y Gama y Manrique, en los debates que tuvieron lugar en aquellos memorables días.

En la sesión del 8 de octubre de 1928, el señor licenciado Díaz Soto y Gama expresó:

... nosotros hubiéramos podido aprovechar, para pescar un Ministerio, la circunstancia de que fuimos, primero que nadie, los que nos fijamos en la personalidad del señor licenciado Emilio Portes Gil para la presidencia provisional y no sólo nos fijamos, sino que expresa y categóricamente se lo dijimos los dos, desde el día 19 de julio, por conducto de Aurelio Manrique, dos días después de la muerte del general Obregón. Quisiera yo que Manrique tuviera la amabilidad de repetir las palabras que le dijo el 19 de julio de 1928 al licenciado Portes Gil, con permiso de la Presidencia.

El señor Manrique, contestando la interpelación del licenciado Soto y Gama, dijo:

... debo, pues, explicar, corroborando sus palabras, que a la muerte del general Obregón fui uno de aquéllos, yo no voy ahora a decir que el primero o el único en el país, ni mucho menos, puesto que no se trata de expresar méritos, sino simplemente de explicar el por qué de esa abstención nuestra, abstención que, a pesar del gratuito juicio, de la gratuita afirmación de Ortega, no es cobardía. Si uno de nosotros hubíese venido a votar a favor de Portes Gil, habría traicíonado antecedentes próximos; pero esto me aleja de la explicación que debo dar y volveré a ella, puesto que Díaz Soto me interpeló concretamente sobre mi plática con Portes Gil, debo metódicamente, referirme a ella. A Portes Gil le conozco de años atrás, he discutido con él, le he atacado en ocasiones y he sido por él apasionadamente atacado. En esta lucha que unas ocasiones nos ha tenido en un mismo lado y otras más o menos distanciados en detalle serio o banal, en esta lucha hemos aprendido a conocernos y estimarnos, a justipreciarnos con la relativa serenidad de que somos capaces. A la muerte del general Obregón, volviendo la vista en torno, pensé que era Emilio Portes Gil el hombre indicado para asumir en esos momentos un delicado papel.

... me acerqué a Emilio Portes Gil en aquella ocasión, a Emilio Portes Gil, de quien tenía un íntimo conocimíento, no sólo de su labor de diputado, de su labor de abogado consultor de la Secretaría de Guerra en 1917, esto fue algo pasajero; continué con él más tarde en las Legislaturas XXVII y XXIX. Emilio Portes Gil, callista más tarde, digno partidarista en 1923, apasionado y sincero gobernador de Tamaulipas, con más sentido de la realidad que yo -compañero Gómez- de ahí que venciera enemistades que yo no pude vencer, eso es todo, a mí no me avergÜenza la comparación, yo he vivido siempre un poco fuera de la realidad, compañero Gómez, en tanto que Emilio Portes Gil asienta vigorosamente sus pies en tierra firme; esa es toda la diferencia; pero él no tiene todo el sentido de la realidad que algunos quisieran. No es un bochorno, ciudadano Marte R. Gómez, cuando a mi salida del Gobierno de San Luis tuve frases de afecto de Emilio Portes Gil y las escuché afectuoso y sincero en ese momento en boca de Marte R. Gómez, Martecio, como lo llamábamos familiarmente, en contradicción de las de hoy. Y bien, Emilio Portes Gil tenía alguna figura, con determinado relieve local y era relativamente conocido en el resto de la nación, adviértase que estoy hablando con toda sinceridad y que no hay lisonja siquiera lejana en mis palabras. Reconocí en Portes Gil positivo valer, reconocí valor y valer desde el punto de vista de la reforma social mexicana, desde el punto de vista revolucionario; reconocí en Portes Gil a un antilaborista, o si queréis, con mayor precisión, a un antimoronista definido; dígalo su Gobierno en Tamaulipas; reconocí en Portes Gil a un antimilitarista, a un agrarista.

... a Portes Gil acerquéme, pues, compañero Arlanón, compañero Zincúnegui Tercero, en diecinueve de julio; le busqué con avidez porque deseaba comunicarme con algún amigo, porque era honda la angustia que sentíamos en aquellos momentos; era el diecinueve de julio, dos días después de la muerte del general Obregón. Hablé con Portes Gil en el restaurante de Chapultepec. Yo necesitaba decir mis palabras, sentía que me ahogaba y que debía decir algo.

Y bien, animado por estos sentimientos me dirigí a Portes Gil el diecinueve de julio. Hallábase Portes Gil en esos momentos en el restaurante de Chapultepec a mediodía, acompañado de Marte R. Gómez y de otra persona cuyo nombre no importa ... acaso escuché por radio, y en cuya presencia yo no podía hablar con la misma franqueza que si hubiera estado a solas, porque esa persona no había sido leal obregonista. Dije a Portes Gil una parte de mis sentimientos; expresé desordenadamente, atropelladamente, mi impresión de que era necesario que Calles, si quería salvarse moralmente, hiciese justicia pronta, rápida, expedita, esa que él sabe hacer arrojando a José Alvarez, esa que sabe hacer pidiendo su renuncia a Valenzuela -aquí no injusticia, sino suprema injusticia la suya-, me refiero al acto de ejecución rápida y oportuna de un propósito. Y el tiempo pasaba y Calles no obraba, y decía yo esto a Portes Gil, a Marte R. Gómez y a la tercera persona. Ambos me decían -Portes Gil y su amigo, no Marte- si queréis los tres, en un tono o en otro me invitaban a reflexionar en que el presidente era lento en obrar, tardo en obrar; en que no era posible exigirle la prisa ni la festinación que yo parecía desear. El señor presidente obraría. Yo no oí de labios de Portes Gil una sola palabra condenatoria para el general Calles; la actitud de Portes Gil ha sido en este asunto, en lo íntimo en aquel momento y más tarde en su vida pública, absolutamente lógica y congruente. Como esto no me bastara, volví al siguiente día en la mañana del 20 a explicar a Portes Gil, a quien esta vez hablé a solas con Marte R. Gómez y con mayor confianza subjetiva de mi parte, le expliqué: Emilio, no es solamente ésta la necesidad inmediata, sino la oportunidad de que uses de tu influencia para arrancar al presidente una declaración que ya no tendrá el mérito de la espontaneidad, que ya no merecerá la gratitud del país en la medida en que la hubiese merecido si hubiese sido rápida y decisiva a raíz de la muerte del general Obregón, ya que no vino a raíz del discurso del 30 de abril, Emilio, esto tiene derecho a demandar, a exigir el obregonismo, Emilio -le hablo de este modo, no vengo a alardear de familiaridad, lo sabe Marte R. Gómez-, Emilio, el país, el obregonismo, los amigos que hemos hablado de esto y me referí concretamente a Díaz Soto y Gama entre otros amigos, creo y creemos que eres tú uno de, los hombres indicados en este momento para asumir ahora la Presidencia provisional, si es éste el papel más dificil y delicado en el caso de que el general Calles se negase a hacer justicia al obregonismo, no reconociese su fuerza real, o no entregara el Gobierno conquistado por el obregonismo desde el primer domingo de julio.

... pues bien, a Portes Gil le expresé: si la tarea más delicada para el obregonismo ha de ser -perdonad el comentario, prefiero repetir las palabras que a él dije; lo demás es comentario mío aquí-, si el papel más importante ha de ser el del presidente provisional, en caso de resistencia del callismo a reconocer el triunfo positivo del obregonismo el primero de julio, en ese caso la presidencia provisional es el papel más difícil. Tú serías el indicado -no digo usted porque seria alterar la expresión textual-, en caso contrario, serías o podrías ser el indicado aún para la presidencia definitiva. Era ésta la expresión sincera de mi sentir. Testigo: Marte R. Gómez, llámele compañero o diputado, que esto es secundario, en el apasionamiento del momento.

A Portes expresé, pues, concretamente, eso: que lo señalábamos los amigos del Partido Nacional Agrarista como el hombre indicado para subir a la Presidencia provisional. Posteriormente Portes se había retirado de la capital; el primer acto del general Calles frente a la crisis que él reconocía, era nombrar secretario de Agricultura y Fomento a Luis L. León; Luis L. León, que se había retirado de la Secretaría meses antes en forma que satisfizo a la opinión pública; el primer acto frente a la crisis era llamar a Luis L. León a la Secretaría de Agricultura, ante la condenación expresa de la opinión pública. Cuando más tarde nombrara a Portes Gil, Secretario de Gobernación ya me encontraba desencantado respecto a Calles, definitivamente desencantado. La impresión del nombramiento de Portes Gil había podido ser gratisima para mí semanas antes, a raíz de la muerte del general Obregón; no podia serlo como formando parte de un mismo plan al llamarse a Luis L. León, a la Secretaría de Agricultura. En estas condiciones y cuando nosotros adoptábamos públicamente en la manifestación callejera del 20 de julio, más tarde en la velada que algunos hubieran querido fuera puramente retórica en el Teatro Iris, pero que fue ocasión de combate para expresar claramente nuestra opinión, posteriormente nosotros, (desorden, golpes en los pupitres). Ya voy a terminar. Nosotros, dados esos antecedentes, no podíamos decorosamente votar por Emilio Portes Gil, candidato del general Plutarco Elías Calles, compañero Bautista, protestad si queréis pero esta es nuestra convicción. Emilio Portes Gil debe su elección a dos factores: a sus antecedentes obregonistas definitivos e indiscutibles para nosotros, y a la designación, siquiera velada, siquiera hábil, siquiera mañosa, pero real y positiva, que nadie podría decorosamente negar, a la designación del general Plutarco Elías Calles; nadie habría aquí que se atreviese a decir que Emilio Portes Gil habría sido electo a pesar del general Calles. Pues bien, a nosotros nos bastaba pensar que la voluntad del general Plutarco Elías Calles a quien habíamos atacado a raíz de la muerte del general Obregón, entraba siquiera en mínima parte en la designación de Portes Gil para entender que nuestro decoro, el de Díaz Soto y el mío nos exigía abstenernos de presentarnos en el salón a la hora de la votación. Esa es la explicación. Ha sido larga, pero es necesaria. (Aplausos en las galerías).

Contestando a Manrique, Díaz Soto y Gama, expresó:

Si nosotros hubiéramos sido, como se nos dice torpemente farsantes o convenencieros, hubiéramos venido a esta tribuna a decir, o hubiéramos andado corrillo por corrillo diciendo: Hombre, qué fortuna, nuestro candidato, el candidato nacional del Partido Nacional Agrarista, Portes Gil, merece la aprobación de todos. ¡Vamos por él!

No señores, eso sí hubiera sido una farsa, y yo creo que es muy mal principio de régimen institucional ese acto torpe del Poder Legislativo, y cuando yo decía alguna vez a un amigo: ¡qué dolor, qué desgracia, el Poder Legislativo de nuestro país vendiendo su soberanía!, me contestaba irónicamente: No la ha vendido, la ha regalado! (Aplausos en las galerías). Y yo digo esto porque es un deber decir la verdad, y lo digo como una lección, como un correctivo que da un viejo revolucionario a los jóvenes revolucionarios aquí presentes, que no supieron imponerse a sus líderes y señalarles el camino del decoro y de la dignidad de un poder autónomo. Por eso no vinimos a votar, pero no porque no estemos de acuerdo con la designación de Portes Gil. Seremos nosotros los que mejor y más fuertemente apoyemos a Portes Gil mientras él cumpla con el deber de ser el puente, el tránsito, la etapa de transición, el representativo de la transición para el verdadero régimen de las instituciones de México. ¿Y saben ustedes por qué Manrique y yo no hicimos alarde de esta causa de nuestra conducta? Para no dar aliento a los hombres que alentasen ya con pensamiento revolucionario para encender la tea de la Revolución. Y no podíamos dar esta explicación sin agregarle este correctivo: es cierto que el Poder Legíslativo no estuvo a la altura de su deber y de su decoro en esta vez, pero sí es cierto que Portes Gil merece ser el presidente provisional de la República. (Aplausos en las galerías). Y por eso esa actitud, en apariencia ambigua, entre el Partido Nacional Agrarista, representado por su mesa directiva y nosotros. Ni Manrique ni yo tenemos cargos en esa mesa directiva y les dijimos a los partidarios: puesto que ustedes desean que el partido no se perjudíque, porque está en una situación horrorosa por la persecución sistemática de que fue víctima durante todo el régimen del general Calles, si no quieren que se perjudique, vayan en buena hora a expresarle a Portes Gil, como es honrado, la adhesión del Partido Agrarista; pero no nos exijan a nosotros dos, hombres que no estamos para plegarnos a consignas, el sacrificio de nuestro honor de diputados. Y yo no vine aquí para que no se creyera, en la calle, que yo había votado por la indicación del presidente Calles. (Aplausos en las galerías). Cumplí con mi deber.

... sí, señor; es cierto, pero la respuesta de usted me obliga a decirle que peor está que estaba. (Risas). Una cosa que pudo hacerse bien hecha y se hizo mal por torpeza. Y yo voy a recordar un dicho muy vulgar: no hagas cosas buenas que parezcan malas. Estoy diciendo con toda franqueza que la designación de Portes Gil (desorden) fue una elección que debió haberse hecho; fue una buena elección. Entiéndanme ustedes que estoy diciendo que fue una buena elección. (Desorden, golpes en los pupitres). ¡No me quieren oír! (Continúa el desorden). Estoy diciendo más, estoy diciendo que Portes Gil pudo haber salido electo sin necesidad de este cambio de impresiones entre el Ejecutivo y el Legislativo; ¿no me explico? Y lo que yo reprocho es que no haya habido el tacto suficiente para hacerlo mejor. Perfectamente, yo sabía muy bien que la Cámara me iba a consentir todo, menos lastimar su amor propio ... (Desorden. Campanilla). Pero yo faltaría a mi deber de hombre honrado sí no dijera la verdad. Y ahora les voy a decir más: a ustedes, que dicen que yo rehuyo la responsabilidad histórica del nombramiento de Portes Gil por no haber asistido, les digo lo contrario: yo, sin haber asistido, en conciencia, porque conozco los antecedentes y las características de Portes Gil; yo, que no tengo necesidad de tomar esa responsabilidad, la tomo solemnemente.

... de manera que, señores como ustedes ven, estando en el fondo absolutamente de acuerdo con mucha anticipación, Manrique y yo en la designación de Portes Gil, y aplaudiéndola en nuestro fuero interno, y autorizando como autorizamos al Partido Nacional Agrarista, desde el primer momento, para que fuera a presentar su adhesión a Portes Gil, tuvimos un gesto enteramente individual, que en lugar de favorecer nuestros intereses y nuestras conveniencias, nos tenía que perjudicar.

Contestando las dolosas imputaciones que el diputado Díaz Soto y Gama hiciera a las Cámaras, en el sentido de que habían recibido la consigna del presidente Calles para adoptar la candidatura a la Presidencia provisional, el señor diputado Lic. Federico Medrano, se expresó en los siguientes términos:

Se afirmó, además, en el debate de ayer, que el Poder Legislativo se había rebajado a su dignidad, que el Poder Legislativo había cometido la peor afrenta contra sus facultades cuando había ido a consultar al ciudadano presidente de la República la designación del presidente provisional de México. Esta es otra falsedad. Jamás el Poder Legislativo -lo digo yo porque concurrí a la entrevista con el señor presidente- recibió ninguna invitación del primer magistrado para cambiar impresiones al respecto, y menos recibió una consigna. Fuimos un grupo de diputados y senadores, que previamente habíamos trabajado en corrillos y recibido antes la opinión de nuestros Estados; que habíamos trabajado, previamente, repito, la candidatura de Portes Gil en el ambiente de la Cámara, los que tuvimos un cambio de impresiones con Calles, el amigo, no con Calles, el jefe de la nación. No íbamos como Poder Legislativo, sino en nuestra calidad de amigos personales del general Calles; ¿qué querían Manrique y Soto y Gama que fuéramos a tratar de orientarnos con el Presidente de la Liga de la Libertad Religiosa? ¿Por qué habíamos de cometer una deslealtad con la Revolución si íbamos a cambiar impresiones con uno de los jefes más representativos en el momento histórico en que los hechos se desarrollaban? No fuimos a recibir consigna. Después de que el general Calles explicó cómo se habían desarrollado los acontecimientos en sus pláticas con el ejército; después de que nos informó que estaba seguro de que el ejército respaldaría la designación que se hiciera de presidente provisional, nos afirmó rotunda y categóricamente que no tenía candidato. Entonces el que habla, por sí, sin representación oficial alguna, le dijo que los diputados sí teníamos candidato y que asumíamos toda la responsabilidad de la situación, porque era un deber que nos imponía la Constitución, de acuerdo con las facultades que nos ha reservado. Que nosotros, valientemente, afrontaríamos el problema y que no eludíamos la responsabilidad de aquella situación. Previamente nuestros compañeros de Cámara, aprovechando aquellos días de receso, habían salido a sus distritos, con el fin de auscultar la opinión de sus comitentes, y cuando nosotros acudimos a ver al general Calles para cambiar impresiones amistosas con él, ya teníamos la información de lo que pensaban los grupos locales, de lo que pensaban todas las fuerzas vivas de nuestros respectivos Estados. No hubo, pues, consigna: la Cámara no se manchó, al contrario: se puso a la altura de su deber y de las circunstancias. (Aplausos).

Y el profesor y diputado Camarena, miembro del Partido Nacional Agrarista, manifestó en la misma sesión de la Cámara, lo siguiente:

Y en la actualidad, nuestra tendencia está dividida en el Partido Nacional Agrarista. A este respecto debo aclarar, para no herir susceptibilidades en el señor diputado Manrique y en el señor diputado Soto y Gama, debo aclarar, urbi et orbi, a los cuatro vientos, que yo siempre he tenido un profundo afecto por el señor diputado Aurelio Manrique, que yo siempre he tenido un profundo afecto por el señor licenciado Soto y Gama y que los considero dos figuras prominentes de la Revolución. Pero desgraciadamente, para nuestra manera de pensar, para la manera de pensar de lo que pudiera llamarse el cuerpo del Partido Nacional Agrarista y no cabezas solamente, desgraciadamente, en estos últimos días, hemos diferido en nuestra manera de pensar, y esto es todo. Es lo que quiero expresar, es lo que me propongo expresar absolutamente claro: que teniendo en un lugar distinguido la estimación que profesamos todos en el Partido Nacional Agrarista al señor licenciado Soto y Gama y al señor diputado Manrique, como dos altas figuras de la Revolución Mexicana; que, haciendo aparte esta estimación y este cariño, estimación y como que se ha manifestado en múltiples ocasiones desde que yo tengo el gusto de tratar al díputado Aurelio Manrique y al señor diputado Antonio Díaz Soto y Gama, que en múltiples ocasiones he tenido la oportunidad de manifestarles en forma absolutamente tangible, decía yo haciendo aparte esta estimación profunda, hemos diferido desgraciadamente en nuestra manera de pensar en estos últimos días y, en consecuencia, nosotros, que no hemos sido enemigos del señor general Calles, venimos a asentar aquí, de una manera clara y de una manera rotunda, que no estamos de acuerdo con los ataques del señor diputado Soto y Gama y del señor diputado Manrique. (Aplausos). También deseo asentar aquí que me parece indispensable para definir nuestro criterio, para definir nuestra manera de pensar, porque lo considero un tópico de importancia, desde que el señor licenciado Emilio Portes Gil vino a encargarse de la Secretaría de Gobernación, el Comité Ejecutivo del Partido Nacional Agrarista se presentó a sus oficinas con el fin de hacerle patente su adhesión, su respeto y su deseo de colaborar con él. Un poco más tarde, antes de que se supiera que el señor licenciado Portes Gil iba a ser designado presidente provisional por el Honorable Congreso, entonces volvimos a presentarnos con el señor licenciado Portes Gil para expresarle nuevamente nuestra adhesión y nuestro deseo de colaborar en su gobierno cuando llegue el caso. Posteriormente, cuando ya estuvo designado por el Honorable Congreso de la Unión como presidente provisional, nuevamente el Comité Ejecutivo fue a las oficinas del señor licenciado Portes Gil para reiterarle su adhesión y para manifestarle que tiene plena confianza en que su labor de revolucionario se manifieste ampliamente durante su gestión como presidente provisional y esa es la verdad. Nosotros siempre hemos visto en el señor licenciado Portes Gil a un revolucionario firme; su labor en Tamaulipas nos convence, él es agrarista como nosotros, y digo como nosotros, no porque yo pretenda estar a la altura del señor licenciado Portes Gil en esta materia. Mi labor personal como agrarista, lo confieso desde hoy en adelante, con el fin de que mañana o pasado alguno de mis enemigos no venga a esta tribuna a hacerme cargos, a ridiculizar mi humilde labor agrarista, ha sido muy pobre y muy modesta, pero bien intencionada; pero, en fin, digo que estamos enteramente de acuerdo, que sancionamos con nuestra opinión, con nuestro voto, con nuestra aprobación, la conducta netamente revolucionaria del señor licenciado Portes Gil en el gobierno de Tamaulipas; y por añadidura, señores diputados, el señor licenciado Portes Gil es amigo de casi todos los que figuramos humildemente, modestamente, en las filas del Partido Nacional Agrarista. Yo creo que quizá hubiera sido -y yo deseo expresar mi pensamiento con absoluta nitidez, es decir, estoy haciendo esfuerzos por representarlo así con toda claridad- que quizá hubiera sido un obstáculo para nosotros, respecto de nuestra colaboración con el señor licenciado Portes Gil, la presencia del Partido Laborista en las filas de ese gobierno; pero ante las declaraciones terminantes del señor diputado Marte R. Gómez, ante las declaraciones terminantes y absolutamente exactas del señor licenciado Romandía Ferreira respecto de las condiciones en que se encuentra el Partido Nacional Agrarista, nosotros no tenemos ya ningún barrunto de sospecha. Nosotros estamos, habríamos estado de todos modos, con el señor licenciado Portes Gil, francamente; pero ahora con estas declaraciones nos sentimos más identificados, más cerca de él y con más deseos de colaborar con su gobierno.

En la misma sesión el señor ingeniero Marte R. Gómez, contestando lo dicho por Manrique, se expresó así:

Si la ocasión anterior en que subí a esta tribuna para dirigirme a mis compañeros diputados, me asaltó la sospecha y encendió mi rostro el rubor por estar ocupando la atención de ustedes y por estar gastando el tiempo en deliberaciones bordadas alrededor de un asunto que podría ser trivial, hoy traigo, en cambio, la más absoluta certeza de que este debate, que será trascendental en la historia de nuestra Legislatura, debe prolongarse tanto como sea necesario, para definir con toda claridad los campos en que actuamos todos los diputados y el sentir íntimo que venimos a expresar acerca de los ataques que los señores Soto y Gama y Manrique han enderezado, no en contra de Plutarco Elías Calles, jefe de partido político, sino en contra de la causa de la Revolución. Y como el asunto es de positivo interés, suplico que se me dispense si yo también hago un poco de historia.

El señor diputado Manrique se refería, en una interpelación, que tomó después proporciones de discurso, a ciertas conversaciones que tuvo con el señor licenciado Portes Gil y conmigo a raíz del asesinato del señor general Alvaro Obregón. Quiero dar mi versión sobre eSos acontecimientos:

Efectivamente, el señor diputado Manrique nos entrevistó para hacernos participes de su exaltación y para transmitirnos una serie de sugestiones que había fabricado dentro de su cerebro el mismo estado de agitación en que se encontraba. En un terreno de absolutas conjeturas, dejando volar la imaginación -la loca de la casa- compañero, compañero Manrique, hacía usted imputaciones que nosotros íntimamente repudiábamos, pero que cGndenábamos en un tono amistoso porque considerábamos que usted procedía con sinceridad. Usted se refirió también al espíritu amistoso con que nosotros le habíamos tratado y hasta se extrañaba de que después hubiéramos cambiado por completo de actitud. Ese es el primer punto que quiero aclarar en este debate.

Es muy cierto que nosotros tuvimos para usted sincera amistad. Cuando usted abandonaba el Gobierno de San Luis Potosí, y cuando muchos amigos personales del señor general Calles, o simples revolucionarios, lo consideraban a usted como enemigo por los ataques que lanzaba desde la prensa y por las murmuraciones callejeras a que se entregaba; nosotros, desentendiéndonos de la conducta de usted, que nos parecía apasionada, pero no pérfida, lo tratamos como amigo, le dimos el aprecio de revolucionario, que era lo que usted más podía estimar entonces, le dimos el consuelo de saber que había corazones que latían al unísono con el suyo, para interesarse por su causa, y abrimos generosamente las puertas del Estado de Tamaulipas para que fueran a colaborar con nosotros los más sinceros de sus partidarios. No nos importó entonces que usted estuviese distanciado del general Calles, ni que se entregara a ataques en contra de su administración, pGrque no considerábamos que su conducta hubiera de trascender al país, ni que pudiera incubar, como usted pretendió hoy, una verdadera revolución. En aquella ocasión nosotros saludábamos al amigo y hoy despreciamos al que ha desertado de la causa a que pertenecía. Queda, pues explicado por qué motiVos Marte R. Gómez, que cuando Manrique salió de San Luis Potosí lo consideró su amigo, no puede estimarlo hoy, que ya no lo considera sincero, ni lo juzga leal, ni cree en su desinterés, en su desapasionamiento y en su lealtad. (Aplausos). (Manrique interrumpe con esta expresión Sorry). Continúa Marte R. Gómez.

Resignado, por lo menos, el señor Manrique ha tratado de justificar aquí la incongruencia de su conducta, las mismas entelequias a que él se refería aquí, haciéndonos una historia de cómo, habiendo juzgado primero que la designación de Emilio Portes Gil como secretario de Gobernación era un paso hacia la unificación revolucionaria y hacia la disolución de la aparente tormenta que se veía en el cielo de México, de cómo, digo habiendo comenzado por considerar que tal designación era conveniente para los intereses del país, acabó por recibirla con indiferencia, con frialdad, ya no con hostilidad, en cuanto se enteró de que había sido nombrado secretario de Agricultura Luis L. León.

Me parece que el argumento es de tal manera inconsistente, de tal manera falto de meollo, que es indispensable hacer un poco de historia, al respecto, y no voy a excederme en el elogio de Luis L. León. El elogio de Luis L. León lo harán sus hechos; no sus amigos ni sus enemigos, y yo me considero su amigo. El nombramiento de Luis L. León como secretario de Agricultura y Fomento no podía representar en lo absoluto un ataque para el obregonismo, porque nadie, ni aquí ni en ninguna parte puede objetar la sinceridad y la lealtad con que Luis L. León fue obregonista. (Aplausos). La vida política de Luis L. León se forja en el Estado de Sonora al lado de Calles, de De la Huerta y de Obregón y Luis L. León, que acompañó al general Obregón en la propaganda de su primera campaña electoral, que le sirvió lealmente, que colaboró con él en la Subsecretaría de Hacienda, que defendió su programa de gobierno desde esta misma tribuna y que, más tarde, al definirse el regreso del general Obregón al poder, fue el primero que haciendo abstracción de su categoría de secretario de Estado, proclamó, franca y decididamente, que era obregonista y que se ponía a las órdenes del general Obregón; Luis L. León, repito, que nunca ha tenido vacilaciones para adoptar una línea de conducta y que estuvo absolutamente al lado de Obregón, aquí primero y en Chihuahua después, representó para los verdaderos obregonistas, para nosotros los obregonistas, que éramos sin dejar de ser callistas, una absoluta garantía de que entraba a colaborar en la administración un elemento que creía, como creíamos nosotros, que la Revolución se sintetizaba, en sus posibilidades de realización, por el recuerdo de Alvaro Obregón y por la actividad de Calles, presidente de la República y jefe en estos momentos de la Revolución (Aplausos nutridos).

La iniciativa de los señores Soto y Gama y Manrique para que se me eligiera presidente provisional contó con el apoyo de gran número de agrupaciones campesinas, obreras y políticas de todo el país, que telegráficamente se dirigieron a las Cámaras Federales solicitando se me designara para tan elevado cargo. En los diarios de aquellos días se publicaron los millares de mensajes que de toda la República se recibieron en las Cámaras y en los archivos de éstas se conservan, sin duda, los originales.

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