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LOS SUEÑOS

Quinta parte


En los sueños complicados y confusos, de los que nos ocupamos ahora, no puede atribuirse por completo a los efectos de la condensación y la dramatización la disparidad que se observa a primera vista entre el contenido del sueño y las ideas del mismo, pues existen testimonios de la actuación de un tercer factor muy dignos de ser tenidos en cuenta.

Una vez conseguido por medio del análisis el conocimiento de las ideas del sueño, lo primero que echamos de ver es que el contenido manifiesto del mismo trata materias totalmente distintas que el latente. Mas, en realidad, esto es tan sólo una apariencia, que se desvanece en cuanto la investigación se hace más penetrante, pues entonces hallamos realizado en las ideas del sueño todo el contenido del mismo, y representadas casi todas las ideas por dicho contenido. Sin embargo, queda siempre alguna disparidad. Aquello que en el sueño se presentaba amplia y precisamente como contenido esencial, tiene que contentarse después del análisis con un papel muy secundario entre las ideas del sueño, y lo que mis sentimientos me hacen ver como lo más importante entre dichas ideas resulta que no se halla representado en el contenido manifiesto, o lo está solamente por una lejana alusión y en la parte más imprecisa del mismo. Este hecho puede describirse en la forma siguiente: Durante la elaboración del sueño pasa la intensidad psíquica desde las ideas y representaciones, a las que pertenece justificadamente, a otras que, a mi juicio, no tienen derecho alguno a tal acentuación.

Ningún otro proceso contribuye tanto a ocultar el sentido del sueño y a hacer irreconocible la conexión entre el contenido manifiesto y las ideas latentes. Durante este proceso, que denominaré desplazamiento del sueño, veo asimismo transformarse la intensidad psíquica, la importancia y la capacidad de afecto de las ideas en vivacidad sensorial.

Lo más claro del contenido del sueño se me aparece a primera vista como lo más importante; pero el análisis nos muestra que un impreciso elemento del sueño constituye con frecuencia el más directo representante de la principal idea latente.

Lo que he denominado desplazamiento del sueño hubiera podido calificarlo (en términos de Nietzsche) también de transmutación de los valores psíquicos. Mas, para dejar totalmente caracterizado este fenómeno, debo añadir que su actuación varía mucho de intensidad en los diferentes sueños. En algunos de ellos no tiene lugar el menor desplazamiento, y éstos son al mismo tiempo los más llenos de sentido y más comprensibles; por ejemplo, aquellos que hemos reconocido como realizaciones no disfrazadas de deseos. En otros sueños no hay un solo elemento de las ideas latentes que haya conservado su propio valor psíquico, y a veces todo lo esencial de dichas ideas aparece sustituido por elementos secundarios. Entre estos caracteres extremos existe toda una serie de grados intermedios. Cuando más oscuro y confuso es un sueño, más participación debe atribuirse en su formación al factor desplazamiento.

En el ejemplo que hemos hecho objeto de nuestro análisis aparece como efecto del desplazamiento el hecho de que su contenido se halla diferentemente centrado que los pensamientos oníricos. El contenido del sueño muestra en primer término una situación, en la que parece que mi compañera de mesa me hace una velada declaración amorosa: lo más importante en las ideas del sueño reposa en el deseo de gozar alguna vez un amor desinteresado, que no cueste nada, y esta idea se oculta detrás de la frase hecha por mis bellos ojos y la lejana alusión espinacas.

Cuando por medio del análisis podemos seguir paso a paso el proceso del desplazamiento, llegamos a adquirir datos seguros sobte dos discutidísimos problemas de los sueños: sus estímulos y su conexión con la vida despierta.

Existen sueños que revelan inmediatamente su enlace con los sucesos del día anterior; pero en otros no se descubre la menor huella de un tal enlace. Acudiendo en estos últimos al análisis puede mostrarse que todo sueño, sin excepción alguna, está ligado a una impresión de los últimos días, o quizá más precisamente del último día antes del sueño (día del sueño).

Esta impresión, que constituye el estímulo del sueño, puede ser de una tal importancia que no nos maraville el ocuparnos de ella fuera del mismo, y en este caso decimos con razón que nuestro sueño continúa los importantes intereses de la vida despierta. Mas en general, cuando en el contenido del sueño aparece una relación con una impresión diurna, suele ser ésta tan insignificante, nimia y merecedora de ser olvidada, que ni siquiera podemos recordarla sino con esfuerzo. El mismo contenido del sueño parece entonces ocuparse -aun en los casos en que se muestra coherente y comprensible- con las más ociosas nimiedades, las cuales serían indignas de nuestro interés despierto. A esta preferencia por lo indiferente y fútil en el contenido del sueño obedece en gran parte el desprecio con que miramos los fenómenos oníricos.

El análisis destruye la apariencia en que se funda este juicio despreciativo. Donde el contenido del sueño presenta en primer término una impresión indiferente como estímulo, el análisis revela siempre el suceso importante -justificado como estímulo-, que, sustituido por la impresión indiferente, ha entrado en conexión con sus múltiples enlaces asociativos. Asimismo, en aquellos sueños cuyo contenido manifiesto actúa con un material de representaciones desprovisto de importancia e interés, descubre el análisis las numerosas rutas de enlace, por medio de las cuales se une lo indiferente con lo valioso en la estimación psíquica de cada elemento. Constituye tan sólo un afecto del proceso de desplazamiento el hecho de que en lugar de la impresión justificadamente estimulante o el material de justificado interés sea lo indiferente lo que llegue a hacerse admitir con el contenido del sueño. Y si para la solución de los problemas del estímulo de los mismos con la actividad cotidiana se tienen en cuenta los nuevos conocimientos que hemos adquirido al sustituir el contenido manifiesto por el latente, tendremos que convenir en que el sueño no actúa nunca con nada que no sea digno de ocupar también nuestro pensamiento despierto, y que las pequeñeces que no llegan a atraer nuestro interés aurante el día son también impotentes para perseguirnos en nuestro sueño.

¿Cuál es el estímulo del sueño en el ejemplo que escogimos para nuestro análisis? El suceso -realmente insignificante- de que un amigo mío me procurase un gratuito paseo en coche. La escena de la mesa redonda, en mi sueño, contiene una alusión a este motivo indiferente, pues en mi conversación con mi acompañante había yo establecido un paralelo entre los taxímetros y las comidas en la mesa redonda de los hoteles. Mas también puedo indicar el suceso importante que en mi sueño se deja representar con este otro insignificante: días atrás me había yo desprendido de una cantidad bastante elevada en favor de una persona de mi familia. Entre las ideas latentes está la de que no sería extraño que dicha persona estuviese agradecida a mi beneficio, y que, por tanto, su cariño no fuese gratuito. La idea de cariño gratuito es precisamente la que ocupa el primer término entre las que forman el contenido latente del sueño. El hecho de que aún no hace mucho tiempo había yo ido varias veces en coche con el pariente objeto de mi liberalidad hace posible que el paseo en coche dado con mi amigo me recuerde mis relaciones con otra persona. La impresión indiferente, que por tales conexiones se convierte en estímulo del sueño, tiene aún que cumplir otra condición: la de ser reciente; esto es, proceder del día del sueño.

No puedo abandonar el tema del desplazamiento sin hacer constar un singular proceso, que tiene lugar en la formación del sueño, y en el que obra, conjuntamente la condensación y el desplazamiento.

En la primera hemos examinado ya el caso de que dos representaciones de las ideas del sueño que tiene algo de común, un punto de contacto, son situadas en el contenido manifiesto por una representación mixta, en la cual aparece un claro nódulo, que corresponde al elemento común, e imprecisas determinantes accesorias, correspondientes a las peculiaridades de cada una de dichas representaciones. Si a esta condensación se añade un desplazamiento, no se produce una representación mixta, sino que se forma un producto común intermedio, que es a los elementos que lo forman lo que en el paralelogramo de las fuerzas son las resultantes a sus componentes.

En el contenido de uno de mis sueños se trata, por ejemplo, de una inyección de propilena. El análisis me conduce al principio a un suceso indiferente, que había actuado como estímulo del sueño, y en el cual jugaba un papel la palabra amil. Todavía no estoy en condiciones de justificar la confusión entre amil y propil. Pero al ciclo de ideas del mismo sueño pertenece también el recuerdo de mi primera visita a Munich, en la que los propileos atrajeron mi atención. Los resultados siguientes del análisis me hicieron admitir que el desplazamiento de amilena a propilena era debido a la influencia del segundo ciclo de representaciones sobre el primero. Propilena es, por decirlo así, la representación intermedia entre amilena y propileos, y como tal se ha introducido a modo de transacción y por una condensación y un desplazamiento simultáneos en el contenido del sueño.

Con mayor fuerza aún que al tratar de la condensación se impone aquí, al examinar el proceso del desplazamiento, la necesidad de hallar un motivo para todos estos misteriosos esfuerzos de la elaboración del sueño.

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