Índice de La Convención Revolucionaria de Aguascalientes de Vito Alessio RoblesCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo 28

Los zapatistas en marcha, las reyertas sonorenses, los que pretendían suplantar a Carranza y periodistas en la picota.

En la larguísima sesión secreta del 23 de octubre de 1914, gracias al patriotismo de la mayoría de los delegados, volvió a establecerse la armonía y fraternidad que estuvieron a punto de romperse con motivo de la desdichada proposición, al parecer innocua pero perversa en el fondo, de que se suspendieran las sesiones de la asamblea por tres días.

Muchos delegados habían firmado en forma inocente tal iniciativa. En la sesión secreta, los delegados de la División del Norte expusieron con toda franqueza los peligros que para la integridad de la Convención entrañaba el indebido asueto: las maniobras de don Venustiano Carranza cerca de sus Generales para disolverla a todo trance; la posibilidad de que los delegados que salieran de Aguascalientes no regresaran, por amenazas, halagos o por causa de fuerza mayor, entre las cuales podría apuntarse como muy probable una suspensión del tráfico ferrocarrilero entre Aguascalientes y la ciudad de México.

Apuntaron que tal cosa implicaría la iniciación de una lucha civil desastrosa para el país, en la que tendrían que pelear revolucioriarios contra revolucionarios por cuestión de mezquinos y ruines personalismos, pugna que la División del Norte y la mayoría de los delegados deseaban evitar a todo trance. La razón se impuso, y en medio de la mayor cordialidad fue reconsiderado, casi por unanimidad de votos, el imprudente acuerdo de suspender las sesiones por algún tiempo.

Los zapatistas en marcha.

En la sesión matutina del 24 de octubre iniciada con toda puntualidad a las 10 horas, se dio lectura a la correspondencia recibida, se aprobaron nuevas credenciales y a los flamantes delegados se les tomó la protesta respectiva, firmando, como todos los anteriores, en el blanco de la bandera. Esta, desde que se aprobó el acuerdo de que tuviera una guardia formada por cuatro delegados, era introducida al escenario con toda solemnidad. Todos los delegados se ponían en pie. El asta de la enseña patria era atada a uno de los barrotes de la tribuna.

Con regocijo se escuchó la lectura, del siguiente mensaje enviado con fecha 23 de octubre, desde la ciudad de México, por el General Lucio Blanco:

General Felipe Angeles, desde Huitzilac, me dice para transmitir a usted:

La comisión de los delegados del General Zapata y nosotros salimos esta mañana de Cuemavaca. Tenemos la intención de continuar hoy mismo nuestro camino para Aguascalientes.

Felipe Angeles.

Salúdolo: General Jefe de la División de Caballería. Lucio Blanco.

Las reyertas y los presos sonorenses.

Las primeras sesiones de la Convención casi se llenaron con los debates apasionados sobre las reyertas sonorenses, y muy principalmente, sobre las hostilidades entre las fuerzas mandadas por el gobernador Maytorena y el General Hill, y la libertad de los presos políticos que retenía el primero de los mencionados. La Convención había designado un representante especial, el General Ramón V. Sosa, para que de una buena vez arreglase en forma pacífica, tales dificultades.

El General Sosa, telegrafió desde el kilómetro 5 por la vía de Naco, que le constataba que desde el 22 de octubre, el gobernador Maytorena reiteró sus órdenes al Comandante militar de Nogales para que fueran puestos en absoluta libertad, el General Salvador Alvarado y otros presos.

En otro mensaje participaba el propio General Sosa:

He conseguido con gobernador Maytorena retire sus fuerzas a Villaverde, 25 kilómetros de Naco. Se retiró hoy (23 de octubre) a las 4 de la tarde. El General Alvarado y demás presos, libres.

El programa de gobierno.

Varios días antes y con nexos y tendencias hacia el futurismo del General Antonio I. Villarreal, se había presentado una iniciativa suscrita por dos de sus más ardorosos partidarios y propagandistas. Esta proposición fue turnada a la Comisión de Gobernación, integrada por los delegados Martín Espinosa, Miguel A. Peralta y Raúl Madero. Su dictamen se puso a la consideración de la asamblea el mismo día 24. Decía:

Considerando que la persona que haya de encargarse del Poder Ejecutivo por mandato de esta Convención, deberá ajustarse a las bases y programa de gobierno que la misma Convención le determine, y que no es ésta la que deberá guiarse o aceptar los programas aislados de gobierno que los diferentes candidatos presidenciales pudieran presentar, estimamos improcedente la solicitud de los ciudadanos Ríos Zertuche y Valero, fechada el 19 del corriente, por la cual proponen que los candidatos a la presidencia provisional presenten su programa político, social y personal; y la Comisión opina que debe desecharse dicha moción.

En realidad, se trataba de que Villarreal, que ya consideraba enteramente segura su elección, delineara su programa de gobierno, y de que con tal acto se hiciera una efectiva autopropaganda ante los delegados y ante todo el país.

El semblanteo de los aspirantes.

El delegado Dionisio Marines Valero, profesor coahuilense que fue de los primeros en levantarse en armas contra Victoriano Huerta y que ya se había comprometido, por escrito, a sostener la candidatura de Villarreal, pidió la palabra para fundar su proposición, que tan maltrecha quedaba con el dictamen de la Comisión. Marines usaba un pañuelo rojo a guisa de cuello, hablaba con voz fuerte y hueca, que acusaba a las claras, su sordera, y al hablar, llevaba el compás de sus palabras con movimientos isócronos de cabeza. Su argumentación fue originalísima.

Dijo que pretendía que los candidatos presidenciales cooperasen con sus luces a la formación del programa de gobierno y que su mira era semblantear a los candidatos. Agregó que un programa muy bueno, en manos de un hombre incompetente, daría los peores resultados, como una cuchilla muy bien afilada en manos de un zapatero chambón, no puede producir buenos resultados. Habló también el Coronel Daniel Ríos Zertuche.

Interrupciones a granel.

García Vigil, menudo de cuerpo, impulsivo y con gruesa voz de barítono, interrumpió a Ríos Zertuche. Expresó que ya se había designado una Comisión para elaborar el programa de gobierno. Alessio Robles, con brevedad, arrojó moscas en el champán de los futurismos, apuntando que ya muchos delegados, entre ellos Marines Valero y Ríos Zertuche, habían firmado un pliego comprometiéndose incondicionalmente y sin conocimiento previo de un programa, a sostener la candidatura de Villarreal. El Secretario Coronel Marciano González confesó:

En secreto hemos tenido juntas, y ya no son secretas; hemos tenido juntas para estudiar las candidaturas ...

Pero Ríos Zertuche no se inmutó; él quería a todo trance, un torneo oratorio en que intervinieran los candidatos, y soltó indiscretamente, la anécdota regocijada atribuida a Eduardo Hay, cuando se presentó a una junta secreta para avisar que se marchaba a la ciudad de León. De esa actitud hablamos en el artículo anterior.

El dictamen fue aprobado, quedando por tanto, rechazada la peregrina iniciativa de fuerte colorido futurista.

Protesta contra la prensa de la capital.

Después se leyó un dictamen de la misma Comisión de Gobernación, que textualmente, decía:

Esta Comisión tiene la honra de dictaminar que es de aceptarse la proposición formulada el día 21 del corriente, por los ciudadanos Rodríguez Cabo, Bandera, Benignos y Gutiérrez de Lara, que dice así:

Proponemos a esta H. Asamblea que en la forma que crea más conveniente, proteste contra las aseveraciones de algunos periódicos, respecto a que tenemos presión material y que, por consiguiente, no deliberamos en las sesiones de esta misma Convención con toda libertad de criterio. Y proponemos a la misma Asamblea que en éste y en casos semejantes se autorice a esta Comisión para formular las protestas o votos de censura que proceden, sometiéndolos previamente, a la aprobación de la asamblea.

Ya nos hemos referido a la prensa de la capital, que no era precisamente ni con mucho, una prensa libre y honrada. Este dictamen provocó un largo y acalorado debate.

David Berlanga, uno de los delegados más honorables e inteligentes, se opuso al voto de protesta, manifestando que las mentiras y los errores deberían combatirse con razones. Terminó diciendo:

Dejemos que se escriba, escuchemos la voz de todos, y así normaremos nuestra conducta en el sentido de la libertad.

Marciano González contestó las argumentaciones de Berlanga diciendo que él también era ardiente partidario de la libertad de la prensa, pero; agregó, ahora se trata de protestar por una imputación falsa, contra la aseveración de que aquí tenemos presión moral, cosa que no es verdad.

El beneficio de Heriberto Barrón y de Ciro B. Ceballos.

Contra Heriberto Barrón y Ciro B. Ceballos se desató una tormenta. El segundo, director de El Liberal, diario sostenido por la administración de Carranza.

Samuel G. Vázquez expresó que la protesta no iba enderezada contra los periódicos sino contra individuos corrompidos como Barrón y Ceballos.

Antonio I: Villarreal se opuso a la protesta, porque -dijo- sería hacerles un gran honor y darles importancia a hombres que no merecen otra cosa que el desprecio. Agregó que no deberían ser discutidos ni Barrón ni Ceballos, esos andrajos del honor, esos mercaderes de la política que lo mismo quemaban incienso ante el rey Porfirio Díaz, como lo queman ahora ante aquel que está en el poder, sea quien fuere ...

El delegado Gutiérrez de Lara, miembro de la Comisión dictaminadora, pronunció un sensato discurso. Expresó que la labor principal de la Convención consistía en lograr la unificación y la concordia entre los grupos revolucionarios disidentes, y que esa noble tarea era obstaculizada por los periódicos de la capital, ya en editoriales o bien en gacetillas y en supuestos telegramas llenos de mentiras y calumnias, que tendían, exclusivamente, a separar a los grupos que ahí en la Convención se trataba de unir.

Después pidió la palabra el delegado doctor José Siurob, de pequeña estatura, pues empinado en las puntas de los pies, su cabeza apenas sobresalía de los respaldos de las butacas. Pronunció un larguísimo discurso en el que no hizo otra cosa que voltear y agregar arpegios a la perorata de Villarreal. Berlanga habló nuevamente, para decir que no debería protestarse ni contra el diario El Liberal ni contra Barrón y Ceballos, sino contra Carranza, que era el que pagaba todas las mentiras contra la Convención.

El fusilador de periodistas.

Siguió un chaparrón de discursos. Al fin se sometió a votación económica, el debatido dictamen. Como algunos delegados se abstuvieran de votar, González Garza los regañó en forma impropia diciendo:

Es muy probable que los señores delegados que se quedaron sentados, como su señoría Paniagua, teman que el señor Heriberto Barrón, si la asamblea declara hacer una protesta, venga a disolver esta Convención a balazos.

Muchos rieron ante esta salida de tono. Paniagua, hecho un energúmeno, con un rebelde mechón de cabellos sobre la frente y accionando con violencia de poseído, expresó entre un coro de siseos y de risas:

Yo no soy, señoría, soy hombre. Yo no temo que el señor Barrón venga a disolver la asamblea a balazos.

Y Eulalio Gutiérrez pronunció unas palabras imprudentes:

No tenemos obligación de votar cuando no estamos enterados del asunto. Desde ayer que se trató esto, dije que me abstenía enteramente de tomar parte en el asunto de la prensa; que yo no votaría ni en pro ni en contra; y esta antipatía la demuestro con un caso: en San Luis Potosí, cuando fui gobernador, se han fusilado más periodistas que en ninguna parte.

La protesta contra la prensa.

El dictamen aprobatorio obtuvo mayoría de votos. El Vicepresidente José Isabel Robles, que ocupaba la presidencia, puesto de pie, expresó:

Solemnemente protesta la Mesa Directiva, en nombre de esta asamblea, contra las aseveraciones que la prensa injustificadamente ha hecho, de que se ejerce presión sobre los delegados aquí reunidos.


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