Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1867 - cuarta parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - APÉNDICE - AÑO DE 1868Biblioteca Virtual Antorcha

ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO

APÉNDICE

HECHOS POSTERIORES AL SEGUNDO IMPERIO RELATIVOS A 1867

Agustín Rivera


Junio 21.

Juan José Baz fue nombrado jefe político de México (1).


Junio 21.

Orden de Porfirio Díaz, de que todos los que hubieran desempeñado algún empleo público en tiempo del Imperio, se le presentasen dentro de 24 horas, bajo la pena de muerte. Casi todos los que estaban en la capital se presentaron y los puso presos de la manera siguiente:

1° Puso presos en el ex convento de Santa Brígida a los generales, de los que los más notables fueron los siguientes: Ramón Tavera, Santiago Blanco, Miguel Blanco, Vicente Rosas Landa, Ignacio Mora y Villamil, Agustín Zires y José Vicente Miñón.
2° Puso presos en el ex convento de Regina a los coroneles y demás oficiales de menor graduación.
3° Puso presos en el ex convento de la Enseñanza Antigua, a los que habían sido empleados públicos en el orden legislativo, en el orden administrativo y en el judicial, de los que los más notables fueron los siguientes:
Señor obispo don Agustín Carpena.
Manuel Moreno y Jove, deán de la Metropolitana de México.
Teófilo Marín.
Tomás Murphy.
Agustín Fischer.
Agustín Rada, canónigo de id.
Joaquín Primo de Rivera, id., id.
José María Cayetano Orozco, prebendado de Guadalajara.
Antonio Morán.
Urbano Fonseca.
José María Cortés Esparza.
Crispiniano del Castillo.
Alejandro Arango y Escandón.
Juan Rodríguez de San Miguel.
Jesús López Portillo.
Manuel Orozco y Berra.
Joaquín Degollado.
José Ramón Malo.
Domingo Llamas.
Felipe Raygosa.
Urbano Tovar.
Basilio José Arrillaga, provincial de los jesuitas.
José Mariano Dávila, jesuita.
Antonio del Moral.
José Ignacio Anievas.
Antonio Fernández Monjardín.
Miguel Martínez.
José María Roa Bárcena.
Ignacio Sepúlveda.
Manuel Gamboa.
Faustino Galicia Chimalpopoca.
Vicente Ortigosa.
Juan Ortiz Careaga.
Pedro Sánchez Castro.
Juan, Javier y Joaquín Cervantes.
Mariano Galván Rivera.
Juan B. Alamán.


Junio 27.

Ocupación de Veracruz por los republicanos. El día antes, el general Luis Pérez Gómez que defendía la ciudad, la entregó a los cónsules (y éstos al Ayuntamiento), y se embarcó para los Estados Unidos. Se embarcaron también para el mismo país el general Domingo Herrán, nativo de Guadalajara, yerno de Juan N. Almonte, y otros imperialistas.


Julio 3.

Antonio López de Santa-Anna se presentó en las aguas de Veracruz a la cabeza de una tropa de norteamericanos y otros aventureros, con la esperanza de hacer muchos prosélitos en su Estado de Veracruz, como en sus buenos tiempos, derrocar a Juárez y establecer un gobierno republicano a su modo.


Julio 5.

Fuga de José María Lacunza de la capital de México, disfrazado de ranchero rico y acompañado por un mozo, los dos a caballo. Viajó por el Estado de Hidalgo. Descansó tres días en la casa de la hacienda de campo de San Antonio, situada a una legua de Tulancingo, cuyo administrador era el francés Adolfo Desentis, íntimo amigo de Lacunza. Después viajó por la Huasteca y se embarcó en Tampico para los Estados Unidos, y hasta que estuvo en el buque, el mozo que le acompañó y se volvió a México, supo quién era. De los Estados Unidos se fue a la Habana, en donde fijó su residencia.


Julio 7.

Aprehensión de Antonio López de Santa-Anna en su buque, por el comodoro norteamericano Roe, quien lo despachó a Sisal.


Julio 8.

Fusilamiento del general Santiago Vidaurri. Zamacois, en la pág. 1651 y siguientes, dice:

Vidaurri fue aprehendido a las seis de la mañana del día 8 de julio en la casa número 6 de la calle de San Camilo, en que habitaña un norteamericano a quien creía amigo. Conducido al edificio llamado la Diputación ... llamó a un ministro del Señor, modelo de virtud y de notable saber, que acudió inmediatamente a su llamamiento ...

Manifestó el deseo de ver a su hijo Indalecio; pero temiendo comprometerle, sintió profunda pena y se le vio llorar ... Vidaurri en la prisión le encargó a un general republicano amigo suyo, que, de cinco onzas que tenía en su cartera, se entregasen dos al sacerdote que lo confesó y asistió hasta el último instante, para que dijesen misas por el alma de su esposa y la suya ...

A las cuatro de la tarde salió ... Vidaurri de la Diputación ... y de allí se le condujo, en coche, escoltado por el escuadrón de caballería al mando del general Carbajal, hasta la plazuela de Santo Domingo, que era el sitio destinado para la ejecución.

Al presentarse don Santiago Vidaurri en el sitio en que debía ser fusilado, una banda de música, colocada ignoro por quién en aquel lugar, tocó dos piezas en que se trataba de zanerir a los imperialistas, que eran Mamá Carlota y Los Cangrejos (2).

El que iba a sufrir la muerte debió, sin duda, experimentar una sensación muy dolorosa al escuchar aquellas dos piezas que, en vez de consoladora compasión, revelaban burla y menosprecio. Se le mandó que se hincara dando la espalda a los soldados que lo iban a fusilar, y así lo hizo y fue fusilado.


Julio 10.

Porfirio Díaz excarceló a quince de los presos por estar enfermos, especialmente por su avanzada edad, de los que los más notables fueron los siguientes: el señor obispo Carpena, el deán Moreno y Jove, el doctor Arrillaga (que murió poco tiempo después), el jesuita Dávila, el general Mora y Villamil, Orozco y Berra, Galván Rivera y Fernández Monjardín.


Julio 12.

El comandante de Sisal aprehendió a Santa-Anna y lo condujo a Campeche y lo puso preso en la cárcel pública de esta ciudad. Sabido esto por Juárez, mandó que se condujera a Santa-Anna a Veracruz y se le juzgase conforme a la Ley de 25 de enero.


Julio 14.

Prisión del señor obispo y ex regente Ormaechea (3).


Julio 15.

Entrada triunfal de Juárez en la capital de la República, acompañado de sus ministros Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias e Ignacio Mejía (4). En el mismo día dio un manifiesto a la nación, en el que dijo: ¡Mexicanos! Hemos alcanzado el mayor bien que podíamos desear, viendo consumada por segunda vez la Independencia de nuestra Patria.


Julio 17.

El Consejo de Guerra en Querétaro, sentenció a muerte a los generales imperialistas Casanova, Escobar, Ramírez, Valdez, Moret, Reyes, Herrera y Lozada, Calvo, Magaña, Liceaga, Monterde y Othón y al príncipe de Salm Salm. Los liberales queretanos Jesús María Vázquez (el defensor de Maximiliano), Hipólito A. Vieytes, presbítero Nicolás de la Campa y los hermanos Frías y Soto, solicitaron de Juárez el indulto de dichos generales, y el Presidente lo concedió, conmutándoles la pena de muerte por la de prisión por varios años.


Julio 31.

Manifiesto de Miguel López, en el que dijo:

En la noche del 14 de mayo, ese príncipe desgraciado me preguntó si tendría ánimo para salir de mi línea a buscar al enemigo para tratar con él; y con mi respuesta afirmativa, me mandó que saliera con la más profunda reserva a solicitar se le concediera el permiso de salir con el regimiento de la emperatriz y unas cuantas personas de su séquito. Lo hice así: conducido con las formalidades que se emplean para recibir a un parlamentario, no obstante que mi misión era secreta, fui presentado al general don Mariano Escobedo. En una conferencia que no duró cinco minutos, les expresé el deseo del emperador, y el señor Escobedo me mandó que dijese al archiduque que no tenía facultades de su gobierno para conceder ningunas garantías, sino obligarlo a que se rindiera a discreción o a batirlo (5).


Agosto 14.

Convocatoria de Juárez al Congreso nacional.


Agosto, mediados.

El Consejo de Guerra sentenció a Severo del Castillo a la pena de muerte, y Juárez lo indultó, conmutándole dicha pena en la de. prisión por varios años (6).


Agosto 21.

Muerte del general Juan Alvarez en el Estado de Guerrero a los 77 años. Tuvo la gloria de militar en cuatro épocas de México, a saber: de 1810 a 1821; en la época del Primer Imperio; en la época de 1823 a 1854, que Blankroff llama con propiedad la época de la oligarquía, y en la época llamada de la Reforma. En la época del Imperio ya no pudo combatir por su avanzada edad y consiguientes achaques; pero conservó su inteligencia, energía de carácter y decisión en defensa de los principios republicanos, por lo que Juárez desde Chihuahua y Paso del Norte ordenó a varios jefes que militaban en los Estados de Guerrero, Michoacán y Oaxaca, que en los casos difíciles consultasen al general Alvarez (7).


Agosto 21.

Fusilamiento de Tomás O'Horan en la capital de México, en la plazuela de Mixcalco. Porfirio Díaz solicitó de Juárez el indulto de O'Horan y no lo consiguió. El presidente del Consejo de Guerra fue el coronel Juan Pérez Castro (hoy general). O'Horan murió con mucho valor. Zamacois presenció ese fusilamiento.


Agosto 26.

Desembarco del vicealmirante austriaco Tegetthoff en Veracruz.


Septiembre, principios.

Tegetthoff pidió a Juárez el cadáver de Maximiliano, y el Presidente lo negó por no traer el vicealmirante un documento escrito, sino solamente un encargo verbal de su gobierno (8).


Septiembre.

Pena que se impuso a los presos, a saber:

Destierro perpetuo a bastantes, de los que los más notables fueron los siguientes:
Ramón Tavera.
Joaquín Degollado.
Vicente Rosas Landa.
Señor obispo Juan B. Ormaechea.
Teófilo Marín.
Alejandro Arango y Escandón.
José María Cortés Esparza.

Confinación por dos años a muchos, de los que los más notables fueron los siguientes:
José María Cayetano Orozco (9).
Antonio del Moral.
Crispiniano del Castillo.
José Ramón Malo (10).

Confinamiento por un año, a muchos de los que los más notables fueron:
Juan Rodríguez de San Miguel.
Miguel Blanco.

Prisión por cuatro años a muchos, de los que los más notables fueron:
Tomás Murphy.
Agustín Fischer.
Manuel Orozco y Berra.
Jesús López Portillo.
Urbano Tovar.
Felipe Raygosa.
Domingo Llamas.

Prisión por dos años a muchos, de los que los más notables fueron:
Santiago Blanco.
Ignacio Mora y Villamil.
José Vicente Miñón.
Urbano Fonseca.
José Ignacio Anievas.
Miguel Martínez.
José María Roa Bárcena.
Ignacio Sepúlveda.
Antonio Fernández Monjardín.
Faustino Galicia, Chimalpopoca.
Manuel Gamboa.
Vicente Ortigosa.
Juan Ortiz Careaga (11).

Ser vigilados por la policía, viviendo en libertad, a muchos, de los que los más notables fueron:
Señor obispo don Agustín Carpena.
Manuel Moreno y Jove.
Agustín Rada.
Joaquín Primo de Rivera.
Juan, Javier y Joaquín Cervantes.
Mariano Galván Rivera.
José Mariano Dávila.
Antonio Morán.
Juan B. Alamán (12).


Octubre 7.

Santa.Anna fue condenado por el Consejo de, Guerra en Veracruz, a ocho años de destierro de la República. Su abogado fue Joaquín Alcalde.


Octubre, segunda mitad.

Visita de Juárez y Sebastián Lerdo de Tejadas al cadáver de Maximiliano.

Es bien sabido que el embalsamamiento del cadáver de Maximiliano en Querétaro, a pesar de haber sido hecho por cuatro médicos, resultó mal ejecutado, por lo cual fue necesario un nuevo embalsamamiento, el cual se practicó en la capital de México, en la iglesia del hospital de San Andrés. Esta era una iglesia mediana que cerraba el callejón de Betlemitas; después fue derribada, y el lugar donde estaba es hoy la calle de Xicoténcatl.

Por mis relaciones con las Hermanas de la Caridad de San Andrés, especialmente con la superiora, sor Juana Antía, española, y con la boticaria sor Felícitas González, guadalajarense, conocí bien esta iglesia antes y después del embalsamamiento.

Tenía tres comunicaciones con el exterior, a saber: la puerta principal, que daba a la calle, la puerta del costado, que daba a un corredor del hospital, y la puerta de la sacristía, que daba a otro corredor del mismo. De la linternilla de la cúpula pendía una cadena y de ésta un candil.

A mi vuelta de Europa llegué a la capital de México el día 23 de noviembre de 1867, es decir, pocos días después que el cadáver de Maximiliano había sido sacado de la iglesia de San Andrés para conducirlo a Veracruz. Venía enfermo, por lo que antes de pasar a Lagos me estuve una temporada en México para curarme. En esta temporada, un mexicano antiguo amigo mío (13), y testigo ocular del segundo embalsamamiento del cadáver de Maximiliano, me refirió lo siguiente. Antes me exigió le prometiera bajo palabra de honor que jamás diría a nadie el secreto que me iba a comunicar, y se lo prometí.

Luego que las Hermanas de San Andrés recibieron la orden de desocupar la iglesia, porque en ella se iba a practicar el embalsamamiento, hicieron que se sacase del sagrario al Santísimo, los vasos sagrados, las aras, los manteles y demás paramentos, y la iglesia quedó convertida en un salón profano de operaciones quirúrgicas. Luego que el ataúd con el cadáver de Maximiliano fue colocado en una gran mesa en medio de la iglesia, se situó en ésta a una tropa para que custodiase el cadáver. Se cerraron la puerta principal del templo y la del costado, y no se dejó más puerta de comunicación que la de la sacristía. Se puso en esta puerta otra guardia, con orden, bajo severas penas, de no dejar entrar a nadie, a excepción de las personas absolutamente necesarias para el embalsamamiento. Se puso otra guardia en el exterior de la puerta principal y otra en el exterior de la puerta del costado para que nadie se acercase a dichas puertas; otra guardia en la azotea del hospital para no dejar acercar a nadie a las ventanas del cuerpo de la iglesia que daban a dicha azotea, y otra guardia en las bóvedas del templo, para no dejar a nadie acercar a las ventanas de la cúpula. Esta rigurosa custodia de día y de noche, duró hasta que el cadáver fue sacado de la iglesia (14). Por supuesto que se eligieron para guardias a los soldados de más confianza, y para jefe de la tropa a un militar cuya fidelidad a la disciplina estaba muy experimentada.

Se desnudó completamente el cadáver, se ató en posición vertical a una escalerilla, y ésta se colgó de la cadena que pendía de la linternilla, y hasta que escurrió todo el bálsamo que se había inyectado en Querétaro, se practicó el segundo embalsamamiento (15). Juárez ordenó al jefe de la tropa que luego que terminara el embalsamamiento le avisara, antes que fuera vestido el cadáver.

En un día de la segunda mitad de octubre se dio aviso a Juárez de que estaba terminado el embalsamamiento, y que al día siguiente sería vestido el cadáver, y Juárez dijo al jefe de la tropa que ese día, a las doce de la noche en punto, estaría de incógnito en la puerta principal del templo de San Andrés, encargándole una completa reserva.

En efecto, a las doce de la noche en punto se paró un coche a la puerta del templo de San Andrés, y el jefe de la tropa abrió inmediatamente la puerta. Entraron únicamente Juárez y su ministro Sebastián Lerdo de Tejada. Al entrar se descubrieron la cabeza y se dirigieron a la gran mesa que estaba en medio del templo, en la que estaba tendido el cadáver de Maximiliano, completamente desnudo y rodeado de gruesas hachas encendidas, y se pararon junto al cuerpo.

Juárez se puso las manos por detrás, y por algunos instantes estuvo mirando el cadáver sin hablar palabra y sin que se le notara dolor ni gozo; su rostro parecía de piedra. Luego con la mano derecha midió el cadáver desde la cabeza hasta los pies, y dijo:

Era alto este hombre; pero no tenía buen cuerpo: tenía las piernas muy largas y desproporcionadas.

Y después de otros momentos de silencio, dijo:

No tenía talento, porque aunque la frente parece espaciosa, es por la calvicie.

Lerdo no dijo nada. Luego se sentaron en una banquilla que estaba frente al cadáver, siempre mirándolo. Juárez atravesó una que otra palabra con el jefe de la tropa, manifestándole su afecto por lo bien que estaba desempeñando su comisión de la custodia del cadáver, porque se había hallado en el sitio de Querétaro y porque años atrás lo había tratado de cerca y estimado bastante. Juárez y Lerdo se volvieron en el mismo coche. La visita duró cosa de media hora.

Al día siguiente fue vestido el cadáver, y ya se permitió a varias personas la entrada a la iglesia de San Andrés a visitar los despojos mortales del ex emperador de México, previa licencia de una autoridad superior al jefe de la tropa, la que continuó custodiando de día y de noche el cadáver, hasta el día en que fue sacado de dicha iglesia para ser conducido a Veracruz. Se permitió también tomar fotografías del cadáver (16).

Luego que escuché la narración anterior, la escribí para que no se me olvidaran los detalles, y conservo el manuscrito.

Pocos días después que mi amigo me honró con su confianza haciéndome una revelación interesante, a tres jefes republicanos que vivían en la capital de México, al tiempo del segundo embalsamamiento, les hice esta pregunta: ¿Juárez conocería el cadáver de Maximiliano? Y cada uno me contestó: Creo que no.

En 1891 imprimí el tomo 3° de mis Anales de la época de Reforma y la del Segundo Imperio, y estando para publicar los sucesos relativos al cadáver de Maximiliano, deseé publicar esta visita de Juárez y Lerdo; pero para ver si podía hacerlo sin quebrantar la palabra de honor que yo había dado a mi amigo y guardaba hacía veinticuatro años, escribí a un amigo mío, general de brigada, que había sido uno de los sitiadores de Querétaro y vivido muchos años en la capital de México, preguntándole si sabía que Juárez hubiese conocido alguna vez el cadáver de Maximiliano, y me contestó que no sabía nada. Le supliqué que hiciera la misma pregunta a algunos militares que hubiesen vivido en la capital de México en los últimos meses de 1867, y me contestó: que había preguntado a varios militares que habían vivido en la capital de México en los últimos meses de 1867, entre ellos al coronel licenciado Manuel Aspíroz, que había sido fiscal en el proceso de Maximiliano, y que cada uno le había contestado que no sabía nada.

Entonces dije entre mí: Me obliga todavía el secreto, y no publiqué en mis Anales nada de la mencionada visita de Juárez y Lerdo.

El Tiempo, en su número del 30 de diciembre de 1892, tomando su noticia del periódico La Sombra de Arteaga, hablando del palacio de gobierno de Querétaro, dijo: A la historia política de este palacio pertenecen varios episodios. En la pieza donde actualmente está el archivo de gobierno, estuvo expuesto el cadáver de Maximiliano de Austria, y allí fue visitado por el Presidente de la República don Benito Juárez. El hecho es falso, y cuando yo leí este artículo dije entre mí: Ya la olieron y andan husmeando.

En fin, El Universal, en su número del 26 de noviembre de 1893, publicó una poesía de Juan de Dios Peza intitulada: La Calle de Xicoténcatl, en la que el renombrado poeta, hablando de la antigua iglesia de San Andrés que estaba donde hoy está dicha calle, dijo:

Y allí estaba aquel cadáver,
Limpia la faz, roto el pecho,
Como una lección terrible,
Como un inmortal ejemplo.

(...)

El sabio a quien encargóse
El nuevo embalsamamiento,
Era del ilustre Juárez
Al par que amigo su médico.

No bien con expertas manos
Ligó los inertes miembros,
Dejó, por secar las vendas
Suspendido al aire el cuerpo.

Pendiente de los dos hombros
En un arco de aquel templo (17),
Y con los ojos de esmalte
Retando al abismo negro.

Solo quedó el soberano,
Rígido como el acero,
Con olorosos barnices
Mojando a sus pies el suelo.

Y cuentan que en una noche
A Juárez dijo su médico,
Más bien que en tono de súplica,
En son de dulce consejo:

No quiero encerrar al príncipe
Para siempre en otro féretro,
Antes de que de mi brazo Vayáis vos a conocerlo
.

Y Juárez cedió a la oferta,
Y esa noche en el silencio
Llegó al misterioso sitio
Conversando a paso lento (18).

Dos lámparas encendidas
Mal alumbraban el templo,Se destacaba aquel muerto.

Aviváronse las luces
Y bañó un fulgor intenso
El rostro color de cera
Con ojos color de cielo.

Juárez se acercó impasible
En holgada capa envuelto,
Sin dar señales ningunas
De angustia o desasosiego (19).

Y de pie frente al cadáver
Clavó en él sus ojos negros,
Y se lo quedó mirando
Con un semblante de hierro.

(...)

Y después de haber estado
Contemplándolo en silencio,
Ya lo vi, dijo en voz baja,
El vendaje aún no está seco.

Y tomando por el brazo,
Cual de costumbre a su médico,
Sin hablar de aquella escena
Salió de allí a paso lento.

Cuando leí esta poesía, dije: Se acabó el secreto, y en consecuencia, la obligación de guardarlo. Y con todo, callo el nombre de mi amigo, prefiriendo el respeto a su persona a la integridad histórica.

El Pendón Liberal, periódico de San Luis Potosí, en su número de 19 de mayo de 1894, dijo:

Poeta, historiador, músico, filántropo, aguerrido, patriota, hasta liberal, etc., etc., todo eso y mucho más nos dijeron que era el emperador. Resultó, como siempre, que no había tales carneros, y que todos los elogios se sintetizaban en una frase del infortunado don Sebastián, cuando contempló el cadáver de Maximiliano: Ya me parecía que así debía ser este majadero.

No creo que Lerdo de Tejada haya usado de esa palabra ante un cadáver.


Noviembre 4.

Tegetthoff presentó a Lerdo de Tejada una nota de Beust, ministro de Relaciones de Francisco José, en la que le dijo:

Señor ministro:

Habiendo una muerte prematura arrebatado al archiduque Fernando Maximiliano a la ternura de sus deudos, su majestad imperial y real apostólica, siente el deseo muy natural, de que los despojos mortales de su infeliz hermano puedan hallar el último reposo en la bóveda que encierra las cenizas de los príncipes de la casa de Austria.

Participan de este deseo con el mismo anhelo, el padre, la madre y los otros, hermanos del augusto difunto, así como en general todos los miembros de la familia ...

En consecuencia, el señor vicealmirante de Tegetthoff ha sido enviado a México, con orden de dirigir al Presidente la súplica de hacerle entregar los restos del hermano querido de S. M. imperial, a fin de que puedan ser transportados a Europa ...

Teniendo la honra, señor ministro, de rogaros anticipadamente que os hagáis cerca del jefe de Estado, el órgano de la gratitud de la augusta familia imperial por el cumplimiento de su deseo, y de que aceptéis vos mismo la expresión de ella, por los buenos oficios con que tengáis a bien contribuir, aprovecho esta ocasión para ofrecer a vuestra excelencia las seguridades de mi alta consideración.


Noviembre 4.

Contestación de Lerdo de Tejada a Beust, en la que le dijo:

Instruido de los justos sentimientos expresados en la nota de Vuestra Excelencia, no ha dudado el Presidente de la República disponer que sea atendido y satisfecho con grande consideración, el natural deseo de S. M. el emperador de Austria y de la familia imperial.

Conforme a lo dispuesto por el Presidente, he manifestado al señor vicealmirante De Tegetthoff, que desde luego le serán entregados los restos del archiduque Maximiliano, para que pueda llevarlos a Austria, cumpliendo así el objeto de su misión.


Noviembre, principios.

Embarco de Severo del Castillo, de Félix de Salm Salm y de la señora viuda de Miramón con sus hijos, en Veracruz, para Europa.


Noviembre, principios.

Muerte de Teófilo Marín en la Habana.


Noviembre 25.

Llegada del cadáver de Maximiliano a Veracruz, acompañado por Tegetthoff y la princesa de Salm Salm, que lo iban a acompañar hasta Viena, y por una comisión del gobierno mexicano y 300 hombres de caballería que lo habían acompañado de México a Veracruz (20).


Noviembre 28.

Embarque del cadáver de Maximiliano en la fragata Novara (21).


Noviembre 30.

Asesinato del coronel Rafael Platón Sánchez, presidente del Consejo de Guerra que sentenció a muerte a Maximiliano, perpetrado en una población llamada Lobos (22).


Noviembre, fines.

Apertura del Congreso de la Unión después de tres años de interrupción.


Diciembre 25.

Juárez tomó posesión de la Presidencia de la República, y Sebastián Lerdo de Tejada de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, o sea de la vicepresidencia de la República. Juárez fue electo por una inmensa mayoría de votos, algunos obtuvo el mencionado Lerdo de Tejada, y unos cuantos Porfirio Díaz, quien pocos días después se fue a la ciudad de Oaxaca, en donde vivió mucho tiempo en la vida privada.

En este año de 1867, el joven general Manuel Ramírez Arellano, con su sagacidad acostumbrada, se fugó de la ciudad de México y se embarcó para la Habana. No sé en qué puerto se embarcó, ni el mes, ni los detalles de esta evasión.



NOTAS

(1) Zamacois, en la página 1646, dice: El abogado don Juan José Baz, hombre de actividad y energía, que fue nombrado jefe político, trabajó de una manera que le honra en el buen orden de la ciudad.

(2) Guillermo Prieto fue el que compuso Los Cangrejos. (Riva Palacio, Los Cerros, pág. 118).

(3) En la tarde de ese día estaba para cumplirse el segundo plazo que había dado Porfirio Díaz a los que habían desempeñado algún empleo público en el Imperio, para que se presentaran bajo la pena de muerte. El señor Ormaechea no se había presentado temiendo que se le aplicara la pena por haber sido regente. En la misma tarde, la señora Juana Calderón de Iglesias, esposa del ministro de Juárez, acompañada de su hermana la señorita Manuela Calderón de Tapia y de otras dos personas amigas suyas, iba en su coche a Tacubaya a ver a su esposo después de una larga ausencia. De repente, un hombre decente vestido de charro, se acercó al coche y le entregó a la señora Iglesias una carta que llevaba en el sobrescrito la nota de Urgentísima. La señora hizo parar el coche y leyó la carta: era del señor Ormaechea, y en ella le decía que estaba oculto en la casa número tantos de la calle de Chavarría, y que le rogaba por muchas cosas santas a ella y a la señorita doña Manuela, que fueran en el acto a verle. Al momento la señora Iglesias dijo a su cochero: A Chavarría, número tantos. En la bocacalle de Chavarría estaba el jefe político Baz a la cabeza de un piquete de soldados, quien, confiado en la antigua amistad con la familia Iglesias, hizo parar el coche y dijo sonriendo: ¡Hola! Juanita, Manuelita, vais a ver al señor Ormaechea -a lo que la señora y su hermana contestaron, a cual más agitadas: "¡Por Dios, señor, no nos detenga usted; los momentos son preciosos! y él les dijo sonriéndose: Bien, bien, vayan ustedes. La señora y su hermana encontraron al señor Ormaechea hecho un mar de lágrimas, y le rogaron que cuanto antes montara en el coche de ellas y fuera a presentarse a la autoridad. El señor Ormaechea les decía: ¿A dónde me quieren ustedes llevar? Y la señora y la señorita le contestaban: A la cárcel, ilustrísimo señor, porque esto es lo menos inconveniente; y después de una ligera resistencia, lo llevaron en su coche a la Enseñanza Antigua. Aunque tengo y me honro de tener una antigua amistad con la señorita Manuela Calderón Tapia, no me ha referido estos detalles porque no me ha ocurrido hablarle acerca de esto: me los refirió otra de las personas que iban en el coche, hombre fidedigno.

(4) Mejía empezó a ser ministro de la Guerra de Juárez desde Paso del Norte.

(5) Después del informe de Escobedo a Díaz en 1887, algunos escritores públicos han dicho, con razón, que la revelación de López de que Maximiliano fue el que mandó la entrega de la plaza, no es nueva, pues desde 1867 la hizo López.

(6) Zamacois, pág. 1685.

(7) Sosa, Biografías de Mexicanos Distinguidos, hiografía de Juan Alvarez.

(8) Zamacois, en la pág. 1692, dice:

Por una indicación del ministro de Relaciones, el vicealmirante manifestó también que no llevaba documento alguno escrito, y que sólo había recibido verbalmente el encargo de la familia del archiduque.

Juárez manifestó que no tenía la más pequeña dificultad en entregar el cadáver de Maximiliano; pero que en todos los negocios graves que se versan entre las naciones y aun entre los particulares, no basta un encargo verbal, sino que se necesita que se haga por escrito, y que él no podía renunciar a las prescripciones de la diplomacia y del Derecho internacional, sin renunciar al propio tiempo al respeto que las naciones extranjeras debían a la República Mexicana, de la que era él representante.

(9) Prebendado de Guadalajara y uno de los cinco que en la Asamblea de Notables presentaron el dictamen de que se adoptase la forma monárquica.

(10) Fue confinado a Toluca, donde escribió unas Memorias Históricas, de la familia, caída y fusilamiento del emperador Iturbide, de quien era sobrino y había sido compañero en el destierro.

(11) Todas las prisiones terminaron después de algunos meses en virtud de la primera ley de amnistía.

(12) Juárez no impuso pena alguna al señor don Pedro Barajas, obispo del Potosí; pero Bustamante, gobernador del Estado de San Luis Potosí no le permitió entrar en él; por lo cual dicho señor obispo vivió en la ciudad de México, de junio de 1867 a enero de 1868; Y en Lagos de Moreno, de enero de 1868 a agosto del mismo año, en el que se fue a su obispado con la licencia de Bustamante.

(13) Yo había estado cuatro temporadas: en los años de 1853, 1860, 1865 y 1866.

(14) No recuerdo cuánto duró el cadáver de Maximiliano en San Andrés; me parece que fue cosa de tres meses y medio.

(15) Sin duda al pie del cadáver se colocó una vasija para recibir el bálsamo; pero no debió ser muy grande, porque yo vi en aquel lugar, en el pavimento de madera, las manchas del bálsamo; salvo que fueran manchas de aceite de alguna lámpara que se haya colgado de la cadena.

(16) Yo vi una de ellas, y el cadáver de aquel hombre, cuyo hermoso rostro había yo conocido en el mismo hospital de San Andrés, según refiero en estos Anales, a pesar de dos embalsamamientos, estaba horrible.

(17) A mí se me refirió que atado a una escalerilla, y ésta colgada de la cadena que pendía de la linternilla, y esto me parece lo más verosímil. Yo vi esta cadena y al pie las manchas del bálsamo.

(18) A mí no se me habló de médico. El señor Peza no mienta a Lerdo de Tejada.

(19) Aquí, en una estampa, representa El Universal el cadáver de Maximiliano colgado de una parte alta, y a Juárez en pie, frente al cadáver, mirándolo detenidamente.

(20) El cadáver de Maximiliano fue sacado de la iglesia del hospital de San Andrés de la capital de México, en donde se conservó durante algunos meses, a saber: desde que fue trasladado de Querétaro a México poco después del embalsamamiento. El Monitor Republicano, en su número de 17 de junio próximo pasado, dice:

Una Mesa Histórica.

Según leemos en uno de nuestros colegas, en la antesala de la cámara donde se reúne la Gran Logia de Estado del Valle de México, en la capital de la República, existe una mesa que no sólo llama la atención por su gran valor artístico, sino también por su importancia histórica. En efecto, en derredor de aquella mesa, construida por los hábiles ebanistas de los siglos XVI al XVII, se reunía el terrible tribunal de la Inquisición, para dictar sus terribles fallos. Aquella mesa célebre es un testigo mudo de esa época luctuosa en que la humanidad sufrió el más horrible de los despotismos. Al extinguirse el tribunal del Santo Oficio, permaneció esa mesa en poder del clero, y en ella fue expuesto el cadáver del desgraciado archiduque Maximiliano, en la capilla de San Andrés de la ciudad de México, durante el tiempo que allí permaneció embalsamado. Posteriormente y de una manera legal, ha venido a ser propiedad de la Gran Logia de Estado del Valle de México.

Zamacois, en la pág. 1717, dice:

El 25 de noviembre, a las tres de la tarde, llegaron los restos mortales del que había sido elevado al trono de México, al puerto de Veracruz, y acto continuo se depositaron en la parroquia de aquella ciudad. Poco después el jefe político hizo al vicealmirante Tegetthoff la entrega del cadáver, a la que asistieron varias personas que fueron invitadas. Se abrieron las cajas y se halló que el cadáver estaba en perfecto. estado de conservación. Se levantó una acta de entrega que firmaron el expresado jefe político y el secretario de éste, dos escribientes, el vicealmirante Tegetthoff, los ayudantes de éste y varios vecinos que estaban presentes.

(21) Como recordarán nuestros lectores, era el mismo buque en que Maximiliano había venido a México. Con este motivo, Rafael Martínez de la Torre, en un artículo que publicó en el Libro Rojo, dijo:

La Novara, en 1864, traía a México la vida de un Imperio ... La Novara será un navío histórico de un período de que fue principio y fin ... En 1864, La Novara fue saludada con ardiente entusiasmo por los creyentes en la eficacia de la monarquía; en 1867 la luz artificial de los cirios que rodeando el cadáver del príncipe, chispeaban al cruzar el mar, era la más negra sombra que se proyectaba sobre el alma de la tripulación.

(22) Efemérides de Mariano Galván Rivera. Lobos es un rancho en el municipio de Galeana, Estado de Nuevo León.

Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1867 - cuarta parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - APÉNDICE - AÑO DE 1868Biblioteca Virtual Antorcha