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AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO QUINTO

LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA

ACTITUD DE CARRANZA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Alemania y los Estados Unidos. Neutralidad de México.


Actitud patriótica y valiente, fue la que asumió el primer Jefe del Ejército Constitucionalista encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, con motivo de la Primera Guerra Mundial que estalló en el año de 1914.

Los Estados Unidos de Norteamérica habían entrado a la guerra en abril de 1917, Y tal acontecimiento no cambió para nada la política del primer Jefe.

Grandes fueron los esfuerzos de las naciones aliadas de los Estados Unidos de Norteamérica y de Alemania, para hacer que México tomara parte en aquella bárbara contienda. Al iniciarse ésta, Carranza definió su posición con estas declaraciones:

El primer Jefe del Ejército Constitucionalista encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, declara y notifica a todos aquellos a quienes concierne, que México observará estricta neutralidad en el conflicto armado que existe entre Alemania, Austria, Hungría, Bélgica, Francia, la Gran Bretaña, Japón, Montenegro, Rusia y Servia.

Como consecuencia de esta declaración, se han dictado los acuerdos necesarios a efecto de que se cumplan debidamente las estipulaciones contenidas en la convención sobre los deberes y derechos de las potencias neutrales; en caso de guerra marítima, firmada en La Haya el 18 de octubre de 1915.

En su bien documentada Historia de la Revolución, el escritor José Mancisidor muestra un informe que escribió un capitán Von Reintelen, bajo el título El oscuro invasor. En el informe se asienta que el plan del gobierno alemán antes de que los Estados Unidos entraran a la guerra era utilizar a Huerta contra los Estados Unidos, en caso de que éstos se decidieran a intervenir en la contienda.

Sobre este punto dice el mencionado capitán Von Reintelen, lo siguiente:

El punto capital era para él (para Huerta), el envío de submarinos y la promesa de armas y municiones. Yo había llevado este asunto, tan peligroso como desusado, con tal secreto que hasta había enviado especialmente a Berlín un mensajero de toda confianza. Mi idea era que México atacase a los Estados Unidos apenas hubiésemos ploclamado definitivamente la guerra submarina. En este caso habríamos de contar con la entrada de Estados Unidos en la guerra, y era esencial retener a nuestro enemigo atrayéndolo hacia sus propias fronteras. Esto podía hacerse si lográsemos poner nuevamente a Huerta en el poder, pues de otro modo no habría probabilidad alguna de persuadir a México para que atacase a los Estados Unidos.

Pocos meses después, ya Carranza en el poder, Zimmermann Ministro de Relaciones germano, se dirigió al ministro de Alemania en México, Von Eckhart, en los siguientes términos:

Comenzamos la guerra submarina a ultranza el primero de febrero. No obstante, esperamos mantener neutrales a los Estados Unidos. Si no lográsemos esto, propondríamos a México una alianza en los siguientes términos:

Haremos la guerra y concluiremos la paz en común. Proporcionaremos un apoyo financiero general y estipularemos que serían devueltos los territorios de Nuevo México y Arizona que perdió en 1848. Déjanse los detalles por cuenta de usted. Queda usted encargado de sondear a Carranza de manera estrictamente confidencial, y tan pronto como la guerra contra Estados Unidos sea segura, le sugerirá usted que entre en negociaciones con el Japón por su propia cuenta, requiriéndole para que se una a nosotros y ofreciendo actuar como intermediario entre el Japón y Alemania. Llame la atención de Carranza, sobre el hecho de que el desarrollo de la guerra submarina a ultranza hará posible hacer caer de rodillas a Inglaterra y obligarla a clamar pidiendo la paz, en cosa de pocos meses.

En abril de 1914 Von Eckhart telegrafió a Alemania diciendo:

Presidente Carranza declara que permanecerá neutral en cualquier circunstancia.

Al entrar los Estados Unidos a la guerra, la presión que hicieron sobre el gobierno mexicano, revistió todas las formas posibles.

A su vez, Carranza supo resistir con toda entereza a la presión que sobre él ejercieron muchos de sus partidarios de significación.

El pueblo mexicano simpatizaba entusiastamente con Alemania, seguramente por las graves injurias y las invasiones de que habíamos sido víctimas por parte de los Estados Unidos en los años de 1847, del siglo pasado, y 14 y 16 del presente.

El ingeniero Félix F. Palavicini, íntimo amigo del presidente Carranza y en aquella época director del periódico El Universal, que llegó a ser el primer diario moderno de México, era francamente aliadófilo.

En cambio, otros elementos civiles y militares también de gran influencia en el régimen, se hacían eco del entusiasmo del pueblo para que México entrara en la guerra en favor de los imperios centrales.

El presidente Carranza, en su informe del 15 de abril ante el Congreso de la Unión, expresó:

Es, pues, un hecho que la República Mexicana está en paz y en armonía con todas las naciones extranjeras, proponiéndose con mayor empeño restablecer y cimentar su tranquilidad interior sobre las bases de los principios y reformas proclamadas por la Revolución.

No era fácil en aquellos tiempos conservar la serenidad de espíritu necesaria para evitar entrar en una contienda en que la mayor parte de las Repúblicas Latinoamericanas, influenciadas por los Estados Unidos de Norteamérica, habían declarado la guerra a los imperios centrales. Sin embargo, Carranza permaneció inflexible y ninguna presión interior o exterior fue capaz de hacerlo cambiar de esa actitud.

Si Alemania ofreció reivindicar. para México los territorios que nos habían sido arrebatados en 48, los Estados Unidos, hubieran proporcionado a México no sólo elementos de guerra, sino todo lo que México hubiera necesitado en aquellos momentos en que la penuria del Erario y la pobreza del país, después del formidable movimiento social de 1910-1913, habían cortado gran parte de las fuentes productoras de México.

Carranza, con la experiencia que tenía, debe haber explorado todos los terrenos para que México permaneciera neutral en aquella guerra.

A medida que nos hemos profundizado en el estudio de los antecedentes que han servido de base para la redacción de esta historia de la Revolución Mexicana, nos hemos percatado de que el primer Jefe, que no había tenido ninguna experiencia en materia internacional, poseía un formidable espíritu intuitivo.

Todo lo que hemos expuesto sobre su conducta en los distintos conflictos que le tocó resolver con los Estados Unidos de Norteamérica y con otros países (lo mismo el caso de Benton, que la invasión de Veracruz y la arbitraria intervención de la llamada Expedición Punitiva que dirigió Pershing), revelan esta afirmación. Carranza en 1913, 14, 15 y 16, años que tuvimos los conflictos más graves con los Estados Unidos, no tenía colaboradores de gran experiencia en materia internacional.

El licenciado Fabela, que ha llegado a ser, con el tiempo uno de los mejores internacionalistas de México, era en aquella época un hombre demasiado joven y no tenía, como ha llegado a tener después, el acervo de conocimientos y de experiencia que se hubiera necesitado para resolver con toda dignidad aquellos conflictos.

El mismo Fabela confiesa que en muchas ocasiones el primer Jefe le modificó los memoranda que había redactado, haciéndole observaciones importantes que él no había previsto.

Después, sus consejeros en materia internacional, fueron el general Cándido Aguilar, don Eliseo Arredondo, el licenciado Siller y otros, que se hicieron en la Revolución a base de golpes y de estudio, pero ninguno Uegó a distinguirse en el campo internacional.

¿Qué inspiración tuvo Carranza para resolver tan graves asuntos, siempre con el respeto a la soberanía y a la dignidad de México, desafiando toda clase de peligros?

Para mí, fue la intuición y el patriotismo que lo animó siempre para defender a su patria, haciendo caso omiso de todos los peligros que lo amenazaban.

Por eso creo que Carranza, como Madero, como Obregón, como otros muchos caudillos de la Revolución, fue fundamentalmente un intuitivo.

Además, Carranza era fronterizo, de Coahuila, y en la frontera es donde sentimos más el desprecio con que algunos norteamericanos mal nacidos, no el pueblo norteamericano, que es grande y noble, tratan a los mexicanos, y a eso se debe que en los Estados fronterizos sentimos con más ardor el amor a México.

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