Índice de La F.O.R.A:, ideologia y trayectoria de Diego Abad de SantillánCapítulo XIXBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo 20

Consideraciones finales

Llegamos al fin que nos habíamos propuesto y hemos seguido el desenvolvimíento de la F.O.R.A. desde su fundacíón hasta nuestros días, apoyados en algunos documentos más o menos signíficatívos, en las resoluciones y debates de sus congresos, pero sin entrar en la descrípcíón de las luchas constantes contra el capítalísmo y el Estado, material que no habría podido entrar en estas págínas. Se puede afirmar altamente que es verdad lo que ha dicho el escritor antes mencíonado: la historia del proletariado de América la hízo la F.O..R.A.; ella fue la que presentó batalla con todas las armas de la accíón directa a la expoliación capítalísta y a la opresión del Estado; ella fue la que puso un coto a los desbordes del enemigo y la que simboliza toda la acción proletaria y revolucionaria de defensa y de ofensa.

Por su misma cualidad de organización de combate, expuesta a todos los pelígros, no se le podría exigír permanencia y solídez orgáníca en sus cuadros sindícales; a veces se ha visto deshecha en tanto que organización, pero ha quedado síempre en pie como bandera y como idea y nosotros nos sentimos más orgullosos de una F.O.R.A. reducida al mínimo de cotizantes por las persecuciones feroces de los adversarios que si se le hubiese consentido un desarrollo pacífico como a los organísmos reformistas que disfrutan de todos los favores del Estado y del capital.

Han pasado por la F.O.R.A. millones de trabajadores; unos le ofrecieron una adhesión más larga y otros más corta; unos han llevado un sedímento mayor y otros menor de ideas y enseñanzas; en todos los hombres no tiene la misma intensidad el amor a la justicia y la abnegación para bregar por ella. Pero de ese paso por la organización revolucionaria, queda siempre algo y ese algo reflorecerá cuando llegue la hora decisiva.

No está exenta de errores; como se equivoca el individuo, se equivoca también la organización; pero con errores y equivocaciones, la F.O.R.A. ha hecho por los trabajadores en su lucha contra el capitalismo y la opresión estatal lo que no hizo ninguna otra fuerza social en la Argentina.

En una palabra, tenemos motivos para levantar en alto orgullosos la bandera de la F.O.R.A., y sobre todo en estos momentos en que ha sido puesta fuera de la ley, para reivindicar su obra y anunciar su porvenir.

No quiere eso decir que se haya llegado a la cima de la perfección, que se haya terminado el ciclo de su desarrollo, que no haya otra cosa que hacer que seguirla pasivamente, sin pensamiento propio.

Nosotros somos siempre críticos de la propia obra y quisiéramos que toda verdad fuese reelaborada continuamente, porque en esa reelaboración estaría su vida.

Estimamos que es preciso, por ejemplo, volver a la práctica de los congresos anuales. El referéndum no puede sustituirlos más que en casos muy especiales, porque no abarca sino dos extremos, un no y un sí, y pasa por alto una infinidad de matices intermedíos que en un congreso pueden armonizar y expresarse mejor. Por otra parte los congresos anuales evitan prácticas viciosas y cortan de raíz males que al dejarlos años y años se convierten en desviaciones deplorables; además el mutuo conocimiento de los militantes hace más solidaria su obra y más íntima su relación.

Después de la reacción del Centenario en 1910, se interrumpió la celebración de los congresos anuales y fue desde entonces cuando se paralizó el impulso que diríamos creador; las meras asambleas de delegados para resolver sólo cuestiones internas, de la organización, no para debatir ideas e iniciativas como en los congresos formales, no han bastado para suplir en este aspecto a los congresos. Sin contar con que se deja así, de hecho, demasiado al albur, de los Consejos de relaciones, la solución de los problemas cotidianos de la organización.

No nos parece tampoco un feliz hallazgo el del cercenamiento del pacto de solidaridad del IV congreso en lo relativo a las federaciones de oficios afines, algo parecido a lo que hoy se denomina organización por industria. El pacto de solidaridad del IV congreso respeta la organización por oficio, pero no obstruye, sino que recomienda la federación nacional del oficio y la asociación de oficios afines. Los dos sistemas han coexistido en la F.O.R.A. hasta hace 10 ó 15 años y hoy más que nunca sería preciso volverlos a poner en vigor. Un sindicato puede estar adherido a su Federación Obrera Local y responder a ella en todo lo que se refiere a la solidaridad y a la acción del conjunto del proletariado local, pero puede ligarse también regional y nacional y hasta internacionalmente con los sindicatos de oficios afines.

Creemos que las restricciones opuestas al pacto del IV congreso en los dos últimos congresos de la Federación, deben ser anuladas. Y no hablamos ya de la negación del boicot como arma de lucha, resuelta en el décimo congreso de 1928, porque está en el ánimo de todos el reconocimiento de ese error, fruto de la ofuscación producida por el empleo abusivo que ha podido hacerse en algunos casos.

La reafirmación sin restricciones del pacto de solidaridad del IV congreso, es un deber urgente, no sólo porque su sistema de organización es superior al que se impuso en los últimos años, sino porque responde mucho más a las exigencias de la época revolucionaria en que vivimos.

La F.O.R.A. tiene un gran porvenir, pero lo malograría si no quisiera ponerse a tono con las exigencias de la nueva situación del mundo.

Hasta aquí ha cumplido como ninguna otra organización en América, con su misión de defensa de los trabajadores, en resistencia tenaz y abnegada contra el capitalismo. Pero no basta ya la resistencia; es preciso encarar más y más la superación del actual sistema económico. Los fundadores de la F.O.R.A. habían previsto que un día la organización que por el momento respondía a la lucha contra la explotación y la opresión, habría de ser el centro de la nueva estructuración económica y social; con esa visión hablaba Pellicer Paraire cuando atribuía a las Federaciones Obreras Locales, la misión de Comunas revolucionarias; con ese pensamiento por delante se debatía hace treinta años en el puerto de Buenos Aires la toma directa del trabajo sin intermediarios; y la misma idea inspiraba a los que hace veinte años proponían en un congreso de la F.O.R.A. que se adoptara como táctica de lucha la ocupación de las fábricas en lugar de su abandono, etcétera.

Como en lo sucesivo, es más el pensamiento de la superación del actual orden de cosas que la lucha y la crítica contra él lo que debe guiarnos, al buscar la adaptación de nuestros esfuerzos a la nueva estructuración económica y social, volvemos al pacto de solidaridad del IV congreso como a una de las mejores soluciones posibles. No es ya la defensa lo que ha de primar, sino el ataque, y ese ataque implica una mejor disposición de nuestras fuerzas, pues en el terreno económico la producción y el consumo no pueden ser interrumpidos, so pena de hacer odiosa la revolución y de tener que sostenerla sólo a base de nuevas dictaduras. La revolución será tanto más libertaria y tanto menos sanguinaria cuanto más preparada haya sido, cuanto más se haya previsto la ocupación y el funcionamiento del engranaje de la producción, la distribución y el consumo por los productores mismos.

Urge también la cooperación armoniosa con los trabajadores de la mayor cantidad posible de hombres de ciencia y de técnicos; pues sólo la ciencia, la técnica y el trabajo lograrán instaurar en la Tierra el paraíso soñado para ultratumba por las viejas religiones. La F.O.R.A. debe apelar a esa colaboración, abrir sus puertas al libre acceso de las buenas voluntades, pues si para la resistencia contra el capitalismo era el obrero asalariado el factor primordial y único, para la reconstrucción social y económica, dado el desarrollo adquirido por los métodos productivos y por la cultura, se requieren todas las fuerzas progresivas y en particular, la trilogía nombrada: el trabajo, la ciencia y la técnica.

En una palabra, el centro de la F.O.R.A. hasta aquí, la resistencia al capitalismo, hay que desplazarlo por este otro: la preparación revolucionaria.

La preparación revolucionaria tiene dos aspectos, uno económico y otro insurreccional. Si en este aspecto la Federación se eleva a la altura que se elevó en aquél, su triunfo en un porvenir no lejano estará asegurado.

Según los objetivos de la organización obrera -y una organización obrera puede surgir para fines diversos- así deben ser la táctica, los métodos para realizar esos objetivos y convertir las aspiraciones en realidad.

El primer esfuerzo en pro de una Federación Obrera Argentina, hecho por los socialistas legalitarios en 1890, tenía por finalidad: a) crear una Federación de obreros de la República; b) publicar un periódico; y c) mandar una petición al Congreso de la Nación para que sancionara leyes protectoras de la clase obrera.

La F.O.R.A., enemiga de la política parlamentaria, tiene por objetivo no sólo la lucha directa por la conquista de mejoras económicas y morales para el proletariado dentro de la situación actual sino que pretende destruir el régimen económico y político vigente.

Es natural que la táctica de la primera no puede ser idéntica a la táctica de la segunda; es natural que los métodos favoritos de una, buenos para el logro de sus propósitos, no conviene a la otra, que se inspiran en objetivos dístintos, y viceversa.

La F.O.R.A. reconoce como medios de lucha para la conquista de mejoras económicas y morales sólo la acción directa, es decir, la acción en que no intervienen terceros y que se desarrolla por los trabajadores mismos frente al capital explotador y al Estado tiránico. Ya los métodos de la acción directa ha permanecido fiel en el curso de más de treinta años de existencia, no teniendo hasta aquí motivos para desviarse en lo más mínimo de ellos. La experiencia, al contrario, ha reafirmado sus principios y presunciones y ha puesto bien de relieve que los derechos del pueblo laborioso no llegan más que hasta donde llega su fuerza para conquistarlos y defenderlos.

Los sindicatos de la F.O.R.A. defienden su derecho a la vida contra la avaricia patronal mediante la huelga, el boicot, el sabotaje.

La huelga puede ser de diversa naturaleza, según el propósito y la entidad que la esgrime. Es parcial, cuando hace uso de ella un sindicato para arrancar al capital concesiones para los obreros de un establecimiento; es general de oficio cuando abarca el conjunto de un gremio local; también se han dado casos de huelgas generales nacionales de oficio (por ejemplo la de los estibadores, en noviembre de 1902).

Las huelgas generales y parciales de un oficio se declaran por los sindicatos respectivos; las huelgas generales de oficio, presuponen las federaciones nacionales de sindicatos de oficio.

Las Federaciones Obreras Locales, compuestas por diversos sindicatos, esgrimen la huelga general en su radio de organización, ya sea como acto de defensa de núcleos de trabajadores en lucha, ya sea como acto de protesta contra arbitrariedades patronales y gubernamentales, ya sea en demanda de reivindicaciones morales y materiales de validez general.

La F.O.R.A. dispone como arma específica de la huelga general nacional, que abarca el conjunto de los organismos adheridos en todo el país. Se ha empleado ampliamente para defender a los trabajadores en lucha, para resistir la política represiva del gobierno, para reclamar la libertad de los presos y el derecho de palabra, de prensa y de asociación. Como única organización de lucha revolucionaria, puede haber fracasado en algunos de sus movimientos; puede, inclusive, haber abusado de la huelga general, pero hasta aquí fue el único baluarte del proletariado combativo y a ella se le debe el poco respeto que los trabajadores han sabido conquistar.

Las huelgas generales de la F.O.R.A., como la de noviembre de 1902, la de mayo de 1910, la de enero de 1919 en ocasión de la matanza de huelguistas de la casa Vasena, las huelgas pro Sacco y Vanzetti y pro liberación de Radowitzky, la huelga contra el asesinato de Wilkens, serán inolvidables y honrarán siempre a los organismos promotores.

Las huelgas generales pueden ser de brazos caídos y de luchas y de sabotaje.

El boicot puede dedararlo un solo gremio, una serie de gremios, una Federación Local o bien ser nacional y ejercerse bajo el patrocinio de la F.O.R.A. En consecuencia puede comprometer a los obreros de un sindicato, de un grupo de sindicatos, a los miembros todos de una Federación local o a todos los trabajadores afiliados en la F.O.R.A.

El sabotaje es el arma extrema de la lucha obrera y los gremios de la F.O.R.A. lo han empleado vastamente. Por él se dañan los intereses materiales del capitalismo, sus maquinarias, sus utensilios de trabajo, sus edificios. Así como el boicot ha concluido a veces con firmas industriales y comerciales poderosas, el sabotaje ha conseguido los mismos resultados.

El que se haya llegado en ocasiones a extremos desagradables en la aplicación del boicot y del sabotaje no disminuye la eficacia de esas armas de lucha. Muchos triunfos se deben a ellas y mientras persista la necesidad de la lucha anticapitalista, persistirán los trabajadores revolucionarios en su empleo.

Algo así como el tejido conjuntivo de toda la acción gremial y propagandista de la F.O.R.A. es la solidaridad: solidaridad con los caídos tras las rejas y solidaridad en la lucha. El principio: todos para uno y uno para todos, base de una moral superior, informa la táctica de lucha de nuestro movimiento.

Esos son los medios de lucha. La propaganda se hace por medio de la conferencia, el mitin público, el periódico, el manifiesto, etc. El parlamento de la F.O.R.A. es la calle, sus leyes son la fuerza de sus organizaciones. En todo cuanto anhela y pretende, permanece al margen de la sociedad capitalista y estatal, sin dejarse interesar en sus rodajes, porque su finalidad no está en la mejora de lo existente, sino en su destrucción para sustituirlo por un orden de cosas más humano y más justo.

Nosotros señalamos una falla en su táctica. Esta responde admirablemente a la lucha contra el capitalismo y el Estado en el régimen actual, pero no permite lo que es ya fundamental: salir del infierno capitalista, destruir el monopolio de la riqueza.

La huelga, el boicot, el sabotaje, nuestros recursos favoritos y cotidianos en la lucha, pueden dañar al capitalismo, pero no lo destruyen; pueden liquidar una firma comercial e industrial, pero no atacan el fondo mismo del régimen económico en vigor. Mejorar los salarios, reducir la jornada, conseguir mejores condiciones de trabajo, no es destruir el capitalismo. Todo eso se puede obtener y se obtiene sin salir del caos presente. La huelga, el boicot y el sabotaje valen para arrancar esas conquistas y para defenderlas; para destruir los pilares del capitalismo no bastan. Y la F.O.R.A. quiere destruir esos pilares, para eso ha sido creada, para eso ha sido sostenida.

En consecuencia, opinamos que es ya hora de decirlo todo y de prepararnos para nuestro verdadero objetivo que es la revolución social.

La F.O.R.A. debe afilar las armas de la revolución y declarar que lo mismo que las conquistas parciales tienen sus métodos propios y lógicos, los tiene la destrucción del régimen de opresión y explotación en que vivimos.

La huelga, el boicot y el sabotaje convienen en la sociedad capitalista, en las batallas previas, en el ejercicio revolucionario. La revolución tiene sus armas propias, y una organización obrera no puede concertarlas más que en estos dos métodos:

Ocupación de las fábricas, de la tierra y de los medios de transporte.

Insurrección armada para la defensa de esa ocupación.

¿De qué modo queremos utilizar la organización de los trabajadores, la única que puede asegurar el triunfo de una revolución sin nueva instauración de privilegios políticos y económicos, sino incitándola a seguir el camino de la desposesión del capitalismo para la administración directa de la riqueza social y la defensa armada, con todas las armas, de lo que nos pertenece, por ser sus verdaderos y legítimos creadores?

Creemos que basta señalar la falla para que se trate de subsanarla. Nuestros métodos son buenos para las luchas cotidianas dentro del capitalismo; para la supresión del capitalismo hay que formar nuestro arsenal, todavía muy pobre. El primer paso está en el reconocimiento de la naturaleza de las armas a emplear para el logro del gran objetivo. Y esas armas las hemos señalado.

Buenos Aires, 31 de diciembre de 1932.


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