Índice de Autobiografía de la Revolución Mexicana de Emilio Portes GilCAPÍTULO IV - Se inicia la Revolución - Entrada del señor Madero a la ciudad de MéxicoCAPÍTULO IV - Se inicia la Revolución - El cuartelazo de la CiudadelaBiblioteca Virtual Antorcha

AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO CUARTO

SE INICIA LA REVOLUCIÓN Y ES DETENIDA EN SU NACIMIENTO

SITUACIÓN QUE PREVALECÍA EN LA REPÚBLICA ANTES DEL CUARTELAZO DE LA CIUDADELA.
Protesta del señor Madero como Presidente. Levantamiento de Zapata en el Estado de Morelos y de Pascual Orozco en Chihuahua. Otros levantamientos. Sublevación de los generales Félix Díaz y Bernardo Reyes. Discurso de don Luis Cabrera en la Cámara de Diputados. Memorial de los Renovadores al Presidente.


El señor Madero se hizo cargo de la Presidencia de la República el día 6 de noviembre de 1911, causando general descontento entre el elemento revolucionario la integración de su gabinete, en el que sólo figuraban como genuinos representantes de la Revolución los señores don Abraham González y don Manuel Bonilla; pues a Calero, a Vázquez Tagle y a Díaz Lombardo se les tachaba de porfiristas y enemigos de la Revolución.

En cuanto a don Ernesto Madero y a don Rafael Hernández, parientes del señor Madero, se les consideraba como continuadores del nepotismo que en el gobierno provisional de De la Barra inició el Jefe de la Revolución, con grave detrimento de su prestigio.

Para nadie que de alguna manera se preocupara por la situación política del país, en el trágico año de 1913, era desconocido el ambiente que prevalecía en la capital y en la República, en contra del gobierno revolucionario.

Los enemigos de la administración, principalmente los antiguos porfiristas, así como los periódicos El Imparcial, El País, El Tiempo, El Debate, los de caricaturas El Multicolor y otros, el famoso cuadrilátero parlamentario que integraban Querido Moheno, José María Lozano, Francisco M. de Olaguíbel y Nemesio García Naranjo, unidos todos éstos y a quienes hacían coro muchos de los revolucionarios que se sentían defraudados, bien porque juzgaban que el presidente traicionaba a la Revolución, o bien porque no habían alcanzado ninguna situación dentro del gobierno, públicamente hacían alarde del desprecio que sentían hacia el Jefe del Ejecutivo y hacia algunos miembros de su familia.

Don Gustavo Madero era a quien más se atacaba y se ridiculizaba.

La crisis se agravó con el levantamiento de Zapata en el Estado de Morelos y con el de Pascual Orozco en el Estado de Chihuahua.

Zapata lanzó el día 25 de noviembre de 1911 el famoso Plan de Ayala, en el cual hacía graves acusaciones de traición y de claudicación al Jefe de la Revolución, exponiendo en dicho plan su pensamiento en lo relativo a la Reforma Agraria que debería iniciarse a la brevedad posible.

Para batir a Zapata, a quien los funcionarios del gobierno y la prensa acusaban de bandolero, poniéndole el mote de El Atila del Sur, se mandaron fuerzas federales en número competente al mando del general Juvencio Robles, quien cometió los más atroces actos de barbarie, obligando a todos los habitantes de Morelos a concentrarse en las principales ciudades.

La lucha fue sangrienta, los zapatistas se defendían como fieras acorraladas, y aun llegaron a obtener algunas ventajas sobre el enemigo, que iba provisto de toda clase de elementos; inclusive Zapata llegó a sitiar la ciudad de Cuernavaca, pero sin resultados positivos.

Salgado se posesionó de buena parte del Estado de Guerrero, secundando a Zapata.

A su vez, Pascual Orozco desconoció al gobierno lanzando el Plan de Chihuahua de 25 de marzo de 1912. Con Pascual Orozco se levantaron Benjamín Argumedo, Emilio Campa, José Inés Salazar, Marcelo Caraveo, Cheché Campos y algunos más, todos jefes revolucionarios que habían contribuido al triunfo del señor Madero.

En el Plan orozquista se hacían graves acusaciones al presidente, y en sus cláusulas, de contenido social, se destacaban las relacionadas con la Reforma Agraria, reducción de horas de trabajo, exigencia a las empresas a fin de no ocupar menores, mejores condiciones higiénicas, y en cuanto al aspecto político se abogaba por la supresión de la vicepresidencia de la República, por la independencia de los municipios, libertad de prensa, respeto a las garantías individuales y otros postulados.

El movimiento orozquista cundió rápidamente en Chihuahua, en cuya entidad se libraron cruentas batallas, como la de Rellano, en que los revolucionarios derrotaron a los federales al mando del general González Salas, quien optó por suicidarse después de la derrota.

Al hacerse cargo de la campaña en contra del orozquismo el general Victoriano Huerta, derrotó a los infidentes, primero en Rellano y después en Bachimba, con lo cual quedó de hecho liquidada la rebelión orozquista.

Entre tanto, Zapata seguía combatiendo al gobierno en los Estados de Morelos, Puebla, Tlaxcala y Guerrero, teniendo como auxiliares a los guerrilleros Amadeo Salazar, Eufemio Zapata, Otilio Montaño, el Tuerto Morales, Genovevo de la O., Rafael Cal y Mayor y otros más.

A su vez el general Félix Díaz, despechado por haber sido derrotado en las elecciones de gobernador de Oaxaca, se sublevó en Veracruz el día 6 de octubre de 1912, secundado por los jefes del 21 Batallón y fracción del 19, posesionándose del puerto.

Para sofocar dicha revuelta fue nombrado el general Joaquín Beltrán, quien rápidamente tomó la ciudad, aprendió a Díaz, que fue sometido a un Consejo de Guerra que lo condenó a la pena capital, salvándose por haber sido amparado por el Juez de Distrito y por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Díaz fue trasladado a la Penitenciaría de México.

Alentado por la gravedad de la situación, el general Bernardo Reyes se sublevó en el Estado de Nuevo León, el 11 de diciembre, siendo derrotado y aprehendido cerca de Linares. Conducido a la ciudad de México, fue internado en la Prisión Militar de Santiago.

En Juchitán se sublevó el antiguo jefe juchiteco José F. Gómez (Ché Gómez). En Oaxaca y en Tlaxcala ocurrieron otros levantamientos.

Ante situación tan crítica, el licenciado Cabrera, diputado a la XXVI Legislatura, pronunció el día 3 de diciembre de 1912, en la Cámara de Diputados, un discurso en el cual analizó la gravedad de la situación política existente e hizo ver al régimen la necesidad urgente de que se procediera sin pérdida de tiempo a enfrentarse con los problemas sociales que el gobierno no se atrevía a tocar, esencialmente el de la Reforma Agraria; fue un estentóreo grito de alarma el que Blas Urrea, con su habilidad y talento, hizo resonar en el recinto de la Cámara Baja.

Sin embargo, Cabrera no fue tomado en serio por el gobierno, la situación llegó a ser cada vez más crítica, y en todas partes se rumoraba que algo muy serio amenazaba al orden constitucional.

Cabrera, previendo seguramente que de estallar algún cuartelazo, él sería una de las primeras víctimas, se alejó de la capital con rumbo al extranjero.

En las escuelas profesionales, la mayoría de los profesores eran enemigos de la Revolución y aprovechaban muchos de ellos la cátedra para hacer severas críticas al presidente Madero.

En los centros de reunión, en los teatros, en los cafés, en los paseos, se vociferaba a voz en cuello en contra del régimen, haciendo aparecer al presidente Madero como un hombre incapaz para gobernar a la Nación.

Justamente alarmados los diputados renovadores, amigos del señor Madero, por la gravedad del momento, después de una amplia discusión, acordaron formular un memorándum que presentaron al presidente en sus oficinas del Castillo de Chapultepec el 24 de enero de 1913, es decir, 15 días antes de que estallara el cuartelazo.

Los diputados renovadores, en su memorándum, trataron con el señor Madero lo siguiente:

I. La Revolución de 1910.
II. Estructura política del Gobierno emanado de la Revolución.
III. La contrarrevolución, sus tendencias y sus medios de propaganda.
IV. Estado actual de la opinión pública.
V. El Bloque Renovador, sostén y fuerza del Gobierno.
VI. Causas del desprestigio político del Bloque Renovador.
VII. El desprestigio del Bloque Renovador se refleja en el desprestigio del Gobierno.
VIII. Complicidad inconsciente del ministro de Justicia en la situación política actual.
IX. Hibridismo en la estructura de los diversos ministros y en el Gabinete presidencial.
X. Conclusiones que somete el Bloque Renovador a la consideración del señor Presidente de la República.

Y comentando los temas hicieron ver al señor Madero el peligro en que se encontraba el Gobierno, no sólo por la demasiada complacencia que se tenía para los enemigos, sino principalmente porque no se estaban realizando los ideales por los cuales habían luchado.

Le expresaron también que el elemento revolucionario estaba siendo objeto de burlas, que no tenía acceso a las oficinas presidenciales, y que con raras excepciones, el régimen de la dictadura se estaba prolongando en todos los órdenes, tanto en el Gobierno Federal como en los Estados, expresando textualmente:

La Revolución de 1910 fue esencialmente civil y exclusivamente popular. La dictadura del general Díaz fue esencialmente militar. La paz de que disfrutó el país fue una paz mecánica sostenida por la fuerza de las armas. Sobre la ruina de los derechos políticos y civiles del pueblo mexicano, se extendió el manto de oro de los progresos materiales de la República. México, juzgado desde lejos, era un país dichoso, un pueblo grande, gobernado por un estadista enaltecido, con los. prestigios de victorias guerreras legendarias, en luchas por la libertad. Pero Mexlco, observado de cerca económica, política y socialmente, era un inmenso feudo, regido por un autócrata dividido en grandes porciones gobernadas por los favoritos, y subdividido en pequeños fragmentos territoriales a manera de cacicazgos ...

... Es claro, y, por otra parte, es lamentable; ¿cómo es posible que personalidades que han desempeñado o que desempeñan actualmente altas funciones políticas o administrativas en el Gobierno de la Revolución, se empeñen en el triunfo de la causa revolucionaria, si no la sintieron, si no la pensaron, si no la amaron, ni la aman, ni pueden amarla? De ahí que algunas de esas personalidades hubiesen pasado por las secretarías de Estado para sólo aprovecharse de su alta posición oficial en fundar y acrecentar su personalidad política, sin ocuparse para nada del programa de la Revolución y aun llevando a cabo sordas maquinaciones contra el Gobierno de la misma. Y si es verdad que cayeron estruendosamente desde las cumbres de una posición oficial a que nunca tuvieron derecho, también es cierto que cayeron demasiado tarde, puesto que cayeron cuando ya habían hecho al Gobierno de la Revolución todo el mal que les había sido posible hacer. La labor emprendida por esas personalidades infidentes ha prosperado en muchos Estados de la República, y hierve y fermenta en odios contra el Gobierno de la Ley, como una levadura malsana que más o menos tarde hará retroceder al país, anulando la obra redentora de la Revolución ...

Y todo eso es fruto nefasto del error primero, de la funesta conciliación, el hibridismo deforme que parece adoptado como sistema de Gobierno; error que, como hemos dicho, consiste en que la Revolución no ha gobernado ni gobierna aún con los revolucionarios, las llaves de la Iglesia han sido puestas en manos de Lutero, en un supremo anhelo de fraternización que no ha sido comprendido patrióticamente.

Era natural y lógica la contrarrevolución. Pero natural y lógico es también que ésta hubiese podido ser sofocada por el Gobierno más fuerte, más popular, que ha tenido el país. Y sin embargo, ha acontecido lo contrario. ¿Por qué? Primero, por el error primitivo padecido por el Gobierno de la Revolución. Porque la Revolución no ha gobernado con los revolucionarios. Después, porque el Gobierno ha padecido otro error con creer, obrando conforme a esta creencia errónea, que la contrarrevolución sólo podía sofocarse por medio de las armas. De ahí esta guerra civil que se desenlazará tal vez por el derrumbamiento del Gobierno más fuerte que ha tenido la República.

Ha olvidado el Gobierno, a pesar de ser él la prueba mejor de esta tesis, que las revoluciones sólo triunfan cuando en la opinión pública tienen su más fuerte e incontrastable sostén. Vamos camino de que la contrarrevolución consiga adueñarse de la opinión pública. ¿Qué ha hecho el Gobierno de la Revolución para mantener incólume su prestigio, para conservar, como en mejores días, sumisa y complacida a la opinión pública? Nada, absolutamente nada. Este Gobierno parece suicidarse poco a poco, porque ha consentido que se desarrolle desembarazadamente la insana labor que para desprestigiarlo han emprendido los enemigos de la Revolución. Esta insana labor es la de la prensa de oposición. El Gobierno en nombre de la Ley, ha faltado a la Ley, consintiendo en que ésta, sea violada, precisamente, atentando contra su propia existencia.

La contrarrevolución existe cada vez más peligrosa y extendida, no sin duda porque los núcleos contrarrevolucionarios sean hoy más fuertes y porque las gavillas de bandoleros sean hoy más numerosas, sino que va apoderándose de las conciencias por medio de la propaganda de la prensa que día a día conculca impunemente la ley, labrando el desprestigio del Gobierno, que cada vez es mayor y, porque todo el mundo piensa que ya este Gobierno es débil. Se le ultraja, se le calumnia, se le infama, se le menosprecia, todo impunemente ...

Debemos, pues, concluir que la contrarrevolución parece ser fomentada por el mismo Gobierno, fomentada con sus contemplaciones y lenidades para con la prensa de escándalo, fomentada por medio del Ministerio de Justicia, que se ha cruzado de brazos, no respetando, sino violando la Ley, que es violar la Ley consentir en que sea violada atentándose contra la paz pública y los más sagrados intereses de la patria. Y esto ha hecho el Ministerio de Justicia. Si el Ministerio de Justicia hubiese puesto coto, con la Ley en la mano, en el Distrito Federal, a los desmanes de la prensa, existiría sólo una prensa seria y comedida de oposición, que a la postre es más provechosa que perjudicial. Los Gobiernos de los Estados habrían imitado al Gobierno del centro y no existiría ese coro de injurias que se levanta en el suelo nacional, y que es la fuerza moral de la contrarrevolución, y la fragua que esparce chispas y prende el incendio en todos los espíritus.

Pero es claro: todos o casi todos los funcionarios del Poder Judicial son enemigos del actual Gobierno, tienen lenidades para con los enemigos del Gobierno, ponen a éste en ridículo y llevan este ridículo hasta lo ignominioso, porque sólo tienen rigores o indiferencias punibles con todo aquel que sea adicto al Gobierno. En suma, el peor enemigo del Gobierno actual, resulta ser el Ministerio de Justicia, y debe urgentemente, sin aplazamientos, ni contemplaciones, o cambiarse el personal de ese Ministerio y del Poder Judicial, o cambiarse el procedimiento seguido hasta hoy. Esto piensa, esto siente, esto quiere, esto anhela el Bloque, como una medida salvadora de la causa de la Revolución. El Bloque, sin embargo, nada exige ni pretende exigir.

El fin de la contrarrevolución es evidente: romper el Plan de San Luis y hacer que la Revolución de 1910 pase a la historia como un movimiento estéril de hombres sin principios que ensangrentaron el suelo de la patria y la sumieron en la miseria. Los medios de que se vale y se ha valido, son el dinero de los especuladores del antiguo régimen, la pasiva complicidad de dos tercios de los gobernantes de la República y la deslealtad de algunos intrigantes que fueron objeto de inmerecida confianza; sus adalides más activos y más fuertes son los periódicos de oposición y los diputados de la minoría llamada independiente; y su colaborador más eficaz el Ministerio de Justicia. Cambiad, señor Presidente, este Ministerio, o imponedle una orientación política distinta no para iniciar únicamente su represión enérgica y legal de las transgresiones a la Ley; y con sólo eso el Gobierno reaccionaría en la opinión convirtiéndose en una entidad respetada y temida. Acabando con los conspiradores de pluma, se acabará con los conspiradores de la capital, se acabará con la inercia contemplativa de los gobiernos de los Estados y se facilitará la pacificación del país, para gloria de Vuestra Señoría y de la Revolución de 1910 ...

La prensa en su labor de desprestigio contra el Gobierno de la Revolución, ha creído lógico extender su infamante labor a los miembros del Bloque en caricaturas gráficas o en caricaturas escritas, y son ante la opinión una especie de perros serviles que merecen el desprecio general. Todo porque el Ministerio de Justicia no ha sabido velar por el prestigio y la respetabilidad del Gobierno y de sus amigos, de donde ha resultado así que se nos llama con el apodo infamante de porra, siendo así que somos víctimas de la única porra que existe: la organizada contra el Gobierno y sus amigos.

Pero el Gobierno, no sólo los enemigos del Gobierno, nos desprecia, nos desaira, y exhibe a las veces ese desaire y ese desprecio en que nos tiene a los miembros del Bloque Renovador.

Se nos desprecia, porque si alguna vez intentamos acercarnos a las secretarías de Estado, -y debe hacerse constar que ello, en la mayor parte de los casos, ocurrimos no para asuntos o pretensiones de interés particular, sino para cosas relacionadas con el interés político del Gobierno-, o no somos siquiera recibidos y empezamos por sufrir contrariedades aun de los empleados de los ministros de más ínfima categoría, o si somos recibidos no somos tenidos en cuenta ni se nos hace caso. Si por contingencia vamos a tratar asuntos de interés particular, de legítimo y honrado interés particular, salimos con la triste convicción de que para ir a un fracaso seguro, no hay como ser amigo del Gobierno.

Debe el Gobierno, por interés propio, más que por el nuestro, reaccionar sobre sí mismo, pues a pesar de la fuerza de la más profunda de las convicciones, a pesar del entusiasmo del más hermoso de los ideales, si a cambio de nuestra adhesión y de nuestra lealtad, el Gobierno sigue convenciendo a la sociedad de que nada valemos ni significamos nada para él, la única fuerza política con que hasta hoy cuenta el Gobierno, este Bloque Renovador, acabará por desmoronarse y hacerse polvo, como ya algún diputado de la oposición -Garcia Naranjo- que goza de privanzas en ciertos ministerios, se ha complacido en proclamar desde la tribuna de la Cámara de Diputados.

Fuerza es, pues, que el Gobierno nos dignifique para que nosotros podamos dignificar al Gobierno; y llamamos respetuosamente la atención de Vuestra Señoría, muy especialmente acerca de este particular.

Dada la estructura híbrida del Gabinete de Vuestra Señoría, resulta lo más lógico, lo único posible, que los miembros del Bloque Renovador sean tenidos en muy poco por los hombres del Gobierno. ¿Cómo pretender que quien no fue revolucionario, que quien es injerto de la dictadura en el Gobierno de la Revolución, tenga consideraciones para con los renovadores de la Cámara, si debe por consecuencia y al contrario tenerla sólo para los que en la propia Cámara representan a la Dictadura? ¿Cómo pretender que en las diversas secretarías de Estado se nos trate de otro modo que desabridamente, si casi todo el personal de esas secretarías se amamantó en la era política anterior y siente ascos y repugnancias por el Gobierno de la Legalidad?

Es necesario, señor Presidente, que la Revolución gobierne con los revolucionarios, y se impone como medida de propia conservación Que dará fuerza y solidaridad al Gobierno, que los empleados de la administración pública sean todos, sin excepción posible, amigos del Gobierno. Esto desea, por de contado, sin exigencias, el Bloque Renovador ...

En general, el grupo de amigos fervorosos que constituyen el Bloque Renovador, después de deliberaciones inspiradas en la lealtad más irreprochable y cordial, ha creído de su deber someter a vuestro criterio esta exposición que, por unánime acuerdo, han convenido en condensar y condensan en las conclusiones siguientes:

1. Es urgente, de toda urgencia inaplazable, efectuar un cambio de orientación y de procedimientos en la Secretaría de Justicia, o si, en concepto de Vuestra Señoría fuese necesario, un cambio en su personal.

2. Es urgente, de toda urgencia e indispensable, que la Secretaría de Justicia modifique radicalmente el funcionamiento de los tribunales de su dependencia en todo el país, encargando. si fuese necesario, el despacho del ramo a hombres de valor civil y de honorabilidad, identificados con la Revolución, que no tengan ligas políticas con los hombres de la dictadura y que estén decididos dentro de la ley, a poner coto a la procacidad subversiva de la prensa contrarrevolucionaria.

3. Es necesario, de toda necesidad, que el Bloque Renovador sea tratado colectivamente y en cada uno de sus miembros, con consideraciones personales y oficiales, a fin de dignificar a dicho Bloque, de darle prestigio ante la nación, para que ese prestigio y esa dignidad se reflejen en el Gobierno a quien defiende.

4. Es urgente e indispensable que los empleados de los diversos ministerios, sean todos, sin excepción alguna, personas de indiscutible criterio político revolucionario.

Cuando terminaron su exposición los diputados renovadores, el señor Madero manifestó:

Me apena decirles que encuentro exageradas muchas de vuestras apreciaciones con respecto a la actitud de los inconformes. Los llamo inconformes, porque propiamente enemigos del Gobierno no lo son, ni menos personales míos. Yo no tengo enemigos.

Estoy de acuerdo, en que no hay en el Gabinete ni en el personal que compone la máquina administrativa del Gobierno, una homogeneidad completa, pero esto no entraña un peligro, ni menos tan serio como el que vosotros señaláis. Sin embargo, para calmar vuestros temores e inquietudes, os prometo hacer insinuaciones a algunos ministros para que renuncien, y lo mismo haré con varios funcionarios que ocupan puestos administrativos de importancia, aquéllos que ostensiblemente sean culpables de deslealtad.

Grande fue el desaliento que experimentaron los diputados que angustiosamente advertían al señor Madero el peligro en que se encontraba.

Me tocó en la XXIX Legislatura ser compañero de Ignacio Borrego, el revolucionario duranguense que presidió aquella comisión. Me tocó también tratar muy de cerca al ingeniero don José J. Reynoso, también Senador en dicha Legislatura.

Ellos recordaban con amargura aquel momento en que habían ido casi a suplicarle al señor Madero que procurara orientar revolucionariamente la política que el gobierno seguía, evitar las traiciones que algunos de sus ministros y altos funcionarios estaban cometiendo, y sobre todo, encararse con todo valor y con toda energía a los enemigos Que despiadadamente atacaban al régimen burlándose inclusive hasta de la distinguidísima y gran señora esposa del Presidente.

Aquellos momentos de angustia, me decía Borrego, fueron para nosotros una página que recordaremos toda nuestra vida. El señor Madero pudo haber salvado a la Revolución con una actitud enérgica, obligando a sus colaboradores a seguir una política determinada, e inclusive hacer un cambio casi total del gabinete, que con excepción de dos o tres de sus ministros, los demás no sólo no lo secundaban, sino que inclusive se burlaban de él.

Ya se ve, pues, cómo el propio Gobierno fue el responsable de la Decena Trágica.

La bondad con que el señor Madero procedió con sus enemigos transigiendo con los porfiristas, ordenando el desarme de las fuerzas revolucionarias, y sobre todo la apatía para enfrentarse con los graves problemas sociales que había planteado el Plan de San Luis, influyeron poderosamente para que muchos revolucionarios, militares y civiles, se distanciaran del régimen, y para que al final estallara el cuartelazo de la Ciudadela, que dio al traste con el gobierno legítimo del señor Madero.

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