Índice de Anarquismo de Miguel Gimenez IgualadaAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

COMUNISMOS

Segunda parte

Pero dejemos tranquilos a los animales en sus praderas y acantilados, en donde ni viven ni vivieron nunca en comunidad, sino en rebaños, manadas o bandadas, y continuemos con el comunismo humano, que Marx se imaginó haberlo descubierto en pueblos anteriores y que Kropotkin creyó haber hallado entre los animales, y sean cuales fueren sus ensoñaciones, que no comprobaciones, podemos asegurar que ni el uno lo encontró en los pueblos antiguos, que vivieron bajo el más irrefrenable autoritarismo, ni el otro en la naturaleza, pues si hubiera sido una manera de vivir natural, el hombre, también naturaleza, lo hubiera heredado, y lo que heredó como función natural de todos los organismos vivos, fue la libertad, sin la cual la vida languidece, cuando no desaparece.

Porque no existe en la naturaleza, ni es tampoco predisposición humana, los dos más conspicuos sostenedores de la teoría comunista (sólo es una teoría, un sistema, una lucubración humana), se vieron forzados a hablar a los hombres de revolución, o sea de imposición, única manera de obligarlos a ser comunistas a la fuerza, abandonando el deseo de ser propietarios por haberles prometido la felicidad a cambio de la libertad que dentro del sistema comunista perderían -el marxista Lenin les dijo que la libertad es un prejuicio burgués, y los pobres lo creyeron-, y fue tal la propaganda que los comunistas convencidos desarrollaron en el mundo, argumentando que lo que perdieran en libertad lo ganarían en sosiego por no tener que preocuparse de sus necesidades que el gobierno cubriría, que la idea de revolución cundió en el mundo, especialmente entre los proletarios, cuyo dominio se disputaron los de las dos tendencias, la marxista y la kropotkiana.

Bien está que Marx hablase de la dictadura como de una etapa necesaria para que el hombre alcanzara su bienestar, considerando esa tapa como de escuela para que aprendieran todos a vivir en comunismo, que nadie sabe nunca lo que es, porque, según lo estamos viendo, cambia de acuerdo con las ideas de sus directores; pero mal está que los kropotkinianos, partidarios de un comunismo libertario, al cual no pocas veces llaman anarquismo, aceptasen obligar a los hombres por medio de una violenta e inhumana revolución, a que abandonasen sus posiciones de hombría, ya que todo anarquista sabe que lo que más estima el hombre normal es su libertad: amar en libertad, trabajar en libertad, comer en libertad, para lo cual necesita disponer libremente de su vida y de lo necesario para su subsistencia y la de su familia.

Porque la revolución violenta no puede ser anárquica en ningún caso, los que la desencadenan no pueden ser anarquistas, pues si anarquismo es no-gobierno, no-imposición de un hombre contra otro o sobre otro, el revolucionario que impone su criterio o por medio de las armas, no sólo no puede llamarse anarquista, pero ni aun hombre moral, so pena de que en estos tiempos de tergiversación de valores morales humanos al crimen se le llame ética.

Redactar unos mandamientos para que los hombres se sujeten a ellos, es tarea fácil -los cristianos lo hicieron, y, siguiendo sus huellas, también lo hizo Marx-; pero obligar a que cumplan con lo ordenado, vale como sujeción, y el encadenamiento mental, que eso es obligar a unos hombres a que compriman su vida en el molde ideológico imaginado y servido por otros, es tiranía, y ningún tirano puede ser anarquista, aunque él se lo llame. Y molde imaginado, por no ser tendencia natural de la especie, es el comunismo, llámese como quiera llamársele.

Y conste, aunque no necesitaría decirlo, que yo no tomo parte en las diferencias de credo de los hombres, pues yo sostengo, y así obro, que el anarquista, que es hombre universal, no toma partido ni por uno ni por otro, ni por el guerrero a favor de la guerra, ni por el pacífico a favor de la paz, ya que unirse a A contra B o a B contra A, es tanto como declarar la guerra a uno o a otro. ¿Que aquél es socialista? Enhorabuena. ¿Que éste es libertario? Enhorabuena. ¿Que ése es católico? ¿Y por qué no también enhorabuena, si todos y cada uno de ellos me respeta? Yo no me uno a éste contra aquél ni a ése contra el otro. Yo voy por mi camino, solo si nadie quiere acompañarme, aunque mucho me gusta la compañía, pues considero compañero al que me acompaña, pero no al que quiere imponérseme obligándome a que beba en la fuente ideológica en que él bebe sin tener en cuenta ni mi sed ni mis predilecciones, pues a ése le llamo tirano. Y el tirano, sea él quien fuere, es nocivo para mi salud corporal, mi salud mental, mi libertad y mi cultura.

Por eso repito que malo, muy malo y antianárquico es ejercer dominio (gobierno) sobre una persona viva; pero ¿qué más terrible dominio puede haber que el de matar al que se quiere dominar y no permite ser dominado? De ahí que a los que, con el ánimo de imponerse, matan, no pueda llamarles yo anarquistas, pero tampoco a los que pregonan la matanza, que eso son las revoluciones violentas: ¡matanzas de hombres!

Las recetas de todos los que, sintiéndose médicos sociales quisieron curar a la fuerza a la humanidad, fueron todas equivocadas; por eso, cuando la humanidad, o parte de ella, tomó la pócima comunista, se envenenó agravando su mal. No obstante, aun viéndola enferma, los ideólogos sociales aconsejan que siga tomando el brevaje, y los jóvenes y los viejos se ven atacados por la misma violenta locura, sin que nadie se preocupe de su curación, antes al contrario invitándolos a que continúen destruyéndose unos a otros sin tregua ni medida.

Porque no nos sirven las palabras si en ellas vemos solamente su significado; nos sirven cuando nos figuramos las escenas que representan o pueden representar, o sea, si nos imaginamos verlas en actividad, cumpliendo su función. Así, no nos damos cuenta de lo que es comunismo si nos limitamos a decir que es vida en común, porque aun siendo verdad que eso es, conviene saber, para ver al comunismo funcinando, que dentro de ese régimen el individuo es como cosa a la que se mueve sin tomarIe parecer, que se le ordena sin saber si puede o no cumplir la orden recibida, que se le castiga por faltas que sólo ha cometido en la imaginación de los guardianes. Y es que en comunismo lo que se aprecia y tiene en cuenta es el régimen, no el hombre, no el individuo, y porque sólo es el régimen lo que se considera bueno, sólo los que lo encarnan o dirigen pueden conceder o restringir derechos, señalar atribuciones, trazar derroteros por los que obligatoriamente tiene que ir el individuo, al que, convertido en masa, se le despoja de todas sus pertenencias incluida en el despojo su propia persona, de la que no puede disponer nunca libremente, porque régimen equivale a regimiento, y quien puede regimentar forma escuadrones de guerra. Por eso, los que se hallan dentro de esos regímenes se llaman militantes, y militante quiere decir que milita, que es militar, cosa que puede ser movida y lanzada a la muerte cuando lo quiera el jefe, el de mayor graduación, el de mando superior.

El anarquista, que ni es ni quiere ser comunista, no puede, por propio y humano sentimiento, considerar a los hombres como a cosas, como a útiles, como a mílites de los que puede valerse para acrecentar el poder de un régimen, sea el que fuere, o para medro de su persona. Y como el sentimiento no puede expresarse en segunda ni en tercera persona, diré en primera que mi dignidad de hombre anárquico, de hombre moral, de hombre bueno, me prohibe obrar como obra el comunista. O mejor, me lo prohibo yo, hombre libre, no comunista, no gobernante, y me lo prohibo yo porque no sujeto a nada ni a nadie, puedo prohibírmelo, pues yo soy además de mi propia persona, mi propia dignidad, que no actúa jamás fuera de mí. Y es que yo no trato a los hombres ni aun como les pido ser tratado por ellos, sino que sin tener en cuenta su trato, les presto mi asistencia como mejor sé y puedo. ¿Que por qué? Porque no veo, como el comunista, en otro hombre una cosa de utilidad para mi régimen ni un mílite que ha de defenderlo, sino que veo y siento en él un yo. Es decir, me veo y me siento en otro hombre. Le doy el trato que a mi yo, que, aun ampliado, es mi yo mismo.

¿Quiero libertad para mi yo? Indudablemente. Pues si la quiero para mi yo personal, la quiero de la misma manera para mi yo ampliado, prolongado, mayor, porque el yo con el cual me con-penetro, es como mi mismo yo, porque al penetrarlo, lo convierto en mi yo, persona mía. Porque lo he penetrado, lo comprendo, y porque lo comprendo, lo quiero. Es ya, para mí, más que un hombre, más que una unidad humana, mi mismo yo. No masa, ni cosa, ni mílite, ni útil. Yo. Por esa relación de mi yo con los otros yo que componemos la humanidad, y en los cuales me veo y me siento, porque vivo, compenetrándome con ellos, ni puedo ser comunista ni desear para ellos el comunismo, ya que para mí deseo libertad tanto como para ellos y el comunismo no puede darnos lo que no tiene porque es contrario a su esencia.

¿Que es difícil concebir así a la humanidad? No debe ser tan difícil cuando yo la concibo, y no como un inmenso rebaño, sí como un gran conjunto de seres, de yo, de sin plural, que penetran a otros yo para mejor quererlos y ayudarlos, porque anarquismo es ayuda. Y esa concepción figura entre las pocas concepciones anárquicas que de la humanidad puede tener un yo anárquico, ya que cava todavía más hondo en la vida humana que la fraternidad.

Pero eso equivale, se me dirá, a ser atletas del pensamiento. Y así es. Pero no sólo atletas del pensamiento, sino del sentimiento, y del bien obrar.

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