Robert Owen


El libro del nuevo mundo moral

(Extractos)


Primera edición cibernética, abril del 2004

Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés



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INDICE


Presentación, por Chantal López y Omar Cortés.

Introducción, por Robert Owen.

I. Condiciones necesarias para la felicidad humana.

II. Código racional de leyes.

III. El núcleo social.

IV. Nueva clasificación social de acuerdo a la edad, a la experiencia y a las leyes eternas de la humanidad.








Presentación

Robert Owen, el celebérrimo teórico del utopismo cooperativista inglés, nació el 14 de mayo de 1771 en el pueblo galés de Newtown.

Desde muy pequeño mostraría una gran inclinación por la lectura, y a los diez años de edad decidió abandonar su natal Newtown para marchar a Londres a reunirse con su hermano William, quien le consiguió empleo como dependiente de un comercio en Stamford.

Su adolescencia se desarrollaría en constantes desplazamientos entre las ciudades de Stamford, Londres y Manchester, ciudad esta última en la que entraría en contacto directo con el mundo de la producción de hilados, y, por ende, en testigo de los efectos de la revolución industrial y de su corolario: el maquinismo.

La suerte y la fortuna se abrirían para él cuando logra ser nombrado director de la fábrica más grande y famosa de Inglaterra: la fábrica de Drinkwater que contaba con una nómina de quinientos obreros.

Rápidamente destaca en su trabajo de dirección entrando en contacto con el mundo empresarial manchesteriano y, paralelamente, también con el mundo intelectual de esa ciudad.

Contrae matrimonio con la hija de un acaudalado empresario y, al encargarse de la administración de la fábrica New-Lanark, propiedad de su suegro, es cuando implementa una política de salarios altos y notorias mejoras laborales con el fin de aumentar la excelencia en la productividad de los trabajadores. Sus innovaciones rinden los frutos esperados, pero paralelamente generan la sospecha creando las consabidas envidias del mundo empresarial, en donde se le ataca por esa tendencia a mantener la política de salarios altos y mejoras salariales de manera indefinida.

En 1813, Robert Owen publicaria su primer libro titulado: Ensayo sobre la formación del carácter, en el que pondría en tela de juicio la idea misma del libre albedrio.

Para 1815 Owen decide emprender una cruzada a favor de la prohibición de trabajo a niños menores de diez años, lo que le atrae fortísimas enemistades en el mundo empresarial, medio éste en el que se predicaba lo benéfico que era para el trabajador el entrar a trabajar desde la más pronta infancia, ya que según esos empresarios, de esa manera los trabajadores adquirirían la destreza necesaria y el conocimiento exacto para desarrollar mejor su trabajo.

En 1816 abre, en New-Lamark una escuela para la formación del carácter, nombrando como encargados de la misma a James Buchanan y Molly Young.

La cada vez mayor antipatía del medio empresarial hacia él y sus ideas, conducen a Robert Owen a replantearse sus opiniones primigenias según las cuales el maquinismo no podía ni debía ser considerado una maldición, sino antes bien, utilizado de manera racional, devenía en poderoso instrumento liberatorio. Sin embargo, la manera de actuar de los empresarios y, sobre todo, la forma como reaccionaban en contra de sus propuestas, hicieron que Owen repensara las ideas de sus años mozos, obligándole a concluir en la necesidad de limitar el maquinismo en cuanto simple apéndice de la, en su opinión, única forma de vida racional: la comunidad rural. Este pensamiento le llevó, incluso, a aconsejar a obreros y artesanos a no gastar dinero en huelgas o movimientos de resistencia que a la postre, en su opinión, resultarían inútiles, sino mejor a invertirlos en la creación de comunidades rurales.

Para 1824, entraría en contacto con el fundador de una comunidad agrícola en los Estados Unidos, el señor Richard Flower, quien le propondría adquirir un gran terreno en Harmony, Indiana con el fin de poner en práctica sus ideas en pos de la instauración de las comunidades rurales en cuanto células madres de la futura sociedad.

Owen acepta la propuesta, trasladándose a los Estados Unidos, en donde los días 25 de febrero y 7 de marzo de 1825 pronuncia sendas conferencias en el Congreso en Washington, exponiendo sus redentores planes. Posteriormente bautizaría con el nombre de New Harmony a la comunidad rural, y el 1° de mayo de aquel año de 1825 se aprobaría la Constitución de la Comunidad de la Igualdad Perfecta, en la cual participarían más de ochocientas personas atraidas por el llamamiento de Robert Owen. Entre esas personas se encontraban no pocos de los más renombrados científicos de aquellos tiempos.

En octubre de 1825 aparecería el órgano periodístico de la comunidad llamado, New Harmony Gazette.

Pero, por desgracia, no pasaría mucho tiempo para que aquella experiencia comunitaria rural se descompusiera de manera acelerada. El primer síntoma de esa descomposición lo fue la formación, en el seno de la comunidad, de muchas microsociedades que empezaron a competir entre sí, buscando controlar los puntos neurálgicos o de dirección de la comunidad, lo que conllevo a que en un breve periodo de tiempo muchas de esas microsociedades terminarán separándose de la comunidad; por otra parte no faltaron los vivales que buscaron hacer negocio de aquella experiencia, instalando bares y centros de juego con la supuesta finalidad de hacer más agradable y llevadera la vida rural comunitaria, y de igual manera no faltaron quienes hicieron un inadecuado y perverso uso de las tierras de labor otorgadas de manera comunal, apropiándoselas individualmente.

Ya para 1828 de la idea original de New Harmony no quedaba ni el recuerdo, y todo aquello se había vuelto un desbarajuste convirtiéndose en caricatura de lo que originalmente se pretendió.

Ante aquella evidente realidad, Robert Owen busco la manera de crear otra comunidad rural capaz de superar los vicios en que había caído New Harmony, vicios que finalmente le condujeron a su autodestrucción.

Intentó llevar a cabo su nuevo proyecto en Texas, cuando Texas formaba parte de la República Mexicana, más sin embargo no encontró los terrenos adecuados, ni mucho menos socios dispuestos a invertir en la compra y acondicionamiento de la infraestructura de la futura comunidad rural, por lo que decidió regresar a Inglaterra.

Ya en Inglaterra, Owen se embarcaría en un nuevo proyecto que iba mucho más allá de su idea sobre la fundación de la comunidad rural, nos referimos a la fundación del Banco del Trabajo (Equitable Labour Exchange), partiendo del supuesto de que era el trabajo el origen de toda la riqueza social, y por ende la única medida válida del valor, lo que le condujo a idear la manera de sustituir la moneda metálica por lo que él denomino, moneda de trabajo, que pudiese favorecer la circulación de las mercancias, en un plan de igualdad.

Con el objeto de difundir esas ideas, funda el periódico Crisis, en el que expone los beneficios que al género humano acarrearía sustituir el desorden en la producción y la distribución, generador de crisis, por corporaciones nacionales que, unidas en una federación económica, intercambiasen los productos entre sí, tomando como base la cantidad de trabajo necesaria para su elaboración.

Posteriormente Owen decide incorporar su movimiento con el movimiento cooperativo y el de las Trade Unions.

El 23 de agosto de 1834 aparecería el último número de Crisis, anunciándose la aparición del diario: The New Moral World (El Nuevo Mundo Moral).

En 1849, Robert Owen escribiría la que a la postre sería su obra cumbre: The Revolution in the Mind and practice of the human race or the coming change from irrationality to rationality (La revolución mental y práctica de la raza humana o el comienzo del cambio de la irracionalidad a la racionalidad).

Finalmente, en noviembre de 1858, Robert Owen fallecería a los ochenta y ocho años de edad.

Los extractos que aquí presentamos de su obra El libro del nuevo mundo moral, corresponden a su etapa madura que abarca desde la aparición del periódico The New Moral World, hasta su fallecimiento.

Esperamos que los fragmentos que a continuación publicamos resulten del interés del lector y le presenten los objetivos que en el terreno social pretendía llevar a cabo Robert Owen.

Chantal López y Omar Cortés


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Introducción

Dedicado a las asociaciones de todas las clases y de todas las naciones; a los gobiernos y a los pueblos de todas las naciones, pero especialmente a las cinco principales potencias de Europa y a los Estados Unidos de Norteamérica.


Estáis en medio de un conflicto que envuelve los más serios y los más caros intereses de cada individuo del género humano; de su resultado depende la miseria o la felicidad de las generaciones presentes y futuras.

Es una lucha entre aquellos que creen que para su interés y su felicidad individual el hombre debe seguir siendo mantenido en la ignorancia y ser gobernado, como hasta ahora, por la fuerza y por el engaño, y aquellos que están convencidos de que para su bien deberá, desde hoy en adelante, ser regido por la verdad y por la justicia. El progreso alcanzado por la ciencia hace que ya no sea dudoso el resultado definitivo de la lucha; pero sería de desear que cesara pronto con satisfacción para todas las partes, y puede cesar mediante la unión de las seis principales naciones de la parte más civilizada del mundo. Ya que una vez que se unieran para adoptar simultáneamente medidas nacionales, para dar una sabia orientación a los descubrimientos modernos de las ciencias físicas y mentales, podrían conseguir los resultados más magníficos para sí mismas y para toda la familia humana.

Quienes carecen de experiencia afirman aturdidamente que tales resultados son inalcansables o que si son alcanzables, los hombres son demasiado ignorantes, viciosos y egoistas para promover un cambio que asegure a todos iguales privilegios, aunque los beneficios que correspondan a cada uno, excedan las ventajas que pueda gozar en la actual constitución de la sociedad. Nosotros creemos que tales objeciones pueden ser refutadas, apelando a los intereses de los hombres, ya que cuantas personas poseen experiencia saben que todas las naciones podrían adoptar medidas mediante las cuales producir una cantidad de cada especie de riqueza esencial para la felicidad humana, mayor de cuanto se requiere para satisfacer plenamente los deseos de todos, y podrían también establecer nuevas instituciones en las cuales la facultad natural y la capacidad de cada uno podrían ser desde el nacimiento cultivadas de modo de llegar a ser en gran medida superiores a cualquier carácter que haya existido o que pueda existir bajo las antiguas instituciones del mundo. Tal cambio vital en la condición y en el carácter de la raza humana puede lograrse con sólo un trabajo manual liviano, sano, benéfico y agradable, combinado con ejercicios mentales de los más deseados y placenteros; puede realizarse en paz, con la aprobación universal, sin perjudicar la mente, el cuerpo o la propiedad de ninguna clase o país.

Esa es la revolución que el progreso de los conocimientos exige de cada uno de los hombres que actualmente dirigen los destinos de las naciones; una revolución en los principios fundamentales y en el orden social, que despierte de modo esencial el interés y que asegure la progresiva felicidad de todos, tanto de aquellos que están muy arriba, como de aquellos que están muy abajo.

Intentamos explicar los principios de la naturaleza, y descubrir las medidas prácticas que de ellos dependen, y mediante los cuales se puede ahora efectuar aquella gran revolución en los asuntos humanos, sin desórdenes o daños, sin tampoco perjudicar a la propiedad privada existente.

Avancemos un paso más; afirmemos con fe que el progreso de los conocimientos hace ahora tan irresistible esa revolución en las condiciones generales y en el carácter del género humano, que ningún poder terrestre puede impedir y retardar mucho su curso; y se efectuará por la razón o por la violencia ejercida sobre la sociedad por la degradación mental de todos y la extrema miseria de muchos. Nosotros, pues, como amigos desinteresados de todas las clases de todas las naciones, recomendamos a todos los gobiernos y pueblos, que por común acuerdo dejen ahora perecer por muerte natural a los viejos prejuicios del mundo, favorables o contrarios a cualquier clase, secta, partido, país o raza; que sean disueltos los ejércitos permanentes de todas las naciones, a fin de que el hombre pueda ser empleado en la producción y no en la destrucción de la riqueza; que desde el nacimiento se eduque a las nuevas generaciones para que lleguen a ser superiores, por su caracter y su conducta, a todas las generaciones pasadas; que todos sean educados para experimentar tanto placer en la producción como en el uso y consumo de la riqueza, resultado fácil de alcanzar debido al progreso de la ciencia; que todos tengan amplia participación en la riqueza y que, por lo tanto, el reino de la paz, de la inteligencia y de la simpatía universal reemplace para siempre el de la ignorancia y de la opresión.


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I

Condiciones necesarias para la felicidad humana

Existen ciertas condiciones sin las cuales no puede conseguirse la felicidad de la naturaleza humana tal como es, y es inútil que el hombre confíe en esa felicidad si no se establecen disposiciones permanentes para asegurar a la raza humana la posesión de esas condiciones, ya que si uno es desdichado, éste hecho disminuye la felicidad de todos aquellos que lo saben.

Las condiciones generales necesarias para la felicidad humana son las siguientes:

1.- Posesión de una buena organización física, mental y moral;

2.- Aptitud para conseguir un placer cuando es necesario para mantener el organismo en el mejor estado de salud;

3.- La educación más delicada desde el nacimiento hasta la edad madura de las fuerzas físicas, intelectuales y morales de toda la población;

4.- La voluntad y los medios de promover continuamente la felicidad de los semejantes;

5.- La voluntad y los medios de aumentar continuamente la suma de conocimientos;

6.- La virtud de gozar de la mejor sociedad, y muy especialmente de asociarse al placer de aquellos hacia los cuales nos sentimos bien dispuestos con la mayor consideración y el más grande afecto;

7.- Falta de supersticiones, de miedo a lo sobrenatural y de temor a la muerte;

8.- Los medios de viajar a voluntad;

9.- Plena libertad para expresar el propio pensamiento sobre cualquier asunto;

10.- Máxima libertad de acción individual, compatible con el bien permanente de la sociedad;

11.- Tener un carácter de tal naturaleza de poder decir la verdad en todas las circunstancias, estar animado de la más pura caridad hacia los sentimientos, los pensamientos y la conducta de toda la humanidad y profesar sincera benevolencia hacia cada individuo de la raza humana;

12.- Vivir en una sociedad en la cual las leyes, instituciones y regulaciones, bien ordenadas y establecidas, estén en un todo de acuerdo con la naturaleza.

Y, finalmente, admitir que todos los seres vivos son felices viviendo de la manera consentida por la naturaleza, pero especialmente los seres de la raza humana


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II

Código racional de leyes

1.- Teniendo en cuenta que el niño nace ignorante e inexperto, cada ser humano, hombre o mujer, será desde su nacimiento creado y educado físicamente, mentalmente, moralmente y prácticamente en la forma que exija la ciencia, de una época determinada, respecto a la buena formación del carácter humano.

2.- Todos trabajara activamente y útilmente, de acuerdo a la edad y a la aptirud, durante la vida, siendo el ocio peligroso para los individuos y contrario a la justicia social:

3.- Todos serán bien alojados, alimentados, vestidos y, desde el nacimiento hasta la muerte, vivirán en un ambiente social elevado (superior circunstances), en la medida que la sociedad que lo rodea pueda crear tal ambiente;

4.- Además de la lengua de sus progenitores, todo niño aprenderá una lengua general, destinada a ser el lenguaje de la verdad del mundo;

5.- Si llega a suceder que algunos individuos sean criados, educados, ocupados y situados de manera tal que puedan surgir diferencias de opiniones y sentimientos, lo que obligará a la intervención de terceros para solucionarlas -lo cual no será posible una vez que se forme una generación en condiciones de ser racional en el pensamiento, en el sentimiento y en la conducta- la discusión será resuelta por medio de arbitros elegidos con anterioridad, los cuales harán innecesarios los jueces, abogados y tribunales;

6.- Si algún elemento social así criado, empleado y situado actúa en oposición a la felicidad de la sociedad, individualmente o en su conjunto, lo cual sólo puede producirse debido a una enfermedad mental, las personas que se comportan de esa manera serán internadas en una casa de salud, tratadas con la dulzura que el caso permita y encerradas en la casa o en el recinto con nada más que lo indispensable para que recuperen la buena salud.

Tales son las leyes que corrsponden a un estado racional de la sociedad.

Las instituciones sociales armonizarán totalmente con esas leyes y emanarán de ellas, así como de las instituciones las reglamentaciones

Las instituciones tenderán a educar y a emplear bien a todos y a cada uno, según sus energías físicas y morales; de manera de desarrollar desde los primeros años a ambas; a tener el cuerpo y el espíritu en el mejor estado de salud con alegre disposición, a fin de que la vida se prolongue y la felicidad dure hasta el último extremo concedido a la humanidad.

Las reglamentaciones comprenderán los medios de producir el máximo de valiosas riquezas en el menor tiempo posible, de acuerdo con la salud y la capacidad natural del producto; de distribuir esa riqueza de la manera más ventajosa para todos; de actuar de acuerdo a las instituciones arriba mencionadas, para la mejor formación del carácter físico, mental, moral y práctico de cada individuo, desde el nacimiento; gobernar bien a todos, localmente y en su conjunto, sin coerción ni amenazas, sino por medio de la razón y de la bondad, basada en una justa noción de la naturaleza humana y de la ciencia de la sociedad.


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III

El núcleo social

No es necesario únicamente que los hombres adquieran conocimiento de la ciencia del mejor modo de producir riqueza, de conservarla y distribuirla, o de la formación del carácter y del gobierno. Es necesario también que sepamos unir esas diferentes partes en tales proporciones y de tal manera de poder formar un núcleo social científico. Un núcleo que se base a sí mismo, hasta cierto punto, pero que esté constituído en forma de poderse unir a otros núcleos similares, para que se ayuden mutuamente, y nada falte en cada uno y así el hombre se una al hombre, el núcleo al núcleo, a través de todas las naciones, haciendo de toda la Tierra, apenas tenga tanta población para ocuparla y cultivarla toda, un verdadero paraiso terrenal, en el cual el hombre sólo tendrá un interés, y todos, comprendiendo las ventajas, anhelarán hablar un sólo idioma. Siendo el interés uno solo, habrá solamente un objetivo: el aumentar la felicidad de todos hasta el grado máximo, según lo permitan las condiciones materiales de la tierra, colocada bajo la dirección del saber colectivo de la raza humana, y bajo tal dirección se hallará colocada cuando todos llevemos las energías físicas, mentales, morales y prácticas propias a ese grado de perfección que resultará de la influencia de los grandes conocimientos adquiridos por el hombre. Y merced a esa transformación de un estado universal de aislamiento individual y repulsión en la afirmación universal de la unión y atracción, el orden socialista podrá ser regulado de manera que el uso y goce de la tierra y de todo aquello que ella está en condiciones de dar gracias al perfeccionamiento industrial, serán considerados como patrimonio tranquilo y no objeto de envidia de los otros hombres durante toda su vida, digna compensación y ejercicio placentero del cuerpo y del espíritu gobernados racionalmente.

¿Sobre qué principios debe disponerse el núcleo social científico para poder acoger en sí mismo, combinados en proporciones armónicas y benéficas, los elementos de la comunidad social? Se trata de una cuestión práctica de mucha importancia y ya resuelta. Para entender la pregunta y darle una respuesta es menester poseer algunos conocimientos preliminares teóricos y prácticos. Se necesita darse cuenta de cuáles son los elementos de la sociedad, comprender la importancia relativa y su relación, y poseer nociones precisas de la función práctica de cada uno de ellos.

Deben reunirse en una combinación bien hecha y operar de acuerdo, la agricultura, el arte de la jardinería, la manufactura, el comercio y, en ciertos casos, la industria minera y la pesca, para la producción; tiendas, depósitos y otros locales para guardar los productos; formas de distribución adaptadas al consumo, con reglas para la formación del carácter y para el gobierno tanto general como local. Para conseguirlo, la sociedad debe ser reformada y rehecha desde la base hasta la cumbre. Es inútil esperar el menor cambio por medio del amontonamiento de principios y prácticas falsas junto con principios y prácticas justas; no es posible una asimilación de unas con otras y toda tentativa de unirlas no hará más que poner en evidencia siempre las erróneas consecuencias a que lleva un acuerdo no natural.

Para que la reorganización de la sociedad beneficie a la raza humana tiene que ser completa en todas sus partes. Es necesario que las cosas viejas perezcan y todo se renueve. La religión, las leyes, el gobierno, las clases, las instituciones y todas las reglamentaciones comerciales del viejo mundo, deben ser puestas de lado y abandonadas apenas se realice la nueva organización y ocupe el puesto de aquella que incluye en su seno toda la vieja miseria humana. Sin embargo, la substitución debe operarse sin desórdenes ni violencias de ninguna clase. Se requiere para ese cambio mucha sabiduría y previsión para impedir, en la medida de lo posible, choques entre intereses y sentimientos opuestos y evitar cualquier daño u ofensa a alguna persona.

Es natural que se formule la siguiente pregunta: ¿Existen las condiciones materiales que exige el cambio? ¡Está pronta la sociedad! ¿Está dispuesta la población a abandonar el individualismo, la lucha entre intereses, la desunión entre la razón y el sentimiento y todas las malignas consecuencias subsiguientes, aceptando en cambio el principio de acuerdo entre el sentimiento y el interés? ¿O, en otras palabras, está el pueblo de este país, que sufre muchas desdichas debido a la desorganización actual, dispuesto a dar al mundo el ejemplo de una organización nueva, teórica y prácticamente justa y, por consiguiente completamente opuesta a la antigua?

La respuesta es que el mundo está preparado y lo está especialmente el imperio de la Gran Bretaña; preparación que se ha venido realizando en medio de los sufrimientos originados únicamente por la antigua organización social; sufrimientos insoportables y que ahora reclaman enérgicamente la inmediata transformación de las condiciones de toda la población industrial de la Gran Bretaña e Irlanda.

Esa transformación de un orden en otro es impuesta por una tremenda necesidad que hasta ahora ha producido padecimientos suficientes para estimular la búsqueda de un alivio y esforzarse en alcanzar la felicidad que todos los seres vivientes anhelan.

Necesitamos, para esa organización, tierra, capital, aptitud, trabajo y otros materiales; todas estas cosas abundan en las Islas Británicas y se han construído y se construyen ferrocarriles para transportarlas de la mejor manera desde allí donde abundan hasta allí donde escasean y serán útiles.

Para realizarla con sabiduría y previsión, o sea de la mejor manera para beneficio permanente de todos, el gobierno deberá comprar a los actuales propietarios, a un precio conveniente, el ferrocarril ya construído y también el terreno de ambos lados en una superficie de tres a seis millas de anchura. Ese terreno deberá ser preparado por los mejores ingenieros y hombres prácticos que el gobierno ponga a su servicio para la formación de los nuevos núcleos sociales y para la reorganización de la sociedad sin perturbar primero a la vieja organización, sino comenzando a hacer actuar el nuevo orden en forma gradual, pacíficamente y con el máximo de beneficios para todos, hasta llegar a aquel punto en que la naturaleza, con su sabiduría, lo gobierne.

Pero, se preguntará, ¿en base a qué principios y cómo se orientarán en la práctica esos ingenieros, arquitectos y otros en el empleo de la superficie de los núcleos para que se forme una nueva organización en condiciones de reemplazar a la antigua?

El esquema del núcleo ha sido descipto en detalle por el autor de este libro en un trabajo que tiene por título: Desarrollo de los principios y de los planos para el establecimiento de colonias internas, al cual se remite a quienes quieran conocerlo más a fondo. Sin embargo, como guía ulterior para aquellos agentes del gobierno, se puede establecer que cada núcleo debe poseer la debida proporción de tierra y manufactura, de acuerdo a las necesidades de la población en el máximo grado de desarrollo, si queremos ser aptos para conservar los productos en el estado más conveniente para su distribución y consumo, y lograr la educación y formación del carácter de la juventud acostumbrándola a seguir a la naturaleza y a ser racional en los sentimientos, pensamientos y acciones. Las aptitudes deben ser aprovechadas convenientemente, de manera que ninguna persona permanezca ignorada, o abandonada, o de alguna manera despreciada por la sociedad. Si no se consigue tal resultado y si no se cuida a cada individuo de la raza humana desde el nacimiento hasta la muerte, haciéndole todo el bien, la sociedad no llegará al estado racional. Hasta ahora no se ha tenido en cuenta la felicidad de la raza humana; el interés local del individuo y su familia han absorvido casi por entero el pensamiento de los hombres y todos los sistemas humanos han tenido este objetivo, debido a la acumulación de la riqueza y del poder, siendo la riqueza el medio principal por el cual se mantiene el poder.

En la nueva organización social que nos proponemos dar ahora al mundo, cada parte ha sido formada para crear y asegurar la felicidad de la raza humana y mejorar todas las cosas que tienen relación con la vida humana, con la energía en continuo crecimiento originada por el progreso de la ciencia y el capital que se han conquistado de generación en generación.

Todo núcleo social será basado y completamente construído sobre ese principio. La felicidad de todos será el fin y el objetivo de cada parte de esa organización en toda la sociedad.

Una vez explicados esos principios generales, resulta de fácil inteligencia la combinación de las diversas partes de cada núcleo y la unión del conjunto con los demás núcleos.

Para asegurar a todos la felicidad, es necesario asegurar a todos una existencia cómoda, permanente, y todos poseeremos entonces un carácter excelente. He ahí lo que la sociedad debe hacer, y puesto que dispone de todos los materiales para operar esa transformación en el mundo, todo individuo de la raza humana tiene interés en que se efectúe y apenas ese interés se pone en evidencia, corresponde actuar en consecuencia. Con el propósito de poner en evidencia ese interés, cuya existencia es indiscutible, es necesario constituir un núcleo social científico, en el cual los cuatro elementos naturales se combinen en la debida proporción y desarrollen plena actividad; su contraste con la actual confusión caótica parecerá demasiada viva al sentido común de todas las clases y de todos los gobiernos, para que cualquier duda pueda prsentarse acerca de cuál de los dos sistemas vale más. El hombre desea ser felíz; cuando descubre el camino justo, entra por él y marcha.

Al formar ese núcleo o modelo de una organización científica de la sociedad, es necesario constituirlo completamente, empleando la experiencia del pasado y la ciencia proveniente de todas las fuentes.

La organización de ese nuevo núcleo, es bueno recordarlo, sobre el cual debe formarse luego otro y paso a paso un nuevo modo de existencia humana, consiste en la combinación de elementos de la sociedad de manera que pueda producirse la máxima abundancia de las más apreciables riquezas en el más breve tiempo, con la menor cantidad de trabajo y de capital compatibles con la óptima salud y la más exquisita felicidad de los productores, y esa riqueza deba ser conservada y distribuída en la forma más beneficiosa a los consumidores, los cuales a su vez habrán cooperado a la producción en su triple carácter de productores, educadores y gobernantes. Ello equivale a decir que en la distribución de la riqueza participarán aquellos que, según el estilo del viejo mundo, forman la clase inferior, la media y la superior, pero que en el nuevo orden social proyectado son los jóvenes, los hombres de edad media y aquellos a quienes los años han permitido acumular un tesoro de experiencias. Este triple carácter, de manera mucho más perfecta que en la actualidad, será dado a toda la raza humana.

Cada uno recibirá desde sus primeros años conocimientos hasta hacerlo caritativo para toda la vida, en el más amplio significado de la palabra; cada uno será educado de manera de adquirir tan excelentes y amables cualidades que necesriamente lo harán amar de sus vecinos y lo inducirán también a él a amar a ellos. Y todos sabrán que sólo obrando de esa manera la caridad y el amor podrán introducirse y mantenerse permanentemente en la humanidad.

Para obtener esos resultados de la mejor manera se ha ideado el núcleo social científico, o sea el fundamento de la unión universal, asistencia mutua y cooperación.

Ese núcleo comprende el terreno necesario para producir, cuando sea bien cultivado, lo bastante para abastecer a su población, en el máximo grado de desarrollo de ésta, con una cosecha abundante, cada año, de las cosas necesarias y útiles para la vida, de manera que no sólo de la pobreza, sino del temor de que venga, quede inmune cada persona. El núcleo debe tener tal extensión como para ser convenientemente bien cultivado in cumulo, es decir, en un orden determinado, al ser dividido en cuatro secciones equisdistantes de cada parte del centro industrial en el cual tiene su sede la población. Las fábricas deben estar en los lugares más inmediatos al centro de aquel terreno, de acuerdo a lo que hagan posible las condiciones locales. Su construcción debe corresponder a las exigencias de higiene, decoro y vida. En ese aspecto deben estar adaptadas al desarrollo de la población desde un número mínimo a un máximo. Según sea la localidad que ocupa el núcleo, cada uno debe poseer manufactura, mina, dedicarse a la pesca u ocuparse de la navegación, y esto además de la labranza de la tierra, que cada núcleo debe realizar con el fin de asegurarse el sustento. Además, cada núcleo debe tener buenos establecimientos para la crianza, educación y formación del carácter de todos sus miembros desde el nacimiento hasta la muerte, porque de ello dependerá la fuerza motriz que valorizará todas las operaciones del núcleo; así se creará el espíritu y la mente que dirigirán y penetrarán en cada parte del núcleo, y es por eso necesario que esta institución esté siempre bien organizada y dirigida con la máxima habilidad. El éxito de esta nueva organización social dependerá especialmente de que se comprenda bien, teóricamente, la idea de esa institución y la recta aplicación del principio en la práctica.

Si bien el primer deber del hombre para sí y sus semejantes es el de producir la mayor abundancia de cosas necesarias a la vida, el segundo deber no es inferior a aquél. Cumpliendo uno se consigue lo necesario para el sustento y la salud del cuerpo, cumpliendo el otro se obtiene lo que es igualmente necesario lo que es igualmente necesario para el alimento y la salud del espíritu y la creación del espíritu universal de amor y de caridad, sin el cual la sociedad sería un pandemonio, mientras que bajo su dirección la Tierra podría convertirse en poco tiempo en un paraiso terrenal.

Junto con la producción, la conservación y la distribución de la riqueza y la formación del carácter, necesitamos otras cosas para facilitar la superintendencia o el gobierno del núcleo y de su población. Con reglas prácticas de esa especie (para la producción, la conservación y la distribución de la riqueza y la formación del carácter) sobre la superintendencia de las operaciones y el gobierno de la población, donde cada uno halle el cuidado y justicia que necesita, podrán ponerse en actividad, con más facilidad y sencillez, todos los elementos del núcleo.

El gobierno de una población, antes dificil, se reducirá a un ejercicio útil, agradable y sumamente satisfactorio, cuando el carácter pueda formarse desde el nacimiento; cuando la población sea bien empleada, de acuerdo a la edad, aptitudes y experiencias de cada uno; cuando sea colocada en las condiciones más favorables para producir, conservar, distribuir y gozar de la riqueza. El conocimiento del principio y de la práctica de la vida social dará a los miembros el deseo y la aptitud para promover cordialmente la felicidad permanente de cada uno, eliminando todo motivo de ira, celos, venganza de toda pasión baja y malvada; y merced al conocimiento adquirido de sí mismos, y animados de un espíritu de caridad y amor por la raza humana, se llegará, de acuerdo a las edades, a un estado de perfecta igualdad en instrucción y en aptitudes.

Es necesario ahora determinar el núcleo máximo y mínimo de hombres, mujeres y niños que será ventajoso reunir en cada núcleo, lo que tendrá gran influencia en la capacidad de las fábricas y de los edificios públicos de la comunidad.

Este número dependerá de la conveniencia de reunir tantos como puedan ser bien educados juntos y ocupados en producir, conservar y distribuir la riqueza, educar a la juventud, desempeñar el gobierno general y local, de acuerdo a los principios y a las normas del sistema racional de sociedad.

Para realizar el proyecto, con la colaboración de progresos de toda clase en la ciencia, los cuales permitirán un aumento del número de seres humanos, el mínimo de hombres, mujeres y niños, en la proporción corriente, deberá ser de quinientos y de máximo cuatro veces más, o sea dos mil.

Este número hace posible la formación de familias en condiciones de desempeñar todas las funciones de un núcleo, en un estado racional de la sociedad; y como cada núcleo estará rodeado de otros núcleos, a una milla y media de distancia, en oriente, en occidente, en el norte y en el sur, se tendrá, como máximo, en el primer círculo que rodee cada núcleo, una población de ocho mil vecinos, que con los dos mil del núcleo hacen un total de diez mil amigos, bien educados, instruídos en alto grado y ocupados productivamente, según la edad de cada uno; luego vendrá el círculo siguiente, a tres millas de distancia, otro a seis y así sucesivamente. De esa manera, con el orden, actuando en debida forma, cada milla cuadrada de tierra estará en condiciones de mantener en la comodidad, en condiciones superiores a cualesquiera otras existentes, a un número de personas cuatro veces superior a la que podría llegar la forma más perfecta en la actual sociedad, y diez veces el número que el suelo de Gran Bretaña podría hoy sustentar. Este cambio favorable a la felicidad de todos se efectuará sin recurrir a ninguna de las desfavorables circunstancias que hoy tantos males ocasionan a los individuos mantenidos en la ignorancia y obligados a ser pobres; quiero decir, las calles, los callejones, los corrales, las plazuelas de la ciudad y los miserables tugurios del campo, sitios en los cuales viven aquellos desdichados, mantenidos en la ignorancia y obligados a sobrellevar una existencia mezquina; constituyen una triste prueba de la grosera irracionalidad del sistema que hasta ahora ha regulado a la raza humana, un sistema contrario al sentido común y a la justa razón.

Así, analizando la sociedad, descubriendo los elementos originales, considerando su estado pasado y su actual pervertimiento bajo y caótico, aprendiendo cómo unirlos en debida forma en cada núcleo social y cómo unir esos núcleos para formar la gran familia del hombre, la raza humana será redimida de la irracionalidad y también de la miseria en que yace, y se crearán hombres y mujeres perfectos y en condiciones tan excelentes que gozarán siempre de una existencia larga y próspera, en la cual la salud, la ciencia, la riqueza, la armonía de intereses y de sentimientos asegurarán el bienestar y la felicidad de cada uno y de todos.

Esa transformación hará que desaparezcan las disputas entre los individuos y las naciones acerca de aquello que es misterioso y naturalmente no descubierto; ni habrá discusiones en torno a las leyes humanas, cuando las leyes de naturaleza definida, fija e inmutable, se orienten a asegurar el binestar y la máxima felicidad del hombre; ni en torno a los gobiernos, cuando cada uno a la edad conveniente y al alcanzar la debida experiencia llegue a ser gobernante y participe del gobierno del mundo; cuando todas las profesiones sean inútiles, la clarificación racional de todos los individuos en la categoría inferior, media y superior pondrá fin a todos los intereses de clase y, en consecuencia, el mundo que era un pandemonio se convertirá en un paraíso.


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IV

Nueva clasificación social de acuerdo a la edad, a la experiencia y a las leyes eternas de la humanidad

Puesto que todos los hombres nacen ignorantes e inexpertos y deben recibir los conocimientos de los instintos con que están dotados desde el nacimiento por la naturaleza, o de los objetos exteriores circundantes, animados e inanimados, que ellos mismos han creado, todos poseen lógicamente iguales derechos. No puede con justicia decirse que una cosa, formada sin su propia participación, tenga más mérito de ser lo que es que otra cosa. Todos los hombres participan de la misma cualidad general de la naturaleza humana, en la proporción y combinación fijadas por el poder que les da a ellos y al resto de las cosas su existencia.

Las diferencias de clase y de posición son artificiales y fueron aplicadas a los hombres cuando eran ignorantes, inexpertos e irracionales.

Ya hemos demostrado los errores y males de esa clasificación. Ahora nos proponemos exponer las medidas que paulatinamente la substituirán con una división más natural y racional, la cual como lo demostrará la experiencia, traerá una gran dicha a toda la sociedad.

Podemos establecer la siguiente noción de justicia: Ningún hombre tiene derecho a exigir a otro que haga por él aquello que no está dispuesto a hacer por el otro; o sea, en otras palabras, todos los hombres tienen por naturaleza los mismos derechos.

Cuando se establezca la clasificación racional y natural de la sociedad, la inviolabilidad de esos derechos será tutelada siempre y es de sumo interés para la felicidad de la raza humana que eso suceda, porque así se apaciguarán las salvajes pasiones, se pondrá fin a las disputas privadas y públicas, individuales y nacionales, y se introducirá el orden y la sabiduría en los asuntos de la humanidad, donde ahora dominan el caos y la irracionalidad. Las numerosas y pequeñas disputas entre los hombres y entre las naciones, en torno a cuestiones de ninguna importancia verdadera para el bienestar de la sociedad, cesarán; un nuevo espíritu de equidad, de justicia, de caridad, de cortesía surgirá y penetrará en la población del mundo, y para la felicidad permanente de la humanidad se hará en un año lo que ahora no se hace en un siglo, o en cualquier otro periodo de tiempo de la actual clasificación social.

La clasificación natural y racional de la raza humana es aquella que corresponde a la edad, dando a cada edad la ocupación a la cual está adaptada. Merced a esta clasificación veremos desaparecer para siempre los males que afligen ahora a la especie humana, y cualquier otra cosa que deba hacerse, será cumplida en forma excelente, voluntaria, con placer y con satisfacción de todos. No habrá ocupaciones que deban ser ejercidas por uno y que no deban igualmente ser ejercidas por todos y más voluntariamente aceptadas que cualquier empleo de nuestra vida hoy en todas las clases sociales, desde el soberano al pobre. En el presente estado irracional del espíritu humano y de los asuntos humanos, nadie puede tener una idea clara de aquello que deben aprender los hombres y habituarse a ejercer en los diferentes periodos de la vida. No se conoce actualmente cuáles serán las aptitudes de la naturaleza humana, cuando ésta no esté impregnada de errores y falsedades desde los primeros años, cuando no esté diariamente adquiriendo hábitos peligrosos y costumbres artificiales; cuando sólo encuentre la verdad en toda palabra, pensamiento y acto de sus semejantes; cuando sea educada de manera de adquirir los mejores hábitos para la felicidad propia y el bienestar de la sociedad; cuando adquiera costumbres individuales autónomas, fruto de la educación y de su variedad, agradables a todos; cuando posea la útil ciencia que la educación le habrá proporcionado; y cuando la debida pericia en la práctica de las operaciones sociales le haya dado una verdadera maestría en la vida.

Puede, pues, admitirse que los individuos así criados, educados y situados, adquirirán mucho más ciencia y poder, y estarán en condiciones de hacer más y mejor, que lo que puedan saber y hacer la gran mayoría de los hombres en el sistema actual de crianza, educación y clasificación basada en la absurda noción de la libre voluntad del hombre considerando como una causa formal de sus convicciones, de sus sentimientos y de su carácter general.

Es, por lo tanto, dificil decidir, antes de hacer alguna experiencia, cuáles son los períodos determinados de la vida humana que corresponden a la mejor clasificación. Tal vez sepamos bastante para cumplir con nuestros propósitos; pero la experiencia nos irá aleccionando.

Probablemente una útil clasificación puede ordenarse en periodos quinquenales hasta los treinta años y establecer cada clase de la siguiente manera:

Primera clase.- Desde el nacimiento hasta terminar el quinto año. Ubicación, crianza y educación como convenga a la edad en una temperatura apropiada, alimentos sanísimos, vestidos ligeros y cómodos, ejercicios regulares y convenientes, al aire libre; procurar que las inclinaciones de los niños se formen de manera que encuentren la mayor felicidad en preocuparse de la felicidad de quienes los rodean; que puedan adquirir conocimientos cuidadosos, en la medida que lo permita su tierna edad, de los objetos que ven y tocan, y que ninguna falsa impresión hagan sobre sus sentidos los espectadores, al negarse a explicar cualquiera de sus preguntas, que no adquieran noción alguna de castigos personales o premios y no se les impida expresar libremente cualquier pensamiento o sentimiento, haciéndoles comprender, apenás estén en condiciones, de cómo los pensamientos y sentimientos de los demás son, como los suyos, instintos de la naturaleza humana que todos poseemos, y así enseñarles los rudimentos de la caridad y del amor al prójimo; que no teman a las personas entre quienes viven, sino que depositen en ellas una plena y clara confianza y que el sentimiento egoista o individual de nuestra existencia animal sea así despreciado al máximo, contribuyendo al placer y a la felicidad de los demás.

Con estos medios se pondrá un sólido fundamento a la salud y a la consistencia de la mente, a las buenas costumbres, a los óptimos hábitos naturales, a las magnificas disposiciones y a cualquiera otra doctrina. Con esos medios los niños estarán tan bien preparados antes de salir de su clase, que, teniendo en cuenta la edad, pensarán, hablarán y actuarán racionalmente. Estarán así, al terminar este periodo, en muchos aspectos muy por encima del estado de cultura corriente en los seres humanos del actual estado de la sociedad, porque actualmente son numerosos los obstáculos que impiden que la racionalidad se desarrolle en cualquier periodo de la vida.

Es cierto que a esa edad no igualarán a los hombres del viejo mundo en fuerza física y en número de sensaciones adquiridas por la experiencia o de impresiones recibidas; pero tendrán, a esa edad, una salud más robusta y mayor actividad, disposiciones, hábitos, maneras y costumbres más delicadas, menos nociones y fantasías, y sí un número considerable de ideas verdaderas. Siendo esas ideas verdaderas lógicamente coherentes entre sí y en armonía con todo hecho conocido, representarán el mayor beneficio para los individuos que no tendrán la mente pobre del viejo mundo, en el cual entre muchas nociones falsas, contadas son las ideas verdaderas. Estas falsas nociones destruyen el valor de las contadas ideas verdaderas que los individuos pueden haber adquirido, porque las contadas ideas verdaderas, mezcladas con muchos errores, tienden a apagar la facultad de razonar y a confundir el juicio.

Segunda clase.- Preparada de esa manera la primera clase con esa nueva crianza racional y aprendizaje infantil, los niños abandonarán la casa de la nodriza y la escuela infantil y pasarán al local de la segunda clase, correspondiente a los infantes de cinco a diez años cumplidos. esta clase será alojada, alimentada y vestida de acuerdo a los mismos principios generales de la primera con la sola diferencia exigida por la edad, pero ahora las enseñanzas serán sobre aquello que tiene utilidad permanente. De acuerdo a la fuerza y aptitud de cada uno, se practicarán algunas de las más fáciles operaciones de los trabajos de la vida, con mayor placer del que proporcionan los juguetes en el viejo mundo. Adquirirán el conocimiento directamente, con el examen personal de los objetos y mediante conversaciones con personas de mayor experiencia y edad. Merced a la adopción de este plan y su sensata aplicación, los niños, se convertirán en dos años en inteligentes y voluntariosos ayudantes en las labores domésticas y en la jardinería, durante algunas horas, según su fuerza. Continuando tal sistema de educación, los muchachos de siete a diez años desempeñarán eficazmente cualquier trabajo que les permita su fuerza física y lo harán considerándolo un medio de ejercicio y diversión con sus compañeros igualmente inteligentes y contentos. Estos ejercicios serán cumplidos bajo la dirección inmediata de los más jóvenes de la tercera clase, porque, digámoslo desde ahora, los jovencitos de doce años desempeñarán, con gran placer y beneficio para sí mismos y para la sociedad, todas las tareas domésticas de su sociedad o familia, y lo harán a la perfección. Ellos también ayudarán a cuidar los jardines y los campos de recreo de la familia, destinados a descanso racional, de la propia asociación y también de los vecinos que vendrán a visitarla desde otros establecimientos domésticos similares. Cuando estos muchachos hayan llegado a la edad en que deban dejar la segunda clase, su carácter estará tan formado físicamente, intelectualmente, moralmente y positivamente, que ninguno de ellos podrá compararse con cualquiera de los caracteres irracionales formados de acuerdo al viejo sistema de libre actividad del hombre.

La tercera clase.- A los diez años serán muchachos bien criados, y de ánimo, maneras, disposiciones, sentimientos y conducta superiores a todos los que antes han existido. La falta de fuerza física será ampliamente compensada con las sutiles energías físicas y químicas que se descubrirán y pondrán a disposición de los muchachos de la tercera clase. Estas nuevas operaciones serán para ellos una fuente contínua de instrucción y de solaz, a la cual se acercarán con el anhelo de adquirir nuevos conocimientos. Los miembros de la segunda clase entrarán al cumplir el décimo año, en la tercera clase, que comprenderá los jóvenes de diez a quince años cumplidos. Esta clase será ocupada durante un bienio, de la siguiente manera: de diez a doce años a ayudar a dirigir a los muchachitos de siete a diez años de la clase precedente en las labores domésticas, en el cuidado de los jardines y de los sitios de recreo, y desde los doce hasta los quince años adquirirán los conocimientos teóricos y prácticos de las artes más avanzadas y útiles a la vida, haciéndose de esa manera capaces de ayudar a la producción de la mayor abundancia de las riquezas más preciosas en el más breve espacio de tiempo, con el máximo placer para si y los mayores beneficios para la sociedad. Esa ayuda se aplicará a todas las formas de la producción agraria, minera y pesquera; el arte de domesticar a los animales, a servir en el arreglo e las casas, la fabricación, el empleo de los útiles mecánicos, los arneses y los insrumentos de todo género, y a producir, ejecutar y preparar todas las cosas necesarias a la sociedad, de la mejor manera que permita la concentración del capital y de la sabiduría. En todas esas operaciones, los miembros de la tercera clase, de doce a quince años, estarán ocupados tantas horas como sea posible sin perjudicar a su fuerza física, energía mental o sentido moral; y con la educación precedente y la cotidiana educación elevada a la ayuda que recibirán de la clase inmediatamente superior, podrán realizar muchas cosas debido al óptimo estado de su salud física y mental. En esos cinco años también harán grandes progresos en el conocimiento de la ciencia, porque tendrán todas las facilidades para adquirir cuidadosamente y en el tiempo más breve los más útiles conocimientos cintíficos, y esas facilidades serán para ellos una vía regia para adquirir todo el saber alcanzado por el hombre con la cooperación de todos los hechos hasta ahora descubiertos. Será éste un periodo de gran progreso y de suprema importancia para la nueva raza dispuesta así a presentar, por primera vez en la historia de la humanidad, seres inteligentes y racionales. Y se tendrá de esa manera la gente preparada a entrar en la cuarta clase, formada de jóvenes de quince a veinte años cumplidos.

La cuarta clase.- Esta clase corresponde al periodo más importante de la vida humana. Durante dicho periodo los miembros de esa clase se convierten en hombres y producen una raza nueva físicamente, intelectualmente y moralmente, seres en gran medida superiores a cualesquiera otros que hayan vivido sobre la Tierra. Sus pensamientos y sentimientos habrán ido formándose en público, sin secretos de ninguna especie, porque su paso por las otras clases habrán revelado y hecho conocer los sentimientos y pensamientos propios con la máxima sencillez. Merced a esa conducta racional los sentimientos particulares o el afecto u otro que se tengan recíprocamente, serán conocidos de todos. De esa manera se conocerán aquellos que se sienten impulsados a un vivo afecto recíproco, y éstos se unirán y asociarán bajo normas sabias y bien dispuestas, establecidas por los más expertos de la sociedad con el criterio que se juzgue mejor para asegurar a la unión la máxima felicidad permanente con la mínima cantidad de elementos heterogéneos y el mínimo de daño para la sociedad.

Con esta clasificación y con el consiguiente apoyo de la sociedad, cada individuo será acostumbrado y educado de manera que todas sus aptitudes y condiciones sean llevadas al más alto grado de cultura y perfección, merced a la nueva combinación de objetos exteriores, formada expresamente para tener en ejercicio constante sólo a las mejores y más agradables cualidades de la naturaleza humana; y cada uno será bien educado físicamente, intelectualmente, moralmente y prácticamente. Con esta clasificación y con el consiguiente apoyo de la familia asociada, la riqueza no frenada por la producción de ninguna de esas cosas absurdas que actualmente son tan comunes en todos los países, será fácilmente producida en medida desbordante y se les asegurará a todos gran abundancia, para satisfacer todas las necesidades y deseos. Serán todos iguales en la educación y en el Estado, sin distinciones de ninguna naturaleza, salvo las de la edad.

No habrá otros motivos o alicientes de unión que no sean el puro afecto, generado por el amplísimo reconocimiento recíproco del carácter, en todo y para todo, en los límites extremos a que sea posible llegar. No habrá obstáculos artificiales en el camino de la unión felíz de los sexos, porque en la organización del nuevo estado de la existencia humana los afectos recibirán toda la ayuda necesaria para que sean permanentes, y no cabe duda que, siendo colocadas las partes en las mejores condiciones posibles para amarse recíprocamente durante toda la vida, los afectos serán duraderos y procurarán más felicidad y placer a los individuos y menos perjuicio a la sociedad que el que procuran en cualquier otro orden ideado de la supuesta actividad libre y voluntaria de la raza humana.

Si a pesar de ese orden social, orientado a promover la felicidad de ambos sexos, llegara a presentarse el caso de un matrimonio mal avenido, se efectuará la separación, sin alterar la amistad misma de ambas partes, teniendo en cuenta el mayor beneficio para los intereses sociales. No hay inmoralidad que pueda exceder a la que ciertamente se deriva de la intervención con leyes humanas en los afectos nsturales y obligar a los individuos a vivir continuamente juntos, cuando por las leyes de su naturaleza haya disminuido la afección mutua especialmente cuando sientan un nuevo y fuerte afecto hacia otra persona. ¡Cuántos dolores ha probado la raza humana en los tiempos pasados sólo a causa de este error ...! ¡Cuánta inmoralidad! ¡Cuántos homicidios! ¡Cuántos sufrimientos secretos incontables, especialmente para el sexo femenino! ¡Cuántos males afligen al mundo actualmente, derivados de ese sólo error del imaginario sistema de la libre voluntad, por el cual han estado los hombres gobernados durante mucho tiempo, con tanta ignorancia y con tanta desdicha!

La cuarta clase comprenderá, pues, los productores más activos y capaces de las diversas especies de riquezas que la sociedad necesita y, a la vez, instructores cordiales e inteligentes de los miembros menos jóvenes de la tercera clase, los cuales serán adiestrados en las cosas que sus maestros aprendieron cuando pertenecían a la tercera clase. No es improbable que esas cuatro clases, merced al sencillo orden que pueda introducirse en todos los periodos de la vida, estarán en condiciones de producir, con la ayuda de las nuevas energías proporcionadas por la mecánica y la quimíca, el superfluo de riquezas que una raza de seres racionales e inteligentes pueden necesitar. Pero para no dejar sobre eso ninguna duda y para proporcionar placer a todas las tareas de la vida, habrá otra clase de productores e instructores, los cuales formarán la quinta clase, compuesta de jóvenes de veinte a veinticinco años cumplidos. Será la clase de los productores e instructores más elevados y expertos y fuera de esta clase nadie tendrá necesidad de producir y enseñar, salvo que quiera hacerlo por gusto y placer. La quinta clase tendrá jefes y directores para cada rama de la producción y de la educación. Ellos cumplirán de manera excelente la tarea que hoy desempeñan, muy imperfectamente, los principales propietarios y directores socios de las grandes empresas de producción y los profesores de la universidad. El problema supremo de la vida humana es, en primer lugar, producir en abundancia las más valiosas riquezas para uso y goce de todos; y, en segundo lugar, educar a todos para que sepan emplear bien y gozar la riqueza producida.

Habiendo tan ampliamente proveido a la producción de la riqueza y a la formación de un carácter elevado, las cinco clases usarán y gozarán la riqueza de la manera más racional y ventajosa.

La sexta clase comprenderá las personas de veinticinco a treinta años cumplidos. La ocupación de esta clase consistirá en la conservación de la riqueza producida por las clases precedentes, para que nada se pierda y todo se mantenga en las mejores condiciones y se emplee en el beneficio y goce de cada uno, cuando estén en el estado más perfecto. Las personas de esta clase deberán también dirigir la distribución de la riqueza a medida que sea necesario extraer los productos de los almacenes para el uso cotidiano de las familias. Con las normas que puedan establecerse, y que sin duda se establecerán, un par de horas serán más que suficientes para la ejecución regular y perfecta de las funciones de esta clase. El resto de la jornada será empleado en visitar las diversas partes del hermosísimo e interesante local para ver como todas las cosas se producen. Y es natural que cualquiera de la clase, previo estudio, teniendo pleno conocimiento de lo particular, está en condiciones de juzgar si es posible introducir algún mejoramiento en uno u otro lugar para beneficio del conjunto. Otra parte del día será probablemente dedicada al estudio favorito, sean en las bellas artes, sea en la ciencia, en hacer experimentos, en la lectura y en la conversación, o en hacer visitas a las amistades. Será este el primer periodo de activo goce de la vida y gracias a la clasificación mencionada todos estarán en condiciones de procurárselo. Gozarán de óptima salud física y mental y de un buen humor inalterable; adquirirán una cultura teórica y práctica incomparablemente superior a la que cualquier ser humano haya jamás alcanzado; y les serán fácilmente familiares aquellos conocimientos accesorios que, unidos a la ciencia teórica y práctica, harán deliciosa la campaña recíproca y cualquier forma de relación. De esa manera se dispondrán a ser excelentes miembros de la clase inmediatamente superior, es decir, de la séptima clase, la cuál comprenderá todas las personas de la familia de treinta a cuarenta años. La ocupación de esta clase consistirá en la dirección de los asuntos internos, de manera que sean mantenidas en la comunidad la paz, la caridad y el cariño, o sea, en otras palabras, en impedir la manifestación de cualquier cosa que pueda turbar la armonía de la sociedad. Tal resultado se obtendrá fácilmente debido a las siguientes razones:

Porque los miembros de esa sociedad conocerán cuál es realmente su naturaleza y comprenderán que las creencias y sentimientos individuales no son creados por su voluntad, sino instintos de su naturaleza que es necesario que dominemos;

Porque debido a ese conocimiento todo miembro de la sociedad será razonable en el pensamiento, en el sentimiento y en la conducta y no se dejará dominar por la cólera, la maldad, el mal genio, las bajas pasiones, la falta de caridad o la descortesía;

Porque nadie encontrará en su semejante motivos de risa por su índole física, intelectual o moral, o por el carácter adquirido, sabiendo todos cómo aquélla y éste se han formado; así todos tendrán un vivo interés en hacer cuanto les sea posible por mejorar la calidad de toda persona, procediendo con juiciosa cordialidad;

Porque no habrá pobreza, temor a la pobreza o falta de asistencia;

Porque no habrá en el interior del establecimiento o en las inmediaciones cosas desagradables o que produzcan una impresión mala o molesta;

Porque, de acuerdo a la edad, habrá una perfecta igualdad en la educación, en las ocupaciones, en las condiciones y en los goces;

Porque, a causa de la crianza, del género de vida, y de las óptimas reglas, concordes y conformes a la propia índole y por las cuales siempre será gobernada la sociedad, se gozará generalmente, si no siempre, de buena salud y buen humor;

Porque no habrá nada que se parezca a ambición, celos y venganzas;

Porque no habrá hipocresía, ni secretos;

10° Porque no se harán compras ni ventas para ganar dinero;

11° Porque no habrá dinero, que es hoy causa de tanta opresión e injusticia;

12° Porque no habrá dudas y preocupaciones mentales alimentadas por la religión, ni desacuerdos sentimentales fomentados por la diferencia de fe o de opinión;

13° Porque no habrá sed de oro, siendo toda la riqueza de óptima calidad y superabundante;

14° Porque no habrá desilusiones en los afectos, gozando ambos sexos razonable y naturalmente los derechos de la propia naturaleza, en los periodos señalados por la naturaleza, asegurando así la virtud y felicidad comunes;

15° Finalmente, porque cada uno conocerá las normas permanentes estalecidas y puestas en ejecución para asegurar a todos la justicia más imparcial, criando y educando a cada uno, desde el nacimiento hasta la muerte, de manera que al avanzar en la vida, puedan experimentar todas las ventajas y placeres de los cuales la sabiduría acumulada por sus precedentes dotó a la inteligencia que el hombre tiene por naturaleza.

Esta clase de gobernantes demésticos estará naturalmente por razones de orden y de conveniencia, subdividida en subcomisionados, cada uno de los cuales fiscalizará más directamente a uno de los departamentos. Esta división se hará de acuerdo a la experiencia. De esta manera, toda la hacienda y los asuntos de cada organización estarán dirigidos sin celos ni disturbios. Y puesto que cada establecimiento será siempre mantenido en el mejor estado, no habrá ocasiones para controversias, se necesitará bien poco para gobernar familias tan razonablemente dispuestas, rodeadas únicamente de razonables objetos externos. Merced a estas disposiciones y clasificaciones, cada uno sabrá desde temprana edad que a una determinada época de la vida, tendrá su parte legítima en el gobierno de la sociedad.

Pero la decisión final sobre cualquier duda en asuntos prácticos es necesaria someterla a alguien, y es muy natural que esa facultad sea atribuída al más viejo de esta clase, quien gozará, por breve tiempo sin embargo, de esa prerrogativa, porque luego será reemplazado por quien le siga en edad en su clase, pasando a formar parte entre los jóvenes de la octava clase, que comprenderá las personas de cuarenta a sesenta años cumplidos.

Después de haber pensado en la producción, conservación y distribución de la riqueza, en la crianza, educación y formación del carácter desde el nacimiento hasta la edad madura, en lo referente al régimen interno de cada establecimiento, es necesario proceder a conectar toda gran familia o núcleo con otros núcleos basados en el mismo principio, es decir formar aquello que sin falta de propiedad podemos llamar orden externo.

La octava clase tendrá a su cargo ese departamento, que por su importancia debe ser puesto bajo la dirección de los hábiles, expertos y activos miembros de la sociedad. Las personas de cuarenta a sesenta años adquirirán, como clase, esa pericia y experiencia después de haber recorrido las siete clases precedentes. Su ocupación consistirá en recibir y acompañar a los visitantes que vengan de otros establecimientos, mantener correspondencia con otros núcleos, inspeccionar los caminos y crear todo cuanto se refiera a ese servicio, al par que a los medios de transporte, al intercambio de los productos sobrantes, a los inventos, a los progresos, a los descubrimientos, con el fin de que la población de cada distrito pueda participar ampliamente de los beneficios que se derivan de la ciencia mundial concentrada, y ninguna parte permanezca en estado de barbarie e ignorancia. Con tales medios dispondrá la humanidad de un nuevo poder de invención y de descubrimientos, cien millones de veces más eficaz que el que dispone actualmente, y por su virtud hará en un año por el mejoramiento y la felicidad de la raza humana más de cuanto ha sido posible conseguir en cualquier periodo de tiempo del viejo, ignorante y desdichado mundo actual.

Las personas de esta clase recorren el mundo en sus viajes, dando y recibiendo conocimientos útiles, y realizando un intercambio continuo de actos de amistad y cortesía con quienes entran en comunicación. Sus necesidades, cuando residan en los otros núcleos, serán ampliamente satisfechas, porque hallarán una superabundancia de riquezas útiles y deseables. Se experimentarán las más variadas y agradables sensaciones, cuando la potencia física, intelectual y moral se haya desarrollado en el debido orden y con la debida proporción y cultivado de la manera deliciosa ya explicada. Esa época de la vida humana estará, por consiguiente, plena de utilidad y de goces. Desde el momento en que la tierra habrá dejado de ser salvaje, estéril, inculta, palúdica o boscosa, como, con algunas excepciones es actualmente, los esfuerzos unidos de un mundo bien dirigido pronto, la convertirán en el teatro de la más rica y amena cultura, la cual dará salud y placer en un grado que la mente humana del bajo mundo actual no puede imaginar. La inteligencia humana ha sido acostumbrada hasta ahora a contemplar la región del tormento y la ha llamado de la felicidad; en el cielo hasta ahora fantástico del hombre irracional se viviría en un estado de estúpida y monótona existencia, insoportable y molesta a los seres inteligentes y razonables.

Merced a ese orden, realizado de acuerdo a los propósitos que tenemos en vista, toda la raza humana, desde la edad de cuarenta años en adelante será más realmente y verdaderamente soberana del mundo que cualquier soberano actual de un reino o de un imperio. Esos excelentes seres racionales tendrán todos los productos de la tierra y podrán usar y gozar así mejor de un placer que no dependerá de un monarca. Los hombres de la octava clase será bien educados y preparados para hacer el mejor uso posible de la riqueza y obtener placeres duraderos, sin abusar en nada. Y esos placeres serán tanto más valiosos si se piensa que ninguna persona humana estará privada de iguales privilegios y beneficios.

Es, empero, necesario, superar una dificultad aparentemente insuperable, antes que un cambio tan grande en los asuntos humanos pueda producirse, una dificultad que parece demasiado profundamente arraigada y ampliamente difundida en toda la Tierra, y de un enorme poder porque los mortales se miden a través de ella. Es la fuerza del prejuicio, infiltrada en el alma y en las costumbres de todos los hombres por sus posiciones, que los obligan a un idioma geográfico, a una religión, a determinadas costumbres, usos, asociaciones de ideas y normas de conducta, impidiendo así que todos los hombres, sin exceptuar uno solo, no sólo lleguen a ser seres razonables, sino imponiéndoles el carácter de animales irracionales, con gravísimo daño para todos los habitantes de la Tierra. ¿Cómo combatir y vencer ese mal sin que el conflicto produzca nuevas miserias a esos animales regionales? El hombre mortal, cualquiera sea la energía a la cual denomine fuerza propia, no podría pensar jamás en poner en ejecución aquello que a todos los hombres del viejo mundo parece empresa extraña y de visionarios, así como ninguna empresa loca o extravagante que pueda intentar el hombre del estado más grosero e irracional podrá superarse con locura y extravagancia. Bien, ¿qué fuerza puede divisarse en la Tierra y emplearse en este poderoso conflicto contra el hombre irracional localizado y hacer que, por ella, el hombre racional e inteligente consiga la victoria? ¿Y que los seres humanos no vuelvan al pasado, o sus retoños no sean forzados a ser simples criaturas geográficas de impresiones locales, que produzcan y reproduzcan continuamente errores locales y asociaciones de ideas, destructoras de su sabia doctrina, de la virtud y de la felicidad? Evidentemente, sería vano creer que una simple fuerza humana está en condiciones de entrar en este conflicto más que mortal. Es necesario extraer una arma nueva y divina de aquella fuente de donde el hombre extrae su organización y sus facultades mentales; un arma de tal potencia y fuerza debe lograr, empleada cotidianamente, cortar el nudo gordiano de la ignorancia y del prejuicio, de manera tal que el hombre no puede retornar a respirar sus antiguos errores y miserias.

Pero, ¿dónde hallar esa arma divina? ¿O, una vez hallada, quién tendrá la audacia de emplearla e iniciar la lucha para destruir en las criaturas los prejuicios locales, dándole la victoria al hombre racional y colocándolo, seguro para siempre, sobre el trono de la razón, sostenido por la caridad y el afecto, apto para gobernar el mundo en paz y caridad?

¡Alegráos, vosotros los que habéis deseado ver llegar el tiempo en que la raza humana sea sabia, buena y felíz, porque esa arma poderosa ha sido descubierta! ¡Su nombre es verdad! Su luz y su esplendor, ahora que han sido por primera vez mostrados abiertamente, no podrían ser negados por ningún mortal. He ahí el arma proporcionada por el poder supremo del universo, que es la única fuente de la cual emana y siempre emanará la verdad. ¿Y quién blandirá esa arma? ¿Quién entre los hijos del hombre ha sido elegido desde la juventud para manejarla? ¿Quién se arriesgará a empuñarla y saldrá a combatir la masa de prejuicios, seculares, gritando: Victoria o muerte?

No temáis, amigos míos. Ha llegado la hora, la victoria se aproxima. Hay un pequeño ejército, escaso en número; pero los soldados están revestidos de una armadura impenetrable, despojados de toda preocupación mundana, amando y venerando a la verdad sin mezcla de errores, sin tener al hombre y a lo que el hombre pueda hacer contra ellos. Tienen ya experiencia del arma divina y saben emplearla diestramente. La han empuñado con firmeza, sin salir del campo, han iniciado la lucha y no descansarán hasta que la ignorancia, la falsedad, la superstición, la culpa y la miseria sean eleminados de la raza humana, y la paz, la caridad, la razón, la verdad, la justicia, el amor y la felicidad reinen triunfantes y para siempre en toda la familia humana, en todos los lugares en donde exista el hombre. ¡No se conozca más entre los hijos de los hombres la esclavitud, la servidumbre, la opresión y el mal de cualquier especie que sea!


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