Índice de Psicología del socialista-anarquista por A. HamonCapítulo VII: Del sentido de la lógicaCapítulo IX: Del espíritu de proselitismoBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO VIII

De la curiosidad de conocer

Es necesario enseñar siempre la verdad a los hombres.
D'Alembert.

En la mentalidad socialista-anarquista hemos hallado por medio de la observación y también racionalmente, la existencia de las características psíquicas: Espíritu de rebeldía, con sus modalidades, espíritu de crítica y de examen, individualismo y tendencia a la lógica.

Un individuo poseedor de una mentalidad semejante, necesariamente ha de ser un observador, un curioso de conocer, de saber. Para cultivar su Yo, tiene necesidad de aprender. Impulsado por su tendencia a la crítica y al examen, tiene necesidad de conocer. Rebelde contra las formas sociales que quiere cambiar, tiene siempre necesidad de saber algo más, más o menos, profunda o superficialmente, a fin de responder a las objeciones que se hagan a sus críticas de la forma social autoritaria y a su ideación de la forma social libertaria.

La sensibilidad y el sentimentalismo están en el socialista-anarquista equilibrados por un gran esfuerzo hacia la lógica. Reflexivo y consciente, tiene necesidad de estudiar más o menos minuciosamente el organismo y el funcionamiento de la sociedad, a fin de establecer su crítica y su ideal. Tiene necesidad de analizar la sociedad, imaginar remedios a los inconvenientes que encuentra, o cree hallar en ella, y sintetizar todos estos remedios en la educación de una sociedad nueva.

Racionalmente, el socialista-anarquista tiene necesidad de conocer, de saber, y, por consiguiente, debe existir en su mentalidad un carácter psíquico: curiosidad de conocer o deseo de saber. Si una característica mental no existiere, no sentiría ninguna curiosidad de aprender, ningún deseo de saber algo más, ninguna necesidad de cultivar un yo, de criticar las formas sociales, de idear otras nuevas. Entonces, no sería socialista-anarquista, porque no poseería el espíritu de rebeldía, ni el amor al yo, ni la tendencia a la lógica, caracteres psíquicos que son específicos de la mentalidad de los anarquistas.

Así, pues, sin ningun género de duda, el socialista-anarquista es un curioso, cuidadoso de averiguar lo que ignora. Para satisfacer este deseo, esta verdadera necesidad, debe observar y leer; debe interesarse en los fenómenos sociales; debe estudiar siempre, evidentemente, con su grado de inteligencia, según el tiempo que los cuidados de la vida diaria le permitan consagrar a este mejoramiento de su Yo.

Las respuestas que obtuvimos confirman, por la observación, la exactitud de nuestras deducciones, como se puede juzgar por los siguientes extractos:

Yo que amaba las mujeres y los placeres, cambié completamente. Sólo pensaba en leer, en instruirme; leí los filósofos materialistas, los economistas... (D. 3.)

Fuí hojeando por curiosidad los libros prohibidos, recogiendo un pensamiento de cada autor antiguo y moderno... Tuve ocasión de leer Darwin, Letourneau, Proudhon, Blanqui, un poco Spencer, la Révolte y otros autores diversos de todos los tiempos y países diferentes, pensadores subversivos, que hicieron desmoronar la instrucción sólida y muy legal que antes recibí... (A. Veidaux.)

En la escuela municipal yo era un excelente trabajador, tanto que me propusieron para obtener una pensión universitaria. La obtuve. Al principio fuí un buen escolar, después cesé de estudiar los programas, entregándome a numerosas lecturas; todos los libros me eran buenos para el caso. Más tarde leí los filósofos materialistas, Büchner especialmente, que ejerció sobre mí una gran influencia. Cuando fuí practicante en medicina estaba al corriente de todas las novedades científicas. Me gustaba mucho leer, estudiar, y me gusta aún... (Doctor H. 6.)

Al salir del Liceo principié a escribir en las revistas científicas sobre cuestiones relativas a ciencias físicas. Hacía indagaciones sobre la electricidad. Más tarde, después de mi voluntariado, abandoné algún tiempo este género de estudios para dedicarme a las ciencias médicas, y después a la sociología. (O. 7.)

Leibnitz y Aristóteles, mis dos autores favoritos, me habían preparado maravillosamente para comprender las teorías llamadas anarquistas. Proudhon, Guyau e Ibsen, que estudié luego, no cambiaron mi favorable opinión de dichas teorías... (L. Malquin.)

Sin embargo, como tantos otros, a los 25 años iba errante entre el laberinto de los filósofos y fuí sucesivamente hegeliano, kantiano, espinosista, etc., hasta el día que Darwin me descorrió el velo. Verdad es que no le comprendí en seguida, pero la esencial ley de la evolución me chocó intensamente y mi espíritu se complació en hallar las aplicaciones sociales... (P. 10.)

Por naturaleza yo era observador muy curioso y estudiaba con pasión todo lo que caía en mis manos... Con mis escasos recursos compraba libros, periódicos, cuartillas, y a veces hacía ensayos poéticos, buscando traducir al papel los pensamientos que me atormentaban. De este modo estuve apartado de los partidos cerca de seis años, estudiando a Marx, Proudhon, y todo lo que podía procurarme; luego entré de lleno dentro de la anarquía... Leí el folleto, Haz lo que quieras, respuesta a Lefrancais, después El espíritu de rebeldía, Los Productos de la tierra, El salario, de Kropotkin, y Entre campesinos, de Malatesta. (K. 11.)

Admitido en diversos bachilleratos, principié cursando medicina y apasionándome por la política... Al mismo tiempo me iniciaba, como tantos otros, en el budismo, cuya pereza me seducía, en oposición al descorazonamiento que me producía la masonería y el espíritu pequeño y bajo de los materialistas oficiales... Fué en estos momentos cuando ciertas ocupaciones puramente artísticas me condujeron hacia la lectura de los Entretiens politiques et littéraires, del Mercure de France, de la Revue blanche, y de los literatos queridos, B. Lazare, R. de Gourmont, P. Adam y tantos otros, que me iniciaron en esta doctrina, como también el acto de Ravachol... (Ph. D. 4.)

Después se sucedieron las largas conversaciones con mi citado amigo, que compartía mis ideas y que nos fortificaron mutuamente. Esto puede explicar que cuando los folletos verdaderamente libertarios llegaron a mis manos, cayeron en terreno abonado, acaso precisando, pero aportando poco más a mis ideas. El por qué es una cosa de hechos imprecisos... (A. 15.)

Por otra parte, mis lecturas, sólo podían desarrollarme en este sentido socialista, puesto que yo leía con preferencia los autores en los cuales encontraba una crítica de la sociedad... (M. 14.)

Vivamente impresionado, leí entonces las obras que conocía. Dos, especialmente, me impresionaron grandemente: la Defensa de Etievant y Dios y el Estado de Bakunin. Más tarde, Guyau, Haeckel, Spencer y casi toda la obra anarquista. Bajo el punto de vista de la idea fuí conquistado... (A. Retté.)

Más tarde, tres años después de mi entrada en el aprendizaje, a los dieciséis años, aislado en un cantón de la provincia de Jonne, dedicaba mis tardes de los domingos y mis noches a hojear los libros de la biblioteca municipal. (S. 1.)

Pero no es tan sólo en el seno de esta tiranía fantaseadora y odiosa (el ejército) donde aprendía a conocer los prejuicios enormes de la sociedad y sus vicios de organización. Una vez mi espíritu puesto en guardia, le fué fácil comprobar en todas partes el mismo mal: el abuso del poder. Puesto que estos dueños que habéis elegido... la fábula del caballo que tomó un caballero para vengarse del ciervo. He ahí lo que una pequeña observación y numerosas lecturas (Balzac, La conquista del pan, la Révolte, etc.) me han hecho comprender... Ciertamente que no dejaba de hacerme a mí mismo algunas objeciones, a medida que avanzaba en el conocimiento de las teorías anarquistas, pero encontraba las respuestas en las meditaciones de las lecturas o de las discusiones entre partidarios y adversarios, hasta el momento en que tuve un ideal que me ofreció suficientes garantías para que pudiera aceptarlo... (B. 2.)

Una vez entré en la prensa y resuelto a no imitar a mis colegas que, en su mayoría, juzgan con un aplomo imperturbable cuestiones de las que no conocen ni las primeras palabras, me tracé el deber de estudiar las cuestiones sociales para poder luchar, con conocimiento de causa; las teorías socialistas... Principié por estudiar separadamente... (Séverin L.)

He visto sufrir a los miserables a mi alrededor, he conocido la lucha atroz del capital y del proletario, he tocado con el dedo las mil injusticias sociales... Durante algún tiempo creía que bastarían las panaceas del socialismo, pero pronto, al ver cómo las presentaban los charlatanes que las vendían, me disgustó, y, por otra parte, comprendí su vanidad... (Bernard Lazare.)

Soy anarquista, porque habiendo estudiado los sistemas gubernamentales... La compulsión de los anales antiguos me ha enseñado que, de todos los innumerables sistemas de gobierno sucesivamente ensayados a través de las épocas, no hay siquiera uno que no haya sido una fuente de desórdenes y de abusos... Educado lejos de toda influencia política y religiosa, joven aún, abandonéme a la esperanza de ver la República Universal; la filosofía de Mazzini era a mis ojos la más elevada de todas. Defraudado muy temprano por la actitud de los políticos de la tercera República francesa, no sabiendo qué esperar y pensar para el porvenir de la humanidad, en aquella época cansado y disgustado de todo, cayó en mis manos un periódico anarquista, uno de los primeros publicados en Francia, y lo leí ávidamente... Luego, viviendo en el mundo de los rebeldes, he aprendido y adquirido conocimientos más perfectos sobre las ideas por las cuales estoy pronto a hacer todos los sacrificios... (T. D. M. 28.)

Hijos de obreros e hijo del pueblo, por poco estuve que no fuera burgués... Mi padre quería hacer de mí un profesor, pero yo tenía deseos más elevados: un sueño de gloria me enloquecía, sueño que me arrastró hacia la bohemia literaria... (E. D. H. 25.)

Naturaleza impresionable y sedienta de justicia, ví que el número de los que eran víctimas de la sociedad era inmenso. Esto me hizo sufrir y observar en torno mío. He visto a niños harapientos recoger legumbres averiadas, y llevarlas a sus padres para que las cocieran. He visto a niños andrajosos conducidos por los gendarmes a sus pueblos, porque, sin papeles y sin padres, los pobrecillos mendigaban. He visto a mujeres maltratadas por la policía; he visto... (A. Nicolet.)

Respondíle que ya tenía bastante, que la prensa, con sus artículos mal redactados, me disgustaba, que hasta los mismos periódicos del Partido Obrero (Bruselas) me eran insoportables con su manera de desacreditar a todo el mundo para hacer creer que ellos eran de una especie más privilegiada de la naturaleza, que en el fondo sólo tenían por principio el quitate tú... El camarada sacó entonces un periódico del bolsillo, y me dijo: Lee esto, es el periódico más avanzado y el más filosófico. Y mientras esto me decía, había yo desdoblado el papel y leído: Suplemento literario de la Révolte... Al día siguiente me hice prestar dos francos por mi madre para enviarlos a Grave. Poco tiempo después trabé relaciones con libros que no se venden en las estaciones de los ferrocarriles ni se exponen, como el Cadet de Richepin, en los aparadores de las librerías... (A. B. G. 21.)

... Mi servicio consistía en hacer los quehaceres interiores, y pude observar todos los días por mí mismo, la suculencia de los manjares destinados a estos seres inútiles e improductivos. Pero no estando aún en la edad de la reflexión, miraba este estado de cosas o iniquidades con la mayor indiferencia; no obstante, yo había observado muchas cosas que me vinieron a la memoria mucho tiempo después... Abrumado bajo el yugo del poderío capitalista, surgieron mis recuerdos infantiles y reflexioné. Reflexioné que en mi país estaba colocado en casa de gentes que gastaban en un día para satisfacer vanos caprichos, lo necesario de varias familias... Reflexioné... Miré en torno mío y observé que la misma miseria existía entre mis hermanos de trabajo... (Carlos Ansenne.)

La lectura de Peau de chagrin me ha sugerido la idea de un individuo poseedor de semejante talismán... Podéis juzgar por esto, que cuando mi hijo leía la Révolte, no tardé en darme cuenta de que yo era anarquista... (P. Lelièvre.)

A la edad de veinte años conocí las obras de Multatuli, un autor muy conocido e influyente en Holanda... Desde entonces he leído también varios libros y periódicos anarquistas. También leí durante mucho tiempo la Révolte... (J. Methoffer.)

En estos extractos debidos a franceses, suizos, belgas, se percibe fácilmente un vivo deseo de instruirse. Las declaraciones de algunos, poco ilustrados, como D. 3, K. 11, S. 1, T. D. M. 28, A. 15, G. Hansenne, obrero sin instrucción, cuyas cartas están plagadas de faltas de ortografía, son, por el hecho mismo de esta carencia de instrucción del todo sugestivas.

Este mismo deseo de conocer, tan independiente -en los socialistas-anarquistas al menos- de la clase y de la profesión, se descubre en los poco ilustrados de Inglaterra, Escocia, Irlanda, Alemania, España, Italia, etcétera, del mismo modo que en las personas ilustradas de estas regiones. Los siguientes fragmentos son suficientemente significativos.

Antes de los 18 años había examinado la principal parte de la literatura secularista, socialista y anarquista... Había hecho excursiones en los trabajos de Huxley, Tyndall, Spencer, Darwin, Comte, Gibbon, Green, Froude, etc., y aunque sólo había frecuentado una escuela pública durante cinco años, y no hubiese alcanzado aún la edad suficiente, me encontré capaz de sostener una controversia pública desde las columnas de Birkenhead con el canónigo Linton... (T. W. B. Turner.)

En fin, lucho porque he gastado la mayor parte de mi vida como estudiante de la teoría de los Kindergarten (jardín para niños)... (H. 12.)

Principié inmediatamente a estudiar el movimiento socialista... (F. W. 8.)

Tuve desde mi infancia la ventaja de leer... los principios del partido del Libre Pensamiento... Hay que notar también que los trozos de las concepciones de Roberto Owen sobre el socialismo, se encontraban esparcidas entre las páginas de la literatura de Libre Pensamiento, y especialmente en los escritos del doctor Henry Travis, los cuales, en determinada época, ejercieron sobre mi alguna influencia... En esta época leí Dios y el Estado, de Bakunin... (A. M. 27.)

Después de un estudio de la cuestión, me parecieron tan grandes los peligros de una burocracia, que durante mucho tiempo fuí partidario del anarquismo individualista... (A. Z. 23.)

Este mitín de los sin trabajo había sido organizado por los socialistas, que fueron encarcelados por sus discursos. Esto me sorprendió: ¿por qué causa tales hombres se sacrificaban? Estudié entonces su doctrina en el Commonwealth de Gronlünd, en Basis of socialism de Hyndman, y otros, y me convertí en socialista porque parecióme el camino más cómodo para que el Estado tomara posesión de la tierra y del capital. Poco tiempo después de la ejecución de los anarquistas de Chicago, leí sus discursos, que me causaron una buena impresión. Entonces continué leyendo los artículos de Kropotkin,y gradualmente me volví anarquista... (A. Bird.)

Porque deseo ver establecer un sistema que no opondría ningún obstáculo a la libre aplicación de las ciencias a todos los asuntos de nuestra vida diaria; creo que los métodos científicos son los únicos verdaderos métodos para llegar a la verdad; creo que cada nueva verdad descubierta toma el lugar de un error pasado y la anarquía aportará la ventaja de las libres experiencias, abrirá ampliamente las puertas para que entre la ciencia, de modo que en un estado de sociedad semejante no habrá nada que retarde el trabajo de la humanidad para su propia evolución... Al descubrir también que la religión ha perseguido y excomulgado siempre la ciencia y a sus discípulos... (Henry Campbell.)

Entonces estudié... las hábiles y verdaderas enseñanzas de Kropotkin, Malatesta y otros... Escuché y aprendí también mucho en las conferencias de los camaradas A. Henry, Mowbray, Nicoll, Duncan, Tochatti y otros... (D. K. C. M. 17.)

He aprendido mucho de un compañero. El me dió diversos folletos y principié a frecuentar los mítines socialistas... Entonces me introduje entre los social-demócratas y durante mis relaciones con este partido, consagré mi tiempo al estudio... Leí toda la literatura anarquista que cayó en mis manos... (G. R. 22.)

Estaba particularmente firme en mis convicciones por los escritos de Ruskin, Carlyle, Tolstoi, Fox, George, los socialistas y otros economistas por el estilo... (J. C. Kenworthy.)

Mi trato con el socialismo en general principió al mismo tiempo que entré en el Libre Pensamiento y en el unitarianismo, convirtiéndome en miembro de esta última iglesia. Aprendí mucho del ministro Rev. Alex Webster y leyendo con ardor los periódicos, cartas y folletos del camarada Leathem y otros que pude procurarme... Entonces leí el proceso de los anarquistas de Chicago, los folletos de Malatesta, Kropotkin, Duncan y otros, y algunas de las obras de Tolstoi y también oí varias conferencias de los compañeros de Londres... (N. W. 19.)

Al principio me atrajo hacia la anarquía la lectura de los Mártires de Chicago y las conferencias de los camaradas Barless, Bell y Duncan... (William Reckie.)

Yo no entré inmediatamente en el movimiento socialista, pero a pesar de otras atracciones que encuentra un joven en su vida, jamás pude apartar el socialismo de mi espíritu. Poco después fuí un asiduo auditor de los mítines... Estudié los dos (socialismo legalitario y revolucionario) sin prejuicios, según creo; pero jamás pude concebir la justicia de un cuerpo de hombres llamándose a sí mismos el Estado, teniendo autoridad para obligar a los demás a obedecerles... (Jorge Robertson.)

Pero fue mucho antes que yo principiara a estudiar la cuestión, y después mi entusiasmo por mi nueva joya descubierta, principió a desvanecerse. Comencé a estudiar seriamente la cuestión del socialismo de Estado... (O. P. Smith.)

Cuando joven, mi madre deseó que estudiara para cura y durante algún tiempo seguí sus deseos. Pero cuando hube leído las obras de Darwin, de Huxley y de otros escritores de esta escuela, rechacé aquel deseo y principié a estudiar medicina; pero víme obligado, por los Res Augustae domi, a ser comerciante... Hacia 1885 encontré a William Morris, Hyndman y S. B. Shaw, los cuales, claramente, demostraron en sus conferencias la causa fundamental de la pobreza... Fue por los escritos de Kropotkin y de Malatesta como aprendí a conocer los peligros que ofrecía la Social-democracia... (J. Tochatti.)

Por otra parte, sostengo que el problema que hay que resolver es el de la inteligencia contra la ignorancia; debe resolverse por llamamientos a esta inteligencia en lugar de la pasión y a los prejuicios. Volvíme anarquista por el estudio de los principios y de las cuestiones económicas... (W. H. Van Ornum.)

Cuando entré en las filas de la Social-democracia, en Austria (1872), mi alimento mental consistía exclusivamente de las obras de Marx, Lassalle, Liebknecht, Bebel, Most y algunos otros... (C. H. 13.)

Y en la tormenta de la lucha política... poco tiempo había para el estudio y la reflexión. En fin, emigré, al principio a Dinamarca, luego a Inglaterra; en esta última nación fue donde observaciones y comparaciones hicieron cambiar mis ideas... (O. Gutzkow.)

Mis disputas con mis padres, a causa de mi irreligiosidad, me hicieron comprender que yo estaba versado en todas las ciencias por las cuales los judíos verdaderamente religiosos sienten horror. Un corto número de la parte más avanzada de estos judíos me propusieron diera lecciones a sus hijos respecto de las cosas mundanas. Su apoyo me permitió no tener que volver a casa de mis padres con aquella mentira religiosa en los labios y poder hacer lo que me diera la gana. Así fue cómo a la edad de catorce años enseñaba en lugar de ser un discípulo. Los padres de algunos de mis alumnos a quienes enseñaba a escribir, aritmética, etc., estuvieron contentos de mí. Al propio tiempo yo iba estudiando todo lo que podía serme útil. Era un devorador de libros, y en el curso de dos años aprendí realmente todo lo que era digno de conocer. No hubo libro que tratase de cuestiones económicas que en aquella época yo no conociera... Pasaron años y me hallé preparado para entrar en una universidad rusa. Entonces tenía 20 años y mi ambición consistía en distinguirme entre el mundo científico... Después no hubo un libro, un folleto, un artículo sobre el anarquismo, que yo no lo leyese, pero al propio tiempo leía todo lo que se escribía en oposición a la anarquía... (R. F. 24.)

Desde mi infancia demostré un gran deseo de aprender; era mi ambición, y muchas veces he llorado al reflexionar que algunas de mis amigas frecuentaban la escuela y aprendían todo lo imaginable, mientras que yo nada sabía. Sordo mi padre a mis lamentaciones, mi madre hizo todo lo posible para ponerme en una escuela y desde entonces dediquéme al estudio con un ardor extraordinario, con gran satisfacción de mis maestros y más especialmente... Leí todo lo que pude procurarme de la literatura socialista de todas las escuelas; social-democracia, anarquista, etc. No había un mitín, una conferencia a la que yo no asistiese... (W. D. 30.)

A los trece o catorce años leía Haeckel y Darwin, sin comprenderlos, naturalmente... Amaba las ciencias naturales y la filosofía y era ferviente ateo... Devoré los libros que hablaban de los nihilistas... (S. P. 29.)

Entré en las filas del movimiento obrero el 1° de mayo de 1889, en Trieste (Austria), en la sociedad Confederazione Operaia. Leí por vez primera el Commonweal de Londres... En el mes de septiembre del mismo año fundé una hoja en sociedad con un socialista demócrata, en lengua eslava, Delavski List -Hoja obrera-... Después del 1° de mayo de 1890 (En La Chaux-de-Fonds) el redactor del Sentinelle pidió mi discurso (hablé en italiano)... Fue en Saint-Imier cuando los camaradas me hicieron leer la Révolte y el Père Peinard... (A. Klemencic.)

Lo que más contribuyó a formar mi convicción, después de la muerte de mi padre, fue... y la lectura de las obras de Guerrazzi, de Byron, y la historia... (A. Agresti.)

... En estas circunstancias tuve la desgracia de perder a mi madre. Fue tan profundo el dolor que experimenté, que mi carácter volvióse por completo hipocondríaco. No creía con la buena fe de antes y me lo reprochaba a mí mismo. Después de la muerte de mi madre leí libros ascéticos para concentrarme más en mi dolor. Estaban tan plagados de metafísica, que mi razón los rechazó, razón que se desarrollaba más cada día. Entonces tocóles el turno a los libros de los clásicos, y especialmente las poesías de Foscolo, Leopardi, Aleardi, cuyos cantos reproducían el estado psicológico que me embargaba... Entonces tuve ocasión de leer las obras de Byron, que asestaron un rudo golpe a mi fe religiosa... Mi misantropía se aumentó. Aislado, solo, sin amigos y sin fe, a menudo me familiaricé con la idea del suicidio. El único recuerdo que me enternecía era el de mi madre. Con mi padre, que se había vuelto a casar, no pensaba. Yo había vuelto a Liorna y trabajaba en una casa de comercio, y tan pronto me veía libre corría a mi casa y me encerraba en mi cuarto para abismarme en la lectura. Las obras de Victor Hugo me causaron gran impresión, Los miserables, Los trabajadores del mar, El noventa y tres... Después de este suceso (insurrección de Roma) no quise oir hablar ni de garibaldinos, ni de republicanos. Desconfiando de todo, estuve algún tiempo sin frecuentarme con nadie. No obstante, la guerra entre republicanos e internacionalistas continuaba, y entonces fue cuando me asaltó el deseo de saber qué es lo que se entendía por internacionalistas. Pude obtener algunos periódicos, especialmente la Plebe de Milán... Continué (siendo militar) leyendo a escondidas los escritos revolucionarios... Un día cayó en mis manos un folleto. Lo leí y lo leo aún. Me hizo el efecto de una revelación. Era un folleto en francés, A los jóvenes, de Kropotkin. (A. N. 16.)

La historia nos prueba que el progreso del hombre avanza por la asociación de los intereses... El ideal de la familia, de la tribu, del municipio, de la provincia, de la nación, de la raza, no son sino la marcha natural de la inteligencia humana, que llegará a la humanidad cansada de los antagonismos y querrá realizar la soberanía del género humano sobre los tres reinos mineral, vegetal y animal. Ambiente natural que ofrece una lucha razonable a la ciencia y a la industria humana para el desarrollo de toda la especie y dependerá del grado de la experiencia general, el bienestar particular... (G. P. 20.)

Los espíritus deben tener el campo libre a los estudios científicos y naturales... Para esto es necesario destruir las preocupaciones religiosas... En su lugar se establecerá la ciencia... Yo quise conocer más a fondo las teorías anarquistas y busqué los libros anarquistas. Los leí con pasión. Lo que yo entendía de ellos lo explicaba a los demás y lo que no comprendía me lo hacía explicar... (Z. B. 26.)

Entonce supe lo bastante para que pudiera hallar placer en leer los periódicos y folletos anarquistas, para estudiar el ideal anárquico... (Francisco Freixas.)

Porque tengo sed de instrucción... (Rómulo Fustiz.)

La primera causa que me ha hecho anarquista fue mi curiosidad de leer los periódicos y algunos libros, pocos, porque me es muy difícil comprarlos... El gobierno sólo se ocupa en mantenerme en la ignorancia y en aporrearme... (Ignacio Jaquetti.)

Soy anarquista-comunista porque... deja abierto el camino a la ciencia, al progreso, a la civilización... (Mariano Lafarga.)

Aprendí en los hombres de ciencia, que anarquía significa carencia de gobierno y emancipación humana... (Juan F. Lamela.)

Ví que en lugar de dar al niño una instrucción sana y científica para que pueda, una vez grande, ser útil a la sociedad, se le atrofia el cerebro con ideas falsas y rutinarias, atemorizándolo con el fantasma de un dios imaginario. Sí; gobierno, capital, religión, he ahí las bases fundamentales de la sociedad actual y las causas principales de su malestar, visto que... donde hay religión hay ignorancia y embrutecimiento... Estudié los partidos políticos... Estudié el partido socialista... Estudié, en fin, la Anarquía... (J. E. Martí.)

Se apoderó de mí un gozo inmenso, porque ví que en el mundo aún hay hombres que se dedican al estudio del cerebro y de las ideas... Volvíme anarquista porque leí un folleto titulado: Conferencias socialistas, de Chivelnior... (Jacinto Melich.)

El estudio de las cuestiones económicas y sociales me ha convencido de que el porvenir está en el proletariado... (Joaquín Luis Olbés.)

Partidario del estudio para los trabajadores y de su unión, conocí en 1884 la constitución de una sociedad obrera en Bilbao y entré en ella. Allí leí periódicos anarquistas que me gustaron y a los que me suscribí, procurándome, además, libros y folletos... (Palmiro.)

Volvíme anarquista gracias a ese estudio continuo, aunque sin orden, al que fuí conducido desde la infancia, por mi amor a la lectura... Partiendo de una educación infantil incompleta y rutinaria, y elevándome gradualmente hasta el conocimiento, tal vez confuso, de los principios anarquistas... (José Prat.)

Entonces sentí la necesidad de estudiar las ideas por las cuales habían muerto estos mártires (de Chicago), ideas que mi razón natural me decía debían ser de importancia cuando la burguesía las combatía con el crimen de Chicago. Busqué libros, y los primeros que cayeron en mi poder fueron los que trataban del anarquismo colectivista, y seguí esta idea. Después leí otros libros, folletos y periódicos; y discutí con algunos compañeros que me convencieron de las ventajas del comunismo sobre el colectivismo... (Agustín Sineriz.)

Siempre dispuesto a progresar, tuve las primeras nociones de Anarquía propagadas por otros compañeros de taller... Entreguéme a su estudio, y, actualmente, comprendiendo bien las ideas anarquistas, oso llamarme ateo en religión, en política, anarquista y, en economía, comunista... (Manuel Recober.)

He estudiado los problemas sociales y he llegado a esta conclusión: la propiedad individual; he ahí el enemigo... (C. Fernández Zamorano.)

En aquella época (1886) los escritos y traducciones publicados en un periódico semanal de Lisboa, me hicieron interesar algo más en las nuevas teorías... Poco a poco fuí identificándome con los mejores escritos procedentes del extranjero, y de esta manera se arraigaron en mi cerebro las doctrinas comunistas-anarquistas... No descuidé recoger las nociones sobre las diferentes ramas del saber humano, especialmente en materia religiosa, estudiando los libros que arrojan del cerebro todas las preocupaciones... (Goncalvez Vianna.)

Viendo la desigualdad que existe en la sociedad y la miseria de que son víctimas los trabajadores, entreguéme al estudio de la cuestión social... (Libertario.)

Se ve por las precedentes citas, sean cuales fueren el país de origen, clase social y profesión, que el mismo intenso deseo de aprender se demuestra en todos los adeptos de las doctrinas profesadas por los Parsons, Merlino, Sébastien Faure, etc. Estas numerosas cartas que se nos enviaron de todos los países, en estas cartas sin ortografía y sin estilo, emanando de obreros que desde la infancia tuvieron que abandonar la escuela -caso de que algunos hayan ido- se ve reflejada en lengua ruda, cándida, una voluntad de aprender, un sufrimiento por no poder aprender a medida de su deseo.

Las rudas dificultades de la vida -a veces, desde la edad de diez años, tuvieron que trabajar para comer- no permiten el estudio asiduo. Fatigado el cuerpo por la diaria labor, el cerebro se halla poco apto para comprender. No obstante, el individuo lee tanto más cuanto mayor es su deseo de saber. Lee atentamente y se esfuerza para comprender y retener lo que lee. Acaso no alcanza a comprender los raciocinios, los mil detalles del análisis, las grandes líneas de la síntesis. Pero entonces retiene las palabras, las palabras técnicas; y más tarde las transmitirá a sus auditores, a sus compañeros, estas palabras que para él expresan una idea muy vaga y que a veces no tienen ningún significado.

No habiendo recibido instrucción durante el periodo de la infancia, los proletarios no han podido aprender a aprender; el cerebro no ha podido desarrollarse, porque no estaba cultivado, y estos desgraciados, sedientos de conocer, sufren por no poder saber. Se dan cuenta de este sufrimiento que activa aún más su curiosidad de conocer.

La existencia de esta curiosidad en la mentalidad de los individuos, no significa un gran desarrollo de la inteligencia, ni grandes conocimientos; significa, tan sólo, que el individuo posee el deseo de saber, la voluntad de aprender. Puede aprender mal, digerir penosamente el alimento intelectual que absorbe... ¡No importa! Tiene, de todos modos, la curiosidad de saber.

El socialista-anarquista, cultivado o no su cerebro, está afectado por la curiosidad de saber. Nuestra investigación ha confirmado nuestra inducción. En la mentalidad específica del socialista-anarquista existe la característica: deseo de saber.

A priori, el estudio de la doctrina permitía prever la existencia de este carácter mental. Las siguientes citas son, a este propósito, absolutamente típicas:

Pero las ideas anarquistas han venido a transformar todo esto. Negando la necesidad de los hombres providenciales, haciendo cruda guerra a la autoridad, y reclamando para cada individuo el derecho y el deber de obrar solamente según su propio impulso, no sufrir ninguna traba, ninguna restricción a su autonomía, proclamando la iniciativa individual como base de todo progreso y de toda asociación verdaderamente libertaria, la idea anarquista no puede contentarse con hacer creyentes, debe dirigirse especialmente a hacer convencidos, hombres que sepan por qué creen, que los argumentos que se les ha suministrado les han interesado y los han pesado, discutido, y se han dado cuenta de las cosas por sí mismos; de ahí una propaganda más difícil, más abstracta, pero también más eficaz. Desde el momento que los individuos se engrandecen por su propia iniciativa, deben al propio tiempo ejercerla eficazmente. Para que la iniciativa del individuo pueda adaptarse libremente a la acción de otros individuos, es necesario que sea consciente, razonada, basada en la lógica del orden natural de los hechos; para que estos actos separados vayan a converger hacia un objetivo común, es necesario que estén suscitados por una idea común fuertemente comprendida, claramente elaborada; sólo una discusión cerrada, lógica y precisa de las ideas, puede abrir el cerebro de los que la adoptan y conducirles a reflexionar por ellos mismos... Los individuos quieren saber, pues, si esta caída (de la sociedad) les será provechosa o perjudicial; de ahí arranca una multitud de cuestiones que nos conducen a discutir todos los conocimientos humanos, a fin de saber si sobrenadarán en el cataclismo que queremos provocar. De ahí el embarazo del trabajador que ve desfilar por su entendimiento una multitud de cuestiones que se han guardado muy bien de enseñarle en la escuela, cuestiones en las que le es muy difícil reconocerse, y que oye tratar, la mayor parte del tiempo, por primera vez; cuestiones, no obstante, que es necesario estudie, profundice y resuelva, si quiere ser apto para aprovechar esta autonomía que reclama, si no quiere gastar su iniciativa en detrimento suyo, y sobre todo, si quiere saber prescindir de los hombres providenciales... Si los trabajadores quieren emanciparse, deben comprender que esta emancipación no vendrá por sí sola, que es necesario que la conquisten; que instruirse es una de las formas de la lucha social. La duración y la posibilidad de su explotación por la clase burguesa, proviene de su ignorancia; es necesario que sepan emanciparse intelectualmente, emanciparse materialmente... (Juan Grave. La Sociedad moribunda y la Anarquía, págs. 20-21-22.)

Los niños, no obstante, deberán ser educados e instruídos a cargo de todos y de modo que se les procure el mayor desarrollo y la mejor instrucción posible... Si las máquinas estuvieren aplicadas a todas las ramas de la producción y pertenecieran a todos, se podría en pocas horas de trabajo ligero y agradable bastar a todas las necesidades del consumo, y cada obrero tendría tiempo suficiente para instruirse, mantener relaciones de amistad, vivir, en una palabra, y gozar de la vida aprovechándose de todas las conquistas de la civilización y de la ciencia... Cuando los periodistas, los ingenieros, los doctores, los profesores, los artistas, tienen trabajo y conocen su oficio, viven confortablemente; pero los impresores, los albañiles, los zapateros, todos los obreros manuales, y los pobres maestros y otros trabajadores intelectuales, mueren casi de hambre aunque se maten trabajando. No quiero decir con esto que el único trabajo útil sea el manual, al contrario; el estudio es el único medio de vencer a la naturaleza, de civilizarse, para adquirir más libertad y bienestar... Quiero decir que los trabajos intelectuales que por sí mismos son un gran placer, que dan al hombre una gran superioridad sobre el que permanece en la ignorancia, deben ser accesibles a todos y no ser el privilegio de un corto número... (Enrique Malatesta. A talk about anarchist Communism between two workers, páginas 8, 9, 13.)

Bajo un sistema de tal índole (comunismo), las ventajas de la instrucción, hoy monopolizadas por un pequeño número, las poseerán todos... Por la libertad económica unida a la instrucción perfectamente generalizada, se dará el golpe mortal a los tiranos grandes o pequeños... (H. H. Duncan. A plea for anarchist-communism, pág. 11.)

En el curso de los siglos la ciencia ha multiplicado sus descubrimientos, y no pudiendo negarlos las religiones, viéronse obligadas a modificar sus absurdos artículos de fe... Hoy la ciencia ha vencido. La fe, columna de base de barro, con sus dioses... ha muerto. La luz y la verdad hacen desaparecer las tinieblas del Absurdo... Las conquistas de la ciencia no se detendrán... En todos los sillones universitarios del mundo se rinde tributo al culto racional de la eterna naturaleza viviente... Y concluyendo, diré con un escritor francés: vosotros, teólogos, vosotros, sacerdotes de no importa la iglesia, vosotros, sostenedores de la fe en lo sobrenatural, en el absurdo elevado al estado de dogma, podéis aún durante algún tiempo dificultar la difusión de la instrucción entre el pueblo, pero no está ya en vuestro poder el anularla... (Eduardo Milano. Primer paso hacia la anarquía, págs. 74, 75, 79.)

Las escuelas públicas sostenidas por la iniciativa de las asociaciones consagradas a la enseñanza, son un verdadero resumen enciclopédico de todos los conocimientos humanos. Los elementos necesarios a la enseñanza, actualmente reunidos, permiten a los niños adquirir los conocimientos jugando y sin restringir sus libertades ni desviar sus inclinaciones a los movimientos espontáneos de su naturaleza... El niño pasa de uno a otro ejercicio siempre contento y siempre aprendiendo... El objeto de estas escuelas no es la formación de sabios enciclopedistas, cosa, por otra parte, imposible, dado el gran desarrollo que han alcanzado las ciencias. El plan de enseñanza no tiene otro objeto que dar a conocer a todos los hombres los principios generales de las artes, de las industrias y de las ciencias, porque de este modo cada uno puede libremente manifestar sus inclinaciones y consagrarse a la especialidad más en armonía con su temperamento, su carácter y sus aficiones. El discípulo no ignora nada de lo que puede interesarle, todos los órdenes de conocimientos le son comunes, y de este modo puede elegir concienzudamente su profesión, a fin de entrar en el concierto social como miembro útil a sí mismo y a sus semejantes... (Ricardo Mella. La Nueva Utopía, págs. 206, 207-208. Segundo Certamen Socialista.)

Aquí también, las doctrinas que los adeptos encuentran buenas para aceptarlas, confirman las deducciones del método positivo. Las citas que se acaban de leer demuestran claramente que los teóricos del socialismo-anarquista proclaman la necesidad de la instrucción para todos, aconsejan a cada uno se instruya lo mejor posible, reclaman para todos la instrucción integral.

En resumen, sea que procedamos por el examen de las doctrinas, sea que lo deduzcamos de la existencia de los caracteres predeterminados de la mentalidad anarquista, sea que se observe directamente en los individuos, siempre la característica curiosidad de conocer se revela como formando parte integrante de la mentalidad socialista-anarquista.

Todos estos procedimientos, tanto racionales como de observación, se confirman mutuamente; por consiguiente, permiten afirmar la real existencia de este carácter psíquico.

Consiguientemente, los caracteres mentales específicos de la mentalidad socialista-anarquista, son:
Espíritu de rebeldía. 2° Amor a la libertad. 3° Amor al yo o individualismo. 4° Amor a los demás o Altruismo. 5° Sensibilidad. 6° Sentimiento de justicia. 7° Sentido de la lógica. 8° Curiosidad de conocer.

El socialista-anarquista es un individuo rebelde, libertario, individualista, altruista, sensitivo y sensible, sediento de justicia, algo lógico, curioso.

Índice de Psicología del socialista-anarquista por A. HamonCapítulo VII: Del sentido de la lógicaCapítulo IX: Del espíritu de proselitismoBiblioteca Virtual Antorcha