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Capítulo 13

Una asamblea sentimental y una hábil maniobra política del licenciado Luis Cabrera.

El que esto escribe arribó a la ciudad de México al principiar la segunda quincena de septiembre, llamado por el Primer Jefe, don Venustiano Carranza, a quien informé sobre la misión que me confirió en Estados Unidos. La entrevista fue brevísima, manifestándome que debería esperar órdenes sobre mi nueva comisión.

El ambiente era de completa incertidumbre y de zozobra. Los periódicos de la capital de la República, manejados desde la incautada casa de don Enrique C. Creel, por un cuasianalfabeto edecán o secretario de Carranza, ponían una cortina de humo en los graves acontecimientos que venían desarrollándose. Se traslucía, sin embargo, que el distanciamiento entre don Venustiano y la División del Norte se había ahondado mucho. Los periódicos capitalinos prodigaban insultos al General Villa.

Sabíase únicamente, que comisionados constitucionalistas iban y venían; que se había ordenado por el Primer Jefe, la destrucción de la vía férrea, entre Torreón y Zacatecas; que los Generales de la División del Norte pretendían -idea peregrina-, que el señor Carranza entregara el poder a don Fernando Iglesias Calderón; que otros Generales se habían negado a acatar órdenes terminantes de don Venustiano y que algunos más querían retirarse del ejército para no envolver al país en una nueva guerra civil.

El ambiente estaba preñado de lúgubres presagios.

La actitud de Natera y de Cabral.

Ahora, después de treinta y seis años y gracias a la copiosa documentación que publica el General Juan Barragán en su Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista, es posible reconstruir los hechos registrados en la última decena del tormentoso mes de septiembre de 1914, extractando los mensajes cambiados entre el señor Carranza y el General Pánfilo Natera, que tenía el mando de las fuerzas que guarnecían Zacatecas, y también el elocuente mensaje del General Juan Cabral.

Ya hemos visto que el General Villa en su manifiesto publicado en la ciudad de Chihuahua el 22 de septiembre, desconoció la autoridad de don Venustiano Carranza, por haber ordenado éste que se cortaran las comunicaciones ferroviarias entre Torreón y Zacatecas. El General Natera, que recibió la orden telegráfica, en atentó mensaje solicitó una conferencia telegráfica con Carranza a fin de conocer las causas que han impulsado a usted para ordenarme corte avance fuerzas de División del Norte, pues no conozco antecedentes para considerar dichas fuerzas como enemigas de la causa.

Se cambiaron otros telegramas. En el primero Carranza ratificaba las órdenes dadas a Natera y enumeraba los agravios que tenía con Villa: su mala fe; haber continuado introduciendo armas y parque; fomentar la rebelión de Maytorena; mandar a Angeles a la parte Norte de la Baja California a mantener con federales esa parte en poder de ellos; mandar tropas a Durango a hostilizar a los Arrieta. Agrega en su mensaje fechado el 22 de septiembre: Las medidas que tomé ayer por lo acaecido con Obregón, no eran motivos suficientes para un rompimiento, si no hubiera estado buscando pretextos para verificarlo. Agregaba que Villa instigaba a Zapata para que no entrara en arreglos con él.

A pesar de haber recibido Natera reiteradas órdenes en el sentido indicado, no las obedeció, expresando que procuraba evitar más derramamiento de sangre y los perjuicios y peligros que una nueva guerra civil traerá a la Nación.

El honrado General Juan Cabral, que se encontraba en El Paso, Texas, esperando órdenes para tomar el mando de las fuerzas de Sonora, al observar el torcido giro de los acontecimientos, dirigió con fecha 26 de septiembre, el siguiente telegrama al Primer Jefe:

Está en mi íntima convicción que cumplí con mi deber al cooperar con mi humilde contingente al derrocamiento de los traidores. Repugna a mi conciencia ver de nuevo al país envuelto en la lucha que ya se inicia. Mis esfuerzos han sido y serán encaminados a una solución pacífica. Siguiendo los dictados de mi conciencia, he resuelto no tomar participación en la actual contienda.

El mismo era entonces, el sentir de muchos prestigiados jefes del ejército revolucionario. Ellos habían, en un gesto romántico, empuñado las armas, abandonando sus familias y sus intereses, para derrocar al usurpador Huerta y les repugnaba ensangrentar al país en una nueva lucha fratricida.

Las gestiones pacifistas ante el General Villa.

El propio General Obregón propuso a varios jefes revolucionarios que con él se trasladaran al Norte con la finalidad de convencer a Villa y sus Generales a que concurrieran a la Junta de gobernadores y Generales que debería efectuarse en la ciudad de México el 1° de octubre.

Marcharon al Norte además de Obregón, los Generales Lucio Blanco, Buelna, Pesqueira, Hay, Medina, Saucedo, Santos Coy, Iturbe y Sosa. Según Barragán, el General Obregón se quedó en Aguascalientes. Los demás marcharon a Zacatecas y a Chihuahua. Entrevistados los Generales de la División del Norte, éstos manifestaron sus temores de asistir a la Convención de México, proponiendo a los comisionados la idea de trasladar la Convención a Aguascalientes, como punto neutral, a donde sí podrían concurrir todos los Generales de la División del Norte, incluso el mismo Francisco Villa.

El General Antonio I. Villarreal, desde Moriterrey se dirigió a Villa pidiéndole evitara el derramamiento de sangre. El Centauro del Norte, el 20 de septiembre, contestó: ... Hoy he declarado a los Generales Blanco, Buelna, Pesqueira, Hay, Medina, sólo deseo que el señor don Venustiano Carranza entregue el mando supremo de la República al señor Fernando Iglesias Calderón en tanto se convoque al pueblo a elecciones. Como una demostración palpable del desinterés que guía mis actos, he declarado al mismo tiempo que por ningún motivo aceptaré la Presidencia ni la Vicepresidencia interina de la República, ni constitucionalmente ...

En 29 de septiembre, los Generales Aguirre Benavides, José Isabel Robles, Máximo García, Chao, Pereyra, Servín, Contreras, Ceniceros, Rosalío Hernández, José V. Rodríguez y otros de la División del Norte se dirigieron en el mismo sentido a don Venustiano.

Entrega del poder por Carranza.

Por fin, el 1° de octubre de 1914, se reunieron en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados, la mayoría de los Generales gobernadores de los estados, convocados para una junta por el Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República. Nadie concedía en aquellos momentos la menor significación a esa asamblea. Brillaban por su ausencia el gobernador de Chihuahua y todos los Generales de la rebelada División del Norte. Todos los gobernadores presentes, lo mismo que los Generales congregados, habían sido designados por Carranza.

A la apertura asistió el Primer Jefe. Dio lectura a un informe sobre el desarrollo de la revolución que había encabezado, y al finalizar, leyó con palabras veladas por la emoción:

Ustedes me confiaron el mando del Ejército, ustedes pusieron en mis manos el Poder Ejecutivo de la Unión, estos dos depósitos sagrados no pueden ser entregados por mí sin mengua de mi honor y sin ruina del país, a solicitud de un grupo de jefes descarriados, dominados por un bandido y algunos políticos ambiciosos, a quienes nada debe la Patria en la presente lucha. Sólo puedo entregarlo y lo entrego en estos momentos, a los jefes aquí reunidos. Espero la inmediata resolución de ustedes, manifestándoles que desde estos momentos me retiro de la Convención para dejarlos en completa libertad, seguro de que su decisión será inspirada en el supremo bien de la Patria.

Ahora cedemos la palabra al General Juan Barragán, el hombre más adicto y leal a don Venustiano:

Una vez que el señor Carranza terminó su lectura, se levantó de su asiento para retirarse y al atravesar el salón, casi todos los Generales, dando muestras de la emoción que los embargaba, se abalanzaron sobre el caudillo de Guadalupe, abrazándole y protestándole su adhesión. Recuerdo que el General Francisco Coss fue el primero y después el General Murguía. El señor Carranza se retiró a su domicilio dando pruebas de una tranquilidad pasmosa y resuelto a retirarse, desde ese momento, a la vida privada.

El hábil capotazo del licenciado Luis Cabrera.

Después de una serie de razonamientos para demostrar que la actitud de don Venustiano al retirarse del mando, había sido completamente sincera, el General Barragán escribió:

El licenciado Luis Cabrera, pidió el uso de la palabra antes que nadie, para aclarar el final del discurso del señor Carranza, quien debido a la emoción que lo embargaba, expresó los últimos conceptos con tan débil acento, que la mayoría de la asamblea no pudo enterarse con certeza de su idea.

Cabrera dijo que el señor Carranza no había pedido su retiro, sino que había hecho entrega de la Jefatura del Ejército, y como consecuencia, estaban en esos momentos sin ninguna autoridad, no quedando después del señor Carranza más jefe fuerte que Francisco Villa, por lo cual deberían en ese mismo acto elegir nuevo jefe, para evitar las responsabilidades que caerían sobre ellos si quedaba acéfala la revolución.

Terminó diciendo que había que proceder a la votación y, tomando él un papel, dijo en alta voz: aquí está mi voto en favor del señor Carranza. Tras de este habilísimo recurso político de Cabrera, que acusaba un profundo conocimiento de la psicología parlamentaría, se puso de pie el General Murguía para decir que no debería admitirse por ningún motIvo, la renuncia del señor Carranza; siguiendo el General Coss en términos parecidos, y, finalmente, el Coronel Marciano González, con frases elocuentes, acabó de convencer a la asamblea de que no debía ser admitida la renuncia.

Por aclamación se acordó rechazarla y se nombró una comisión para que pasara al domicilio del señor Carranza a comunicarle el acuerdo e invitarlo a presentarse en la asamblea, con el objeto de que todos los Generales allí reunidos, que representaban a la Revolución, le protestaran su adhesión y deseos de que continuara al frente de la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista ...

El propio General Barragán califica la intervención parlamentaria del licenciado Luis Cabrera, como una hábil maniobra política.


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