Índice de La F.O.R.A:, ideologia y trayectoria de Diego Abad de SantillánCapítulo IIPrólogo de Juan LazarteBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo 1

¡Fuera de la ley! La crisis del capitalismo. Los primeros ensayos de Confederación obrera. Socialistas y anarquistas (1890-1899).

Vamos a trazar en algunos capítulos, en base a documentación, el desarrollo y la ideología de la Federación Obrera Regional Argentina, conocida intemacionalmente por estas cuatro letras: F.O.R.A., actualmente fuera de la ley, con sus sindicatos más fuertes procesados por asociación ilícita, lo mismo que se procesaba y se acusaba a los hombres de la Primera Internacional por asociación para delinquir. Algunas docenas de trabajadores organizados y activos en las luchas gremiales se encuentran en la cárcel por ser miembros de la F.O.R.A., y los que quedan fuera, en la calle, sólo disfrutan de una libertad muy relativa, pues sus organizaciones son perseguidas, sus locales son clausurados, su propaganda no es permitida y su prensa es declarada también al margen de todas las ventajas de que disfruta la prensa en general, no pudiendo como tal circular por el correo argentino.

Esta obra de reacción y de exterminio de los organismos revolucionarios del proletariado en la Argentina la inició el General Uriburu con el golpe de Estado del 6 de setiembre de 1930, y es continuada fielmente por sus sucesores, erigidos en gobierno constitucional, bajo la presidencia del General Justo.

Actualmente la F.O.R.A. se halla muy reducida en cuanto al número de sus cotizantes; pero en ningún momento ha sido tan digna de apoyo y en ningún instante representó tan legítimamente como ahora, fuera de la ley, colocada contra el muro por la legalidad burguesa, los intereses efectivos de los trabajadores y el porvenir de la humanidad doliente.

Militantes y propulsores de esa organización, convertida en símbolo de emancipación y de justicia, desafiamos con las páginas que siguen el ensañamiento de los perseguidores; al exponer lo que ha sido, anunciamos lo que será, convencidos de la inutilidad práctica de toda represión. La F.O.R.A., que ha dado hasta aquí tantos dolores de cabeza al capitalismo y al Estado argentino, será con sus cuatro letras simbólicas la bandera de la próxima revolución liberadora.

Está en la lógica de las cosas la defensa feroz de los privilegios por el capitalismo. Se abre un nuevo curso en la historia y todo el andamiaje de la civilización capitalista se derrumba bajo el peso de sus contradicciones internas, de sus injusticias irritantes, de sus contrastes inhumanos. Se ha quebrado el aparato económico de la especulación y con él se tambalea su aparato político defensivo y ofensivo. Toda la ciencia y la técnica que los potentados de la hora tienen a su servicio se confiesan impotentes para curar al enfermo mortal que es el sistema capitalista. Se suceden los ensayos, los métodos, las recetas, pero la enfermedad se agrava de día en día y dentro de muy pocos años el mundo habrá cambiado de faz. Cualquiera que sea la nueva forma económica y política, habrá de poner las necesidades del hombre en el centro del esfuerzo humano, desplazando así la especulación y la rentabilidad. Y nadie mejor que las organizaciones obreras para operar esa trasformación, pues toda su ideología y su razón de ser vienen a ser confirmadas por las exigencias imperiosas de la situación mundial.

Contra esos acontecimientos que están por encima de las doctrinas y de las voluntades, que vienen desencadenándose de una manera fatal, nada valen las persecuciones, las represiones, el ensañamiento de los monopolistas. Confesamos abiertamente que si la próxima revolución hubiese de ser fruto de las fuerzas revolucionarias y no de la descomposición del organismo capitalista no viable ya, tendríamos que esperar aún largo tiempo la tierra de promisión de la igualdad y la solidaridad, porque la ignorancia y la torpeza de los pueblos y su incapacidad para entenderse son hoy tan grandes como hace medio siglo. La revolución que viene no la traen los partidos o corrientes de la revolución, la trae la bancarrota del capitalismo, esa máquina que no puede funcionar ya, que es demasiado cara, demasiado pesada y demasiado unilateral y, en consecuencia, no puede contemplar ni responder a los imperativos de la vida presente (1).

Los trabajadores, los productores reales, en posesión de las fábricas, de las tierras, de los medios de trasporte, de las minas pueden establecer un régimen económico que atienda a las necesidades de los hombres. Sólo ellos pueden trabajar con el sentido de la satisfacción de las exigencias del pueblo, uniendo la producción al consumo en un conjunto solidario. El capitalismo no puede sino aumentar la miseria con su progreso técnico incesante, no puede sino llenar los depósitos de mercaderías en medio de multitudes hambrientas y desnudas, o paralizar la producción de lo más indispensable, de aquello que más necesitan las grandes masas incapaces de adquirirlo con dinero, porque el dinero de las grandes masas tiene por fuente el salario, y el salario falta cuando el puesto de los trabajadores en la producción es ocupado por la máquina.

Los capitalistas tienen que mantener el contraste de la abundancia junto a la miseria, de la superproducción junto a la inanición; sólo un régimen económico administrado por los trabajadores mismos hallará el puente para salvar y superar esos contrastes, buscando el centro y el objetivo del esfuerzo en la satisfacción de las necesidades reales y no en la rentabilidad capitalista.

Búsquese por donde se quiera la salida; no se encontrará realmente más que en el abandono del capitalismo, en la supresión de los principios de la economía capitalista que han producido las mayores aberraciones.

Y la organización que viene sosteniendo desde hace un tercio de siglo esa doctrina, hoy impuesta por la crisis del sistema imperante, es la F.O.R.A. Por eso aprovechamos esta pausa forzosa para hacer un recorrido rápido por el pasado y mostrar lo que ha sido y lo que por lo tanto puede ser.

Nos hemos referido ya en otra ocasión a cuanto se sabe sobre la repercusión de la Primera Internacional en la Argentina (2); no tocaremos ese punto ni nos detendremos en muchos otros detalles de los primeros albores de las luchas sociales en el país. Baste saber que el primer sindicato obrero de resistencia, el de panaderos de Buenos Aires, fue fundado en setiembre de 1887, y que en los años sucesivos siguieron el mismo camino otros muchos gremios, en la construcción, en la madera, en la metalurgia, etcétera.

La idea de una confederación de esos gremios estaba en el ánimo de todos los organizadores. Pero el primer paso práctico fue dado por un grupo de obreros socialdemócratas. Para llevar a cabo los acuerdos del congreso socialista internacional de París (14 al 24 de julio de 1889), al que había sido enviado un representante desde Buenos Aires, se constituyó una comisión provisional. De ella surgió el Centro Internacional Obrero, que convocó a los trabajadores para celebrar el primero de mayo de 1890 en el Prado Español. En ese mitin del primero de mayo se resolvió crear una federación de obreros de la República, publicar un periódico para la defensa de la clase obrera y dirigir al Congreso Nacional una petición solicitando la sanción de leyes protectoras del trabajo.

Se constituyó la Federación Obrera a comienzos de 1891 con una media docena escasa de gremios. Sus estatutos daban por objeto de la Federación la realización de la unión de los obreros de la Argentina para defender sus intereses morales y mnteriales, reconociendo como medios la organización de los trabajadores en secciones de oficios y sociales puramente obreras, el establecimiento de la solidaridad en toda lucha sostenida por los obreros y la realización de la propaganda y la instrucción gremial por la prensa, la biblioteca, las conferencias, etcétera.

En una palabra, se proclamaban las ideas y tácticas fundamentales de un genuino movimiento obrero, sin reconocer ningún partido político y ninguna actividad extraña a las propias del sindicato de resistencia y de lucha.

El órgano en la prensa de esa Federación era El Obrero, cuyo primer número apareció el 12 de diciembre de 1890, redactado por el socialdemócrata G. A. Lallemant, con criterio cerradamente marxista.

Este periódico atacó rudamente al anarquismo, que trababa la acción reformista en vista de los dirigentes de la Federación Obrera; véase como muestra el artículo del número 4, del 17 de enero de 1891, El socialismo científico y el anarquismo. De ningún modo -se lee allí- pueden los socialistas y los anarquistas marchar de acuerdo. Y la polémica subió de tono por la crítica incesante que los anarquistas hacían de las peticiones a los poderes públicos y de la aspiración parlamentaria de los socialistas políticos. Desapareció El Obrero con su número 88, siendo sustituido por El Socialista, órgano ya del partido obrero (11 de marzo de 1893). A El Socialista le sucedió La Vanguardia, desde el 7 de abril de 1894, el actual diario del Partido Socialista.

Podríamos seguir paso a paso la bifurcación del movimiento obrero desde la primera Federación Obrera Argentina; a través de las páginas que siguen se dará ese desarrollo a grandes rasgos. Socialistas políticos y anarquistas representaron y siguen representando los dos polos de orientación del movimiento obrero argentino.

El primero de mayo de 1891, siendo mayoría los anarquistas en la Federación Obrera, resolvieron realizar el primero de mayo con un sentido antipolítico y revolucionario; los socialistas no quisieron participar.

Volvieron los socialistas a conquistar algún ascendiente en la organización y enviaron a los poderes públicos peticiones de mejoras, a comienzos de 1891, al presidente de la República; en 1892, al Ministro de Relaciones Exteriores, Estanislao S. Zeballos; al Consejo Deliberante Municipal de Buenos Aires, etcétera. Solían terminar esas peticiones con un Dios guarde a usted y otras expresiones de confianza absoluta en los representantes de la autoridad burguesa. Se solicitaban, además de mejoras en los salarios y en la jornada, liquidación de los bancos oficiales y de los negocios de sus deudores, creación de un sistema de contribuciones directas progresivas, adopción de la política librecambista, implantación del sufragio universal libre, naturalización de los extranjeros para que la legislatura represente a todo el pueblo, facultades amplias para el gobierno municipal, etcétera (3).

El 15 de agosto de 1891 se realiza un primer congreso de la Federación Obrera con la asistencia de carpinteros, ebanistas y anexos, Club Vorwaert, Tipógrafos alemanes, Obreros Panaderos, sección local de Santa Fe y la de Chascomús. Los panaderos, en vista de la ausencia de las sociedades gremiales, se retiraron también del congreso. El proletariado estaba casi totalmente bajo la dirección espiritual de los anarquistas, obreros todos ellos y muy activos y sobre todo más combativos. La Federación siguió vegetando algunos años, pero la fuerza organizada siguió otro rumbo enteramente independiente.

Pero la idea de la confederación siguió germinando. Por ejemplo, del número de El Obrero Panadero del 20 de octubre de 1895, tomamos esta nota: Nuestra Sociedad cosmopolita de resistencía y colocación de obreros panaderos, a más de ser confederada con las Sociedades de obreros panaderos de toda la República Argentina, lo está también con las otras sociedades obreras de la capital que acepten la siguiente resolución:

Considerando que las Sociedades de resistencia tienen por base obtener por todos los medios, exceptuando las estériles y engañosas agitaciones políticas, el mejoramiento económico del obrero, las sociedades que suscriben quedan federadas en lo que afecta a la solidaridad, de manera que cuando un gremio desea obtener o proponer algo útil invitará a los demás gremios a nombrar representantes a fin de discutir el punto y los delegados llevarán lo resuelto al seno de sus respectivas asambleas, siendo allí aceptado o rechazado por voto secreto.

Los gremios de la construcción que tenían por órgano La Unión Gremial, y donde Fernando Balmelli ejercía un gran ascendiente, propiciaban igualmente la confederación obrera sobre bases al margen de todo partidismo político.

En abril de 1893 se organiza la Sociedad Cosmopolita de Obreros Albañiles, poco después surgen los pintores y otros gremios en Buenos Aires, comenzando las primeras huelgas y las primeras agitaciones. La solidaridad establecida de hecho entre los organismos obreros surtía el efecto de una organización federativa.

La situación económica era difícil. A mediados de 1897 hacía La Protesta Humana de Buenos Aires esta descripción (4):

El vendaval de la crisis arrecia. No sólo en la Argentina, donde en la ciudad y en el campo pulula jadeante, extenuado, aterido de frío y vacío en el estómago, el ejército de los sin trabajo, la legión de los que, sin casa ni hogar, mendiga asilo y ocupación, algo con qué alimentar un día más el mecanismo digestivo que les anima. La crisis, la falta de trabajo, manifiéstase con igual o mayor prepotencia en las Repúblicas que nos rodean. Del Uruguay emigran los obreros a millares, porque allí la vida es imposible. En el Paraguay la escasez es aterradora. En Chile se reúnen más de ocho mil obreros reivindicando su derecho a la existencia y aclamando la revolución social ...

En el mismo período, el 3 de septiembre de 1899, leemos:

Constantemente se ofrece a nuestra vista el problema de la miseria. Constantemente se habla de resolverlo, pero en vano. En estos días la miseria no permanece oculta. Cuarenta mil trabajadores desocupados, que según ha comprobado La Prensa, existen en esta capital, se pasean, casi mendigando una limosna ...

Nada tiene de extraño que se multiplicasen las huelgas y se intensificase la agitación.

Un caso entre centenares: el 1o. de agosto de 1897 se celebra un mitin de desocupados en el Teatro Doria de Buenos Aires. Dice así la reseña: El Teatro Doria resultó insuficiente para contener los cinco mil obreros aproximadamente que acudieron a la reunión y de los cuales muchos tuvieron que quedarse en la calle.

Abierta la sesión hicieron uso de la palabra varios oradores, exponiendo la mísera situación del proletariado en la Argentina, donde tanto se habla de bienestar y de felicidad obrera.

Terminada la reunión, los asistentes se dividieron en varias columnas, que recorrieron en manifestación por las calles Rivadavia y Moreno al centro de la ciudad. Frente a la redacción del diario La Prensa la columna que se dirigió por la calle Moreno hizo una manifestación hostil a dicho diario, que había propuesto enviar los obreros a trabajar al Chaco. Una de las carteleras colocadas en la puerta para la fijación de diarios resultó hecha añicos.

Otra columna, dando vivas a la revolución social y a la anarquía, recorrió las calles Florida y San Martín. En esta calle varios agentes de policía intentaron deshacer la manifestación machete en ristre; pero los obreros se defendieron valerosamente. Algunos agentes resultaron heridos y desarmados, desapareciendo luego todos como por encanto. De este choque cinco obreros resultaron detenidos y puestos en libertad más tarde por orden del juez que no encontró por qué procesarlos ...

Ese carácter beligerante y tumultuoso del movimlento obrero revolucionario en la Argentina se ha conservado a través de los años.

Por esa época existían organizaciones de obréros albañiles, de obreros panaderos, con secretaría en Andes No. 563, donde se realizaban conferencias casi todos los domingos, de carpinteros de obra blanca, de obreros sastres, de marmolistas, de ebanistas. Se fundan organizaciones en el interior, los panaderos y carpinteros de La Plata en 1899, los panaderos de San Nicolás en noviembre de 1900, la Federación Obrera de Bahía Blanca en noviembre de 1900.

Las huelgas se suceden, unas con más, otras con menos éxito, pero todas con buen caudal de enseñanzas y de experiencias para los trabajadores.

En setiembre de 1897, la Sociedad Constructores de Carruajes se separa de la Federación Obrera Argentina, que persistía con el nombre, porque ésta se ocupaba pura y exclusivamenle de política. G. lnglan Lafarga, obrero ebanista, uno de los precursores del movimiento obrero libertario de la Argentina, comentando esa separación definía así los métodos preconizados por el socialismo político: Creyeron algún tiempo los obreros que por medio del sufragio, obtenido el poder, podrían adquirir mayor bienestar, y formaron grandes partidos demócratas, socialistas y republicanos, llevaron representantes a los parlamentos, y no por esto su situación mejoró un ápice y así siguieron hasta que viéndose engañados por vanas promesas y ridículas farsas de sus representantes, se decidieron algunas sociedades -como actualmente la que nos ocupa- a adquirir aquel mejoramiento por su propio esfuerzo, formando agrupaciones dispuestas a desplegar todas sus energías para el logro de sus fines fuera del terreno político, entrando de lleno en el terreno de la lucha económica, terreno en el cual caben todas las sociedades, socialistas, anarquistas o lo que fueran, por medio de huelgas, aisladas, comarcales o regionales, pasivas o revolucionarias, según exigieran ]as circunstancias, preconizando como final de esta lucha del trabajo contra el capital la huelga universal, a la que quizás ya se habría llegado si el maldito afán de politiquear, saturado esta vez de cierto perfume obrero, no se hubiera interpuesto... (La Protesta Humana, 1o. de octubre de 1897).



Notas

(1) Véase nuestro folleto Bancarrota del sistema económico y político del capitalismo. Cuadernos Ahora, 64 págs. Buenos Aires, noviembre de 1932.

(2) Diego Abad de SantiIlán: El movimiento anarquista en la Argentina. Desde sus comienzos hasta 1910. Un vol. de 187 págs., Buenos Aires 1930, Ed. Argonauta.

(3) El Obrero, semanario, 12 diciembre de 1890 a 1893, 88 números. Enrique Julio Ferrarazzo: La acción obrera, un vol. en 4o. de 150 págs. Buenos Aires, 1927. Enrique Dickmann: Historia del 1o. de Mayo en la RepúbIica Argentina (1890-1912). Tip. La Vanguardia, Buenos Aires 1913. 30 págs.

(4) 19 de agosto; v. Diego Abad de Santillán: La Protesta, sus diversas fases y su significación en el movimiento anarquista de América del Sur. (Certamen internacional de La Protesta, págs. 34-71, Buenos Aires 1927).


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