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AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO UNDÉCIMO

PERIODO PRESIDENCIAL DEL GENERAL LÁZARO CÁRDENAS

PERIODO PRESIDENCIAL DEL GENERAL LÁZARO CÁRDENAS


El día 1° de diciembre de 1934 el señor general Lázaro Cárdenas otorgó la protesta de ley como presidente de los Estados Unidos Mexicanos. En su importante discurso, hizo profesión de fe revolucionaria. Se refirió a los principales asuntos a los que daría preferencia: el agrario, la educación socialista, la necesidad de multiplicar el número de escuelas en la República. Anunció la creación de los internados para hijos del ejército, que llevó a la práctica pocos meses después. Terminó su discurso así:

Ha llegado el momento en que debemos mantenemos dentro de una firme disciplina ciudadana -de la que no está excluida la sana critica- que nos permita, sin justificadas agitaciones, movidos todos con un amplio espíritu de trabajo, entregarnos por entero a la inmensa labor de construcción que estamos comprometidos a realizar. Ninguna noble ambición, ni la confianza, pueden mantenerse a base de promesas, si éstas no se convierten en realidades perdurables.

Todos los auspicios nos son favorables, inspirado en las necesidades de nuestro pueblo, apoyado en la ley y en nuestro partido, el más bondo propósito de merecer en todo instante la confianza de las clases trabajadoras, llego a la presidencia del país, invocando de todo el pueblo que me ha elevado a un puesto de tan grande responsabilidad, su cooperación entusiasta y su fe en los destinos de la República.

El general Cárdenas integró su gabinete con las siguientes personas:

Secretario de Gobernación, ingeniero Juan de Dios Bojórquez;
Secretario de Hacienda, licenciado Narciso Bassols;
Secretario de Economía, general Francisco J. Múgica;
Secretario de Educación, Licenciado Ignacio García Tellez;
Secretario de Guerra, general Pablo Quiroga;
Secretario de Comunicaciones, Rodolfo Elías Calles;
Secretario de Relaciones Exteriores, licenciado Emilio Portes Gil;
Jefe del Departamento de Salubridad, doctor Abraham Ayala González;
Jefe del Departamento del Distrito Federal, licenciado Aarón Sáenz;
Jefe del Departamento Agrario, licenciado Gabino Vázquez;
Procurador General de la Nación, licenciado Silvestre Guerrero; y,
Procurador del Distrito y Territorios Federales, licenciado Raúl Castellanos.


CÓMO FUE MI DESIGNACIÓN

Ya electo presidente de la República el señor general Lázaro Cárdenas, y encontrándome al frente de la Procuraduría General de la Nación, en pláticas que tuve con él me hizo ver los propósitos que lo animaban para que aceptara algún puesto en su gobierno tan pronto como se hiciera cargo de la primera Magistratura.

El 28 de noviembre -es decir, tres días antes de que el señor general Abelardo L. Rodríguez entregara el poder- recibí en mi domicilio al señor Francisco J. Múgica, quien me informó que me hacía aquella visita por instrucciones del presidente electo, general Cárdenas, quien me invitaba a colaborar en su gobierno, en el despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Manifesté al señor general Múgica que le agradecía mucho aquella visita y le supliqué expresara al señor general Cárdenas mi reconocimiento por la distinción y la muestra de confianza de que me hacía objeto; pero añadí que le rogase me excusara de aceptar dicho cargo, por razones que personalmente le haría conocer. Agregué que si el señor general Cárdenas creía conveniente mi colaboración, le agradecería me dejase al frente de la Procuraduría General de la Nación, que desempeñaba hasta esos momentos, en virtud de que tal puesto era el que más se avenía a mi modo de ser y para el que estaba yo mejor preparado por mi profesión. El señor general Múgica insistió en nombre del general Cárdenas para que aceptase desde luego el nombramiento de secretario de Relaciones, a lo que le contesté que trataría aquel asunto al día siguiente con el propio presidente electo.

No me había anunciado todavía con el general Cárdenas, cuando a las nueve de la noche, me fue transmitido por el señor coronel José Manuel Núñez un recado de su parte, en el sentido de que lo esperara yo en mi casa habitación, pues deseaba platicar conmigo. Naturalmente, contesté al señor coronel Núñez que sería yo quien iría al lugar en que se encontraba el presidente, a lo cual me manifestó que en esos momentos salía él con rumbo a mi casa.

En efecto, algunos minutos después llegó el señor general Cárdenas.

He deseado platicar personalmente contigo -me dijo- para reiterarte la invitación que en mi nombre te hizo el general Múgica a fin de que aceptes figurar en mi Gobierno al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Creo que cualesquiera que sean las razones que tengas para no aceptar tal cargo, nuestra vieja amistad y el deber que tenemos todos los revolucionarios de colaborar en el Gobierno, te obliga a no rehusar esa comisión.

En efecto, le contesté, si tú deseas que vaya a la Secretaría de Relaciones y si crees que ahí te puedo ser útil, mi deber es aceptar ese cargo sin poner la menor objeción a tus deseos; pero, si todavía es tiempo para que cambies de parecer, yo te suplicaría me dejaras en la Procuraduría General de la Nación, en donde mi labor seguramente será más beneficiosa para el Gobierno, con la ventaja para mí de que, como este es un puesto desligado absolutamente de la política, podré prestarte una colaboración más eficaz sin la consiguiente pérdida de energías motivada por el ataque de mis enemigos políticos, que creen ver en mí un obstáculo para el logro de sus ambiciones.

El general Cárdenas se mostró intransigente ante esta manifestación mía; y en tono firme, pero cariñoso, me indicó que tendría yo que hacerme cargo de la Secretaría mencionada. Así terminó aquella entrevista, cerca de las once de la noche.

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