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El puesto de los trabajadores está en las filas liberales

En las calles de las grandes ciudades, a bordo de los ferrocarriles, en los pórticos de los salones de vistas movibles, en las estaciones y parques, a donde quiera que se reunen los mexicanos, se refieren y analizan los hechos de los revolucionarios, se discuten sus movimientos y se emiten opiniones, la mayoría de ellas favorables al triunfo de la revolución. Fuera de unos cuantos agitadorcillos y otros politicastros que estan a sueldo de Díaz o de Madero, todos profesan y ansían el triunfo del Partido Liberal en la presente contienda.

En mis viajes en los últimos días a través de los Estados de Kansas, Oklahoma y Texas y los territorios de Arizona y Nuevo México, he podido apreciar la actitud de los mexicanos, he hablado con muchos de los productores de la riqueza pública, ahora los que arrancan en las profundidades a la tierra el combustible y los metales, ahora los que trabajando con pico y pala tienen siempre lista la vía por donde se desliza la majestuosa locomotora, ahora, los que depositando la semilla algodonera en la ardiente arena y el trigo en las regiones más altas, contribuyen a la producción necesaria para la vida de la comunidad. Todos están unánimes en que sus patrones les han robado y les siguen robando la mayor parte de lo que producen por medio de su trabajo. El minero con dos dólares de diario, el trabajador de sección ferrocarrilera con un peso y otras veces con un peso y quince centavos, el peón de campo con sesenta y cinco centavos, el mediero, recibiendo lo estrictamente necesario para mantenerse y así poder trabajar para el boss, todos amargamente se quejan de la tiranía capitalista y tienen puestas sus esperanzas para mejorar su condición, con la conquista de su libertad económica, en el triunfo del Partido Liberal Mexicano.

La obra de Regeneración no ha sido pues estéril; el pueblo trabajador, imbuido de las doctrinas libertarias que nuestro semanario ha adbocado en los últimos años, con la conciencia netamente revolucionaria, y decidido a sacudir el yugo del maldecido Capital que tanto lo ha vejado, se presenta sereno, varonil, en la primera contienda. Este pueblo ya no es aquel que como una partida de ganado conducían los ambiciosos al matadero durante las guerras civiles y pronunciamientos que azotaron al país el siglo pasado (se refiere al siglo XIX, Señalamiento de Chantal López y Omar Cortés); este pueblo ya no se deja alucinar por las promesas del candidato Madero, ni por las últimas declaraciones del viejo Díaz de repartir las tierras, tan pronto como del tesoro del mismo pueblo se haya cubierto a los ricos el valor de sus haciendas. El trabajador está muy lejos de alistarse en las filas del capitalismo representado por Díaz y por Madero; su puesto lo tiene en las filas liberales. Y lo afirma así. Dicen los trabajadores que no ayudan ni ayudarán a Madero, porque comprenden que siendo él uno de los capitalistas, y estando apoyado por capitalistas, les hará permanecer en el mismo estado en que hoy se encuentran; el producto de su trabajo les seguirá siendo robado, continuarán llevando la misma vida de explotación y misería; en una palabra, habrán pasado de vegetar bajo Porfirio para vegetar bajo Madero. En cambio, la revolución liberal no va a implantar unas cuantas reformas políticas, sino camina a establecer la igualdad social. Con el triunfo del Partido Liberal, ellos gozarán del producto íntegro de su trabajo; las masas estarán en posesión de la tierra, y la comunidad verá abierto un porvenir que con Madero u otro ambicioso de su jaez estaría muy lejos de alcanzar.

Antonio de P. Araujo

(De Regeneración, del 25 de marzo de 1911, N° 30)

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