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En pleno bandidaje

Vivimos en una época en que el crímen reina soberano, en tiempo en que las masas envilecidas, rastreras y cobardes, no piden sino vivir.

Los gobernantes, los frailes y los burgueses que explotan, aprisionan y asesinan a esas masas, en medio de la orgía rien a carcajadas del servilismo de sus bestias.

Y éstas, en la soledad de la noche y todavía sufriendo del hambre, de la desnudez y del cansancio, sueñan con un triste mejoramiento, si agradan al patrón, la autoridad y el cura.

El burgués, verdadero dueño de la situación, ladrón criminal, puesto que la fortuna que ostenta, la amasó a fuerza de fraude y de la estafa, es el que escoge a los eunucos que, como autoridades, deben obedecer sus órdenes y regir las naciones en nombre del pueblo, de la masa esclavizada y abyecta.

Así vemos al marshall aprehender y arrojar en las ergástulas a hombre buenos que incurrieron en el odio del burgués por su espíritu altivo y defensa del obrero; al reptil detective, arrastrarse por pantanos y pudrideros en su afán de atrapar al hombre que predicó la doctrina radical; al carcelero, martirizar a los hombres de la idea que la traición o la fuerza bruta le entregaron y, encima de todos, al togado, al representante de Themis, al miserable juez, que como venal y corrompido que es, manda al cadalso o a la penitenciaria, al rebelde que por su entereza y valor en diversos terrenos era la esperanza del proletariado pensante.

En esferas más altas se percibe al gobernador, al ministro y al presidente, firmando las órdenes para acribillar a balazos a la masa de obreros en huelga y ametrallar a los rebeldes que emplean la acción directa para la reivindicación de sus derechos.

Ante este estado de cosas, ante este pleno bandidaje, no queda, no le resta otro camino al hombre y la mujer de vergüenza sino separarse de la masa inconsciente y traducir su palabra de protesta en acción positiva, uniéndose, al efecto a los puñados de libertarios que en valles y montañas, en pueblos y villorios de México pelean contra el maderismo por dar tierra y libertad a la clase trabajadora.

Es mil veces mejor morir defendiendo la causa del Partido Liberal en los campos mexicanos que seguir llevando esta vida de oprobio y de explotación burguesa.

Atrás los cobardes, atrás los que han buscado en el movimiento revolucionario liberal medros personales, atrás los que desean hacer la paz con el bandido Francisco I. Madero, representante neto de la burguesía yanqui en nuestro país, atrás todo el elemento impuro.

En cuanto a nosotros, somos irreductibles. Comprendemos que bajo Madero, el despotismo capitalista seguirá entronizado de la misma manera que lo estuvo bajo Díaz. Por lo tanto seguimos la ruta que nos trazaron los libertarios de Acayucan, las Vacas, de Janos y Palomas. En el mar de defecciones y traiciones a la causa liberal de los últimos meses, no va nuestra barca. No nos rendimos. O desaparecemos en medio del huracán de la revolución social que azota a México o llegamos a clavar en el corazón del maderismo nuestra hermosa bandera roja que en letras del color de la nieve de los volcanes anuncia los principios salvadores del pueblo obrero mexicano: ¡Tierra y Libertad!

Antonio de P. Araujo

(De Regeneración, del 13 de julio de 1911, N° 46)

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