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AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO UNDÉCIMO

PERIODO PRESIDENCIAL DEL GENERAL LÁZARO CÁRDENAS

LA CONFEDERACIÓN NACIONAL CAMPESINA
Cómo se formó. Su programa. Sus éxitos. Los errores de sus dirigentes. Necesidad urgente de que se reorganice y se cumpla con sus estatuos.


El objeto de la organización de la Confederación Nacional Campesina, que funciona desde 1935, fue unificar a los campesinos de la República para que estuviesen en posibilidad de defenderse de los ataques, no sólo de la reacción sino principa1mente de las acometidas de los revolucionarios claudicantes y de muchos jefes militares que ya no pensaban en el programa agrario de la Revolución y se habían convertido en latifundistas, con una mentalidad más recalcitrante que la de los mismos grandes propietarios, a quienes se había expropiado las tierras.

En el citado año de 1935 existía la Confederación Campesina Mexicana que habíamos organizado el profesor Graciano Sánchez, apóstol del agrarismo mexicano; el ingeniero Vicente Salgado Páez, convencido y prestigiado revolucionario; León García, Enrique Flores Magón, el ingeniero Adán Ramírez López, Trinidad García, el que esto escribe y otros luchadores. De la Confederación formaban parte las Ligas Agrarias de Tamaulipas, San Luis Potosí, Tlaxcala, Puebla, Distrito Federal, Michoacán y algunas más; la Liga Ursulo Galván, fundada por el malogrado líder Ursulo Galván, Lorenzo Azúa, Carolino Anaya y otros jefes agraristas que habían desafiado con valor y entereza los abusos de gobernadores, jefes militares y altos funcionarios de la Federación, convertidos en enemigos del movimiento social mexicano.

Tomando en consideración tales ideas, a mediados del año de 1935, en mi calidad de presidente del Comité Ejecutivo del Partido Nacional Revolucionario, sometí a la consideración del señor general Lázaro Cárdenas, presidente de la República, el siguiente acuerdo:

I. Que la situación en que los campesinos de la República han venido dcsarroliando su vida económica y social ha sido en general contraria a los propósitos de unificación que la Revolución Mexicana ha deseado, ya que en la mayoría de las Entidades Federativas la desorganización existente ha causado en muchas ocasiones lamentables conflictos en perjuicio de la economía nacional, provocados por gentes que no han tenido más propósitos que satisfacer apetitos personales en perjuicio de ese sector social.

II. Que tal desorganización es causa principal de que la dotación y restitución de tierras a los pueblos se haya visto frecuentemente interrumpida en perjuicio del proletariado rural, cuyas necesidades no han sido satisfechas, ya no en el sentido de que vivan con la holgura a que tienen derecho; pero ni siquiera en las más apremiantes de simple posesión de la tierra.

III. Que si bien es cierto que las leyes agrarias sobre dotación, restitución de tierras, crédito y organización de los campesinos se están cumpliendo con el mayor celo por el Gobierno de la Federación, también lo es que en el desarrollo de este programa se interponen obstáculos que hacen fracasar en muchos casos los propósitos enunciados, ya porque funcionarios poco escrupulosos se alían a los terratenientes, o porque al amparo de influencias inmorales, se hayan creado intereses que han constituído insuperables obstáculos para la liberación económíca de los campesinos.

IV. Que independientemente de las razones apuntadas, es urgente encauzar esos propósitos dentro de las normas marcadas por la legislación agraria vigente, abarcando otros aspectos hasta hoy no previstos, tales como el seguro de vida campesino, seguro por enfermedades y accidentes de trabajo agrícolas, por la pérdida de las cosecbas de los ejidatarios, etc., que el Gobierno de la Revolución se propone estudiar concienzudamente buscando los medios científicos más adecuados.

V. Que, finalmente, para evitar los males anotados al principio y ejecutar íntegramente un programa comprendiendo los nuevos puntos de acción, es indispensable unificar a los ejidatarios del país y constituir con ellos un organismo de carácter permanente, con amplios y avanzados propósitos, que en el orden político los ponga a cubierto de los graves perjuicios que ocasionan las estériles luchas por ambiciones personales; en el orden económico los libere definitivamente de la desorganización y miseria en que viven y en el orden social los eleve al nivel de factor activo y capaz de obtener por sí solos las conquistas por las que han venido luchando.

VI. Que el Partido Nacional Revolucionario, como Instituto Político de la Revolución, con las finalidades avanzadas que norman su función directa, es el cuerpo indicado para unificar en el menor tiempo posible a los campesinos y realizar los fines que antes se han señalado.

Por tal motivo, el Ejecutivo de mi cargo ha tenido a bien acordar lo siguiente:

El Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario, procederá tan luego como reciba las presentes instrucciones, a formular el plan de acción que considere conveniente, de conformidad con los principios más avanzados de la Revolución Social Mexicana, a efecto de organizar a los campesinos dotados de tierras por el Gobierno Federal y aquellos cuyas solicitudes de dotación y restitución de tierras se encuentren en tramitación, sujetándose a las siguientes bases:

a) Convocará en el tiempo y orden que lo juzgue oportuno en los Estados de la Federación, a Convenciones parciales a fin de que en cada Entidad no exista más que una Liga de Comunidad Agraria, debiendo participar en esas Convenciones, en calidad de representantes, dos delegados electos, por mayoría de votos, por los miembros de cada ejido o centro de población campesina, a los que se hayan dado posesión provisional o definitiva de sus ejidos, así como las agrupaciones que hayan hecho solicitudes de dotación o restitución de tierras ante las autoridades agrarias respectivas, para la fecha de las Convocatorias correspondientes, y de conformidad con las estadísticas existentes en el Departamento Agrario.

b) Tan luego como se hayan organizado las Ligas de Comunidades Agrarias en los Estados, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario, procederá a celebrar una Gran Convención en el lugar que oportunamente designará el mismo Comité, a fin de constituir la Confederación Campesina que deberá ser el organismo central.

c) El propio Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario, procederá a formular los proyectos de Leyes del Seguro de Vida Campesino, Seguro para enfermedades y accidentes de trabajos agrícolas; Seguro por la pérdida de las cosechas, y demás leyes que tienden a asegurar el bienestar económico y social de los miembros de la Confederación Campesina.

d) El Departamento Agrario y demás dependencias del Poder Ejecutivo Federal y los Estados, darán al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario todas las facilidades conducentes para el desarrollo de los propósitos indicados.

La experiencia que había adquirido en el gobierno de Tamaulipas al organizar en 1926 la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado, me sirvió de norma en la comisión que el presidente Cárdenas me confiaba para realizar la unificación de los campesinos de la República.

La Liga de Tamaulipas había adoptado en sus estatutos un programa de principios que ha sido desde entonces, la norma de aquella organización regional, y el mismo programa me sirvió en septiembre de 1936, fecha en que se celebró la primera Convención Campesina, que dio origen a la Liga de Comunidades Agrarias del Distrito Federal. Tales principios fueron:

I. La agitación agraria, cuando la hay, proviene casi siempre de que las autoridades carezcan de serenidad y de actividad. Una resolución rápida de los asuntos tranquiliza a los pueblos interesados, que no intentarán violentar las resoluciones ni salirse del acatamiento que deben a las leyes; y un proceder mesurado y estricto quitará de los propietarios la idea de que quiérese ejercer represalias, o de que haya cambios tortuosos para eludir las afectaciones.

II. Por actividad debe entenderse hacer bien las cosas y no hacerlas de prisa. El tiempo que se gasta en documentar los expedientes y en conceder a los lesionados los términos de prueba que marca la ley, allanará el camino e impedirá que después prosperen amparos, los cuales pueden dar lugar a entorpecimientos y provocar pugna entre pueblos y terratenientes.

III. Para la aplicación de leyes como la Agraria, no debe haber ni la más remota apariencia de excepciones en favor de amigos o parientes. Aun se debe empezar por éstos para evitar falsas interpretaciones, que siempre serán motivo de entorpecimiento o de murmuraciones.

IV. El acto material de entregar un ejido, no pone término a la obra agraria de un gobierno que sea realmente revolucionario. Cuidar de que se cultiven las tierras y de que los hombres que las reciban adquieran conciencia clara del servicio que deben a la sociedad, y de la obligación en que están de retribuírselo, es mucho más importante.

V. El que ha recibido tierra, pero carece de implementos y semovientes, es sólo un esclavo que ha cambiado de dueño. Paga al que le presta los animales de trabajo, lo que antes pagaba al dueño de la tierra: rompió una cadena y queda sujeto por la otra. Ayudarlo es obra no sólo de equidad, sino deber ineludible, si lo que se desea es no sólo cumplir con una ley, o agregar un numerador en la estadistica ejidal; sino contribuir de manera efectiva al progreso económico de la clase campesina.

VI. Siendo grande el porcentaje de medieros y tercieros que cuentan con implementos y animales de trabajo, en las dotaciones ejidales que se acuerden en favor de ellos, debe procurarse agregar una pequeña ayuda económica que les sirva de estímulo y que los conforte para iniciarse en su nueva vida de hombres libres. Quinientos pesos para comprar arados o mil pesos que se faciliten para surtir una tienda cooperativa, pueden traducirse en esfuerzos sorprendentes por la confianza de que estarán revestidos quienes los emprendan.

VII. Una Escuela rural abre nuevos horizontes, introduce variantes en la monotonía de la vida siempre gris del jornalero, y hace menos duras las faenas del campo. En combinación con la escuela rural, la escuela nocturna para adultos presta ocasión para que se instruyan los mayores de edad, y para que adquieran éstos la noción de que hay tierras y hombres más allá del límite del la hacienda que los vio nacer. Fiestas escolares a las que asistan los padres de los educandos, y números en los programas de fiestas desempeñados por adultos, y que pueden ser: desde carreras de caballos hasta pequeños sainetes sobre temas en que se dignifique al productor, y se ponga de manifiesto la repugnancia de los vicios y de la ociosidad, contribuirán para hacer amable el aprendizaje, aún en hombres que llegaron a la mayor edad sin haber tenido nunca en sus manos un libro de lectura.

VIII. El progreso en los centros rurales debe ser resultado del esfuerzo que realicen, simultáneamente, los hombres y las mujeres de la comunidad. Interesar a la mujer en la nueva organización, ofreciéndole ventajas que puedan ir desde la instalación del molino de nixtamal, que las libere de gastar sus pulmones en la molienda, hasta la entrega de la máquina de coser, que le despertará su natural coquetería femenina y la inclinará hacia nuevos hábitos de asco, es hacerla concebir un aspecto más sonriente de la vida y ganársela como aliada. Atacar el problema simultáneamente en hombres, mujeres y niños, es la única manera de llegar pronto a resultados satisfactorios.

IX. La libertad económica debe complementarse con la libertad de cualquier otro género de servidumbre. Combatir el alcoholismo y el fanatismo, y desterrar toda clase de prejuicios constituyen parte esencial en un programa de educación rural. Al hacerse así, debe procurarse que sean los mismos campesinos quienes se interesen por volverse cada día mejores, y debe rccurrirse a su cooperación y, aún si cabe, a su iniciativa, para cada nuevo paso que se dé. Convicción, más que obediencia, es la fórmula por aplicar.

X. Contacto íntimo entre las autoridades y los pueblos por cuyo progreso aquéllas se interesan, es el medio para realizar obra perdurable. Visitas continuas a los pueblos, largas pláticas en las veladas del campo, insinuaciones sobre trabajos futuros, contrariedades y alegrías compartidas, elogios discretos sobre los progresos realizados; formas son todas éstas mediante las cuales se establece la corriente que habrá de galvanizar todas las voluntades y de reunir todos los esfuerzos en la prosecución del bien común.

Los estatutos de la Confederación Nacional Campesina se discutieron ampliamente en todas las Convenciones Agrarias que se celebraron en los Estados. En ellos se previno que los directivos de las Ligas, Comités Regionales y Confederación Nacional Campesina, fuesen designados por las mayorías y de extracción campesina, debiendo ponerse al servicio de la organización para desarrollar cuantos esfuerzos estuviesen a su alcance, para lograr la redención de su clase.

Las convenciones se llevaron a cabo en un ambiente de absoluta democracia y sin ejercer presión alguna para la libre emisión del sufragio. Hubo siempre completa libertad de expresión, al grado de que en muchas ocasiones se escucharon acerbas críticas en contra de gobernadores, jefes de operaciones militares, de miembros del gabinete y de otros funcionarios. Nada se hizo para coartar la libertad de los delegados que siempre se mantuvieron en un plano de ponderación y de gran dignidad.

Así quedó organizada la Confederación Nacional Campesina, que desde 1935 agrupa en su seno a la inmensa mayoría de los campesinos de México.

Ahora bien, ¿ha cumplido la Institución los fines para que fue creada? ¿Ha desarrollado sus actividades con apego estricto a sus postulados? ¿Se han cumplido sus Estatutos?

Hablando con franqueza, creemos que la Confederación Nacional Campesina no ha cumplido con la alta misión para la que fue creada; que sus Estatutos no han sido cumplidos y que lejos de ser fiel a sus postulados, ha cometido graves errores e irregularidades, que a veces le han convertido en un instrumento eficaz para realizar funciones contrarias a los postulados del agrarismo.

Para afirmar lo anterior me baso en los siguientes hechos:

1. La selección para designar a los dirigentes de la Confederación, de las Ligas y de los Comités Regionales no ha sido realizada de acuerdo con los Estatutos, en muchos casos, y así hemos visto que al frente de la organización han estado, en algunas Entidades, burócratas incondicionales que desempeñan muy mal el mandato de los campesinos y que, naturalmente, se prestan a toda clase de componendas para prostituir la reforma agraria y ejecutar actos de verdadera claudicación.

2. Algunos de los dirigentes de muchas de las Ligas, de los Comités. Regionales y de la Confederación han sido instrumentos ciegos para cometer los actos más bochornosos, tales como la venta de tierras ejidales, la explotación del crédito de los campesinos, a quienes se han vendido instrumentos de labranza a precios exageradísimos, semillas de mala calidad y abonos que de antemano se sabe no son eficaces, con lo cual se han perdido las cosechas, provocando todo esto el estado de miseria y de desconfianza en que se hallan muchos de los ejidos de la República. La venta de una gran cantidad de tierras de cultivo, en las obras de irrigación, a gentes que jamás han sido agricultores y que han recibido graciosamente tales tierras, a veces pagando precios irrisorios y otras a título gratuito. El resultado es que las tierras irrigadas por algunas de las presas, para cuya construcción el Estado ha hecho enormes sacrificios, se encuentran en un gran porcentaje en poder de privilegiados.

La consecuencia es la situación de miseria en que se hallan muchos miles de campesinos que han tenido necesidad de buscar acomodo en las ciudades o engrosar las filas de emigrantes que van a los Estados Unidos en busca de trabajo.

Los directores de la Confederación Nacional Campesina, que han asumido una conducta pasiva ante tales operaciones ilegales, son responsables de esas inmoralidades, por no haber protestado oportunamente cuando se hacía el despojo de esas tierras, que indebidamente han ido a enriquecer a muchos funcionarios y particulares.

Por fortuna para el campesinado de la República, el día 28 del mes de agosto, de 1963, fue designado con aplauso unánime de los delegados a la Convención que para el efecto se celebró, el señor licenciado don Javier Rojo Gómez, secretario general de la Institución.

El licenciado Rojo Gómez, que es un convencido agrarista y cuenta con antecedentes de revolucionario, por la ejecutoria que ha tenido durante su vida política, garantiza plenamente, al frente de la Confederación, nuevas orientaciones políticas para la clase sufrida del campo.

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