HAN RYNER


Pequeño
manual
individualista

Primera edición cibernética, septiembre del 2005

Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés



Haz click aquí, para acceder al catálogo de la Biblioteca Virtual Antorcha





INDICE

Presentación de Chantal López y Omar Cortés.

Introducción de Han Ryner.

Capítulo I.
Del individualismo y de algunos individualistas.

Capítulo II
Preparación del individualismo práctico.

Capítulo III
De las relaciones entre los individuos entre sí.

Capítulo IV
De la sociedad.

Capítulo V
De las relaciones sociales.

Capítulo VI
De los sacrificios de los ídolos.

Capítulo VII
Relaciones de la moral y de la metafísica.





Presentación

El Pequeño manual individualista que aquí presentamos, del filósofo libertario argelino, Han Ryner, pseudónimo de Jacques Ellie Henri Ambroise Ner, nacido el 7 de diciembre de 1861 y fallecido el 6 de febrero de 1938, fue escrito y publicado en París en 1905.

Esta obra es bellísima. La agilidad de estilo y frescura del texto inducen al lector a compenetrarse en el cúmulo de mensajes vitales que Ryner logra transmitir fácilmente. Constituye un auténtico goce ya que cada párrafo se paladea palabra tras palabra, y a la profundidad de su contenido se accede con sorprendente rapidez.

El individualismo pregonado por Ryner se convierte en fresca fragancia ante la pavorosa realidad social actual. Su sencillez, su humildad, su realismo, son abiertas invitaciones a la reflexión, al actuar sincero, al análisis de nuestra propia vida, de nuestra cotidianidad, de nuestra relación con nuestros semejantes. Es, en pocas palabras, un amable empujón para mantener un encuentro con nuestro Dios interno, el único valedero, el único palpable, el único comunicativo.

Nuestro Dios interno, nuestra verdad, nuestra razón, nuestro ser, nuestro fidedigno espejo interior ante quien nos postramos.

Ojalá que quien se acerque a leer esta edición cibernética, la goce tal cual nosotros la gozamos, interiorizando toda la sabiduría que contiene.

Chantal López y Omar Cortés


Volver al Indice




Introducción

He adoptado la forma de preguntas y respuestas, porque es cómoda para la exposición rápida. Aquí no se expresa ninguna pretensión dogmática. No se trata de un maestro que interroga y de un discípulo que contesta. Hay un individualista que se pregunta a sí mismo.

Quiero advertir desde la primera línea que se trata de un diálogo interior. Mientras que el catecismo pregunta: ¿Eres cristiano, yo digo: ¿Soy yo individualista? Pero este procedimiento no se podría continuar sin inconvenientes. Una vez señalada mi intención, recuerdo que el soloquio emplea frecuentemente la segunda persona.

Se encontrarán mezcladas en este librito verdades evidentes, pero cuya certidumbre no se puede descubrir sino en uno mismo, y opiniones que son probables. Hay problemas que admiten varias soluciones. Otros (aparte de la solución heróica, que solamente se puede aconsejar cuando todo lo demás es crimen) no tienen solución completamente satisfactoria y los poco más o menos que yo propongo no son superiores a otros poco más o menos. No insisto. El lector que no supiese emprender la marcha y que, aprobando las verdades, no encontrase probabilidades analogas a mis probabilidades y con frecuencia más armoniosas consigo mismo, sería indigno de llamarse individualista.

Por falta de desarrollo o por otras razones, dejaré frecuentemente insatisfecho aún al espíritu más fraternal. No puedo menos de recomendar a los hombres de buena voluntad la asidua lectura del Manual de Epicteto. En él, mejor que en cualquier otro trabajo, se encuentran las respuestas a nuestras inquietudes y a nuestras dudas, y el que es verdaderamente valeroso encontrará en esas páginas inspiración de valor.

A Epicteto, y a otros igualmente, debo algunas fórmulas, sin creer por eso necesario indicar siempre mis deudas. En un trabajo de esta naturaleza son las cosas en sí las que tienen importancia y no su origen. Muchos frutos se comen sin preguntar al jardinero el nombre del río o del arroyo que fecunda su jardín.

Yo llamo individualista al que con mayor frecuencia se aparta del rebaño. Poco importa, cuando se trata solamente de este nombre general y vago, que el desvío sea a la derecha o a la izquierda. Saludo como individualista a cualquiera que en una época religiosa se muestra impío, en un ambiente ortodoxo se manifiesta herético, en un periodo de civismo sabe reir de la ciudad o maldecir los crímenes de la patria.

Han Ryner


Volver al índice




CAPÍTULO I

Del individualismo y de algunos individualistas

¿Soy individualista?

Lo soy

¿Qué entiendo por individualismo?

Entiendo por individualismo la doctrina moral que, no apoyándose en dogma alguno, en ninguna tradición, en ninguna voluntad exterior, no se dirige más que a la conciencia individual.

La palabra individualismo ¿no ha designado nunca más que esta doctrina?

Se ha dado a menudo el nombre de individualismo a apariencias de doctrinas destinadas a cubrir con una máscara filosófica el egoismo conquistador y agresivo.

Citad a un egoista cobarde a quien se llama algunas veces individualista.

Montaigne.

¿Conocéis egoistas conquistadores y agresivos que se proclaman individualistas?

Todos los que extienden a las relaciones de los hombres entre sí la ley brutal del combate por la vida.

Citad algunos

Stendhal, Nietzsche.

Nombrad algunos verdaderos individualistas.

Sócrates, Epicuro, Jesús, Epicteto.

¿Por qué amáis a Sócrates?

Él no enseñaba una verdad exterior a los que le escuchaban, sino que les inducía a encontrar la verdad en sí mismos.

¿Cómo murió Sócrates?

Murió condenado por las leyes y por los jueces, asesinado por la ciudad, mártir del individualismo.

¿De qué se le acusaba?

De no honrar a lo dioses que la ciudad honraba y de corromper a la juventud.

¿Qué significaba este segundo cargo?

Significaba que Sócrates profesaba opiniones desagradables al poder.

¿Por qué amáis a Epicuro?

Bajo su elegancia despreocupada, fue un héroe.

Citad una palabra ingeniosa de Séneca sobre Epicuro.

Séneca llama a Epicuro, un héroe disfrazado de mujer.

¿Qué bien hizo Epicuro?

Libró a sus discípulos del temor de los dioses o de Dios, que es el comienzo de la locura.

¿Cuál fue la gran virtud de Epicuro?

La templanza. Distinguía entre las necesidades naturales y las imaginarias. Mostraba que es preciso muy poco para satisfacer el hambre y la sed, para defenderse del calor y del frío. Y se libertaba de todas las demás necesidades, es decir, de casi todos los deseos y de casi todos los temores que esclavizan a los hombres.

¿Cómo murió Epicuro?

Murió de una larga y penosa enfermedad, vaagloriándose de una dicha perfecta.

¿Conócese generalmente al verdadero Epicuro?

No. Algunos discípulos infieles han cubierto sus vicios con su doctrina, como se oculta una úlcera bajo un manto robado.

¿Epicuro es culpable de lo que falsos discípulos le han hecho decir?

Jamás se puede ser culpable de la necedad o de la perfidia de otro.

¿La deformación de la doctrina de Epicuro es un fenómeno excepcional?

Toda palabra de verdad, si es escuchada por muchos hombres, se ve transformada en mentira por los superficiales, por los hábiles y por los charlatanes.

¿Por qué amáis a Jesús?

Vivió libre y errante, extraño a todo lazo social. Fue el enemigo de los sacerdotes, de los cultos exteriores y, en general, de todas las organizaciones.

¿Cómo murió?

Perseguido por el sacerdocio, abandonado de la autoridad judicial, murió crucificado por los soldados. Es, con Sócrates, la más célebre víctima de la religión, el más ilustre mártir del individualismo.

¿Conócese generalmente al verdadero Jesús?

No. Los sacerdotes han crucificado su doctrina como su cuerpo. Han transformado en veneno el néctar vivificante. Sobre las palabras desfiguradas del enemigo de las organizaciones y de los cultos exteriores, han fundado la más organizada y la más pomposamente vacia de las religiones.

¿Es culpable Jesús de lo que los discípulos y los sacerdotes han hecho de su doctrina?

Jamás se es culpable de la necedad o de la perfidia de otro.

¿Por qué amáis a Epicteto?

El estoico Epicteto soportó valerosamente la pobreza y la esclavitud. Fue perfectamente felíz en las más penibles situaciones para los hombres ordinarios.

¿Cómo conocemos la doctrina de Epicteto?

Su discípulo Arriano (Flavio) recogió algunas de sus palabras en un librito titulado Manual de Epicteto.

¿Qué pensáis del Manual de Epicteto?

Su nobleza precisa y sin desfallecimiento, su simplicidad excenta de todo charlatanerismo me lo hacen mucho más precioso que los Evangelios. El Manual de Epicteto es el más bello y emancipador de todos los libros.

¿No hay en la historia otros individualistas célebres?

Hay otros. Pero los citados son los más puros y los más comprensibles.

¿Por qué no nombráis a los cínicos Antístenes y Diógenes?

Porque la doctrina cínica es una preparación a la doctrina estoica.

¿Por qué no nombráis a Zenón de Citio, el fundador del estoicismo?

Su vida fue admirable y, según los testimonios de la antigüedad, no dejó de parecerse a su filosofía. Pero hoy es menos conocido que los ya citados.

¿Por qué no nombráis al estoico Marco Aurelio?

Porque fue emperador.

¿Por qué no nombráis a Descartes?

Descartes fue un individualista intelectual. No fue con precisión un individualista moral. Su verdadera moral parece haber sido estoica. Pero no osó hacerla pública. Hizo conocer solamente una moral provisoria, en la cual se recomienda obedecer a las leyes y a las costumbres de su país, lo que es contrario al individualismo. Parece, además, haber faltado de valor filosófico en otras circunstancias.

¿Por qué no nombráis a Spinoza?

La vida de Spinoza fue admirable. Vivía sobriamente con algunos cereales y leche. Rehusó las carnes que le ofrecían y ganó siempre su alimento con su trabajo manual. Su doctrina moral es un misticismo estoico. Pero, demasiado exclusivamente intelectual, profeso una extraña política absolutista no reservó contra el poder más que la libertad de pensar. Su nombre hace idear una gan potencia metafísica, más que una gran belleza moral.


Volver al Indice




CAPÍTULO II

Preparación al individualismo práctico

¿Basta con proclamarse individualista?

No. Una religión puede contentarse con la adhesión verbal y con algunos ademanes de adoración. Una filosofía práctica, que en modo alguno es practicada, no tiene valor.

¿Por qué las religiones pueden ser más indulgentes que las doctrinas morales?

Los dioses de las religioes son monarcas poderosos. Salvan a los fieles por gracias y por milagros. Conceden la salvación a cambio de la ley, de ciertas palabras rituales y de algunas actitudes convenidas. Hasta pueden registrar los modales que hago y las palabras que puedo hacer pronunciar a gentes mercenarias.

¿Qué debo hacer para merecer realmente el nombre de individualista?

Debo poner todos mis actos de acuerdo con mi pensamiento.

¿No es penoso conseguir este acuerdo?

Es menos penoso de lo que parece.

¿Por qué?

El individualista que empieza a serlo está retenido por los falsos bienes y las malas costumbres. No se libera sin algún dolor. Pero el desacuerdo entre sus actos y su pensamiento le es más doloroso que todos los renunciamientos. Sufre por ello como el músico sufre por una falta de armonía. El músico no quisiera nunca pasar su vida en medio de ruidos discordantes. Lo mismo mi inarmonia es para mí el mayor de los dolores.

¿Cómo se llama el esfuerzo para poner la propia vida de acuerdo con el propio pensamiento?

Se llama virtud.

¿Obtiene recompensa la virtud?

La virtud es la recompensa de sí misma.

¿Qué significan estas palabras?

Que si pienso en una recompensa no soy virtuoso. La virtud tiene por primer carácter el desinterés. Que la virtud desinteresada crea la felicidad.

¿Qué es la felicidad?

La felicidad es un estado espiritual que se siente perfectamente libre de todas la servidumbres extrañas y en perfecto acuerdo consigo mismo.

¿No hay pues, felicidad, más que cuando no se necesita hacer esfuerzos y la dicha sucede a la virtud?

El sabio tiene siempre necesidad de esfuerzo y de virtud. Siempre es atacado por lo exterior. Pero la dicha no existe, en realidad, más que en el alma donde ya no existe la lucha interior.

¿Se es desdichado en la consecución de la sabiduría?

No. Cada victoria, en espera de la felicidad, produce alegría.

¿Qué es alegría?

La alegría es el sentimiento del trance de una perfección menor a otra mayor. Es el sentimiento que se adelanta hacia la dicha.

Distinguid con una comparación la alegría de la dicha.

Un ser pacífico, forzado a combatir, consigue una victoria que lo acerca a la paz: expermenta alegría. Llega, por fin, a una paz que nada podrá turbar: está en la felicidad.

¿Es preciso obtener la dicha y la perfección desde el primer día en que se comprenden?

Es raro que pueda intentarse sin imprudencia la perfección inmediata.

¿Qué peligro corren los impacientes?

El peligro de retroceder y de acobardarse.

Cómo conviene prepararse para la perfección?

Es bueno ir hacia Epicteto pasando por Epicuro.

¿Qué queréis decir?

Hay que colocarse primero desde el punto de vista de Epicuro y distinguir las necesidades naturales de las necesidades imaginarias. Cuando seamos capaces de despreciar prácticamente todo lo que no es necesario a la vida; cuando despreciemos el lujo y la falsa comodidad; cuando saboreemos la voluptuosidad física procedente de los alimentos y bebidas simples; cuando nuestro cuerpo sepa tan bien como nuestra alma de la bondad del pan y del agua, podremos avanzar más.

¿Qué paso quedará por hacer?

El más difícil: sentir que, aun privados de pan y de agua, que en la más dolorosa enfermedad y la más desprovista de recursos, que, hasta muriendo en los suplicios y en medio de las injurias de todos, seríamos felices.

¿Esta alta sabiduría es accesible a todos?

Lo es para todo hombre de buena voluntad que siente una inclinación natural hacia el individualismo.

¿Cuál es el camino intelectual que conduce a esta cima?

Es la doctrina estoica de los verdaderos bienes y de los verdaderos males.

¿Cómo se llama aún esta doctrina?

Se llama la doctrina de las cosas que dependen de nosotros y de las cosas que no dependen de nosotros.

¿Qué cosas dependen de nosotros?

Nuestras opiniones, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones; en una palabra, todas nuestras acciones interiores.

¿Cuáles son las que no dependen de nosotros?

El cuerpo, las riquezas, la reputación, las dignidades, en una palabra, todas las cosas que no pertenecen a nuestras acciones interiores.

¿Cuáles son los caracteres de las cosas que dependen de nosotros?

Son libres por naturaleza; nada puede detenerlas ni obstaculizarlas.

¿Cuáles son los caracteres de las cosas que no dependen de nosotros?

Son débiles, esclavas, sujetas a muchos obstáculos e inconvenientes, y por completo extrañas al hombre.

¿Cuál es el otro nombre de las cosas que no dependen de nosotros?

Las cosas que no dependen de nosotros se llaman también las cosas indiferentes.

¿Por qué?

Porque ninguna de ellas constituye un verdadero bien o un verdadero mal.

¿Qué sucede al que toma las cosas indiferentes por bienes o por males?

Encuentra por doquiera obstáculos; vive afligido, conturbado; se lamenta de las cosas y de los hombres.

¿No expermenta entonces un mal mayor?

Es esclavo del deseo y del temor.

¿Cuál es el estado del que sabe prácticamente que las cosas que no dependen de nosotros son indiferentes?

Es libre. Nadie puede forzarle a hacer lo que no quiere o impedirle hacer lo que quiere. No tiene que quejarse de nada ni de nadie.

La enfermedad, la prisión, la pobreza, por ejemplo, ¿no disminuyen mi libertad?

Las cosas exteriores pueden disminuir la libertad de mi cuerpo y de mis movimientos. No son impedimentos de mi voluntad, si no albergo la locura de querer aquello que no depende de mí.

¿La doctrina de Epicuro no basta en la vida corriente?

La doctrina de Epicuro basta si poseo las cosas necesarias a la vida y a la salud. Ella me hace ante la alegría, igual a los animales, que no se forjan inquietudes ni males imaginarios. Pero, en la enfermedad o en el hambre, ella no basta.

¿Es suficiente en las relaciones sociales?

En las relaciones sociales corrientes puede bastar. Ella me liberta de todos los tiranos, que no tienen poder más que sobre lo que me es superfluo.

¿Hay circunstancias sociales en que ella no es suficiente?

Sí, cuando el tirano puede privarme de pan o cuando puede matarme o herirme.

¿A quién llamáis tirano?

Llamo tirano a cualquiera que, accionando sobre las cosas indiferentes, como mis riquezas o mi cuerpo, pretende influir sobre mi voluntad. Llamo tirano a cualquiera que intenta modificar mi estado de alma por otros medios que no sean la persuasión razonable.

¿No hay individualistas a los que el epicureismo bastaria?

Cualquiera que sea mi presente, ignoro el futuro. Ignoro si el gran ataque, en que el epicureismo no basta ya, no me acecha en alguna encrucijada de la vida. Debo, pues, desde que haya alcanzado la sabiduría epicúrea, trabajar siempre por fortificarme más, hasta alcanzar la invulnerabilidad estoica.

¿Cómo viviré en la calma?

En la calma podré vivir dulce y sobriamente como Epicuro, pero con el espíritu de Epicteto.

¿Es útil para la perfección proponerse un modelo como Sócrates, Jesús o Epicteto?

Este método es malo.

¿Por qué?

Porque debo realizar mi armonía, no la de otro.

¿Cuántas clases de deberes hay?

Hay dos clases de deberes: los deberes universales y los deberes personales.

¿Qué entendéis por deberes universales?

Llamo deberes universales a los que se imponen a todo hombre sabio.

¿A qué llamais deberes personales?

Llamo deberes personales a los que se imponen particularmente a mí.

¿Existen deberes personales?

Existen. Yo soy un ser particular, que se encuentra en situaciones particulares. Tengo cierto grado de fuerza física, de fuerza intelectual, y poseo más o menos riquezas. Tengo un pasado que continuar. Tengo que luchar contra un destino hostil o colaborar con un destino amigo.

Distinguid sencillamente los deberes personales y los universales.

Salvo excepción, los deberes universales son deberes de abstención. Casi todos los deberes de acción son deberes personales. Aun en las raras circunstancias en que la acción se impone a todos, el detalle de la acción llevará el signo particular, será como la firma del artista moral.

¿Puede el deber personal contradecir al deber universal?

No. Es como la flor que no puede crecer sino sobre la planta.

¿Son mis deberes personales los de Sócrates, Jesús o Epicteto?

No se les parecen en nada, si no hago una vida apostólica.

¿Quién me enseñará mis deberes personales y mis deberes universales?

Mi conciencia.

¿Cómo me enseñará ella mis deberes universales?

Diciéndome lo que esperaría de todo hombre sabio.

¿Cómo me enseñará ella mis deberes personales?

Diciéndome lo que debo exigir de mi mismo.

¿Hay deberes difíciles?

No hay deber dificil para el sabio.

Antes de que haya alcanzado la sabiduría, los pensamientos de Sócrates, de Jesús, de Epicteto, ¿no me serán útiles en las dificultades?

Podrán serme útiles. Pero no me representaré nunca a estos grandes individualistas como modelos.

¿Cómo me los representaré?

Como testigos, y desearé que no reprochen mi modo de actuar.

¿Hay faltas graves y faltas leves?

Toda falta reconocida como tal, antes de ser cometida es grave.

Teóricamente, para juzgar mi situación o la de otro en la vía de la sabiduría, ¿no puedo distinguir entre faltas graves y falas leves?

Sí, puedo.

¿Qué entenderé por falta leve?

Entenderé por tal aquella que Epicteto reprocharía y Epicuro no.

¿A cuál llamaría falta grave?

Aquella que reprocharía hasta la misma indulgencia de Epicuro.


Volver al Indice




CAPÍTULO III

De las relaciones entre los individuos entre sí

Decid la fórmula de los deberes hacia otro

Amarás a tu prójimo como a ti mismo y a tu Dios sobre todas las cosas.

¿Quién es mi prójimo?

Los demás hombres.

¿Por qué llamáis a los demás hombres vuestro prójimo?

Porque, dotados de razón y de voluntad, están más próximos de mí que los animales.

¿Qué tienen de común conmigo los animales?

La vida, la sensibilidad, la inteligencia.

Estos caracteres comunes, ¿me crean deberes hacia los animales?

Ellos me crean el deber de no hacer sufrir a los animales, o por lo menos de evitarles sufrimientos inútiles y de no matarlos sin necesidad.

¿Qué derecho me da la ausencia de razón y de voluntad en los animales?

No siendo personas los animales, tengo el derecho de hacerme servir por ellos en la medida de sus fuerzas, y transformarlos en instrumentos.

¿Tengo el mismo derecho sobre ciertos hombres?

Jamás tengo el derecho de considerar a una persona como un medio. Cada persona es un fin. No puedo pedir a las personas más que servicios que me acuerden libremente, por benevolencia o a cambio de otros servicios.

¿No hay razas inferiores?

No las hay. El individuo noble puede florecer en todas las razas.

¿No hay individuos inferiores, incapaces de razón y voluntad?

Excepto el loco, todo el hombre es capaz de razón y de voluntad. Pero muchos no escuchan más que sus pasiones y no tienen más que caprichos. Entre ellos se encuentran lo que tienen la pretensión de mandar.

¿No puedo hacer instrumentos de estos individuos incompletos?

No. Debo considerarlos como niños retardados en su desarrollo, pero en los que el hombre se despertará, acaso, un día.

¿Qué pensaré de las órdenes de los que tienen la pretensión de mandar?

Una orden no puede ser más que un capricho de niño o una fantasía de loco.

¿Cómo debo amar a mi projimo?

Como a mí mismo.

¿Qué significan estas palabras?

Del mismo modo que yo debo amarme.

¿Quién me enseñará cómo debo amarme?

La segunda parte de la fórmula me enseña como debo amarme.

Repetid esta segunda parte

Amarás a tu Dios sobre todas las cosas.

¿Qué es Dios?

La palabra Dios tiene varios sentidos: tiene un sentido diferente en cada religión o metafísica y tiene un sentido moral.

¿Cuál es el sentido moral de la palabra Dios?

Dios es el nombre de la perfección moral.

¿Qué significa en la fórmula de amor, el posesivo tu: tu amarás a tú Dios?

Mi Dios es mi perfección moral.

¿Qué es lo que debo amar sobre todas las cosas?

Mi razón, mi libertad, mi armonía interior, mi dicha; porque ésto son los demás nombres de mi Dios.

¿Exige mi Dios sacrificos?

Mi Dios exige que le sacrifique mis deseos y mis temores; exige que desprecie los falsos bienes y que sea pobre de espíritu.

¿Qué más exige?

Que esté dispuesto a sacrificarle mi sensibilidad y, si es necesario, mi vida.

¿Qué amaré, entonces, en mi prójimo?

Amaré al Dios de mi prójimo, es decir, su razón, su armonía interior, su dicha.

¿No tengo deberes hacia la sensibilidad de mi prójimo?

Tengo hacia la sensibilidad de mi prójimo los mismos deberes que hacia la sensibilidad de los animales o hacia la mía.

Explicáos.

No crearé ni en los demás ni en mi sufrimiento inútil.

¿Puedo crear sufrimiento útil?

No puedo crear activamente sufrimiento útil. Pero ciertas abstenciones necesarias tendrán, como consecuencia, sufrimiento en mí o en otro. No debo sacrificar mi Dios ni a la sensibilidad de otro ni a mi sensibilidad.

¿Cuáles son mis deberes hacia la vida otro?

No debo ni matar ni herir a mi prójimo.

¿No hay casos en que se tiene derecho a matar?

En el caso de legítima defensa, parece que la necesidad crea el derecho de matar. Pero, casi siempre, si soy bastante valeroso, conservaré la sangre fría que permite salvarse sin matar.

¿No es mejor sufrir el ataque sin defenderse?

La abstención es, en efecto, aquí, el signo de una virtud superior, la verdadera solución heróica.

¿No hay, ante el sufrimiento de otro, abstenciones injustificadas que equivalen exactamente a malas acciones?

Sí. Si dejo morir al que puedo salvar sin crimen, soy un verdadero asesino.

Citad a este propósito, una palabra de Bossuet.

Este rico inhumano ha despojado al pobre, porque no lo ha vestido; lo ha estrangulado cruelmente, porque no lo ha alimentado.

¿Qué pensáis de la sinceridad?

La sinceridad es mi primer deber hacia los demás, y hacia mi mismo, el testimonio que mi Dios exige como un sacrificio continuo, como una llama que no debo dejar apagar nunca.

¿Cuál es la sinceridad más necesaria?

La proclamación de mis servidumbres morales.

¿Qué sinceridad colocáis en segundo lugar?

La sinceridad en la expresión de mis sentimientos.

La exactitud en la exposición de los sentimientos interiores, ¿tiene importancia?

Es mucho menos importante que las dos grandes sinceridades: filosófica y sentimental. Sin embargo, el sabio la observa.

¿Cuántas mentiras hay?

Hay tres clases de mentiras: la mentira perversa, la mentira utilitaria y la mentira trivial.

¿Qué es la mentira perversa?

La que tiene por objeto perjudicar a otro.

¿Qué pensáis de la mentira perversa?

Que es un crimen y una cobardía.

¿Qué es la mentira utilitaria?

La que tiene por objeto mi provecho o el provecho de otro.

¿Qué pensáis de la mentira utilitaria?

Cuando ella no contiene elemento alguno perjudicial, el sabio no la reprocha en los demás, pero la evita en sí mismo.

¿No hay casos en que la mentira se impone, si ella puede, por ejemplo, salvar la vida a alguien?

En este caso el sabio podrá mentir solamente con referencia a los hechos. Pero casi siempre, en lugar de mentir, rehusará responder.

¿Es permitida la mentira trivial?

El sabio se la prohibe a sí mismo.

¿Por qué?

La mentira trivial sacrifica a un juego la autoridad de la palabra que, conservada, puede a veces ser útil a alguien.

¿Se prohibe al sabio la ficción?

El sabio no se prohibe ninguna ficción declarada y suele expresar parábolas, fábulas, símbolos o mitos.

¿Cómo deben ser las relaciones entre hombre y mujer?

Como todas las relaciones entre personas, absolutamente libres por ambas partes.

¿Hay que observar otras reglas en estas relaciones?

Deben expresar una mutua sinceridad.

¿Qué pensáis del amor?

El amor mutuo es la más bella entre las cosas indiferentes, la más cercana a ser una virtud. Ennoblece al beso.

¿El beso sin amor es una falta?

Si el beso sin amor es el encuentro de dos deseos y de dos placeres, no constituye una falta.


Volver al Indice




CAPÍTULO IV

De la sociedad

¿Tengo sólo relaciones con individuos aislados?

Tengo relaciones, no sólo con individuos aislados, sino también con diversos grupos sociales y, de un modo general, con la sociedad.

¿Qué es la sociedad?

Es la relación de individuos para una obra común.

¿Puede ser buena una obra común?

Sí, bajo ciertas condiciones.

¿Cuáles son éstas?

La obra común será buena sí, por mutuo amor o por amor a la obra, los obreros trabajan todos libremente y si sus esfuerzos se agrupan y se sostienen en una coordinación armoniosa.

De hecho, ¿la obra social tiene este carácter de libertad?

De hecho la obra social no tiene carácter alguno de libertad. Los obreros están subordinados en ella unos a otros. Sus esfuerzos no son las actitudes espontáneas y armoniosas del amor, sino los ademanes violentos de la coacción.

¿Qué conclusión sacáis de este carácter de la obra social?

Que la obra social es mala.

¿Cómo considera el sabio a la sociedad?

La considera como un límite. Se siente social como se siente mortal.

¿Cuál es la actitud del sabio frente a los límites?

El sabio mira los límites como necesidades materiales y los sufre físicamente con indiferencia.

¿Qué son los límites para el que se orienta hacia la sabiduría?

Para el que se encamina hacia la sabiduría, los límites constituyen los peligros.

¿Por qué?

El que no distingue aún prácticamente, con gran seguridad, las cosas que dependen de él y las cosas indiferentes, arriesga interpretar las coacciones materiales como coacciones morales.

¿Qué debe hacer el individualista imperfecto ante la coacción social?

Debe defender contra ella su razón y su voluntad. Rechazará los prejuicios que impone a los demás, se abstendrá de amarla u odiarla; se libertará progresivamente de todo temor y de todo deseo por ella, y se dirigirá hacia la perfecta indiferencia, que es la sabiduría enfrente de las cosas que no dependen de él.

¿Espera el sabio una sociedad mejor?

El sabio se abstiene de toda esperanza.

¿Cree el sabio en el progreso?

El comprende que los sabios son raros en toda epoca y que no hay progreso moral.

¿Se alegra el sabio de los progresos materiales?

El sabio comprueba que los progresos materiales tienen por objeto acrecentar las necesidades artificiales de unos y el trabajo de otros. El progreso material se le aparece como un peso creciente que hunde más y más a la humanidad en la abyección y el dolor.

¿La invención de las máquinas perfeccionadas no disminuirá el trabajo humano?

La invención de las máquinas ha agravado siempre el trabajo haciéndolo más penoso y menos armonioso. Ha reemplazado la libre iniciativa y la inteligencia por una precisión servil y temerosa. Ha hecho del obrero, antes dueño sonriente de las herramientas, un esclavo trémulo de la máquina.

¿Cómo la máquina que multiplica los productos no disminuye la cantidad de trabajo humano?

El hombre es ávido, y la locura de las necesidades imaginarias aumenta a medida que se satisface. Cuanto más cosas superfluas posee el insensato, más desea tener.

¿Ejerce el sabio una acción social?

El sabio se percata de que, para ejercer una acción social, es preciso accionar sobre las multitudes y esto no es posible por la razón, sino por las pasiones. No se cree con derecho para soliviantar las pasiones humanas. La acción social le parece una tiranía y se abstiene de participar en ella.

¿No es egoísta el sabio al olvidar la dicha del pueblo?

El sabio conoce que estas palabras: la dicha del pueblo no tienen sentido alguno. La dicha es interior, es individual. No se puede producir más que en sí mismo.

¿No tiene, pues, el sabio piedad de los oprimidos?

El sabe que el oprimido que se queja aspira a ser opresor. Le consuela según sus medios, pero no cree en la salvación por la acción común.

¿No cree el sabio en las reformas?

El comprueba que las reformas cambian el nombre de las cosas, pero no las cosas mismas. El esclavo se hizo siervo, después asalariado. Jamás las reformas han ido más lejos del lenguaje. El sabio continúa indiferente a estas cuestiones de filologia.

¿El sabio es revolucionario?

La experiencia prueba al sabio que las revoluciones nunca tienen resultados durables. La razón le dice que la mentira no se refuta con la mentira y que la violencia no se destruye por la violencia.

¿Qué piensa el sabio de la anarquía?

El sabio considera la anarquía como una ingenuidad.

¿Por qué?

El anarquista cree que el gobierno es el límite de la libertad. Espera que destruyendo el gobierno, se ensanchará la libertad.

¿No tiene razón?

No. El verdadero límite no es el gobierno sino la sociedad. El gobierno es un producto social como otro. No se destruye un árbol cortando una de sus ramas.

¿Por qué no trabaja el sabio para destruir a la sociedad?

La sociedad es inevitable como la muerte. En el plano material, nuestra potencia es débil contra tales límites. Pero el sabio destruye en sí mismo el respeto y el temor a la sociedad, como hace con el temor a la muerte. Es indiferente a la forma política y social del medio en que vive como es indiferente a la clase de muerte que le espera.

¿No accionará, pues, jamás, el sabio sobre la sociedad?

El sabe que no se destruye ni la injusticia social ni el agua del mar. Pero se esfuerza por salvar a un oprimido de una injusticia particular, como se lanza al agua para salvar a quien se ahoga.


Volver al Indice




CAPÍTULO V

De las relaciones sociales

¿El trabajo es una ley social o una ley natural?

El trabajo es una ley natural agravada por la sociedad.

¿Cómo la sociedad agrava la ley natural del trabajo?

De tres modos:

1.- Exime arbitrariamente a un cierto número de hombres de todo trabajo y echa la parte de carga sobre los demás hombres;

2.- Emplea muchos hombres en trabajos inútiles, en funciones sociales;

3.- Multiplica en todos, y particularmente, en los ricos, las necesidades imaginarias e impone al pobre el odioso trabajo necesario a la satisfacción de estas necesidades.

¿Por qué encontráis natural la ley del trabajo?

Porque mi cuerpo tiene necesidades naturales que sólo los productos del trabajo satisfarán.

¿No consideráis, entonces, como trabajo más que el trabajo manual?

Sin duda.

¿No tiene también necesidades naturales el espíritu?

La sola necesidad natural de nuestras facultades intelectuales es el ejercicio. El espíritu permanece siempre como un niño felíz que tiene necesidad de movimiento y de juego.

¿No son necesarios obreros especiales para dar al espíritu ocasiones de jugar?

El espectáculo de la naturaleza, la observación de las pasiones humanas y el placer de las conversaciones bastarían a las necesidades naturales del espíritu.

¿Condenáis, pues, el arte, la ciencia y la filosofía?

No condeno estos placeres. Semejantes al amor, son nobles mientras desinteresados. En el arte, en la ciencia, en la filosofía, en el amor, la voluptuosidad que experimento al darme, no debe ser pagada por el que goza la voluptuosidad de recibir.

Pero, ¿hay artistas que crean con pena y sabios que buscan con fatiga?

Si la pena es mayor que el placer, no veo por qué estas pobres gentes no se abstienen de crear.

¿Exigiríais, pues, del artista y del sabio un trabajo manual?

Del sabio o del artista, como del amante o de la amante la naturaleza exige un trabajo manual; puesto que les impone, como a los demás seres, necesidades materiales.

El enfermo tiene también necesidades materiales y no tendríais la crueldad de imponerle un trabajo del que es incapaz.

Sin duda, pero no considero como enfermedades la belleza del cuerpo o el poder del pensamiento.

¿El individualista trabajará entonces manualmente?

Sí, tanto como pueda.

¿Por qué decís tanto como pueda?

Porque la sociedad a hecho difícil la obediencia a la ley natural. No hay trabajo manual remunerador para todo el mundo. De ordinario se despierta al individualismo demasiado tarde para hacer el aprendizaje de un oficio natural. La sociedad ha robado a todos, para ponerlo a merced de algunos, el gran instrumento de trabajo natural, la tierra.

¿El individualista puede, entonces, en el estado actual de la sociedad, vivir de un trabajo que no considera como un verdadero trabajo?

Puede.

¿El individualista puede ser funcionario?

Sí. Pero no puede consentir a toda clase de funciones.

¿Cuáles son las funciones de las que se abstendrá el individualista?

El individualista se abstendrá de toda función de orden administrativo, judicial o militar. No será prefecto de policía, oficial, juez o verdugo.

¿Por qué?

El individualista no puede contarse entre los tiranos sociales.

¿Qué funciones podrá aceptar?

Las que no perjudican a los demás.

Fuera de las funciones retribuídas por el gobierno ¿no hay carreras nocivas de las que debe abstenerse el individualista?

Las hay.

Citad algunas

El robo, la banca, la explotación de la prostitución y la del trabajo.

¿Cuáles serán las relaciones del individualista con sus inferiores sociales?

Respetará su personalidad y su libertad. Jamás olvidará que el deber profesional es una ficción y el deber humano la sola realidad moral. No olvidará jamás que las jerarquías son locuras y accionará naturalmente, no socialmente, con hombres a quienes la mentira social hace sus inferiores pero que la naturaleza ha hecho sus iguales.

¿El individualista tendrá muchas relaciones exteriores con sus inferiores sociales?

Evitará las abstenciones que pudieran molestarlos. Pero los tratará poco, por temor a encontrarlos sociales y no naturales; quiero decir, por temor de encontrarlos serviles, molestos u hostiles.

¿Cuáles serán las relaciones del individualista con sus colegas o compañeros?

Será diferente y servicial con ellos. Pero tratará, lo más posible, sin herir su susceptibilidad, de evitar su conversación.

¿Por qué?

Para defenderse de dos venenos sutiles: el espíritu corporativo y la deformación profesional.

¿Cómo se conducirá el individualista con sus superiores sociales?

El individualista no olvidará nunca que las palabras de sus superiores sociales tratan casi siempre de cosas indiferentes. Escuchará con indiferencia y responderá lo menos posible. No hará objeciones. No indicará los métodos que le pareciesen mejores. Evitará toda discusión inútil.

¿Por qué?

Porque el superior social es ordinariamente un niño vanidoso e irritable.

Si el superior social ordena, no una cosa indiferente, sino una injusticia o una crueldad, ¿qué hará el individualista?

Rehusará la obediencia.

¿La desobediencia no le hará correr peligros?

No. Hacerse el instrumento de la injusticia y del mal es la muerte de la razón y de la libertad. Pero la desobediencia a la orden injusta no pone en peligro más que el cuerpo y los recursos materiales, que están entre el número de las cosas indiferentes.

¿Cuál será el pensamiento del individualista ante la orden injusta?

El individualista dirá mentalmente al jefe injusto: Tu eres uno de las encarnaciones modernas del tirano. Pero el tirano nada puede contra el sabio.

¿Explicará el individualista su desobediencia?

Sí, si cree capaz al jefe social de comprender y rectificar su error.

Casi siempre el jefe social es incapaz de comprender. ¿Qué hará entonces el individualista?

Ante una orden injusta, la desobediencia es el solo deber universal. La forma de rehusar depende de mi personalidad.

¿Cómo considera a la multitud el individualista?

Como una de las más brutales entre las fuerzas naturales.

¿Cómo acciona entre una multitud que no hace daño alguno?

Se esfuerza por no sentir de conformidad con ella y por no dejar, ni un instante, ahogar su personalidad.

¿Por qué?

Para permanecer hombre libre. Porque, acaso, de un momento a otro, un choque imprevisto hará brotar la crueldad de la masa, y al que haya empezado a sentir con ella, al que forme parte integrante de la misma, le costará trabajo desprenderse cuando llegue el instante del impulso moral.

¿Qué hara el sabio, si la masa en que se encuentra tratara de hacer una injusticia o una crueldad?

El sabio se opondrá por todos los medios nobles o indiferentes a la injusticia o a la crueldad.

¿Cuáles son los medios que el sabio no empleará nunca en esas circunstancias?

El sabio no se rebajará a la mentira, a la súplica o a la adulación.

Adular a la masa es un poderoso medio oratorio. ¿Se abstendrá de él en absoluto el sabio?

E sabio podrá dirigir a la masa, como a un niño, estos elogios, que son la envoltura irónicamente amable de los consejos. Pero sabrá que el límite es incierto y la aventura peligrosa. No se aventurará en ella más que cuando posea la seguridad, no sólo de la firmeza del alma, sino de la agilidad precisa de su palabra.

¿Citará el sabio ante los tribunales?

El no lo hará.

¿Por qué?

Citar ante los tribunales es, por intereses materiales e indiferentes, hacer sacrificios al ídolo social y reconocer la tiranía. Hay, además, cobardía, en llamar para propio socorro, al poder de todos.

¿Qué hará el sabio si es acusado?

Podrá, según su carácter, decir la verdad u oponer a la tiranía social el desprecio y el silencio.

Si el individualista se reconoce culpable, ¿qué dirá?

Dirá su falta real y natural, la distinguirá claramente de la falta aparente y social por la que es perseguido. Añadirá que su conciencia le inflige por su verdadera falta el verdadero castigo. Pero la sociedad, que no acciona más que sobre las cosas indiferentes, le infligirá, por su falta aparente, un castigo aparente.

Si el sabio acusado es inocente ante su conciencia y es culpable ante las leyes, ¿qué dirá?

Explicará cómo su crímen legal es una inocencia natural. Dirá su desprecio por la ley, esta injusticia organizada y esta impotencia que nada puede sobre nosotros, sino solamente sobre nuestro cuerpo y nuestras riquezas, cosas indiferentes.

Si el sabio acusado es inocente ante su conciencia y ante la ley, ¿qué dirá?

Podrá decir solamente su inocencia real. Si se decide a explicar sus dos inocencias, declarará que la primera sólo le importa.

¿Será testigo el sabio ante los tribunales civiles?

El sabio no rechazará su testimonio al débil oprimido.

¿Será testigo el sabio en lo correccional y ante los jueces?

Sí, si conoce una verdad útil al acusado.

Si el sabio conoce una verdad perjudicial al acusado, ¿qué hará?

Se callará.

¿Por qué?

Porque una condenación es siempre una injusticia y el sabio no se hace cómplice de una injusticia.

¿Por qué decís que una condenación es siempre una injusticia?

Porque ningún hombre tiene el derecho de infligir la muerte a otro o de encerrarlo en prisión.

¿No tiene la sociedad otros derechos que el individuo?

La sociedad, reunión de individuos, no puede tener un derecho que no se encuentra en ningún individuo. La adición de ceros, por numerosos que sean, dan siempre cero al total.

¿No está la sociedad en legítima defensa contra ciertos malhechores?

El derecho de legítima defensa no dura más tiempo que el ataque mismo.

¿Será el sabio jurado?

El sabio, llamado a formar parte de un jurado podrá rehusar o consentir.

¿Qué hará el sabio que haya aceptado a ser jurado?

Reesponderá siempre no a la primera pregunta: ¿Es culpable el acusado?

¿No será a veces mentira esta respuesta?

Nunca será mentira.

¿Por qué?

La pregunta del presidente debe traducirse así: ¿Queréis que condenemos a una pena al acusado? Yo me veo obligado a contestar no, porque no tengo el derecho de infligir pena alguna.

¿Qué pensáis del duelo?

Todo recurso de la violencia es un mal menor que el recurso de la justicia.

¿Por qué?

No es una cobardía, no pide socorro y no emplea contra uno solo la fuerza de todos.


Volver al Indice




CAPÍTULO VI

De los sacrificios a los ídolos

¿Puedo hacer sacrificios a los ídolos de mi tiempo y de mi país?

Puedo dejar que los ídolos me tomen las cosas indiferentes. Pero debo defender lo que de mi depende y pertenece a mi Dios.

¿Cómo distnguiré a mi Dios de los ídolos?

Mi Dios es proclamado por mi conciencia desde que ella constituye mi voz y no un eco. Pero los ídolos son la obra de la sociedad.

¿En que otro carácter se reconoce a los ídolos?

Mi Dios no desea sino el sacrificio de las cosas indiferentes. Los ídolos exigen el sacrificio de mi mismo.

Explicáos.

Los ídolos proclaman como virtudes las bajezas más serviles, disciplina y obediencia pasiva. Exigen el sacrificio de mi razón y de mi voluntad.

¿Cometen los ídolos otras injusticias?

No contentos de querer destruir lo que les es superior y que jamás tengo el derecho de abandonar, quieren que les sacrifique lo que en modo alguno me pertenece: la vida de mi prójimo.

¿Conocéis otros caracteres de los ídolos?

El verdadero Dios es eterno e inmenso. Siempre y en todas partes debo obedecer a mi razón. Pero los ídolos varían con el tiempo y los países.

Mostrad cómo los ídolos varian con el tiempo.

Antaño se me pedía que anulase mi razón y matase a mi prójimo por la gloria de no sé que Dios extraño y exterior a mí, o por la gloria del rey. Hoy se me piden los mismos sacrificios abominables por el honor de la patria. Mañana se exigirán acaso por el honor de la raza, del color o de una parte del mundo.

¿Varía solamente el ídolo cuando su nombre cambia?

El ídolo evita tanto como puede el cambio de nombre. Pero él varía con frecuencia.

¿Cuáles son los principales ídolos actuales?

En algunos países, la monarquía. En otros no se sabe qué fraude llamado voluntad del pueblo. Por todas partes, el orden, el partido político, la religión, la patria, la raza, el color. No hay que olvidar la opinión pública con sus mil nombres, desde el más enfático, el honor, hasta el más trivialmente bajo, el qué dirán.

¿Es un ídolo peligroso el color?

El color blanco sobre todo. Suele unir en un mismo culto a franceses, alemanes, rusos e italianos para obtener de todos estos nobles sacerdotes el sacrificio sangriento de un gran número de chinos.

¿Conocéis otros crímenes del color blanco?

Ese color hace de toda África un infierno. Es el que ha destruído los indios de América y el que hace lynchar a los negros.

¿Los adoradores del color blanco no ofrecen más que sangre a su ídolo?

Le prodigan también alabanzas.

Citadlas.

Sería demasiada larga la letanía. Pero cuando el color blanco exige un crimen, la liturgia llama a ese crimen una necesidad de la civilización y del progreso.

¿Es un ídolo peligroso la raza?

Sí, sobre todo cuando se alía a la religión.

Citad algunos crímenes de estos aliados.

Las guerras médicas, las conquistas de los sarracenos, las cruzadas, el degüello de los armenios, el antisemitismo.

¿Cuál es hoy en día el ídolo más exigente y el más universalmente respetado?

La patria.

Decid las exigencias particulares de la patria.

El servicio militar y la guerra.

¿Puede el individualista ser soldado en tiempo de paz?

Sí, mientras no le ordenen matar.

¿Que hace el sabio en tiempo de guerra?

El sabio jamás olvida la orden del verdadero Dios, Dios de la razón: No matarás. Y prefiere obedecer a Dios que a los hombres.

¿Qué actos le dictará su conciencia?

La conciencia universal ordena raramente actos determinados. Determina casi siempre defensas. Prohibe matar o herir al prójimo y sobre este punto no dice nada más. Los métodos son indiferentes o constituyen deberes personales.

¿Puede el sabio continuar siendo soldado en tiempo de guerra?

Puede, mientras esté bien seguro de no dejarse arrastrar a matar o a herir.

¿La desobediencia formal y evidente a las órdenes sanguinarias puede llegar a constituir un deber estricto?

Sí, si el sabio, por su pasado, o por otras razones, se encuentra en una de esas situaciones que le ponen en evidencia. Sí, si su actiud predispone al escándalo o a la edificación, conduciendo a otros hombres hacia el bien o hacia el mal.

¿Tirará el sabio sobre el oficial que dé una orden sanguinaria?

El sabio no mata a nadie. Sabe que el tiranicidio es un crimen como toda muerte voluntaria.


Volver al Indice




CAPÍTULO VII

Relaciones de la moral y de la metafísica

¿De cuántas maneras se conciben las relaciones de la moral y de la metafísica?

De tres maneras:

1.- La moral es una consecuencia de la metafísica, una metafísica en acción;

2.- La metafísica es una necesidad y un postulado de la moral;

3.- La moral y la metafísica son independientes entre sí.

¿Qué pensáis de la doctrina que hace depender la moral de la metafísica?

Esta doctrina es peligrosa. Ella apoya lo necesario sobre lo superfluo, la práctica sobre el ensueño. Transforma la vida moral en un sonambulismo, todo tembloroso de temores y esperanzas.

¿Qué pensáis de la doctrina que funda la metafísica sobre la verdad moral?

Parece en principio dar todo a la moral. En realidad, si se presenta como otra cosa que un método de ensueño, si tiene la pretensión de conducir a la certidumbre, es mentira e inmoralidad intelectual, puesto que afirma como realidades lo que no puede ser sino deseos y esperanzas.

¿Qué pensáis de la concepción que hace a la moral y a la metafísica independientes entre sí?

Es la única sostenible en el aspecto moral y es en ella que es preciso apoyarse en la práctica.

¿Teóricamente, las dos primeras concepciones no llevan en sí una parte de verdad?

Falsas moralmente, expresan una opinión metafísica probable. Significan que todas las realidades se relacionan y que hay entre el hombre y el universo estrechas relaciones.

¿Tiene el individualista una metafísica?

El individualismo parece poder coexistir con las más diferentes metafísicas. Parece que Sócrates y los cínicos tuvieron algún desprecio por la metafísica. Los epicureos son materialistas. Los estoicos son panteistas.

¿Qué pensáis de las doctrinas metafísicas en general?

Las considero como poemas y las amo por su belleza.

¿Qué es lo que constituye la belleza de los poemas metafísicos?

Una metáfora es bella bajo dos condiciones:

1.- Debe ser considerada como una explicación posible e hipotética, no como un sistema de certidumbres, y no debe negar los poemas vecinos;

2.- Debe explicarlo todo por una armoniosa reducción a la unidad.

¿Qué debemos hacer en presencia de las metafísicas que afirman?

Debemos despojarlas generosamente de las fealdades y pesadeces de la afirmación, para considerarlas como poemas y sistemas de ensueño.

¿Qué pensáis de las metafísicas dualistas?

Son explicaciones provisionales, semimetafísicas. No hay metafísica verdadera; pero las únicas verdaderas metafísicas son las que se reducen a un monismo.

¿Es el individualismo la moral absoluta?

El individualismo no es la moral. Es solamente el más fuerte método moral que conocemos, la más inaccesible fortaleza de la virtud y de la dicha.

¿Conviene el individualismo a todos?

Hay hombres a quienes la asperesa aparente del individualismo rechaza invenciblemente. Estos deben elegir otro método moral.

¿Cómo sabré yo si el individualismo no conviene a mi naturaleza?

Si después de un ensayo leal del individualismo, me siento desdichado, si comprendo que no me hallo en el verdadero refugio; si estoy turbado por piedades sobre mi mismo y sobre los demás, debo alejarme del individualismo.

¿Por qué?

Porque este método, demasiado fuerte para mi debilidad, me conduciría al egoísmo y al desaliento.

¿Por qué método me crearé una vida moral, si soy demasiado débil para el método individualista?

Por el altruismo, por el amor, por la piedad.

¿Este método moral me conducirá a adoptar ademanes diferentes de los del individualismo?

Los seres verdaderamente morales adoptan todos los mismos ademanes y, sobre todo, se abstienen todos de los mismos actos. Todo ser moral respeta la vida de los demás hombres; ningún ser moral se preocupa por ganar riquezas inútiles y obtener cosas indiferentes.

¿Qué dirá el altruista que ensaya inútilmente el método individualista?

El se dirá: Tengo que hacer el mismo camino. Solamente he dejado la armadura demasiado pesada para mí y que me proporcionaba de la suerte y de los hombres golpes demasiado violentos. Y he tomado el bastón del peregrino. Pero recordaré siempre que tengo este bastón para apoyarme, no para golpear a alguien.


Volver al Indice