Índice de Historia del movimiento machnovista de Pedro ArchinoffCapítulo undécimoConclusiónBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo XII

El machnovismo y el anarquismo

La idea del anarquismo abarca dos planos: el de las ideas propiamente dichas, la filosofía, y el de las realizaciones prácticas. Los dos están íntimamente ligados. La clase obrera en lucha está más cerca generalmente del lado concreto y práctico del anarquismo. Su principio esencial es el de la iniciativa revolucionaria de los trabajadores y su emancipación por medio de sus propias fuerzas. De este principio se siguen naturalmente el de la negociación del Estado en la sociedad nueva y el de la autodirección de los trabajadores. Hasta el presente la historia de las luchas proletarias no nos ha mostrado el ejemplo de un movimiento de las masas guiado por un espíritu anarquista puro. Todos los movimientos obreros y campesinos que se han desarrollado hasta aquí lo han hecho en los límites del régimen capitalista y no han estado más que superficialmente inspirados en el anarquismo. Esto es natural y comprensible. Las clases laboriosas viven, no en el mundo deseable, sino en el de la realidad y por ello están expuestas directamente a la acción física y psíquica de las fuerzas hostiles. Junto a la influencía de las ideas anarquistas, débil y limitada, los trabajadores sufren constantemente la influencia real y poderosa del régimen capitalista y de los grupos intermediarios.

Las condiciones de la vida moderna envuelven a los trabajadores de todas partes, como los peces son envueltos por las aguas del mar. Los trabajadores no pueden salir de ese ambiente. Por eso es natural que la lucha que sostienen lleve el sello de las diversas condiciones y particularidades de lo existente. Nunca ha podido nacer y manifestarse esa lucha bajo una forma anarquista claramente definida y corresponder a todas las exigencias ideales. Una forma semejante no seria posible más que en estrechos círculos políticos y aun entonces sólo en forma de planes y programas y no en la práctica. En cuanto a las masas populares, cuando entran en la lucha, sobre todo en una lucha de vastas dimensiones, cometerán, sin duda, errores que impliquen antinomias y desviaciones y sólo en el curso de la lucha podrán ajustar su línea de combate al ideal a que tienden.

Ha sido siempre así. Lo mismo será en el porvenir. No importa con qué cuidado hayamos preparado las organizaciones y las posiciones de la clase obrera en tiempos de paz, desde el primer día de la lucha decisiva de las masas todo se hará en forma diferente a como lo hacía prever el plan elaborado de antemano; sucederá en ciertos casos que el hecho mismo de la acción de las masas desorganizará las posiciones preparadas; en otros casos las desviaciones y los choques inesperados harán necesario el cambio de las disposiciones tomadas. Y no será sino por grados que el vasto movimiento de las masas entrará en el camino que lleva al ideal.

Eso no quiere decir en modo alguno que la organización previa de las fuerzas y de las posiciones de la clase obrera no sea necesaria. Al contrario, es la condición esencial para la victoria de los trabajadores. Pero es preciso recordar que eso no es el coronamiento de la obra y que aunque haya sido realizado ese trabajo, el movimiento exigirá una gran perspicacia en todos los instantes y una facultad de orientación particularmente grande para acomodarse a las nuevas condiciones de la vida; en una palabra, será preciso dar pruebas de una estrategia revolucionaria de clase, la cual dependerá en un grado considerable el éxito del movimiento.

El ideal del anarquismo es grande y rico en su multiplicidad. Sin embargo el rol de los anarquistas en la lucha social, de las masas es muy modesto. Su fin es ayudar a éstas a entrar en la vía justa de la lucha y de la edificación de la sociedad nueva. En tanto que el movimiento no haya entrado en la vía de la coalición decisiva, su deber es ayudar a las masas a darse cuenta de la significación de la lucha que les espera, a definir sus tareas y sus fines; deberá ofrecer su concurso para que éstas tomen las disposiciones de combate necesarias y organicen sus fuerzas. Si el movimiento ha pasado ya el período del conflicto decisivo, los anarquistas deberán entrar en él sin perder un minuto; deberán hacer todo lo que puedan para ayudar a las masas a liberarse de las desviaciones erróneas; deberán mantener su ímpetu en la dirección de los primeros ensayos creadores, servirles con el pensamiento, tratando de que la lucha entre en el verdadero camino que conduce a las aspiraciones esenciales de los trabajadores. En eso consiste el fin principal, por no decir único, del anarquismo durante la primera fase de la revolución. La clase obrera, en cuanto haya conquistado sólidas posiciones de lucha y de la edificación social, no cederá a nadie la iniciativa del trabajo creador. Se dirigirá por su propio pensamiento, creará la sociedad nueva de acuerdo con su propio plan. Ese plan será anarquista o no, pero, lo mismo que la sociedad nueva, habrá surgido del trabajo libre, será modelado por el pensamiento y la voluntad del trabajo.

Al considerar el machnovismo se destacan de inmediato dos aspectos esenciales del movimiento: 1) su carácter verdaderamente popular y su nacimiento proletario; el movimiento surgió de abajo, de la masa trabajadora; en su recorrido han sido sobre todo las masas populares quienes lo sostuvieron, lo desarrollaron y lo dirigieron; 2) a ello se debe el hecho de que desde sus primeros días se apoyó sobre algunos principios incontestables del anarquismo: a) el derecho de los trabajadores a la iniciativa; b) el derecho de autodirección económica y social; c) el principio del no estatismo en la edificación social. En todas las fases de su desenvolvimiento, el machnovismo ha mantenido esos principios con tenacidad y consecuencia. En nombre de esas ideas el movimiento ha soportado la muerte de doscientos mil o trescientos mil de los mejores hijos del pueblo; ha rehusado entregarse a fuerza estatal alguna, ha sostenido durante tres años, en condiciones y en circunstancias difíciles y con un heroísmo poco común en la historia humana, la bandera negra de la humanidad oprimida, estandarte que simboliza la verdadera libertad de los trabajadores y la verdadera igualdad en el seno de la sociedad nueva.

Vemos en el machnovismo un movimiento anarquista de las masas laboriosas, no muy claramente definido, pero que aspira a cristalizar su ideal por la vía del anarquismo.

Pero precisamente porque ese movimiento nació en las profundidades del pueblo no poseía los elementos teóricos indispensables en todo gran movimiento social. Esta carencia se manifestó entre otras cosas en el hecho de que el movimiento, frente a las condiciones generales, no llegaba a establecer a tiempo sus ideas y sus palabras de orden, a elaborar sus formas prácticas concretas. Por eso avanzó lentamente y no sin esfuerzos, vistas las fuerzas enemigas múltiples que lo atacaron.

Era de esperar que los anarquistas, que habían hablado tanto de un movimiento revolucionario de las masas, que lo habían esperado durante años como la venida de un nuevo Mesías, se apresurarían a unirse al movimiento, a incorporarse y a fundirse en él. Pero fue de otro modo.

La mayoría de los anarquistas rusos, que habían seguido la escuela teórica del anarquismo, permaneció en sus círculos aislados, sin razón alguna de ser en ese momento, discutiendo la naturaleza de ese movimiento sin hacer nada y tranquilizando sus conciencias con la idea de que el movimiento no parecía ser puramente anarquista.

Sin embargo su aporte al movimiento insurreccional, sobre todo en el instante en que el bolchevismo no había tenido aún tiempo de obstaculizar su desarrollo normal, habría podido ser de un valor incalculable. La masa tenía una necesidad infinita de militantes que supiesen formular las ideas que la animaban, que supiesen definir y elaborar las formas y la marcha ulterior de la revolución. Los anarquistas no quisieron hacerlo. Causaron de ese modo un daño inmenso al movimiento y a sí mismos. Al movimiento porque no pusieron a su servicio sus fuerzas de organización y de cultura, lo que hizo que se desarrollara lenta y dolorosamente, con ayuda de los pobres recursos técnicos de que disponían las masas populares; a sí mismos porque perdieron mucho al quedar fuera de la actualidad y condenarse a la inactividad y a la esterilidad.

Nosotros nos creemos autorizados a decir que los anarquistas rusos, dormitando en sus círculos, dejaron pasar bajo sus ojos un movimiento grandioso de masas, el único hasta este día que, en la revolución actual, pareció realizar las aspiraciones históricas de la humanidad oprimida.

Pero encontramos al mismo tiempo que ese hecho deplorable no tuvo lugar fortuitamente, que fue causado por razones determinadas que importa considerar con alguna atención.

Una gran parte de nuestros teóricos pertenece por sus orígenes a la intelligentzia. Esa circunstancia es de una gran significación. Aun colocándose bajo el estandarte del anarquismo, muchos de ellos son sin embargo incapaces de romper definitivamente con el medio en que han nacido. Habiéndose ocupado de la teoría del anarquismo más que el resto de los camaradas llegaron gradualmente a convencerse de su rol de líderes del mundo anarquista y acabaron por creer que el movimiento anarquista mismo iría a la acción según sus indicaciones o al menos con su concurso dirigente inmediato. Ahora bien, el machnovismo comenzó bien lejos de ellos, en una provincia lejana y en las capas más profundas de la sociedad moderna. Algunos solamente, entre los teóricos del anarquismo, tuvieron la sensibilidad y el coraje necesarios para reconocer que ese movimiento era precisamente aquél que el anarquismo había preparado desde hacia mucho, y se apresuraron a ir a su encuentro. Seria justo decir también que de todos los anarquistas intelectuales y teóricos, Volin fue el único que participó en el movimiento machnovista con entera decisión, poniendo a su servicio todas sus aptitudes, fuerzas y conocimientos. El resto de los teóricos del anarquismo quedaron al margen. Esto naturalmente no podría significar nada ni contra el machnovismo ni contra el anarquismo, sino solamente contra los anarquistas y las organizaciones anarquistas que, en el momento histórico en que el movimiento social de los campesinos y de los obreros se manifestaba en todo su vigor, permanecieron pasivos y confundidos sin saber si acercarse o no a su propia causa, precisamente cuando se les presentaba revestida de carne y de sangre y llamaba a sus filas a todos aquellos a quienes eran caras la libertad del trabajo y las ideas del anarquismo.

Otro rasgo aun más importante de la impotencia y la inactividad de los anarquistas es el desorden reinante en cuanto a las ideas y a la organización.

A pesar de que el ideal del anarquismo sea poderoso, positivo o incontestable, se encuentran en él muchos lugares comunes, y no pocas abstracciones y vaguedades y también desviaciones, permitiendo la posibilidad de que existan las más diversas interpretaciones de su pensamiento y de su programa práctico.

Así muchos anarquistas derrochan hasta el presente sus fuerzas en tratar de resolver la cuestión de saber si el problema anárquico consiste en la liberación de las clases sociales, de la humanidad o de la personalidad. Esta no es más que una vana cuestión de palabras, pero sin embargo tiene su base en algunas posiciones vagas del anarquismo y da libre curso a los abusos en el dominio de la idea anarquista primero y de la práctica anarquista luego.

La teoría anarquista de la libertad personal, lejos de estar aún suficientemente esclarecida, deja un vasto campo a los malentendidos. Evidentemente los hombres de acción, que poseen una voluntad firme y un instinto revolucionario fuertemente desarrollado, verán en la idea anarquista de la libertad personal ante todo la idea del respeto hacia la personalidad ajena, la idea de la lucha infatigable por la libertad anarquista de las masas. Pero los que no conocen la pasión de la revolución y los que piensan en primer lugar en las manifestaciones de su propio yo comprenden esa idea a su modo. Cada vez que se discute el problema de organización práctica, de responsabilidad, dentro de la misma organización se escudan en la teoría anarquista de la libertad personal y fundándose en ella, tratan de sustraerse a toda responsabilidad. Cada cual se retira a su oasis, imagina su obra, y predica su propio anarquismo. Las ideas y los actos de los anarquistas son pulverizados así en átomos mínimos.

De tal estado de cosas resulta un gran número de diferentes sistemas prácticos preconizados por los anarquistas rusos. De 1904 a 1907 hemos visto los programas prácticos de los Besnatchaltzy (los Sin autoridad) y de los Tchernoznamentzy (La bandera negra) que predicaban las expropiaciones parciales (la toma individual) y el terror general como método de lucha anarquista. Es fácil ver que esos programas no podían significar nada más que la expresión de las inclinaciones particulares de personas que se encontraban mezcladas al anarquismo por casualidad y que no eran posible más que a consecuencia del débil desarrollo del sentimiento de la responsabilidad hacia el pueblo y la revolución.. Ultimamente hemos visto aparecer una gran cantidad de teorías, en algunas de las cuales se nota cierta tendencia hacia la autoridad estatista y la dirección autoritaria y centralizadora de las masas, mientras en otras se rechaza todo principio de organización y se proclama la libertad absoluta de la personalidad y otras aun se preocupan de aspiraciones demasiado universales del anarquismo, que en realidad no son más que simulaciones para esquivar las arduas obligaciones del momento histórico.

He aquí por qué cuando el movimiento popular constituido por el machnovismo brotó de las capas profundas del pueblo, los anarquistas se encontraban tan débiles y poco preparados.

El anarquismo no significa misticismo, ni vanas palabras sobre lo bello, ni tampoco un grito de desesperación. Su grandeza depende ante todo de la consagración a la causa de la humanidad oprimida. Lleva en sí la aspiración a la verdad de las masas; su heroísmo y su voluntad representan en este momento la única doctrina social sobre la cual las masas pueden apoyarse con confianza para dirigir su lucha. Pero para justificar esa confianza no basta que el anarquismo sea una grande idea y los anarquistas sus representantes platónicos. Es preciso que los anarquistas tomen constantemente parte en el movimiento revolucionario de las masas y eso en calidad de obreros. Solo entonces respirará ese movimiento la atmósfera verdadera del ideal anarquista. Nada se consigue en el mundo gratuitamente. Toda causa exige esfuerzos y sacrificios constantes. El anarquismo debe encontrar una unidad de voluntad y una unidad de acción, obtener una noción exacta de su rol histórico. El anarquismo debe penetrar en el corazón de las masas, fundirse con ellas.

La esencia del machnovismo resplandecía con el fulgor del anarquismo y sugería involuntariamente la idea de este último. Fue entre todas las doctrinas la que prefirieron los guerrilleros. Muchos de ellos se titulaban anarquistas, sin renunciar a ese título ni ante la muerte. Y al mismo tiempo el anarquismo dio al machnovismo algunos militantes admirables que, con amor y abnegación, pusieron sus fuerzas y sus conocimientos al servicio de ese movimiento.

Ese cruce de los destinos del anarquismo y del machnovismo comenzó hacia mediados de 1919. Fue sellado en el verano de 1920 por el ataque simultáneo, que dirigían los bolcheviques contra los machnovistas y los anarquistas en Ucrania y subrayado de una manera particularmente brillante en octubre de 1920 en el momento del acuerdo militar y político entre las autoridades soviéticas y las machnovistas, cuando estos últimos exigieron, como condición absoluta del acuerdo, que todos los machnovistas y anarquistas fuesen liberados de las prisiones de Ucrania y de la Rusia Central, y que se les concediese libertad completa para profesar y proclamar sus ideas y sus teorías.

Anotemos por orden cronológico la participación de los anarquistas en el movimiento machnovista.

Desde los primeros días de la revolución de 1917 se formó en Gulai-Polé un grupo de anarquistas comunistas que desarrolló un trabajo revolucionario considerable en la región. De ese grupo salieron des:pués los militantes y los conductores más notables del machnovismo: N. Machno, S. Karetnik, Martchenko, Kalachnikof, Luty, Gregorü Machno, etc. Ese grupo estuvo íntimamente ligado a los comienzos del movimiento machnovista.

Hacia fines de 1918 y comienzos de 1919 se formaron otros grupos en la región y trataron de ponerse en relación con el machnovismo. Sin embargo algunos de esos grupos, como por ejemplo en Berdiansk y en otras partes, no estaban a la altura de la situación y no podían ser sino perjudiciales al movimiento. Afortunadamente el movimiento era de tal modo sano que los pasó por alto.

En los primeros meses de 1919 Gulai-Polé albergó ya, no solo a los militantes campesinos del lugar, anarquistas tan notables como Machno, Karetnik, Martchenko, Vassilivsky y otros, sino también a algunos que habían llegado de ciudades distantes y que representaban a ciertas organizaciones anarquistas: Burbyga, Mikalef-Pavlenko, etc., trabajaban exclusivamente entre las tropas insurreccionales del frente o de la retaguardia.

En la primavera de 1919 varios camaradas llegaron a Gulai-Polé para entregarse principalmente a la organización de los asuntos de la cultura y de la instrucción en la región: crearon el periódico Put K Svobodé, órgano fundamental de los machnovistas y fundaron la Asociación de los Anarquistas de Gulai-Polé que se dedicó a la propaganda en el ejército y entre los campesinos.

Al mismo tiempo se fundó en Gulai-Polé un grupo anarquista asociado a la federación Nabat. Trabajó en contacto estrecho con los machnovistas en el dominio cultural e hizo aparecer el periódico Nabat. Poco después esa organización se fundió con la Asociación de los Anarquistas de Gulai-Polé en un solo cuerpo.

En el mes de mayo, treinta y seis obreros anarquistas llegaron de Ivanovo-Voznessensk a Gulai-Polé; entre ellos se encontraba Tcherniakof y Makef. Una parte de ellos se instaló en la comuna anarquista situada a siete kilómetros de Gulai-Polé; otros se entregaron a trabajos de cultura en la región, otros entraron en el ejército insurreccional.

En el mes de mayo de 1919 cuando la Confederación Nabat, que era la más activa de todas las organizaciones anarquistas de Rusia, se dio cuenta que el flujo principal de la vida revolucionaria de las masas estaba en la región de los guerrilleros. A comienzos de junio de 1919 envió a Gulai-Polé a Volin, a Mratchny, a José el Emigrado y a varios otros militantes más. Se tenía la intención de transportar a Gulai-Polé las instituciones principales de la Confederación después de las sesiones del congreso extraordinario de los obreros y campesinos convocados por el Consejo Militar Revolucionario para el 15 de junio. Pero el ataque simultáneo contra la región por parte de Denikin y de los bolcheviques no permitió poner en ejecución este proyectó. Mratchny fue el único que pudo llegar en ese momento a Gulai-Polé, pero se vio obligado, a consecuencia de la retirada general, a regresar al punto de donde había venido, uno o dos días después de su llegada. En cuanto a Volin y sus compañeros, no pudieron abandonar Ekaterinoslav y sólo en agosto de 1919 lograron unirse cerca de Odesa al ejército machnovista en plena retirada.

Los anarquistas se mezclaron pues al movimiento tarde, cuando su desarrollo normal había sido ya interrumpido, cuando había sido arrojado violentamente de las bases del trabajo de edificación social y cuando, bajo la presión de las circunstancias, había entrado principalmente en la vía de la acción militar.

Durante el período que se extiende desde fines de 1918 hasta el mes de junio de 1919, las condiciones para un trabajo positivo en la región habían sido más favorables: el frente había quedado a doscientos o trescientos kilómetros de distancia, cerca de Taganrog, y la población de la región, de varios millones de habitantes diseminados a través de ocho o diez distritos, se encontraba abandonada a sí misma.

Pero a partir del verano de 1919 los anarquistas no podían trabajar ya más que sobre el terreno de las operaciones militares, bajo un fuego continuo, obligados a cambiar de lugar todos los días. Los anarquistas que se habían unido, al ejército hacían todo lo que podían en ese medio. Unos, como Makef y Kogan, tomaron parte en la acción militar; la mayoría se ocupaba de trabajos culturales entre los insurrectos y en las aldeas que atravesaban los machnovistas. Pero ese no era un trabajo verdaderamente creador, en el sentido real y vasto de la palabra. La atmósfera saturada de combates la había reducido principalmente a una propaganda volante. Era imposible pensar en una obra de creación, en una obra positiva. En algunos casos, como por ejemplo después de la toma de Alexandrovsk, Berdiansk, Melitopol y otras ciudades, los anarquistas y los machnovistas tuvieron la posibilidad -por un tiempo por lo demás muy restringido- de plantear los esbozos de un trabajo más profundo y más vasto. Pero luego llegaba por una parte o por otra una ola militar que lo arrasaba todo; y de nuevo era preciso limitarse a una propaganda sumaria entre los guerrilleros y los campesinos. Las condiciones en aquel momento eran claramente hostiles a un vasto trabajo creador entre las masas.

Algunos individuos que no habían participado en el movimiento o que no lo hicieron más que durante un tiempo breve, llegaron a erróneas conclusiones fundadas en la experiencia de aquel período, de que el machnovismo era de carácter militar, que se preocupaba demasiado por esos aspectos y muy poco por el trabajo creador entre las masas, pero, en realidad, el período militar en la historia del machnovismo no fue de ningún modo el producto de su esencia misma, sino sólo de las condiciones exteriores, tales como las que se plantearon desde mediados de 1919.

Los bolcheviques han tenido en cuenta la significación del movimiento machnovista y la situación del anarquismo en Rusia. Sabían que él, privado de contacto con un movimiento popular de una importancia tal como el machnovismo, carecería de base y no podría ser más que un fenómeno inofensivo sin peligro para ellos. Y viceversa, comprendieron bien que el anarquismo era la única concepción social sobre la cual podía apoyarse el machnovismo en su lucha implacable contra el bolcheviquismo. He ahí por qué no ahorraron esfuerzo alguno para separar un movimiento del otro. Y es preciso reconocer que persiguieron ese objetivo con gran energía: han puesto al machnovismo fuera de toda ley humana. En Rusia y particularmente en el extranjero los bolcheviques se comportan como si ese hecho fuera natural y no debiera despertar ninguna duda y como si sólo los ciegos o los que nada conocen de Rusia pudieran vacilar en reconocer la justa y razonable medida adoptada.

En cuanto a la idea anarquista, no ha sido declarada oficialmente ilegal; pero los bolcheviques califican todo acto revolucionario de los anarquistas, todo acto de honestidad vehemente o cometido por ellos, como machnovista y con un aire de naturalidad, como si no pudiera ser de otro modo, los arrojan al calabozo, o les cortan la cabeza.

En suma, el machnovismo y el anarquismo que no consienten en humillarse ante los bolcheviques son tratados de la misma manera.

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